Por Lisa Robaina Acosta
Por necios como él, es que se nos
ponen los pelos de punta y decidimos que nuestra elección de ser necios
también, ha sido lo más acertado que hemos hecho en nuestra condición de
cubanos que defienden su Revolución. Es uno de los tantospensamientos, que como
ráfaga pasa por la mente al escucharlo hablar.
Gerardo regresó al ISRI. Regresó a sus Cuatro Letras,
al espíritu de su anterior edificio. Dijo que aquí se hizo verdaderamente
revolucionario, y es fácil creerle, porque cuando se estudia la historia
universal, El capital de Marx, las
obras de Lenin, la historia de nuestro país y de nuestra diplomacia, uno
comienza a ver y a comprender lo que le rodea criticando las abismales
desigualdades que existen en el mundo, e identificando la raíz de su existencia:
el imperialismo, los imperialistas y todos sus parientes ambiciosos. Uno crece
entonces, y desea revolucionar las cosas. Crea o se une a un proyecto para ello,
y se torna indiscutiblemente revolucionario. Gerardo tuvo la suerte, como
nosotros, de nacer en el país donde se gestó el proyecto adecuado para los
revolucionarios que luchan contra el imperialismo.
Gerardo fue el jueves pasado otro
alumno, tan alumno que pareciera que contaba anécdotas de solo dos cursos
atrás. Alguien lo llamó Gerald, alguien
que seguramente hablaba con él por primera vez, pero se sintió tan afectuoso
que pareciera que eran amigos de toda la vida. Es exactamente eso a lo que
inspira el papá de Gema cuando se le escucha.
Escapa ‘o sí, Gerardo puede
hablar de lo que sea, y no solo el compromiso y las ganas de escuchar su voz es
lo que invita a quedarse atónito. Es por sobre todas las cosas, lo que dice, y
cómo lo hace.

Con tacto y contacto. Gerardo
toca el corazón, y hasta las historias más desagradables de su tiempo en prisión
llegan de la forma en que él desea que sean vistas: sin afectar a nadie, sin
provocar que la gente sienta pena por él, sino empatía y orgullo. Sus bromas
son espontáneas, profundas y hacen que te sonrías por fuera, y por dentro. Ese
es él. De mirada profunda. Capaz de recordar a todos por sus nombres. Capaz de
emocionarse y llorar, y en el mismo instante hacer reír.
Gerardo dijo cosas en la tarde de
este jueves que no pueden ser olvidadas.
Gerardo reflexionó con un
auditorio, que perfecta y necesariamente pudiera ser toda Cuba: NECESITAMOS
CONOCER NUESTRO PASADO. Se eriza la piel cuando adviertes cuánto siente esa
máxima que pone en lo alto de su discurso. Esta Isla está llena de historia,
dice; muchas de las calles libres por las que hoy transitamos fueron escenarios
sangrientos donde dieron la vida miles de cubanos para hacer posible el sueño
por el que luchaban. Los jóvenes no debemos pensar solo en el presente y el
futuro, que son tiempos importantes; debemos conocer y sentir lo que nos precedió,
nuestras raíces, para valorar lo que tenemos, para agradecerlo.

Cuando le preguntaron cómo habían
sido sus años preso, ubica al auditorio en el contexto económico de aquel país y
habla del estado constructivo de la prisión. Luego menciona momentos
desagradables que vivió: de los 17 meses en el hueco o cuando se quitaba la
vida algún conocido. Y revela entonces sus luces; explica cómo pudo sobrevivir.
Habla de dos cosas: de su Adriana, y de sus ideales. Dice que hay algo que hace
a un hombre infranqueable: creer en una causa, y defenderla. Y con el mismo
tono de voz, sin vestigios de nada que no sea entusiasmo, Gerardo confirma que
nunca tuvo nada de qué arrepentirse, y que cuando el fallo de la Corte de
Atlanta negó su apelación, desconectó el plus
del proceso legal porque sabía que de ahí no saldría nada, y concluyó en que si
tenía que terminar sus días en prisión, de viejo, lo haría. Sinceramente, era
como escuchar alDavid de En silencio ha tenido que ser.
Sus cuatro hermanos y él eran lo
mismo para Gerardo en aquellas circunstancias. Sin adulaciones, es de grandes
la forma en que cuenta cómo decidieron ir a juicio los cinco juntos aun cuando
individualmente se verían afectados.

Hasta a Uruguay llegó la alegría
del regreso de los CINCO. Enorgullece
saber que en plenas votaciones la gente ponía banderas cubanas en sus carros
para celebrar, con el ISRI en las noticias. El ISRI, que como dice quien estuvo
todo el tiempo con lágrimas en los ojos al ladito de Gerardo, es ISRI, porque isrinianos como nosotros poblamos sus
aulas.
Qué bueno caballero. ¡Qué bueno
de verdad! Qué alegría verlo con nuestro pulóver, y en aquella foto de una
simulación como nuestro Ágora; y con una copia de la tesis, tesis que haremos
nosotros también; y con un libro que nos leímos y leeremos a nuestros hijos: La
Edad de Oro, dedicado con amor para Gemita; y con una medalla de graduado; y
verlos a los dos, él y ella, héroes de carne y hueso, con una muñequita negra
pionera, que como toda buena cubana, se
convierte en bandera.
P-E-R-D-U-R-E P-O-R
S-I-E-M-P-R-E L-A
R-E-V-O-L-U-C-I-Ó-N C-U-B-A-N-A
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