lunes, 23 de febrero de 2015

Gerardo regresó al ISRI



Por Lisa Robaina Acosta

Por necios como él, es que se nos ponen los pelos de punta y decidimos que nuestra elección de ser necios también, ha sido lo más acertado que hemos hecho en nuestra condición de cubanos que defienden su Revolución. Es uno de los tantospensamientos, que como ráfaga pasa por la mente al escucharlo hablar.

Gerardo regresó al ISRI. Regresó a sus Cuatro Letras, al espíritu de su anterior edificio. Dijo que aquí se hizo verdaderamente revolucionario, y es fácil creerle, porque cuando se estudia la historia universal, El capital de Marx, las obras de Lenin, la historia de nuestro país y de nuestra diplomacia, uno comienza a ver y a comprender lo que le rodea criticando las abismales desigualdades que existen en el mundo, e identificando la raíz de su existencia: el imperialismo, los imperialistas y todos sus parientes ambiciosos. Uno crece entonces, y desea revolucionar las cosas. Crea o se une a un proyecto para ello, y se torna indiscutiblemente revolucionario. Gerardo tuvo la suerte, como nosotros, de nacer en el país donde se gestó el proyecto adecuado para los revolucionarios que luchan contra el imperialismo.

Gerardo fue el jueves pasado otro alumno, tan alumno que pareciera que contaba anécdotas de solo dos cursos atrás. Alguien lo llamó Gerald, alguien que seguramente hablaba con él por primera vez, pero se sintió tan afectuoso que pareciera que eran amigos de toda la vida. Es exactamente eso a lo que inspira el papá de Gema cuando se le escucha. 
Escapa ‘o sí, Gerardo puede hablar de lo que sea, y no solo el compromiso y las ganas de escuchar su voz es lo que invita a quedarse atónito. Es por sobre todas las cosas, lo que dice, y cómo lo hace.

Con tacto y contacto. Gerardo toca el corazón, y hasta las historias más desagradables de su tiempo en prisión llegan de la forma en que él desea que sean vistas: sin afectar a nadie, sin provocar que la gente sienta pena por él, sino empatía y orgullo. Sus bromas son espontáneas, profundas y hacen que te sonrías por fuera, y por dentro. Ese es él. De mirada profunda. Capaz de recordar a todos por sus nombres. Capaz de emocionarse y llorar, y en el mismo instante hacer reír.

Gerardo dijo cosas en la tarde de este jueves que no pueden ser olvidadas.

Gerardo reflexionó con un auditorio, que perfecta y necesariamente pudiera ser toda Cuba: NECESITAMOS CONOCER NUESTRO PASADO. Se eriza la piel cuando adviertes cuánto siente esa máxima que pone en lo alto de su discurso. Esta Isla está llena de historia, dice; muchas de las calles libres por las que hoy transitamos fueron escenarios sangrientos donde dieron la vida miles de cubanos para hacer posible el sueño por el que luchaban. Los jóvenes no debemos pensar solo en el presente y el futuro, que son tiempos importantes; debemos conocer y sentir lo que nos precedió, nuestras raíces, para valorar lo que tenemos, para agradecerlo.

Luego toca uno de sus puntos fuertes en materia de deporte: la pelota. Y no lo hace para cambiar de tema. Lo hace para hablar de política y de cómo seguir defendiendo la Revolución. Establece una metáfora que provoca que la gente haga ese gesto con la cabeza de decir que sí, pero en silencio. Un sí sentido, como resultado de un análisis que se produce a la par de su acertada explicación. Y así, de su respuesta a alguien que le pide un consejo para la juventud, Gerardo explica que el momento histórico que vivimos es como un gran juego de pelota que llega a su año 56; que en el desarrollo del partido el pitcher ha lanzado bolas de más de 90 millas, pero que el equipo home club ha sabido mandarlas muy lejos. Añade que ha habido algunos strikes, pero que el juego va a favor del equipo local. Y advierte, alerta, que el contrario cambiará su estrategia de lanzamiento e intentará hacer un tenedor, una bola curva (porque con las rectas no le ha resultado); pero que nunca abandonará el objetivo final que es ganar el partido. Aunque con el regreso al juego de cinco jugadores estrella, dimos jonrón con las bases llenas, hay que estar claro que el choque no se acaba hasta el último out, y que hasta ese momento tiene que entregarse todo en el terreno. Es evidente su claridad a la hora de explicar la situación actual, y se corrobora que cuando se vive en el monstruo, se le conocen mejor aún las entrañas.
 Cuando le preguntaron cómo habían sido sus años preso, ubica al auditorio en el contexto económico de aquel país y habla del estado constructivo de la prisión. Luego menciona momentos desagradables que vivió: de los 17 meses en el hueco o cuando se quitaba la vida algún conocido. Y revela entonces sus luces; explica cómo pudo sobrevivir. Habla de dos cosas: de su Adriana, y de sus ideales. Dice que hay algo que hace a un hombre infranqueable: creer en una causa, y defenderla. Y con el mismo tono de voz, sin vestigios de nada que no sea entusiasmo, Gerardo confirma que nunca tuvo nada de qué arrepentirse, y que cuando el fallo de la Corte de Atlanta negó su apelación, desconectó el plus del proceso legal porque sabía que de ahí no saldría nada, y concluyó en que si tenía que terminar sus días en prisión, de viejo, lo haría. Sinceramente, era como escuchar alDavid de En silencio ha tenido que ser.

Sus cuatro hermanos y él eran lo mismo para Gerardo en aquellas circunstancias. Sin adulaciones, es de grandes la forma en que cuenta cómo decidieron ir a juicio los cinco juntos aun cuando individualmente se verían afectados.

Y la Isabel de este David, con olor a bebita, se ve grande también contando su historia; no solo de amor sino de amistad. Toda radiante mostró fotos que les tomó a sus dos amores para enseñar cuánto se parecen. Mi diamante, dice refiriéndose a la niña, y a uno se le aprieta el pecho de tanta emoción.

Hasta a Uruguay llegó la alegría del regreso de los CINCO. Enorgullece saber que en plenas votaciones la gente ponía banderas cubanas en sus carros para celebrar, con el ISRI en las noticias. El ISRI, que como dice quien estuvo todo el tiempo con lágrimas en los ojos al ladito de Gerardo, es ISRI, porque isrinianos como nosotros poblamos sus aulas.

Qué bueno caballero. ¡Qué bueno de verdad! Qué alegría verlo con nuestro pulóver, y en aquella foto de una simulación como nuestro Ágora; y con una copia de la tesis, tesis que haremos nosotros también; y con un libro que nos leímos y leeremos a nuestros hijos: La Edad de Oro, dedicado con amor para Gemita; y con una medalla de graduado; y verlos a los dos, él y ella, héroes de carne y hueso, con una muñequita negra pionera, que como toda buena cubana, se convierte en bandera.


P-E-R-D-U-R-E P-O-R S-I-E-M-P-R-E L-A R-E-V-O-L-U-C-I-Ó-N C-U-B-A-N-A

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