viernes, 25 de noviembre de 2011

La perspectiva geopolítica en la guerra contra Libia.

Hacia una definición doctrinaria del “Sarkozysmo”.
Por Leyde E. Rodríguez Hernández
La guerra colonial contra Libia fue el resultado de un conjunto de perspectivas estratégicas en una época de profunda crisis estructural del sistema capitalista.
Clasifica entre las guerras de agresión de las potencias dominantes del sistema mundo contra un país ubicado en la periferia capitalista. Libia atravesaba un conflicto interno atizado por las antiguas potencias coloniales miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Se trató de una guerra asimétrica con el uso del armamento convencional más moderno en manos de la OTAN, para un desenlace breve y favorable al  “sarkozysmo”.
El “sarkozysmo” no es más que una doctrina política ecléctica cimentada en un liberalismo económico sui géneris, en la época del poderío militar unipolar del viejo orden capitalista anglosajón. En sus concepciones combina la defensa del mundo occidental dirigido por Estados Unidos, manipula los preceptos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y del Derecho Internacional Público (DIP). En términos prácticos, pretende la reconstrucción de los ideales que rememoran el pasado imperial de la Grandeur, a través del aumento del peso específico de Francia en la geopolítica mundial.
El “sarkozysmo” llegó a su máximo esplendor con la guerra de la OTAN contra Libia. Es una doctrina que coloca la política exterior francesa en manos de su presidente y del Elíseo, porque el “sarkozysmo”, en tanto que corriente política, es la instauración de un poder presidencialista con orientaciones autocráticas en el arte de la comunicación y de las maneras de hacer la paz y la guerra entre las naciones. Es una especie de aventurerismo político y golpe mediático permanente en la escena  internacional, con el fin de dar una nueva imagen del sistema dominante,y esconder la compleja crisis socio-económica que amenaza su funcionamiento, en un planeta aquejado de crisis múltiples bajo el capitalismo globalizado.        
En buena medida, los acontecimientos presenciados en torno a la guerra de la OTAN contra Libia recuerdan los hechos de las grandes potencias en el período de la “guerra fría” (1945-1991). Y se me antoja la pregunta: ¿Será el “sarkozysmo” una doctrina del siglo XX o un rumbo novedoso hacia el siglo XXI? En realidad, para obtener una explicación justa, valga la experiencia de lo acontecido en Libia, tendríamos que remontarnos al pasado colonial de Francia entre los siglos XIX y XX.
Recurrir al análisis histórico permitiría encontrar los sedimentos arqueológicos de los procesos que nutren el “sarkozysmo”. La explicación politológica no es suficiente en la definición de un fenómeno complejo por su alcance e interrelaciones en política interna e internacional. El hilo conductor de la historia de Francia, en su interacción con el mundo colonial y poscolonial, nos previene de la peligrosidad y el carácter desestabilizador del “sarkozysmo” en las relaciones internacionales.
Hasta ahora, los argumentos aquí expuestos permiten la negación de las falsas argumentaciones de quienes en nombre de la democracia, la libertad y la protección de los civiles, ejecutaron incontables bombardeos contra los territorios libios con el resultado de más muertos y heridos que la supuesta represión del asesinado “dictador de Trípoli”. Por cierto, una digresión: ¿Alguien ha encontrado las 3000 personas masacradas por Muanmar el Gaddafi antes del inicio de la operación “Harmattan”, el 19 de marzo de 2011? Esta es una pregunta para los anales de la historia, que a todas luces ha quedado huérfana de respuesta. 
Geopolítica del petróleo
Visto así, y a pesar de que algunos politólogos de alto prestigio intelectual se empeñen en negarlo, es una explicación objetiva el interés de las potencias capitalistas de repartirse los ricos yacimientos de petróleo en el subsuelo libio, como también otros recursos naturales ubicados en los países vecinos del Magreb. 

Desde las últimas décadas del siglo XX, los países dominantes en el occidente capitalista han llevado a la práctica una proyección agresiva y militarista en tierra Árabe conocida con el nombre de “geopolítica del petróleo”. La estrategia consiste en el control de este recurso natural no renovable, porque permitiría garantizar el alto nivel de consumo en los países occidentales y ofrecería nuevas perspectivas de crecimiento económico a las principales potencias capitalistas.
En un artículo publicado por el periódico digital La Vanguardia.com, en su página internacional, se explicaba que “Francia e Italia pugnarán por repartirse el “tesoro” libio”. La información dio fe que los diplomáticos de ambos países negociaron con los rebeldes priorizar las petroleras y las empresas de construcción en las tareas de la futura reconstrucción de Libia. De repente, no existió en nuestro mundo algo más parecido al reparto de un botín por los vencedores, tras una guerra desigual y de conquista.
Si alguien tenía alguna duda de que la guerra en Libia no tenía un trasfondo económico, se equivoca. Así se expresó La Vanguardia cuando cita a un colaborador del Ministerio francés de Asuntos Exteriores en París, consultado para analizar la posición de Francia ante el nuevo escenario político en Libia, como resultado de la derrota del Gaddafi por el eje imperialista Washington-París-Londres.
Según el experto, que mantuvo el anonimato, son varios los motivos que impulsaron a Francia a presionar a la comunidad internacional, en los marcos de la OTAN, para intervenir en Libia, “pero participar en el reparto de los recursos energéticos y petrolíferos libios ha sido también una cuestión primordial”. Este análisis contribuye a comprender la implicación y la urgencia de Francia en el derrocamiento del Gadafi con el uso directo de sus fuerzas armadas y recursos de inteligencia militar, en apoyo a los rebeldes libios, bien orientados y apertrechados para actuar en una guerra de rapiña.  

Se ha comentado que la actitud de Francia estuvo impulsada  por el acuerdo establecido con el opositor Consejo Nacional de Transición de Libia (CNT), para el control del 35 por ciento del petróleo libio a cambio de su apoyo, según el diario francés Liberation. El rotativo aseguró tener acceso a una carta fechada el 3 de abril de 2011, y destinada al emir qatarí, donde el CNT comunicó haber firmado con París "un acuerdo sobre la entrega del 35 por ciento del petróleo a Francia a cambio de su apoyo pleno y sin condiciones al CNT. (1)

Otro móvil no menos visible, prosigue el artículo, es la voluntad de Francia de ganar protagonismo frente a Gran Bretaña y al resto de Europa en la transición “democrática” de Libia en la etapa post-Gaddafi, y la compensación que reclamarán las empresas francesas para equilibrar de algún modo la inversión económica y en medios militares que el país galo aporta a la misión de la OTAN, los cuales son recursos financieros ahorrados por Estados Unidos en esta nueva guerra que, dirigida por Washington, fue llevada a la práctica por sus incondicionales aliados europeos.

Francia desplegó todos sus instrumentos de política exterior en el esfuerzo para derrotar al Gaddafi con quien paradójicamente hace apenas dos años firmaba acuerdos comerciales y era recibido con alfombra roja en el Palacio del Elíseo. Recordemos que la mencionada operación “Harmattan” destruyó las posiciones defensivas y de ataque de Gaddafi, lo que permitió en cuestión de horas la desaparición de la reducida fuerza aérea y de los medios de combate militares que disponía el gobierno libio.
Como si fuera poco, Francia envió el portaaviones Charles de Gaulle, decenas de cazas Mirage y Rafale, desplazando entre 1500 y 2500 militares en operaciones marítimas y ataques aéreos. La guerra costó más de 200 millones de euros al país galo, que se incluyen en un total de 950 millones de euros, si se tiene en cuenta el sobredimensionamiento militarista de las tropas francesas en Afganistán y en Iraq.
Esta cuestión, en términos de política interna, es un aspecto muy sensible para el ciudadano francés en una coyuntura de crisis económica y financiera. En un año electoral en el que los temas de política exterior no podrán ser ignorados por el electorado, así como su repercusión en el estado de las finanzas del país.    
Esta nueva guerra por el petróleo favorece el posicionamiento estratégico-militar de la OTAN en el Norte de África. Le permite a la OTAN monitorear y controlar de cerca los procesos enarbolados por los movimientos sociales en Egipto, Túnez y otros países de la región. El eje Washington-París-Londres evitó que el Gaddafi se apoderara del vacío de poder dejado en la región por la caída de las dictaduras al servicio de occidente en Egipto y Túnez. Esta triada imperialista podría convertir a Libia y a los países vecinos en una base de operaciones militares que intimide a los países de África Subsahariana, donde es conocido que pujantes fuerzas sociales están opuestas a la creciente penetración extranjera en sus territorios, en particular de Estados Unidos.
El reparto del botín
En el camino hacia la persistencia de las evidencias enunciadas, el 24 de agosto de 2011, Radio Francia Internacional (RFI) comunicó: “ahora que el capítulo militar está al parecer en su fase final, París espera proseguir con ese papel de liderazgo en el plano diplomático. Se citaba al ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé: “Hemos suministrado con nuestros amigos británicos el 80 por ciento de las fuerzas de la OTAN. Corrimos riesgos, riesgos calculados, y esto era una causa justa: la liberación de un pueblo y su aspiración a la democracia (…) Ahora hay que reconstruir Libia, construir un país democrático. Es un país rico, que tiene un potencial importante, habrá que acompañarlo”.

La emisora francesa mostró con transparencia los fines que justificaron los medios: “con relación a la ayuda económica, el objetivo es ayudar a Trípoli a relanzar muy rápido la producción y la exportación de petróleo. Una ayuda que no será por supuesto desinteresada, pues Francia, como otros grandes países, espera que su industria petrolera pueda aprovechar el proceso de reconstrucción. Libia posee las principales reservas petroleras de África, con 44.000 millones de barriles, y sus yacimientos son particularmente codiciados a causa de su baja cantidad de azufre y su proximidad geográfica con Europa. Este comentario corrobora, una vez más, la existencia de la “geopolítica del petróleo” entre las grandes potencias capitalistas, las cuales asumen posturas que oscilan entre la cooperación y la competencia por la  explotación de los recursos naturales en los países de la periferia capitalista.

Por ejemplo, la petrolera francesa Total y la italiana ENI están en la primera línea entre las corporaciones que participarán en la gestión de los enormes recursos energéticos que quedarán bajo la administración de los rebeldes. Es conocida la promesa de Francia al CNT, para apoyar en la reconstrucción del país mediante la firma de jugosos contratos en el sector de la construcción de puentes, infraestructuras de transporte, gasoductos y carreteras en Libia. La lucha por los mercados y la competencia por nuevos negocios forman parte del reparto del botín por los vencedores.
En el entramado de los intereses geoeconómicos en torno a Libia, ya se perfila la participación de grandes empresas galas en el promisorio emporio en reconstrucción. Las empresas Alcatel-Lucent, Total, Thales, Entrepose, EADS, Sanofi, Veolia, GDF Suez, Sidem y Denos, figuran entre las compañías que darían el salto hacia las futuras oportunidades de negocios en suelo libio. No son pocas las potencias capitalistas que desean ahora comercializar con el nuevo rélgimen  el reparto de los recursos energéticos y las formidables posibilidades de mercado en un país con un fabuloso potencial financiero, industrial y comercial.
Queda poca duda de que el eje Washington-París-Londres logró en Libia una estratégica victoria política y una inversión de futuro que no será fácil mantener en el contexto convulso del Magreb, así como de los procesos en Libia hacia su pacificación total, sobre lo cual también existen disímiles interrogantes e incertidumbre.  
Las implicaciones geopolíticas de la guerra contra Libia no podrán minimizarse. Tendrán consecuencias futuras para Libia y los países vecinos. Es una guerra que afinca la doctrina de la “intervención humanitaria” y la “responsabilidad de proteger”, estableciendo otro mal precedente en la política internacional. Al ignorar totalmente la soberanía y autodeterminación de los pueblos, estas doctrinas se convierten en una amenaza para los países del Sur contrarios a la imposición de un orden económico y financiero internacional fiel a los intereses globales de occidente.
El eje Washington-París-Londres apostó a todas las ventajas posibles, porque los precios del petróleo continuaron bajando, y se abría una oportunidad real para la economía y los intereses de las petroleras. En ese contexto, las potencias imperialistas consideran que es vital el control y la influencia política sobre los procesos internos en Libia, Sudán y Nigeria, tres países con abundante petróleo de calidad.
Ahora el eje Washington-París-Londres está posicionado a las puertas de Argelia, con todo lo que ello puede representar para la seguridad nacional de ese país. Al mismo tiempo, ha consolidado su presencia en una zona geográfica esencial del planeta, desde la cual se domina el Mediterráneo y el interior de toda África. Desde allí, la triada imperialista intimida a Siria, su mayor desafío en la presente coyuntura, e Irán queda todavía más acorralado por la OTAN.
Por lo que se observa en el escenario internacional, asistimos a un nuevo reparto de intereses geoestratégicos con sólidas motivaciones económicas y financieras. Se vislumbran nuevas guerras de agresión y conquista, pues, en un sistema mundo sin equilibrios de poder, la impunidad se reproduce sin límites, mientras los que dictan la regla de la democracia devienen los mayores violadores de los derechos humanos.
Basta con un vistazo a los daños humanos y materiales causados por la reciente guerra contra Libia, para tener un ejemplo elocuente de la capacidad de maniobra militar, diplomática y política del “Sarkozysmo”: una doctrina que en el pináculo del triunfalismo militar padece la agonía del sistema político de la V República francesa.

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  (1) Al respecto, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, declaró a una emisora que "no sabe nada de la carta", no obstante, calificó de "lógico" el hecho de que los países que apoyaron a los sublevados reciban privilegios tras la salida de Gadafi. Ver el artículo « Pétrole: l’accord secret entre le CNT et la France », periódico Liberation. Sitio:http://www.liberation.fr/monde/01012357324-petrole-l-accord-secret-entre-le-cnt-et-la-france