jueves, 5 de agosto de 2021

La guerra nuclear que avizoran

  76º aniversario

    Hiroshima y Nagasaki:

Por Leyde Ernesto Rodríguez Hernández

Colaborador del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos (Movpaz). Profesor Titular. Vicerrector de Investigación y Posgrado del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” (ISRI), La Habana.

La humanidad bajo el sistema de dominación capitalista parece irreformable e insalvable. No es una formulación pesimista, es un grito desesperado, un verdadero SOS por un mundo mejor, el que todavía soñamos posible en la tercera década del siglo XXI.

El desasosiego es más aterrador que la agónica muerte de millones de personas por la pandemia de Covid-19. Los estrategas militares estadounidenses no han tenido tacto al comunicar que la probabilidad de que se desate un conflicto nuclear es cada vez mayor, así consta en un manual creado para la orientación militar y el ejercicio de la autoridad en las diferentes estructuras de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Y se justifica en que las principales potencias nucleares no han reducido la función de las armas nucleares en sus respectivas estrategias de seguridad nacional ni las cantidades de ese tipo armamento.

En la concepción estadounidense, los posibles actores en una guerra nuclear podrían ser Rusia, China, Irán o Corea del Norte. El avance alcanzado en el plano militar y tecnológico de la carrera armamentista dibuja un escenario que aumenta el riesgo de "una escalada nuclear" y de "conflictos militares que involucren a adversarios con armas nucleares".

La propaganda de los Estados Unidos ha insistido en que mientras ellos siguen reduciendo el número y la importancia de las armas nucleares, sus adversarios potenciales y más poderosos, como Rusia y China, han otorgado una mayor importancia estratégica a las armas nucleares y han asumido un comportamiento "cada vez más agresivo". En términos prácticos esa gramática comunicativa del imperio quedaría desmentida si se analiza el tamaño del presupuesto militar de los Estados Unidos y se compara con la suma de los presupuestos de Rusia y China. Sin embargo, en su conjunto, existe hoy un escenario global de incremento y nuevos tipos de armas nucleares acompañadas de la revolución en el alcance de los misiles intercontinentales, de los submarinos nucleares y de todos los tipos de armas de tierra, mar y aire, relacionadas con su tríada estratégica-militar, las que se han visto perfeccionadas por los avances de la inteligencia artificial.

Aunque las estrategias de seguridad nacional de los gobiernos de Obama y Trump, calificaron a Rusia y China como las principales amenazas para la hegemonía de los Estados Unidos, y con mayor fuerza a China, en un plano geopolítico más integral, la verdad histórica es que en las concepciones estratégicas de los Estados Unidos prevalece la confrontación, la planificación de la guerra contra esas potencias e incluso un menú de opciones para imponerse en los conflictos internacionales sin descartar el uso del arma nuclear.

Existen documentos que profetizan sobre un inexorable enfrentamiento entre potencias nucleares. Hasta donde es conocido, en el 2019, el Pentágono dejaba claro que EEUU podría emplear "armas nucleares para predominar en los conflictos, mientras que en la nueva versión se dice que la respuesta con armas nucleares será "flexible pero limitada". Con este último informe el Pentágono quiere remarcar que "la máxima prioridad de la política y estrategia nuclear de Estados Unidos es disuadir a los adversarios potenciales de un ataque nuclear de cualquier escala".  Mientras, por el contrario, Rusia y China han reiterado que no serán los primeros en usar las armas nucleares en una guerra, pero aseguran que cuentan con todos los medios estratégicos y las fuerzas nucleares listas para defenderse.

Visto así, el arma nuclear ha dejado de ser el artilugio excepcional en manos de los Estados Unidos para obligar la rendición de Japón o chantajear a la Unión Soviética. Hoy es una bomba común en manos de grandes potencias y de algunos países en la carrera de armas nucleares ubicados en la periferia capitalista. Por lo tanto, esas armas resultan hoy más peligrosas que nunca y la única diferencia entre ellas podría encontrarse en parámetros tecnológicos de calidad centrados en la velocidad, capacidad de penetración y despliegue geográfico de los vectores nucleares, y la respuesta ante un ataque real o imaginario depende cada vez más de sistemas de inteligencia artificial que tienen que decidir en cuestión de segundos el lanzamiento de los misiles nucleares. Es una realidad que incrementa la posibilidad de que se desate una guerra nuclear por error, como ya estuvo a punto de ocurrir durante la guerra fría. Sin embargo, independientemente de la calidad de las diversas armas nucleares existentes, en caso de que sean usadas, -repito- cualquiera de ellas, provocarían una enorme catástrofe humanitaria y ecológica de dimensión local, regional o global

Tabla de fuerzas nucleares mundiales, en enero de 2021. Fuente: SIPRI

Hiroshima y Nagasaki

Teniendo como escenario la celeridad de la amenaza de una guerra nuclear, conmemoramos el 76º aniversario de un crimen horrendo: el uso, por primera vez en la historia de la humanidad, del arma atómica contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

El genocidio atómico ocurrió los días 6 y 9 de agosto de 1945, cuando la fuerza aérea de los Estados Unidos lanzó de manera deliberada el fuego que redujo a cenizas la pacífica Hiroshima, calcinando al instante a más de 25 000 personas. Y pocos días después, como si no hubiera pasado nada, fue repetida la misma acción de terrorismo de Estado contra su vecina Nagasaki, con un saldo de más de 13 000 víctimas. Las estimaciones varían ampliamente entre las diversas fuentes consultadas, pero se cree que por causa de ambos eventos murieron entre 150 000 y 250 000 personas. Un verdadero crimen con bombas atómicas: en aquel momento la “mejor” arma estadounidense por su excepcionalidad.

Las armas nucleares de hoy son mucho más sofisticadas y destructivas que las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Las armas nucleares de hoy son mucho más sofisticadas y destructivas que las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

En el periodo posterior, las secuelas de la radiación nuclear originaron en la población local una lenta agonía. Año tras año, más de 330 000 personas sufrieron las mortíferas enfermedades producidas por el hongo atómico. Los registros científicos y las anécdotas de los sobrevivientes del holocausto coinciden en que, cuando el bombardero estadounidense lanzó el artefacto explosivo -bautizado irónicamente Little Boy (muchachito)- en Hiroshima, una región de importancia militar para el ejército nipón, enseguida la atmósfera enrarecida emitió radiaciones que alcanzaron 300 000 grados Celsius, una temperatura diez veces superior a la desprendida por el Sol.

Y en un radio de aproximadamente un kilómetro alrededor del lugar de la explosión, los cuerpos se estamparon como fósiles en una alfombra de brasas, mientras los sobrevivientes desesperados intentaban beber agua, pero el preciado líquido estaba contaminado por la lluvia cálida y viscosa cargada de material radiactivo. Con la representación de este abrumador pasaje, en cada aniversario, los japoneses y la humanidad recuerdan la tragedia con un minuto de silencio percibido siempre interminable en todas las latitudes del planeta.

El bombardeo contra Hiroshima y Nagasaki no estuvo dirigido realmente contra Japón. El pueblo del archipiélago puso las pérdidas humanas y materiales, pero el movimiento inexorable de la política internacional demostró el verdadero propósito de la denominada “diplomacia del chantaje nuclear”, conducida por Harry Truman, presidente de Estados Unidos. Su objetivo estuvo calculado y consistió en intimidar a la Unión Soviética, el primer Estado socialista del mundo que había tenido un accionar protagónico, digamos que esencial, en la victoria contra el fascismo en Europa, y se convertiría en una de las superpotencias principales del sistema internacional del siglo XX.

Al evocar a Hiroshima y Nagasaki, el pasado nos lleva de la mano a un presente que permanece amenazado por la existencia aproximada de un total de 13 400 ojivas nucleares en poder de nueve países poseedores de esas mortíferas armas. Y que en comparación con las casi 70 000 ojivas de la época de la Guerra Fría en la década de 1980, las actuales suponen solo una quinta parte, pero suficientes para destruir  múltiples veces el planeta Tierra y provocar un definitivo cambio climático global.

A ese enorme poder destructivo se suman los devastadores conflictos armados entre diversas naciones y entre facciones al interior de ellas, los que continúan en medio de una pandemia global de Covid-19, por intereses geopolíticos y de dominación político-militar e impiden un cese el fuego global y podrían provocar el estallido de una guerra con armas nucleares. ¿Se imaginan?

Por tanto, la época actual se caracteriza por la existencia de enormes peligros a la paz y la seguridad internacional. El arma nuclear es la principal amenaza e incorpora un factor de fuerza en la política exterior de las grandes potencias, impidiendo la transformación democrática de las relaciones internacionales. La eliminación de las armas nucleares debería ser la prioridad de todos los estados y pueblos en beneficio de la vida para todas las especies en el ecosistema.

Todavía las relaciones internacionales no se han recuperado de la devastadora política del gobierno de Donald Trump, quien desmanteló el sistema de tratados y acuerdos internacionales que sirvieron de cimiento para la paz y la seguridad internacional después de la Segunda Guerra Mundial. En correspondencia con esa orientación, rompió sus responsabilidades con el Tratado sobre Misiles de Alcance Medio y Corto (INF), mediante el cual, por primera vez en la historia, se trató de eliminar y destruir esos dos tipos de misiles portadores de ojivas nucleares. Recordemos que la “Revisión de la Postura Nuclear” adoptada por el gobierno de Donald Trump dejó abierta la posibilidad del uso del arsenal nuclear estadounidense, porque de Truman hasta Biden la pretendida grandeza de los Estados Unidos se compara con el poder de sus armas nucleares, que es también hacer notar la pequeña talla moral del poder estadounidense.

Las armas nucleares y los llamados sistemas de defensas antimisiles representan hoy una seria amenaza para la estabilidad y la seguridad internacional, porque estimulan la carrera armamentista y el aumento de los gastos militares. La lucha por su prohibición y eliminación total debería ser la máxima prioridad en la esfera del desarme. La única garantía absoluta de evitar la repetición de la cruel experiencia de Hiroshima y Nagasaki se halla en la total eliminación de las armas nucleares, si se tiene en cuenta que componen la panoplia más peligrosa, destructiva y de mayores efectos indiscriminados entre todos los medios de guerra existentes en la actualidad.

Las concepciones militaristas de los Estados Unidos intentan justificar el empleo de las armas nucleares en la "estrategia de la disuasión nuclear" y en la falsa creencia de que podría asestar impunemente un "primer golpe nuclear" a otras potencias rivales. Por sus catastróficas consecuencias humanitarias, el empleo de las armas nucleares implicaría la violación flagrante de normas internacionales, incluidas las relacionadas con la prevención del genocidio y la protección al medio ambiente.

El uso de armas nucleares es un crimen de guerra. No es posible limitar los devastadores efectos de esas armas pues se prolongan por décadas. El arma nuclear es una afrenta a los principios éticos y morales que deben regir las relaciones entre las naciones, pero, además, un conflicto nuclear significaría la desaparición de la civilización humana. De ahí la importancia de estimular el activismo de la opinión pública internacional a favor del desarme y, en particular, por la eliminación total de las armas nucleares. Esta reivindicación no solo es un deber, sino también un derecho legítimo de los pueblos.

El mantenimiento y modernización de las armas nucleares consume excesivos recursos que deberían destinarse al desarrollo económico, la creación de empleos, la reducción de la pobreza y el hambre, la solución de problemas sanitarios, la erradicación del analfabetismo, la prevención y enfrentamiento a los desastres naturales causados por el cambio climático global. Urge reorientar esos recursos hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, contenidos en la Agenda 2030 y el combate a la pandemia de COVID-19 que azota a la humanidad. Sin embargo, sucede todo lo contrario, los Estados Unidos encabeza la lista de los diez países con mayor gasto militar mundial en 2021, justamente en el contexto de la crisis sanitaria mundial.

Frente a esa realidad, se debe recordar que América Latina y el Caribe fue la primera región densamente poblada del mundo establecida como Zona Libre de Armas Nucleares, en virtud del Tratado de Tlatelolco. Y es la primera región formalmente proclamada “Zona de Paz”, en ocasión de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que se celebró en La Habana, Cuba, en enero de 2014. La proclamación de la “Zona de Paz” incluye el compromiso de todos los estados de la región de avanzar hacia el objetivo prioritario del desarme nuclear y contribuir al desarme general y completo.

La aprobación el 7 de julio 2017 en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) del Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares representó un hito histórico que debe ser defendido por los estados y los pueblos amantes de la paz. Con su entrada en vigor en el 2021, este instrumento establece una nueva norma de Derecho Internacional al prohibir las armas nucleares en toda circunstancia y cuenta hasta ahora 86 estados firmantes y 54 ya lo han ratificado. Pero los 30 países miembros de la OTAN ni siquiera lo han firmado, lo cual muestra la irresponsabilidad de occidente con los destinos de la humanidad. Es importante reconocer que, en Europa, solo lo han adoptado ese tratado Austria, Irlanda, Malta, San Marino y el Vaticano. De los 9 estados que poseen armas nucleares: Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, Israel, China, Pakistán, India y Corea del Norte, ninguno ha firmado el tratado, pues sus doctrinas y estrategias militares basadas en la disuasión nuclear no lo permiten, corroborándose lo lejos que estamos de evitar una catástrofe nuclear global.

Un paso simbólico hacia el desarme entre Estados Unidos y Rusia, en dirección a la reducción de la amenaza de guerra nuclear, fueron las conversaciones a principios de 2021 entre ambas potencias que llevaron a una extensión histórica del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START). Este acuerdo ejemplificó el compromiso de las superpotencias con el control de las armas nucleares y que una guerra nuclear no se puede ganar y nunca se debe librar.

Es alentador que, en Viena desde abril de 2021, Irán y los cinco miembros internacionales: Rusia, Gran Bretaña, China, Francia, y Alemania, hayan realizado conversaciones multilaterales con el fin de restaurar el acuerdo nuclear iraní en su forma original: levantar las sanciones de Estados Unidos contra Irán, cumplir con las obligaciones nucleares de Irán y devolver a Estados Unidos al acuerdo. Los representantes de Estados partes en el Plan de Acción Integral Conjunto también han celebrado consultas separadas con la delegación de Estados Unidos sin la participación de Irán.

Sin embargo, se ha evidenciado, a través de la historia, que los Estados Unidos constituyen los principales promotores del perfeccionamiento de las armas nucleares, de la militarización del ciberespacio y el espacio ultraterrestre. El desarrollo del arma nuclear, y el proceso de desarme entre las grandes potencias, se ha visto acompañado de los nuevos avances tecnológicos en la esfera de la estrategia militar.

A 76 años de los criminales bombardeos atómicos del imperialismo estadouni- dense contra Hiroshima y Nagasaki, lo más sensato es reiterar el compromiso con un mundo de paz y sin armas nucleares, con el fin de preservar nuestra especie y la vida en su armonía con la naturaleza.

 

Bibliografía

Declaración conjunta presidencial de los Estados Unidos y Rusia sobre estabilidad estratégica. U.S. Department of State, Washington, 16 de junio de 2021.
https://www.state.gov/translations/spanish/declaracion-conjunta-presidencial-de-los-estados-unidos-y-rusia-sobre-estabilidad-estrategica/

Dinucci Manlio. El Arte de la guerra» ‎Aceleración de la carrera nuclear. Red Voltaire, Roma, 19 de julio de 2021.
https://www.voltairenet.org/article213675.html

Estados Unidos cree que cada vez hay "mayor posibilidad" de que estalle un "conflicto nuclear". United States Department of Energy. Madrid, 12 de julio de 2021. https://www.20minutos.es/noticia/4761109/0/estados-unidos-cree-que-cada-vez-hay-mayor-posibilidad-de-que-estalle-un-conflicto-nuclear/

Rodríguez Hernández, Leyde E.  De Truman a Obama: El militarismo y la defensa antimisil de los Estados Unidos. Editora Política, La Habana, 2018. https://www.researchgate.net/publication/351662437_De_Truman_a_Obama_El_militarismo_y_la_defensa_antimisil_de_los_Estados_Unidos


2 comentarios:

  1. Hoy en día ningún país es capaz de ganar una guerra termonuclear. De desencadenarse una guerra con armas nucleares, quedarían destruidas las condiciones de vida sobre la tierra para TODOS los contendientes, no importa la cantidad de ojivas que posea ni de vectores de que se disponga. Esta es una verdad absoluta.

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  2. Muy bien por el colega Leyde Rodríguez. Saludos, Mariano Bullón Méndez. Añado que el anterior comentario es de mi autoría.

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