martes, 30 de octubre de 2012

Estados Unidos, a merced de la corriente


La política exterior de la primera potencia, protagonista del último debate entre Obama y Romney, es la de un país paralizado que no puede tomar decisiones en la nueva centuria porque su Gobierno es del siglo XVIII

Por Paul Kennedy
El País digital, 24 de octubre de 2012

La comunidad mundial tiene derecho a preguntarse qué pasa si su primera potencia no tiene realmente una política exterior coherente. ¿Qué pasa si, a pesar de que la retórica estadounidense que habla de una “gran estrategia”, en realidad no hay siquiera una estrategia? ¿Qué pasa, y esto es mucho más atrevido, si el hecho de no tener una agenda global evidente, de no proclamar que EE UU tiene un interés vital aquí, allá y acullá, es realmente una forma razonable de conducirse, sobre todo en la agitada e impredecible situación del mundo? ¿Es que ninguna otra potencia se ha enfrentado al mismo dilema que los EE UU de hoy?
En una ocasión, en la Cámara de los Lores británica, al tercer marqués de Salisbury, uno de los mejores ministros de Asuntos Exteriores del siglo XIX, le pidieron que resumiera la estrategia fundamental que seguía el Gobierno para enfrentarse a las complicaciones mundiales. Con la aguda ironía que le caracterizaba, contestó que su política se basaba fundamentalmente en “dejarse llevar con indolencia por la corriente, sirviéndose aquí y allá de cloques para evitar una colisión”. Reconocer esto le valió que sus detractores le acusaran de ser un ministro perezoso, desconectado de los problemas y carente de lo que hoy en día podríamos llamar una “visión”. Muchos de los políticos actuales de Estados Unidos sabrán bien de qué estamos hablando.
Sin embargo, teniendo en cuenta la posición en que se encontraba, yo siempre he sentido bastante simpatía por Salisbury. En su país, el clima político no era halagüeño, inquietaba la creciente competencia comercial extranjera y las tradicionales lealtades partidarias se estaban resquebrajando. Pocas acciones del Gobierno suscitaban aplausos. Por otra parte, el panorama mundial era impredecible, complejo y cambiante: en Extremo Oriente, el golfo Pérsico, Europa y África, todas las potencias se vigilaban mutuamente, incómodas, sin saber qué futuro les esperaba. ¿Acaso no era lógico observar cierta cautela e ir reaccionando ante los acontecimientos hasta que el panorama internacional se aclarara un poco?
El presidente parece menos el comandante en jefe que un nuevo Gulliver amarrado por liliputienses
He pensado mucho en esta anécdota al ponderar la política exterior que ha seguido la Administración de Obama en los últimos años, y sobre todo las múltiples críticas que le han lanzado sus detractores. ¿Acaso no se ha visto sorprendida con frecuencia, por la primavera árabe y los levantamientos posteriores, por el baño de sangre en Siria, el empeoramiento de la seguridad en Afganistán e Irak o el ataque contra la Embajada en Bengasi? ¿Qué política sigue respecto a Irán e Israel? ¿Cuál va a ser su actitud ante las acciones chinas en Extremo Oriente? ¿Va a limitarse a permitir el derrumbe del euro, que dañará enormemente los ya de por sí débiles índices de crecimiento mundial? El lector podrá añadir cualquier otra cuestión a mi lista, que solo redundará en la sensación de que la política exterior de la primera potencia consiste en dejarse llevar poco a poco por la corriente, sin apenas conciencia de cuál es su destino.
Entonces, ¿qué podemos decir de la opinión contraria, que de forma tan razonable apunta que, en la actualidad, esa es la única posición viable de cualquier presidente estadounidense? Creo que en este debate hay que hilar tres cuestiones, aunque lamentablemente nadie parece estar realizando esa labor estratégica.
La primera es la enorme suerte que tiene Estados Unidos con su propia situación geopolítica. Como vecinos, solo tiene al norte a Canadá, extremadamente amigable, y al sur a México, que aunque agitado, es débil (¡basta comprobar con cuántos países tiene frontera China!). EE UU está a unos 10.000 kilómetros de distancia de las zonas candentes de Extremo Oriente y a casi 6.500 de un Oriente Próximo cada vez más enloquecido. Cuenta con unas Fuerzas Armadas enormes, aunque resulte difícil determinar qué propósito estratégico tienen. Sus recursos agrícolas son ingentes, también (a pesar de las últimas sequías) sus reservas de agua potable seguras, así como otros activos nacionales, que van desde sus centros de investigación superior hasta sus recursos minerales. Además, en términos relativos, su futuro demográfico es halagüeño. Entonces, ¿qué necesidad tiene EE UU de correr de un lado para otro? ¿Por qué no quedarse quieto un momento, como hizo Roosevelt entre 1936 y 1941?
En segundo lugar, ¿por qué no admitir que la primera potencia mundial adolece de deficiencias constitucionales que la incapacitan para enfrentarse adecuadamente a cuestiones de política exterior? Lo que ahora estamos contemplando es un país paralizado que no puede tomar decisiones difíciles en el siglo XXI porque tiene una estructura de Gobierno del XVIII. Quizá lo que en la década de 1780 fuera un buen contrato, suscrito por 13 recelosos Estados, no sea tan ventajoso en un mundo como el nuestro, caracterizado por un cambiante contexto internacional (no es extraño que gran parte de las democracias de la Tierra hayan adoptado regímenes parlamentarios, no presidenciales). Al pertenecer el presidente estadounidense a un partido y estar con frecuencia el Congreso en manos del contrario, ¿cómo vamos a esperar que se tomen decisiones firmes en cuestiones delicadas como la política respecto a los palestinos o las formas de reducir el presupuesto de defensa? Frecuentemente, el presidente parece menos el comandante en jefe que un nuevo Gulliver amarrado por los liliputienses.
Para terminar, tenemos las dificultades que siempre encuentra el país para establecer prioridades en materia de política exterior. A falta de un gran ataque como el de Pearl Harbor, que llevaría a Estados Unidos a decretar una movilización bélica total, el Gobierno se ve sometido a las tensiones contrapuestas de grupos de presión o de intereses especiales, subgrupos étnico-religiosos y demás. Cuando HalfordMackinder escribió en 1919 en su obra clásica Ideales democráticos y realidad que “la democracia se niega a pensar estratégicamente a menos que las cuestiones de defensa la obliguen absolutamente a hacerlo”, seguro que estaba pensando en las batallas internas que tuvo que librar Woodrow Wilson en cuanto se firmó el armisticio de 1918. Es probable que la Administración actual, ante un Congreso hostil, sienta una sensación bastante similar.
Geopolíticamente, el país está tan seguro que en realidad no tiene que demostrar su “liderazgo”
Resumamos de nuevo los tres puntos: (1) geopolíticamente, Estados Unidos está tan seguro que en realidad no tiene que demostrar su “liderazgo” en ningún sitio (algo que, bien pensado, es una exigencia de lo más curiosa); (2) en la mayoría de los casos, la rigidez y la lentitud de movimientos que impone la Constitución estadounidense dificultan de manera determinante las acciones decididas, a no ser que el país se vea directamente atacado; y (3) cualquier posibilidad de elaborar una lista de prioridades en materia de política exterior se ve obstaculizada por todos los intereses que intentan impulsar la diplomacia y la estrategia de EE UU en una u otra dirección.
Así que, cualquiera que sea el ganador de las elecciones de noviembre, probablemente las políticas de Estados Unidos hacia el exterior sigan careciendo del convencimiento y de la decisión que tendría una gran estrategia y den una impresión, admitámoslo, de bastante indolencia. El consuelo es que, en vista de las ventajas reales del país y de las intrínsecas debilidades de China, Rusia, Irán, los ulemas musulmanes y todos los demás, quizá eso no sea tan malo.
Lamentablemente para todos los entregados grupos de presión y para nuestra caterva de estrategas de salón, este país puede seguir todavía un tiempo dejándose llevar por la corriente, hasta que se tope con un acontecimiento transformador. Pero, ¿qué acontecimiento podría ser ese? En la actualidad, ninguna opinión, ningún escenario posible me ofrece una respuesta convincente.
Paul Kennedy es DilworthProfessor de Historia, director de International Security Studies de la Universidad de Yale y autor o editor de 19 libros, entre ellos, Auge y caída de las grandes potencias.


lunes, 29 de octubre de 2012

Cómo poner fin al exilio fiscal


 
 Por Salim Lamrani
Opera Mundi


            El deseo del magnate francés Bernard Arnaud de adquirir la nacionalidad belga reaviva el debate sobre el exilio fiscal y el rechazo de los grandes patrimonios a cumplir sus obligaciones tributarias. No obstante, existe una solución simple y eficaz para poner fin a la evasión fiscal legal.

            Bernard Arnaud, primera fortuna europea y cuarta fortuna mundial con 40.000 millones de euros, cuyo salario anual se eleva a 10 millones de euros y cuyas inversiones generan cada año 200 millones de euros de ganancias, pidió su naturalización con el fin de conseguir la nacionalidad belga.[1] Algunos sospechan que el hombre más rico de Francia quiere escapar de su deber de ciudadano, igual que varias decenas de miles de exilados fiscales que eligieron instalarse en otros países como Suiza, Bélgica, Reino Unido u otros que ofrecen sustanciales ventajas a los más adinerados.[2]
            Entre 1988 y 2006, el 0,01% de los franceses más ricos, alrededor de 3.500 familias, vieron sus ingresos reales aumentar un 42%. A guisa de comparación, en el mismo periodo, el 90% menos pudiente sólo se benefició de un alza de 4,6%.[3] Así, la evasión fiscal legal e ilegal cuesta cada año 50.000 millones de euros al Estado francés. Con semejante suma, se podrían construir 500.000 viviendas sociales a 100.000 euros, o se podrían crear más de 1,5 millones de puestos en educación, salud, servicios sociales o cultura.
            En Suiza, en algunos cantones, los residentes extranjeros no pagan impuestos sobre sus ingresos o su patrimonio sino únicamente sobre sus gastos, lo que vuelve muy atractivos esos territorios para los más acaudalados. En este país, donde residen cerca de 2.000 exilados fiscales franceses, las 43 familias más adineradas acumulan una fortuna de 36.500 millones de euros.[4]
            Para responder a la problemática del exilio fiscal, el argumento dominante en Francia, que defienden el mundo económico, la derecha y una parte del centro-izquierda, consiste en promover una disminución de la tasa tributaria para las categorías más acaudaladas. Así, tras su elección en 2007, el antiguo presidente Nicolas Sarkozy adoptó el escudo fiscal, un dispositivo tributario según el cual no se pueden gravar los ingresos de un contribuyente más de un 50%.[5]
            No obstante, existe un mecanismo aplicable y eficaz para poner término a la evasión fiscal legal. Actualmente, la imposición está vinculada al lugar de residencia. Así, un exilado fiscal francés que elige vivir más de seis meses al año en Suiza se convierte automáticamente en contribuyente suizo y se beneficia de su legislación ventajosa. Sucede lo mismo para el francés que se instalase en Luxemburgo, Reino Unido o Bélgica.
            Para poner fin a este abuso que priva de importantes recursos al Estado francés, y por consiguiente a los ciudadanos, bastaría simplemente con vincular la imposición a la nacionalidad, y no al lugar de residencia, y aplicar una tasación diferencial. Este dispositivo acabaría automáticamente con esta plaga. Así, un contribuyente francés refugiado en Suiza que sólo pagara un 35% de impuestos en su nuevo lugar de residencia, en vez de un 41% en Francia por ejemplo, se vería obligado legalmente a pagar la diferencia al Estado francés, es decir un 6%, lo que haría inútil toda expatriación por razones de orden  fiscal.
            Esta práctica existe en países como Estados Unidos. Los ciudadanos estadounidenses instalados en el exterior pagan exactamente los mismos impuestos, conseguidos en cualquier parte del mundo, que sus compatriotas que viven en el territorio nacional. Desde un punto de vista técnico, todos los países del mundo entregan cada año al Departamento del Tesoro una lista de los estadounidenses que viven dentro de sus fronteras. Así, el exilio fiscal ya no resultaría posible y la única alternativa para escapar de los impuestos sería la evasión fiscal ilegal.
            Para contrarrestar este tipo de delito, el Congreso estadounidense adoptó una ley que permite a toda persona –en particular los empleados de los grandes bancos– que ofrezca información sobre los casos de fraude fiscal conseguir hasta el 30% de las sumas que recupera el Estado. Así, Bradley Birkenfeld, antiguo empleado del banco suizo UBS, obtuvo la suma de 104 millones de dólares por suministrar información, “excepcional a la vez por su tamaño y su alcance”, sobre los delitos de evasión fiscal que cometieron los clientes estadounidenses del Banco. Esta información permitió a los servicios tributarios estadounidenses recuperar la suma de 5.0000 millones de dólares y conseguir la lista de todos los delincuentes que tenían una cuenta en UBS.[6]
            Francia y las demás naciones, europeas y del mundo, deberían adoptar un modelo tributario que permitiera aplicar la tasación diferencial, vinculando la imposición a la nacionalidad y no al lugar de residencia. Del mismo modo, para luchar contra la evasión fiscal ilegal, que constituye una expoliación caracterizada de la riqueza nacional, los delincuentes de cuello blanco deberían recibir sanciones más severas, a la altura del daño causado. Entonces, los más adinerados tendrán que elegir entre su nacionalidad o su dinero.



*Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de la Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se titula Etat de siège. Les sanctions économiques des Etats-Unis contre Cuba, París, Ediciones Estrella, 2011, con un prólogo de Wayne S. Smith y un prefacio de Paul Estrade.





[1] Ivan Letessier, «Bernard Arnault, première fortune de France», Le Figaro, 9 de septiembre de 2012.
[2] France Info «Exilés fiscaux: de quoi parle-t-on?», 13 de marzo de 2012.
[3] L’Humanité, «C’est la loi qui autorise l’évasion fiscale, elle peut donc aussi l’empêcher», 9 de marzo de 2012.
[4] Bilan, «Les Français, réfugiés politiques en Suisse?», 14 de diciembre de 2011.
[5] Le Figaro, «Bouclier fiscal: 750 millions d’euros en 2012», 4 de julio de 2012.
[6] 20 minutes, «Récompense record de 104 millions de dollars pour le dénonciateur d’UBS», 11 de septiembre de 2012.


jueves, 25 de octubre de 2012

Pese a Estados Unidos, Cuba cambia

Por  Ángel Guerra Cabrera
La Jornada 

Cuba aplicará una trascendente reforma migratoria a partir del 13 de enero del año entrante que suprime engorrosos trámites para viajar y propicia un mayor reencuentro de los cubanos. 
El hecho es muy positivo y responde a una aspiración mayoritaria de la nación. Pero apreciar su verdadero alcance exige considerar aunque sea someramente sus antecedentes y contexto histórico.
El análisis de este y de cualquier asunto de naturaleza política en Cuba no puede abstraerse de la política hostil y agresiva contra la revolución mantenida inflexiblemente por la vecina superpotencia desde los tiempos de la guerra de liberación. Esto es particularmente pertinente cuando se trata de la emigración, pues Estados Unidos la ha utilizado hasta la fecha como un arma de desestabilización de la isla.
Al triunfo de la revolución, los criminales de guerra, ladrones y ladronzuelos del tesoro público de la dictadura de Batista fueron recibidos como héroes en suelo estadounidense junto a la gran burguesía y sectores de clase media. Este conglomerado le sirvió a Washington para crear en Miami el núcleo duro de la subversión anticubana. Con ese propósito instaló allí la mayor de las estaciones de la CIA existentes entonces en el mundo, desde la que lanzó un inmenso programa desestabilizador contra la isla. Prolongado durante décadas, incluyó desde un plan de invasión militar directa, antecedido por la invasión de Bahía de Cochinos, hasta innumerables acciones terroristas y actividades políticas y propagandísticas dentro y fuera de Cuba. Entre ellas, el estímulo incesante a la emigración de los médicos, técnicos y obreros de alta calificación, continuado hasta hoy como parte de la guerra económica contra La Habana, que en eso consiste el bloqueo.
Como si fuera poco, Washington adoptó una norma migratoria para Cuba que no aplica a ningún otro país. Según la Ley de Ajuste Cubano, los ciudadanos de la isla no necesitan visa para entrar a Estados Unidos, donde al llegar reciben automáticamente permiso de trabajo y tienen derecho a la residencia y a la ciudadanía después de uno y dos años de estancia respectivamente… siempre que ingresen ilegalmente o soliciten asilo político una vez que lleguen allí.

Compárese esta situación con la represión, el trato discriminatorio y las deportaciones masivas que se reservan a los mexicanos, centroamericanos, haitianos y otros latinos, caribeños y ciudadanos de todos los demás países del planeta que intentan llegar o permanecer en territorio estadounidense. Al mismo tiempo, véase la hipocresía de esta política que impulsa a los cubanos a emigrar ilegalmente, con frecuencia al precio de su vida, mientras les entrega a cuentagotas en La Habana las visas de reunificación familiar.
¿Cuántos países pobres podrían resistir durante medio siglo sin colapsar una ley como la mencionada? Es muy importante la pregunta porque la visión que ofrece la industria de la mentira patrocinada por ya se sabe quién es la de una isla-presidio de donde la gente no emigra, sino escapa debido a la persecución política, una imagen totalmente alejada de la realidad de un país que contradictoriamente recibe más de dos millones de visitantes al año, cifra que continúa en ascenso cuando muchos otros destinos turísticos decaen.
Frente a la grosera agresión contra su integridad, Cuba se vio obligada a adoptar medidas para ordenar la emigración y combatir la fuga de talentos en medio de una excepcionalmente asimétrica situación de guerra no declarada, bloqueo económico y cerco mediático a un país pequeño y pobre por parte de la mayor potencia militar del planeta.
Cuba ha propuesto reiteradamente a Estados Unidos dialogar sobre todos los temas en conflicto, incluyendo la migración, pero ese país no da muestra alguna de estar interesado en una relación y una convivencia pacíficas. A lo largo de los años ha cambiado la estructura social y política de la emigración cubana, que en su mayoría se opone a las medidas agresivas contra la isla, con la que desea una relación normal.

Cuba ha hecho reiterados intentos por lograr esa normalización, casi siempre torpedeados por Washington. Las nuevas medidas adoptadas por La Habana responden a iguales deseos compartidos por la población de la isla. Habían sido anunciadas en varias ocasiones por el presidente Raúl Castro como parte del programa de actualización del socialismo cubano, que marcha sin prisa, pero sin pausa. Deliran los que hablan de fuga y derrumbe.


miércoles, 24 de octubre de 2012

Le socialisme cubain ouvre une nouvelle voie




Par  Sébastien Madau 
Dimanche 21 octobre 2012
 
La nouvelle est tombée mar­di : au travers d’une réforme de la loi migratoire de 1976, les Cubains n’auront plus besoin de permis de sortie pour se rendre à l’étranger. Un passeport suffira. Exit aussi la lettre d’invitation que devait payer l’invitant. La réforme entrera en vigueur le 14 janvier 2013 et s’inscrit dans le cadre des mesures impulsées par le président Raul Castro depuis son élection en 2008.

Le sujet était régulièrement abordé dans les instances. Les attentes étaient fortes. Au début de la Révolution, Cuba a déve­loppé du capital humain et régle­menté les flux migratoires afin de limiter la fuite des cerveaux, dans la santé, l’éducation ou la recherche. En 1960, l’île avait perdu trois de ses six millions de médecins. La première phase de départs (années 60) était de na­ture politique. Dès les années 70, mais surtout depuis les années 90, l’immigration est presqu’en­tièrement économique. Il n’est pas exclu que certaines profes­sions soient concernées par des mesures particulières.

Le choix donné aux Cubains

Dans son éditorial de mardi intitulé « Par la volonté commune de la Nation cubaine », Granma, quotidien du Parti communiste, lie la nouvelle aux relations avec les Etats-Unis. « La politique mi­gratoire de Cuba (...) s'est basée sur la reconnaissance du droit des citoyens à voyager, à émigrer ou résider à l'étranger et à la volon­té de favoriser les relations entre la Nation et son émigration. En même temps, nous avons légiti­mement le droit de nous défendre face à l'agressivité de Washington » lit-on. L’éditorialiste estime que « les dispositions pour réguler les flux migratoires du pays, ont été adoptés dans des circonstances imposées par les agressions qui dans ce domaine ont été appliquées par les différentes administrations nord-américaines ». La nouvelle a beaucoup fait parler sur l’île et a provoqué des réactions de l’étran­ger, notamment des Etats-Unis. « Nous saluons évidemment toute réforme qui permet aux Cubains de quitter leur pays et d'y revenir librement », a déclaré la porte-parole du département d'Etat américain Victoria Nuland. Il sera intéressant de voir si les Cubains solliciteront la Section des Intérêts Nord-américains à La Havane, qui joue le rôle d’am­bassade. Les Américains ayant jusque-là préféré inciter en sous-main l’immigration clandestine.

Toutefois, plusieurs questions restent en suspens: quelle utilisa­tion les Cubains vont faire de ce nouvel acquis de la Révolution? Doit-on s’attendre à un exode massif? En effet, souvent pour des motifs idéologiques, Cuba a été montré du doigt pour sa poli­tique migratoire. On y dénonçait les barrières bureaucratiques. En revanche, rarement le thème de la gestion de flux migratoires massifs en provenance de Cuba n’a été abordé. Sans oublier que la réforme cubaine n’enlève pas l’obligation d’obtenir un visa du pays étranger qui aura le dernier mot.

En fait, l’originalité vient de la volonté de l’Etat de l’inscrire dans le cadre de l’actualisation du socialisme cubain lancée en 2008. Depuis 20 ans, la chute de l’URSS et la crise mondiale n’avait pas permis à Cuba de dé­boucher vers de nouveaux acquis majeurs comme ce fut le cas au début de la Révolution (santé, éducation, sciences, culture). La politique menée avait surtout pri­vilégié le maintien, avec succès, de ces acquis.

Aujourd’hui , Cuba fait le pari de considérer ces Cubains d’ailleurs comme des acteurs po­tentiels du développement de l’île, et de laisser à chacun le choix d’y contribuer.