Por MSc Enrique R.
Martínez Díaz,
Profesor Auxiliar,
CIPI.
En determinados centros académicos de Estados Unidos (EE.UU.) y de otros países se ha estado valorando la situación actual respecto a la Península Coreana, las perspectivas de solución del ya largo conflicto, la actitud de los diferentes actores involucrados, especialmente luego del estancamiento de las conversaciones entre EE.UU y la República Popular Democrática de Corea (RPDC) respecto al programa nuclear, etc.
En particular, un extenso
trabajo recientemente publicado por el
“Think Tanks” norteamericano Fundación Carnegie por la Paz Internacional (Carnegie
Endowmentfor International Peace), denominado:”Evaluación Neta de Corea 2020", hace un análisis sobre la situación actual y
sus perspectivas, en cual varios analistas norteamericanos y sudcoreanos
exponen sus criterios sobre diferentes tópicos del mismo.
Uno de los aspectos en que
insisten es en que, al parecer, las intenciones del Presidente Donald J. Trump de
lograr que la RPDC abandonase su programa nuclear (mediante una combinación de
incremento de sanciones, y del establecimiento de conversaciones personales con
Kim Jong-Un), no han alcanzado los resultados esperados. Incluso consideran que
esto solamente ha favorecido al gobernante de la RPDC, que ha continuado su
programa de desarrollo de armamentos.
Estos analistas no toman en
cuenta que existen experiencias de que históricamente los gobernantes
norteamericanos emplean la táctica de ofrecer ventajas, condicionando las
mismas a determinadas concesiones de la otra parte; una vez que la parte contraria
satisface las solicitudes norteamericanas, entonces la parte estadounidense
plantea que tales concesiones son insuficientes, y hacen nuevas exigencias
antes de cumplir ellos con lo supuestamente acordado. Un ejemplo claro fue las
negociaciones entre la extinta URSS y los EE.UU., en la época en que Gorbachov
era primer secretario del PCUS; el mismo hizo constantes concesiones sin que
Reagan o Bush padre reciprocaran; el resultado es conocido.
Otro elemento a tener en cuenta es que al parecer los gobernantes de la RPDC no olvidan que gobiernos anteriores de EE.UU., precisamente han sido los principales saboteadores de las negociaciones: el ejemplo del resultado de las dilatadas Conversaciones a 6 Bandas es notorio.
Tras la declaración del
Armisticio del 27 de Julio de 1953 (del cual han transcurrido casi 67 años),
los intentos por lograr un Tratado de Paz han sido rechazados por la parte
estadounidense de forma reiterada y con diferentes argumentaciones.
¿Existe una real voluntad en
el gobierno de EE.UU. de solucionar el conflicto? ¿O simplemente Mr. Trump solo
persigue objetivos electorales? Para el que escribe estas líneas hay
determinados elementos que deben ser tenidos en cuenta.
Un aspecto interesante
respecto al cual los integrantes de la Carnegie hacen referencia es a las
cuestiones militares. Hacen una valoración de las actuales capacidades bélicas
de los dos estados coreanos, basándose en diferentes fuentes. Más allá de los
criterios puramente técnicos sobre las fuerzas militares de ambos estados, algo
nos llama la atención, y es que se insiste por parte de estos académicos en que
el comienzo de la guerra implicaría una eventual invasión por el ejército de la
RPDC a la República de Corea (RC).
No encuentro demasiada
lógica a esa apreciación, incluyendo que en el mismo documento los autores se
extienden en detallar que las fuerzas armadas de la RPDC, aunque numerosas, de
acuerdo a sus consideraciones, no cuentan con tecnología militar de avanzada, y
estarían en desventaja respecto a las fuerzas norteamericanas y sudcoreanas.
Es más concebible que las
fuerzas militares de la RPDC estén destinadas principalmente a defender el
territorio de su estado, aprovechando las condiciones del terreno,
eminentemente montañoso, y previendo una guerra de desgaste contra un invasor
mucho más avanzado tecnológicamente. Las experiencias de Vietnam, y más
recientemente de Afganistán, demuestran que las FF.AA. de EE.UU. no son capaces
de librar ventajosamente tal tipo de guerra.
Todo esto especulando sobre
un eventual conflicto militar, en el cual no se empleen los medios de
destrucción masiva, en particular el armamento nuclear; lo mas lógico es
considerar que los gobernantes de la RPDC han invertido importantes recursos en
el desarrollo de tales armas con fines disuasivos, precisamente, debido a que
valoraron la experiencia de lo ocurrido con Afganistán e Irak, países invadidos y ocupados por los
norteamericanos y sus aliados, sabido que no contaban con tales medios.
La presencia de fuerzas
militares norteamericanas en Corea del Sur y Japón, que pudieran ser objetivos
de ataques de represalia en caso de estallar una guerra, es un elemento que no
solo puede tener un efecto disuasorio respecto a los estadounidenses, sino para
sus aliados sudcoreanos y japoneses, cuyas fuerzas militares e incluso
población civil pudiera ser afectada en caso de ataques con armas nucleares.
Esto sería un escenario terrible y no deseable, pero tristemente factible.
Quien escribe estas líneas no considera que el desarrollo por parte de la RPDC
de mísiles balísticos de alcance intercontinental sea una amenaza real para el
territorio de un país como EE.UU. que supuestamente ha desarrollado un sistema
de defensa antimisil (en el cual ha
invertido cientos de miles de millones de dólares) destinado a enfrentar
una guerra contra grandes potencias militares.
Un elemento que valoran con
mucha insistencia en el trabajo es respecto a los problemas de la
interoperatividad entre las fuerzas norteamericanas, sudcoreanas y japonesas en
caso de acciones militares, y como consideran que la suspensión de ciertos
ejercicios militares combinados puede incidir en este elemento.
Ya en el caso de los
gobernantes de las diferentes naciones, los expertos de la Carnegie son muy
críticos con el actual inquilino de la Casa Blanca, al cual consideran no ha
sido exitoso en su intento de “manejar” las conversaciones; que debido a su
carácter arrogante y autosuficiente no ha escuchado convenientemente a sus
asesores, y ello ha motivado la falta de resultados en sus negociaciones con
Kim Jong-Un.
Respecto a la RC, aducen que
Trump ha deteriorado las relaciones bilaterales, dada su insistencia en que
ésta asuma una cuota mayor en la financiación de las tropas norteamericanas
desplegadas en ese país, amenazando incluso con retirarlas por ser muy
costosas.
Respecto al presidente
sudcoreano Moon Jae-In, consideran que su insistencia en buscar conversaciones y acuerdos conel
gobierno de la RPDC ha debilitado la posición de Corea del Sur, haciendo
incluso concesiones, y no ha logrado que los gobernantes de Pyongyang cesen en
el desarrollo de medios de combate.
No obstante, reconocen
también que durante el gobierno de Moon los gastos militares y la modernización
de sus fuerzas armadas se han incrementado notablemente, aunque aducen que esto
también es consecuencia de que la población sudcoreana envejece notablemente y
no hay suficientes reemplazos para las tropas.
Además de todo esto, los
autores del informe hacen además valoraciones respecto al papel de la República
Popular China en la región, y como Corea del Sur e incluso Japón deben
balancear sus políticas, manteniendo sus alianzas con EE.UU. y acomodando sus
posiciones respecto a un vecino que crece aceleradamente, no solo en el plano
económico, sino incluso en el plano militar, y que además actúa como un soporte
para la RPDC.
Consideramos que los
análisis presentados en el documento al que nos hemos estado refiriendo, aunque
aportan valoraciones interesantes, no son completamente objetivos y pasan por
alto elementos muy importantes.
Ante todo, pese a que
algunos ejercicios militares entre EE.UU. y la RC no se hayan realizado, la
presencia militar de EE.UU. en la región
se ha mantenido, e, independientemente de alguno que otro discurso de Trump
amenazando con reducir las tropas de EE.UU. en la península, eso no se
corresponde con los principales documentos doctrinales norteamericanos, como
son la Estrategia de Seguridad Nacional de 2017 y el Reporte de la Estrategia
Indo-Pacifico de 2019 del Departamento de Defensa, en los cuales se plantea con
claridad que la región planetaria más importante para EE.UU. en estos momentos
es lo que ellos denominan Indo-Pacífico, que consideran que deben reforzar su
presencia en la misma, y que dentro de sus aliados la República de Corea tiene
un puesto importante. Los políticos estadounidenses saben que retirar fuerzas
militares de esa región reduciría notablemente su influencia en la región, y
ello está en contradicción con mantener su denominado “Liderazgo” a nivel
global y regional, principalmente en la región que consideran más importante a
nivel planetario, y que denominan actualmente Indo-Pacífico.
Obvian el hecho de que las
sanciones aplicadas a la RPDC no se han reducido y que el país continúa
enfrentando una situación económica muy compleja, y que lógicamente, ante la
constante presión norteamericana y de sus aliados internacionales, ha
continuado reforzando en la medida de sus posibilidades las capacidades
defensivas. Razonamos que, sin dejar de reconocer que en ciertas esferas han
alcanzado algunos resultados importantes, sus capacidades militares no pueden percibirse
que permitan que este país prevea atacar o invadir a ningún país vecino.
Cualquier nación que tenga que lidiar con la presencia de más de 80 mil
militares, buques y aviones de combate, norteamericanos situados cerca de sus
fronteras, más las fuerzas de sus vecinos hospederos de las fuerzas
estadounidenses, no tendría otra opción que mantener en lo posible sus
capacidades para la defensa.
Si el gobierno norteamericano
tuviera reales intenciones de estabilizar la situación en la península coreana,
debería iniciar un proceso encaminado a lograr un tratado de paz justo,
equilibrado y que realmente permita eliminar el peligro de guerra.
Por ello es imprescindible
que todas las partes tomen con seriedad el camino de las conversaciones para
evitar lo que alertó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en una reflexión
publicada el 5 de Abril de 2013: Si allí
estalla una guerra, los pueblos de ambas partes de la Península serán
terriblemente sacrificados, sin beneficio para ninguno de ellos.
BIBLIOGRAFIA
Castro Ruz, Fidel. El deber
de evitarunaguerra en Corea. Cubadebate, la Habana, 5 de Abril de 2013.
(http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2013/04/05/el-deber-de-evitar-una-guerra-en-corea/#.XoMz3nRLfIU)
Chung Min Lee,
KathrynBotto. Korea Net
Assessment 2020: Politicized Security and Unchanging Strategic Realities. Carnegie Endowment for International Peace.
Washington DC, March 18, 2020
(https://carnegieendowment.org/2020/03/18/korea-net-assessment-2020-politicized-security-and-unchanging-strategic-realities-pub-81230?utm_source=carnegieemail&utm_medium=email&utm_campaign=announcement&mkt_tok=eyJpIjoiTmpsbU5UVXpNelpoWmpKaSIsInQiOiJUQWJEaEo0bUZTUldhR256SHJBQTBZZkVMTjdZVXVsOGNxaGhnZ3pCcWVUNktDeU9NQkNpVGczb2c4TmxhMUZteGdYbkp1cDR1blR5N2ZjUXhpWCtDSG9saGdPXC94cFpsZXdIQlZKTFh0VFFQcWZtOWlZTldrNjFGblVERytUMGUifQ%3D%3D
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Washington June 1, 2019.
(https://media.defense.gov/2019/May/31/2002139210/-1/-1/1/DOD_INDO_PACIFIC_STRATEGY_REPORT_JUNE_2019.PDF)
The White House. The National Security Strategy of the
United States of America. Washington,
December 2017
(https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf)
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