miércoles, 29 de septiembre de 2021

Foro por la paz y la amistad

                                            youtu.be/mJyJZ8TUR0M

Por Leyde Ernesto Rodríguez Hernández

Estimado Yasuaki Yamashita, Hibakusha de la ciudad de Nagasaki, quien me ha conmovido con la fuerza y la emoción de su aleccionador testimonio.

 

Agradezco al estimado compañero Victor Gaute, Vicepresidente, del ICAP, por su invitación a participar en este importante Foro por la Paz.

 

Estimado profesor, investigador y gran amigo de Cuba, Michihiro Sindo.

 

Estimado Excmo. Embajador de Cuba en Japón, Miguel Ángel Ramírez.

Estimados colegas y amigos que participan de la organización pacifista Peaceboat y del ICAP.

 

Quiero iniciar mi intervención con la evocación del pensamiento de Fidel Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana e incansable luchador por la paz:

“Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia".                                 

El momento actual es de alta preocupación sobre el incremento de las amenazas a la paz, en un contexto de agudización de las contradicciones geopolíticas entre las principales potencias del sistema internacional. Este escenario de confrontación tiene múltiples dimensiones y coloca al planeta al borde de una conflagración mundial.

La coyuntura internacional demuestra inequívocamente la grave situación existente con el auge de la violencia, los conflictos y el despliegue sin límites de la carrera armamentista, lo cual confirma la necesidad de un actuar más enérgico y decisivo hacia la solución del conjunto de los problemas que afectan la seguridad internacional y la convivencia pacífica entre los pueblos. 

Hemos observado, en los últimos años, la creciente tendencia a la proliferación de las guerras locales y regionales, el alza de los presupuestos armamentistas, la cancelación de acuerdos sobre desarme, la ampliación de las sanciones económicas y de las medidas coercitivas unilaterales violatorias del multilateralismo y contrarias al derecho internacional. Ese giro alarmante hacia una retórica de línea dura, que recrea los peores instantes de la “guerra fría”, perjudica a la humanidad amenazada por una indeseada catástrofe nuclear y la persistente devastación ambiental asociada a la grave crisis climática global.

El gasto militar mundial se incrementó un 2,6% en 2020 impulsado por presupuestos militares exorbitantes, en primer lugar de los Estados Unidos, principal promotor del militarismo en la política internacional, pero también seguido por China, la India, Rusia y el Reino Unido, alcanzando la cifra global de 1,98 billones de dólares, una enorme cantidad de recursos que hubieran sido necesarios para salvar vidas en el contexto de la pandemia de la Covid-19 y enfrentar en condiciones de igualdad, cooperación y solidaridad internacional esa terrible enfermedad.

Las armas nucleares y los llamados sistemas de defensas antimisiles representan hoy una real amenaza para la estabilidad y la seguridad internacional, porque estimulan la carrera armamentista y los gastos militares. La lucha por su prohibición y eliminación total debe ser la máxima prioridad en la esfera del desarme. La única garantía absoluta de evitar la repetición de la cruel experiencia de Hiroshima y Nagasaki se halla en la total eliminación de las armas nucleares, si se tiene en cuenta que componen la panoplia más peligrosa, destructiva y de mayores efectos indiscriminados entre todos los medios de guerra existentes en el mundo.

Las concepciones militaristas de los Estados Unidos intentan justificar el empleo de las armas nucleares en la "estrategia de la disuasión nuclear" y en la falsa creencia de que podría asestar impunemente un "primer golpe nuclear" a otras potencias rivales. Todo lo contrario, Rusia y China han reiterado que no serán los primeros en usar las armas nucleares en una guerra, pero también aseguran que cuentan con todos los medios estratégicos y las fuerzas nucleares listas para defenderse.

Por lo tanto, esas armas resultan hoy más peligrosas que nunca y la única diferencia entre ellas podría encontrarse en parámetros tecnológicos de calidad centrados en la velocidad, capacidad de penetración y despliegue geográfico de los vectores nucleares, y la respuesta ante un ataque verdadero o imaginario depende cada vez más de sistemas de inteligencia artificial que tienen que decidir en cuestión de segundos el lanzamiento de los misiles nucleares. Es una realidad que incrementa la posibilidad de que se desate una guerra nuclear por error, como estuvo a punto de ocurrir durante la “guerra fría” en el siglo XX. Sin embargo, independientemente de la calidad de las diversas armas nucleares existentes, en caso de que sean usadas, -repito- cualquiera de ellas, provocarían una enorme catástrofe humanitaria y ecológica de dimensión local, regional o global

Por sus catastróficas consecuencias humanitarias, el empleo de las armas nucleares implicaría la violación flagrante de normas internacionales, incluidas las relacionadas con la prevención del genocidio y la protección al medio ambiente.

El uso de armas nucleares es un crimen de guerra. No es posible limitar los devastadores efectos de esas armas pues se prolongan por décadas. El arma nuclear es una afrenta a los principios éticos y morales que deben regir las relaciones entre las naciones, pero, además, un conflicto nuclear significaría la desaparición de la civilización humana. De ahí la importancia de estimular el activismo de la opinión pública internacional a favor del desarme y, en particular, por la eliminación total de las armas nucleares. Esta reivindicación no solo es un deber, sino también un derecho legítimo de los pueblos.

El mantenimiento y modernización de las armas nucleares consume excesivos recursos que pudieran destinarse al desarrollo económico, la creación de empleos, la reducción de la pobreza y el hambre, la solución de problemas sanitarios, la erradicación del analfabetismo, la prevención y enfrentamiento a los desastres naturales causados por el cambio climático global. Urge reorientar esos recursos hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, contenidos en la Agenda 2030, y el combate a la pandemia de COVID-19 que azota a la humanidad.

Se debe recordar que América Latina y el Caribe fue la primera región densamente poblada del mundo establecida como Zona Libre de Armas Nucleares, en virtud del Tratado de Tlatelolco. Y es la primera región formalmente proclamada como “Zona de Paz”, en ocasión de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en La Habana, Cuba, en enero de 2014. La proclamación de la Zona de Paz se opone a las intervenciones militares, los golpes de Estado y la existencia de bases militares extranjeras en Nuestra América. En ese sentido, es justo el reclamo para que le sea devuelto a Cuba el territorio ocupado ilegalmente por una Base Naval de los Estados Unidos en la provincia de Guantánamo. La proclama de Zona de Paz establece el compromiso de todos los estados de la región de avanzar hacia el desarme nuclear como objetivo prioritario y de contribuir al desarme general y completo.

 Victor Gaute, Vicepresidente ICAP y Leyde E. Rodríguez, Vicerrector ISRI

Aunque la Asamblea General de la ONU se reúne todos los años con dignatarios y cancilleres de todos los países, estamos lejos de una verdadera reflexión colectiva y proactiva que contribuya a adoptar políticas – tanto domésticas como exteriores – basadas en el respeto y la comprensión mutua en promoción de la paz y el desarme.

Diversas organizaciones internacionales de la sociedad civil, luchadores por la paz, científicos y académicos de distintas naciones  manifiestan su colaboración y apoyo al progresivo clamor por la paz en todos los continentes, como lo indica el apoyo global al Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares (TPAN) y el respaldo universal a Cuba en su lucha contra el criminal bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos, el cual se ha mantenido recrudecido durante la administración de Joseph Biden, quien ha dado continuidad a las políticas de Trump contra Cuba.

Es oportuno retomar el concepto de una cultura de paz. Su promoción constituye un objetivo que adquiere mayor necesidad para los pueblos. La evolución de esa concepción ha inspirado la realización de movilizaciones en muchas regiones con la participación de la sociedad civil. Por su trascendencia, es muy importante desarrollar, entre todas las civilizaciones, regiones, países y las nuevas generaciones, el diálogo constructivo sobre el fomento de una cultura de paz y la disposición de luchar por un mundo libre de armas nucleares.

Apreciados amigos, concluyo mis palabras con la exhortación a continuar, con fuerza, optimismo y vocación renovada, la lucha por un futuro de paz, en defensa de la vida y la supervivencia de nuestra especie.

Muchas gracias,

 

lunes, 27 de septiembre de 2021

Cuba y la ciber-agresión auspiciada por Estados Unidos


Por Leyde Ernesto Rodríguez Hernández

Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU)

 

 Día Internacional de la PAZ

https://youtu.be/4MzkyyuNyjI

 

 

Existe un consenso general en cuanto a que el ciberespacio posee una serie de características que lo diferencian del resto de los espacios: terrestre, marítimo, aéreo, espacial. Resumidamente:

1. El ciberespacio es un entorno único, en el que el atacante puede estar en cualquier parte del planeta.

2. Intervienen muchos factores, y no sólo elementos esta­tales sino también privados. Existe una estrecha coordinación entre todos ellos.

3. La confrontación en el ciberespacio presenta frecuentemente las ca­racterísticas de un conflicto asimétrico; y es frecuentemente anónimo y clandestino.

4. Permite obtener información sobre objetivos sin necesidad de destruir ni neutralizar ningún sistema, y a menudo, sin delatarse.

5. Permite también ejercer el chantaje; pero, al mismo, tiempo, la defen­sa puede utilizarlo para la disuasión. 

6. Evoluciona rápidamente siguiendo la evolución tecnológica de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). (Casar, 2012:15)  

La política de Estados Unidos hacia Cuba en el área de telecomunicaciones tiene fuertes componentes de bloqueo económico, y de agresión política e ideológica, al utilizar las tecnologías como arma de guerra.

Para el gobierno estadounidense, las plataformas digitales constituyen un instrumento de guerra no convencional contra la nación cubana. De manera sistemática, se desarrollan trasmisiones de estaciones de radioaficionados ubicadas en Estados Unidos que promueven contenido desestabilizador con el fin de propiciar el desorden público y la violencia.

Desde el triunfo de la Revolución, la nación cubana ha tenido que enfrentar ataques radiales y televisivos que contravienen los propósitos y principios de la Carta de Organización de las Nacionaes Unidas (ONU) y disposiciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). En medio de la pandemia de COVID-19, estas agresiones han aumentado. Así se ha manifestado la pretensión de Washington de violar la soberanía de la Isla en lo que respecta a la regulación de flujos de información y uso de los medios de comunicación.

 

Al mismo tiempo, el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por las administraciones estadounidenses al pueblo cubano hace más de 60 años, impacta en el sector de las tecnologías y frena el desarrollo de la nación caribeña.

Mientras Estados Unidos recrudece el bloqueo contra Cuba, aumenta el respaldo financiero para el desarrollo de plataformas de generación de contenido ideológico, las cuales llaman abiertamente a subvertir el orden constitucional cubano. Además, se lanzan convocatorias para la realización de manifestaciones en espacios públicos y se incita a sabotajes y actos terroristas, incluyendo el asesinato de agentes del orden y representantes del Gobierno.

Debe recordarse la decisión del Departamento de Estado estadounidense, en enero de 2018, de convocar a un Grupo de Trabajo de Internet para Cuba, que intenta convertir las redes sociales en canales de subversión, enfocado en la creación de redes inalámbricas fuera del control estatal y en la realización de ataques cibernéticos. Existe una clara utilización de recursos financieros por parte del gobierno de Estados Unidos, para financiar plataformas digitales donde se divulguen noticias falsas y tergiversar la verdad sobre Cuba.

Encontramos también innumerables evidencias de que los monopolios de información Facebook, YouTube y Twitter, han violado, en los últimos años sus propias normas y han permitido en sus plataformas mensajes violentos y llenos de odio contra Cuba.

Autoridades oficiales cubanas denunciaron en 2021 que instituciones gubernamentales recibieron recientemente ciberataques. Entre los ejemplos que puedan mencionarse sobresale el sitio de la Presidencia, al cual se le trató de negar el espacio digital, y lo mismo sucedió con medios de comunicación como Granma y Cubadebate, para solo especificar los de mayor alcance nacional e internacional.

Existen 60 sitios webs bloqueados para Cuba, vinculados con procesos de capacitación, formación profesional, comercio electrónico y hasta de comunicación interpersonal. Y agregase la imposibilidad de importar tecnología con más de un 10 por ciento de componente estadounidense.

Con la actual administración de Joseph Biden, el Senado estadounidense ha recrudecido la agresión en este campo, pues se ha manifestado a favor de facilitar supuestos servicios de Internet a la isla, mediante una enmienda al presupuesto promovida por dos senadores republicanos de Florida, Marco Rubio y Rick Scott, con la intención cínica de que el gobierno del presidente Biden “facilite acceso libre, abierto y sin censura a Internet para el pueblo de Cuba”. En su denuncia, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, expresó en su cuenta de Twitter, que "dicha enmienda sobre Internet en #Cuba contribuye al lucrativo negocio de la maquinaria política-subversiva en Florida”, cuando es el bloqueo el obstáculo fundamental al acceso libre y soberano del pueblo cubano a Internet.

Entre las ideas surgidas por algunos políticos estadounidenses para desarrollar, aún más, la ciber-agresión contra Cuba, mediante el acceso a Internet, identificamos el uso de redes basadas en satélites o globos a gran altitud. El objetivo de la ciber-agresión es eminentemente subversivo y la búsqueda de agitaciones sociales, al igual o peor a las escenificadas en algunas localidades cubanas el 11 de julio de 2021.

Cuba cuenta con un nuevo marco jurídico en materia de telecomunicaciones, que potenciará, entre otros aspectos, el modelo de actuación para la respuesta a incidentes de ciberseguridad. Entre los instrumentos legales aprobados están el Decreto-Ley No 35 de las Telecomunicaciones, las Tecnologías de la Información y la Comunicación y del Uso del Espectro Radioeléctrico.

Dicha norma tipifica los diferentes incidentes y hechos en el entorno de la red de redes, a saber: el ciberacoso, las noticias falsas, bloqueos masivos de cuentas en redes sociales, pornografía, ciberterrorismo, ciberguerra y subversión social.

Con esta resolución se pretende garantizar, a través de la gestión de incidentes, la prevención, detección y respuesta oportuna ante posibles actividades enemigas, delictivas y nocivas que puedan ocurrir en el ciberespacio.

En ese sentido, aunque Cuba avanza en la informatización de la sociedad y en el acceso a Internet, en los últimos cinco años se incrementó de forma progresiva y sistemática la agresividad de la política estadounidense contra el pueblo cubano y los estados soberanos que buscan relaciones económicas y comerciales con la Isla.

Lo explicado hasta aquí no podría analizarse haciendo abstracción de las relaciones de poder imperante en la política internacional bajo el influjo de concepciones basadas en la confrontación y la guerra. Por ejemplo, en la Estrategia Cibernética del Departamento de Defensa del Gobierno de los Estados Unidos, se autoriza el uso de armas cibernéticas ofensivas y operaciones ciberofensivas, incluido la posibilidad de llevar a cabo ataques cibernéticos preventivos para disuadir a sus adversarios.  Dichas doctrinas agresivas, contentivas de una filosofía guerrerista y amenazante, constituyen un intento de convertir el ciberespacio en un teatro de operaciones militares y de legitimar, en ese contexto, acciones unilaterales de fuerza, por parte de estados que deliberadamente aleguen ser víctimas de usos ilícitos no verificados de las tecnologías de la informática y las comunicaciones.

Sin embargo, Cuba concibe el ciber-espacio como un medio de cooperación internacional. Las Naciones Unidas deben asumir un papel central y erigirse en un foro permanente para el diálogo, la consulta y la cooperación entre los estados Miembros en este campo complejo asociado a las Tecnologías de la Información y la Comunicación; a modo de punto focal para el intercambio de experiencias y saberes sobre incidentes cibernéticos entre los estados.

Por eso pensamos que el uso de las TIC debe ser plenamente compatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional, en particular los principios de igualdad soberana; la solución pacífica de controversias internacionales; la abstención a recurrir, en las relaciones internacionales, a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, y la no intervención en los asuntos internos de otros estados.

Muchas gracias.

Referencias bibliográficas

Casar Corredera, José Ramón (2012) El ciberespacio. nuevo escenario de confrontación. Monografías del CESEDEN 126.  Centro Superior de Estudios de la Defensa, Madrid. https://publicaciones.defensa.gob.es/media/downloadable/files/links/m/o/monografia_126.pdf