Por Luis Britto García
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La hora de Nuestra América es también la de
nuestra izquierda. En la región y el mundo se desmoronan las
Babeles de la derecha. Marx predijo que crisis sucesivas y
progresivamente graves aniquilarían al capitalismo. La izquierda debe
comprender la magnitud de la presente y convertirla en final. Se acabaron el
repliegue y la defensiva. Hay que segar las cabezas de la hidra del
Imperio antes de que retoñen. La hora de nuestra izquierda es la de la
ofensiva.
LA HORA DE LA ECOLOGÍA
La hora de Nuestra América es la de la
defensa de sus recursos naturales: las más importantes reservas planetarias de
agua dulce, biodiversidad, minerales estratégicos y energía. La izquierda
debe encabezar las luchas dirigidas a su inventario, recuperación y
preservación para el uso social y racional, impedir su consumo predatorio
y su entrega a las transnacionales o a minorías locales cómplices,
controlar o vetar la producción de transgénicos y biocombustibles y la
patente sobre seres vivientes, evitar que el Capitalismo Verde nos prohíba todo
desarrollo en aras de su derecho de seguir destruyendo el planeta.
LA HORA DEL TRABAJADOR
La Historia de Nuestra América es la de la
lucha por la tierra. La izquierda debe culminarla con reformas agrarias integrales.
Maquilas y legislaciones neoliberales deprimen la condición de las masas
laborales. Con mil subterfugios el capital disimula o niega la relación de
trabajo y multiplica la economía informal. Un sistema sin capacidad de
integración genera mayorías de marginales. América Latina es la región con
mayor desigualdad del mundo. La izquierda debe cegar esta brecha y colocarse en
la vanguardia de centenares de millones de trabajadores y de excluidos en la
lucha por sus derechos y por una vida plena y productiva.
LA HORA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
La hora de Nuestra América es la de la
integración de la izquierda con los movimientos sociales. Un
movimiento social es la expresión de un conjunto de luchas
reivindicativas que ni partidos convencionales ni Estados lograron hacer suyas.
Por ello perdieron vigencia Estados y partidos, y debieron admitir
nuevas orientaciones y dirigencias. Nuestra izquierda debe también asimilarse
con los movimientos sociales para impedir que algunos sean financiados,
infiltrados y en última instancia dirigidos por organizaciones no
gubernamentales a su vez patrocinadas por las potencias hegemónicas.
LA HORA DE LAS ECONOMÍAS INTEGRADAS
Nuestra izquierda debe convertir en propiedad
social los principales medios de producción y desarrollar un nuevo modelo
económico distante del extractivismo, de la mera sustitución de importaciones y
del desarrollismo. Debe reivindicar los derechos de naciones y Estados a
proteger sus economías, a desarrollar poderosos sectores públicos o sociales
que administren las principales actividades productivas, a priorizar la
creación de bienes básicos para el consumo de las mayorías, a incorporar mayor
valor agregado a las exportaciones, a promover acuerdos que defiendan el justo
precio de éstas en los mercados internacionales y privilegien el intercambio y
la cooperación regional, a proseguir la política de intercambio multipolar que
ha librado a Nuestra América de lo peor de la crisis, y a librarse de la
esclavitud financiera de Deudas externas ilegalmente contraídas y
especulativamente infladas.
LA HORA DE LA POLÍTICA
Nuestra izquierda debe aprender, no sólo a
conquistar el poder, sino a defenderlo contra la violencia de oligarquías
e imperios que han frustrado tantas experiencias democráticas. Debe cursar
siempre que pueda la vía pacífica, pero responder a la violencia
reaccionaria con violencia popular. Debe desechar la tentación de la
antipolítica, y comprender que Partido y Estado son herramientas
decisivas para abrir la ruta hacia el Socialismo. Debe combatir el burocratismo
y la proliferación de trámites innecesarios y de entes parasitarios que
distancian al poder de los gobernados. Debe librar al Estado de la maraña de
pactos y compromisos que someten su soberanía a cortes, juntas arbitrales u
organismos foráneos. La única esperanza del Imperio en América Latina consiste
en fracturar todavía más sus numerosos Estados naciones fomentando o
inventando diferencias internas, regionales, étnicas o parroquiales, como
ocurrió con la fallida secesión de la Media Luna en Bolivia. Derrotar la
secesión y disociación interna en nuestros Estados Nación es luchar por
la integración de Nuestra América.
LA HORA DE LA ESTRATEGIA CONTINENTAL
Nuestra izquierda debe revisar el prejuicio
que en algunos países la opone a todo lo militar. El ejército es el arma de la
clase dominante pero si los dominados quieren superar su condición de tales
deben disponer de ejércitos. La izquierda ha creado ejércitos, como lo
hicieron Fidel Castro en Cuba, las FARC y el ELN en Colombia, las FALN en
Venezuela, Sendero Luminoso en Perú, los sandinistas en Nicaragua y el
Farabundo Martí en El Salvador, entre otros. Pero en los ejércitos
tradicionales pueden ingresar oficiales que dirijan movimientos progresistas, como
Juan Domingo Perón en Argentina, Velasco Alvarado en Perú, Torrijos en Panamá,
Hugo Chávez Frías en Venezuela. Reto de toda izquierda triunfante es crear un
nuevo ejército con milicias populares de apoyo, abierto a todos los
sectores y consagrado a la defensa de la soberanía y a la ayuda en tareas
sociales. La América Latina progresista debe concertar sus propias alianzas
estratégicas para oponerlas a pactos de servidumbre como el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca. Tales políticas son de urgencia ante la
ofensiva militarista de Estados Unidos, que aumentó abruptamente a 47 el número
de sus bases en la región. Nuestra izquierda debe resistir esta agresión con
una contraofensiva de presiones sociales, culturales, diplomáticas y
estratégicas para desalojar esas fuerzas de ocupación.
LA HORA DE LA INTEGRACIÓN
Nuestra izquierda y nuestros gobiernos
crearon en la última década organismos de integración latinoamericana cada vez
más independientes de la tutela de Estados Unidos y más abiertos hacia la
multilateralidad y el Tercer Mundo. Reto de nuestra izquierda es lograr que
esta integración funcione, no sólo en lo político y económico, sino también en
lo social, lo estratégico, lo cultural. Paralelamente, debe desmantelar y
denunciar la maraña de tratados bilaterales que limitan nuestras soberanías
integrándonos al libre comercio con las potencias hegemónicas y
exoneran a éstas del pago de impuesto en nuestros países. Todavía más
importante, esa izquierda nuestra que lucha por la integración y la unidad de
Nuestra América debe comprender la necesidad de integrarse y unirse ella misma
a nivel nacional, continental y mundial. La multiplicidad de puntos de vista
enriquece el debate, pero no debe clausurarlo. Nuestra hora no es la de la
disensión sino la de la coincidencias.
LA HORA DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL
La izquierda que predica la revolución
cultural debe revolucionar su propia cultura. Ha de considerar que los medios
de producción son ecológicamente limitados, lo que imposibilita la copia de la
sociedad de consumo para todo el planeta. Ha de tomar en cuenta que la
informática plantea a la vez la automatización de todo trabajo no creativo y la
infinita y gratuita multiplicación del bien más valioso del mundo, el
conocimiento, a la vez que posibilita la desconcentración de las ciudades y una
participación democrática jamás antes vislumbrada. Una izquierda nueva debe
comprender estas vías del nuevo milenio y explorar a fondo sus
consecuencias.
Nuestra izquierda debe aprender a manejar esa
suerte de sistema nervioso de la sociedad que son los medios de comunicación.
Debe sobrepasar la crítica de los medios del gran capital para pasar a la
penetración en los medios convencionales, a la creación de medios alternativos
y a la constitución desde el poder de sistemas de comunicación
novedosa, con agencias y agendas informativas propias. Debe, además, resistir
la fácil tentación de remedar la falta de imaginación, la
saturación machacona de consignas y la agresión a la audiencia de los medios
alienados.
Nuestra izquierda debe no sólo enfrentar los
retos de la información, sino además los del entretenimiento y la educación,
aplicando a ellos las más innovadoras tecnologías informáticas libres.
Nuestra izquierda debe demoler edificios
ideológicos que llevan siglos y a veces milenios construyéndose. Para ello ha
de propiciar un inaudito surgimiento de vanguardias y de propuestas creativas,
una novedosa floración contracultural, una nueva cultura que revalorice,
compendie y potencie en forma inédita las herencias de Nuestra América, que con
su prodigiosa fuerza de integración y mestizaje resume las del mundo.
Ponencia en el II Seminario Nórdico de Medios
de Comunicación y América Latina
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