lunes, 22 de octubre de 2012

Nuestra izquierda en la hora de Nuestra América

Por Luis Britto García

La hora de Nuestra América es también la de nuestra izquierda. En la región y  el mundo  se desmoronan las  Babeles  de la derecha. Marx predijo  que crisis sucesivas y progresivamente graves aniquilarían al capitalismo. La izquierda debe comprender la magnitud de la presente y convertirla en final. Se acabaron el repliegue y la defensiva. Hay que segar las cabezas de la hidra del Imperio  antes de que retoñen. La hora de nuestra izquierda es la de la ofensiva.


LA HORA DE LA ECOLOGÍA

La hora de Nuestra América es la de la defensa de sus recursos naturales: las más importantes reservas planetarias de agua dulce, biodiversidad, minerales estratégicos y energía. La izquierda  debe encabezar las luchas dirigidas a su inventario, recuperación y preservación para el  uso social y racional, impedir su consumo predatorio y su entrega a las transnacionales o a minorías locales cómplices,  controlar o vetar la producción de transgénicos y biocombustibles  y la patente sobre seres vivientes, evitar que el Capitalismo Verde nos prohíba todo desarrollo en aras de su derecho de seguir destruyendo el planeta.

LA HORA DEL TRABAJADOR

La Historia de Nuestra América es la de la lucha por la tierra. La izquierda debe culminarla con reformas agrarias integrales. Maquilas y  legislaciones neoliberales deprimen la condición de las masas laborales. Con mil subterfugios el capital disimula o niega la relación de trabajo  y multiplica la economía informal. Un sistema sin capacidad de integración genera mayorías de marginales. América Latina es la región con mayor desigualdad del mundo. La izquierda debe cegar esta brecha y colocarse en la vanguardia de centenares de millones de trabajadores y de excluidos en la lucha por sus derechos y por una vida plena y productiva.

LA HORA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

La hora de Nuestra América es la de la integración de  la izquierda  con los movimientos sociales. Un movimiento social  es la expresión de un conjunto de luchas reivindicativas que ni partidos convencionales ni Estados lograron hacer suyas. Por ello perdieron vigencia   Estados y partidos, y debieron admitir nuevas orientaciones y dirigencias. Nuestra izquierda debe también asimilarse con los movimientos sociales para impedir  que algunos sean financiados, infiltrados y en última instancia dirigidos por organizaciones no gubernamentales a su vez patrocinadas por las potencias hegemónicas.



LA HORA DE LAS ECONOMÍAS INTEGRADAS

Nuestra izquierda debe convertir en propiedad social los principales medios de producción y desarrollar un nuevo modelo económico distante del extractivismo, de la mera sustitución de importaciones y del desarrollismo. Debe reivindicar los derechos de naciones y Estados a proteger sus economías, a desarrollar poderosos sectores públicos o sociales que administren las principales actividades productivas, a priorizar la creación de bienes básicos para el consumo de las mayorías, a incorporar mayor valor agregado a las exportaciones, a promover acuerdos que defiendan el justo precio de éstas en los mercados internacionales y privilegien el intercambio y la cooperación regional, a proseguir la política de intercambio multipolar que ha librado a Nuestra América de lo peor de la crisis, y a librarse de la esclavitud financiera de Deudas externas ilegalmente contraídas y especulativamente infladas.

LA HORA DE LA POLÍTICA

Nuestra izquierda debe aprender, no sólo a conquistar el poder, sino a defenderlo contra la violencia de  oligarquías e imperios que han frustrado tantas experiencias democráticas. Debe cursar siempre que pueda  la vía pacífica, pero responder a la violencia reaccionaria con violencia popular. Debe desechar la tentación de la antipolítica, y comprender que  Partido y Estado son herramientas decisivas para abrir la ruta hacia el Socialismo. Debe combatir el burocratismo y la proliferación de trámites innecesarios y de entes parasitarios que distancian al poder de los gobernados. Debe librar al Estado de la maraña de pactos y compromisos que someten su soberanía a cortes, juntas arbitrales u organismos foráneos. La única esperanza del Imperio en América Latina consiste en fracturar todavía más sus numerosos Estados naciones  fomentando o inventando diferencias internas, regionales, étnicas o parroquiales, como ocurrió con la fallida secesión de la Media Luna en Bolivia. Derrotar la secesión y disociación interna en nuestros Estados Nación es luchar  por la integración de Nuestra América.

LA HORA DE LA ESTRATEGIA CONTINENTAL

Nuestra izquierda debe revisar el prejuicio que en algunos países la opone a todo lo militar. El ejército es el arma de la clase dominante pero si los dominados quieren superar su condición de tales deben disponer de  ejércitos. La izquierda ha creado ejércitos, como lo hicieron Fidel Castro en Cuba, las FARC y el ELN en Colombia, las FALN en Venezuela, Sendero Luminoso en Perú, los sandinistas en Nicaragua y el Farabundo Martí  en El Salvador, entre otros. Pero en los ejércitos tradicionales pueden ingresar oficiales que dirijan movimientos progresistas, como Juan Domingo Perón en Argentina, Velasco Alvarado en Perú, Torrijos en Panamá, Hugo Chávez Frías en Venezuela. Reto de toda izquierda triunfante es crear un nuevo ejército con milicias populares de apoyo, abierto a todos los sectores  y consagrado a la defensa de la soberanía y a la ayuda en tareas sociales. La América Latina progresista debe concertar sus propias alianzas estratégicas para oponerlas a pactos de servidumbre como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Tales políticas son de urgencia ante la ofensiva militarista de Estados Unidos, que aumentó abruptamente a 47 el número de sus bases en la región. Nuestra izquierda debe resistir esta agresión con una contraofensiva de presiones sociales, culturales, diplomáticas y estratégicas para desalojar esas fuerzas de ocupación.

LA HORA DE LA INTEGRACIÓN

Nuestra izquierda y nuestros gobiernos  crearon en la última década organismos de integración latinoamericana cada vez más independientes de la tutela de Estados Unidos y más abiertos hacia la multilateralidad y el Tercer Mundo. Reto de nuestra izquierda es lograr que esta integración funcione, no sólo en lo político y económico, sino también en lo social, lo estratégico, lo cultural. Paralelamente, debe desmantelar y denunciar la maraña de tratados bilaterales que limitan nuestras soberanías integrándonos al libre comercio con   las potencias hegemónicas y exoneran a éstas del pago de impuesto en nuestros países. Todavía más importante, esa izquierda nuestra que lucha por la integración y la unidad de Nuestra América debe comprender la necesidad de integrarse y unirse ella misma a nivel nacional, continental y mundial. La multiplicidad de puntos de vista enriquece el debate, pero no debe clausurarlo. Nuestra hora no es la de la disensión sino la de la  coincidencias.

LA HORA DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL

La izquierda que predica la revolución cultural debe revolucionar su propia cultura. Ha de considerar que los medios de producción son ecológicamente limitados, lo que imposibilita la copia de la sociedad de consumo para todo el planeta. Ha de tomar en cuenta que la informática plantea a la vez la automatización de todo trabajo no creativo y la infinita y gratuita multiplicación del bien más valioso del mundo, el conocimiento, a la vez que posibilita la desconcentración de las ciudades y una participación democrática jamás antes vislumbrada. Una izquierda nueva debe comprender  estas vías del nuevo milenio y explorar a fondo sus consecuencias.

Nuestra izquierda debe aprender a manejar esa suerte de sistema nervioso de la sociedad que son los medios de comunicación. Debe sobrepasar la  crítica de los medios del gran capital para pasar a la penetración en los medios convencionales, a la creación de medios alternativos y a la constitución  desde el poder de  sistemas de comunicación novedosa, con agencias y agendas informativas propias. Debe, además, resistir la fácil tentación de remedar  la falta de  imaginación, la saturación machacona de consignas y la agresión a la audiencia de los medios alienados.

Nuestra izquierda debe no sólo enfrentar los retos de la información, sino además los del entretenimiento y la educación, aplicando a ellos las más innovadoras tecnologías informáticas libres.

Nuestra izquierda debe demoler edificios ideológicos que llevan siglos y a veces milenios construyéndose. Para ello ha de propiciar un inaudito surgimiento de vanguardias y de propuestas creativas, una novedosa floración contracultural, una nueva cultura que revalorice, compendie y potencie en forma inédita las herencias de Nuestra América, que con su prodigiosa fuerza de integración y mestizaje resume las del mundo.
 
Ponencia en el II Seminario Nórdico de Medios de Comunicación y América Latina


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