Consideraciones
disciplinarias
RESUMEN
Los
estudios y reflexiones en torno a los procesos mundiales, fuesen éstos en
términos de guerra, paz, alianzas, cooperación u otros mecanismos de
convivencia, han estado presentes desde la más remota antigüedad como parte de
las inquietudes de distintos pensadores. Aportes como los de Chanakya
(Kautilya) en India, Mencio y Sun Tzu en China, o el propio Tucídides en la
antigua Grecia, no hacen sino evidenciar la producción intelectual de temas
relativos a los asuntos más allá de las fronteras propias que se remontan
varios siglos antes de nuestra era. Con el devenir del tiempo distintas áreas
como la Filosofía, la Historia, el Derecho y más tarde la Economía y la
Política se fueron adjudicando la tarea de ser el espacio de reflexión de los
temas internacionales, y no va a ser sino hasta los inicios del siglo XX que verá
la luz una nueva disciplina: las Relaciones Internacionales. No obstante ésta,
desde sus orígenes y hasta nuestros días, ha estado inmersa en diversos debates
en torno a su naturaleza, especificidad, consistencia epistemológica y posición
disciplinaria en el contexto de las ciencias sociales, llegándose incluso, en
algunos ámbitos, a negar su propia existencia. En este marco, resulta
imperativo hacer algunas reflexiones en torno al peso y significado que han
logrado alcanzar los estudios internacionales en nuestros días, al amparo de
esta disciplina tan cuestionada por diversas comunidades epistémicas.
Introducción
Considerando
que desde sus orígenes como disciplina social a principios del siglo XX2, y hasta
nuestros días, el estudio de las Relaciones Internacionales se ha caracterizado
por la presencia de diversos debates en torno a su naturaleza, especificidad, consistencia
epistemológica y posición disciplinaria en el contexto de las ciencias
sociales, llegándose incluso a negar la propia existencia de la disciplina,
resulta imperativo hacer algunas reflexiones alrededor del peso y significado
que han logrado alcanzar los estudios internacionales en nuestros días, al
amparo de esta disciplina tan cuestionada por diversas comunidades epistémicas.
Incluso
debemos evaluar las polémicas que giran, no sólo en relación con su posición
disciplinaria, sino con el interior de sus propias comunidades de estudiosos,
quienes constantemente proclaman la existencia de profundos debates teóricos y
paradigmáticos en el seno de la disciplina3.
Es
común escuchar en diversos espacios que van desde la academia hasta charlas más
informales, afirmaciones que sostienen que las Relaciones Internacionales no
son una disciplina propiamente, pues sólo es una rama de la Sociología, o bien,
otros que la vinculan con la Ciencia Política, con la Economía e incluso muchos
que la ubican en términos de su identificación disciplinaria con el Derecho, al
punto de utilizarse como sinónimos las nociones de relaciones internacionales,
política internacional, derecho internacional o incluso diplomacia.
No
obstante, más allá de estos cuestionamientos en torno a su validez y ubicación
como disciplina, hoy prácticamente nadie puede cuestionar la imperiosa
necesidad y utilidad que se tiene de estudiar los temas relacionados con los
asuntos mundiales. El mundo contemporáneo, caracterizado entre otras, por las
tendencias de la globalización, la interdependencia y el aceleramiento de los
contactos de todo tipo a nivel internacional, ha puesto en evidencia la
creciente necesidad de entender, analizar y sobre todo formar profesionistas
mejor capacitados para dar cuenta de esta dinámica. Sin embargo, este
reconocimiento que se refleja en el número creciente de instituciones que
incorporan en sus planes de estudio los temas internacionales, ya sea como
materias complementarias o propiamente como licenciaturas o estudios de especialidad
y posgrados, el estatus de tales estudios sigue siendo motivo de debate y
controversia, pues aún hay quienes niegan la cientificidad y el carácter
disciplinario de éstos.
Debemos
aclarar, que si bien durante muchos años, incluso siglos, los hombres habían
escrito y reflexionado sobre los fenómenos internacionales, no va a ser sino
hasta el periodo entre guerras del siglo pasado en el que esta materia de
estudio se formaliza y adquiere carácter disciplinario. Por lo tanto y derivado
de su reciente incorporación al plano de las ciencias sociales, pues no ha
cumplido aún cien años de vida, es que ésta se ha visto sometida a las más
duras críticas sobre su estatus y vinculación con otras áreas del saber.
El
trabajo que a continuación se presenta busca hacer algunas reflexiones en torno
a la problemática disciplinaria en la que han estado inmersos los estudios
internacionales, recapitular sobre el surgimiento y la consolidación de esta
área de estudio y analizar el papel que esta disciplina tiene en el contexto de
las ciencias en general y de las sociales en particular, partiendo de la tesis
central que las Relaciones Internacionales son una disciplina más del amplio
espectro de las ciencias sociales, y que si bien se ha nutrido de los aportes
de otras áreas como la política, el derecho, la sociología, entre otras, esto
no le niega su especificidad y existencia propia.
El
arranque del tumultuoso siglo XX y la disciplina de las Relaciones
Internacionales
Si
partimos de la consideración que una disciplina se define como un conjunto de
conocimientos organizados y sistematizados orientados a la enseñanza y
formación de profesionales en un área del saber humano, y en consecuencia, la
actividad disciplinaria se identifica como la formulación y reformulación
incesante de un cuerpo de conocimientos sobre una materia objeto de interés
social4,
o como lo apunta la Dra. Arroyo Pichardo: “por disciplina debe entenderse un
conjunto de conocimientos organizados para la enseñanza; de ahí su diferencia
con la ciencia, que es el resultado no de la actividad de enseñanza sino de
investigación”5, podemos señalar que el surgimiento de toda
disciplina está directamente vinculado a una actividad científica previa, es
decir, mientras que la actividad disciplinaria está orientada a la enseñanza y
el aprendizaje de conocimientos científicos, la ciencia se entiende como esa
actividad humana que busca dar respuesta a las incógnitas surgidas en la mente
de los investigadores sobre determinados asuntos o aspectos de la realidad que
se perciben como problemáticos. Asimismo, debe destacarse que el quehacer
científico como actividad intelectual está directamente condicionado por el
mundo real, o sea, los cambios, retos y necesidades que presenta el entorno, se
convierten en objeto de indagación científica.
En
consideración de lo anterior, es que para poder entender el advenimiento de las
Relaciones Internacionales como una disciplina más dentro del contexto de las
Ciencias Sociales es imperativo detenernos un poco para recordar cuáles eran
las condiciones imperantes en el mundo en aquella época.
Al
inicio del siglo XX parecía primar en la atmósfera de las sociedades
desarrolladas un ambiente de confianza y optimismo derivado de los importantes
logros y avances de la era del capitalismo industrial, producto de la
modernidad que no hacía sino garantizar el progreso y el bienestar de la
sociedad. Las promesas del progreso afincadas en el pensamiento liberal e
individualista de la época garantizaban, por lo menos para los pueblos de
Europa occidental y Estados Unidos, la aurora de una nueva y más feliz era en
la historia de la humanidad, tal y como lo relata Michael Howard en uno de sus
trabajos. 6
El
capitalismo liberal afincado en las ventajas materiales que otorgaban la
revolución industrial, el libre mercado, la producción en serie, aunado al
proyecto político en el que la democracia liberal iba ganando terreno con sus
ideales de igualdad política, libertad de expresión de asociación y de
participación en la vida pública de los estados con la extensión del sufragio y
la instauración de gobiernos representativos, se iría convirtiendo en el germen
que paulatinamente llevaría a los proyectos políticos de la época a
confrontaciones, prácticamente inéditas, no obstante, “en 1900 las fuerzas de
la ciencia, la razón, y el progreso que se relacionaban con la Ilustración del
Siglo XVIII parecían haber ganado el combate en Europa”7.
La
llegada y consolidación del ferrocarril, los buques de vapor, el desarrollo de
la electricidad, el motor de combustión interna, y los avances en la física,
química y evidentemente en el área de las comunicaciones y transportes no
hacían sino evidenciar las virtudes del progreso y con ello la idea de la “Belle
Epoque” se afianzaba en la mente de los europeos y norteamericanos, prueba
de ello fue la Exposición Universal de 1900. “Estos avances en ciencia y
tecnología… crearon a ambos lados del Atlántico, una convicción casi
indiscutible de la superioridad cultural y hasta racial de las razas “blancas”
respecto al resto de la humanidad… creencia que solía combinarse con un sentido
del deber de llevar las “bendiciones” de la “civilización” a los pueblos
“atrasados”8. Crece así la confianza en que las innovaciones tecnológicas y el uso
y perfeccionamiento de las máquinas generarán beneficios y mejores condiciones
de vida para toda la humanidad y no sólo para unos cuantos. No obstante, las
rivalidades entre Alemania, Inglaterra, Francia y Estados Unidos, entre otros,
se iban agudizando por la carrera que se habían impuesto a sí mismos por
alcanzar el mayor nivel de progreso y hacerlo extensivo como parte de su
“misión civilizadora”. Estas rivalidades serían la nota constante que marcarían
las relaciones internacionales de las primeras décadas del naciente siglo XX y
que marcarían el estallido de dos conflagraciones de alcance mundial.9
La
política internacional del naciente siglo se definía, como de hecho sigue
ocurriendo, como esas relaciones de poder entre dos o más actores, estatales y
no estatales, pertenecientes a diferentes sistemas políticos, donde la anarquía
y la lucha por el poder es la constante10. De ahí que el enfrentamiento entre los diversos
protagonistas inició desde las más veladas intenciones de dominio o imposición,
hasta las más abiertas y burdas políticas agresivas e intervencionistas
derivadas sobre todo de la presencia permanente de intereses antagónicos que
derivaron en el estallido de las guerras mundiales.
Al
revisar los procesos de la sociedad internacional del siglo pasado, y de
cualquier otra época, no podemos dejar de observar la recurrencia permanente y
alternada de esquemas de cooperación y conflicto. Los analistas señalan que al
realizar un estudio detallado de los diferentes procesos históricos,
difícilmente podríamos identificar situaciones de conflicto puro o de
cooperación total. Ambos comportamientos están siempre presentes, pues hasta en
la más devastadora de las guerras podemos observar intentos de cooperación y
por el contrario, en cualquier situación de apoyo y cooperación suelen
observarse, aun de la manera más velada, la existencia de intereses
encontrados. Esta lógica y su comprensión será en gran medida una de las
motivaciones que llevaron al diseño de una nueva disciplina.11
De
esta forma, el devenir del siglo XX se caracterizó por una permanente
oscilación entre esquemas de cooperación y mecanismos de conflicto, cuya
dinámica fue configurando no sólo la política mundial, sino todas las áreas de
vinculación entre los pueblos, incluso hasta en los momentos de mayor tensión
que derivaron en guerras devastadoras, pues como el mismo Karl von Clausewitz
escribió: “la guerra es la mera continuación de la política por otros medios”,
por lo que “la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero
instrumento político”12. De ahí que no es de sorprender que el periodo que
nos ocupa haya estado flanqueado por dos conflagraciones de alcance mundial,
que se convirtieron en el escenario que enmarcó el nacimiento y expansión de la
disciplina de las Relaciones Internacionales.
Autores
como Cárdenas Elorduy o Celestino Del Arenal, por sólo mencionar algunos,
coinciden en señalar el año 1919, como la fecha oficial que marca el
surgimiento de la disciplina que nos ocupa13. El año no es casual, representa en sentido histórico
y no cronológico del inicio real del siglo XX, ya que la Gran Guerra de
1914-1918 vino a derribar los supuestos fundamentales en los que se había
estructurado el orden internacional prácticamente desde la época del Congreso
de Viena, y al mismo tiempo sentó las bases para una nueva organización internacional
y una nueva forma de entendimiento del ámbito mundial.
“La
PGM, también conocida como la “Gran Guerra”, supuestamente destinada a terminar
con todas las guerras, ha sido considerada por varios especialistas como el
momento decisivo que marca, para la sociedad de la “Bella Época”, de manera por
demás traumática, el fin de una visión idílica fincada en la ilusión de una
forma de progreso lineal y acumulativa, al mismo tiempo que el inicio real del
tumultuoso siglo XX, el cual quedará permanentemente marcado por esa herida”14.
Como
ya habíamos apuntado, toda ciencia responde a una problemática concreta que se
presenta ante los ojos del estudioso, quien toma conciencia de la necesidad de
explicarla y teorizar sobre ella; así durante el periodo de la primera
posguerra se va a reconocer de manera expresa, la existencia de una serie de
procesos, que si bien habían estado presentes desde siempre en el ámbito de las
interacciones entre las sociedades, no habían sido analizados desde una
perspectiva amplia y omnicomprensiva. Además las experiencias de la
conflagración llevarían a los estudiosos a la necesidad no sólo de formular
explicaciones de lo ocurrido, sino a proponer visiones prescriptivas y
teleológicas, capaces de orientar el esfuerzo de los encargados de los procesos
de toma de decisión en las más altas esferas del poder nacional.
Así,
los años posteriores a 1919 fueron el escenario en el que surgió y se
desarrolló la nueva disciplina de las relaciones internacionales; área del
conocimiento destinada, en su origen, a dar cuenta de las causas que propician
la guerra, tomando como objeto de estudio la Gran Guerra de 1914-1918, y a
encontrar, desde perspectivas teórico-analíticas, los mecanismos que
garantizaran la paz internacional. De ahí que en sus orígenes se les vea una
marcada inclinación a la polemología, disciplina que estudia las causas de la
guerra, y a la irenología, es decir, a la corriente de investigación que
estudia la paz a partir de un cierto compromiso personal y social, en el que se
da a ésta una valoración de máxima prioridad, afincada en la normatividad.
Las
Relaciones Internacionales, surgimiento y antecedentes disciplinarios
Una
vez finalizada la Primera Guerra Mundial, va a darse todo un movimiento
intelectual que buscaba dar cuenta de las causas que habían llevado a tan
devastador acontecimiento, así como a tratar de entender las condiciones que
propiciaban la paz, para intentar garantizarla a largo plazo. Esta situación
dio por resultado la aparición de la primera cátedra de relaciones
internacionales formalmente y, en consecuencia, todo un trabajo intelectual
encaminado a generar explicaciones sobre la guerra y la paz.
Cabe
aclarar que cuando hablamos de relaciones internacionales, de manera general
podemos referirnos a la realidad objeto de estudio que se pretende analizar, y
a la disciplina misma con la que se aborda esa parcela de la realidad. En
consecuencia, el estudio de las relaciones internacionales puede abordarse
desde dos ámbitos o niveles de análisis claramente diferenciables, pero
íntimamente vinculados. Por una parte, la problemática internacional puede ser
estudiada desde la perspectiva ontológica, es decir el plano de la búsqueda de
lo definitorio de las relaciones internacionales como fenómeno observable en la
realidad, o sea, como objeto material. Y por otra, está la perspectiva
epistemológica, es decir, la referente a los problemas de cómo conocer ese
conjunto de fenómenos, desde enfoques disciplinarios, a lo que denominamos
objeto formal.
Rafael
Calduch comenta al respecto: “El objeto material de una ciencia se define como
la parcela de la realidad que se intenta conocer mediante la formulación de
teorías y la utilización de un método científico. Naturalmente diferentes
ciencias se distinguen entre sí por su objeto material, es decir por tomar como
objeto de sus investigaciones distintas partes de la realidad”15. En cuanto a
este particular, las relaciones internacionales se enfrentan a un grave
problema, ya que la delimitación de su objeto material propiamente dicho, es
decir, su objeto de estudio, ha sido tema de encarnizados debates, pues si
partimos de la consideración de que las relaciones internacionales se encargan
del análisis y comprensión de los vínculos e interacciones que se dan entre los
grupos sociales pertenecientes a unidades políticamente autónomas, o lo que los
autores de la escuela sociológica han llamado la sociedad internacional, la
pregunta que naturalmente surge es: ¿cómo es posible que se hable de una
disciplina que aún no cumple un siglo de vida, y al mismo tiempo aborde un
fenómeno tan antiguo como la propia existencia de grupos humanos? ¿Acaso, antes
del siglo XX no se habían llevado a cabo estudios sobre lo internacional?
En
relación con lo anterior, y a efecto de precisar en torno a esta problemática
podemos empezar por señalar que si bien es cierto, las relaciones
internacionales como fenómeno observable en la práctica, existen desde que una
colectividad humana entra en contacto con otra, no ocurre así con el estudio
encargado de analizar tal situación. Incluso, el hecho mismo de que a
principios del siglo XX los estudiosos tomaran conciencia de la necesidad por
organizar una disciplina específica que abordara tal problemática, no significa
que antes de su existencia no hubiese habido ya intentos de reflexionar y
explicar la dinámica internacional. Es decir, que hubiese reflexiones de
carácter teórico sobre el ámbito de lo internacional.
Lo
anterior nos obliga a distinguir entre lo que ha sido el desarrollo teórico de
las relaciones internacionales y la evolución disciplinaria propiamente dicha.
El quehacer científico, entendido como la indagación, la correlación de
acontecimientos, la descripción de líneas de causalidad e interconexión entre
los hechos observados, son todas actividades que exigen de un esfuerzo de
organización que fácilmente puede extraviarse en ausencia de un hilo conductor,
es decir, en ausencia de un marco teórico. No olvidemos que a final de cuentas,
una teoría no es sino un intento de explicación de la realidad, que por lo
menos debe ser sistemática, objetiva, racional y verdadera desde el punto de
vista de la lógica, lo que permite su verificación. Así entendida, una teoría
se convierte en el instrumento indispensable para aprehender la realidad,
superando los enfoques meramente descriptivos, aparenciales y fenomenológicos,
y éstos no necesariamente surgen en un contexto disciplinario exclusivo.
Sobre
este tema, Del Arenal señala que “la existencia de una teoría internacional es
mucho más antigua que la disciplina o ciencia de las relaciones
internacionales. La teoría de lo internacional inicia con las primeras
interpretaciones del mundo internacional, realizadas mucho antes de nuestra era
y en círculos de civilizaciones muchas veces alejados de Occidente”16. Aportaciones
de autores como Kautilya, Mencio, Tucídides, Polibio o Ibn Jaldun, se hayan
como sustratum filosófico y como reflexiones pioneras en el ámbito del
estudio de lo internacional.
Desde
un plano propiamente disciplinario, los procesos internacionales han sido
abordados desde distintas áreas a lo largo del tiempo, tal es el caso de la
Historia Internacional, que desde los enfoques de historia general, historia
universal, historia de los tratados e historia diplomática, se ocupó de manera
especializada y específica de los asuntos mundiales. Aunque evidentemente,
estos estudios se abocaron de forma significativa al origen y evolución en el
tiempo de los procesos internacionales, elaborando explicaciones de carácter
genético en los términos que Hegenberg17 señala, y descuidaron la perspectiva analítica y
teleológica de éstos. Los historiadores de lo internacional se concentraron
demasiado en el pasado, sin atender o poder prever los escenarios futuros, o
por lo menos las tendencias posibles.
Por
su parte, el Derecho Internacional está considerado por muchos como la
disciplina que antes de las relaciones internacionales se ocupó de investigar y
prescribir sobre los temas mundiales. En esta labor se destaca la escuela
española del derecho natural de los siglos XVI y XVII, con autores como
Vitoria, Suárez y Vázquez de Menchaca, entre otros, quienes desde una óptica
eminentemente juridicista y teológica abordaran los temas de la dinámica
mundial. No obstante, va a ser en el siglo XVIII cuando aparece una disciplina
jurídica internacional separada de la teología, cuyo principal objetivo será
crear un marco de entendimiento de lo internacional a partir de la idea de un
derecho internacional con sentido universal, la cual buscaba interpretar
globalmente las relaciones internacionales, a partir de una nueva filosofía
jurídica de la sociedad internacional18.
La
perspectiva jurídica, con sus enfoques normativos, pacifistas e
institucionalistas, dominará en gran medida el ámbito explicativo durante
varios siglos, e incluso ya entrado el propio siglo XX, el derecho
internacional público siguió siendo la disciplina que mayor influencia ejerció
sobre la naciente ciencia de las relaciones internacionales, sin embargo, su
incapacidad se hizo evidente al no poder dar cuenta de los procesos políticos y
de las relaciones de poder, que suelen sobrepasar el plano normativo, los
cuales tuvieron su mayor expresión en los acontecimientos mundiales acaecidos
entre 1914 y 1918-19, así como la Segunda Guerra Mundial y demás
conflagraciones, cuyo análisis requirió la incorporación de perspectivas más
amplias y complejas.
Al
lado del Derecho Internacional, y de la Historia, tanto la de los tratados como
la propiamente universal, algunos estudiosos, como Hedley Bull, han incluido a
la Diplomacia como la ciencia que durante el siglo XIX también aspiró a dar
cuenta de manera científica, de las relaciones entre estados. Adicionalmente
podemos mencionar que previo al siglo XX, la Filosofía y la Ciencia Política,
así como la Sociología y otras áreas tales como la Geografía o la misma
Economía, buscaron indagar y explicar la dinámica mundial19; no obstante,
a pesar de todos esos intentos explicativos, no se logró visualizar, y menos
aún evitar el advenimiento de la conflagración mundial, ya que todos los
estudios existentes se centraban en uno u otro aspecto de los procesos, sin
lograr constituir una perspectiva integradora. Por ello y sobre todo a raíz de
las aceleradas transformaciones que fue sufriendo la sociedad internacional a
principios del siglo XX, así como a la toma de conciencia de la necesidad de
estudiar globalmente la compleja realidad internacional, superando los enfoques
existentes debido a la insuficiencia de éstos, se concluyó que, con el
propósito de dar respuesta a los nuevos problemas que estaba viviendo el mundo
en ese entonces, era necesario crear una disciplina específica de las
relaciones internacionales, capaz de aglutinar las valiosas aportaciones de las
disciplinas existentes en una novedosa visión integral y totalizadora.
Las
Relaciones Internacionales: Características disciplinarias
Con
frecuencia nos encontramos ante diversas reflexiones o especulaciones en torno
a los procesos internacionales, las cuales se ubican en un nivel meramente
descriptivo o aparencial, es decir, que se limitan, sólo a enumerar de manera
superficial, una serie de características supuestamente distintivas de un
fenómeno específico o nos presentan un enfoque desde perspectivas muy
simplistas, o bien, se conforman con relatar sucesos medianamente acomodados de
forma cronológica, pero carentes de cualquier esfuerzo de reflexión, análisis
causal e interpretación, lo que da por resultado aproximaciones sensiblemente
reduccionistas, al fenómeno internacional, distanciadas del nivel científico y en
general restringidas al plano de la mera opinión.
La
ciencia de las relaciones internacionales y su ángulo disciplinario justamente
han buscado generar el conocimiento científico en torno a la realidad mundial,
con el fin de superar esos enfoques limitados y poco analíticos. No obstante,
el carácter científico de las relaciones internacionales ha sido fuertemente
cuestionado e incluso se han alzado voces que señalan que esta área del
conocimiento se encuentra en una etapa precientífica, pues según ellos, la
ausencia de un objeto de estudio propio y una metodología comúnmente aceptada
(no olvidemos que las relaciones internacionales desde sus orígenes y hasta
nuestros días se hallan en debate teórico y paradigmático) son elementos
suficientes para negarle el carácter de cientificidad.
Sin
entrar en la discusión arriba señalada, pues en nuestra opinión carece de
sustento, basta con preguntarse, ¿en qué ciencia no hay debate en cuanto a los
métodos, teorías y conceptos, o bien sobre la exclusividad del objeto de
estudio? Consideramos, desde este punto de vista, que las relaciones
internacionales son, sin lugar a duda, una ciencia más del amplio espectro de
las ciencias sociales, que a lo largo del siglo XX se ganaron un lugar, por
demás protagónico, por encima de otras disciplinas sociales. Este éxito fue
alcanzado gracias a su capacidad explicativa para dar cuenta, de manera
integral, de las transformaciones del sistema mundo, entre las que se destacan
los acelerados procesos de interdependencia, globalización, aceleramiento de
las transacciones, así como la emergencia de nuevos actores internacionales,
los cuales, rompiendo la lógica tradicional de Estado-Nación, han llegado a
reclamar un papel en el ámbito de la sociedad internacional, debido a que su
desempeño incide de manera directa en el rumbo que siguen los procesos
mundiales20.
No
podemos seguir, de ninguna manera, negando la cientificidad de los estudios
internacionales. Ya que, si por ciencia se entiende la actividad del
pensamiento humano, que explica la realidad exterior de una forma clara y
sistemática, y la ciencia, sobrepone, entonces la razón a los sentidos; razón
que, al completar la percepción permite el entendimiento y la explicación de la
naturaleza, con miras a dar respuesta a las interrogantes que surgen en el
estudioso como producto de su interacción y contemplación de la propia
realidad, ¿qué argumento válido puede erguirse para cuestionar el carácter
científico de los estudios de relaciones internacionales hoy?
En
términos generales, la ciencia busca rebasar la percepción sensorial para centrarse
en la razón que constata y verifica la idea que se tiene del objeto estudiado;
por lo tanto, ésta aspira a aprehender la realidad, evaluarla, transformarla y
generar en este proceso el conocimiento científico. Sin embargo, el mundo es
tan complejo, que para avanzar en el proceso de su aprehensión, la ciencia ha
tenido que fragmentarse y especializarse, dando origen a la formulación de
disciplinas académicas que permiten la delimitación de un área de conocimiento
particular.
Gabriel
Gutiérrez Pantoja nos dice en su libro Teoría de Relaciones Internacionales,
que, el cómo conocer “científicamente” al mundo ha llevado a proponer
diversas formas de clasificación de las ciencias, de conformidad con las
características del objeto de estudio; una de las más comunes es la que se hace
en ciencias empíricas o fácticas y en ciencias formales. Las ciencias empíricas
o fácticas concentran su atención en la realidad material, objetiva, tangible,
en suma, en el universo en que vivimos, y esta atención involucra especialmente
la utilización de los sentidos para la aprehensión de la realidad. A su vez,
las ciencias fácticas se dividen en ciencias naturales y ciencias sociales; las
primeras comprenden todos los objetos, más o menos estables, pasivos, no
racionales: flora y fauna, minerales y vegetales, terrenales y siderales. En
estas ciencias se establecen proposiciones que son consideradas leyes que se
observan, se experimentan y se verifican. Cada elemento del complejo universo
se convierte en objeto de alguna división de la ciencia o de la subdivisión o
derivación de alguna de ellas.
Lo
mismo sucede con las llamadas ciencias sociales, cada grupo social dedicado a
la división de cada ciencia tiene un objeto de estudio, y cada objeto de
estudio es una actividad humana que se realiza en sociedad, es decir, en la
conjunción e interacción de los seres humanos.
Para
lograr el conocimiento de la interacción de los seres humanos en sociedad se
han creado diversas ciencias, que luego forman una tradición y se constituyen
en un ámbito especializado de estudio. Si pensamos en alguna actividad del ser
humano en sociedad, detrás de ésta encontraremos un grupo social que se
interesa en conocerla, entenderla, explicarla e incluso hasta predecirla.
En
la división de estas ciencias o esfuerzos cognoscitivos de las actividades
humanas podemos encontrar además del derecho, la ciencia política, la economía,
la psicología, la antropología, y la sociología, a las relaciones
internacionales, que no son otra cosa que la búsqueda del conocimiento en torno
a las actividades de los individuos y grupos sociales que se identifican como
nacionales entre sí y que están separados de otros, generalmente por fronteras
geopolíticas21; las interacciones que los vinculan entre sí
normalmente trascienden esos límites políticos, generando así un ámbito de
observación específico para el internacionalista.
Todas
las ciencias sociales ubican su atención y reconocen como centro de sus
reflexiones al hombre, tanto en términos individuales (la psicología), como en
términos colectivos (la sociología), y abordan como objeto de indagación
actividades que el hombre desempeña, por ejemplo los fenómenos del poder, de la
administración de los recursos, de la comunicación, o la aplicación y creación
de normas en el grupo. De este modo, dichas actividades dan origen a
disciplinas como la Ciencia Política, la Economía o el Derecho, entre otras.
En
el caso concreto de las relaciones internacionales, según hemos señalado, éstas
surgen como una disciplina juridicista y normativa estrechamente vinculada al
derecho, lo mismo que a la historia, tanto diplomática como de los tratados, y
con una marcada inclinación a la irenología y la polemología, pues el tema de
la Paz se halla en el centro de las preocupaciones de los primeros análisis
disciplinarios; sin embargo, con el correr de los años su espectro analítico se
ha ido haciendo cada vez más amplio, reconociendo su deuda teórica con la
ciencia política, la economía, la sociología y una amplia gama de disciplinas
que de manera directa o indirecta han contribuido a desarrollar el cuerpo
teórico y metodológico específico de las relaciones internacionales.
A
partir de lo anterior, podemos afirmar que la disciplina de las relaciones
internacionales se ha venido constituyendo como un área de conocimiento
sumamente amplia, pues su objetivo de aprehender la realidad de manera integral
y omnicomprensiva, exige de un esfuerzo de integración y síntesis de las
aportaciones desarrolladas en diversas áreas del conocimiento. Es en virtud de
esta situación que la interdisciplinariedad, la multidisciplinariedad y la
transdisciplinariedad, han sido desde su inicio, sus características esenciales.
Sobre
este tema, Roberto Peña comenta:
“El
tema de la interdisciplinariedad y cientificidad en Relaciones Internacionales
nos ubica en el centro de la polémica histórica, relativamente añeja pero
trascendental ante la actual revalorización y reestructuración de las Ciencias
Sociales en el mundo, sobre el cuestionado status de nuestra disciplina, su
reconocimiento como ciencia social con identidad propia, los prolegómenos de su
esencia interdisciplinaria y su estructuración epistemológica”22.
Durante
la propia evolución de la disciplina y prácticamente hasta nuestros días,
muchos estudiosos han cuestionado el carácter científico y la autonomía
disciplinaria de las relaciones internacionales. Autores como Schwarzenberger
llegaron a sostener que el estudio de las relaciones internacionales no era,
sino sólo una rama de la sociología que se ocupaba de la sociedad
internacional; motivo por el cual no podía otorgársele el carácter de ciencia
autónoma 23.
Incluso,
la escuela norteamericana negó por mucho tiempo, y ciertos sectores continúan
haciéndolo, la autonomía de los estudios internacionales, refiriéndolos como un
apéndice de la Ciencia Política. Al respecto Schumann24 afirma: “la
expansión de la ciencia política en los Estados Unidos ha permitido a los
especialistas, después de haber logrado liberarse poco a poco de la tutela de
los historiadores, de los juristas y de los economistas, apropiarse del dominio
de los estudios internacionales. De esta forma, el auge de las relaciones
internacionales, en este país es un aspecto del auge de la ciencia política”.
Sobre esta misma línea, William Fox, en su obra, La enseñanza de las
relaciones internacionales en Estados Unidos, comenta: “el haber colocado
el “poder” en el centro del análisis internacional ha ubicado a las relaciones
internacionales como una rama de la ciencia política. Por lo tanto, el papel
hegemónico que la ciencia política tiene en las universidades norteamericanas
ha marcado de manera decisiva la evolución y configuración de las relaciones internacionales,
que durante mucho tiempo siguió fielmente los avatares teórico-metodológicos de
la ciencia política”25.
Hoy
siguen estando vigentes las discusiones sobre la autonomía y cientificidad de
las relaciones internacionales como disciplina. Importantes sectores,
particularmente europeos, siguen considerando a esta área de estudio como una
rama del derecho o bien de la sociología; en tanto que en los Estados Unidos se
inclinan más a verla como especialidad de la ciencia política.
A
pesar de lo anterior, existe también un nutrido grupo de estudiosos que se han
concentrado en demostrar la autonomía de las Relaciones Internacionales, pues
consideran que los equívocos en su apreciación se han derivado fundamentalmente
de las características propias de este campo de estudio. Es en esta línea en la
que se inscribe la escuela mexicana de relaciones internacionales, la cual no
se ha desprendido del todo de los enfoques dominantes, que centran su atención
en los aportes del mundo anglosajón. En México, a diferencia de algunos países
europeos e incluso los propios Estados Unidos en los que los estudios
internacionales fueron incorporados como apéndices de áreas como la Ciencia
Política, el Derecho o la Sociología, situación que en muchos casos se proyecta
hasta nuestros días, la disciplina nació con una personalidad propia que la
distinguía del resto de los estudios existentes al cobijo de las ciencias
sociales, no obstante y desde sus inicios, siempre reconoció su deuda
intelectual con el amplio espectro de las ciencias sociales de las que se
nutría y de donde se derivarán sus propios rasgos de inter y
transdisciplinariedad.
Es
decir, no podemos señalar que las Relaciones Internacionales sean un área del
conocimiento abocada a un sector de la realidad exclusivo en absoluto. Muy por
el contrario, al abordar un aspecto de la realidad social, debe, de manera
impostergable, recurrir a los avances de otras disciplinas de las ciencias
sociales; de ahí su carácter interdisciplinario. Es decir, al ser las
Relaciones Internacionales una ciencia más de este campo, debe recurrir a las
formulaciones y disquisiciones de áreas afines como el Derecho, la Economía, la
Ciencia Política y la Sociología, entre otras, todas las cuales son
interdisciplinarias en la medida que se retroalimentan continuamente para su
avance, revisando de manera crítica y constante el de las demás.
Esto
no significa que alguna de ellas deba quedar subordinada ante cualesquiera de
las otras, pues al incorporar la característica de la transdisciplinariedad,
entendida ésta como el elemento de integración y síntesis de los datos
aportados por otras disciplinas, el resultado de la investigación en cada área
aporta un contenido superior referido a su campo de observación específico, lo
que les confiere a las Relaciones Internacionales su carácter propio en las
ciencias sociales. Además, si incorporamos la noción de la multidisciplinariedad26, referida como el esfuerzo de conjugación de los
diversos conocimientos y explicaciones aportados por un amplio elenco de disciplinas,
incluso más allá de las propiamente sociales, la construcción epistemológica de
las Relaciones Internacionales sustenta su propia cientificidad.
En
consecuencia, las Relaciones Internacionales, como prácticamente todas las
ciencias, recurren a conocimientos, conceptos y perspectivas elaborados en
otras áreas. Lo que hace que esos conocimientos sean útiles y al mismo tiempo
diferenciable en la nueva ciencia, es el hecho de que tales aportaciones
adquieran una función instrumental que facilite, pero no sustituya, las
explicaciones y los conocimientos alcanzados27.
En
conclusión, podemos señalar, rescatando lo expuesto por Roberto Peña en el
trabajo ya referido, que el estatus de cientificidad de las Relaciones
Internacionales no se deriva de otra disciplina social, no de un enfoque
interdisciplinario, sino es un logro propio del proceso cognoscitivo de la
realidad internacional y sus fenómenos específicos, y del proyecto integral
teórico-metodológico que se refleja en su estructuración epistemológica propia.
Una
aproximación al debate teórico clásico en Relaciones Internacionales
Desde
sus orígenes como disciplina social, el estudio de las relaciones
internacionales se ha caracterizado por la presencia de diversas concepciones e
interpretaciones de su objeto propio de estudio. Como ya hemos apuntado, no es
extraño escuchar en múltiples foros y reiteradas ocasiones la afirmación que
sostiene que los estudios internacionales se hallan en etapa de debate teórico
y paradigmático.
Desde
el momento mismo del surgimiento de la disciplina hemos observado distintos
intentos por dar cuenta de lo que ocurre en la realidad que constituye nuestro
objeto de estudio. En este sentido, el menú de opciones muestra, desde las
visiones más apegadas a enfoques jurídico-normativos hasta las de pretensiones
más cientificistas, que han servido como marco explicativo del fenómeno
internacional; sin embargo, y a pesar de la multiplicidad de éstas, hasta la
fecha nunca se ha formulado una explicación de alcance general y global
universalmente aceptada y de hecho es poco probable que ésta pueda siquiera
surgir (o fuese incluso deseable), debido a la complejidad de la sociedad
internacional y los múltiples procesos que en ella se gestan.
Hablar
de teoría o mejor dicho, de teorías de relaciones internacionales, implica
ubicarnos en el plano epistemológico, es decir, en el objeto formal de la
disciplina que encierra una amplia gama de conceptos, categorías, modelos y
visiones paradigmáticas, que en muchas ocasiones se enfrentan y se disputan el
derecho de explicar lo que ocurre en la realidad.
En
el ámbito concreto de las relaciones internacionales, como en otras ciencias en
general y en las sociales en particular, es prácticamente imposible encontrar o
formular una teoría capaz de abarcar a la totalidad de su objeto de estudio; la
teoría general aún no se ha construido, por tal motivo surgen diversas
interpretaciones y explicaciones del mismo objeto de estudio, lo cual propicia
que, al ser abordado desde varias perspectivas, pareciera que se están
refiriendo a realidades distintas.
Uno
de los primeros debates teóricos en que estuvo inmersa la disciplina de
relaciones internacionales fue el que se dio entre los teóricos idealistas y
los realistas durante el periodo correspondiente a entreguerras mundiales, que
hoy sigue vigente con algunas reformulaciones que se expresan en sus
perspectivas neo (neorrealismo y neoliberalismo o neoinstitucionalismo
liberal).
El
debate teórico actual, particularmente en el seno de la academia
norteamericana, gira en torno a la tradición realista y liberal con ciertas
reformulaciones y adecuaciones que buscan superar las limitaciones y
deficiencias que a la luz del paso del tiempo se fueron evidenciando; aunque
esto no significa que sean las únicas propuestas explicativas que existen en
nuestro ámbito disciplinario; más aún, de hecho puede señalarse que este debate
se ha convertido en instrumento ideológico para conducir al resto del mundo por
el camino de la reflexión internacional como si ésta se diera sólo en términos
de la ya histórica pugna entre idealistas y realistas.
De
manera particular pareciera que hacia el cierre del siglo pasado, logró
imponerse el triunfo del orden neoliberal sobre la base de los valores
democráticos, burgueses y de mercado, que con todo y sus intenciones
“pacifistas y conciliatorias” dejan ver a todas luces su firme determinación de
hacer la guerra contra todo aquel que atente contra esta lógica. En este
sentido, Doyle28 reconoce que los estados liberales siempre están
prestos a encontrar la justificación liberal para hacer la guerra a los estados
no liberales.
Recordemos
cómo la década de los noventa, se caracterizó por el gran énfasis puesto sobre
el pensamiento neoliberal, particularmente en el mundo subdesarrollado, pero siempre
orientado y guiado desde fuera, por la vía de las directrices y “sugerencias”
de organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial, por sólo señalar
los más representativos; también hemos sido testigos del fuerte impulso dado
por algunos países como Estados Unidos y Gran Bretaña a esta tendencia, lo cual
ha generado la imagen, ya reiterada, del triunfo del liberalismo. Sin embargo,
la dinámica mundial ha propiciado la emergencia de un debate intelectual muy
intenso. Los neorrealistas, en gran medida, se han esforzado por cuestionar la
forma de ver el mundo de los neoliberales y ponen en tela de juicio varios de
sus argumentos.
Los
neorrealistas cuestionan la afirmación neoliberal que sostiene que los estados
pueden trabajar juntos con la ayuda de las instituciones internacionales para
la promoción de los intereses comunes. Los neorrealistas sostienen que la lucha
por el poder y la seguridad son y serán las constantes de las relaciones
internacionales y que sólo se coopera aparentemente para la consecución de un
interés individual mayor, en consecuencia, desde su perspectiva, los organismos
internacionales no son sino meros instrumentos de la política de poder de los
estados.
Kenneth
Waltz29 es uno de los autores neorrealistas que busca demostrar la vigencia de
este pensamiento para el análisis contemporáneo en relaciones internacionales.
Waltz señala que, a diferencia de otras corrientes de pensamiento, el
neorrealismo se constituye realmente en una teoría sistemática nomotética, es
decir, basada en la búsqueda de regularidades que ayuden a formular
vinculaciones, además propone la incorporación de una serie de conceptos y categorías
que permiten superar las deficiencias explicativas de los realistas
tradicionales, pero sin perder algunos de sus elementos esenciales.
Al
igual que el pensamiento neoliberal, el neorrealista se nutre de múltiples
concepciones e interpretaciones en las que autores como Waltz, Gilpin, Keohane,
Nye, Krasner, y otros, han hecho aportaciones que ciertamente enriquecen la
discusión, pero que al mismo tiempo crean la imagen de dispersión, debido a los
múltiples ángulos de observación de los que parten.
En
este sentido, podemos citar a Karen Mingst, cuando afirma que no podemos hablar
de una sola tradición realista o neorrealista, sino de “realismos” que si bien,
todos ellos asumen un grupo determinado de presupuestos, cada uno asigna
distinta importancia a las diversas proposiciones y articula diferencias
claras, no obstante, todos comparten el énfasis en el Estado como actor
unitario autónomo dentro de un sistema internacional anárquico30.
Si
hoy nos preguntamos, cuál es el estado actual de la teoría de relaciones
internacionales, podemos, sin temor a equivocarnos, afirmar que prácticamente
seguimos anclados en muchas de las mismas visiones paradigmáticas surgidas hace
ya varias décadas, y lo único que se ha hecho, en la mayoría de los casos, es
reformular viejas nociones, de ahí la abrumadora presencia de los neologismos,
en la actualidad tan en boga, tales como el neorrealismo, el neofuncionalismo,
neoestructuralismo, neoinstitucionalismo, u otros cuyos planteamientos retoman
nociones ya trabajadas, pero supuestamente reforzadas o enriquecidas a la luz
de la experiencia y la reflexión.
Ciertamente
a esta línea de “neos” se han sumado otros debates y aportaciones en los que
podemos identificar a la teoría crítica31, el constructivismo y los enfoques reflectivistas32, así como los
llamados enfoques normativos, teorías de género (feminismo), y estudios que
incorporan la ética33 y la moral34 en las relaciones internacionales, además de la amplia
gama de propuestas “post” tales como el postestructuralismo y el postcolonialismo35, a todo lo
cual hemos de añadir los debates que giran en torno a la modernidad y la
postmodernidad, el globalismo frente al regionalismo, el universalismo ante los
dilemas de los localismos y muchos otros que no hacen sino evidenciar y
corroborar no sólo la amplia producción intelectual en el campo de las
relaciones internacionales, sino que al mismo tiempo refuerzan la tesis que
nuestra disciplina se halla en un continuo debate teórico y paradigmático, cuya
complejidad y amplitud sólo es equiparable a la propia complejidad del objeto
de estudio al que dirige su atención, es decir, la sociedad internacional, la
cual difícilmente puede ser analizada y por qué no, transformada, desde una
única panorámica.
Conclusión
Después
de este breve recorrido en torno a la historia, evolución y características de
la disciplina de relaciones internacionales, vale la pena destacar, que si bien
este ámbito de estudio no ha cumplido aún un siglo de existencia, y en
consecuencia es definitivamente una disciplina muy joven, y más cuando la
comparamos con el derecho, la economía u otras áreas, cuya existencia data de
varios siglos, no podemos dejar de observar su rápido crecimiento y
consolidación en el plano de las Ciencias Sociales.
Sin
temor a equivocarnos, podemos señalar que las Relaciones Internacionales se han
constituido, al inicio de este siglo XXI, como la ciencia social por
excelencia, gracias tanto a su capacidad explicativa y potencial
epistemológico, así como a su visión integral y totalizante de los procesos
sociales, que hoy han roto los límites nacionales, impuestos por fronteras
políticas, proyectándose de manera significativa en ámbitos regionales,
continentales o incluso mundiales. En el caso particular de los países
latinoamericanos, aunque esto no es excluyente para el resto del mundo, hemos
sido testigos de una transformación numérica y cualitativa de las
instituciones, tanto públicas como privadas, que han incorporado en sus planes
de estudio esta disciplina, proceso particularmente notorio, a partir de la
segunda mitad de la década de los ochenta, en la que los cambios vertiginosos
en la estructura y dinámica internacional derivada, entre otros hechos, de la
caída del Muro de Berlín, la desintegración de la URSS y la consecuente
disolución del bloque socialista, así como del fortalecimiento de los lazos
económicos y la agudización de las interdependencias de todo tipo, aunado a la
emergencia de nuevos temas de discusión en las agendas mundiales y la presencia
de nuevos actores internacionales, profundizó la necesidad de contar con
especialistas capaces de dar cuenta de esa nueva realidad.
A
pesar del carácter interdisciplinario de nuestra rama de estudio, debemos
reconocer que las Relaciones Internacionales no son ciencia política, por lo
tanto, no hay que confundirlas con política internacional, pues ésta es sólo un
aspecto del amplio espectro analítico que integra el estudio de esta
disciplina. Tampoco son Economía, ni Sociología; son una disciplina que se ha
ganado, en términos gnoseológicos, un lugar propio en el ámbito de las ciencias
sociales, pero que no desconoce su deuda intelectual con el amplio abanico de
posibilidades que ofrecen los avances de las ciencias en general.
Multidisciplinariedad y transdisciplinariedad son, en esencia, rasgos innegables
de las Relaciones Internacionales, que le confieren su gran alcance
epistemológico.
Fuente: Revista Relaciones Internacionales
UNA. Costa Rica.
No. 79-80 y No. 81 y 82
Enero 2010-Diciembre 2011
1
Doctora en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Profesora-investigadora del Departamento de Relaciones Internacionales y
Ciencia Política del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de
Monterrey (ITESM). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), México. Autora de varios
artículos sobre teoría de relaciones internacionales y política mundial.
2
David J. Sarquís. Relaciones Internacionales: una perspectiva sistémica,
Porrúa, México, 2005, pp. 173-176.
3 Celestino
Del Arenal. Introducción a las Relaciones Internacionales, Tecnos,
España. 1992, p. 25.
4 Cfr.
H. Heckhausen. “Disciplina e Interdisciplinariedad”, en Interdisciplinariedad,
de G. Berger, ANUIES, 1980.
5 Graciela
Arroyo Pichardo. “El carácter disciplinario de las Relaciones Internacionales y
su estructura dentro del nuevo plan de estudios”, en Revista Relaciones
Internacionales, No. 16, Vol. V, enero-marzo 1977, UNAM, México D.F, p. 29
6 Michael
Howard. Historia Oxford del Siglo XX, Edit. Planeta, España, 1999, p.
27.
7 Ibídem,
p. 28
8 Ibídem,
p. 33
9 Pasquale
Villani. La edad contemporánea 1800-1914, Editorial Ariel, España 1996,
pp. 9-11.
10 Manfred
Wilhelmy. Política internacional: enfoques y realidades, Grupo Editor
Latinoamericano, Argentina, 1988, pp. 32-35.
11 Para
una aproximación más profunda de esta dinámica véase la ya clásica obra de
Raymond Aron. Paz y guerra entre las naciones, Alianza Editorial, Vols.
I y II, España, 1985.
12 Karl
von Clausewitz. De la guerra, Editorial Colofón, México, 1999, p. 24.
13 Emilio
Cárdenas Elorduy. “El camino hacia la teoría de las relaciones
internacionales. Biografía de una disciplina”, en Revista Mexicana de
Ciencia Política, No. 63, p. 5. Celestino Del Arenal. Op. cit, pp. 41-49.
14 David
Sarquís R. “El “orden internacional” como objeto de estudio en las
relaciones internacionales”, en Revista de Humanidades, No. 7,
Tecnológico de Monterrey, Mty. México, 2000, pp. 79-88.
15 Rafael
Calduch. Relaciones Internacionales, Ediciones en Ciencias Sociales,
España, 1991, p. 19.
16
Celestino Del Arenal. Op. cit, p. 23.
17 Leónidas
Hegenberg, en su libro: Introducción a la filosofía de la ciencia, Edit.
Herder, España, p. 50, comenta: Las explicaciones denominadas genéticas son
aquellas basadas en investigación histórica en las que se da cuenta de una
situación dada en función del estado de cosas precedentes y de la evolución del
hecho mismo. 1979.
18 Cfr.
Antonio Truyol. Historia de la Filosofía del Derecho y del estado.
Tecnos, Madrid, 1982.
19
Eduardo Ortíz. El estudio de las Relaciones Internacionales, Fondo de
Cultura Económica, Chile, 2000.
20
Luz Araceli González Uresti. “Viejos y nuevos actores de la dinámica
internacional”, en Arellanes, Paulino. Escenarios, Actores y Conflictos
Internacionales, Grupo Editorial Patria, México, 2008.
21 Gabriel
Gutiérrez Pantoja. Teoría de las Relaciones Internacionales, Edit.
Harla, México, 1997, pp. 19-20.
22 Roberto
Peña Guerrero. “Interdisciplinariedad y Cientificidad en Relaciones
Internacionales”, en Cid, Ileana (Comp.). Lecturas básicas para introducción
al estudio de las Relaciones Internacionales, UNAM, México, 1998, p. 180.
23 George Schwarzenberger. Power Politics. A
Study of International Society, Oxford, Londres, 1960, p. 8
24 Frederick
Schumann. El estudio de las relaciones internacionales en Estados Unidos, en
Del Arenal, Celestino. Op. cit, p. 52.
25 Cfr.
Del Arenal. Op. cit, p. 53.
26 Cfr.
Rafael Calduch. Ob.cit, p. 24-27.
27 Sheldon Anderson et al. International
Studies, an Interdisciplinary Approach to Global Issues, Westview Press,
Philadelphia, 2008.
28 Cfr. Charles Kegley. Controversies in
International Relations Theory. Realism and the Neoliberal Challenge, St.
Martin´s Press, New York, 1995.
29 Kenneth Waltz. Theory of International
Politics, Mc. Graw-Hill, New York,
1982.
30 Karen
Mingst. Fundamentos de las Relaciones Internacionales, Colección
Estudios Internacionales, CIDE, México, 2006, p. 132.
31 Para
este enfoque se recomienda: Andrew Linklater. Critical Theory and World
Politics. Routledge, New York, 2007, y Steven C. Roach. Critical Theory and
International Relations. A Reader, Routledge, New York, 2008.
32 Véase: Stefano Guzzini and Anna Leander. Constructivism
and International Relations. Alexander Wendt and his Critics, Routledge,
New York, 2006.
33 Para
el tema de la ética en Relaciones Internacionales se recomiendan: Gordon
Graham. Ethics and International Relations, Blackwell Publishing,
Australia, 2008; Héctor Cuadra. Reflexiones sobre ética y política
internacional, Universidad Iberoamericana, México, 2008; Joel H. Rosenthal
and Christian Barry. Ethics &International Affairs. A Reader, Georgetown
University Press, Washington, D.C. 2009.
34 Véase: Pascal Boniface. Moral et relations
internationales, Institut de Relations Internationales et Stratégiques,
Presses Universitaires de France, Paris, 2000.
35 Cfr. Martin Griffiths. International
Relations Theory for the Twenty-first Century, Routledge, New York, 2007.
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