Por Leyde E.
Rodríguez Hernández
La guerra colonial contra Libia fue el resultado de un conjunto de perspectivas estratégicas en una época de
profunda crisis estructural del sistema capitalista.
Clasifica entre las guerras de
agresión de las potencias dominantes del sistema mundo contra un país ubicado
en la periferia capitalista. Libia atravesaba un conflicto interno atizado por las
antiguas potencias coloniales miembros de la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN). Se trató de una guerra asimétrica con el uso del
armamento convencional más moderno en manos de la OTAN, para un desenlace breve
y favorable al “sarkozysmo”.
El “sarkozysmo”
no es más que una doctrina política ecléctica cimentada
en un liberalismo económico sui géneris, en la época del poderío
militar unipolar del viejo orden capitalista anglosajón. En sus
concepciones combina
la defensa del mundo occidental dirigido por Estados Unidos, manipula
los
preceptos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y del Derecho
Internacional Público (DIP). En términos prácticos, pretende la
reconstrucción
de los ideales que rememoran el pasado imperial de la Grandeur, a través del aumento del peso específico de Francia en la
geopolítica mundial.
El “sarkozysmo” llegó a su máximo
esplendor con la guerra de la OTAN contra Libia. Es una doctrina que coloca la
política exterior francesa en manos de su presidente y del Elíseo, porque el
“sarkozysmo”, en tanto que corriente política, es la instauración de un poder
presidencialista con orientaciones autocráticas en el arte de la comunicación y
de las maneras de hacer la paz y la guerra entre las naciones. Es una especie
de aventurerismo político y golpe mediático permanente en la escena internacional, con el fin de dar una nueva
imagen del sistema dominante,y esconder la compleja crisis socio-económica que
amenaza su funcionamiento, en un planeta aquejado de crisis múltiples bajo el
capitalismo globalizado.
En buena medida, los acontecimientos
presenciados en torno a la guerra de la OTAN contra Libia recuerdan los hechos
de las grandes potencias en el período de la “guerra fría” (1945-1991). Y se me
antoja la pregunta: ¿Será el “sarkozysmo” una doctrina del siglo XX o un rumbo
novedoso hacia el siglo XXI? En realidad, para obtener una explicación justa, valga la experiencia de
lo acontecido en Libia, tendríamos que remontarnos al pasado colonial de
Francia entre los siglos XIX y XX.
Recurrir al análisis histórico permitiría
encontrar los sedimentos arqueológicos de los procesos que nutren el
“sarkozysmo”. La explicación politológica no es suficiente en la definición de un
fenómeno complejo por su alcance e interrelaciones en política interna e
internacional. El hilo conductor de la historia de Francia, en su interacción
con el mundo colonial y poscolonial, nos previene de la peligrosidad y el
carácter desestabilizador del “sarkozysmo” en las relaciones internacionales.
Hasta ahora, los argumentos aquí expuestos permiten
la negación de las falsas argumentaciones de quienes en nombre de la
democracia, la libertad y la protección de los civiles, ejecutaron incontables bombardeos
contra los territorios libios con el resultado de más muertos y heridos que la supuesta
represión del asesinado “dictador de Trípoli”. Por cierto, una digresión:
¿Alguien ha encontrado las 3000 personas masacradas por Muanmar el Gaddafi antes
del inicio de la operación “Harmattan”, el 19 de marzo de 2011? Esta es una pregunta
para los anales de la historia, que a todas luces ha quedado huérfana de
respuesta.
Visto así, y a pesar de
que algunos politólogos de alto prestigio intelectual se empeñen en negarlo, es
una explicación objetiva el interés de las potencias capitalistas de repartirse
los ricos yacimientos de petróleo en el subsuelo libio, como también otros
recursos naturales ubicados en los países vecinos del Magreb.
Desde las últimas décadas del siglo XX, los países dominantes en el occidente capitalista han llevado a la práctica una proyección agresiva y militarista en tierra Árabe conocida con el nombre de “geopolítica del petróleo”. La estrategia consiste en el control de este recurso natural no renovable, porque permitiría garantizar el alto nivel de consumo en los países occidentales y ofrecería nuevas perspectivas de crecimiento económico a las principales potencias capitalistas.
Desde las últimas décadas del siglo XX, los países dominantes en el occidente capitalista han llevado a la práctica una proyección agresiva y militarista en tierra Árabe conocida con el nombre de “geopolítica del petróleo”. La estrategia consiste en el control de este recurso natural no renovable, porque permitiría garantizar el alto nivel de consumo en los países occidentales y ofrecería nuevas perspectivas de crecimiento económico a las principales potencias capitalistas.
En un artículo publicado por el periódico
digital La Vanguardia.com, en su página internacional, se explicaba que “Francia
e Italia pugnarán por repartirse el “tesoro” libio”. La información dio fe que
los diplomáticos de ambos países negociaron con los rebeldes priorizar las
petroleras y las empresas de construcción en las tareas de la futura
reconstrucción de Libia. De repente, no existió en nuestro mundo algo más
parecido al reparto de un botín por los vencedores, tras una guerra desigual y
de conquista.
Si alguien tenía alguna duda de que la
guerra en Libia no tenía un trasfondo económico, se equivoca. Así se expresó La
Vanguardia cuando cita a un colaborador del Ministerio francés de Asuntos
Exteriores en París, consultado para analizar la posición de Francia ante el
nuevo escenario político en Libia, como resultado de la derrota del Gaddafi por el
eje imperialista Washington-París-Londres.
Según el experto, que mantuvo el anonimato,
son varios los motivos que impulsaron a Francia a presionar a la comunidad internacional,
en los marcos de la OTAN, para intervenir en Libia, “pero participar en el
reparto de los recursos energéticos y petrolíferos libios ha sido también una
cuestión primordial”. Este análisis contribuye a comprender la implicación y la
urgencia de Francia en el derrocamiento del Gadafi con el uso directo de sus
fuerzas armadas y recursos de inteligencia militar, en apoyo a los rebeldes
libios, bien orientados y apertrechados para actuar en una guerra de rapiña.
Se ha comentado que la actitud de Francia estuvo
impulsada por el acuerdo establecido con
el opositor Consejo Nacional de Transición de Libia (CNT), para el control del
35 por ciento del petróleo libio a cambio de su apoyo, según el diario francés Liberation.
El rotativo aseguró tener acceso a una carta fechada el 3 de abril de 2011, y
destinada al emir qatarí, donde el CNT comunicó haber firmado con París
"un acuerdo sobre la entrega del 35 por ciento del petróleo a Francia a
cambio de su apoyo pleno y sin condiciones al CNT. (1)
Otro móvil no menos visible, prosigue el artículo, es la voluntad de Francia de ganar protagonismo frente a Gran Bretaña y al resto de Europa en la transición “democrática” de Libia en la etapa post-Gaddafi, y la compensación que reclamarán las empresas francesas para equilibrar de algún modo la inversión económica y en medios militares que el país galo aporta a la misión de la OTAN, los cuales son recursos financieros ahorrados por Estados Unidos en esta nueva guerra que, dirigida por Washington, fue llevada a la práctica por sus incondicionales aliados europeos.
Otro móvil no menos visible, prosigue el artículo, es la voluntad de Francia de ganar protagonismo frente a Gran Bretaña y al resto de Europa en la transición “democrática” de Libia en la etapa post-Gaddafi, y la compensación que reclamarán las empresas francesas para equilibrar de algún modo la inversión económica y en medios militares que el país galo aporta a la misión de la OTAN, los cuales son recursos financieros ahorrados por Estados Unidos en esta nueva guerra que, dirigida por Washington, fue llevada a la práctica por sus incondicionales aliados europeos.
Francia desplegó todos sus
instrumentos de política exterior en el esfuerzo para derrotar al Gaddafi con
quien paradójicamente hace apenas dos años firmaba acuerdos comerciales y era
recibido con alfombra roja en el Palacio del Elíseo. Recordemos que la
mencionada operación “Harmattan” destruyó las posiciones defensivas y de ataque
de Gaddafi, lo que permitió en cuestión de horas la desaparición de la reducida
fuerza aérea y de los medios de combate militares que disponía el gobierno
libio.
Como si fuera poco, Francia envió el
portaaviones Charles de Gaulle, decenas de cazas Mirage y Rafale, desplazando
entre 1500 y 2500 militares en operaciones marítimas y ataques aéreos. La
guerra costó más de 200 millones de euros al país galo, que se incluyen en un
total de 950 millones de euros, si se tiene en cuenta el sobredimensionamiento
militarista de las tropas francesas en Afganistán y en Iraq.
Esta cuestión, en términos de política
interna, es un aspecto muy sensible para el ciudadano francés en una coyuntura
de crisis económica y financiera. En un año electoral en el que los temas de
política exterior no podrán ser ignorados por el electorado, así como su
repercusión en el estado de las finanzas del país.
Esta nueva guerra por el petróleo favorece
el posicionamiento estratégico-militar de la OTAN en el Norte de África. Le
permite a la OTAN monitorear y controlar de cerca los procesos enarbolados por
los movimientos sociales en Egipto, Túnez y otros países de la región. El eje
Washington-París-Londres evitó que el Gaddafi se apoderara del vacío de
poder dejado en la región por la caída de las dictaduras al servicio de
occidente en Egipto y Túnez. Esta triada imperialista podría convertir a Libia
y a los países vecinos en una base de operaciones militares que intimide a los países
de África Subsahariana, donde es conocido que pujantes fuerzas sociales están opuestas a la
creciente penetración extranjera en sus territorios, en particular de Estados
Unidos.
El reparto
del botín
En el camino hacia la
persistencia de las evidencias enunciadas, el 24 de agosto de 2011, Radio
Francia Internacional (RFI) comunicó: “ahora que el capítulo militar está al
parecer en su fase final, París espera proseguir con ese papel de liderazgo en
el plano diplomático. Se citaba al ministro francés de Relaciones Exteriores,
Alain Juppé: “Hemos suministrado con nuestros amigos británicos el 80 por
ciento de las fuerzas de la OTAN. Corrimos riesgos, riesgos calculados, y esto
era una causa justa: la liberación de un pueblo y su aspiración a la democracia
(…) Ahora hay que reconstruir Libia, construir un país democrático. Es un país
rico, que tiene un potencial importante, habrá que acompañarlo”.
La emisora francesa mostró con transparencia los fines que justificaron los
medios: “con relación a la ayuda económica, el objetivo es ayudar a Trípoli a
relanzar muy rápido la producción y la exportación de petróleo. Una ayuda que
no será por supuesto desinteresada, pues Francia, como otros grandes países,
espera que su industria petrolera pueda aprovechar el proceso de
reconstrucción. Libia posee las principales reservas petroleras de África, con
44.000 millones de barriles, y sus yacimientos son particularmente codiciados a
causa de su baja cantidad de azufre y su proximidad geográfica con Europa. Este
comentario corrobora, una vez más, la existencia de la “geopolítica del
petróleo” entre las grandes potencias capitalistas, las cuales asumen posturas que
oscilan entre la cooperación y la competencia por la explotación de los recursos naturales en los
países de la periferia capitalista.
Por ejemplo, la petrolera francesa
Total y la italiana ENI están en la primera línea entre las corporaciones que
participarán en la gestión de los enormes recursos energéticos que quedarán
bajo la administración de los rebeldes. Es conocida la promesa de Francia al CNT,
para apoyar en la reconstrucción del país mediante la firma de jugosos
contratos en el sector de la construcción de puentes, infraestructuras de
transporte, gasoductos y carreteras en Libia. La lucha por los mercados y la
competencia por nuevos negocios forman parte del reparto del botín por los
vencedores.
En el entramado de los intereses geoeconómicos
en torno a Libia, ya se perfila la participación de grandes empresas galas en
el promisorio emporio en reconstrucción. Las empresas Alcatel-Lucent, Total,
Thales, Entrepose, EADS, Sanofi, Veolia, GDF Suez, Sidem y Denos, figuran entre
las compañías que darían el salto hacia las futuras oportunidades de negocios
en suelo libio. No son pocas las potencias capitalistas que desean ahora comercializar
con el nuevo rélgimen el reparto de los recursos energéticos y las formidables
posibilidades de mercado en un país con un fabuloso potencial financiero, industrial
y comercial.
Queda poca duda de que el eje
Washington-París-Londres logró en Libia una estratégica victoria política
y una inversión de futuro que no será fácil mantener en el contexto convulso del
Magreb, así como de los procesos en Libia hacia su pacificación total, sobre lo
cual también existen disímiles interrogantes e incertidumbre.
Las implicaciones geopolíticas de la
guerra contra Libia no podrán minimizarse. Tendrán consecuencias futuras para
Libia y los países vecinos. Es una guerra que afinca la doctrina de la
“intervención humanitaria” y la “responsabilidad de proteger”, estableciendo
otro mal precedente en la política internacional. Al ignorar totalmente la
soberanía y autodeterminación de los pueblos, estas doctrinas se convierten en
una amenaza para los países del Sur contrarios a la imposición de un orden
económico y financiero internacional fiel a los intereses globales de
occidente.
El eje Washington-París-Londres apostó
a todas las ventajas posibles, porque los precios del petróleo continuaron
bajando, y se abría una oportunidad real para la economía y los intereses de
las petroleras. En ese contexto, las potencias imperialistas consideran que es
vital el control y la influencia política sobre los procesos internos en Libia,
Sudán y Nigeria, tres países con abundante petróleo de calidad.
Ahora el eje Washington-París-Londres
está posicionado a las puertas de Argelia, con todo lo que ello puede
representar para la seguridad nacional de ese país. Al mismo tiempo, ha
consolidado su presencia en una zona geográfica esencial del planeta, desde la
cual se domina el Mediterráneo y el interior de toda África. Desde allí, la
triada imperialista intimida a Siria, su mayor desafío en la presente coyuntura,
e Irán queda todavía más acorralado por la OTAN.
Por lo que se observa en el escenario
internacional, asistimos a un nuevo reparto de intereses geoestratégicos con
sólidas motivaciones económicas y financieras. Se vislumbran nuevas guerras de
agresión y conquista, pues, en un sistema mundo sin equilibrios de poder, la impunidad
se reproduce sin límites, mientras los que dictan la regla de la democracia
devienen los mayores violadores de los derechos humanos.
Basta con un vistazo a los daños
humanos y materiales causados por la reciente guerra contra Libia, para tener
un ejemplo elocuente de la capacidad de maniobra militar, diplomática y
política del “Sarkozysmo”: una doctrina que en el pináculo del triunfalismo
militar padece la agonía del sistema político de la V República francesa.
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(1) Al respecto, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, declaró a una emisora que "no sabe nada de la carta", no obstante, calificó de "lógico" el hecho de que los países que apoyaron a los sublevados reciban privilegios tras la salida de Gadafi. Ver el artículo « Pétrole: l’accord secret entre le CNT et la France », periódico Liberation. Sitio:http://www.liberation.fr/monde/01012357324-petrole-l-accord-secret-entre-le-cnt-et-la-france
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(1) Al respecto, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, declaró a una emisora que "no sabe nada de la carta", no obstante, calificó de "lógico" el hecho de que los países que apoyaron a los sublevados reciban privilegios tras la salida de Gadafi. Ver el artículo « Pétrole: l’accord secret entre le CNT et la France », periódico Liberation. Sitio:http://www.liberation.fr/monde/01012357324-petrole-l-accord-secret-entre-le-cnt-et-la-france
Estos es una guerra contra países que no estén conectados con las políticas de estados unidos.
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