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Cuando la Revolución Cubana no era aceptada sino
combatida; por asesinar a Fidel Castro se ofrecía dinero y se hubieran
concedido medallas, ser marxista se declaró “incompatible con el sistema
interamericano”, Cuba resistió, no sólo sobrevivió sino que avanzó y contra
viento y marea se consolidó.
Cuando Cuba fue expulsada de la OEA y ningún país
iberoamericano excepto México reconocía al Gobierno Revolucionario y el pueblo
cubano sufría las rudeza del bloqueo económico norteamericano asumiendo sus
terribles consecuencias y defendía sus conquistas frente cientos de bandas
armadas y organizaciones contrarrevolucionarias que operaban en todas las
provincial del país y pagando un altísimo precio derrotaba la invasión
mercenaria por bahía de Cochinos, la Revolución no pidió tregua.
No se expuso la “otra mejilla” no por soberbia
sino porque ambas estaban excesivamente maltratadas por siglos de conquista,
colonización y aspiraciones de independencia frustradas. La respuesta de los
pueblos fue contundente: la cordillera de los Andes, las selvas de América y
muchas urbes se convirtieron en escenarios de lucha y virtualmente en la Sierra
Maestra de América.
Las oligarquías reaccionarias temblaron y con
asesores gringos acuñaron la Doctrina de Seguridad Nacional, inventaron
categorías como “Conflicto de Baja Intensidad” y pidieron ayuda para contener
la insurgencia. Washington fue generoso, envío armas, puso a funcionar tiempo
extra a la Escuela de las Américas y enseñó a torturar y a desaparecer.
Un pequeño país que no levantó bandera blanca
cuando la desaparición del socialismo real y de la Unión Soviética, no sólo la
dejaron sola sino que los proclamados herederos, se sumaron al bloqueo
norteamericano y presionaba a La Habana tratando de cobrar “deudas” y en Miami
se pedían “Tres días de licencia para matar en la Isla”, por qué habría de
hacerlo ahora.
La hegemonía lograda por Estados Unidos frente a
la Revolución Cubana comenzó a resquebrajarse y se hizo trizas no porque
cambiara el imperio sino porque cambió Latinoamérica. Las oligarquías y el
imperio no fueron condescendientes con Cuba sino que fueron derrotadas por los
procesos encabezados por gobernantes progresistas, avanzados y realistas y en
cualquier caso no amanuenses de los Estados Unidos. Antes de que lo hiciera
Estados Unidos, América Latina unánimemente levantó el bloqueo.
Decir que Cuba y la Revolución no estarán en la
Cumbre Iberoamericana el próximo fin de semana es una broma. Quienes no estarán
serán los oligarcas que una vez la expulsaron de la OEA y los imperialistas que
con arrogancia podían ordenar que se le ignorara. Esta vez América Latina
hablará con una sola voz; el lenguaje no será de suplica y habrá un ultimátum
que ahora no viene del imperio.
Bloqueo y ¡Basta! serán las palabras más
escuchadas por Barack Obama que como recientemente afirmara un comentarista:
“Ira a la Cumbre a sufrir” ¡Que sufra pues! Allá nos vemos.