Profesor en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales
“Raúl Roa García”
La
estrategia global:
Históricamente, las
sucesivas estrategias de política exterior de los Estados Unidos han sido el
resultado del consenso de los sectores y grupos de poder prevalecientes dentro
su clase dominante. Han sido, por tanto, bipartidistas y responden a los
intereses y objetivos de largo plazo definidos por el Estado imperialista.
En las condiciones de la
segunda posguerra, los Estados Unidos pudieron plantearse el objetivo de la
hegemonía global, frustrado por la rápida emergencia de una superpotencia
nuclear rival. El fin de la Guerra Fría condujo a lo que un comentarista
neoconservador llamó un “momento unipolar”. Desde ese momento, hasta nuestros
días, la estrategia norteamericana ha estado dirigida a perpetuar esa hegemonía
global.
Recordemos que hace veinte
años fue filtrado a la prensa un documento del Pentágono que planteaba
descarnadamente el objetivo de impedir, por todos los medios posibles, la
emergencia de alguna nación o grupo de naciones con la aspiración de desafiar
el liderazgo militar y económico norteamericano. Hubo una rápida
desautorización pública de dicho documento y fue reformulado con un lenguaje
eufemístico. Sin embargo, la evidencia empírica y el propio discurso oficial
evidencian que ese ha seguido siendo el principio rector de la política
exterior norteamericana.
El
lugar de América Latina y el Caribe:
La tradicional,
multidimensional y persistente estrategia de dominación y sometimiento sobre
las naciones latinoamericanas y caribeñas, con su trágico saldo en términos de
vidas perdidas y sufrimientos humanos de todo tipo[2],
cobró un nuevo sentido, así como una importancia aun mayor que la que ya tenía,
con esa pretensión de hegemonía global, percibida como viable al finalizar la
segunda guerra mundial.
El dominio sobre nuestra
región es uno de los soportes fundamentales de la estrategia global norteamericana. Desde su
propia percepción, los Estados Unidos no pueden pretender mantener una posición
de primacía global si no es capaz de controlar en lo fundamental al hemisferio
occidental.
A pesar de los extraordinarios
avances logrados por las fuerzas progresistas en América Latina y el Caribe
desde 1998, los Estados Unidos la siguen considerando como una zona
relativamente segura (o asegurada a su favor), dentro de un contexto global
crecientemente competitivo, inestable, impredecible y desafiante para sus
intereses hegemónicos.
Esta es la causa principal
de su supuesta o aparente baja prioridad o importancia dentro de la política
exterior norteamericana, que en realidad es un falaz cliché, interesadamente
desmovilizador, que se intenta imponer a fuerza de repetirlo incesantemente por
medio de las agencias internacionales de prensa y la columna de Andrés
Oppenheimer en El Nuevo Herald, a su vez replicada en los medios bajo la órbita
de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Los elementos que, en mi
opinión, sintetizan los intereses estratégicos de los Estados Unidos hacia
América Latina y el Caribe son los siguientes:
* Mantener una superioridad
apabullante en el plano estratégico-militar en el continente americano.
El segundo mandato de Obama.
* Preservar, reproducir y renovar los mecanismos
estructurales de dependencia e inserción subordinada de las economías
latinoamericanas y caribeñas en el sistema económico mundial.
* Garantizar el acceso, en condiciones
ventajosas, a los recursos naturales estratégicos presentes en la región.
* Maximizar su participación en el
sistema de propiedad, la base productiva, los mercados y los sistemas
financieros de los países latinoamericanos y caribeños, en particular su
participación relativa vis a vis otras potencias extrarregionales.
* Mantener la preponderancia de los
valores norteamericanos en los circuitos mediáticos y de la cultura popular.
* Contrarrestar los fenómenos
transnacionales percibidos como amenazas para la sociedad estadounidense.
El segundo mandato de Obama.
No existe ningún indicio o
razón para prever la posibilidad de que durante el segundo mandato de la
administración demócrata se pueda o se desee producir un cambio fundamental en
las líneas estratégicas anteriormente mencionadas.
De entrada, los márgenes de
acción de un Presidente, su equipo asesor y las nuevas autoridades
departamentales que designe son bastante limitados, sobre todo en materia de
definiciones estratégicas. En el caso de América Latina y el Caribe, en
particular, se trata de una política bien establecida, en la que órganos como
el Pentágono y su Comando Sur, la CIA, y el Departamento de Estado velan por su
conveniente continuidad de acuerdo a las demandas y los intereses definidos por
la elite del poder norteamericano.
La promesa del inicio de una
nueva época en las relaciones interamericanas, anunciada en la Cumbre de
Trinidad y Tobago de 2009, basada en una relación entre iguales, no fue un
hecho novedoso en la historia de la retórica y de la diplomacia presidencial estadounidense.
Tampoco fue novedoso su posterior incumplimiento.
Todo lo anterior en modo
alguno significa que la reelección de Obama no haya sido relevante para nuestra
región. Entre un Obama que asegura que Venezuela no representa una amenaza para
los Estados Unidos y un Romney rehén político de la ultraderecha hay una
diferencia muy importante. Dentro de las limitaciones anteriormente referidas,
las decisiones tomadas o dejadas de tomar por los Presidentes y otras
autoridades pueden determinar el curso de los acontecimientos de manera
decisiva, y estas decisiones, a su vez, están influidas por sus valores, sus
pensamientos más íntimos y sus visiones del mundo y de los propios Estados
Unidos.
Pero en cualquier caso,
durante este segundo mandato de Obama debemos esperar mucha más continuidad que
cambios, pudiéndose esbozar los siguientes pronósticos en cuanto a los temas a
priorizar por su administración:
* La relación con México. Es el nexo bilateral más intenso de los Estados Unidos con nuestra región, representando el 58% del comercio de los Estados Unidos con América Latina y el Caribe, así como alrededor del 12% del total de su comercio a nivel mundial. Es un interés norteamericano fundamental profundizar el control y la absorción subordinada de la economía mexicana, incluyendo los recursos petroleros. Por México y Centroamérica pasa el 90% de la cocaína consumida en los Estados Unidos y el enfrentamiento al crimen transnacional sirven de contexto a una creciente presencia de personal militar, policíaco y de seguridad norteamericano.
* Intensificación de la política de cooptación hacia Brasil. La administración de Obama pareciera estar siguiendo en buena medida las recomendaciones del informe del Consejo de Relaciones Exteriores del pasado año[3]. Está en curso un proceso de creciente institucionalización del diálogo político, incluyendo los aspectos de cooperación militar y en los temas de seguridad, así como de proliferación de iniciativas y programas bilaterales en materia económica, científica y educacional[4].
* Ampliación y/o profundización de la red de acuerdos bilaterales de liberalización económica, particularmente a través del Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP).Ampliación y/o profundización de los acuerdos bilaterales y los regímenes subregionales cooperativos en materia militar y de seguridad. La Cuenca del Caribe seguirá siendo un área de máxima prioridad en materia de seguridad. Dentro de ella, la presencia militar en Colombia reviste particular importancia por su ubicación geográfica equidistante con respecto a los dos extremos del continente americano y su eventual utilización como punta de lanza hacia Venezuela, la región amazónica y otros territorios de América del Sur ricos en recursos naturales [5].
* Realización de todos los esfuerzos posibles para desgastar, subvertir, derrocar e intentar revertir los diversos procesos emancipadores en el continente (gobiernos del ALBA, otros gobiernos progresistas y los procesos multilaterales de concertación y unidad regionales).
En el marco del sistema interamericano el gobierno de Obama se enfrentará a los espinosos temas pendientes de la Cumbre de las Américas realizada este año en Cartagena, en particular las demandas latinoamericanas para que el gobierno norteamericano asuma cambios fundamentales en sus respectivas políticas con relación a Cuba y al enfrentamiento al tráfico de drogas.
* La relación con México. Es el nexo bilateral más intenso de los Estados Unidos con nuestra región, representando el 58% del comercio de los Estados Unidos con América Latina y el Caribe, así como alrededor del 12% del total de su comercio a nivel mundial. Es un interés norteamericano fundamental profundizar el control y la absorción subordinada de la economía mexicana, incluyendo los recursos petroleros. Por México y Centroamérica pasa el 90% de la cocaína consumida en los Estados Unidos y el enfrentamiento al crimen transnacional sirven de contexto a una creciente presencia de personal militar, policíaco y de seguridad norteamericano.
* Intensificación de la política de cooptación hacia Brasil. La administración de Obama pareciera estar siguiendo en buena medida las recomendaciones del informe del Consejo de Relaciones Exteriores del pasado año[3]. Está en curso un proceso de creciente institucionalización del diálogo político, incluyendo los aspectos de cooperación militar y en los temas de seguridad, así como de proliferación de iniciativas y programas bilaterales en materia económica, científica y educacional[4].
* Ampliación y/o profundización de la red de acuerdos bilaterales de liberalización económica, particularmente a través del Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP).Ampliación y/o profundización de los acuerdos bilaterales y los regímenes subregionales cooperativos en materia militar y de seguridad. La Cuenca del Caribe seguirá siendo un área de máxima prioridad en materia de seguridad. Dentro de ella, la presencia militar en Colombia reviste particular importancia por su ubicación geográfica equidistante con respecto a los dos extremos del continente americano y su eventual utilización como punta de lanza hacia Venezuela, la región amazónica y otros territorios de América del Sur ricos en recursos naturales [5].
* Realización de todos los esfuerzos posibles para desgastar, subvertir, derrocar e intentar revertir los diversos procesos emancipadores en el continente (gobiernos del ALBA, otros gobiernos progresistas y los procesos multilaterales de concertación y unidad regionales).
En el marco del sistema interamericano el gobierno de Obama se enfrentará a los espinosos temas pendientes de la Cumbre de las Américas realizada este año en Cartagena, en particular las demandas latinoamericanas para que el gobierno norteamericano asuma cambios fundamentales en sus respectivas políticas con relación a Cuba y al enfrentamiento al tráfico de drogas.
De manera general, continuará
la sistemática satanización mediática de todos los líderes, actores sociales y
procesos que se oponen a la dominación norteamericana, con el correspondiente
apoyo a todos aquellos aliados locales portadores de los intereses retrógrados,
imperiales, transnacionales y oligárquicos.
Igualmente, continuará el
estímulo a la división entre una “América Latina del Pacífico”, supuestamente
bien dispuesta para recibir los beneficios de la globalización neoliberal,
frente a la “América del Atlántico”, limitada por supuestos prejuicios
neoproteccionistas y nacionalistas anticuados. Y, finalmente, deberá seguir el
discurso para dividir a las fuerzas y gobiernos progresistas entre la
“izquierda responsable” y la que supuestamente no lo es.
En suma, durante el segundo
mandato Obama, habrá que esperar principalmente más de lo mismo, en tanto no
ocurran cambios fundamentales en los factores y variables claves que determinan
la estrategia de política exterior norteamericana hacia nuestro hemisferio.
La Habana, 22 de noviembre
de 2012
[1] Ponencia presentada en la XI Conferencia de
Estudios Americanos, organizada por el Centro de Investigaciones de Política
Internacional (La Habana, 21-23 de noviembre de 2012).
[2] Luis Suárez Salazar (2003): Madre América. Un siglo de violencia y dólar
(1898-1998), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003.
[3] Samuel W. Bodman, James D. Wolfensohn
y Julia E. Sweig (2011): Global Brazil
and U.S.-Brazil Relations.
[4] Como parte del programa de becas en
el exterior “Ciencia sin fronteras” implementado por el gobierno brasileño,
Estados Unidos podría recibir entre 50 mil y 60 mil estudiantes de ese país. El
embajador norteamericano en Brasilia ha calificado esta cooperación como “un
ejemplo de la diplomacia estratégica moderna”, añadiendo que “ese amplio acceso
a la nueva generación de líderes científicos y empresariales de Brasil le da a
los Estados Unidos una oportunidad de moldear la manera con la que estos
estudiantes comprenden nuestro país. Nuestra experiencia con los intercambios
educaciones y juveniles demuestran claramente que los vínculos desarrollados
durante esos programas crean una impresión positiva y duradera de los Estados Unidos.”
[5] Pero los intereses de Estados Unidos
en este tema no se limitan a nuestra región. En un reciente documento del
Pentágono se señala: “Continuará la identificación de oportunidades de
colaboración para desarrollar asociaciones que trasciendan el hemisferio. Este
enfoque no solo fortalece las asociaciones de EEUU en el hemisferio, sino que
realza la importancia que ellas revisten para apoyar las prioridades globales
de los EEUU, incluyendo el vuelco a Asia y el Pacífico.” (Departamento de
Defensa. La política de defensa para el
Hemisferio Occidental, octubre de 2012)