Por JEAN-GUY ALLARD
Mientras la crisis económica condena a cientos de miles de norteamericanos a la pobreza, el Gobierno de Washington sigue consagrando decenas de millones de dólares en programas de injerencia cuya ineficiencia es desde hace rato documentada.
Tal es el caso de los planes subversivos de la USAID en Cuba que, según analistas, no han logrado mucho más que provocar el arresto y la condena a prisión de un contratista de esta dependencia del Departamento de Estado.
La obsesión de la administración norteamericana por derrochar otros 20 millones con programas que pretenden "promover la democracia en Cuba" mientras encubren actividades de inteligencia y de desestabilización, se enfrenta a la decisión del senador John Kerry, quien preside la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, de "suspender" los fondos el 1 de abril.
Los programas USAID dirigidos a Cuba han costado inútilmente 150 millones de dólares desde la década de 1990 en "inversiones" con grupos anti-gubernamentales y en "programas" de inteligencia.
Según el propio Kerry, los fondos de EEUU se usaron para "movilizar" artificialmente protestas en Cuba con grupos disidentes "profundamente penetrados", hasta el punto que el dinero estadounidense, afirma, está de hecho ayudando a "financiar" los órganos de seguridad del Estado cubano.
En su crítica de las actividades de la USAID, Kerry ha denunciado el uso de comunicaciones en clave, códigos secretos y seudónimos que caracterizan operaciones de inteligencia y ha ordenado que se investigue a los numerosos fraudes detectados en los programas. "No hay evidencia" de que esos programas ayuden al pueblo cubano, ha declarado Kerry, "ni de que hayan conseguido mucho más que provocar al gobierno cubano a arrestar a un contratista del gobierno de EEUU".
Una referencia a Allan P. Gross, de Potomac, Maryland, arrestado en La Habana en el 2009 tras entregar ilegalmente a "contactos" en la Isla equipos de comunicaciones satelitales de última generación.
En una respuesta a Kerry, la administración Obama confiesa que los llamados programas "por la democracia" han sido utilizados para "llamar la atención internacional hacia los activistas" que recluta, financia, orienta y promociona fuera de Cuba.
En su argumentación escrita, la USAID se atribuye, extrañadamente, la existencia de un festival de rap en Cuba, como si este género musical fuera un elemento de sus programas subversivos.
Los "proyectos" más recientes incluyen programas para ayudar a los gays —algo ya existente en la Isla—y a los discapacitados, como si Cuba no tuviese ya amplios servicios gratuitos muy superiores a los ofrecidos en EEUU, en esta esfera.
La "suspensión" de fondos por Kerry es atacada por el senador Bob Menéndez, conocido por sus lazos con la mafia terrorista cubanoamericana, cuyas ONG "anticastristas" han sido, en el pasado, en múltiples oportunidades, receptores de fondos millonarios.
En la Cámara de Representantes, por supuesto que entre Ileana Ros-Lethinen, Mario Díaz-Balart y otros del "clan" mafioso, hay igual o mayor presión.
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