Por Leyde E. Rodríguez Hernández
El domingo 3 de mayo asistí, junto
a mi esposa, a la exhibición del filme “El capital”, en el Cine 23 y 12, sede de la cinemateca cubana, para
conocer la historia del imparable ascenso de Marc Tourneuil (Gad Elmaleh, actor
humorístico), un prescindible asalariado del capital que se convierte en su
indiscutible amo y señor.
El capital, actualmente en la
cartelera del XVIII
Festival de Cine Francés en Cuba, es la última película relacionada con la banca y el
mundo que la rodea, esta vez de la mano del director griego Costa-Gavras nos
adentramos en la vida de Marc Tourneuil, un calculador y cínico banquero que
consigue ascender hasta la presidencia de una de las entidades financieras más
importantes de Francia, pero que también podríamos ubicar en Italia, España,
Portugal o Grecia, entre otros países europeos que han sufrido la gran crisis
económica iniciada en el 2008, cuyas consecuencias siguen padeciendo la mayoría de los ciudadanos en cada una de esas naciones del
llamado viejo continente.
Durante toda la película vemos a un
Marc orientado a la rentabilidad de su empresa que se muestra en cada
momento obsesionado con satisfacer su ego profesional y su enriquecimiento
personal en un "bajo mundo" de las finanzas que se caracteriza por la corrupción,
el chantaje, la deslealtad y el accionar prácticamente mafioso de los gerentes
de las finanzas internacionales, que tienen su centro principal en los Estados
Unidos, pues debemos recordar que esta última crisis económica del capitalismo
tuvo su epicentro en este país.
Este excelente filme,
que muestra el proceso de la especulación financiera de los bancos y su
fortalecimiento frente al empobrecimiento de las mayorías sociales, está basado
en la novela de Stéphane Osmont “El capital”,
escrita en 2004 pero recontextualizada en la crisis económica del capitalismo
actual. Momentos antes de que concluyera la cinta, Marc Tourneuil, en
tono irónico, reconoce que se ha convertido en un Robin Hood moderno, pues ha
defendido a los ricos frente a los pobres, ya que le ha quitado a los pobres lo
que tenían, para que los ricos sean ahora más ricos, recibiendo la unánime y
pueril aprobación de los banqueros y accionistas, quienes lo ovacionan con frenesí.
Con este filme,
Costa-Gavras, fiel a su estilo comprometido con la política y la sociedad, ha
realizado una dura crítica al injusto sistema financiero del capitalismo
contemporáneo. El mensaje del director está claramente definido durante toda la
película y logra demostrar cómo los ciudadanos dominados por el sistema
capitalista neoliberal se convierten en verdaderos esclavos del Capital. Nos
alerta de que deberíamos conocer al menos a los que lo sirven y cómo lo hacen,
como única vía para la emancipación del capital.
En cuanto a las críticas, la mayoría comparte el
mensaje ideológico que se ha querido lanzar a la sociedad capitalista a través
de esta película, sin embargo algunos de los críticos de los principales
grandes medios de comunicación europeo al servicio del Capital han tratado de
disminuir los valores de la pelicula considerando excesiva y poco creíble la
sátira sobre la figura de Marc Tourneuil y
el sistema bancario. Lo cierto es que el filme logra evidenciar la verdadera
naturaleza del Capital y la vida de lujo y riqueza del 1 % frente
al 99 % que se debate en el desempleo, la pobreza y el desahucio. Recordemos
que en la crisis capitalista en Europa fueron salvados
los bancos en detrimento de los ciudadanos. Y que ahora los sistemas políticos en Europa han perdido poder frente al Capital, acentuando más y más la tragedia humana.
Gavras, laureado en Cannes y ganador de un Oscar por
su película "Z", con “El Capital”, un thriller financiero, ha
realizado, en mi opinión, un homenaje a la emblemática obra del alemán Karl
Marx, pero dejó claro, en una de sus respuestas al público, que el filme es
anterior y no guarda relación con la obra “El capital en el siglo XXI”,
de Thomas Piketty, un investigador de la Escuela de Economía de Paris, que se
hizo célebre, en el 2014, cuando demostró que cada nación ha respondido de
manera diferente a una ley básica del capitalismo, según la cual el rendimiento
del capital suele ser superior, a veces por mucho, a la tasa de crecimiento de
la economía, lo que puede estimular la concentración de la riqueza y agravar la
inequidad; queda a los Estados decidir, individual o colectivamente, cómo
influir en esa fuerza polarizante.
Lo cierto es que tanto la película “El capital”
de Gavras como el libro “El capital en el siglo XXI” de Thomas Piketty,
han despertado animadas polémicas en prácticamente todo el mundo, en parte por
reintroducir entre académicos, políticos, comentaristas y público en general la
preocupación sobre las desigualdades sociales; en parte, en el caso de Piketty, por su propuesta de
establecer políticas fiscales de alcance global que moderen la disparidad
mediante impuestos a la riqueza y a la herencia; en parte por su visión amplia
de lo que deben ser hoy las ciencias sociales, y en parte porque ofrece
argumentos sólidos, frescos, para que gobiernos y sociedades combatan de manera
frontal la desigualdad. Un flagelo que tantas veces es mencionado en los
diversos escenarios de la política internacional actual.
Por todo ello, ambas obras - cada una por su lado- una
desde las artes cinematográficas y otra desde las ciencias sociales,
constituyen voces imprescindibles en los tiempos de la tragedia humana del
capitalismo del siglo XXI en crisis económica y sistémica, pues en palabras del
director de cine Costa-Gavras: “Somos esclavos del capital. Nos tambaleamos
cuando se tambalea. Nos regocijamos cuando crece y triunfa. ¿Quién nos
liberará? ¿Deberíamos liberarnos nosotros?” De esta manera, una vez más,
Francia, desde la creación intelectual, apuesta a la emancipación humana, al
pensamiento contracorriente y a la posibilidad de otro mundo posible.
Es una lástima que esta
película no se haya exhibido antes en nuestro país, en todos los cines e
incluso en la televisión, pues a través de ella podemos llegar a la reflexión humana en medio de la distracción, algo que es saludable, que necesitamos, y siempre agradecen los
espectadores cubanos.