jueves, 11 de septiembre de 2014

ESTADO DE SITIO: Las sanciones económicas de los Estados Unidos contra Cuba


Una perspectiva histórica y jurídica

Por Leyde E. Rodríguez Hernández

El Estado de sitio. Las sanciones económicas de los Estados Unidos contra Cuba. Una perspectiva histórica y jurídica, del periodista, investigador y profesor francés Salim Lamrani, con prólogo de Wayne S. Smith, antiguo Jefe de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en Cuba (1979-1982) y prefacio del  reconocido especialista de historia contemporánea de las Antillas hispánicas, Paul Estrade, profesor emérito de la Universidad Paris VIII, nos ofrece un profundo y sucinto análisis sobre lo que para los cubanos constituye, desde hace más de cinco décadas, el bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba. 

Este ensayo, publicado en el año 2011, en Francia, contiene un precioso estudio de la evolución de las sanciones económicas contra Cuba de los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos de Eisenhower a Obama. El primer elemento que pretendo destacar de este libro, es la acertada concepción  de su proyección histórica y jurídica, permitiendo al lector interpretar que el conflicto histórico Estados Unidos-Cuba es un fenómeno de máxima actualidad en la política internacional, mientras permanezca vigente la injusta estrategia de sanciones económicas y comerciales de los Estados Unidos contra Cuba; la que, absurdamente, fue ratificada por la administración del presidente demócrata Barack Obama, en septiembre del 2013, con la retórica de que esa política unilateral, contra la mayor de las Antillas, responde a los intereses nacionales de los Estados Unidos, lo que ha constituido, año tras año, un invariable argumento para mantener prácticamente intacta dichas sanciones, que, en su evolución histórica, desde el año 1961, han tenido momentos de fortalecimiento, con el fin de estrangular a la economía cubana, como en los años 1992 y 1996, cuando se aprobaron las leyes Torricelli y Helms Burton. 

De esta manera, Salim Lamrani expone, con sólidos e irrefutables argumentos históricos y jurídicos, un fenómeno que ha recibido, tradicionalmente, un tratamiento sesgado  por los corporaciones de la información internacional que, como en Francia, lo tergiversan, y ocultan deliberadamente con fines marcadamente políticos e ideológicos, sin tener en cuenta los graves daños que, en materia de derechos humanos y de bienestar social, provoca el bloqueo a más de 11 millones de cubanos víctimas de un “Estado de Sitio” que se torna genocida ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Con qué finalidad? Para conocerlo hay que leer este ameno ensayo, de apenas 172 páginas, en el que su autor no se conforma con subrayar los perjuicios humanos de esa obsoleta política –calificada por muchos como embargo-, sino que examina y juzga, con cuidado minucioso, las etapas de su elaboración y fortalecimiento, tanto por republicanos como demócratas, y lo ubica desde el punto de vista del derecho internacional. 

En los ocho capítulos que conforman el libro, Salim Lamrani hace evidente la injusticia de las sanciones económicas, financieras y comerciales hacia Cuba, pero su discurso y énfasis sobre el tema está despojado de toda acritud hacia los Estados Unidos, apoyándose, como de costumbre, en numerosas fuentes procedentes, en su mayoría, de documentos oficiales publicados en ese país. Todo esto, a mi juicio, le otorga credibilidad y rigor histórico a este ensayo, que, al mismo tiempo, contrasta y ofrece algunos aspectos contradictorios de los cambios más recientes en la geopolítica mundial, cuando expresa que después de la desaparición de la Unión Soviética y el fin de la “guerra fría”, los Estados Unidos normalizó y desarrolló sus relaciones con China y Vietnam, extendiendo contactos y acuerdos puntuales con Corea del Norte, a donde, añado, los ciudadanos estadounidense pueden viajar sin restricciones legales.  

Así, el autor acumula hechos precisos, cuyas fechas ilustran, establecen y reproducen todo un abanico de opiniones autorizadas sobre el asunto tratado. Uno aprende de la pluma de los jueces estadounidenses que importar delfines de Cuba o vender pianos a Cuba son negocios que atentan contra los intereses y la seguridad interior de los Estados Unidos. En las páginas de este libro, esta situación se torna más dramática e inhumana, al denunciarse que, sólo por la prohibición de introducir en Cuba medicinas insustituibles, han muerto cientos de personas de enfermedades que, de haberse tratado con los medicamentos  adecuados, hubieran sido curadas o los pacientes afectados, por lo menos,  prolongado sus años de vida. Esta es parte de la realidad cotidiana del pueblo cubano, muy afectada por el bloqueo, que no es un factor accidental, sin importancia, ni una circunstancia desprovista de sentido y de consecuencias sino una estrategia concebida para la destrucción y fragmentación de la sociedad cubana, y de las instituciones creadas por la Revolución de 1959, liderada por Fidel Castro Ruz. 

Sin embargo, coincido con las críticas palabras introductorias de Paul Estrade, de que, en el presente, no se podría explicar, menos que nunca, que la única causa del actual y grave estancamiento de Cuba se debe al bloqueo que han impuesto los gobiernos estadounidenses desde 1960. Las transformaciones económicas y sociales que se llevan a cabo en Cuba, con la activa participación de los diversos sectores sociales, demuestran lo contrario, pues los cubanos han aprendido de sus propios errores en la construcción del socialismo y trabajan, en las adversas condiciones económicas y financieras en la búsqueda de un nuevo modelo económico que conduzca a la nación hacia un futuro próspero y sostenible. Todo esto desmiente los intencionados criterios que pretenden demostrar que el gobierno cubano practica el inmovilismo al estilo del “socialismo real” impulsado por la extinta Unión Soviética, y que  utiliza, desde hace décadas, con fines propagandísticos, las sanciones injustas que afectan a su pueblo para minimizar sus propios errores y las debilidades o carencias que vulneran su sistema de administración socialista. 

Como particulariza Estrade, convendría, en este caso, explicar entonces por qué el gobierno de los Estados Unidos no ha puesto fin a la política de bloqueo, como se lo pide todos los años la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de modo casi unánime,  pues en la más reciente votación, en el año 2013,  188 Estados de los 193 miembros se lo pidieron otra vez votando la resolución “Necesidad de levantar el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América a Cuba”. El resultado de esta votación evidencia que la política de bloqueo contra Cuba no es un asunto bilateral, sino que tiene un marcado carácter extraterritorial y violatorio del derecho internacional y de las regulaciones internacionales de comercio. 

Por lo tanto, el carácter extraterritorial del bloqueo es una muestra del desprecio de las autoridades de los Estados Unidos a la soberanía de otros estados, en este aspecto descuella, de forma escandalosa, la desfachatez hacia sus socios europeos. Maurice Lemoine, periodista especializado en temas de América Latina y el Caribe, en su elogio al libro de Salim Lamrani, en el prestigioso mensuario francés Le Monde Diplomatique, recordó el carácter extraterritorial del bloqueo con otros ejemplos precisos: “el 2 de septiembre de 2004, la compañía aérea española Iberia recibió una multa de 55.000 dólares por parte de la justicia estadounidense: transportó tabaco cubano e hizo escala en Miami (la mercancía nunca salió del avión). Por su parte, el banco suizo UBS tuvo que pagar 100 millones de dólares por recibir transferencias de fondos cubanos en dólares; Washington colocó a la Netherlands Caribbean Bank (NCB) en la lista negra a causa de sus relaciones comerciales con La Habana”. [1] 

Estas acciones extraterritoriales no cesaron durante el periodo de la administración Obama, por lo que estimo requeriría de un desarrollo mayor en una nueva edición de esta obra.

En línea con el carácter extraterritorial del bloqueo, me permito ampliar el tema con otros hechos más recientes relacionados con esa arbitraria política: el 28 de junio del 2013, la Oficina para el Control de los Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) del Departamento del Tesoro, multó a uno de los bancos más importantes de Italia, el Intesa Sanpaolo S.p.A., obligándolo a pagar 2 millones 949 mil 030 USD. Según la investigación realizada por la OFAC, la institución bancaria procesó 53 transferencias a favor de Cuba entre los años 2004 y 2008. Posteriormente, como si fuera insuficiente, el 22 de julio la OFAC volvió a multar a otra entidad por violar el bloqueo contra Cuba, esta vez con 5 millones 226 mil 120 USD. La víctima fue una de las principales agencias turoperadoras estadounidenses, American Express Travel Related Services Company. La OFAC aplicó esta sanción inspirada en la obsesión de los Estados Unidos de evitar a toda costa que los estadounidenses viajen libremente a Cuba.[2] 

A mi entender, todo esto constituye una verdadera guerra económica y ha sido un componente esencial de la estrategia de “cambio de régimen” acentuada por la administración de George W. Bush y continuada por Barack Obama, quienes con sus propias estrategias de política exterior se propusieron “acelerar” el derrocamiento de la Revolución cubana, pero sin resultados notorios, pues lo único que han provocado, con este criminal e inhumano accionar internacional -como señala Salim Lamrani-, es causar privación y sufrimiento al pueblo cubano.    

En efecto, como el bloqueo resulta costoso para la imagen mundial de los Estados Unidos e inútil para el acercamiento entre dos pueblos castigados, la administración Obama, antes de concluir su mandato, debería rápidamente renunciar a este fallido instrumento de política exterior, que solo ha servido para oprimir las libertades y los derechos humanos del pueblo cubano, y fortalecer el sentimiento nacionalista de vastos sectores sociales en la isla. Pero si, en todo caso, el bloqueo realmente proporciona un argumento cómodo al gobierno cubano en la justificación de sus ineficiencias, entonces  sería racional que sus instigadores lo suprimiesen cuanto antes. Por cualquier arista que se analice, este bloqueo o sanciones económicas que golpean a Cuba, carecen de fundamento. Los pretextos bajo los cuales se justificaron en Washington, durante diferentes coyunturas o épocas históricas, se han desvanecido uno a uno. Además, ¿quién puede pretender que Cuba haya amenazado o amenace la “seguridad nacional” de los Estados Unidos? 

En esta obra, Salim Lamrani esclarece cuál de los dos Estados ha sido el agresor en el curso de la historia y cuál ha sido el agredido, particularmente desde 1959. El más mínimo conocimiento de geografía permite reconocer que la Bahía de Cochinos, donde intentaron desembarcar mercenarios en 1961, se encuentra en Cuba y no en California, ha precisado el profesor Paul Estrade en su nota introductoria. Y ha hecho bien porque todavía hoy al gran público estadounidense y europeo se le hace creer lo contrario en las empecinadas campañas mediáticas contra la Revolución cubana y sus líderes históricos, pretendiendo hacer ver que las medidas revolucionarias que, a partir de 1959,  beneficiaron, con toda justicia, al pueblo cubano, estuvieron dirigidas a afectar los interés “legítimos” de los Estados Unidos en Cuba.    

Por eso, hay dos cuestiones que la opinión pública internacional debe conocer: la primera de ellas, Salim Lamrani la aborda con precisión en el séptimo capítulo de su obra, bajo el rótulo: “La sociedad estadounidense contra las sanciones económicas”, en la que describe cómo la anacrónica, cruel e ineficaz política de bloqueo suscita el rechazo de la mayoría de todos los sectores de la sociedad estadounidense, a excepción del segmento duro anticubano del exilio en La Florida y New Jersey, y de legisladores que los representan, tales como Bob Menéndez (Demócrata por New Jersey) y Marco Rubio (Republicano por La Florida), así como los representantes Mario Díaz Balart (Republicano por La Florida), Albio Sire (Republicano por New Jersey), David Rivera (Republicano por La Florida) e Ileana Ros-Lehtinen (Republicana por La Florida). Esta fracción de la extrema derecha cubana-americana, al dictar su política hacia Cuba, ha perjudicado los verdaderos intereses nacionales de los Estados Unidos.   

Ahí también se recuerda que los ex presidentes James Carter y William Clinton han expresado en múltiples ocasiones su oposición a la política de hostilidad de los Estados Unidos contra Cuba; y, para más precisión, los cita textualmente: en el caso de Carter, después de su segundo viaje a Cuba, en marzo del 2011, declaró: “Yo no he cesado de solicitar a la vez en público y en privado el fin del bloqueo económico contra el pueblo cubano, la eliminación de todas las restricciones financieras, comerciales y de viaje”[3], mientras que Clinton había afirmado que la política de sanciones es “absurda” y su resultado es un “fracaso total”, pues ella no ha logrado sus objetivos de cambio de régimen. Clinton se pronunció a favor de un nuevo acercamiento entre ambos países.[4]

Lo más interesante para los anales de la historia, es que una postura similar asumió el antiguo legislador Barack Obama, en enero del 2004, cuando de forma categórica rechazó la política de bloqueo: “Yo pienso que es el momento de levantar el embargo (bloqueo)”. Se afirma que, en esa época, Obama había llegado a la conclusión de que el bloqueo estrangulaba a los inocentes y había fracasado en su esfuerzo por derribar a Castro.[5] 

Por eso, en los mismos términos, varios centros de estudios académicos y políticos han recomendado a la administración Obama la eliminación de las sanciones impuestas a Cuba como condición para todo diálogo y recordando que el gobierno de La Habana ha demostrado que no acepta presiones ni amenazas de ningún tipo.    

En suma, Salim Lamrani manifiesta con suficientes ejemplos la oposición al bloqueo contra Cuba al interior mismo de los Estados Unidos, en sectores políticos, legislativos, económicos, empresariales, académicos, sindicales, militares, incluyendo la prensa, donde afirma existe un sentir favorable y mayoritario al levantamiento de las sanciones económicas contra Cuba, en los reconocidos periódicos: The New York Times, Los Angeles Times y Washington Post. Todo esto va conformando un consenso en la sociedad estadounidense que privilegia el levantamiento de las sanciones económicas contra Cuba y la normalización de las relaciones entre Washington y La Habana. En este debate público se incrementan las voces de los que, en los Estados Unidos y Cuba, piensan que el constante fracaso de una política agresiva impuesta después de medio siglo, debe llevar a la administración Obama y al Congreso a modificar su estrategia y a ser receptivos a la progresiva voluntad de la opinión pública estadounidense frente a las arbitrarias e incomprensibles sanciones contra el pueblo cubano.     

El segundo elemento que considero importante enfatizar es que Cuba siempre ha estado dispuesta a conversar con el gobierno de los Estados Unidos en condiciones de igualdad y respeto mutuo. Como muestra de voluntad constructiva, Raúl Castro Ruz ha ofrecido en varias oportunidades al gobierno de Barack Obama establecer conversaciones en  conformidad con el derecho internacional, insistiendo en que no habría gestos unilaterales sino pasos de reciprocidad. Desde esa perspectiva, ante la movilidad de las circunstancias domésticas e internacionales, el bloqueo se consolida como una estrategia cada vez más rígida, sin contacto con la realidad cambiante del país e impidiendo la normalización de las relaciones Cuba-Estados Unidos, pues así también fue visto por Julia Sweig: “la política hacia Cuba, dirigida esencialmente hacia el cambio de régimen ha sido por largo tiempo dominada por los deseos (“wishful thinking”), cada vez más desconectada de la realidad de la isla, reforzada por un ambiente político que premia a la Casa Blanca con lo que ellos quieren escuchar”.[6] 

Sin embargo, es atinado pensar, como plantea Carlos Alzugaray Treto, que “normalización significa una relación en la que la cooperación y conflicto coexisten bajo ‘reglas del juego’ mutuamente aceptables para ambas partes y se refuerzan las perspectivas  para la cooperación mientras se crean a la vez las condiciones necesarias para conducir los conflictos de una manera orientada a su solución o su manejo sin escaladas imprevistas. Lógicamente, presupone que ninguna de las partes busca abiertamente la destrucción del otro, mucho menos como precondición para normalizar los vínculos. Esas reglas ya están presentes en el sistema internacional y enfatizan principios tales como la igualdad soberana y la no-intervención en los asuntos internos de los Estados”. [7] 

Además, la comunidad internacional sabe –o debería saber– que cuando se derrumbaron las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, el gobierno cubano brindó inmediatamente su colaboración, y cuando el ciclón Katrina devastó Nueva Orleans, las autoridades cubanas ofrecieron espontáneamente su ayuda desinteresada. Todo un conjunto de propuestas constructivas fueron expuestas por la parte cubana, a pesar del recrudecimiento del bloqueo que sigue impactando negativamente en la alimentación, la salud, la educación, el transporte, la vivienda, y en otros sectores sensibles para el desarrollo del país y el bienestar de la población cubana. El bloqueo afecta directamente al ciudadano cubano de forma silenciosa, sistemática y acumulativa sin distinción de edad, orientación sexual, color de la piel, credo religioso o posición social de los individuos. Asimismo, atenta contra la niñez, los jóvenes y los ancianos y, en su conjunto, a los sectores más vulnerables de la sociedad cubana, llegando incluso a negar medicamentos vitales a nuestra población en el momento más necesario.   

Por otra parte, los incontestables logros cubanos en los campos de la educación, la salud, la cultura y el deporte, se conquistaron a pesar del bloqueo. El alto costo de éste, durante más de 50 años, independientemente de la pérdida en vidas humanas y daños materiales por las agresiones y las amenazas de intervención armada, fue evaluado en noviembre del 2012 por el ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrila, en más de un billón sesenta y seis mil millones de dólares, más de un millón de millones, calculados de manera rigurosa y conservadora sobre la base de la depreciación del dólar respecto al oro en las condiciones actuales.[8]  Obviamente, este elevado monto permitiría saldar muchas deudas públicas, empezando por la de Cuba, y cualquier persona sensata podría imaginar los niveles de vida y de desarrollo que la isla hubiera podido alcanzar de haber contado con esos recursos.

Y como bien señala Paul Estrade, a pesar de la incongruencia de este “Estado de Sitio” permanente y de la enormidad de los sufrimientos humanos que ocasiona, el autor no alza el tono, no ironiza, no invectiva, incluso se muestra gentil con el presidente Barack Obama, al que reconoce las medidas favorables para suavizar las condiciones de los viajes a Cuba. ¡Pero cuánto saldría engrandecido Obama de su estancia en la Casa Blanca si ordenara el levantamiento total del bloqueo! El Premio Nobel que recibió antes de lo debido aparecería merecido.

Esta es una obra para un público amplio e interesado en conocer toda la verdad sobre el “Estado de Sitio” que obstaculiza la normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. Salim Lamrani nos enseña su vocación de lucha como intelectual honesto y comprometido contra todas las injusticias. El libro es un mensaje de paz, pero no a cualquier precio, porque  invoca al respeto de la soberanía y la independencia entre las naciones, en especial la de Cuba, un país irracionalmente bloqueado por la más poderosa potencia imperialista de la historia.   

La exposición rigurosa de Salim Lamrani, sería inservible si los amigos de la Justicia y el Derecho no la usaran. Esta obra requiere de una nueva mirada por su autor, para actualizar los datos varados, los más recientes, en el año 2010, porque, en mi opinión, hay que difundir su contenido en otros idiomas: inglés y español, puesto que sus mensajes y argumentos son respetuosos, convincentes, implacables y fuertes. Debemos sensibilizar, con este libro, a la opinión pública estadounidense e internacional, e indignarse por este anormal “Estado de Sitio”, que merece ser combatido con ideas inteligentes, para que sea levantado de forma incondicional. Pues como ha ratificado Wayne S. Smith en el prólogo de este libro, el bloqueo contra Cuba es anacrónico, contra-productivo y constituye un imperativo preguntarse sobre lo que eso representa  en cuanto a la eficiencia del sistema político estadounidense, convirtiéndose así en uno de los errores más graves de los Estados Unidos en materia de política exterior.

Notas:


[2] EE.UU. intensifica acciones de bloqueo contra Cuba. Tomado de Cubaminrex/Dirección de Estados Unidos.

[3] James Carter, “Trip Report by Former U.S. President Jimmy Carter, March 28-30, 2011”, The Carter Center, 1 avril 2011. http: //www.cartercenter.org/news/trip_reports/cuba-march2011. Html (site consulté le 2 juin 2011).

[4] Christopher Hitchens, “What Was Bill Thinking?”, Newsweek, 24 septembre 2009. http://www.newsweek.com/id/216052/ (site consulté le 5 octobre 2009).

[5] Anya Landau French, Options for Engagement: A Resource Guide for Reforming U.S. Policy toward Cuba, Lexington Institute, avril 2009. http: //www.cubasource.org/pdf/Lexington Institute_engagement:_usa-cuba.pdf (site consulté le 2 juin 2011), p. 49.

[6] Julia E. Sweig, “Fidel ’s Final Victory”, Foreing Affairs, January/February 2007. Citado en el ensayo de Jorge Mario Sánchez Egozcue, “El conflicto Cuba/Estados Unidosm nuevas realidades VS viejas recetas: los límites del cambio”. Revue Cahiers des Amériques Latines, IHEAI, Sorbonne Nouvelle Paris III, 28 rue Saint Guillaume, 75007, Paris. www.iheal.univ-paris3.fr

[7] Carlos Alzugaray Treto, “Is Normalization Possible in Cuban-U.S. Relations after 100 years of history?”, Conferencia sobre relaciones cubano-norteamericanas en el Centro Robert Schuman del Instituto Universitario Europeo de Florencia, Italia, 7 de marzo del 2000. Ibídem.

[8] Datos tomados del discurso del ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, tema 41: “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. Nueva York, 13 de noviembre del 2012.

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