Una perspectiva histórica y jurídica
Por Leyde E. Rodríguez
Hernández
El Estado de sitio.
Las sanciones económicas de los Estados Unidos contra Cuba. Una perspectiva
histórica y jurídica,
del periodista, investigador y profesor francés Salim Lamrani, con prólogo de Wayne
S. Smith, antiguo Jefe de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en Cuba
(1979-1982) y prefacio del reconocido
especialista de historia contemporánea de las Antillas hispánicas, Paul
Estrade, profesor emérito de la Universidad Paris VIII, nos ofrece un profundo
y sucinto análisis sobre lo que para los cubanos constituye, desde hace más de
cinco décadas, el bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados
Unidos contra Cuba.
Este
ensayo, publicado en
el año 2011, en Francia, contiene un precioso
estudio de la evolución de las sanciones económicas contra Cuba de los
sucesivos gobiernos de los Estados Unidos de Eisenhower a Obama. El primer elemento que pretendo
destacar de este libro, es la acertada concepción de su proyección histórica y jurídica, permitiendo
al lector interpretar que el conflicto histórico Estados Unidos-Cuba es un
fenómeno de máxima actualidad en la política internacional, mientras permanezca
vigente la injusta estrategia de sanciones económicas y comerciales de los
Estados Unidos contra Cuba; la que, absurdamente, fue ratificada por la
administración del presidente demócrata Barack Obama, en septiembre del 2013, con
la retórica de que esa política unilateral, contra la mayor de las Antillas, responde
a los intereses nacionales de los Estados Unidos, lo que ha constituido, año
tras año, un invariable argumento para mantener prácticamente intacta dichas
sanciones, que, en su evolución histórica, desde el año 1961, han tenido
momentos de fortalecimiento, con el fin de estrangular a la economía cubana,
como en los años 1992 y 1996, cuando se aprobaron las leyes Torricelli y Helms
Burton.
De esta manera, Salim Lamrani expone,
con sólidos e irrefutables argumentos históricos y jurídicos, un fenómeno que
ha recibido, tradicionalmente, un tratamiento sesgado por los corporaciones de la información
internacional que, como en Francia, lo tergiversan, y ocultan deliberadamente
con fines marcadamente políticos e ideológicos, sin tener en cuenta los graves
daños que, en materia de derechos humanos y de bienestar social, provoca el
bloqueo a más de 11 millones de cubanos víctimas de un “Estado de Sitio” que se
torna genocida ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Con qué finalidad? Para conocerlo hay que leer
este ameno ensayo, de apenas 172 páginas, en el que su autor no se conforma con
subrayar los perjuicios humanos de esa obsoleta política –calificada por muchos
como embargo-, sino que examina y juzga, con cuidado minucioso, las etapas de
su elaboración y fortalecimiento, tanto por republicanos como demócratas, y lo ubica
desde el punto de vista del derecho internacional.
En los ocho capítulos que conforman
el libro, Salim Lamrani hace evidente la injusticia de las sanciones
económicas, financieras y comerciales hacia Cuba, pero su discurso y énfasis sobre
el tema está despojado de toda acritud hacia los Estados Unidos, apoyándose,
como de costumbre, en numerosas fuentes procedentes, en su mayoría, de
documentos oficiales publicados en ese país. Todo esto, a mi juicio, le otorga
credibilidad y rigor histórico a este ensayo, que, al mismo tiempo, contrasta y
ofrece algunos aspectos contradictorios de los cambios más recientes en la
geopolítica mundial, cuando expresa que después de la desaparición de la Unión
Soviética y el fin de la “guerra fría”, los Estados Unidos normalizó y
desarrolló sus relaciones con China y Vietnam, extendiendo contactos y acuerdos
puntuales con Corea del Norte, a donde, añado, los ciudadanos estadounidense
pueden viajar sin restricciones legales.
Así, el autor acumula hechos
precisos, cuyas fechas ilustran, establecen y reproducen todo un abanico de
opiniones autorizadas sobre el asunto tratado. Uno aprende de la pluma de los
jueces estadounidenses que importar delfines de Cuba o vender pianos a Cuba son
negocios que atentan contra los intereses y la seguridad interior de los Estados
Unidos. En las páginas de este libro, esta situación se torna más dramática e
inhumana, al denunciarse que, sólo por la prohibición de introducir en Cuba
medicinas insustituibles, han muerto cientos de personas de enfermedades que, de
haberse tratado con los medicamentos adecuados, hubieran sido curadas o los
pacientes afectados, por lo menos, prolongado
sus años de vida. Esta es parte de la realidad cotidiana del pueblo cubano, muy
afectada por el bloqueo, que no es un factor accidental, sin importancia, ni una
circunstancia desprovista de sentido y de consecuencias sino una estrategia
concebida para la destrucción y fragmentación de la sociedad cubana, y de las
instituciones creadas por la Revolución de 1959, liderada por Fidel Castro Ruz.
Sin embargo, coincido con las críticas
palabras introductorias de Paul Estrade, de que, en el presente, no se podría explicar,
menos que nunca, que la única causa del actual y grave estancamiento de Cuba se
debe al bloqueo que han impuesto los gobiernos estadounidenses desde 1960. Las transformaciones
económicas y sociales que se llevan a cabo en Cuba, con la activa participación
de los diversos sectores sociales, demuestran lo contrario, pues los cubanos
han aprendido de sus propios errores en la construcción del socialismo y
trabajan, en las adversas condiciones económicas y financieras en la búsqueda
de un nuevo modelo económico que conduzca a la nación hacia un futuro próspero
y sostenible. Todo esto desmiente los intencionados criterios que pretenden demostrar
que el gobierno cubano practica el inmovilismo al estilo del “socialismo real”
impulsado por la extinta Unión Soviética, y que utiliza, desde hace décadas, con fines
propagandísticos, las sanciones injustas que afectan a su pueblo para minimizar
sus propios errores y las debilidades o carencias que vulneran su sistema de
administración socialista.
Como particulariza Estrade, convendría, en este caso, explicar entonces por
qué el gobierno de los Estados Unidos no ha puesto fin a la política de bloqueo,
como se lo pide todos los años la Asamblea General de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) de modo casi unánime, pues en la más reciente votación, en el año 2013,
188 Estados de los 193 miembros se lo
pidieron otra vez votando la resolución “Necesidad de levantar el bloqueo
económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América a
Cuba”. El resultado de esta votación evidencia que la política de bloqueo contra
Cuba no es un asunto bilateral, sino que tiene un marcado carácter
extraterritorial y violatorio del derecho internacional y de las regulaciones
internacionales de comercio.
Por lo tanto, el carácter extraterritorial del bloqueo es una muestra del
desprecio de las autoridades de los Estados Unidos a la soberanía de otros estados,
en este aspecto descuella, de forma escandalosa, la desfachatez hacia sus
socios europeos. Maurice Lemoine,
periodista especializado en temas de América Latina y el Caribe, en su elogio al
libro de Salim Lamrani, en el prestigioso mensuario francés Le Monde
Diplomatique, recordó el carácter
extraterritorial del bloqueo con otros ejemplos precisos: “el 2 de septiembre
de 2004, la compañía aérea española Iberia recibió una multa de 55.000 dólares
por parte de la justicia estadounidense: transportó tabaco cubano e hizo escala
en Miami (la mercancía nunca salió del avión). Por su parte, el banco suizo UBS
tuvo que pagar 100 millones de dólares por recibir transferencias de fondos
cubanos en dólares; Washington colocó a la Netherlands Caribbean Bank (NCB) en
la lista negra a causa de sus relaciones comerciales con La Habana”. [1]
Estas acciones extraterritoriales no cesaron durante el periodo de la administración Obama, por lo que estimo requeriría de un desarrollo mayor en una nueva edición de esta obra.
Estas acciones extraterritoriales no cesaron durante el periodo de la administración Obama, por lo que estimo requeriría de un desarrollo mayor en una nueva edición de esta obra.
En
línea con el carácter extraterritorial del bloqueo, me permito ampliar el tema
con otros hechos más recientes relacionados con esa arbitraria política: el 28
de junio del 2013, la Oficina para el Control de los Activos Extranjeros (OFAC,
por sus siglas en inglés) del Departamento del Tesoro, multó a uno de los
bancos más importantes de Italia, el Intesa Sanpaolo S.p.A., obligándolo a
pagar 2 millones 949 mil 030 USD. Según la investigación realizada por la OFAC,
la institución bancaria procesó 53 transferencias a favor de Cuba entre los
años 2004 y 2008. Posteriormente, como si fuera insuficiente, el 22 de julio la
OFAC volvió a multar a otra entidad por violar el bloqueo contra Cuba, esta vez
con 5 millones 226 mil 120 USD. La víctima fue una de las principales agencias
turoperadoras estadounidenses, American Express Travel Related Services
Company. La OFAC aplicó esta sanción inspirada en la obsesión de los Estados
Unidos de evitar a toda costa que los estadounidenses viajen libremente a Cuba.[2]
A mi entender, todo esto constituye una verdadera guerra económica y ha sido un componente esencial de la estrategia de “cambio de régimen” acentuada por la administración de George W. Bush y continuada por Barack Obama, quienes con sus propias estrategias de política exterior se propusieron “acelerar” el derrocamiento de la Revolución cubana, pero sin resultados notorios, pues lo único que han provocado, con este criminal e inhumano accionar internacional -como señala Salim Lamrani-, es causar privación y sufrimiento al pueblo cubano.
A mi entender, todo esto constituye una verdadera guerra económica y ha sido un componente esencial de la estrategia de “cambio de régimen” acentuada por la administración de George W. Bush y continuada por Barack Obama, quienes con sus propias estrategias de política exterior se propusieron “acelerar” el derrocamiento de la Revolución cubana, pero sin resultados notorios, pues lo único que han provocado, con este criminal e inhumano accionar internacional -como señala Salim Lamrani-, es causar privación y sufrimiento al pueblo cubano.
En efecto, como el bloqueo resulta
costoso para la imagen mundial de los Estados Unidos e inútil para el
acercamiento entre dos pueblos castigados, la administración Obama, antes de
concluir su mandato, debería rápidamente renunciar a este fallido instrumento
de política exterior, que solo ha servido para oprimir las libertades y los
derechos humanos del pueblo cubano, y fortalecer el sentimiento nacionalista de
vastos sectores sociales en la isla. Pero si, en todo caso, el bloqueo
realmente proporciona un argumento cómodo al gobierno cubano en la
justificación de sus ineficiencias, entonces sería racional que sus instigadores lo
suprimiesen cuanto antes. Por cualquier arista que se analice, este bloqueo o
sanciones económicas que golpean a Cuba, carecen de fundamento. Los pretextos
bajo los cuales se justificaron en Washington, durante diferentes coyunturas o
épocas históricas, se han desvanecido uno a uno. Además, ¿quién puede pretender
que Cuba haya amenazado o amenace la “seguridad nacional” de los Estados
Unidos?
En esta obra, Salim Lamrani
esclarece cuál de los dos Estados ha sido el agresor en el curso de la historia
y cuál ha sido el agredido, particularmente desde 1959. El más mínimo
conocimiento de geografía permite reconocer que la Bahía de Cochinos, donde
intentaron desembarcar mercenarios en 1961, se encuentra en Cuba y no en
California, ha precisado el profesor Paul Estrade en su nota introductoria. Y
ha hecho bien porque todavía hoy al gran público estadounidense y europeo se le
hace creer lo contrario en las empecinadas campañas mediáticas contra la
Revolución cubana y sus líderes históricos, pretendiendo hacer ver que las
medidas revolucionarias que, a partir de 1959, beneficiaron, con toda justicia, al pueblo cubano,
estuvieron dirigidas a afectar los interés “legítimos” de los Estados Unidos en
Cuba.
Por eso, hay dos cuestiones que la
opinión pública internacional debe conocer: la primera de ellas, Salim Lamrani la
aborda con precisión en el séptimo capítulo de su obra, bajo el rótulo: “La
sociedad estadounidense contra las sanciones económicas”, en la que describe
cómo la anacrónica, cruel e ineficaz política de bloqueo suscita el rechazo de
la mayoría de todos los sectores de la sociedad estadounidense, a excepción del
segmento duro anticubano del exilio en La Florida y New Jersey, y de
legisladores que los representan, tales como Bob Menéndez (Demócrata por New
Jersey) y Marco Rubio (Republicano por La Florida), así como los representantes
Mario Díaz Balart (Republicano por La Florida), Albio Sire (Republicano por New
Jersey), David Rivera (Republicano por La Florida) e Ileana Ros-Lehtinen
(Republicana por La Florida). Esta fracción de la extrema derecha cubana-americana,
al dictar su política hacia Cuba, ha perjudicado los verdaderos intereses
nacionales de los Estados Unidos.
Ahí también se recuerda que los ex
presidentes James Carter y William Clinton han expresado en múltiples ocasiones
su oposición a la política de hostilidad de los Estados Unidos contra Cuba; y,
para más precisión, los cita textualmente: en el caso de Carter, después de su
segundo viaje a Cuba, en marzo del 2011, declaró: “Yo no he cesado de solicitar
a la vez en público y en privado el fin del bloqueo económico contra el pueblo
cubano, la eliminación de todas las restricciones financieras, comerciales y de
viaje”[3],
mientras que Clinton había afirmado que la política de sanciones es “absurda” y
su resultado es un “fracaso total”, pues ella no ha logrado sus objetivos de
cambio de régimen. Clinton se pronunció a favor de un nuevo acercamiento entre
ambos países.[4]
Lo más interesante para los anales
de la historia, es que una postura similar asumió el antiguo legislador Barack
Obama, en enero del 2004, cuando de forma categórica rechazó la política de
bloqueo: “Yo pienso que es el momento de levantar el embargo (bloqueo)”. Se
afirma que, en esa época, Obama había llegado a la conclusión de que el bloqueo
estrangulaba a los inocentes y había fracasado en su esfuerzo por derribar a
Castro.[5]
Por eso, en los mismos términos, varios centros de estudios académicos y políticos han recomendado a la administración Obama la eliminación de las sanciones impuestas a Cuba como condición para todo diálogo y recordando que el gobierno de La Habana ha demostrado que no acepta presiones ni amenazas de ningún tipo.
Por eso, en los mismos términos, varios centros de estudios académicos y políticos han recomendado a la administración Obama la eliminación de las sanciones impuestas a Cuba como condición para todo diálogo y recordando que el gobierno de La Habana ha demostrado que no acepta presiones ni amenazas de ningún tipo.
En suma, Salim Lamrani manifiesta
con suficientes ejemplos la oposición al bloqueo contra Cuba al interior mismo
de los Estados Unidos, en sectores políticos, legislativos, económicos,
empresariales, académicos, sindicales, militares, incluyendo la prensa, donde
afirma existe un sentir favorable y mayoritario al levantamiento de las
sanciones económicas contra Cuba, en los reconocidos periódicos: The New York
Times, Los Angeles Times y Washington Post. Todo esto va conformando un
consenso en la sociedad estadounidense que privilegia el levantamiento de las
sanciones económicas contra Cuba y la normalización de las relaciones entre
Washington y La Habana. En este debate público se incrementan las voces de los
que, en los Estados Unidos y Cuba, piensan que el constante fracaso de una
política agresiva impuesta después de medio siglo, debe llevar a la
administración Obama y al Congreso a modificar su estrategia y a ser receptivos
a la progresiva voluntad de la opinión pública estadounidense frente a las
arbitrarias e incomprensibles sanciones contra el pueblo cubano.
El segundo elemento que considero
importante enfatizar es que Cuba siempre ha estado dispuesta a conversar con el
gobierno de los Estados Unidos en condiciones de igualdad y respeto mutuo. Como
muestra de voluntad constructiva, Raúl Castro Ruz ha ofrecido en varias
oportunidades al gobierno de Barack Obama establecer conversaciones en conformidad con el derecho internacional,
insistiendo en que no habría gestos unilaterales sino pasos de reciprocidad.
Desde esa perspectiva, ante la movilidad de las circunstancias domésticas e
internacionales, el bloqueo se consolida como una estrategia cada vez más
rígida, sin contacto con la realidad cambiante del país e impidiendo la
normalización de las relaciones Cuba-Estados Unidos, pues así también fue visto
por Julia Sweig: “la política hacia Cuba, dirigida esencialmente hacia el
cambio de régimen ha sido por largo tiempo dominada por los deseos (“wishful
thinking”), cada vez más desconectada de la realidad de la isla, reforzada por
un ambiente político que premia a la Casa Blanca con lo que ellos quieren
escuchar”.[6]
Sin embargo, es atinado pensar, como plantea Carlos Alzugaray Treto, que “normalización significa una relación en la que la cooperación y conflicto coexisten bajo ‘reglas del juego’ mutuamente aceptables para ambas partes y se refuerzan las perspectivas para la cooperación mientras se crean a la vez las condiciones necesarias para conducir los conflictos de una manera orientada a su solución o su manejo sin escaladas imprevistas. Lógicamente, presupone que ninguna de las partes busca abiertamente la destrucción del otro, mucho menos como precondición para normalizar los vínculos. Esas reglas ya están presentes en el sistema internacional y enfatizan principios tales como la igualdad soberana y la no-intervención en los asuntos internos de los Estados”. [7]
Además, la comunidad internacional sabe –o debería saber– que cuando se derrumbaron las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, el gobierno cubano brindó inmediatamente su colaboración, y cuando el ciclón Katrina devastó Nueva Orleans, las autoridades cubanas ofrecieron espontáneamente su ayuda desinteresada. Todo un conjunto de propuestas constructivas fueron expuestas por la parte cubana, a pesar del recrudecimiento del bloqueo que sigue impactando negativamente en la alimentación, la salud, la educación, el transporte, la vivienda, y en otros sectores sensibles para el desarrollo del país y el bienestar de la población cubana. El bloqueo afecta directamente al ciudadano cubano de forma silenciosa, sistemática y acumulativa sin distinción de edad, orientación sexual, color de la piel, credo religioso o posición social de los individuos. Asimismo, atenta contra la niñez, los jóvenes y los ancianos y, en su conjunto, a los sectores más vulnerables de la sociedad cubana, llegando incluso a negar medicamentos vitales a nuestra población en el momento más necesario.
Sin embargo, es atinado pensar, como plantea Carlos Alzugaray Treto, que “normalización significa una relación en la que la cooperación y conflicto coexisten bajo ‘reglas del juego’ mutuamente aceptables para ambas partes y se refuerzan las perspectivas para la cooperación mientras se crean a la vez las condiciones necesarias para conducir los conflictos de una manera orientada a su solución o su manejo sin escaladas imprevistas. Lógicamente, presupone que ninguna de las partes busca abiertamente la destrucción del otro, mucho menos como precondición para normalizar los vínculos. Esas reglas ya están presentes en el sistema internacional y enfatizan principios tales como la igualdad soberana y la no-intervención en los asuntos internos de los Estados”. [7]
Además, la comunidad internacional sabe –o debería saber– que cuando se derrumbaron las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, el gobierno cubano brindó inmediatamente su colaboración, y cuando el ciclón Katrina devastó Nueva Orleans, las autoridades cubanas ofrecieron espontáneamente su ayuda desinteresada. Todo un conjunto de propuestas constructivas fueron expuestas por la parte cubana, a pesar del recrudecimiento del bloqueo que sigue impactando negativamente en la alimentación, la salud, la educación, el transporte, la vivienda, y en otros sectores sensibles para el desarrollo del país y el bienestar de la población cubana. El bloqueo afecta directamente al ciudadano cubano de forma silenciosa, sistemática y acumulativa sin distinción de edad, orientación sexual, color de la piel, credo religioso o posición social de los individuos. Asimismo, atenta contra la niñez, los jóvenes y los ancianos y, en su conjunto, a los sectores más vulnerables de la sociedad cubana, llegando incluso a negar medicamentos vitales a nuestra población en el momento más necesario.
Por otra parte, los incontestables
logros cubanos en los campos de la educación, la salud, la cultura y el
deporte, se conquistaron a pesar del bloqueo. El alto costo de éste, durante
más de 50 años, independientemente de la pérdida en vidas humanas y daños
materiales por las agresiones y las amenazas de intervención armada, fue
evaluado en noviembre del 2012 por el ministro cubano de Relaciones Exteriores,
Bruno Rodríguez Parrila, en más de un billón sesenta y seis mil millones de
dólares, más de un millón de millones, calculados de manera rigurosa y
conservadora sobre la base de la depreciación del dólar respecto al oro en las
condiciones actuales.[8] Obviamente, este elevado monto permitiría
saldar muchas deudas públicas, empezando por la de Cuba, y cualquier persona
sensata podría imaginar los niveles de vida y de desarrollo que la isla hubiera
podido alcanzar de haber contado con esos recursos.
Y como bien señala Paul Estrade, a pesar de la incongruencia de este “Estado de Sitio” permanente y de la enormidad de los sufrimientos humanos que ocasiona, el autor no alza el tono, no ironiza, no invectiva, incluso se muestra gentil con el presidente Barack Obama, al que reconoce las medidas favorables para suavizar las condiciones de los viajes a Cuba. ¡Pero cuánto saldría engrandecido Obama de su estancia en la Casa Blanca si ordenara el levantamiento total del bloqueo! El Premio Nobel que recibió antes de lo debido aparecería merecido.
Y como bien señala Paul Estrade, a pesar de la incongruencia de este “Estado de Sitio” permanente y de la enormidad de los sufrimientos humanos que ocasiona, el autor no alza el tono, no ironiza, no invectiva, incluso se muestra gentil con el presidente Barack Obama, al que reconoce las medidas favorables para suavizar las condiciones de los viajes a Cuba. ¡Pero cuánto saldría engrandecido Obama de su estancia en la Casa Blanca si ordenara el levantamiento total del bloqueo! El Premio Nobel que recibió antes de lo debido aparecería merecido.
Esta es una
obra para un público amplio e interesado en conocer toda la verdad sobre el “Estado
de Sitio” que obstaculiza la normalización de las relaciones entre los Estados
Unidos y Cuba. Salim Lamrani nos enseña su vocación de lucha como intelectual
honesto y comprometido contra todas las injusticias. El libro es un mensaje de paz, pero no a cualquier precio, porque invoca al respeto
de la soberanía y la independencia entre las naciones, en especial la
de Cuba, un país irracionalmente bloqueado por la más poderosa potencia
imperialista de la historia.
La exposición rigurosa de Salim Lamrani, sería inservible si los amigos de la Justicia y el Derecho no la usaran. Esta obra requiere de una nueva mirada por su autor, para actualizar los datos varados, los más recientes, en el año 2010, porque, en mi opinión, hay que difundir su contenido en otros idiomas: inglés y español, puesto que sus mensajes y argumentos son respetuosos, convincentes, implacables y fuertes. Debemos sensibilizar, con este libro, a la opinión pública estadounidense e internacional, e indignarse por este anormal “Estado de Sitio”, que merece ser combatido con ideas inteligentes, para que sea levantado de forma incondicional. Pues como ha ratificado Wayne S. Smith en el prólogo de este libro, el bloqueo contra Cuba es anacrónico, contra-productivo y constituye un imperativo preguntarse sobre lo que eso representa en cuanto a la eficiencia del sistema político estadounidense, convirtiéndose así en uno de los errores más graves de los Estados Unidos en materia de política exterior.
La exposición rigurosa de Salim Lamrani, sería inservible si los amigos de la Justicia y el Derecho no la usaran. Esta obra requiere de una nueva mirada por su autor, para actualizar los datos varados, los más recientes, en el año 2010, porque, en mi opinión, hay que difundir su contenido en otros idiomas: inglés y español, puesto que sus mensajes y argumentos son respetuosos, convincentes, implacables y fuertes. Debemos sensibilizar, con este libro, a la opinión pública estadounidense e internacional, e indignarse por este anormal “Estado de Sitio”, que merece ser combatido con ideas inteligentes, para que sea levantado de forma incondicional. Pues como ha ratificado Wayne S. Smith en el prólogo de este libro, el bloqueo contra Cuba es anacrónico, contra-productivo y constituye un imperativo preguntarse sobre lo que eso representa en cuanto a la eficiencia del sistema político estadounidense, convirtiéndose así en uno de los errores más graves de los Estados Unidos en materia de política exterior.
Notas:
[2] EE.UU. intensifica acciones de
bloqueo contra Cuba. Tomado de Cubaminrex/Dirección de Estados Unidos.
[3]
James Carter, “Trip Report by Former U.S. President Jimmy Carter, March 28-30,
2011”, The Carter Center, 1 avril 2011. http:
//www.cartercenter.org/news/trip_reports/cuba-march2011. Html (site consulté le
2 juin 2011).
[4]
Christopher Hitchens, “What Was Bill Thinking?”, Newsweek, 24 septembre 2009.
http://www.newsweek.com/id/216052/ (site consulté le 5 octobre 2009).
[5]
Anya Landau French, Options for Engagement: A Resource Guide for Reforming U.S.
Policy toward Cuba, Lexington Institute, avril 2009. http:
//www.cubasource.org/pdf/Lexington Institute_engagement:_usa-cuba.pdf (site
consulté le 2 juin 2011), p. 49.
[6]
Julia E. Sweig, “Fidel ’s Final Victory”, Foreing Affairs, January/February
2007. Citado en el
ensayo de Jorge Mario Sánchez Egozcue, “El conflicto Cuba/Estados Unidosm
nuevas realidades VS viejas recetas: los límites del cambio”. Revue
Cahiers des Amériques Latines, IHEAI, Sorbonne Nouvelle Paris III, 28 rue Saint
Guillaume, 75007, Paris. www.iheal.univ-paris3.fr
[7] Carlos Alzugaray Treto, “Is
Normalization Possible in Cuban-U.S. Relations after 100 years of history?”,
Conferencia sobre relaciones cubano-norteamericanas en el Centro Robert Schuman
del Instituto Universitario Europeo de Florencia, Italia, 7 de marzo del 2000. Ibídem.
[8] Datos tomados del discurso del
ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, en la
Asamblea General de las Naciones Unidas, tema 41: “Necesidad de poner fin al
bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de
América contra Cuba”. Nueva York, 13 de noviembre del 2012.
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