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jueves, 6 de agosto de 2015

Al recordar la masacre atómica de Hiroshima y Nagasaki. ¿Qué hacer por la supervivencia de la especie humana?




Por Dr. Leyde E. Rodríguez Hernández

“La Humanidad no podrá responder a los colosales desafíos que amenazan su propia existencia, si no lo hace mediante una nueva concertación de esfuerzos entre todas las naciones…” (1)

               

            De la bomba atómica a la estrategia nuclear

En la histórica primavera del año 1945, cuando ya era evidente la victoria de la antigua Unión Soviética (2) contra las potencias fascistas, la humanidad, que había vivido los trágicos sucesos acontecidos entre los años  1939 y 1945,  se preguntaba cómo evitar en la etapa posbélica una nueva conflagración de carácter mundial y sus nefastas consecuencias para la especie humana.

La lucha contra el nazifacismo había unificado los esfuerzos de los países aliados: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Unión Soviética, conocidos como los “cuatro grandes”, junto con la resistencia de los países ocupados por los ejércitos del Eje: Alemania, Italia, Japón y sus aliados. Pero los intereses, las posiciones de política interna y externa diferían entre el viejo y decadente imperio británico, Francia, el impetuoso capitalismo estadounidense o la socialista URSS. Los esfuerzos conjuntos exigidos por la guerra mantuvieron ocultas y silenciadas las contradicciones entre los aliados. La historia recordaba que las potencias occidentales: Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, con Winston S. Churchill en la Secretaría de Guerra, apoyaron la ofensiva de los ejércitos “blancos” con la intención de derrotar la recién nacida república de los soviets en el año 1917.

Y estos antecedentes eran, seguramente, evocados por ambos bandos, unidos en una cruzada común contra el fascismo. Por otra parte, emergían las discordancias del momento: Francia buscaba hegemonizar un movimiento europeo, mientras Gran Bretaña miraba con cierto menosprecio a las potencias continentales europeas. Los Estados Unidos aparecían con una aspiración hegemónica que preludiaba un nuevo peligro internacional. La URSS era seguida con admiración, pues la hazaña de un país atrasado y de campesinos en la derrota del fascismo se conjugaba, entonces, con el inicio de un proceso de desarrollo industrial.

Tuvieron lugar dos consecuencias, quizás las más importantes en la conformación del sistema internacional de la postguerra y en la evolución del tiempo histórico posterior, que deben ser resumidas: la aparición de los Estados Unidos y de la URSS, como las principales potencias mundiales, y el cambio en la tecnología militar ocasionado por el surgimiento del armamento atómico, lo cual ha tenido inevitables repercusiones en la política internacional y para la supervivencia de la humanidad.

Para los Estados Unidos, fue trascendental que la Segunda Guerra Mundial no afectara su territorio. Con esa ventaja, su economía entró en expansión. Durante la contienda, la industria estadounidense creció a un ritmo dinámico, la producción de manufacturas llegó a triplicarse con respecto a cifras anteriores a la guerra, las disponibilidades de bienes y servicios también aumentaron y la bonanza económica, junto a la creación de un gran contingente armado, le permitió absorber grandes masas desocupadas.

En esa coyuntura de ascenso económico, la administración de Franklin Delano Roosevelt tuvo el apoyo de los dirigentes del sistema corporativo norteamericano. Los hombres de negocios que dominaban el equipo de Roosevelt simbolizaron el consenso entre el Congreso y el poder Ejecutivo, que había sido presagiado en el invierno de los años 1939-1940, cuando los dirigentes del establishment económico comenzaron a respaldar la política de Roosevelt respecto al Eje fascista. Gracias a la guerra, el imperio norteamericano había recuperado su impulso: una alta tasa de empleo, capacidad de producción y optimismo social. El 40 por ciento de esa recuperación económica correspondió a la industria de armamentos. (3)

Pero no solamente en el plano económico crecieron los Estados Unidos. Las tareas de la guerra le permitieron contar con un flujo de investigaciones en nuevas tecnologías, que aprovechó en beneficio de su expansión financiera, militar y en política internacional. En términos políticos, se produjo un fenómeno psicológico alentado por sus principales líderes: la mayoría de los sectores sociales y de la opinión pública norteamericana creía que la nación tenía el poderío y la razón suficiente para dictar sus intereses al planeta. Esta percepción de los grupos de poder norteamericanos estuvo relacionada con el hecho de que, frente a la derrota de poderosos Estados capitalistas, como Alemania, la declinación del imperio británico, la debilidad de Francia y otras potencias de Europa continental agotadas por la guerra, los Estados Unidos se habían convertido en el único Estado capitalista con todas las dimensiones del poder para defender los objetivos e intereses globales de ese sistema social.

La URSS también aumentó su influencia internacional, luego de la segunda postguerra. A pesar de haber sufrido, durante el conflicto, la pérdida de 20 millones de personas, la destrucción de muchas ciudades y de su infraestructura industrial, la URSS experimentó un considerable crecimiento de poder e influencia política en el escenario internacional. La presencia del Ejército Rojo hizo posible el triunfo de las llamadas Democracias Populares en Europa Oriental, con las cuales la URSS formó en esa región un área de protección para sus intereses de seguridad nacional. Los Movimientos de Liberación Nacional asiáticos y africanos, que combatieron contra los imperios coloniales, encontraron en los soviéticos una inspiración ideológica, política e incluso efectiva ayuda internacionalista.

Después del año 1945, con la ampliación a escala planetaria del sistema internacional y sus profundas transformaciones estructurales, la segunda mitad del siglo XX devino, como ninguna otra centuria en la historia de la humanidad, en un período por excelencia de la política mundial. El poderoso movimiento anticolonialista de liberación nacional condujo a la formación de nuevos Estados, prácticamente en todos los continentes. Por primera vez en los anales de la historia, el sistema internacional alcanzó dimensiones efectivamente globales y quedaba divido en dos bloques políticos y militares antagónicos. La confrontación Este-Oeste, junto con la consecuencia de la solución militar para imponerse al enemigo, nació inmediatamente de la victoria aliada en un período con características cualitativamente nuevas, que no pudo reducirse al tradicional conflicto que oponía, desde su surgimiento en el año 1917, a la URSS y las potencias capitalistas.

Las tensiones que caracterizaron esta etapa de las relaciones internacionales se originaron en la postura agresiva asumida por los Estados Unidos, en respuesta a la expansión de la revolución mundial en sus dos vertientes fundamentales: socialista y de liberación nacional. Por su pujanza económica, magnitud tecnológica y militar, dada su superioridad aérea y naval, los Estados Unidos se erigieron en la potencia rectora del sistema internacional. En esas favorables condiciones internas e internacionales, la elite de poder apostó al éxito de su gran estrategia para lograr sus pretendidos fines de hegemonismo global, pues estaban convencidos de que muy pronto obtendrían la bomba atómica: el arma de mayor capacidad destructiva y efecto terrorista en toda la historia de la humanidad.

Logrado este objetivo, la bomba atómica pasó a formar parte de la planificación estratégica y política de los Estados Unidos. Para el presidente Harry Truman, la bomba sería, en lo adelante, el mecanismo ideal de imposición de los objetivos norteamericanos al sistema internacional y, en especial, una carta de triunfo para enfrentar a las posiciones de la diplomacia soviética. (4)

Así, la administración Truman comenzó una nueva etapa de la carrera armamentista con la explosión, por primera vez, de una bomba nuclear en el desierto del Estado norteamericano de Nuevo México, el 16 de julio de 1945, y la utilización del territorio de Japón como blanco y polígono de prueba de esa arma, pues seguidamente a la detonación experimental, lanzaron el día 6 y 9 de agosto de 1945, dos artefactos atómicos sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Los estrategas militares norteamericanos probaron en la práctica cuán potente y conminatoria sería la nueva arma en manos de los Estados Unidos.

A consecuencia de los bombardeos atómicos, contra estas dos ciudades, perecieron bajo los efectos de la irradiación 447 000 civiles. (5) Y ha sido enorme el dolor que, durante décadas, padecen miles de personas enfermas víctimas de los efectos nocivos de la difusión atómica. Este bombardeo no obedeció a una necesidad militar norteamericana puesto que después de la capitulación incondicional de la Alemania fascista y con la terminación de la guerra en Europa, la situación político-militar del Japón (6) empeoró y quedó completamente aislado. En realidad, la acción demostró el poderío bélico alcanzado por los norteamericanos, y que sobre esta base todas las naciones serían intimidadas, en especial, el gobierno soviético. El Secretario de Estado, James Byrnes, ilustró con claridad el interés manifiesto de los Estados Unidos con el bombardeo: “La bomba era necesaria tanto contra el Japón, como para hacer que la URSS resultase más fácil de manejar en Europa” (7) 

Los estrategas políticos y militares norteamericanos consideraron que la bomba atómica podía usarse contra los principales centros de dirección de cinco o diez ciudades soviéticas, sin que los Estados Unidos quedaran expuestos a una represalia comparable, porque poseían las únicas armas nucleares en existencia y la experiencia histórica del uso de ese terrible armamento demostraba que “los centros urbanos de Hiroshima y Nagasaki habían sido devastados sin efectos nocivos perceptibles para el resto del planeta”. (8) 

Otra era la visión de los expertos que participaron en la creación de la bomba atómica, antes y después de la rendición de Japón. Los científicos adjuntos al proyecto Manhattan (9) deseaban concluir sus trabajos de investigación relacionados con el arma nuclear y regresar a los trabajos afines con la física teórica y a sus respectivas vidas cotidianas.

El físico J. Robert Oppenheimer, declaraba con frecuencia: “Cuando la guerra concluya, no hay razón para continuar trabajando en la bomba nuclear (…) ella nos llevará a la comunidad primitiva.” La mayoría de los físicos reflejaron su repulsión al proyecto, después del uso de la bomba atómica en Japón, y su optimismo de que, con el establecimiento de la paz, la investigación y el desarrollo de las armas nucleares podría ser innecesaria. (10)

Con el surgimiento de la estrategia nuclear, los políticos norteamericanos reafirmaron que la fuerza militar representaría, en fin de cuentas, uno de los factores principales de la política exterior y de la estrategia político-militar estadounidense en las nuevas condiciones del escenario internacional de la postguerra. Por el concepto de fuerza militar comenzó a entenderse, en primer lugar, la capacidad aérea atómica y, más tarde, el potencial misilístico nuclear. La estrategia nuclear ofreció ventajas a los Estados Unidos sobre la URSS. Para Kissinger  “sería un medio eficaz para debilitar el control comunista sobre los territorios dominados por los soviets (…) las armas nucleares son “nuestras mejores armas”, el resultado de nuestra tecnología más adelantada. Dejar de emplearlas equivale a renunciar a las ventajas de un potencial industrial superior. (11)

Al mismo tiempo, el contexto internacional favoreció que distintas escuelas de pensamiento influyeran en la elaboración de la estrategia político-militar de los Estados Unidos. Una de las más relevantes fue la escuela politológica e histórica de la llamada Realpolitik, (“política realista”) que enfoca las relaciones exteriores de las grandes potencias, en general, a través del prisma de las relaciones de poder y, en especial, de las relaciones de poder militares. (12) El “realismo político” apareció cuando el acceso de los Estados Unidos al estatus de gran potencia impuso una meditación académica profunda sobre las implicaciones de las nuevas responsabilidades que le incumbían. (13)

Las concepciones de la “Realpolitik” o escuela del “realismo político” contribuyeron a la formación teórica de quienes diseñaron la proyección internacional norteamericana durante toda la postguerra. Por su peso argumental, la escuela del realismo político ofreció a la elite del poder estadounidense las tesis conceptuales fundamentales para su política exterior y la formulación de la gran estrategia de la “guerra fría”; además de erigirse en la corriente de pensamiento predominante en los principales estudios académicos y politológicos norteamericanos. El arma atómica, la posesión de la llamada arma absoluta, se convirtió en el núcleo de los nuevos desarrollos teóricos sobre la política exterior estadounidense. Los militaristas norteamericanos consideraron que, en principio, resultaba suficiente la sola amenaza de guerra nuclear para lograr, desde posiciones de fuerza, los objetivos y prioridades estratégicas de los Estados Unidos en el escenario internacional.

En lo adelante, esa concepción recibió prioridad en la propaganda e influencia psicológica sobre la opinión pública mundial y los líderes de los nuevos Estados nacionales independientes, pues, mientras los Estados Unidos poseyeran armas atómicas en sus arsenales, “sería impensable defensa alguna”, y toda resistencia a los objetivos norteamericanos resultaría inútil. En tales circunstancias, los Estados debían resolver los conflictos mediante concesiones y evitando tomar decisiones contrarias a las exigencias norteamericanas. Esta filosofía revistió alta importancia en la política de estadounidense contra la URSS. Los políticos de los Estados Unidos se comprometieron en hacer retroceder (to roll back, según la expresión en inglés) el socialismo a través de la consolidación del liderazgo norteamericano y de un expansionismo global conducido bajo los fundamentos teóricos de la “Contención del Comunismo”.

La nueva estrategia de “Contención del Comunismo” proclamada por el presidente Truman, el 12 de marzo de 1947, estableció el compromiso de frenar y derrotar a los movimientos populares, socialistas y de liberación nacional, que fueran considerados partes integrantes del expansionismo soviético en cualesquiera de las regiones del mundo. Esta proclama de Truman fue el punto de partida fundamental de la política exterior norteamericana de la “guerra fría”. Pero, en realidad, podía ser considerada la expresión final de la estrategia de “firmeza y paciencia” que había estado vigente durante un año, para convertirse en la idea o consigna principal en la definición de las relaciones de los Estados Unidos con la URSS.

La retórica de Truman fue coherente con el presupuesto que había respaldado durante casi un año la estrategia de “paciencia y firmeza”, pues ninguna política puede ser efectiva si no logra igualar los medios y los fines; y en ese sentido, las fuerzas armadas norteamericanas, que llegaron a 12 millones de efectivos al final de la guerra contra Alemania, habían disminuido a 3 millones para el mes de julio de 1946, y a 1,6 millones un año más tarde. El gasto de defensa, que había sido de 81,6 billones de dólares en el año fiscal de 1945, último año de la guerra, disminuyó a la cifra de 44,7 billones durante el año fiscal de 1946, y a 13,1 billones durante 1947. Además, en el mes de noviembre de 1946, la situación interna de los Estados Unidos se tornaba compleja con la elección de un Congreso republicano preocupado con la economía del país, por lo que no se veían muchas posibilidades de revertir la disminución del presupuesto de defensa. (14)

Sin embargo, la situación de limitados medios y recursos financieros forzó una vez más, como ya había ocurrido durante la guerra, a establecer, dentro de los marcos de la doctrina de la “Contención del Comunismo”, la distinción entre intereses vitales e intereses periféricos en la política exterior norteamericana. Pero, en ese contexto, la orientación de los objetivos de la única superpotencia mundial también comprendía que las posibilidades de su política exterior de ningún modo podían limitarse a sus lineamientos esenciales y a esperar tiempos mejores. Para los Estados Unidos era enteramente posible influir, políticamente con sus acciones, en la evolución interna de la URSS, y del Movimiento Comunista Internacional. Se trató de aumentar la tensión bajo la cual tenía que operar la política soviética y, en esa dirección, los norteamericanos promovieron tendencias que debían, eventualmente, encontrar su salida en la fragmentación o en el gradual deterioro del poder soviético. (15) 

Con la definición de las concepciones esenciales de la estrategia nuclear de los Estados Unidos, las tensiones recorrieron el sistema internacional. En el período de “guerra fría”, las superpotencias convirtieron las bombas nucleares y los misiles balísticos en símbolos de poder para disuadirse mutuamente, pero los Estados Unidos trataron entonces de manipular sus atributos de la manera más efectiva posible mediante la formulación de doctrinas, estrategias y políticas que expresaron su poderío militar y la probable viabilidad de una contienda nuclear en determinados escenarios. Toda una concepción de política exterior que, acompañada de los incesantes avances tecnológicos, estimuló una vasta carrera armamentista extendida a todos los ámbitos, incluido el espacio ultraterrestre. 

                                          Infierno y barbarie nuclear 

En pleno siglo XXI, son pocas las lecciones tomadas por la humanidad de la masacre atómica de Hiroshima y Nagasaki. Hibakushas llaman a los sobrevivientes de aquella catástrofe provocada por los Estados Unidos, el único país que ha provocado la barbarie con ese tipo de armas. De conocerse más y mejor la triste  historia de los Hibakushas, quizás el mundo no fuera el lugar de miedo en que lo han convertido las armas nucleares.

Hiroshi Nakamura tenía 80 años, el 1 de marzo de 2012, cuando ofreció, en La Habana, un testimonio estremecedor sobre los efectos de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki. Él vivía a 8 kilómetros del epicentro de una de las dos tragedias provocadas por la prepotencia norteamericana aquel agosto de 1945. Según contó: “Sintió un ruido ensordecedor y vio un gran rayo de luz que lo deslumbró y ya no supo qué hacer…”, en su testimonio recordó al niño de 13 años en un escenario en que todo ardía a su alrededor y que, huyendo del fuego, solo se cruzaba con espectros de seres humanos sin cabellos, con el rostro ennegrecido y las ropas desechas. “Algunos iban desnudos completamente, con los brazos cruzados como tratando de cubrirse el pecho y él no podía saber si eran hombres o mujeres de tan deformados que estaban…” (16) 

Tres días estuvo Nakamura ayudando a mover cadáveres. A él le tocaba tomarlos por los tobillos y al principio no lograba alzarlos porque se le corrían o se desgarraban las carnes. Alguien le gritó que metiera los dedos hasta el hueso. “Pero yo solo era un niño de 13 años y mi cuerpo estaba paralizado ¿No eres un hombre japonés? Me gritaron. Entonces me resigné e introduje mis dedos en las carnes descompuestas y apreté fuerte…Cargué alrededor de 30 cuerpos para los camiones y los llevamos hasta una gran fosa en las afueras de la ciudad y allí los dejamos… Fueron tres días en el infierno.” 17 

Para más horror, la tragedia de Nakamura, que es la de miles de ciudadanos de Hiroshima y Nagasaki, no terminó con el fin de la II Guerra Mundial. A lo largo de su vida, el infierno se ha sostenido en constantes enfermedades que comenzaron por la caída total del cabello a los pocos días del ataque, encías sangrantes, adelgazamiento abrupto, anomalías hormonales, cinco cirugías por cáncer… “Los daños que me provocaron las radiaciones me han hecho sufrir toda la vida…” Hoy mismo, mientras llegaba a La Habana, en Japón moría una hermana, otra hibakusha, sobreviviente de Hiroshima.

“Esta puede ser la última vez que cuente mis experiencias”, afirmó el hombre que, a pesar de los sufrimientos, considera un honor haber vivido tantos años para contarle al mundo el profundo daño físico y psíquico que provoca el contacto humano con la energía nuclear. Y citó a una persona allegada, cuyo pensamiento comparte: “La energía nuclear y la humanidad no deben convivir…” 18 

                               Un desastre que afectó la naturaleza 

También, en la capital cubana, Fuminori Tamba, profesor de la Universidad de Fukushima expuso datos sobre la tragedia en la planta nuclear de su ciudad tras el terremoto y el tsunami del 2011, cuando dijo que “ese desastre nos robó la bella naturaleza de la región y obligó a decenas de miles a abandonar sus hogares”.19 El experto calificó la tragedia como un escape grande de radiación que ha contaminado la tierra y las aguas, dañando toda la agricultura y la pesca. Los datos abruman. Más de 60 mil personas se marcharon de la prefectura y aun más de 100 mil niños permanecen en refugios temporales. Los que no han sido evacuados viven en áreas contaminadas sin poder salir de recintos cerrados bajo fuerte calor en condiciones alarmantes para su crecimiento y salud.

De acuerdo con una encuesta de dicha Universidad, realizada en un universo de 30 mil personas, hay familias que han cambiado hasta 10 veces de hogar en unos meses, hogares divididos en instalaciones provisionales. El desempleo y el subempleo sobrepasan el 50 por ciento de la población laboralmente activa. Cerca de la mitad de los menores de 35 años evacuados no tienen interés en regresar a su lugar de origen.

Sin embargo, al hablar de armas nucleares, los efectos serían absolutamente mucho más devastadores, puesto que los daños causados por la precipitación radioactiva sobre extensas zonas, el agotamiento del ozono por los óxidos nitrosos de las explosiones nucleares y los cambios climáticos producidos por el humo de grandes y prolongados incendios afectaría gravemente a la mayor parte del planeta.

Incluso en tiempo de paz, las actividades militares - especialmente aquellas que envuelven armas nucleares - afectan al medio ambiente, puesto que se continúa con la producción y ensayo de armamentos, la instrucción de combate y las maniobras, la construcción de bases e instalaciones militares y el mantenimiento de estados de alerta y de preparación para el combate, así como los accidentes. Por lo demás, el desarme nuclear también implica problemas ecológicos que deben evitarse.

Un acto de racismo nuclear…

En esos términos se expresó Roland Olham, Presidente de la Asociación de Víctimas de las armas nucleares, de Tahití, quien realizó una recia denuncia contra Francia, por sus ensayos nucleares primero en Argelia y, tras la independencia de ese país, en la llamada Polinesia francesa.

Por más de 30 años, entre 1960 y 1996, explotaron en ese pequeño territorio del Pacífico 133 bombas, la mayor concentración de ensayos nucleares en un solo lugar del planeta.

Los norteamericanos, los ingleses y los franceses han utilizado el Pacífico para sus ensayos nucleares. Algunas islas del Pacífico como el Atolón  de Muroroa se siguen usando como almacenes de desechos nucleares. Allí se han hecho más de cien ensayos subterráneos y el atolón está a punto de fragmentarse y pulverizarse. Si se desmorona, podría provocar un tsunami que causaría una gran catástrofe no solo para el Pacífico sino para el mundo por la gran cantidad de material radiactivo, químico, que contaminaría la vida marina.

“Lo que han hecho los franceses en mi país es un acto de agresión contra la minoría que somos. Es un acto de racismo que yo denomino “racismo nuclear”. (20)  

Oldham fue especialmente agudo en el análisis de la hipócrita política occidental que mientras habla de la paz, comete uno tras otros los más grandes crímenes. “Tienen sangre en las manos”, denunció y aseveró: “No se puede obtener la paz a través de las armas nucleares. No se puede cuando un país trata de agredir y dominar a otros…” (21) 

Los testimonios anteriores ayudan a comprender que la humanidad se enfrenta en el siglo XXI a dos grandes desafíos: el cambio climático y la existencia de armas nucleares, que de ser utilizadas provocarían un desastre ambiental, acelerando definitivamente el cambio climático global.

Si las armas nucleares, por su alto poder destructivo, carecen de utilidad militar, porque su uso provocaría un invierno nuclear de imprevisibles consecuencias para la vida en el planeta, entonces es necesario destruirlas y así nuestra especie se protegería de los accidentes, los errores de cálculo o cualquier actividad demencial que provoque su uso.

Por eso, ante la existencia de más de 20000 ojivas nucleares, más de 12000 de ellas listas para ser empleadas de inmediato por fuerzas aliadas o antagónicas, es más imperioso que nunca el esfuerzo mancomunado de todas las naciones para detener los programas de modernización de esas armas, a través de un efectivo proceso desarme nuclear. 

A estas armas fundamentales, se unen otras de exterminio masivo. En la esfera atómica, las bombas de neutrones o de rayos gamma, armas de radiación, las armas químicas y bacteriológicas. Todas estas armas acentúan al fenómeno de la guerra como un instrumento irracional de la política exterior de los Estados; mientras existan las armas nucleares, implican siempre el peligro de que ocurra el conflicto que nadie puede desear: la guerra nuclear. 

Lamentablemente, la actuación de las potencias imperialistas ha generado la proliferación de armamentos, incluso los de exterminio masivo. Muchos Estados subdesarrollados, con el apoyo de las grandes potencias capitalistas, gastan enormes sumas en armas convencionales y en los intentos de dotarse de armas nucleares, pero también químicas y bacteriológicas. La proliferación de armas lleva a la difusión del poder nuclear a Estados medianos e incluso pequeños, y ha acentuado los riesgos de la guerra en las relaciones internacionales. Todo esto se debe al mal ejemplo de las grandes potencias capitalistas, que no cumplen con el compromiso de trabajar por el desarme y no solo se arman ellas mismas, como base de su poder en el plano internacional, sino hacen grandes negocios suministrando armas a otros, contribuyendo así a las tensiones y los conflictos militares en diversas regiones. Por lo contrario, el desarme nuclear, en su aspecto conceptual, es el sistema de medidas cuya aplicación debe conducir a la completa destrucción o sustancial reducción de los medios de guerra y a la creación de las condiciones necesarias para eliminar la amenaza de una guerra mundial de carácter nuclear. 

En los estudios académicos de las Relaciones Internacionales, se distinguen los conceptos de limitación y control de armas nucleares y sus medios portadores (desarme parcial), enfocado también a mitigar la carrera armamentista, con el proceso general y completo de desarme nuclear que sigue siendo una aspiración de la humanidad, pero no es una utopía. 

Los ejemplos de acuerdos que prevén el desarme parcial son, por ejemplo, el Tratado de Moscú sobre la prohibición de los ensayos con armas nucleares en la atmósfera, en el espacio ultraterrestre y bajo el agua (1963) y el Tratado sobre la no proliferación de armas nucleares (1968). 

Lo que los Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS) pretendieron con sus acuerdos de limitación y control de armamentos, no ha sido otra cosa que conseguir la estabilidad en los presupuestos militares de ambos países manteniendo una cierta distensión en un sistema internacional bipolar, como fueron los casos de los acuerdos SALT-I (1972) y SALT- II (1979), este último no fue ratificado por el Senado de los Estados Unidos, que establecieron algunas limitaciones en los arsenales nucleares de las superpotencias de la época.

En años posteriores, con esos mismos objetivos y el interés de reducir los arsenales nucleares estratégicos, entendiendo por estos las armas atómicas y sus sistemas de lanzamientos, pero manteniendo siempre la doctrina de la disuasión nuclear recíproca, fueron firmados otros acuerdos como el START-I (1991), por el cual fueron desnuclearizados Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán. Este acuerdo fue considerado el de mayor reducción de armamentos en la historia. Por el START-I, Rusia declaró la reducción de sus vehículos de lanzamiento estratégico desplegados a 1.136 y sus cabezas nucleares a 5518; el START-II (1993), nunca llegó a entrar en vigor, pero se proponía la reducción de los arsenales de ambos Estados en torno al 50 %. 

Los Estados Unidos solo ratificaron el Tratado START-II en 1996 y no el paquete completo de medidas, que nunca sometió al Senado para su consideración. La retirada de Rusia del Tratado START-II, declarándose nulo, se produjo al día siguiente de la denuncia unilateral de los Estados Unidos, el 13 de junio de 2002, del Tratado ABM de 1972, que estableció la arquitectura de seguridad internacional con la prohibición del despliegue de sistemas de defensa antimisiles de los Estados Unidos y la Unión Soviética (Rusia). 

Roto el compromiso con el Tratado ABM, durante la administración de George W. Bush, los Estados Unidos avanzaron por su cuenta en el desarrollo de un Sistema Nacional de Defensa Antimisil extendido en sus variantes de defensas antimisiles de teatro a sus aliados en Europa, en el marco de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en Asia y el Medio Oriente. Esta es una estrategia militarista directamente relacionada con los medios de transporte del arma nuclear que goza, hasta ahora, de la firme oposición de Rusia, así como de China, porque representa una seria amenaza al precario equilibrio estratégico mundial.

El fracaso del Tratado START-II, llevó a la firma del Tratado SORT, el 24 de mayo de 2002, en Moscú, con vigencia hasta el 31 de diciembre de 2012. Este acuerdo limitó las cabezas nucleares estratégicas  a 1.700-2000, es decir por debajo de los límites propuestos en el Tratado START-II (2.000-2.500). La principal diferencia entre los tratados SORT y START radicó en que el primero obligaba a las partes al desmantelamiento de la carga y no a la destrucción de los vectores, por lo que, en términos prácticos, su alcance era limitado, tratándose más de una medida de confianza que de un acuerdo de desarme stricto sensu.

Con el START-III (2010), los Estados Unidos y Rusia, se comprometieron a reducir el 30 % de los arsenales nucleares estratégicos, hasta situarlos en un máximo de 1550 ojivas, para cada una, en el año 2020. Este acuerdo fue ratificado por el Senado estadounidense y la Duma Rusa el 22 y 24 de diciembre de 2010, respectivamente.

Este tratado, más reciente, y los llamamientos del presidente estadounidense Barack Obama a favor de un supuesto mundo libre de armas nucleares y el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz,  crearon algunas esperanzas, pero no se tradujeron en acciones concretas para el desarme nuclear, porque, para que ello ocurra, se requiere de un cambio de paradigma en las concepciones de la política exterior de las grandes potencias que propicie el abandono de las doctrinas y estrategias político-militares de la “guerra fría”, tales como la disuasión nuclear y las concepciones de seguridad internacional sustentadas en los presupuestos de la Destrucción Mutua Asegurada (DMA).  

Sin embargo, frente al desarme parcial de las grandes potencias debemos defender el enfoque de un desarme general y completo, el cual posee una dimensión más universal, racional y democrática. Entendemos por desarme general y completo el proceso que debe conducir a la total destrucción de los medios de conducción de la guerra y la eliminación de la carrera armamentista, priorizando las armas de mayor capacidad destructiva, como las armas nucleares, por su peligrosa amenaza a la paz y a la supervivencia de la vida en la Tierra. 
   
El desarme nuclear no es un acontecimiento aislado, sino un proceso que al enfrentarse a un problema global como la amenaza de guerra nuclear o a la catástrofe nuclear,  no se puede alcanzar por iniciativa de un solo país o dos gobiernos, porque concierne a toda la humanidad. El desarme nuclear de carácter integral y sostenible necesariamente tiene que incorporar a todos los actores internacionales afectados, incluyendo a los gobiernos, a los representantes de diversos sectores públicos, privados y la llamada sociedad civil.

El desarme nuclear de carácter sistémico es un tema que compete a la seguridad de las grandes potencias, a las potencias medias y a la gran mayoría de los países periféricos, independientemente de la estructura internacional existente como resultado de la configuración internacional de fuerzas en un periodo histórico determinado de las relaciones internacionales.   

Por lo que, desde una perspectiva teórica, el proceso desarme nuclear podría ser unilateral, bilateral o multilateral, universal, regional o local. Su ejecución puede ser completo o parcial y pudiera ser controlado o sin control. Cualquiera de las modalidades señaladas podría acompañar los movimientos hacia la consolidación de la seguridad y la estabilidad internacional. La dimensión multilateral está, en lo fundamental, en la Conferencia de Desarme, que fue creada en 1979, en el primer periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General  de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), contando, actualmente, con 65 miembros.

Reivindicar el fortalecimiento de la Conferencia de Desarme, frente al desinterés de las grandes potencias nucleares en materia de desarme nuclear, es enfrentar el injusto “orden” internacional convulsionado por el actuar violento  de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia que se proyectan más a “policiar” las relaciones internacionales, con el pretexto de intervenciones con “fines humanitarios” o para “proteger” los derechos humanos, que a edificar las bases de un verdadero, genuino, justo y humano nuevo orden mundial que preserve la paz, la estabilidad y los intereses de toda la humanidad.

Es en el marco de la ONU, en su Conferencia de Desarme, donde debe iniciarse un proceso profundo, escalonado y por etapas de desarme nuclear en beneficio de la supervivencia de la humanidad, y no en mecanismos alternativos, manejados o manipulados por un grupo de potencias nucleares. 

La Conferencia Desarme debe trabajar para evitar una catástrofe climática de dimensiones planetaria, inducida por la energía nuclear. Así como extender a otras regiones del sistema internacional los regímenes que propician la existencia de Zonas Libres de Armas Nucleares (ZLANs), hasta ahora existentes en el Sureste Asiático (Tratado de Bangkok); Asia Central (Declaración de las Cinco Naciones de Almaty); África (Tratado Pelindaba); Antártida (Tratado Antártico); América Latina y el Caribe (Tratado de Tlatelolco) y el Pacifico Sur (Tratado de Rarotonga).

Para lograr el desarme nuclear universal se requiere mayor voluntad política de las grandes potencias, lo que solo podría ser posible mediante un movimiento global de educación y sensibilización para el desarme y en rechazo a las armas nucleares. La educación para el desarme nuclear, aunque parezca tan obvio, empieza por la divulgación de información y la concientización de la opinión pública nacional e internacional por todos los medios de prensa al alcance de los Estados, incluyendo las nuevas tecnologías de las comunicaciones, como las  redes sociales existentes en Internet. Se hace necesaria la apertura de sitios y páginas Web en la red de redes en defensa del desarme nuclear, lo que significa luchar por la salvaguardia de la paz y por el derecho de la especie humana a existir. 

El desarme nuclear no es una utopía, como algunos afirman y desestimulan. Es un proceso que requiere de un trabajo de concertación internacional de enormes esfuerzos y envergadura política, para poder vencer los manejos militaristas de las grandes potencias capitalistas dotadas de enormes arsenales nucleares. 

A pesar de la compleja coyuntura de la política internacional actual y de las posiciones antagónicas entre las principales potencias mundiales, sí se podría lograr el objetivo del cese de la carrera de armamentos nucleares y el desarme nuclear, mediante las siguientes propuestas de acciones o medidas:

a) Creación de una cultura política o educación mundial de paz y contra las armas nucleares, por todos los medios y vías posibles, que ofrezca una visión de la importancia actual y futura de un mundo sin armas nucleares; porque el uso o amenaza de uso de armas nucleares constituye un crimen contra la humanidad y una violación al derecho  internacional,  incluido el derecho internacional humanitario y la Carta de Naciones Unidas. 

b) Cesación del desarrollo y el perfeccionamiento cualitativo de las armas nucleares. Los países de América Latina y el Caribe han expresado su total  rechazo al perfeccionamientode las armas nucleares existentes y al desarrollo de nuevos  tipos de esas armas, lo que  es inconsistente con  la obligación de un completo desarme nuclear, y han llamado a todos  los Estados a que se abstengan de efectuar explosiones de prueba de armas nucleares, otras explosiones nucleares o cualquier otro   experimento no explosivo relevante, incluyendo experimentos subcríticos, para  fines de desarrollo de armas nucleares. 

Estas  acciones  son contrarias al objeto y propósito del Tratado de Prohibición    Completa  de  los Ensayos Nucleares (CTBT), su espíritu, si no la letra, socavando su impacto deseado como una medida de desarme nuclear. De ahí la exigencia de que se prohíban completamente los ensayos nucleares de todo tipo y la importancia de la ratificación del CTBT, como un paso imprescindible para su entrada en vigor, como un instrumento, como una cuestión prioritaria, y una muestra de su voluntad política y de su compromiso con la paz y la seguridad internacionales. 

c) Cesación de la producción de todos los tipos de armas nucleares y de sus vectores y de la producción de material fisionable para armas.Para ello, los Estados poseedores de armas nucleares deberían eliminar la función de las armas nucleares en sus doctrinas, políticas de seguridad y estrategias militares, o como un enfoque prospectivo para el manejo de conflictos, con el fin de alcanzar la total eliminación de este armamento independientemente de su tipo o ubicación geográfica.

d) Aplicación de los avances de la ciencia y la tecnología en el desarme nuclear; o sea, en beneficio de la humanidad. Además, el desarme nuclear también implica preservar la ecología planetaria, lo que debe hacerse a través de los mejores resultados alcanzados por la ciencia y las nuevas tecnologías.

e) Reducción de los gastos militares y utilización de los recursos destinados al mantenimiento de los arsenales nucleares, para el desarrollo, atendiendo a la conexión intrínseca entre desarme y desarrollo. 

El drenaje de recursos al sector militar sigue siendo enorme a nivel global. El gasto militar global asciende a 1,75 billones de dólares. Los Estados Unidos y sus aliados continúan como los responsables de la gran mayoría del gasto militar mundial. Los miembros de la OTAN gastan un billón de dólares, y las potencias emergentes como China y Rusia también aumentan sus gastos militares. (22)

f) Un programa amplio y por etapas con plazos convenidos para la eliminación de las armas nucleares, bajo estricto y eficaz control de la Conferencia de Desarme de la ONU.

Sobre este inciso, es paradigmático el posicionamiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en la identificación de las vías y métodos para eliminar las armas nucleares en el plazo más corto posible, con el objetivo de acordar un programa por fases para la eliminación completa de las armas nucleares en un período de tiempo específico, que prohíba su desarrollo, producción, adquisición, prueba, almacenamiento, transferencia, uso  o amenaza del  uso, y estipular su destrucción. (23)

Los países miembros de la CELAC coinciden en el interés legítimo de los Estados no poseedores de armas nucleares, entre los que se incluyen   todos los miembros de la CELAC, que los Estados poseedores de armas nucleares brinden garantías inequívocas y jurídicamente vinculantes de no usar ni amenazar con el uso de esas armas. Los Estados miembros de la CELAC han instado a trabajar en la negociación y adopción, en el plazo más breve posible, de un instrumento universal jurídicamente vinculante en materia de garantías negativas de seguridad. 

Otro documento estratégico para las relaciones internacionales dio continuidad a las ideas anteriormente expuestas por la CELAC en la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz en la que se expone que “la integración fortalece la visión  de un orden internacional justo, afirmado en el derecho y en una cultura de paz que excluye el uso de la fuerza y los medios no legítimos de defensa, entre ellos las armas de destrucción  masiva y, en particular, las armas nucleares”. A la vez que destacó la relevancia del Tratado de Tlatelolco para la Proscripción de la Armas Nucleares en América Latina y el Caribe que estableció la primera zona libre de armas nucleares, en un área densamente poblada, siendo este una contribución  a la paz y la seguridad regional e internacional”, reiteró la urgente necesidad del Desarme Nuclear General y completo, así como el compromiso con la Agenda Estratégica del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (OPANAL), adoptada por los 33 Estados miembros del Organismo, en la Conferencia General de Buenos Aires en agosto de 2013. (24)

En realidad, en el siglo XXI, se han agravado los temores y peligros ya existentes en la época de la confrontación bipolar o de la llamada “guerra fría” del siglo XX, acerca de la posibilidad de una guerra generalizada con armas nucleares. Debe recordarse que la Conferencia del Tratado de No Proliferación (TNP) adoptó una decisión trascendental, denominada “Principios y Objetivos de Desarme y No Proliferación Nuclear (Documento NPT/Conf.1995/L.5)”, que también ha sido contraria a los intereses hegemónicos de las grandes potencias; por lo que todo está aún por hacerse para alcanzar el desarme nuclear. 

Pero, es necesario conocer y concientizar que un verdadero proceso de desarme nuclear requiere de un inevitable cambio cualitativo de las relaciones internacionales, no solo una distensión pasajera entre las grandes potencias sino la creación de un genuino “nuevo orden mundial”, justo y humano, donde se prioricen las necesidades de la inmensa mayoría de las naciones. Lo que no sería posible bajo la dominación de la actual Formación Económica y Social Capitalista, pues como diría Lenin: “el militarismo moderno es el resultado del capitalismo. Es en sus dos formas, una manifestación vital del capitalismo: como fuerza militar utilizada por los Estados capitalistas en sus choques externos y como instrumento en manos de las clases dominantes”. (25)

Mientras tanto, ante la inminente amenaza que significan los enormes  arsenales de armas nucleares, para la continuidad de la vida en nuestro planeta, los Estados debieran actuar con urgencia a favor de la construcción de nuevas perspectivas políticas y económicas que contribuyan a la transformación de las relaciones internacionales, única vía conducente hacia el logro de un desarme general y completo, que incluya a las peores armas: las nucleares. 

                    La necesidad de “pensar la paz” y el desarme

En las últimas décadas, la política exterior de Cuba, en múltiples tribunas internacionales, ha expresado su preocupación por la parálisis de la agenda multilateral de desarme, mientras los gastos militares, en todas las regiones del sistema internacional, siguieron una tendencia desproporcionada, después de la desaparición de la confrontación Este-Oeste. 

A pesar del proclamado fin de ese conflicto en las relaciones internacionales, no fueron  detenidos los programas de modernización de las armas nucleares, aún cuando ya es ampliamente conocido el peligro mortal que éstas representan para la supervivencia de la humanidad.

Para tener una idea, los Estados Unidos, que constituyen el principal inversionista en armamentos, aumentó sensiblemente los gastos militares después del 11 de septiembre de 2001, en más de 661 mil millones de dólares en el año 2009, y en el  2012 sobrepasaron los 750 mil millones de dólares, como resultado de los cambios operados, en septiembre de 2002, en su doctrina militar y en su estrategia de seguridad nacional, en el contexto de la costosa intervención militar en Irak y de la “guerra contra el terrorismo”, cuyas concepciones sostuvieron la posibilidad del uso de las armas nucleares, en caso de que un escenario militar desfavorable a  sus objetivos e intereses así lo exija.

Resulta contraproducente que el gasto militar mundial continúe superando con creces los fondos dedicados a cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La humanidad debería enfrentar cuanto antes esas realidades con urgentes acciones.

Ante esta problemática, Cuba ha reiterado, en foros internacionales, su propuesta de crear un fondo manejado por las Naciones Unidas, al cual se destinarían al menos la mitad de los actuales gastos militares, para atender las necesidades del desarrollo económico y social de los países necesitados.

En cuanto a las armas nucleares, no hay dudas que representan un grave peligro para toda la especie humana y que miles de ellas "se encuentran listas para ser empleadas de inmediato”. Cuba siempre ha reafirmado la histórica posición del Movimiento de Países No Alineados de que el desarme nuclear es, y debe seguir siendo, la más alta prioridad en la esfera del desarme. Al tratarse de la supervivencia de la especie humana y de la preservación del planeta, la relevancia del desarme nuclear no debería ser ignorada o minimizada por las grandes potencias, así como por todos los países poseedores de esas terribles armas de destrucción masiva.

El 4 de noviembre de 2002, Cuba depositó, en Moscú, el instrumento de su adhesión al Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). En el momento de la adhesión, el gobierno cubano reiteró su posición de principios de que las doctrinas militares sustentadas en la posesión de las armas nucleares son insostenibles e inaceptables, a la par de que a ningún Estado o grupo de Estados debe permitírsele el monopolio de las armas nucleares ni su desarrollo cuantitativo y cualitativo.

Para Cuba la única forma de superar los vicios de origen del TNP, y su esencia selectiva y discriminatoria, es cumpliendo el objetivo de la eliminación total de las armas nucleares, que garantizará la seguridad de todos los Estados por igual. Asimismo, ha denunciado las conocidas pretensiones de algunos Estados que promueven un enfoque de no proliferación selectivo, donde el problema no radica en la existencia de las armas nucleares, sino en la “buena” o “mala” conducta de quien las posee, por lo que ha rechazado categóricamente la aplicación selectiva del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP); considerando, además, que las obligaciones contraídas en materia de desarme nuclear y el uso pacífico de la energía nuclear no pueden continuar siendo relegadas en el marco de ese Tratado.

Un aspecto esencial, para Cuba, es su firmeza por el respeto al derecho inalienable de los Estados al uso pacífico de la energía nuclear, bajo la estricta observancia de los compromisos contraídos en virtud del TNP. En ese sentido, la Isla ha abogado por la conclusión de un instrumento universal, incondicional y jurídicamente vinculante sobre garantías de seguridad para los Estados que no posean armas nucleares, porque, en apego a la verdad, es la falta de voluntad política de las principales potencias mundiales lo que impide un debate sobre estos temas cruciales para la preservación de la paz y la vida en nuestro planeta.

Cuba y el Tratado de Tlatelolco

El Tratado de Tlatelolco tiene como objetivo el establecimiento de una zona libre de armas nucleares en la parte del Hemisferio Occidental que comprende a los países latinoamericanos y caribeños. Con la ratificación de Cuba, dicho Tratado entró en vigor en toda su área de aplicación, y se declaró a América Latina y el Caribe como la primera zona habitada de la Tierra completamente libre de armas nucleares.

Entre las obligaciones del Tratado se incluyó la prohibición del ensayo, el uso, la fabricación, la producción o la adquisición de toda arma nuclear. También prohíbe el recibo, el almacenamiento, la instalación, el emplazamiento o cualquier forma de posesión de estas armas.

Cuba, cuando firmó el Tratado de Tlatelolco el 25 de marzo de 1995, expresó su voluntad política y el compromiso en relación con la aplicación de ese instrumento jurídico. Fue esencialmente un acto de solidaridad con los países de América Central y el Caribe, a pesar de que los Estados Unidos, única potencia nuclear en las Américas, sostenía –mantiene todavía en el 2014- contra Cuba una política de hostilidad, con un permanente bloqueo económico, comercial y financiero, refuerza su campaña mediática contra el país y mantiene por la fuerza, y en contra de la voluntad del pueblo cubano, la ocupación ilegal de una parte del territorio nacional en Guantánamo.

Al momento de ratificar el Tratado de Tlatelolco, estos obstáculos continuaban estando presentes e incluso se acrecentaron en los años posteriores. Sin embargo, en contraposición al interés de la superpotencia mundial de hacer prevalecer el unilateralismo en la solución de los problemas internacionales, Cuba, una vez más, demostró su compromiso con la promoción, el fortalecimiento y la consolidación del multilateralismo y los tratados internacionales en materia de desarme y control de armamentos.

La ratificación del Tratado de Tlatelolco reafirmó el apego y el respeto de Cuba al principio de la no proliferación nuclear en el contexto global. Es decir, la aplicación de medidas en este ámbito constituye solo un paso intermedio en el proceso hacia la eliminación total de las armas nucleares. Es una importante contribución a los esfuerzos regionales en favor del desarme nuclear, la paz y la seguridad internacionales. 

Todo esto es motivo de orgullo para América Latina y el Caribe, por ser la primera área densamente poblada del sistema internacional que se declaró como Zona Libre de Armas Nucleares (ZLAN), por medio de dicho tratado. Lo que ha reafirmado que la creación de una ZLAN en la región de América  Latina y el Caribe, ha contribuido con el desarme y la no proliferación nuclear, así como con la paz y la seguridad regional y global. (26)

En ese sentido, el Tratado de Tlatelolco y el Organismo para la Proscripción de las  Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (OPANAL) han sido un referente político, jurídico e institucional  en la   creación de otras Zonas Libres de  Armas Nucleares (ZLANs) en diferentes  regiones del planeta. La experiencia del OPANAL constituye hoy, junto a las otras cuatro ZLANs existentes y Mongolia como Estado declarado unilateralmente libre de armas nucleares, un importante patrimonio de la comunidad internacional para inspirar la creación de nuevas ZLANs y avanzar hacia el objetivo de un mundo libre de armas nucleares, (27) por las consecuencias humanitarias de enormes  proporciones   y   los   efectos   globales   de   cualquier   detonación   accidental   o   intencional de carácter nuclear.  

Ganarnos el derecho a seguir existiendo

En el año 2009 entraron en vigor dos nuevas zonas libres de armas nucleares, que comprende Asia Central y África, cuando todavía, en este último continente, muchos se preguntan dónde se encuentran las armas nucleares que estuvieron bajo el poder del oprobioso régimen del Apartheid en Sudáfrica. Por otro lado, en la región del Medio Oriente reina la impunidad con el caso de Israel, que con la ayuda y la cooperación de los Estados Unidos fabricó el arma nuclear disponiendo hoy de cientos de ellas, sin reconocer la posesión de estas armas. El mismo Israel que, con la complicidad de la llamada Comunidad Internacional, atacó y destruyó los reactores de Irak, para impedir el desarrollo de las investigaciones de sus vecinos países Árabes. Precisamente, el mismo Israel que ha revelado encontrarse presto para atacar y destruir los centros de producción de combustible nuclear de Irán.  

Sin embargo, aunque parezca contradictorio, en marzo de 2012, en Seúl, capital de Corea del Sur, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se reunió en una Cumbre de seguridad nuclear para imponer políticas relacionadas con la disposición y uso de las armas nucleares; precisamente cuando el Pentágono planificaba un proceso de amplia destrucción de la infraestructura de Irán, mediante el uso combinado de bombas nucleares y tácticas, y de monstruosas bombas convencionales con  nubes en forma de hongos, que incluye a “la madre de todas las bombas”: MOP (Massive Ordnance Penetrator, por su nombre en inglés), que es considerada también una poderosa bomba contra instalaciones nucleares subterráneas, como las de Irán y Corea del Norte, pues, por su alta capacidad destructiva, puede reventar un bunker de 13,6 toneladas.

A la sombra de las armas de alto poder destructivo, y del arma nuclear, siguen estando las relaciones internacionales del siglo XXI. Insuficientes lecciones ha tomado la humanidad de dos hechos en torno al arma atómica o nuclear que conmocionaron al sistema internacional en su conjunto: el monstruoso bombardeo, inigualable acto de terrorismo de Estado, de Hiroshima y Nagasaki, ordenado por Truman en 1945, inaugurando un periodo de permanente militarismo y “chantaje nuclear”, que condujo por primera vez y afortunadamente a la última, hasta ahora, en que la especie humana se ha visto al borde de la guerra termonuclear, escenario que tuvo como centro a Cuba, en octubre de 1962, en el contexto de la confrontación soviético-norteamericana. Se puede decir que nunca antes el porvenir de la humanidad dependió tanto del entendimiento entre los seres humanos, así como de la evolución de las relaciones internacionales, a favor de un clima global de paz que permita la supervivencia de la sociedad mundial.

Hoy no es posible concebir el progreso sin que se pueda despejar el camino que conduce inexorablemente a la catástrofe. Albert Einstein alertó que el poder desencadenado del átomo lo ha cambiado todo excepto nuestras formas de pensar, y es por ello que avanzamos sin rumbo hacia una catástrofe. El desarme y la paz constituyen la única alternativa posible y realista a la catástrofe sin precedentes. El líder histórico de la Revolución Cubana, en el diálogo con los "hibakushas", advirtió: “Nadie nos puede arrebatar la libertad para influir en los demás, dando a conocer la verdad que es la única forma de cambiar los acontecimientos… Se trata de una batalla que estamos obligados a ganar, y habrá que  hacer todo lo posible para ganarnos el derecho a seguir existiendo....” “Un mundo con armas nucleares no puede existir. No es compatible la paz con las armas nucleares, un hecho que cualquiera puede comprobar”. (28)

Es por ello que el progreso es equivalente al desarme y la paz. Sin desarme y paz global, otro mundo no sería posible. En pocas palabras, en los tiempos difíciles que corren para la vida en la Tierra, la tarea impostergable, no exenta de audacia política en esta hora cargada de amenazas, es la necesidad de “pensar la paz” y el desarme nuclear.

Notas:

1. Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en los funerales del líder sudafricano Nelson Mandela, en Johannesburgo, el 10 de diciembre de 2013, Granma, La Habana, 11 de diciembre de 2013, p. 5.

2. En lo adelante URSS: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

3. Véase de William Appleman Williams, “La guerra por la frontera” en: La Tragedia de la Diplomacia Norteamericana, Editorial Edilusa, S. A; La Habana, 1961, p. 169.

4. Sobre la bomba atómica y la política exterior de los Estados Unidos, véase de Nikolái Yakolev, De Truman a Reagan, les hommes de la Maison Blanche, Moscou, Editions du progres, 1986; De H. S. Truman, Memorias. Años de prueba y esperanza, Barcelona, Editorial Vergara, 1956; y en las memorias de Winston. S. Churchil, “The atomic Bomb” Chapter XXVIII en: The Second World War, Published in Penguin Books, London, 1989, p. 939.

5. Una cifra estimada que aparece en el libro, La Gran Guerra Patria de la Unión Soviética 1941-1945 en el capítulo “Derrota del Japón militarista”, Compendio de Historia, Editorial Progreso, Moscú, 1970, p. 465.

6. Winston S. Churchill dice en sus memorias que al día siguiente del lanzamiento de la segunda bomba atómica contra la ciudad de Nagasaki, el gobierno japonés aceptó el ultimátum de rendición, las tropas aliadas entraron por la bahía de Tokio, y en la mañana del 2 de septiembre, firmaron el documento formal de rendición a bordo del acorazado norteamericano Missouri, véanse estos pasajes en ob. cit; Pp. 939-950.

7. Citado por William Appleman Williams, ob.cit; p. 198.

8. Véase de Edward N. Luttwak. “La falacia estratégica de Clinton”. El País, Madrid, 10, julio, 2000.

9. Nombre del complejo de organizaciones que trabajaron en la creación de la primera bomba atómica norteamericana. El “proyecto Manhattan” comenzó con la participación de 10 000 personas y una asignación de 2 billones de dólares, según Adam Schulmora en el trabajo, “Bacon´s Proof. The Career and Controversies of Edward Teller”, The National Interest, Washington, n. 67, Spring, 2002, p.130.

10. El estado de ánimo de los físicos que participaron en la creación de la bomba atómica aparece en las Memorias de Edward Teller, físico que participó en el proyecto y es considerado el padre de la bomba de hidrógeno. Véase de Edward Teller y Judith L. Shoolery, Memoirs: A Twentieth-Century Journey in Science and Politics, Cambridge, MA: Perseus, 2001; y de Adam Schulmora, artículo citado.

11. Véase de Henry A. Kissinger, “¿La Guerra Limitada debe ser convencional o nuclear?” En el libro compilado por Donald G. Brennan, Desarme. Control de Armamentos y Seguridad Nacional, Editorial Seix Barral, Barcelona, 1964, p. 171.

12. Sobre una teoría realista de la política internacional y los seis principios de realismo político, véase la obra de Hans J. Morgenthau, Politics Among Nations. The Struggle for Power and Peace, Alfred A. Knapf, New York, 1967, Pp. 12-26.

13. Véase Jacques Jean Roche. Theories des Relations Internationales, Edition Montchrestien, París, 1994, p.63

14. Véase de John Lewis Gaddis, “La Contención antes de Kennan”, Estrategias de la contención, Grupo Editor Latinoamericano, buenos aires, 1989, Pp. 37-38.

15. Sobre los objetivos fundamentales de la política exterior norteamericana en ese momento histórico véase de George F. Kennan: Memorias de un diplomático, Luis de Caralt, Barcelona, 1972, y Las fuentes de la conducta soviética y otros escritos, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1991.

16. Encuentro de Fidel con los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Véase en Fidel Castro: “Estamos obligados a ganar la batalla por la sobrevivencia”. Tomado de Cubadebate: http://www.cubadebate.cu/noticias/2012/03/02/fidel-castro-estamos-obligados-ganar-batalla-sobrevivencia/

17. Encuentro de Fidel con los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Ibídem.

18. Encuentro de Fidel con los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Ibídem.

19. Encuentro de Fidel con los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Ibídem.

20 Encuentro de Fidel con los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Ibídem.

21 Encuentro de Fidel con los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Ibídem.

22. Véanse datos en Press Release. “El gasto militar mundial disminuye, pero aumenta en China y Rusia, según el SIPRI”. (Stockholm International Peace Research Institute), 15 de abril de 2013. Sitio Web: www. Sipri.org

23.  Véase, Declaración de la CELAC sobre desarme nuclear, Buenos Aires, Argentina, 20 de agosto de 2013, aprobada por los Altos Funcionarios de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), reunidos el 20 de agosto en la ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

24.  Véase Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz. II Cumbre CELAC, La Habana, 28 y 29 de enero de 2014. Folleto impreso.

25. V.I. Lenin.  “El militarismo belicoso y la táctica antiimperialista de la socialdemocracia”. Obras completas, Segunda Edición, Buenos aires, tomo 4, 1968, p. 331; y sobre las primeras armas que revolucionaron el arte militar, véase de Federico Engels, “La táctica de infantería y sus fundamentos materiales (1700-1870)” en: Anti-Dühring, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1961,  1961, p, 409. 

26. Véase, Declaración de la CELAC sobre desarme nuclear, Ibídem. 

27. América Latina y el Caribe lamentó el incumplimiento del acuerdo sobre la celebración  en 2012 de la Conferencia Internacional para el establecimiento en el  Medio Oriente de una Zona Libre de Armas Nucleares y otras Armas de Destrucción  Masiva, porque estimó que la celebración de esta Conferencia es parte importante e integral del resultado final de la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) de 2010. Expresaron que los acuerdos que resulten de  esta  Conferencia serán una contribución importante para alcanzar el objetivo del desarme nuclear, y reiteraron su  firme convencimiento de que el establecimiento de dicha Zona significaría un paso trascendental para el proceso de paz en la región del Medio Oriente.  Véase, Declaración de la CELAC sobre desarme nuclear, Ibídem.

28. Fidel Castro: “Estamos obligados a ganar la batalla por la sobrevivencia”. Tomado de Cubadebate: http://www.cubadebate.cu/noticias/2012/03/02/fidel-castro-estamos-obligados-ganar-batalla-sobrevivencia/