“La
Humanidad no podrá responder a los colosales desafíos que amenazan su propia
existencia, si no lo hace mediante una nueva concertación de esfuerzos entre
todas las naciones…” (1)
De la bomba atómica a la
estrategia nuclear
En la histórica primavera
del año 1945, cuando ya era evidente la victoria de la antigua Unión Soviética
(2) contra las potencias fascistas, la humanidad, que había vivido los trágicos
sucesos acontecidos entre los años 1939
y 1945, se preguntaba cómo evitar en la etapa
posbélica una nueva conflagración de carácter mundial y sus nefastas
consecuencias para la especie humana.
La lucha contra el
nazifacismo había unificado los esfuerzos de los países aliados: Estados
Unidos, Gran Bretaña, Francia, Unión Soviética, conocidos como los “cuatro
grandes”, junto con la resistencia de los países ocupados por los ejércitos del
Eje: Alemania, Italia, Japón y sus aliados. Pero los intereses, las posiciones
de política interna y externa diferían entre el viejo y decadente imperio
británico, Francia, el impetuoso capitalismo estadounidense o la socialista
URSS. Los esfuerzos conjuntos exigidos por la guerra mantuvieron ocultas y
silenciadas las contradicciones entre los aliados. La historia recordaba que
las potencias occidentales: Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, con Winston
S. Churchill en la Secretaría de Guerra, apoyaron la ofensiva de los ejércitos
“blancos” con la intención de derrotar la recién nacida república de los
soviets en el año 1917.
Y estos antecedentes eran,
seguramente, evocados por ambos bandos, unidos en una cruzada común contra el
fascismo. Por otra parte, emergían las discordancias del momento: Francia
buscaba hegemonizar un movimiento europeo, mientras Gran Bretaña miraba con
cierto menosprecio a las potencias continentales europeas. Los Estados Unidos
aparecían con una aspiración hegemónica que preludiaba un nuevo peligro
internacional. La URSS era seguida con admiración, pues la hazaña de un país
atrasado y de campesinos en la derrota del fascismo se conjugaba, entonces, con
el inicio de un proceso de desarrollo industrial.
Tuvieron lugar dos
consecuencias, quizás las más importantes en la conformación del sistema
internacional de la postguerra y en la evolución del tiempo histórico
posterior, que deben ser resumidas: la aparición de los Estados Unidos y de la
URSS, como las principales potencias mundiales, y el cambio en la tecnología
militar ocasionado por el surgimiento del armamento atómico, lo cual ha tenido
inevitables repercusiones en la política internacional y para la supervivencia
de la humanidad.
Para los Estados Unidos, fue
trascendental que la Segunda Guerra Mundial no afectara su territorio. Con esa
ventaja, su economía entró en expansión. Durante la contienda, la industria
estadounidense creció a un ritmo dinámico, la producción de manufacturas llegó
a triplicarse con respecto a cifras anteriores a la guerra, las
disponibilidades de bienes y servicios también aumentaron y la bonanza
económica, junto a la creación de un gran contingente armado, le permitió
absorber grandes masas desocupadas.
En esa coyuntura de ascenso
económico, la administración de Franklin Delano Roosevelt tuvo el apoyo de los
dirigentes del sistema corporativo norteamericano. Los hombres de negocios que
dominaban el equipo de Roosevelt simbolizaron el consenso entre el Congreso y
el poder Ejecutivo, que había sido presagiado en el invierno de los años
1939-1940, cuando los dirigentes del establishment económico comenzaron a
respaldar la política de Roosevelt respecto al Eje fascista. Gracias a la
guerra, el imperio norteamericano había recuperado su impulso: una alta tasa de
empleo, capacidad de producción y optimismo social. El 40 por ciento de esa
recuperación económica correspondió a la industria de armamentos. (3)
Pero no solamente en el
plano económico crecieron los Estados Unidos. Las tareas de la guerra le
permitieron contar con un flujo de investigaciones en nuevas tecnologías, que
aprovechó en beneficio de su expansión financiera, militar y en política internacional.
En términos políticos, se produjo un fenómeno psicológico alentado por sus
principales líderes: la mayoría de los sectores sociales y de la opinión
pública norteamericana creía que la nación tenía el poderío y la razón
suficiente para dictar sus intereses al planeta. Esta percepción de los grupos
de poder norteamericanos estuvo relacionada con el hecho de que, frente a la
derrota de poderosos Estados capitalistas, como Alemania, la declinación del
imperio británico, la debilidad de Francia y otras potencias de Europa
continental agotadas por la guerra, los Estados Unidos se habían convertido en
el único Estado capitalista con todas las dimensiones del poder para defender
los objetivos e intereses globales de ese sistema social.
La URSS también aumentó su
influencia internacional, luego de la segunda postguerra. A pesar de haber
sufrido, durante el conflicto, la pérdida de 20 millones de personas, la
destrucción de muchas ciudades y de su infraestructura industrial, la URSS
experimentó un considerable crecimiento de poder e influencia política en el
escenario internacional. La presencia del Ejército Rojo hizo posible el triunfo
de las llamadas Democracias Populares en Europa Oriental, con las cuales la
URSS formó en esa región un área de protección para sus intereses de seguridad
nacional. Los Movimientos de Liberación Nacional asiáticos y africanos, que
combatieron contra los imperios coloniales, encontraron en los soviéticos una
inspiración ideológica, política e incluso efectiva ayuda internacionalista.
Después del año 1945, con la
ampliación a escala planetaria del sistema internacional y sus profundas
transformaciones estructurales, la segunda mitad del siglo XX devino, como
ninguna otra centuria en la historia de la humanidad, en un período por excelencia
de la política mundial. El poderoso movimiento anticolonialista de liberación
nacional condujo a la formación de nuevos Estados, prácticamente en todos los
continentes. Por primera vez en los anales de la historia, el sistema
internacional alcanzó dimensiones efectivamente globales y quedaba divido en
dos bloques políticos y militares antagónicos. La confrontación Este-Oeste,
junto con la consecuencia de la solución militar para imponerse al enemigo,
nació inmediatamente de la victoria aliada en un período con características
cualitativamente nuevas, que no pudo reducirse al tradicional conflicto que
oponía, desde su surgimiento en el año 1917, a la URSS y las potencias
capitalistas.
Las tensiones que
caracterizaron esta etapa de las relaciones internacionales se originaron en la
postura agresiva asumida por los Estados Unidos, en respuesta a la expansión de
la revolución mundial en sus dos vertientes fundamentales: socialista y de
liberación nacional. Por su pujanza económica, magnitud tecnológica y militar,
dada su superioridad aérea y naval, los Estados Unidos se erigieron en la
potencia rectora del sistema internacional. En esas favorables condiciones
internas e internacionales, la elite de poder apostó al éxito de su gran
estrategia para lograr sus pretendidos fines de hegemonismo global, pues
estaban convencidos de que muy pronto obtendrían la bomba atómica: el arma de
mayor capacidad destructiva y efecto terrorista en toda la historia de la
humanidad.
Logrado este objetivo, la
bomba atómica pasó a formar parte de la planificación estratégica y política de
los Estados Unidos. Para el presidente Harry Truman, la bomba sería, en lo
adelante, el mecanismo ideal de imposición de los objetivos norteamericanos al
sistema internacional y, en especial, una carta de triunfo para enfrentar a las
posiciones de la diplomacia soviética. (4)
Así, la administración
Truman comenzó una nueva etapa de la carrera armamentista con la explosión, por
primera vez, de una bomba nuclear en el desierto del Estado norteamericano de
Nuevo México, el 16 de julio de 1945, y la utilización del territorio de Japón
como blanco y polígono de prueba de esa arma, pues seguidamente a la detonación
experimental, lanzaron el día 6 y 9 de agosto de 1945, dos artefactos atómicos
sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Los estrategas militares
norteamericanos probaron en la práctica cuán potente y conminatoria sería la
nueva arma en manos de los Estados Unidos.
A consecuencia de los
bombardeos atómicos, contra estas dos ciudades, perecieron bajo los efectos de
la irradiación 447 000 civiles. (5) Y ha sido enorme el dolor que, durante
décadas, padecen miles de personas enfermas víctimas de los efectos nocivos de
la difusión atómica. Este bombardeo no obedeció a
una necesidad militar norteamericana puesto que después de la capitulación
incondicional de la Alemania fascista y con la terminación de la guerra en
Europa, la situación político-militar del Japón (6) empeoró y quedó
completamente aislado. En realidad, la acción demostró el poderío bélico
alcanzado por los norteamericanos, y que sobre esta base todas las naciones
serían intimidadas, en especial, el gobierno soviético. El Secretario de
Estado, James Byrnes, ilustró con claridad el interés manifiesto de los Estados
Unidos con el bombardeo: “La bomba era necesaria tanto contra el Japón, como
para hacer que la URSS resultase más fácil de manejar en Europa” (7)
Los estrategas políticos y
militares norteamericanos consideraron que la bomba atómica podía usarse contra
los principales centros de dirección de cinco o diez ciudades soviéticas, sin
que los Estados Unidos quedaran expuestos a una represalia comparable, porque
poseían las únicas armas nucleares en existencia y la experiencia histórica del
uso de ese terrible armamento demostraba que “los centros urbanos de Hiroshima
y Nagasaki habían sido devastados sin efectos nocivos perceptibles para el
resto del planeta”. (8)
Otra era la visión de los
expertos que participaron en la creación de la bomba atómica, antes y después
de la rendición de Japón. Los científicos adjuntos al proyecto Manhattan (9)
deseaban concluir sus trabajos de investigación relacionados con el arma
nuclear y regresar a los trabajos afines con la física teórica y a sus
respectivas vidas cotidianas.
El físico J. Robert
Oppenheimer, declaraba con frecuencia: “Cuando la guerra concluya, no hay razón
para continuar trabajando en la bomba nuclear (…) ella nos llevará a la
comunidad primitiva.” La mayoría de los físicos reflejaron su repulsión al
proyecto, después del uso de la bomba atómica en Japón, y su optimismo de que,
con el establecimiento de la paz, la investigación y el desarrollo de las armas
nucleares podría ser innecesaria. (10)
Con el surgimiento de la
estrategia nuclear, los políticos norteamericanos reafirmaron que la fuerza
militar representaría, en fin de cuentas, uno de los factores principales de la
política exterior y de la estrategia político-militar estadounidense en las nuevas
condiciones del escenario internacional de la postguerra. Por el concepto de
fuerza militar comenzó a entenderse, en primer lugar, la capacidad aérea
atómica y, más tarde, el potencial misilístico nuclear. La estrategia nuclear
ofreció ventajas a los Estados Unidos sobre la URSS. Para Kissinger “sería un medio eficaz para debilitar el
control comunista sobre los territorios dominados por los soviets (…) las armas
nucleares son “nuestras mejores armas”, el resultado de nuestra tecnología más
adelantada. Dejar de emplearlas equivale a renunciar a las ventajas de un
potencial industrial superior. (11)
Al mismo tiempo, el contexto
internacional favoreció que distintas escuelas de pensamiento influyeran en la
elaboración de la estrategia político-militar de los Estados Unidos. Una de las
más relevantes fue la escuela politológica e histórica de la llamada
Realpolitik, (“política realista”) que enfoca las relaciones exteriores de las
grandes potencias, en general, a través del prisma de las relaciones de poder
y, en especial, de las relaciones de poder militares. (12) El “realismo político”
apareció cuando el acceso de los Estados Unidos al estatus de gran potencia
impuso una meditación académica profunda sobre las implicaciones de las nuevas
responsabilidades que le incumbían. (13)
Las concepciones de la
“Realpolitik” o escuela del “realismo político” contribuyeron a la formación
teórica de quienes diseñaron la proyección internacional norteamericana durante
toda la postguerra. Por su peso argumental, la escuela del realismo político
ofreció a la elite del poder estadounidense las tesis conceptuales
fundamentales para su política exterior y la formulación de la gran estrategia
de la “guerra fría”; además de erigirse en la corriente de pensamiento predominante
en los principales estudios académicos y politológicos norteamericanos. El arma
atómica, la posesión de la llamada arma absoluta, se convirtió en el núcleo de
los nuevos desarrollos teóricos sobre la política exterior estadounidense. Los
militaristas norteamericanos consideraron que, en principio, resultaba
suficiente la sola amenaza de guerra nuclear para lograr, desde posiciones de
fuerza, los objetivos y prioridades estratégicas de los Estados Unidos en el
escenario internacional.
En lo adelante, esa
concepción recibió prioridad en la propaganda e influencia psicológica sobre la
opinión pública mundial y los líderes de los nuevos Estados nacionales
independientes, pues, mientras los Estados Unidos poseyeran armas atómicas en
sus arsenales, “sería impensable defensa alguna”, y toda resistencia a los
objetivos norteamericanos resultaría inútil. En tales circunstancias, los
Estados debían resolver los conflictos mediante concesiones y evitando tomar
decisiones contrarias a las exigencias norteamericanas. Esta filosofía revistió
alta importancia en la política de estadounidense contra la URSS. Los políticos
de los Estados Unidos se comprometieron en hacer retroceder (to roll back,
según la expresión en inglés) el socialismo a través de la consolidación del
liderazgo norteamericano y de un expansionismo global conducido bajo los
fundamentos teóricos de la “Contención del Comunismo”.
La nueva estrategia de
“Contención del Comunismo” proclamada por el presidente Truman, el 12 de marzo
de 1947, estableció el compromiso de frenar y derrotar a los movimientos
populares, socialistas y de liberación nacional, que fueran considerados partes
integrantes del expansionismo soviético en cualesquiera de las regiones del
mundo. Esta proclama de Truman fue el punto de partida fundamental de la
política exterior norteamericana de la “guerra fría”. Pero, en realidad, podía
ser considerada la expresión final de la estrategia de “firmeza y paciencia”
que había estado vigente durante un año, para convertirse en la idea o consigna
principal en la definición de las relaciones de los Estados Unidos con la URSS.
La retórica de Truman fue
coherente con el presupuesto que había respaldado durante casi un año la
estrategia de “paciencia y firmeza”, pues ninguna política puede ser efectiva
si no logra igualar los medios y los fines; y en ese sentido, las fuerzas
armadas norteamericanas, que llegaron a 12 millones de efectivos al final de la
guerra contra Alemania, habían disminuido a 3 millones para el mes de julio de
1946, y a 1,6 millones un año más tarde. El gasto de defensa, que había sido de
81,6 billones de dólares en el año fiscal de 1945, último año de la guerra,
disminuyó a la cifra de 44,7 billones durante el año fiscal de 1946, y a 13,1
billones durante 1947. Además, en el mes de noviembre de 1946, la situación
interna de los Estados Unidos se tornaba compleja con la elección de un
Congreso republicano preocupado con la economía del país, por lo que no se
veían muchas posibilidades de revertir la disminución del presupuesto de defensa.
(14)
Sin embargo, la situación de
limitados medios y recursos financieros forzó una vez más, como ya había
ocurrido durante la guerra, a establecer, dentro de los marcos de la doctrina
de la “Contención del Comunismo”, la distinción entre intereses vitales e
intereses periféricos en la política exterior norteamericana. Pero, en ese
contexto, la orientación de los objetivos de la única superpotencia mundial
también comprendía que las posibilidades de su política exterior de ningún modo
podían limitarse a sus lineamientos esenciales y a esperar tiempos mejores.
Para los Estados Unidos era enteramente posible influir, políticamente con sus
acciones, en la evolución interna de la URSS, y del Movimiento Comunista
Internacional. Se trató de aumentar la tensión bajo la cual tenía que operar la
política soviética y, en esa dirección, los norteamericanos promovieron
tendencias que debían, eventualmente, encontrar su salida en la fragmentación o
en el gradual deterioro del poder soviético. (15)
Con la definición de las
concepciones esenciales de la estrategia nuclear de los Estados Unidos, las
tensiones recorrieron el sistema internacional. En el período de “guerra fría”,
las superpotencias convirtieron las bombas nucleares y los misiles balísticos
en símbolos de poder para disuadirse mutuamente, pero los Estados Unidos
trataron entonces de manipular sus atributos de la manera más efectiva posible
mediante la formulación de doctrinas, estrategias y políticas que expresaron su
poderío militar y la probable viabilidad de una contienda nuclear en
determinados escenarios. Toda una concepción de política exterior que,
acompañada de los incesantes avances tecnológicos, estimuló una vasta carrera
armamentista extendida a todos los ámbitos, incluido el espacio ultraterrestre.
Infierno y barbarie nuclear
En pleno siglo XXI, son
pocas las lecciones tomadas por la humanidad de la masacre atómica de Hiroshima
y Nagasaki. Hibakushas llaman a los sobrevivientes de aquella catástrofe
provocada por los Estados Unidos, el único país que ha provocado la barbarie
con ese tipo de armas. De conocerse más y mejor la triste historia de los Hibakushas, quizás el mundo
no fuera el lugar de miedo en que lo han convertido las armas nucleares.
Hiroshi Nakamura tenía 80
años, el 1 de marzo de 2012, cuando ofreció, en La Habana, un testimonio
estremecedor sobre los efectos de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y
Nagasaki. Él vivía a 8 kilómetros del epicentro de una de las dos tragedias
provocadas por la prepotencia norteamericana aquel agosto de 1945. Según contó:
“Sintió un ruido ensordecedor y vio un gran rayo de luz que lo deslumbró y ya
no supo qué hacer…”, en su testimonio recordó al niño de 13 años en un escenario
en que todo ardía a su alrededor y que, huyendo del fuego, solo se cruzaba con
espectros de seres humanos sin cabellos, con el rostro ennegrecido y las ropas
desechas. “Algunos iban desnudos completamente, con los brazos cruzados como
tratando de cubrirse el pecho y él no podía saber si eran hombres o mujeres de
tan deformados que estaban…” (16)
Tres días estuvo Nakamura
ayudando a mover cadáveres. A él le tocaba tomarlos por los tobillos y al
principio no lograba alzarlos porque se le corrían o se desgarraban las carnes.
Alguien le gritó que metiera los dedos hasta el hueso. “Pero yo solo era un
niño de 13 años y mi cuerpo estaba paralizado ¿No eres un hombre japonés? Me
gritaron. Entonces me resigné e introduje mis dedos en las carnes descompuestas
y apreté fuerte…Cargué alrededor de 30 cuerpos para los camiones y los llevamos
hasta una gran fosa en las afueras de la ciudad y allí los dejamos… Fueron tres
días en el infierno.” 17
Para más horror, la tragedia
de Nakamura, que es la de miles de ciudadanos de Hiroshima y Nagasaki, no
terminó con el fin de la II Guerra Mundial. A lo largo de su vida, el infierno
se ha sostenido en constantes enfermedades que comenzaron por la caída total
del cabello a los pocos días del ataque, encías sangrantes, adelgazamiento
abrupto, anomalías hormonales, cinco cirugías por cáncer… “Los daños que me
provocaron las radiaciones me han hecho sufrir toda la vida…” Hoy mismo,
mientras llegaba a La Habana, en Japón moría una hermana, otra hibakusha,
sobreviviente de Hiroshima.
“Esta puede ser la última
vez que cuente mis experiencias”, afirmó el hombre que, a pesar de los
sufrimientos, considera un honor haber vivido tantos años para contarle al
mundo el profundo daño físico y psíquico que provoca el contacto humano con la
energía nuclear. Y citó a una persona allegada, cuyo pensamiento comparte: “La
energía nuclear y la humanidad no deben convivir…” 18
Un desastre que afectó la naturaleza
También, en la capital
cubana, Fuminori Tamba, profesor de la Universidad de Fukushima expuso datos
sobre la tragedia en la planta nuclear de su ciudad tras el terremoto y el
tsunami del 2011, cuando dijo que “ese desastre nos robó la bella naturaleza de
la región y obligó a decenas de miles a abandonar sus hogares”.19 El experto
calificó la tragedia como un escape grande de radiación que ha contaminado la
tierra y las aguas, dañando toda la agricultura y la pesca. Los datos abruman.
Más de 60 mil personas se marcharon de la prefectura y aun más de 100 mil niños
permanecen en refugios temporales. Los que no han sido evacuados viven en áreas
contaminadas sin poder salir de recintos cerrados bajo fuerte calor en
condiciones alarmantes para su crecimiento y salud.
De acuerdo con una encuesta
de dicha Universidad, realizada en un universo de 30 mil personas, hay familias
que han cambiado hasta 10 veces de hogar en unos meses, hogares divididos en
instalaciones provisionales. El desempleo y el subempleo sobrepasan el 50 por
ciento de la población laboralmente activa. Cerca de la mitad de los menores de
35 años evacuados no tienen interés en regresar a su lugar de origen.
Sin embargo, al hablar de
armas nucleares, los efectos serían absolutamente mucho más devastadores,
puesto que los daños causados por la precipitación radioactiva sobre extensas
zonas, el agotamiento del ozono por los óxidos nitrosos de las explosiones nucleares
y los cambios climáticos producidos por el humo de grandes y prolongados
incendios afectaría gravemente a la mayor parte del planeta.
Incluso en tiempo de paz,
las actividades militares - especialmente aquellas que envuelven armas
nucleares - afectan al medio ambiente, puesto que se continúa con la producción
y ensayo de armamentos, la instrucción de combate y las maniobras, la
construcción de bases e instalaciones militares y el mantenimiento de estados
de alerta y de preparación para el combate, así como los accidentes. Por lo
demás, el desarme nuclear también implica problemas ecológicos que deben
evitarse.
Un
acto de racismo nuclear…
En esos términos se expresó
Roland Olham, Presidente de la Asociación de Víctimas de las armas nucleares,
de Tahití, quien realizó una recia denuncia contra Francia, por sus ensayos
nucleares primero en Argelia y, tras la independencia de ese país, en la
llamada Polinesia francesa.
Por más de 30 años, entre
1960 y 1996, explotaron en ese pequeño territorio del Pacífico 133 bombas, la
mayor concentración de ensayos nucleares en un solo lugar del planeta.
Los norteamericanos, los
ingleses y los franceses han utilizado el Pacífico para sus ensayos nucleares.
Algunas islas del Pacífico como el Atolón
de Muroroa se siguen usando como almacenes de desechos nucleares. Allí
se han hecho más de cien ensayos subterráneos y el atolón está a punto de
fragmentarse y pulverizarse. Si se desmorona, podría provocar un tsunami que
causaría una gran catástrofe no solo para el Pacífico sino para el mundo por la
gran cantidad de material radiactivo, químico, que contaminaría la vida marina.
“Lo que han hecho los
franceses en mi país es un acto de agresión contra la minoría que somos. Es un
acto de racismo que yo denomino “racismo nuclear”. (20)
Oldham fue especialmente
agudo en el análisis de la hipócrita política occidental que mientras habla de
la paz, comete uno tras otros los más grandes crímenes. “Tienen sangre en las
manos”, denunció y aseveró: “No se puede obtener la paz a través de las armas
nucleares. No se puede cuando un país trata de agredir y dominar a otros…” (21)
Los testimonios anteriores
ayudan a comprender que la humanidad se enfrenta en el siglo XXI a dos grandes
desafíos: el cambio climático y la existencia de armas nucleares, que de ser
utilizadas provocarían un desastre ambiental, acelerando definitivamente el
cambio climático global.
Si las armas nucleares, por
su alto poder destructivo, carecen de utilidad militar, porque su uso
provocaría un invierno nuclear de imprevisibles consecuencias para la vida en
el planeta, entonces es necesario destruirlas y así nuestra especie se
protegería de los accidentes, los errores de cálculo o cualquier actividad
demencial que provoque su uso.
Por eso, ante la existencia
de más de 20000 ojivas nucleares, más de 12000 de ellas listas para ser
empleadas de inmediato por fuerzas aliadas o antagónicas, es más imperioso que
nunca el esfuerzo mancomunado de todas las naciones para detener los programas
de modernización de esas armas, a través de un efectivo proceso desarme
nuclear.
A estas armas fundamentales,
se unen otras de exterminio masivo. En la esfera atómica, las bombas de
neutrones o de rayos gamma, armas de radiación, las armas químicas y bacteriológicas.
Todas estas armas acentúan al fenómeno de la guerra como un instrumento
irracional de la política exterior de los Estados; mientras existan las armas
nucleares, implican siempre el peligro de que ocurra el conflicto que nadie
puede desear: la guerra nuclear.
Lamentablemente, la
actuación de las potencias imperialistas ha generado la proliferación de
armamentos, incluso los de exterminio masivo. Muchos Estados subdesarrollados,
con el apoyo de las grandes potencias capitalistas, gastan enormes sumas en
armas convencionales y en los intentos de dotarse de armas nucleares, pero
también químicas y bacteriológicas. La proliferación de armas lleva a la
difusión del poder nuclear a Estados medianos e incluso pequeños, y ha
acentuado los riesgos de la guerra en las relaciones internacionales. Todo esto
se debe al mal ejemplo de las grandes potencias capitalistas, que no cumplen
con el compromiso de trabajar por el desarme y no solo se arman ellas mismas,
como base de su poder en el plano internacional, sino hacen grandes negocios
suministrando armas a otros, contribuyendo así a las tensiones y los conflictos
militares en diversas regiones. Por lo contrario, el desarme
nuclear, en su aspecto conceptual, es el sistema de medidas cuya aplicación
debe conducir a la completa destrucción o sustancial reducción de los medios de
guerra y a la creación de las condiciones necesarias para eliminar la amenaza
de una guerra mundial de carácter nuclear.
En los estudios académicos
de las Relaciones Internacionales, se distinguen los conceptos de limitación y
control de armas nucleares y sus medios portadores (desarme parcial), enfocado
también a mitigar la carrera armamentista, con el proceso general y completo de
desarme nuclear que sigue siendo una aspiración de la humanidad, pero no es una
utopía.
Los ejemplos de acuerdos que
prevén el desarme parcial son, por ejemplo, el Tratado de Moscú sobre la
prohibición de los ensayos con armas nucleares en la atmósfera, en el espacio
ultraterrestre y bajo el agua (1963) y el Tratado sobre la no proliferación de
armas nucleares (1968).
Lo que los Estados Unidos y
la Unión Soviética (URSS) pretendieron con sus acuerdos de limitación y control
de armamentos, no ha sido otra cosa que conseguir la estabilidad en los presupuestos
militares de ambos países manteniendo una cierta distensión en un sistema
internacional bipolar, como fueron los casos de los acuerdos SALT-I (1972) y
SALT- II (1979), este último no fue ratificado por el Senado de los Estados
Unidos, que establecieron algunas limitaciones en los arsenales nucleares de
las superpotencias de la época.
En años posteriores, con
esos mismos objetivos y el interés de reducir los arsenales nucleares
estratégicos, entendiendo por estos las armas atómicas y sus sistemas de lanzamientos,
pero manteniendo siempre la doctrina de la disuasión nuclear recíproca, fueron
firmados otros acuerdos como el START-I (1991), por el cual fueron
desnuclearizados Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán. Este acuerdo fue considerado
el de mayor reducción de armamentos en la historia. Por el START-I, Rusia
declaró la reducción de sus vehículos de lanzamiento estratégico desplegados a
1.136 y sus cabezas nucleares a 5518; el START-II (1993), nunca llegó a entrar
en vigor, pero se proponía la reducción de los arsenales de ambos Estados en
torno al 50 %.
Los Estados Unidos solo
ratificaron el Tratado START-II en 1996 y no el paquete completo de medidas,
que nunca sometió al Senado para su consideración. La retirada de Rusia del
Tratado START-II, declarándose nulo, se produjo al día siguiente de la denuncia
unilateral de los Estados Unidos, el 13 de junio de 2002, del Tratado ABM de
1972, que estableció la arquitectura de seguridad internacional con la
prohibición del despliegue de sistemas de defensa antimisiles de los Estados
Unidos y la Unión Soviética (Rusia).
Roto el compromiso con el
Tratado ABM, durante la administración de George W. Bush, los Estados Unidos
avanzaron por su cuenta en el desarrollo de un Sistema Nacional de Defensa
Antimisil extendido en sus variantes de defensas antimisiles de teatro a sus
aliados en Europa, en el marco de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN), en Asia y el Medio Oriente. Esta es una estrategia militarista
directamente relacionada con los medios de transporte del arma nuclear que
goza, hasta ahora, de la firme oposición de Rusia, así como de China, porque
representa una seria amenaza al precario equilibrio estratégico mundial.
El fracaso del Tratado
START-II, llevó a la firma del Tratado SORT, el 24 de mayo de 2002, en Moscú,
con vigencia hasta el 31 de diciembre de 2012. Este acuerdo limitó las cabezas
nucleares estratégicas a 1.700-2000, es
decir por debajo de los límites propuestos en el Tratado START-II (2.000-2.500).
La principal diferencia entre los tratados SORT y START radicó en que el
primero obligaba a las partes al desmantelamiento de la carga y no a la
destrucción de los vectores, por lo que, en términos prácticos, su alcance era
limitado, tratándose más de una medida de confianza que de un acuerdo de
desarme stricto sensu.
Con el START-III (2010), los
Estados Unidos y Rusia, se comprometieron a reducir el 30 % de los arsenales
nucleares estratégicos, hasta situarlos en un máximo de 1550 ojivas, para cada
una, en el año 2020. Este acuerdo fue ratificado por el Senado estadounidense y
la Duma Rusa el 22 y 24 de diciembre de 2010, respectivamente.
Este tratado, más reciente,
y los llamamientos del presidente estadounidense Barack Obama a favor de un
supuesto mundo libre de armas nucleares y el otorgamiento del Premio Nobel de
la Paz, crearon algunas esperanzas, pero
no se tradujeron en acciones concretas para el desarme nuclear, porque, para
que ello ocurra, se requiere de un cambio de paradigma en las concepciones de
la política exterior de las grandes potencias que propicie el abandono de las
doctrinas y estrategias político-militares de la “guerra fría”, tales como la
disuasión nuclear y las concepciones de seguridad internacional sustentadas en
los presupuestos de la Destrucción Mutua Asegurada (DMA).
Sin embargo, frente al
desarme parcial de las grandes potencias debemos defender el enfoque de un
desarme general y completo, el cual posee una dimensión más universal, racional
y democrática. Entendemos por desarme general y completo el proceso que debe
conducir a la total destrucción de los medios de conducción de la guerra y la
eliminación de la carrera armamentista, priorizando las armas de mayor
capacidad destructiva, como las armas nucleares, por su peligrosa amenaza a la
paz y a la supervivencia de la vida en la Tierra.
El desarme nuclear no es un
acontecimiento aislado, sino un proceso que al enfrentarse a un problema global
como la amenaza de guerra nuclear o a la catástrofe nuclear, no se puede alcanzar por iniciativa de un
solo país o dos gobiernos, porque concierne a toda la humanidad. El desarme
nuclear de carácter integral y sostenible necesariamente tiene que incorporar a
todos los actores internacionales afectados, incluyendo a los gobiernos, a los
representantes de diversos sectores públicos, privados y la llamada sociedad
civil.
El desarme nuclear de
carácter sistémico es un tema que compete a la seguridad de las grandes
potencias, a las potencias medias y a la gran mayoría de los países
periféricos, independientemente de la estructura internacional existente como
resultado de la configuración internacional de fuerzas en un periodo histórico
determinado de las relaciones internacionales.
Por lo que, desde una
perspectiva teórica, el proceso desarme nuclear podría ser unilateral,
bilateral o multilateral, universal, regional o local. Su ejecución puede ser
completo o parcial y pudiera ser controlado o sin control. Cualquiera de las
modalidades señaladas podría acompañar los movimientos hacia la consolidación
de la seguridad y la estabilidad internacional. La dimensión multilateral está,
en lo fundamental, en la Conferencia de Desarme, que fue creada en 1979, en el
primer periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), contando, actualmente, con 65 miembros.
Reivindicar el
fortalecimiento de la Conferencia de Desarme, frente al desinterés de las
grandes potencias nucleares en materia de desarme nuclear, es enfrentar el
injusto “orden” internacional convulsionado por el actuar violento de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia
que se proyectan más a “policiar” las relaciones internacionales, con el
pretexto de intervenciones con “fines humanitarios” o para “proteger” los
derechos humanos, que a edificar las bases de un verdadero, genuino, justo y
humano nuevo orden mundial que preserve la paz, la estabilidad y los intereses
de toda la humanidad.
Es en el marco de la ONU, en
su Conferencia de Desarme, donde debe iniciarse un proceso profundo, escalonado
y por etapas de desarme nuclear en beneficio de la supervivencia de la
humanidad, y no en mecanismos alternativos, manejados o manipulados por un
grupo de potencias nucleares.
La Conferencia Desarme debe
trabajar para evitar una catástrofe climática de dimensiones planetaria,
inducida por la energía nuclear. Así como extender a otras regiones del sistema
internacional los regímenes que propician la existencia de Zonas Libres de
Armas Nucleares (ZLANs), hasta ahora existentes en el Sureste Asiático (Tratado
de Bangkok); Asia Central (Declaración de las Cinco Naciones de Almaty); África
(Tratado Pelindaba); Antártida (Tratado Antártico); América Latina y el Caribe
(Tratado de Tlatelolco) y el Pacifico Sur (Tratado de Rarotonga).
Para lograr el desarme
nuclear universal se requiere mayor voluntad política de las grandes potencias,
lo que solo podría ser posible mediante un movimiento global de educación y
sensibilización para el desarme y en rechazo a las armas nucleares. La
educación para el desarme nuclear, aunque parezca tan obvio, empieza por la
divulgación de información y la concientización de la opinión pública nacional
e internacional por todos los medios de prensa al alcance de los Estados,
incluyendo las nuevas tecnologías de las comunicaciones, como las redes sociales existentes en Internet. Se
hace necesaria la apertura de sitios y páginas Web en la red de redes en
defensa del desarme nuclear, lo que significa luchar por la salvaguardia de la
paz y por el derecho de la especie humana a existir.
El desarme nuclear no es una
utopía, como algunos afirman y desestimulan. Es un proceso que requiere de un
trabajo de concertación internacional de enormes esfuerzos y envergadura
política, para poder vencer los manejos militaristas de las grandes potencias
capitalistas dotadas de enormes arsenales nucleares.
A pesar de la compleja
coyuntura de la política internacional actual y de las posiciones antagónicas
entre las principales potencias mundiales, sí se podría lograr el objetivo del
cese de la carrera de armamentos nucleares y el desarme nuclear, mediante las
siguientes propuestas de acciones o medidas:
a) Creación de una cultura
política o educación mundial de paz y contra las armas nucleares, por todos los
medios y vías posibles, que ofrezca una visión de la importancia actual y
futura de un mundo sin armas nucleares; porque el uso o amenaza de uso de armas
nucleares constituye un crimen contra
la humanidad y una violación al derecho
internacional, incluido el
derecho internacional humanitario y la Carta de Naciones Unidas.
b) Cesación del desarrollo y
el perfeccionamiento cualitativo de las armas nucleares. Los países de América
Latina y el Caribe han expresado su total
rechazo al perfeccionamientode las armas nucleares existentes y al
desarrollo de nuevos tipos de esas
armas, lo que es inconsistente con la obligación de un completo desarme nuclear,
y han llamado a todos los Estados a que
se abstengan de efectuar explosiones de prueba de armas nucleares, otras
explosiones nucleares o cualquier otro
experimento no explosivo relevante, incluyendo experimentos subcríticos,
para fines de desarrollo de armas
nucleares.
Estas acciones
son contrarias al objeto y propósito del Tratado de Prohibición Completa
de los Ensayos Nucleares (CTBT),
su espíritu, si no la letra, socavando su impacto deseado como una medida de
desarme nuclear. De ahí la exigencia de que se prohíban completamente los
ensayos nucleares de todo tipo y la importancia de la ratificación del CTBT,
como un paso imprescindible para su entrada en vigor, como un instrumento, como
una cuestión prioritaria, y una muestra de su voluntad política y de su
compromiso con la paz y la seguridad internacionales.
c) Cesación de la producción
de todos los tipos de armas nucleares y de sus vectores y de la producción de
material fisionable para armas.Para ello, los Estados poseedores de armas
nucleares deberían eliminar la función de las armas nucleares en sus doctrinas,
políticas de seguridad y estrategias militares, o como un enfoque prospectivo
para el manejo de conflictos, con el fin de alcanzar la total eliminación de
este armamento independientemente de su tipo o ubicación geográfica.
d) Aplicación de los avances
de la ciencia y la tecnología en el desarme nuclear; o sea, en beneficio de la
humanidad. Además, el desarme nuclear también implica preservar la ecología
planetaria, lo que debe hacerse a través de los mejores resultados alcanzados
por la ciencia y las nuevas tecnologías.
e) Reducción de los gastos
militares y utilización de los recursos destinados al mantenimiento de los
arsenales nucleares, para el desarrollo, atendiendo a la conexión intrínseca
entre desarme y desarrollo.
El drenaje de recursos al
sector militar sigue siendo enorme a nivel global. El gasto militar global
asciende a 1,75 billones de dólares. Los Estados Unidos y sus aliados continúan
como los responsables de la gran mayoría del gasto militar mundial. Los miembros
de la OTAN gastan un billón de dólares, y las potencias emergentes como China y
Rusia también aumentan sus gastos militares. (22)
f) Un programa amplio y por
etapas con plazos convenidos para la eliminación de las armas nucleares, bajo
estricto y eficaz control de la Conferencia de Desarme de la ONU.
Sobre este inciso, es
paradigmático el posicionamiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC), en la identificación de las vías y métodos para eliminar las
armas nucleares en el plazo más corto posible, con el objetivo de acordar un
programa por fases para la eliminación completa de las armas nucleares en un
período de tiempo específico, que prohíba su desarrollo, producción,
adquisición, prueba, almacenamiento, transferencia, uso o amenaza del
uso, y estipular su destrucción. (23)
Los países miembros de la
CELAC coinciden en el interés legítimo de los Estados no poseedores de armas
nucleares, entre los que se incluyen
todos los miembros de la CELAC, que los Estados poseedores de armas
nucleares brinden garantías inequívocas y jurídicamente vinculantes de no usar
ni amenazar con el uso de esas armas. Los Estados miembros de la CELAC han
instado a trabajar en la negociación y adopción, en el plazo más breve posible,
de un instrumento universal jurídicamente vinculante en materia de garantías
negativas de seguridad.
Otro documento estratégico
para las relaciones internacionales dio continuidad a las ideas anteriormente
expuestas por la CELAC en la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona
de Paz en la que se expone que “la integración fortalece la visión de un orden internacional justo, afirmado en
el derecho y en una cultura de paz que excluye el uso de la fuerza y los medios
no legítimos de defensa, entre ellos las armas de destrucción masiva y, en particular, las armas
nucleares”. A la vez que destacó la relevancia del Tratado de Tlatelolco para
la Proscripción de la Armas Nucleares en América Latina y el Caribe que
estableció la primera zona libre de armas nucleares, en un área densamente
poblada, siendo este una contribución a
la paz y la seguridad regional e internacional”, reiteró la urgente necesidad
del Desarme Nuclear General y completo, así como el compromiso con la Agenda
Estratégica del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la
América Latina y el Caribe (OPANAL), adoptada por los 33 Estados miembros del
Organismo, en la Conferencia General de Buenos Aires en agosto de 2013. (24)
En realidad, en el siglo
XXI, se han agravado los temores y peligros ya existentes en la época de la
confrontación bipolar o de la llamada “guerra fría” del siglo XX, acerca de la
posibilidad de una guerra generalizada con armas nucleares. Debe recordarse que
la Conferencia del Tratado de No Proliferación (TNP) adoptó una decisión
trascendental, denominada “Principios y Objetivos de Desarme y No Proliferación
Nuclear (Documento NPT/Conf.1995/L.5)”, que también ha sido contraria a los
intereses hegemónicos de las grandes potencias; por lo que todo está aún por hacerse
para alcanzar el desarme nuclear.
Pero, es necesario conocer y
concientizar que un verdadero proceso de desarme nuclear requiere de un
inevitable cambio cualitativo de las relaciones internacionales, no solo una
distensión pasajera entre las grandes potencias sino la creación de un genuino
“nuevo orden mundial”, justo y humano, donde se prioricen las necesidades de la
inmensa mayoría de las naciones. Lo que no sería posible bajo la dominación de
la actual Formación Económica y Social Capitalista, pues como diría Lenin: “el
militarismo moderno es el resultado del capitalismo. Es en sus dos formas, una
manifestación vital del capitalismo: como fuerza militar utilizada por los
Estados capitalistas en sus choques externos y como instrumento en manos de las
clases dominantes”. (25)
Mientras tanto, ante la
inminente amenaza que significan los enormes
arsenales de armas nucleares, para la continuidad de la vida en nuestro
planeta, los Estados debieran actuar con urgencia a favor de la construcción de
nuevas perspectivas políticas y económicas que contribuyan a la transformación
de las relaciones internacionales, única vía conducente hacia el logro de un
desarme general y completo, que incluya a las peores armas: las nucleares.
La necesidad de “pensar la
paz” y el desarme
En las últimas décadas, la
política exterior de Cuba, en múltiples tribunas internacionales, ha expresado
su preocupación por la parálisis de la agenda multilateral de desarme, mientras
los gastos militares, en todas las regiones del sistema internacional,
siguieron una tendencia desproporcionada, después de la desaparición de la
confrontación Este-Oeste.
A pesar del proclamado fin
de ese conflicto en las relaciones internacionales, no fueron detenidos los programas de modernización de
las armas nucleares, aún cuando ya es ampliamente conocido el peligro mortal
que éstas representan para la supervivencia de la humanidad.
Para tener una idea, los
Estados Unidos, que constituyen el principal inversionista en armamentos,
aumentó sensiblemente los gastos militares después del 11 de septiembre de
2001, en más de 661 mil millones de dólares en el año 2009, y en el 2012 sobrepasaron los 750 mil millones de
dólares, como resultado de los cambios operados, en septiembre de 2002, en su
doctrina militar y en su estrategia de seguridad nacional, en el contexto de la
costosa intervención militar en Irak y de la “guerra contra el terrorismo”,
cuyas concepciones sostuvieron la posibilidad del uso de las armas nucleares,
en caso de que un escenario militar desfavorable a sus objetivos e intereses así lo exija.
Resulta contraproducente que
el gasto militar mundial continúe superando con creces los fondos dedicados a
cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La humanidad debería enfrentar
cuanto antes esas realidades con urgentes acciones.
Ante esta problemática, Cuba
ha reiterado, en foros internacionales, su propuesta de crear un fondo manejado
por las Naciones Unidas, al cual se destinarían al menos la mitad de los
actuales gastos militares, para atender las necesidades del desarrollo
económico y social de los países necesitados.
En cuanto a las armas
nucleares, no hay dudas que representan un grave peligro para toda la especie
humana y que miles de ellas "se encuentran listas para ser empleadas de
inmediato”. Cuba siempre ha reafirmado la histórica posición del Movimiento de
Países No Alineados de que el desarme nuclear es, y debe seguir siendo, la más
alta prioridad en la esfera del desarme. Al tratarse de la supervivencia de la
especie humana y de la preservación del planeta, la relevancia del desarme nuclear
no debería ser ignorada o minimizada por las grandes potencias, así como por
todos los países poseedores de esas terribles armas de destrucción masiva.
El 4 de noviembre de 2002,
Cuba depositó, en Moscú, el instrumento de su adhesión al Tratado de No
Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). En el momento de la adhesión, el
gobierno cubano reiteró su posición de principios de que las doctrinas
militares sustentadas en la posesión de las armas nucleares son insostenibles e
inaceptables, a la par de que a ningún Estado o grupo de Estados debe
permitírsele el monopolio de las armas nucleares ni su desarrollo cuantitativo
y cualitativo.
Para Cuba la única forma de
superar los vicios de origen del TNP, y su esencia selectiva y discriminatoria,
es cumpliendo el objetivo de la eliminación total de las armas nucleares, que
garantizará la seguridad de todos los Estados por igual. Asimismo, ha
denunciado las conocidas pretensiones de algunos Estados que promueven un
enfoque de no proliferación selectivo, donde el problema no radica en la
existencia de las armas nucleares, sino en la “buena” o “mala” conducta de
quien las posee, por lo que ha rechazado categóricamente la aplicación
selectiva del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP); considerando, además,
que las obligaciones contraídas en materia de desarme nuclear y el uso pacífico
de la energía nuclear no pueden continuar siendo relegadas en el marco de ese
Tratado.
Un aspecto esencial, para
Cuba, es su firmeza por el respeto al derecho inalienable de los Estados al uso
pacífico de la energía nuclear, bajo la estricta observancia de los compromisos
contraídos en virtud del TNP. En ese sentido, la Isla ha abogado por la
conclusión de un instrumento universal, incondicional y jurídicamente
vinculante sobre garantías de seguridad para los Estados que no posean armas
nucleares, porque, en apego a la verdad, es la falta de voluntad política de
las principales potencias mundiales lo que impide un debate sobre estos temas
cruciales para la preservación de la paz y la vida en nuestro planeta.
Cuba
y el Tratado de Tlatelolco
El Tratado de Tlatelolco
tiene como objetivo el establecimiento de una zona libre de armas nucleares en
la parte del Hemisferio Occidental que comprende a los países latinoamericanos
y caribeños. Con la ratificación de Cuba, dicho Tratado entró en vigor en toda
su área de aplicación, y se declaró a América Latina y el Caribe como la
primera zona habitada de la Tierra completamente libre de armas nucleares.
Entre las obligaciones del
Tratado se incluyó la prohibición del ensayo, el uso, la fabricación, la
producción o la adquisición de toda arma nuclear. También prohíbe el recibo, el
almacenamiento, la instalación, el emplazamiento o cualquier forma de posesión
de estas armas.
Cuba, cuando firmó el
Tratado de Tlatelolco el 25 de marzo de 1995, expresó su voluntad política y el
compromiso en relación con la aplicación de ese instrumento jurídico. Fue
esencialmente un acto de solidaridad con los países de América Central y el
Caribe, a pesar de que los Estados Unidos, única potencia nuclear en las
Américas, sostenía –mantiene todavía en el 2014- contra Cuba una política de
hostilidad, con un permanente bloqueo económico, comercial y financiero,
refuerza su campaña mediática contra el país y mantiene por la fuerza, y en
contra de la voluntad del pueblo cubano, la ocupación ilegal de una parte del
territorio nacional en Guantánamo.
Al momento de ratificar el
Tratado de Tlatelolco, estos obstáculos continuaban estando presentes e incluso
se acrecentaron en los años posteriores. Sin embargo, en contraposición al
interés de la superpotencia mundial de hacer prevalecer el unilateralismo en la
solución de los problemas internacionales, Cuba, una vez más, demostró su
compromiso con la promoción, el fortalecimiento y la consolidación del
multilateralismo y los tratados internacionales en materia de desarme y control
de armamentos.
La ratificación del Tratado
de Tlatelolco reafirmó el apego y el respeto de Cuba al principio de la no
proliferación nuclear en el contexto global. Es decir, la aplicación de medidas
en este ámbito constituye solo un paso intermedio en el proceso hacia la
eliminación total de las armas nucleares. Es una importante contribución a los
esfuerzos regionales en favor del desarme nuclear, la paz y la seguridad
internacionales.
Todo esto es motivo de
orgullo para América Latina y el Caribe, por ser la primera área densamente
poblada del sistema internacional que se declaró como Zona Libre de Armas
Nucleares (ZLAN), por medio de dicho tratado. Lo que ha reafirmado que la
creación de una ZLAN en la región de América
Latina y el Caribe, ha contribuido con el desarme y la no proliferación
nuclear, así como con la paz y la seguridad regional y global. (26)
En ese sentido, el Tratado
de Tlatelolco y el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el
Caribe (OPANAL) han sido un referente político, jurídico e institucional en la
creación de otras Zonas Libres de
Armas Nucleares (ZLANs) en diferentes regiones del planeta.
La experiencia del OPANAL constituye hoy, junto a las otras cuatro ZLANs
existentes y Mongolia como Estado declarado unilateralmente libre de armas
nucleares, un importante patrimonio de la comunidad internacional para inspirar
la creación de nuevas ZLANs y avanzar hacia el objetivo de un mundo libre de
armas nucleares, (27) por las consecuencias humanitarias de enormes proporciones
y los efectos
globales de cualquier
detonación accidental o
intencional de carácter nuclear.
Ganarnos
el derecho a seguir existiendo
En el año 2009 entraron en
vigor dos nuevas zonas libres de armas nucleares, que comprende Asia Central y
África, cuando todavía, en este último continente, muchos se preguntan dónde se
encuentran las armas nucleares que estuvieron bajo el poder del oprobioso
régimen del Apartheid en Sudáfrica. Por otro lado, en la región del Medio
Oriente reina la impunidad con el caso de Israel, que con la ayuda y la
cooperación de los Estados Unidos fabricó el arma nuclear disponiendo hoy de
cientos de ellas, sin reconocer la posesión de estas armas. El mismo Israel
que, con la complicidad de la llamada Comunidad Internacional, atacó y destruyó
los reactores de Irak, para impedir el desarrollo de las investigaciones de sus
vecinos países Árabes. Precisamente, el mismo Israel que ha revelado
encontrarse presto para atacar y destruir los centros de producción de
combustible nuclear de Irán.
Sin embargo, aunque parezca
contradictorio, en marzo de 2012, en Seúl, capital de Corea del Sur, el
presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se reunió en una Cumbre de
seguridad nuclear para imponer políticas relacionadas con la disposición y uso
de las armas nucleares; precisamente cuando el Pentágono planificaba un proceso
de amplia destrucción de la infraestructura de Irán, mediante el uso combinado
de bombas nucleares y tácticas, y de monstruosas bombas convencionales con nubes en forma de hongos, que incluye a “la
madre de todas las bombas”: MOP (Massive Ordnance Penetrator, por su nombre en
inglés), que es considerada también una poderosa bomba contra instalaciones
nucleares subterráneas, como las de Irán y Corea del Norte, pues, por su alta
capacidad destructiva, puede reventar un bunker de 13,6 toneladas.
A la sombra de las armas de
alto poder destructivo, y del arma nuclear, siguen estando las relaciones
internacionales del siglo XXI. Insuficientes lecciones ha tomado la humanidad
de dos hechos en torno al arma atómica o nuclear que conmocionaron al sistema
internacional en su conjunto: el monstruoso bombardeo, inigualable acto de
terrorismo de Estado, de Hiroshima y Nagasaki, ordenado por Truman en 1945,
inaugurando un periodo de permanente militarismo y “chantaje nuclear”, que
condujo por primera vez y afortunadamente a la última, hasta ahora, en que la
especie humana se ha visto al borde de la guerra termonuclear, escenario que
tuvo como centro a Cuba, en octubre de 1962, en el contexto de la confrontación
soviético-norteamericana. Se puede decir que nunca antes el porvenir de la
humanidad dependió tanto del entendimiento entre los seres humanos, así como de
la evolución de las relaciones internacionales, a favor de un clima global de
paz que permita la supervivencia de la sociedad mundial.
Hoy no es posible concebir
el progreso sin que se pueda despejar el camino que conduce inexorablemente a
la catástrofe. Albert Einstein alertó que el poder desencadenado del átomo lo
ha cambiado todo excepto nuestras formas de pensar, y es por ello que avanzamos
sin rumbo hacia una catástrofe. El desarme y la paz constituyen la única
alternativa posible y realista a la catástrofe sin precedentes. El líder
histórico de la Revolución Cubana, en el diálogo con los
"hibakushas", advirtió: “Nadie nos puede arrebatar la libertad para
influir en los demás, dando a conocer la verdad que es la única forma de
cambiar los acontecimientos… Se trata de una batalla que estamos obligados a
ganar, y habrá que hacer todo lo posible
para ganarnos el derecho a seguir existiendo....” “Un mundo con armas nucleares
no puede existir. No es compatible la paz con las armas nucleares, un hecho que
cualquiera puede comprobar”. (28)
Es por ello que el progreso
es equivalente al desarme y la paz. Sin desarme y paz global, otro mundo no
sería posible. En pocas palabras, en los tiempos difíciles que corren para la
vida en la Tierra, la tarea impostergable, no exenta de audacia política en
esta hora cargada de amenazas, es la necesidad de “pensar la paz” y el desarme
nuclear.
Notas:
1. Discurso pronunciado por
el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y
de Ministros, en los funerales del líder sudafricano Nelson Mandela, en
Johannesburgo, el 10 de diciembre de 2013, Granma, La Habana, 11 de diciembre
de 2013, p. 5.
2. En lo adelante URSS:
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
3. Véase de William Appleman
Williams, “La guerra por la frontera” en: La Tragedia de la Diplomacia
Norteamericana, Editorial Edilusa, S. A; La Habana, 1961, p. 169.
4. Sobre la bomba atómica y
la política exterior de los Estados Unidos, véase de Nikolái Yakolev, De Truman
a Reagan, les hommes de la Maison Blanche, Moscou, Editions du progres, 1986;
De H. S. Truman, Memorias. Años de prueba y esperanza, Barcelona, Editorial
Vergara, 1956; y en las memorias de Winston. S. Churchil, “The atomic Bomb” Chapter XXVIII en: The
Second World War, Published in Penguin Books, London, 1989, p. 939.
5. Una cifra estimada que
aparece en el libro, La Gran Guerra Patria de la Unión Soviética 1941-1945 en
el capítulo “Derrota del Japón militarista”, Compendio de Historia, Editorial
Progreso, Moscú, 1970, p. 465.
6. Winston S. Churchill dice
en sus memorias que al día siguiente del lanzamiento de la segunda bomba
atómica contra la ciudad de Nagasaki, el gobierno japonés aceptó el ultimátum
de rendición, las tropas aliadas entraron por la bahía de Tokio, y en la mañana
del 2 de septiembre, firmaron el documento formal de rendición a bordo del
acorazado norteamericano Missouri, véanse estos pasajes en ob. cit; Pp.
939-950.
7. Citado por William Appleman Williams, ob.cit; p.
198.
8. Véase de Edward N. Luttwak. “La falacia estratégica de
Clinton”. El País, Madrid, 10, julio, 2000.
9. Nombre del complejo de
organizaciones que trabajaron en la creación de la primera bomba atómica
norteamericana. El “proyecto Manhattan” comenzó con la participación de 10 000
personas y una asignación de 2 billones de dólares, según Adam Schulmora en el
trabajo, “Bacon´s Proof. The
Career and Controversies of Edward Teller”, The National Interest, Washington,
n. 67, Spring, 2002, p.130.
10. El estado de ánimo de
los físicos que participaron en la creación de la bomba atómica aparece en las
Memorias de Edward Teller, físico que participó en el proyecto y es considerado
el padre de la bomba de hidrógeno. Véase de Edward Teller y Judith L. Shoolery, Memoirs: A
Twentieth-Century Journey in Science and Politics, Cambridge, MA: Perseus,
2001; y de Adam Schulmora, artículo citado.
11. Véase de Henry A.
Kissinger, “¿La Guerra Limitada debe ser convencional o nuclear?” En el libro
compilado por Donald G. Brennan, Desarme. Control de Armamentos y Seguridad
Nacional, Editorial Seix Barral, Barcelona, 1964, p. 171.
12. Sobre una teoría
realista de la política internacional y los seis principios de realismo político,
véase la obra de Hans J. Morgenthau, Politics Among Nations. The Struggle for Power and Peace, Alfred A. Knapf, New
York, 1967, Pp. 12-26.
13. Véase Jacques Jean Roche. Theories des Relations Internationales,
Edition Montchrestien, París, 1994, p.63
14. Véase de John Lewis
Gaddis, “La Contención antes de Kennan”, Estrategias de la contención, Grupo
Editor Latinoamericano, buenos aires, 1989, Pp. 37-38.
15. Sobre los objetivos
fundamentales de la política exterior norteamericana en ese momento histórico
véase de George F. Kennan: Memorias de un diplomático, Luis de Caralt,
Barcelona, 1972, y Las fuentes de la conducta soviética y otros escritos, Grupo
Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1991.
16. Encuentro de Fidel con
los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Véase en
Fidel Castro: “Estamos obligados a ganar la batalla por la sobrevivencia”.
Tomado de Cubadebate:
http://www.cubadebate.cu/noticias/2012/03/02/fidel-castro-estamos-obligados-ganar-batalla-sobrevivencia/
17. Encuentro de Fidel con
los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Ibídem.
18. Encuentro de Fidel con
los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Ibídem.
19. Encuentro de Fidel con
los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Ibídem.
20 Encuentro de Fidel con
los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Ibídem.
21 Encuentro de Fidel con
los "hibakushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Ibídem.
22. Véanse datos en Press
Release. “El gasto militar mundial disminuye, pero aumenta en China y Rusia,
según el SIPRI”. (Stockholm International Peace Research Institute), 15 de
abril de 2013. Sitio Web: www. Sipri.org
23. Véase, Declaración de la CELAC sobre desarme
nuclear, Buenos Aires, Argentina, 20 de agosto de 2013,
aprobada por los Altos Funcionarios de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (CELAC), reunidos el 20 de agosto en la ciudad de Buenos Aires,
República Argentina.
24. Véase Proclama de América Latina y el Caribe
como Zona de Paz. II Cumbre CELAC, La Habana, 28 y 29 de enero de 2014. Folleto
impreso.
25. V.I. Lenin. “El militarismo belicoso y la táctica
antiimperialista de la socialdemocracia”. Obras completas, Segunda Edición,
Buenos aires, tomo 4, 1968, p. 331; y sobre las primeras armas que
revolucionaron el arte militar, véase de Federico Engels, “La táctica de
infantería y sus fundamentos materiales (1700-1870)” en: Anti-Dühring,
Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1961,
1961, p, 409.
26. Véase, Declaración de la
CELAC sobre desarme nuclear, Ibídem.
27. América Latina y el
Caribe lamentó el incumplimiento del acuerdo sobre la celebración en 2012 de la Conferencia Internacional para
el establecimiento en el Medio Oriente
de una Zona Libre de Armas Nucleares y otras Armas de Destrucción Masiva, porque estimó que la celebración de
esta Conferencia es parte importante e integral del resultado final de la
Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares
(TNP) de 2010. Expresaron que los acuerdos que resulten de esta
Conferencia serán una contribución importante para alcanzar el objetivo
del desarme nuclear, y reiteraron su
firme convencimiento de que el establecimiento de dicha Zona
significaría un paso trascendental para el proceso de paz en la región del
Medio Oriente. Véase, Declaración de la
CELAC sobre desarme nuclear, Ibídem.
28. Fidel Castro: “Estamos
obligados a ganar la batalla por la sobrevivencia”. Tomado de Cubadebate:
http://www.cubadebate.cu/noticias/2012/03/02/fidel-castro-estamos-obligados-ganar-batalla-sobrevivencia/