Por Leyde E. Rodriguez Hernández
Recientes
informaciones de la prensa internacional dieron cuenta de que el Comando Sur de
los Estados Unidos se mantiene con ojos vigilantes ante lo que han denominado
las "turbulencias geopolíticas" que se pudieran originar en Cuba,
Venezuela, Bolivia y Haití, lo cual fue esbozado por el general Douglas Fraser,
en una audiencia de la Comisión de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes en el Congreso estadounidense.
En
las percepciones de los círculos militares de los Estados Unidos, las
"potenciales turbulencias geopolíticas" podrían tener "un
impacto sobre ciudadanos y militares estadounidenses en la región" y, por
tal motivo, se han identificado, en cada uno de los países señalados, las
posibles problemáticas que, a juzgar por las declaraciones del general Douglas
Fraser, quitan el sueño a los representantes de un Imperio que todavía conserva
una mirada arrogante hacia la región de América Latina y Caribe, como si fuera
su traspatio de antaño.
Para
el belicoso Douglas Fraser, Venezuela enfrenta una coyuntura de
"incertidumbres sobre la salud" del presidente Hugo Chávez, una
"persistente inestabilidad económica y crecientes niveles de violencia que
generan mayores exigencias para el gobierno". Pero, en realidad, la
verdadera inquietud de los círculos de poder en Washington pudiera estar
relacionada con el anchuroso apoyo popular que mantiene Chávez, aún con sus
dificultades de salud, para ser reelecto en las venideras elecciones de
octubre, lo que permitirá dar continuidad incuestionable a los proyectos de
justicia social de la Revolución Bolivariana.
Para
el marcial Douglas Fraser, en Bolivia se han registrado protestas por los
salarios, la escasez de energía eléctrica y los precios de los alimentos, que
posiblemente continuarán hasta que el gobierno de Evo Morales "enfrente
las causas de la agitación social". Al igual que el caso de Venezuela, la
situación interna de Bolivia, con sus propias peculiaridades, está lejos de
conformar un escenario regional de “turbulencias geopolíticas”, solo imaginable
en las calenturientas apreciaciones de los estrategas militares del sobresaltado
Comando Sur.
Para
el intrépido Douglas Fraser, la transición del liderazgo de Fidel Castro a su
hermano Raúl "ya se completó”, pero mostró suspicacia hacia “los efectos a
largo plazo de lo que denominó reformas económicas del gobierno" cubano.
Sin embargo, este tipo de elucubración sobre Cuba no es novedosa, porque es
conocida la incertidumbre de los estrategas militares y de la clase política
estadounidense, cuando los procesos en la Isla no se perfilan o evolucionan en
la dirección de los intereses políticos y estratégicos de Washington.
Lo
que el gobierno de los Estados Unidos debiera hacer es cesar los
pronunciamientos, los juicios indirectos y unilaterales sobre
Cuba, que es un actor de reconocimiento global y suficiente legitimidad
internacional. Es un error, en el contexto latinoamericano y caribeño actual,
las presiones diplomáticas ejercidas por la administración estadounidense sobre
Colombia, para excluir a la Isla de la próxima Cumbre de las Américas y eludir
resolver sus conflictos con La Habana mediante la transparencia y sin medias
tintas, ya que el comportamiento internacional de Washington pudiera
verse asociado a los retrógrados métodos de la “guerra fría”, aunque
sabemos que el Imperialismo no ha renunciado a su esencia agresiva y
avasalladora sobre los pueblos, considerando la política internacional bajo un
esquema de ordeno y mando de las grandes potencias sobre los Estados que
consideran de menor significación en las relaciones internacionales.
Como
expresó el Canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, Cuba se interrogó,
en el año 2009, si las Cumbres de las Américas servirían para discutir los
problemas reales de América Latina y el Caribe, los problemas de la paz,
los problemas del desarrollo, los problemas de la deuda, los problemas de una
relación justa y equitativa, los problemas del acceso a los mercados, los
problemas del subsidio, que destruye las economías caribeñas, por ejemplo; si
se discutieran los problemas reales del terrorismo, del narcotráfico; si se
discutieran en un plano de igualdad entre Estados Unidos y
América Latina y el Caribe, quizás esas Cumbres, aunque hubieran excluido
a Cuba, servirían para algo; pero no si lo fueren para expandir la dominación
de los Estados Unidos, para extender esa presencia intervencionista,
injerencista en nuestros Estados; si fueran para extender y profundizar esa
relación de expoliación de nuestras economías y de nuestros recursos, habría
que resistir[1],
porque es precisamente todo esto último lo que genera turbulencias geopolíticas
en América Latina y el Caribe. Y difícilmente se podría encontrar otro
responsable de las inestabilidades históricas en nuestro continente que no esté
vinculado de un modo u otro a las políticas emanadas de la Casa Blanca.
Para
colmo, el castrense Douglas Fraser esboza que Haití "sigue siendo
vulnerable a los desastres naturales y las penurias económicas", lo que en
mi opinión debiera significar una situación vergonzosa para los gendarmes del
capitalismo globalizado, pues las potencias garantes del injusto orden
internacional actual -¿Y existe un orden?-, en primer lugar los Estados Unidos,
han hecho muy poco para contribuir a resolver los problemas humanitarios de esa
sufrida nación, que en más de una ocasión en la historia reciente ha visto su
soberanía horadada por las botas de los marines yanquis. En realidad, no hay
esfuerzos visibles de Washington para lograr el cumplimiento de una efectiva
ayuda humanitaria a un país que fue devastado por catástrofes naturales y enfermedades
como el cólera.
El
pretexto del narcotráfico
Además
de todo lo anterior, durante la audiencia para discutir el presupuesto del
Comando Sur para el año fiscal 2013, el general Fraser recurrió al viejo
pretexto del narcotráfico y acusó alevosamente a Venezuela por su falta de
cooperación en la lucha contra el tráfico de estupefacientes.
Con
el objetivo de lograr un abultado presupuesto, se especuló sobre el aumento de
supuestas actividades del gobierno venezolano, como la captura de algunos capos
colombianos, pero para las autoridades estadounidenses los esfuerzos de
Venezuela en su batalla contra ese flagelo no han sido suficientes, como si lo
hecho por ellos mismos al interior de sus fronteras, y allende los mares, fuera
digno de elogio o tuviera visos paradigmáticos.
Es
sabido que en sus informes anuales sobre la cooperación antidroga, Washington
ha reiterado su acusación a Venezuela de haber "fracasado
manifiestamente" en sus esfuerzos antinarcóticos. Empero, lo mismo
pudiera reprocharle Caracas a Washington por constituir los Estados Unidos un
ampuloso mercado para el consumo de la droga, pues sin esos consumidores podría
lograrse una reducción significativa de la producción y distribución de
los narcóticos; sí, así como de la delincuencia y la violencia asociada a las
redes del narcotráfico y el crimen transnacional en las Américas.
Por
otra parte, el adelantado Fraser dijo no tener evidencias de nexos entre grupos
terroristas y cárteles de la droga, pero afirmó: "seguimos vigilantes de
la potencial amenaza que organizaciones criminales transnacionales colaboren
para trasladar terroristas dentro de la región y hacia los Estados
Unidos", lo cual no es un elemento nuevo, pues, en la última década, todas
las estrategias militares y de seguridad nacional estadounidenses han tratado
este asunto con un idéntico enfoque.
El duende de la amenaza Iraní
En
la
coyuntura internacional actual, un estratega militar de alto vuelo,
como el
general Fraser, no se permitiría ignorar el escenario político de su
país
caracterizado por una frenética campaña electoral entre republicanos
hacia las elecciones presidenciales de noviembre 2012. Quizá por eso
el general Fraser manifestó a su sugestivo público -no menos
entusiasmado con
la idea de Israel de propinar golpes militares a Irán- que el Comando
Sur sigue
"tomando en serio la actividad iraní en la región y vigilando de cerca
sus
actividades". En un atisbo de objetividad, Fraser reconoció que la
relación entre Teherán y la región es principalmente diplomática y
comercial,
evidenciándose que esos vínculos no podrían ser considerados una
conspiración
de un eje persa-latinoamericano contra Washington.
¡Ah!
Y qué piensa el presidente Barack Obama de los sectores que avivan los tambores
de la guerra con Irán. Pues bien, para un Obama posiblemente atribulado, los
republicanos están tomándose muy a la ligera las consecuencias de una posible
guerra con Irán. Según un despacho de la agencia de prensa internacional
EuroNews, Obama dijo - sin que le falte razón - lo siguiente: “Cuando veo la
ligereza con la que algunos de ellos habla de la guerra pienso en las
consecuencias de un conflicto. Pienso en las decisiones que tengo que tomar y lo
que supone enviar al campo de batalla a chicos y chicas jóvenes y el impacto
que tendrá en sus vidas. El impacto que tendrá en nuestra seguridad nacional,
en nuestra economía. Esto no es un juego, no es una decisión que se puede tomar
a la ligera”.
En
un sistema internacional de múltiples interdependencias económicas y sociales,
lo más racional sería evitar un conflicto militar de imprevisibles
consecuencias globales. Nadie podría ignorar que un conflicto militar con Irán,
por parte de los Estados Unidos e Israel, pudiera tornarse de carácter nuclear,
provocando bruscas e irreversibles consecuencias para la supervivencia de la
especie humana.
Le
confiero
razón a Obama cuando alerta que los sectores más conservadores de la
política de su país no deben tomarse los asuntos de la guerra con tanta
ligereza. Está claro que Obama se refiere a una guerra con Irán, pero
esa misma
perspicacia se ajusta a los países latinoamericanos y caribeños sobre
los
cuales el general Fraser diseña contingencias militares por el solo
hecho de
haber debilitado la dominación de los Estados Unidos en la región,
desertando
del viejo traspatio de Washington, cuya política, en los últimos dos
siglos, se
erigió en el principal centro de generación de turbulencias
geopolíticas, como expresión de un abarcador esquema de señorío
político,
económico y militar sobre los pueblos de América Latina y el Caribe.
En
la búsqueda de un equilibrio funcional y mutuamente ventajoso para las
relaciones interamericanas, sería preferible que los Estados Unidos contribuyan
a evitar las llamadas turbulencias geopolíticas y, a la vez, abandonen el
destino manifiesto que los conduce a la generación de conspiraciones ciclópeas,
turbulentas, desestabilizadoras, porque pensándolo bien, como dijo Obama: "hay
que preocuparse también por el impacto que tendría una guerra en la vida de los
chicos y chicas de los Estados Unidos".
1 Véase en Transcripción de
las palabras de Bruno Rodríguez Parrilla, canciller de Cuba, en Conferencia de
Prensa en La Habana sobre la exclusión de la Isla en la Cumbre de las Américas.
Tomado de Cubadebate.