viernes, 16 de marzo de 2012

Cuba, el Papa y alguna gente de mala fe


  
Foto Virgilio Ponce 
Por Edmundo García*/- Fue a mediados de diciembre del pasado año 2011 que pudo precisarse que la segunda visita del Papa Benedicto XVI a América Latina, esta vez a México y a Cuba (la primera fue a Brasil en el 2007), se produciría en la primavera del 2012, antes de las celebraciones de Semana Santa y de su cumpleaños, el 16 de abril. 

Desde el principio Benedicto XVI habló claro sobre los objetivos de su viaje. El 16 de diciembre la prensa internacional circulaba estas declaraciones de Su Santidad: “Viajaré a México y a Cuba antes de la Santa Pascua de 2012 para proclamar allí la Palabra de Cristo y afianzar la convicción de que éste es un tiempo precioso para evangelizar con una fe recia, una esperanza viva y una caridad ardiente”. La misión pastoral que le lleva a Cuba en el Año Jubilar por el aniversario 400 de la aparición de la Virgen de la Caridad del Cobre fue confirmada por el Cardenal Jaime Ortega durante la Misa de Clausura de la Peregrinación Nacional de la Virgen, pronunciada el 30 de diciembre pasado frente a la bahía de la ciudad de La Habana. 

A pesar de la publicación de una agenda minuciosa con todos los detalles de la visita, hay personas y ciertos grupos que están ejerciendo presión política sobre la Iglesia Católica para obstruir y si es posible abortar el evento. El viernes 2 de marzo el propio Cardenal Ortega confirmaba a la agencia AFP sobre dichas presiones; que parten de expectativas políticas ajenas a este tipo de visita Papal. Pero quiero ser más preciso en lo que de verdad sucede; y es que hay personas que se están prestando al juego de unas fuerzas extrañas a Cuba, para hacer quedar mal al país ante los invitados. Este tipo de rejuego, por cierto, no existe en el caso de la vista del Papa a México; país agitado por la violencia, problemas de secuestro y gobernabilidad. Pero el caso cubano siempre es especial para la prensa internacional y, por supuesto, para la prensa de Miami. 

El pasado 4 de marzo la actual presidenta de las Damas de Blanco Berta Soler dio una entrevista a la mal llamada emisora Radio Martí donde exigía que Su Santidad Benedicto XVI le concediera una audiencia especial, de “aunque sea un minuto”, para cuestionar las relaciones de la Iglesia con el gobierno cubano y calumniar los resultados de ese diálogo, del cual su propia familia se ha beneficiado con la liberación de su esposo Ángel Moya.

No obstante las autoridades católicas de la isla, que siempre han tenido una actitud compasiva con las Damas de Blanco, dieron una respuesta formal al pedido. El pasado miércoles 8 de marzo una representación de Las Damas de Blanco, que incluyó a Berta Soler, se reunió con Monseñor Ramón Suárez Polcari, quien les dijo que sería muy difícil el encuentro solicitado porque la agenda del visitante estaba “muy cargada”.  

A pesar de la explicación, Berta Soler no ha dejado de exigir con impropia autoridad que el Papa le tiene que dar ese “minuto”. Y la prensa anticubana, como siempre, se la ha pasado divulgando el plante de la señora como si fuera un acto heroico.  Esta insistencia de Berta Soler me deja varias inquietudes. La primera tiene que ver con el sentido común, con la disciplina ante un itinerario anunciado, de la cual parece carecer la señora Soler: ¿En qué momento quiere Berta Soler que Benedicto XVI le otorgue ese “minuto”? Porque según la agenda oficial que seguramente ella conoce, el tiempo del Papa en Cuba está lo suficientemente ocupado desde el lunes 26 de marzo a las 2 de la tarde que llega a Cuba, hasta el miércoles 28, cuando oficiará misa en la Plaza de la Revolución a las 9:00 de la mañana y luego se despedirá. Un total de 51 horas de visita en Cuba, en las que tendrá que sacar tiempo además para viajar, meditar, leer, asearse, vestirse, descansar por la intensidad del trabajo y su avanzada edad, y pedir por todos. 

Si Berta Soler y sus aliados han perdido el sentido de la realidad, por lo menos no pierdan el sentido del tiempo. Es tan evidente que el Papa no podrá conceder la reunión que le piden, que resulta claro que lo único que desean es pleitear la visita; sabotearla. ¿Para qué? Pues para lo que la misma Berta Soler dijo a la referida emisora; para denunciar que no la dejan ir a misa ni desfilar por las calles de La Habana. Lo que es una gran mentira; probada por el hecho de que esa misma declaración Berta Soler la dio desde la Iglesia de Santa Rita, el domingo 4 de marzo. 

La forma en que ese boicot a la visita del Papa opera sigue el mismo guión de siempre y hasta se repiten los personajes. Si se entra ahora mismo a la página en internet de Radio Martí, se encuentra una noticia reportada por Vladimir Calderón Frías, quien se auto titula Presidente del Partido Republicano de Cuba, el mismo al que dicen pertenecía Orlando Zapata Tamayo. La noticia asegura que varias iglesias de la isla han sido “ocupadas” por los opositores, citando entre ellas a “la Iglesia de La Caridad, en La Habana; la Iglesia San Isidoro, en Holguín; la Iglesia San Jerónimo, en Las Tunas, así como otras dos iglesias en Santiago de Cuba y Pinar del Río.” La manipulación se redondea cuando se da como motivo de la “ocupación” la pretendida parcialidad de la visita del Papa, y cuando se agrega que la policía está a punto de aplicar la fuerza. Lo reportado ni es verdad, ni hace falta que lo sea; basta con que alguien llame por teléfono y diga cosas como esta para que toda una red de periódicos, sitios en internet, emisoras de radio y televisión en Miami y en España lo repitan, para intentar deslegitimar así la visita de su Santidad Benedicto XVI. De paso, los centenares de personas que viven en Miami de criticar a Cuba consiguen el pretexto del día para hacer eso que falsamente entienden como periodismo. Estas operaciones en Miami implican también una gran presión sobre autoridades católicas como el Arzobispo Thomas Wenski, quien promueve la participación de miembros de su diócesis en la visita pastoral de Su Santidad a la isla. Los medios que manipulan las mentiras que urden supuestos periodistas independientes, obligan a quienes desean viajar al encuentro jubilar en Cuba a dar explicaciones de sus actos, como si hacer lo correcto desde el punto de vista de su fe fuera en verdad un delito.  

Por demás, creo que es válido preguntar: si las Damas de Blanco, que son unas pocas personas, un movimiento inventado, pueden exigir que el Papa las reciba, ¿no tendría el mismo derecho a demandar su “minuto” la Organización de Pioneros José Martí, con más representatividad que ellas por tratarse de un millón y medio de niños y adolescentes cubanos? ¿No podría aspirar también a su “minuto” la Federación de Mujeres Cubanas, con casi cuatro millones de afiliadas? O la Federación Colombófila de Cuba, con más de 6 mil asociados especializados en el cuidado y cría de palomas mensajeras. O la Federación Cubana de Esperanto, con miles de seguidores. O la Asociación Nacional de Orquestas de Charangas, reconocida por el Ministerio de Cultura, y que se la pasa trabajando todo el año para divertir al pueblo. Si todas las asociaciones y clubes de Cuba exigieran su “minuto de fama”, entonces, ¿cuánto duraría la visita de Benedicto XVI?

No quiero terminar este comentario sobre el desubicado pedido de Berta Soler y compañía sin compartir una gran preocupación. Tengo que confesarles que no entiendo muy bien las razones de la predilección de algunas de esas Damas de Blanco por señalarse en público junto a figuras que son de lo más discutible que ha dado Miami. La difunta Laura Pollán reconoció, sin que nadie se lo pidiera, que el convicto por terrorismo Santiago Álvarez Magriñá le enviaba financiamiento y presentes. Su protegido Luis Posada Carriles, terrorista confeso y bajo pedido de extradición por Venezuela y casi seguro por Panamá, parece ser la persona escogida por Reina Luisa Tamayo para exhibirse en Miami y posar en fotos. Y ahora aparece Luis Zúñiga Rey en el programa de televisión de Oscar Haza, en la noche de ayer martes 13 de marzo, como el gran defensor de Berta Soler en Miami. El mismo Zúñiga que se infiltró en Cuba para cometer delitos violentos, que perteneció a la Fundación Nacional Cubanoamericana y ahora al CLC, que como protegido de Pedro Roig difamó a Cuba desde Radio Martí y forma parte del grupo de confianza del Alcalde de Miami Tomás Regalado. Como les decía, es un poco sorprendente el tipo de selectividad que siguen estas personas; es como si escogieran siempre, de lo malo, lo peor.

jueves, 15 de marzo de 2012

Israel: Divide y matarás

Por Randy Alonso
Tomado de Cubadebate

“La guerra es una salida cobarde a los problemas de la paz”
Thomas Mann

El gobierno israelí sigue apostando a la violencia frente a las ansias patrias de los palestinos. Para Tel Aviv es inadmisible el avance del proceso de unidad entre la OLP y el grupo Hamás, que haría más poderosa la voz del pueblo palestino.
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La táctica es hostigar a Gaza, dividir a los palestinos, provocar la ira enceguecedora que justifique la negativa a la paz tantas veces postergada. En apenas 4 días, la fuerza aérea israelí bombardeó varias veces la Franja, respondiendo supuesta y desproporcionadamente a los ataques coheteriles de pequeños grupos palestinos. El saldo conocido es de 25 palestinos muertos y ninguno israelí.

Así de desmedida ha sido por décadas esta guerra. La fuerza bruta, la tecnología mortífera, la ideología del vasallaje frente a los sueños nacionales, las escasas armas y el espíritu irredento.

La comunidad internacional no puede permanecer inmóvil ante el exterminio de un pueblo histórico. Basta ya de vetos norteamericanos y de indiferencia de otros. El lobby judío proisraelí no puede seguir comprando silencios y ocultando crímenes. Las divisiones árabes no pueden seguir propiciando la masacre. Hay que detener la agresión militar, el cerco económico, la asfixia social del pueblo palestino; una nación que quiere y tiene que ser país.

A más violencia y crimen de su gobierno, menos seguridad real para el pueblo israelí. La paz es el único camino.

BRICS prepara reforma bancaria mundial.


Por NATALIA KASHO

Tomado de La Voz de Rusia 

Los países del BRICS preparan una reforma bancaria mundial. Por primera vez en la práctica mundial ellos se proponen presentar a un candidato alternativo al puesto de jefe del Banco Mundial (BM). 

El quinteto insiste asimismo en la redistribución, a la brevedad posible, de cuotas en el FMI y decidió estudiar la propuesta de la India de crear un banco Sur-Sur. La reforma del sistema financiero mundial fue propuesta por representantes de Brasil, Rusia, India, China y RSA al término de su encuentro en México. Este se celebró en el marco de la reunión de titulares de Hacienda y jefes de Bancos centrales del G20. Los financieros del BRICS están indignados por la regla no oficial según la cual el BM es encabezado por un representante de EEUU. Ellos propusieron valorar al candidato por sus méritos y no por su ciudadanía. En esto el quinteto considera la competición al candidato de EEUU como una cuestión esencial. 

Este puede ser no necesariamente un representante del BRICS, no se excluye tampoco un europeo. Se decidió en las dos próximas semanas preparar una declaración sobre una postura coordinada acerca de este particular. Los candidatos al cargo de jefe del BM deben ser determinados para el 23 de marzo. El 29 de marzo, según se espera, los líderes del BRICS pondrán en acción el mecanismo de coordinación de posiciones sobre la propuesta de India en cuanto a la creación del banco Sur-Sur. Este se concibe como una institución de apoyo a los países con mercados emergentes. Los países del BRICS contarán en este no solo con un papel importante sino de hecho con el protagónico desde el punto de vista de cuotas y votos. Quiere decir que deben asumir compromisos presupuestarios bien serios. 

El proyecto es bastante promisorio pero requiere un estudio detallado, considera Andrei Nechayev, presidente de la Corporación Financiera Rusa: –Por el momento hay más interrogantes que respuestas. ¿Quién financiará este banco, es decir lo llenará de capital? ¿Quién recibirá dinero de este? Puede ocurrir que el número de deseosos de recibir créditos sea mucho mayor que el número de ganosos de dar dinero. La nueva institución concuerda con las demandas del desarrollo mundial. Los países del BRICS necesitan inversiones, y no sólo de dinero, sino asimismo de nuevas tecnologías, métodos de gestión corporativa e innovaciones. Es cierto que por el momento no está claro cómo este banco, de ser fundado, ayude a resolver este problema. En cualquier caso, la iniciativa de India de crear el banco Sur-Sur es un intento de los países del BRICS de colocar su piedra en el edificio de un nuevo sistema financiero mundial. Ellos se proponen ocupar un lugar en este conforme a su peso global. La parte de Brasil, Rusia, India, China y RSA, que están en ascenso, en la producción mundial pasa del 21 %. Sus reservas internacionales superan a los 4 billones de $. 

Esta última circunstancia les brinda la posibilidad de “lanzar una piedra” sobre el orden financiero formado por Occidente. Se trata del propósito del BRICS de elevar su papel en el FMI. Los países del BRICS están dispuestos a discutir el afianzamiento de la base de recursos del Fondo, en particular para prestar ayuda a la UE a salir de la crisis del endeudamiento. Pero, paralelamente con esto, a revisar las cuotas del fondo. Esta iniciativa supone no solo la redistribución de flujos financieros mundiales sino también de votos en la toma de decisiones por el FMI. Ahora casi la mitad de ellos pertenece a los países de la UE y a EEUU, al BRICS le corresponde aproximadamente un 10 %. En 2010 el quinteto aumentó un tanto su cuota, empero, sus posiciones están evidentemente infravaloradas. Occidente tratará de frenar por todos los medios la reforma del FMI para impedir el fortalecimiento en este de las posiciones de mercados emergentes. Entre tanto, la necesidad de completar la base de recursos del FMI, a juzgar por todo, debe obligar a la dirección del Fondo a atender más activamente la iniciativa del BRICS.



martes, 13 de marzo de 2012

Los movimientos sociales en America latina : un balance historico

Por Mónica Bruckmann [1] et Theotonio Dos Santos [2] 
Publicado en la revista Prokla, n°142. 
15 avril 2008 

 INTRODUCCION


Los cambios recientes en América Latina se expresan no sólo en movimientos sociales y populares cada vez más originales y activos sino también en un nuevo escenario político marcado por la existencia de gobiernos de centro-izquierda bajo una fuerte presión de la sociedad civil y de movimientos de masa. Esta nueva coyuntura está redefiniendo el escenario político en la región y está abriendo un proceso histórico que presenta elementos nuevos que van a influir profundamente en la dinámica económica, política, cultural y social inmediata, pero también en el mediano y largo plazo. 

Una comprensión más objetiva de esta nueva coyuntura en la región exige un análisis profundamente histórico, capaz de hacer un balance de la lucha secular de las fuerzas progresistas que ha generado una acumulación de experiencias extremamente rica. Lucha secular que tiene que ver con elementos claves de nuestra identidad como latinoamericanos, como naciones capaces de conducirse a sí mismas y que tienen una presencia cultural basada en una fuerza civilizatoria propia. 

Desde esta perspectiva, el presente artículo busca hacer un breve balance histórico de los movimientos sociales en América Latina, tomando en cuenta cuatro fases : Los orígenes de los movimientos sociales clásicos desde la influencia anarquista hasta a la Tercera Internacional, la fase del populismo y las luchas nacional-democráticas ; la autonomización de los movimientos sociales y las nuevas formas de resistencia y la cuarta fase de globalización de las luchas sociales a partir de Seattle y la nueva agenda.

1. LOS ORIGENES : DE LA INFLUENCIA ANARQUISTA A LA TERCERA INTERNACIONAL

En su fase inicial de formación los movimientos sociales clásicos en América Latina tuvieron una fuerte influencia anarquista, a través de la migración europea, principalmente italiana y española, de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Estos inmigrantes anarquistas, básicamente artesanos y trabajadores de pequeñas actividades económicas, se dirigieron principalmente hacia las zonas urbanas, formando las primeras levas de movimientos obreros. A partir de la Primera Guerra Mundial y posteriormente durante los años veinte, la expansión de las manufacturas en la región crea condiciones para el surgimiento de un proletariado industrial, que tendrá su pleno desarrollo con los procesos de industrialización de la década 1930. 

Estos movimientos anarquistas tuvieron su auge en toda la región entre 1917 y 1919, años en los que se organizaron huelgas generales bastante significativas que abrieron un proceso de sindicalización del movimiento obrero, como el caso de Perú en 1919, Brasil en 1917, Argentina en 1918 y México en el mismo periodo. Se crea un clima político generalizado favorable a la huelga general como forma de lucha principal, a pesar de que en algunos casos éstas no tenían un objetivo claro o buscaban una especie de disolución del Estado. En esta fase se consiguieron avances importantes en las luchas sociales y sindicales, colocándose en el eje de las luchas reivindicaciones específicas como la reducción de la jornada a ocho horas por día así como mejoras salariales y de condiciones de trabajo y de vida de los obreros.  Es el caso de la huelga de 1919 en el Perú, que al igual que otras experiencias en la región, fueron brutalmente reprimidas sin poder acumular fuerzas, generando una autocrítica en gran parte del movimiento anarquista que va a conducirlos al bolchevismo.

Los movimientos huelguistas estuvieron también marcados por la influencia de la Revolución Rusa, tanto la revolución bolchevique de 1917 como el proceso revolucionario general y las huelgas generales que habían sido características en la revolución de 1905. La corriente bolchevique, llamada “maximalista”, estaba compuesta principalmente por anarquistas que pensaron que el bolchevismo era una manifestación del propio anarquismo. Esta visión, que consideraba el bolchevismo como una forma de “maximalismo”, se mantuvo hasta 1919-1920, cuando los bolcheviques rusos se confrontan con los Kronstadt que habían sido uno de los brazos principales de la revolución de 1917 y que entran en choque con el gobierno bolchevique, siendo reprimidos tenazmente. A partir de este momento, parte de los anarquistas se alejan del bolchevismo y las corrientes que se mantuvieron fieles al mismo formarán los partidos comunistas.

Este período va a marcar la transición del anarquismo, con su versión maximalista que se destruye junto con las huelgas generales brutalmente reprimidas, a los movimientos comunistas latinoamericanos. Hasta los años veinte, a pesar de la importancia que la Internacional Socialista tuvo en Europa, los partidos socialdemócratas europeos no llegaron a tener una influencia significativa en América Latina, excepto en Argentina que fue el único país que tuvo representación en la II Internacional. A partir de los años 20 el movimiento obrero de la región se incorpora al campo del marxismo, especialmente a su versión comandada por la Internacional Comunista.

a)  El Movimiento Campesino

Históricamente, el campesinado en América Latina estuvo sometido a una fuerte dominación de los señores de tierra, bajo condiciones extremamente negativas de cultivo y organización. En este contexto, sólo las comunidades indígenas poseían los medios para auto dirigirse y organizarse, a pesar de la represión a la que fueron sometidas secularmente. Este sector fue la cabeza de una insurrección popular que se convirtió en una referencia fundamental en toda la región : la Revolución Mexicana de 1910, que tuvo una base campesina significativa. La lucha democrática contra el porfirismo estuvo conducida principalmente por partidos democráticos de clase media, que por necesidad de base política se aproximan al campesinado, produciéndose una articulación muy fuerte entre el movimiento campesino y las luchas democráticas mexicanas. A pesar de que los movimientos campesinos no se presentan como movimientos indígenas, se empieza a configurar un vínculo más claro entre ambos. Los líderes de la Revolución Mexicana estaban articulados a sus orígenes indígenas, sobre todo Zapata, que tiene una fuerte representatividad como líder indígena, a pesar que no basar su liderazgo específicamente en ello, Porque en aquel momento, el movimiento está volcado fundamentalmente hacia la cuestión de la tierra.

Es necesario destacar también el papel específico de los movimientos campesinos, que llegaron a tener un auge relativamente importante en América Central durante los años de 1920-1930, cuando ya existía una explotación de campesinos asalariados directamente subordinados a empresas norteamericanas que los organizan en las actividades exportadoras. En esta región se formaron bases importantes de lucha por la reforma agraria que debido a la fuerte presencia estadounidense se mezclaron con las luchas nacionales contra la dominación norteamericana. Este es el caso del Sandinismo, de las revoluciones de El Salvador lideradas por Farabundo Martí, de las huelgas de masas cubanas y, en parte, de la Columna Prestes en Brasil, que a pesar de tener una base fundamentalmente pequeño burguesa, va a entrar en contacto con la población campesina, desarrollando una cierta interacción de este movimiento de clase media de origen militar con el campesinado. Sin embargo, no se puede hablar de un movimiento campesino realmente significativo en este período en Brasil.

b) El Movimiento Obrero

El movimiento obrero latinoamericano ha sido el otro sostén de las fuerzas populares en el continente y encuentra su base material en la primera ola de industrialización durante la primera década del siglo XX. Podemos decir que se consolida como movimiento mucho más sólido en los años 20, desde el marxismo leninismo, esto es, de la influencia bolchevique y de la revolución rusa que se sobrepone a la segunda internacional y al anarquismo. Este aspecto es muy importante para configurar las características principales del movimiento obrero latinoamericano, sobre todo desde el punto de vista ideológico. 

Paralelamente a este fenómeno, en algunas zonas mineras relativamente importantes se desarrolló un proletariado asalariado que tenía reivindicaciones propias bastante más colectivas y cuya formación tuvo menos influencia anarquista. Esto explicaría el hecho de que en Chile existiese un Partido Demócrata con base obrera minera muy significativa, antes del desplazamiento de estos trabajadores hacia el Partido Comunista Chileno bajo el liderazgo de Recavarren, lo que al mismo tiempo otorga a esta organización diferencias respecto al resto de los comunistas latinoamericanos, en la medida en que no nace de una base propiamente anarquista, sino de una concepción política más cercana a la socialdemocracia. El Partido Demócrata Chileno no era propiamente una organización socialdemócrata, sino que se aproxima más al radicalismo de los partidos pequeño burgueses de tipo liberal. En otros países de América Latina también se desarrolló una presencia minera importante con un alto grado de sindicalización, como en el caso de Perú, Colombia y Bolivia. En el último caso, el movimiento minero boliviano sólo va a alcanzar su auge en la década de 1940-1950, llegando a ser protagonista de la revolución boliviana. 

c) Los movimientos de clase media y el movimiento estudiantil

El ala del movimiento obrero que luego formará los partidos comunistas se aproxima a sectores de la clase media en torno a objetivos democráticos, como es el caso de los “tenientes” en Brasil, que sería un movimiento social de clase media militar, con objetivos de democracia política. Otros movimientos de clase media, como el aprismo peruano, se adhieren a una plataforma de tipo nacional democrática, levantando banderas como la democracia política, el antiimperialismo, la defensa de las riquezas nacionales, la reforma agraria, la industrialización asumida como una tarea del Estado, etc. La reforma universitaria fue otra bandera que la clase media levantó de manera muy orgánica durante los años 20 y condujo a un movimiento social propio, que exigía la participación de los estudiantes en la conducción de la universidad, la reforma curricular y la apertura hacia los procesos sociales y políticos que vivía América Latina. Tal vez uno los momentos más significativos de las luchas del movimiento estudiantil fue el de la reforma universitaria de 1918 en Córdoba (Argentina), que generó un gran impacto en el ambiente universitario y político latinoamericano. En México, la lucha a favor de la reforma universitaria asumirá banderas nacional-democráticas y étnicas que no fueron bien asimiladas por los partidos comunistas y por ciertos sectores de la izquierda, aunque finalmente el movimiento educacional mexicano va a tener su gran expresión en la “educación socialista” que tendrá su auge durante los años 30. 

No se puede dejar de considerar como parte de los movimientos sociales, los movimientos culturales y artísticos que buscaban que el arte se aproximase más al pueblo y fuese su expresión mayor. Surgen experiencias extremamente ricas en la región como es el caso del muralismo mexicano, que formó parte del movimiento de la Revolución Mexicana o procesos como la revolución modernista de Brasil en 1922 y otros movimientos similares, principalmente durante los años 20. La creación de la revista Amauta (Lima 1926-1930), fundada por José Carlos Mariátegui, abre un espacio de reflexión intelectual muy importante en la región y muestra la fuerza y la profundidad de estos nuevos movimientos artísticos y culturales que se afirman en una identidad propia al mismo tiempo que se proyectan de manera universal a partir de una visión local, poniendo en cuestionamiento las pretensiones universales de occidente.

Hasta los años 30 se va a definir una plataforma de reivindicaciones de los movimientos sociales de la región. En esta agenda se coloca el problema de la tierra, de ahí la importancia de la Revolución Mexicana ; la cuestión minera, que representa la cuestión nacional, sea de la propiedad de las minas o de una participación de los Estados que abrigan los yacimientos en la renta de las minas ; las cuestiones salariales que ya están articuladas con las otras reivindicaciones, principalmente en las zonas mineras y en las zonas proletarias urbanas, sobre todo cuando el movimiento obrero urbano se va constituyendo más claramente en un movimiento asalariado.

2. EL POPULISMO Y LAS LUCHAS NACIONAL-DEMOCRATICAS

El conjunto de movimientos sociales que surge a lo largo de las primeras décadas del siglo XX va a tener la oportunidad de aproximarse al poder en los años 30 y 40 con la formación de los gobiernos populares y populistas. Estos gobiernos buscan apoyarse en los sectores populares y estructurar sus movimientos sociales en el contexto de una gran lucha nacional-democrática, integrando todas estas fuerzas sociales y culturales en frentes de contenido nacional-democrático que ya habían incorporado muchos puntos comunes con los movimientos antiimperialistas de los años 20 y van solidarizarse con los movimientos anticoloniales afro-asiáticos después de la Segunda Guerra Mundial. Los partidos comunistas en la región fueron integrando los diversos movimientos a una misma lógica nacional-democrática en la medida en que avanzaba la lucha anticolonialista.

Después de la Primera Guerra Mundial, en la medida en que se van constituyendo gobiernos más próximos a los sectores populares, surge una articulación más profunda entre movimientos sociales y Estados nacionales. Un ejemplo claro de este proceso es el caso mexicano, que ya en los años 20 mostraba una fuerte articulación entre los movimientos campesinos y obreros y el PRI (Partido de la Revolución Institucional). 

La base social no son ya los inmigrantes, sino los obreros urbanos del proceso de industrialización de los años 20. Este nuevo movimiento obrero tiende a un cierto rechazo y ruptura con el antiguo movimiento obrero radical, afirmando un nuevo proletariado de origen campesino sin ideología, como el caso de Argentina, donde se presentará de manera más clara este fenómeno. Este nuevo obrero va a aproximarse mucho más a los dirigentes del proceso de industrialización, dando lugar a los llamados movimientos populistas : el peronismo en Argentina ; el varguismo en Brasil ; el propio caso mexicano, a pesar del carácter radical del cardenismo y los antecedentes de la Revolución Mexicana. El cardenismo es, en gran medida, una expresión de la vinculación de los principales movimientos sociales a los objetivos nacional-democráticos. 

En esta nueva fase se perfila el movimiento revolucionario boliviano, que hace converger mineros y campesinos en la lucha por la reforma agraria, la nacionalización de las minas y la creación de una democracia radical de masas, a pesar de la desconfianza entre ambas partes. Los mineros siempre defendieron una reforma agraria basada en la propiedad colectiva de la tierra, mientras que los campesinos defendían la pequeña propiedad rural. Estas diferencias dividieron el movimiento de la revolución en Bolivia y en la década de 1960 produjeron una contra-revolución cuando el movimiento campesino e indígena se lanza contra los mineros, que recibían también el apoyo de los obreros urbanos, produciéndose una ruptura entre la llamada alianza obrero-campesina. 

En el caso mexicano, campesinos y obreros continuaron dentro de la revolución mexicana. Gran parte de la tierra fue colectivizada de forma que el movimiento campesino se mantuvo en una perspectiva socialista, a pesar de que el indigenismo mexicano procuró resaltar siempre los peligros de la concepción colectivista, considerada ineficiente, burocrática y autoritaria. 

De esta manera, se definía el perfil nacional-democrático como formador de la nueva clase obrera. Dependiendo de la capacidad de comunistas y socialistas de adoctrinarla en una perspectiva socialista, se hacía posible articular la cuestión nacional y el antiimperialismo que motivaban las luchas nacionales en el continente bajo la dominación del capitalismo norteamericano en expansión en el mundo, hasta convertirse en el centro hegemónico del sistema mundial después de la Segunda Guerra Mundial. La Alianza entre la Unión Soviética y los EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial se prolonga hasta 1947 cuando la política de Guerra Fría convierte los anteriores aliados en enemigos. A partir de este momento EE.UU. es transformado por el movimiento comunista mundial en enemigo de los trabajadores, mientras el servicio de inteligencia norteamericano trabaja para romper la alianza entre comunistas, socialistas y social cristianos que se había creado durante la Segunda Guerra Mundial. Al ponerse en evidencia el carácter imperialista de la política estadounidense, carácter que había sido olvidado durante la Alianza Democrática antifascista, empieza a desarrollarse un nuevo frente antiimperialista, que encuentra su punto más alto en Brasil, a fines de los años 50 durante el gobierno J.Kubistchek-Goulart. En este período los comunistas, que estaban en la ilegalidad desde 1947 después de sólo 2 años acción política legal, vuelven a asumir la condición de semi-legalidad entre 1961 y 1964 durante el gobierno de João Goulart,

En esta misma época surgía una nueva realidad estratégica en América Latina. La declaración de Cuba como una República Socialista en 1962, en respuesta a la invasión de Bahía Cochino, introdujo en la región la cuestión del socialismo como forma inmediata de transición hacia un nuevo régimen económico-social colectivista. Esta nueva experiencia pasó a influir sectores significativos de las fuerzas políticas de izquierda en América Latina, alcanzando su expresión más elaborada en el programa socialista de la Unidad Popular en Chile, cuando entre 1970 y 1973 intentó una experiencia absolutamente insólita : realizar la transición hacia un régimen de producción socialista en condiciones de legalidad democrática. En este momento de avance de las fuerzas sociales, la tesis de la unidad entre la burguesía nacional y el movimiento popular obrero-campesino-estudiantil se convirtió en un principio estratégico fundamental. Concepción fue derrotada por los golpes de Estado que se sucedieron en la región.

La violencia de la represión de los gobiernos militares impuestos en Chile y en otros países contrastaba con la experiencia de un gobierno militar nacional-democrático en Perú, iniciado en 1968 por Velasco Alvarado. Más que nunca la represión y el terror estatal se desarrollaron hasta sus formas más radicales. No hay duda que el terror fascista inaugurado por Pinochet y profundizado por los golpistas argentinos llevó hasta el paroxismo la represión en la región.

A pesar de las huelgas de masas de los trabajadores de las grandes empresas agrícolas exportadoras - que sostuvieron a Sandino o impusieron la huelga de masas en El Salvador – el movimiento campesino solo vino a alcanzar una victoria significativa durante la revolución en Guatemala con Arbenz en 1952 y particularmente en la revolución boliviana cuando las milicias campesinas y mineras tomaron la dirección del país. En la década de los 50 se iniciaron las Ligas Campesinas lideradas por Francisco Julião en Brasil. En los años 60 la estrategia anti-insurreccional comandada por los militares estadounidenses absorbió finalmente la propuesta de una reforma agraria ordenada que se aplicó sobre todo en el Chile demócrata-cristiano bajo la presidencia de Eduardo Frei. Esta reforma agraria se hizo más radical, completa y profunda en los años 1970-73 bajo el gobierno de la Unidad Popular, teniendo como presidente Salvador Allende.

A lo largo de todos estos años, la reivindicación por la tierra estuvo en el centro de las luchas populares y de la alianza obrero-campesina, con fuerte apoyo estudiantil y de sectores de la clase media urbana. Estas reivindicaciones llegaron hasta la Revolución Sandinista en Nicaragua. Se puede decir, sin embargo, que en las décadas de los 80 y los 90 el fuerte control de las multinacionales sobre la producción agrícola en vastas regiones del continente cambió dramáticamente el sentido de la lucha campesina. Entre 1960 y 1990 se completó un proceso de emigración del campo a la ciudad que expulsó definitivamente vastas capas de pequeños propietarios agrícolas y consolidó la grande y mediana empresa agroindustrial, articuladas con las transnacionales agrícolas o manufactureras de productos agrícolas. Se desarrolla la figura del asalariado agrícola estacional y surge un nuevo movimiento campesino de carácter sindical, con pequeña presión sobre la tierra.

El caso brasileño es paradigmático : los “boias frías” (así llamados por la comida fría que llevan para sus precarios almuerzos en un espacio agrícola ultra especializado y mecanizado) inundan las zonas rurales y solamente en la década del 80 resurge una demanda por la tierra cuando aumenta el desempleo en las zonas rurales y pequeñas ciudades, generando una población desempleada que busca retornar a la tierra. De ahí surge el Movimiento de los Sin Tierra (MST) que presiona por una reforma agraria más ágil pero no cuestiona la legislación de tierras del país, que dispone la compra de las tierras no cultivadas a precio de mercado para distribuir entre los campesinos sin tierra. La fuerza del MST deriva menos de la radicalidad de su demanda por la tierra que de sus métodos de ocupación de la misma para forzar la reforma agraria así como de sus métodos de gestión comunitaria de las tierras ocupadas por ellos y de su concepción socialista de una economía donde los campesinos pueden alcanzar su pleno desarrollo. Su preocupación con la tecnología agrícola de punta, por las cuestiones ambientales y por la educación de sus cuadros y de sus hijos los colocan a la vanguardia de la sociedad brasileña. Sus principales banderas de lucha se resumen en : tierra, agua y semillas, es decir, en el la pugna por la soberanía alimentar en Brasil. De esta manera, ellos se preparan para enfrentar las transnacionales agroindustriales en una perspectiva de largo, chocando frontalmente con los conservadores brasileños. 

Un fenómeno nuevo que hace posible esta concepción de largo plazo del Movimiento de los Sin Tierra es el fuerte apoyo de la pastoral de la tierra en Brasil. La Iglesia brasileña ha decidido que no puede entregar el más grande país católico del mundo a la voracidad de las elites explotadoras de este país. Una revolución social anti-católica sería un golpe definitivo al catolicismo como religión con pretensiones de universalidad.

 a) La cuestión étnica

En esta fase se incorporan cuestiones totalmente nuevas : El indigenismo, no solo visto como un movimiento de reivindicación étnico sino como una crítica cultural campesina, donde el campesinado exige su conservación y no simplemente su disolución en una sociedad superior. La cuestión étnica se presenta en dos vertientes diferenciadas, la cuestión campesina-indígena y campesina-negra. Es necesario hacer una distinción entre ambas tendencias porque los negros formaron un movimiento principalmente campesino, que asumió la lucha contra el esclavismo, contra la dominación española en Cuba y que participó en la revolución cubana y los procesos de liberación de otros países en la región. Los negros se organizaron con mucha facilidad y llegaron a constituir una parte importante de ese movimiento obrero no-europeo, no-socialista, pero enmarcado en una vertiente populista. A pesar de que los comunistas consiguieron, en algunos lugares, una base importante en el movimiento negro, tuvieron la tendencia a negar su especificidad, manifestándose contra la idea de que asumiese una forma propia. De esta manera, se buscaba que el movimiento negro se incorporase a las luchas por las libertades civiles, pero se negaba su contenido étnico específico. La visión étnica de la cuestión negra solo se va a proyectar a partir de la década de 1960 y tiene como una de las referencias principales al “black power” en Estados Unidos, donde se produce una ruptura con la visión de los derechos civiles : los negros sostienen que no quieren ser iguales a los blancos, por lo tanto, sus luchas no son por la igualdad sino por el derecho de ser negros. Esta perspectiva se expresa en la idea de “black beauty”. 

El contenido étnico del movimiento indígena renace en los años 70, cuando los indígenas reivindican sus orígenes como una estructura ideológica para las luchas sociales contemporáneas y exigen el liderazgo de los movimientos guerrilleros. Un ejemplo de esta nueva perspectiva es la lucha guatemalteca, donde los indígenas dejan claro que la guerrilla estaba dirigida por ellos a pesar de la participación externa, siempre subordinada a su liderazgo. Esta vertiente se va manifestar también en el caso mexicano, que alcanzará una expresión clara en el zapatismo, donde la vertiente indígena asume el carácter de una postura ideológica propia, que tiene su inspiración indigenista pero tiene también un objetivo universal. Este reconocimiento e identidad indígena latinoamericana es un fenómeno muy profundo que pretende también ser mundial : indígenas de diferentes regiones del mundo buscan formar un movimiento que afirma sus luchas en una postura ecológica basada en una relación fuerte con la naturaleza, en una ideología opuesta al capitalismo y a las pretendidas fuerzas progresistas que ven el progreso como un camino destructor de las formas anteriores. 
 

b) El Movimiento Femenino

Por otro lado, emerge el movimiento femenino de manera específica, a pesar de que éste existe en todas las épocas como parte de otros movimientos sociales [3]. A partir de la década de 1960 este movimiento comienza a reivindicar no sólo que los derechos civiles de las mujeres sean incorporados a la sociedad moderna sino que la sociedad incorpore también la visión femenina del mundo. Esto supone la participación de la mujer en la cultura, ya no como un elemento pasivo, sino en un rol protagónico capaz de reestructurar profundamente la subjetividad del mundo contemporáneo a partir de una nueva visión que revalore el papel de la vida. En este sentido, la mujer sería no sólo portadora de la vida sino de una percepción del mundo desde el punto de vista de la vida. Esto modifica profundamente la visión de la sociedad contemporánea.

3. LA AUTONOMIA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LAS NUEVAS FORMAS DE RESISTENCIA

Veinticinco años de experiencia neoliberal, comandadas a nivel internacional por el FMI y el Banco Mundial, sumergieron nuestros países en graves problemas económicos que llevaron los movimientos sociales de la región a la defensiva. El desempleo, la inflación, la dramática caída de los niveles salariales y de calidad de vida, la falta de inversiones en el sector productivo, en infraestructura, o desarrollo social forman un conjunto de fenómenos que va destruyendo el tejido social, que va desestructurando las lealtades institucionales, rompiendo los lazos sociales, abriendo camino a la violencia, las drogas y la criminalidad en sus diversas formas de expresión. Las formas de lucha principales del movimiento obrero, como la huelga y otras formas de interrupción del trabajo, pierden fuerza en la medida en que amplias masas de desempleados o recién llegados a la actividad laboral están siempre dispuestas a sustituir a los trabajadores activos. Las posibilidades de lucha en las calles alcanzan cierto auge hasta que el cansancio y el enfrentamiento con formas despiadadas de represión hacen retroceder al movimiento que va perdiendo sus objetivos, abriendo camino a la acción del “sub-proletariado” que no dispone de programas de lucha organizados y consecuentes.

Los años de recesión estuvieron agravados por mecanismos de represión institucional y regímenes de excepción apoyados en formas de terror estatal que habían tenido inicio en la fase anterior. La recesión sistemática, que debería ocurrir en la década del 70, fue retrasada debido a la captación de recursos externos en forma de préstamos internacionales a bajo costo como consecuencia del reciclaje de los petrodólares. En la década del 80 se inicia la fase recesiva con la exigencia de pago inmediato de los intereses de la deuda, aumentadas debido al crecimiento del capital principal bajo la forma de “renegociaciones” irresponsables y debido al aumento de las tasas internacionales de interés a partir de las decisiones adoptadas por el Tesoro Americano.

Esta combinación de recesiones sucesivas, regímenes de excepción, terrorismo de Estado y rebaja del nivel de vida de los trabajadores estuvo seguida de una ofensiva ideológica contraria a las conquistas de los trabajadores y a las mejoras obtenidas por el conjunto de la población durante los años de crecimiento económico. La ofensiva ideológica neoliberal alcanzó su auge en la segunda mitad de los años 80, con la política derrotista de la clase política dirigente de la Unión Soviética y de la Europa Oriental. A partir de la caída de los regímenes del llamado “socialismo real” se abrió una ofensiva ideológica neoliberal que implantó un verdadero terror ideológico. Cualquiera que reivindicara una crítica al capitalismo o al quimérico “libre mercado” era inmediatamente segregado de los medios de comunicación de masas y de la academia. Era la época del “fin de la historia”, del fin del socialismo y del marxismo. 

Durante los últimos veinticinco años los movimientos sociales de la región estuvieron bajo el impacto de esta situación crítica, que era posible superar con políticas de preservación del interés nacional, con la suspensión del pago de una deuda internacional altamente cuestionable y de tasas de interés totalmente insanas. Sin embargo, prevalecieron los intereses ligados al pago del servicio de la deuda y las renegociaciones que incluían inmensas comisiones apropiadas por agentes privados. En este período se afirmó una típica burguesía “compradora” en la región, que se impuso progresivamente sobre los capitales locales afectados por las políticas neoliberales e impedidos de beneficiarse de los cambios del comercio mundial que fueron casi totalmente aprovechados por los países asiáticos. Ayudados por reformas agrarias profundas, realizadas en la post-Segunda Guerra Mundial Estos países no dependían tan directamente de los préstamos internacionales para sostener sus políticas de exportación y de crecimiento económico y disponían de mercados internos más amplios y de políticas educacionales profundas que buscaban neutralizar la influencia de regímenes socialistas en el sudeste asiático. 

Es natural que durante este periodo, el movimiento obrero renaciera en la región bajo formas más cautelosas, buscando el apoyo de los liberales y de la Iglesia que se apartó de los regímenes dictatoriales que en el pasado favoreciera, para asumir las banderas de los derechos humanos, de la amnistía y del restablecimiento de la democracia. En este ambiente, las propuestas neoliberales encontraron un campo fértil y se enraizaron profundamente en virtud de la auto-destrucción del socialismo soviético y euro-oriental. Las concepciones neoliberales penetraron fuertemente en los partidos de izquierda, encontrando su formulación más sofisticada en la llamada Tercera Vía que se desarrolló en la década de los 90. Se levantaba la tesis de que no había alternativa para la concepción neoliberal de la economía, cuya expresión de eficacia era el libre mercado. Libre mercado que no garantiza, sin embargo, los derechos sociales de los trabajadores. Bajo esta visión, sería necesario combinar el neoliberalismo económico con un programa de políticas sociales (o compensatorias, como lo plantean el FMI y el Banco Mundial al aceptar los efectos negativos “provisionales” de la “transición” hacia el “libre mercado”). Era evidente la debilidad teórica y práctica de esta propuesta que fue en seguida abandonada en la medida en que el neoliberalismo se hacía cada vez más insostenible tanto en el plano teórico–doctrinario como práctico.

El movimiento obrero se encuentra aún bajo el efecto de estas confusiones ideológicas pero viene recuperando sistemática y crecientemente buena parte de su capacidad política a partir del crecimiento económico sostenido de 1994-2000 cuando el desempleo en Estados Unidos cayó de 12% a 3,4% anual. La posibilidad de volver a una situación de pleno empleo provocó un renacimiento de la militancia sindical americana, incluso en la reorientación de la central sindical AFL-CIO hacia tesis progresistas. En América Latina el movimiento obrero del período estuvo en ascenso solamente en Brasil en los años 70, parte de los 80 y en algunos momentos aislados de los 90. La explicación de la pérdida de combatividad del movimiento obrero en los últimos años se encuentra en las dificultades de convivir con el desempleo creciente resultante de la situación recesiva permanente. 

De las fuerzas clásicas del movimiento popular en la fase nacional democrática, el movimiento estudiantil fue el que más sufrió al ahogarse en el mundo del debate ideológico y enfrentar el impacto de la ola neoliberal. De ser el centro de las luchas sociales pasó a ser un movimiento de reivindicaciones sectoriales, lo que fue aislándolo progresivamente. La expansión de las universidades privadas y del número de estudiantes universitarios de clase media disminuyó el carácter de elite intelectual de los movimientos sociales que este tenía hasta inicios de la década de los 70. Esta situación se agrava cuando la represión comienza a afectar también el movimiento estudiantil disminuyendo su militancia y su liderazgo ideológico. A pesar de haber perdido mucha de su fuerza, ha dejado un rastro ideológico profundo como resultado de los movimientos de 1968, y en algunos casos, está recuperando protagonismo en las luchas sociales de los últimos años, como es el caso de Chile.

En los años 80 y 90 ganaron una fuerza especial los movimientos de los barrios llamados “marginales” y hoy “excluidos”. Su organización creciente consiguió ìmportantes recursos fiscales para infraestructura, aún cuando éstos eran insuficientes para romper sus dificultades básicas. Las organizaciones de mujeres jugaron un papel fundamental en el movimiento de pobladores, organizándose para la autogestión de recursos dirigidos a cubrir necesidades básicas de alimentación, seguridad y servicios, basados en un espíritu comunitario y fuertes lazos de solidaridad. Ejemplos claros de este fenómeno son los comedores de madres y los comités del vaso de leche en Perú.

Asimismo, el aumento de la actividad comercial de drogas prohibidas, sobretodo la cocaína, ha abierto la posibilidad de un relativo enriquecimiento verdaderos ejércitos de criminales organizados. Una situación similar a la de Chicago en las décadas de 1920 y 1930. Esta presencia de los factores criminales en los barrios miserables, como es el caso de Brasil, ha justificado una adhesión creciente de partidos de izquierda y de movimientos populares con responsabilidad de gobierno a las técnicas de la represión social. Al abandonar la tortura y otros comportamientos violentos en el plano político, las fuerzas represivas volvieron a concentrarse en la práctica sistemática de violencia contra los pobres y criminales de origen popular.

Al mismo tiempo, los movimientos sociales son cada vez más afectados por las fuerzas sociales emergentes. Es el caso de los movimientos de género, los indígenas, los negros, los grupos de defensa del medio ambiente y otros, que imponen nuevos temas a la agenda de las luchas sociales. Su punto de partida asume formas liberales, expresadas en la defensa del derecho a votar, de garantizar jurídicamente sus derechos en bases iguales a la fracción masculina dominante, de valorizar sus características propias, de reconocer su identidad y sus características étnicas como parte sustancial de la cultura nacional. Con el tiempo, estas reivindicaciones pasan a integrar todo un proyecto cultural que exige el rompimiento con la estructura económico social que generó el machismo, el racismo, el autoritarismo. Podemos encontrar una identificación sustancial entre el modo de producción capitalista, como fenómeno histórico, con estas formas culturales que penetran profundamente en todo la superestructura de la sociedad moderna. Las propias raíces de estas llagas se encuentran en la pretensión de una racionalidad iluminada que tendría a Occidente como cuna y que justificaría el colonialismo, despreciando sustancialmente la importancia de las culturas y civilizaciones asiáticas, orientales o de las civilizaciones americanas pre-colombinas.

Los movimientos sociales empiezan así a romper con toda la ideología de la modernidad como forma superior y como única expresión de la civilización. Este enfoque ha dado una fuerza muy especial a los movimientos sociales al presentarlos como fundamento de un nuevo proceso de civilización pluralista, realmente planetario, post-racista, post-colonial y quizás post-moderno.

Durante esta fase es necesario destacar dos características fundamentales : en primer lugar, la identidad de los movimientos sociales empieza a reivindicar una cierta autonomía, sale del marco de los partidos, de las reivindicaciones nacional-democráticas y desarrollistas, para asumir una autonomía bastante significativa, que da origen y se vincula a la cuestión ciudadana de lucha por los derechos civiles y se confunde con las luchas contra las dictaduras en América Latina. Se empieza a desarrollar una interacción entre los movimientos sociales con relativa autonomía de los partidos políticos y de las ONGs que las apoyan. En segundo lugar, se presenta una tendencia a la formación de partidos políticos a partir de estos movimientos. La expresión más avanzada de esta tendencia es el Partido de los Trabajadores en Brasil. Existen también otras organizaciones políticas impregnadas de esa visión ideológica, una sociedad civil que se esta formando y que proyecta sobre el Estado la gran cuestión que la sociedad civil todavía no resolvió : en la medida en que ella crece y gana importancia, su relación con el Estado deja de ser simplemente crítica para ejercer también hegemonía sobre el Estado. A partir de este momento, la postura crítica se transforma en una postura positiva, que se expresa en propuestas de políticas de Estado y que viene constituyendo una nueva fase de diseño de un nuevo programa de políticas públicas que absorbe parte del programa nacional democrático-desarrollista anterior pero con críticas significativas y que incluyen nuevos elementos en la agenda, como las demandas ecológicas y democráticas de participación política.

Todo esto va constituyendo un nuevo espacio político que no resolvió sus contradicciones entre autonomía y gestión del Estado, entre democracia en el sentido de afirmación autónoma y en el sentido de gestión del Estado, entre reivindicaciones autónomas y de políticas públicas con capacidad de transformar las condiciones materiales.

4. LA GLOBALIZACIÓN DE LAS LUCHAS SOCIALES 

Después de Seattle en 1999, los encuentros del Foro Social Mundial en Porto Alegre y las manifestaciones de masa que lo sucedieron en varias partes del mundo ya se perfila una nueva realidad de los movimientos sociales que indican una dinámica no solamente defensiva sino también ofensiva. A pesar de que este fenómeno ya estaba inscrito en las movilizaciones de 1968, cobra un significado especial después de la caída del campo soviético cuando las luchas sociales ganan la dimensión de un gigantesco movimiento de la sociedad civil contra la globalización neoliberal. Su articulación con fenómenos políticos se hace más evidente y se expresa en el surgimiento de formas de lucha insurrecciónales nuevas, como el zapatismo en México y sus desdoblamientos internacionales en la convocatoria por la lucha contra el neoliberalismo que atrajo personalidades de todo el planeta ; la emergencia de movimientos indígenas de resistencia que terminan derrocando gobiernos y dando origen a partidos y nuevos gobiernos como en Bolivia y Ecuador ; el éxito electoral del PT en Brasil, que surge de una articulación de los movimientos sociales y de fuerzas de izquierda en Uruguay y Venezuela. Todos estos fenómenos conforman una nueva ola de transformaciones sociales y políticas en América Latina que tiene fuertes raíces en los nuevos movimientos sociales y en su articulación con las fuerzas de los movimientos sociales clásicos, en el desarrollo de la izquierda en su conjunto e inclusive, la emergencia de sectores nacionalistas en las clases dominantes. Estos elementos producen un complejo proyecto histórico aún en construcción que se expresa también el los procesos de integración regional acompañados de una creciente densidad diplomática entre los gobiernos de la región.

El programa alternativo que se dibuja en América Latina no puede restringirse a una resistencia económica y cultural, más aún cuando la historia de la región pasa por un largo periodo de estancamiento económico y el abandono del proyecto desarrollista nacional democrático confrontado a hierro y fuego por la represión imperialista y gran parte de la clase dominante local ; cuando la historia de este período se confunde con la dominación brutal de los intereses financieros sobre la economía, colocando las fuerzas productivas a su servicio, incluso el Estado que aumenta su intervención para transferir recursos hacia este sector ; cuando todo esto se hace en nombre de una ideología reaccionaria que se presenta como la expresión última de la modernidad y como el “pensamiento único”, resultado del fin de la historia. En tales circunstancias el programa alternativo debe asumir un carácter global, el de un nuevo marco teórico y doctrinario que proponga una nueva sociedad, una nueva economía, una nueva civilización.

Mientras esta tarea de décadas se desdobla, se van dibujando luchas parciales que asumen un carácter cada vez más sustancial. La integración regional latinoamericana por, ejemplo, gana dimensiones concretas en el MERCOSUR, la Comunidad Andina de Naciones y el ALBA (Alternativa Bolivariana de los Pueblos) y la Comunidad Sudamericana que cuenta con el apoyo sustancial del ideal bolivariano. Al mismo tiempo, este ideal es convertido en doctrina de Estado y de gobierno en Venezuela, inspirándose en la dinámica de la democracia participativa profundamente articulada a la lógica de los movimientos sociales.

Muchas serán aún las novedades políticas, culturales e ideológicas que surgirán en este nuevo contexto. En el proceso electoral de Lula en Brasil se unieron sectores sociales hasta entonces desarticulados en búsqueda de un nuevo bloque histórico que unificase las fuerzas de la producción contra de la dominación del capital financiero. Un perfil similar se dibujó en Argentina después de los grandes movimientos de masa que cuestionaron radicalmente el programa neoliberal. En toda la región se habla de un nuevo desarrollismo que busca crear las condiciones de una nueva política económica que restaura en parte los temas y la agenda de los años 60 y 70 adaptando la misma a las nuevas condiciones de la economía mundial. Lo que importa es la voluntad política, los aspectos técnicos son secundarios y fácilmente obviados por el amplio desarrollo de los profesionales de la región.

Varias son las manifestaciones concretas de la nueva propuesta que deberá sustituir la barbarie intelectual del pensamiento único neoliberal y que incorporará la región a una nueva realidad política e ideológica. Esta nueva propuesta pone en debate las grandes cuestiones del destino de la humanidad y los movimientos sociales representarán el terreno fértil en que brotarán las soluciones cada vez más radicales pues son las raíces que estarán en juego : la desigualdad social, la pobreza, el autoritarismo, la explotación. Toda esta agenda estará de nuevo en la arena de la historia.
  
BIBLIOGRAFÍA

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Notes

[1] Socióloga, investigadora de la Red y Cátedra UNESCO/UNU Sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable – REGGEN, doctoranda en ciencia política de la Universidad Federal Fluminense-Brasil
[2] Sociólogo, presidente de la Red y Cátedra UNESCO/UNU Sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable – REGGEN 
[3] Como es el caso del movimiento negro o el de las luchas civiles que buscaban la igualdad de derechos entre los hombres, etc.


Monica Bruckmann: Socióloga, doctoranda en ciencia política por la Universidad Federal Fluminense (Brasil) e investigadora de la Cátedra y Red UNESCO/UNU sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable – REGGEN.

viernes, 9 de marzo de 2012

Estados Unidos: Hablando de “turbulencias geopolíticas” en América Latina y el Caribe.

  Por Leyde E. Rodriguez Hernández  

 

Recientes informaciones de la prensa internacional dieron cuenta de que el Comando Sur de los Estados Unidos se mantiene con ojos vigilantes ante lo que han denominado las "turbulencias geopolíticas" que se pudieran originar en Cuba, Venezuela, Bolivia y Haití, lo cual fue esbozado por el general Douglas Fraser, en una audiencia de la Comisión de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes en el Congreso estadounidense.

En las percepciones de los círculos militares de los Estados Unidos, las "potenciales turbulencias geopolíticas" podrían tener "un impacto sobre ciudadanos y militares estadounidenses en la región" y, por tal motivo, se han identificado, en cada uno de los países señalados, las posibles problemáticas que, a juzgar por las declaraciones del general Douglas Fraser, quitan el sueño a los representantes de un Imperio que todavía conserva una mirada arrogante hacia la región de América Latina y Caribe, como si fuera su traspatio de antaño.  

Para el belicoso Douglas Fraser, Venezuela enfrenta una coyuntura de "incertidumbres sobre la salud" del presidente Hugo Chávez, una "persistente inestabilidad económica y crecientes niveles de violencia que generan mayores exigencias para el gobierno". Pero, en realidad, la verdadera inquietud de los círculos de poder en Washington pudiera estar relacionada con el anchuroso apoyo popular que mantiene Chávez, aún con sus dificultades de salud, para ser reelecto en las venideras elecciones de octubre, lo que permitirá dar continuidad incuestionable a los proyectos de justicia social de la Revolución Bolivariana.

Para el marcial Douglas Fraser, en Bolivia se han registrado protestas por los salarios, la escasez de energía eléctrica y los precios de los alimentos, que posiblemente continuarán hasta que el gobierno de Evo Morales "enfrente las causas de la agitación social". Al igual que el caso de Venezuela, la situación interna de Bolivia, con sus propias peculiaridades, está lejos de conformar un escenario regional de “turbulencias geopolíticas”, solo imaginable en las calenturientas apreciaciones de los estrategas militares del sobresaltado Comando Sur.       

Para el intrépido Douglas Fraser, la transición del liderazgo de Fidel Castro a su hermano Raúl "ya se completó”, pero mostró suspicacia hacia “los efectos a largo plazo de lo que denominó reformas económicas del gobierno" cubano. Sin embargo, este tipo de elucubración sobre Cuba no es novedosa, porque es conocida la incertidumbre de los estrategas militares y de la clase política estadounidense, cuando los procesos en la Isla no se perfilan o evolucionan en la dirección de los intereses políticos y estratégicos de Washington.

Lo que el gobierno de los Estados Unidos debiera hacer es cesar los pronunciamientos, los juicios indirectos y unilaterales sobre Cuba, que es un actor de reconocimiento global y suficiente legitimidad internacional. Es un error, en el contexto latinoamericano y caribeño actual, las presiones diplomáticas ejercidas por la administración estadounidense sobre Colombia, para excluir a la Isla de la próxima Cumbre de las Américas y eludir resolver sus conflictos con La Habana mediante la transparencia y sin medias tintas, ya que el comportamiento internacional de Washington pudiera verse asociado a los retrógrados métodos de la “guerra fría”, aunque sabemos que el Imperialismo no ha renunciado a su esencia agresiva y avasalladora sobre los pueblos, considerando la política internacional bajo un esquema de ordeno y mando de las grandes potencias sobre los Estados que consideran de menor significación en las relaciones internacionales.          
  
Como expresó el Canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla,  Cuba se interrogó, en el año 2009, si las Cumbres de las Américas servirían para discutir los problemas reales de América Latina y el Caribe, los problemas de la paz, los problemas del desarrollo, los problemas de la deuda, los problemas de una relación justa y equitativa, los problemas del acceso a los mercados, los problemas del subsidio, que destruye las economías caribeñas, por ejemplo; si se discutieran los problemas reales del terrorismo, del narcotráfico; si se discutieran en un plano de igualdad entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe, quizás esas Cumbres, aunque hubieran excluido a Cuba, servirían para algo; pero no si lo fueren para expandir la dominación de los Estados Unidos, para extender esa presencia intervencionista, injerencista en nuestros Estados; si fueran para extender y profundizar esa relación de expoliación de nuestras economías y de nuestros recursos, habría que resistir[1], porque es precisamente todo esto último lo que genera turbulencias geopolíticas en América Latina y el Caribe. Y difícilmente se podría encontrar otro responsable de las inestabilidades históricas en nuestro continente que no esté vinculado de un modo u otro a las políticas emanadas de la Casa Blanca.

Para colmo, el castrense Douglas Fraser esboza que Haití "sigue siendo vulnerable a los desastres naturales y las penurias económicas", lo que en mi opinión debiera significar una situación vergonzosa para los gendarmes del capitalismo globalizado, pues las potencias garantes del injusto orden internacional actual -¿Y existe un orden?-, en primer lugar los Estados Unidos, han hecho muy poco para contribuir a resolver los problemas humanitarios de esa sufrida nación, que en más de una ocasión en la historia reciente ha visto su soberanía horadada por las botas de los marines yanquis. En realidad, no hay esfuerzos visibles de Washington para lograr el cumplimiento de una efectiva ayuda humanitaria a un país que fue devastado por catástrofes naturales y enfermedades como el cólera.   

                                        El pretexto del narcotráfico

Además de todo lo anterior, durante la audiencia para discutir el presupuesto del Comando Sur para el año fiscal 2013, el general Fraser recurrió al viejo pretexto del narcotráfico y acusó alevosamente a Venezuela por su falta de cooperación en la lucha contra el tráfico de estupefacientes.

Con el objetivo de lograr un abultado presupuesto, se especuló sobre el aumento de supuestas actividades del gobierno venezolano, como la captura de algunos capos colombianos, pero para las autoridades estadounidenses los esfuerzos de Venezuela en su batalla contra ese flagelo no han sido suficientes, como si lo hecho por ellos mismos al interior de sus fronteras, y allende los mares, fuera digno de elogio o tuviera visos paradigmáticos.

Es sabido que en sus informes anuales sobre la cooperación antidroga, Washington ha reiterado su acusación a Venezuela de haber "fracasado manifiestamente" en sus esfuerzos antinarcóticos. Empero,  lo mismo pudiera reprocharle Caracas a Washington por constituir los Estados Unidos un ampuloso mercado para el consumo de la droga, pues sin esos consumidores podría lograrse una  reducción significativa de la producción y distribución de los narcóticos; sí, así como de la delincuencia y la violencia asociada a las redes del narcotráfico y el crimen transnacional en las Américas. 

Por otra parte, el adelantado Fraser dijo no tener evidencias de nexos entre grupos terroristas y cárteles de la droga, pero afirmó: "seguimos vigilantes de la potencial amenaza que organizaciones criminales transnacionales colaboren para trasladar terroristas dentro de la región y hacia los Estados Unidos", lo cual no es un elemento nuevo, pues, en la última década, todas las estrategias militares y de seguridad nacional estadounidenses han tratado este asunto con un idéntico enfoque.

El duende de la amenaza Iraní

En la coyuntura internacional actual, un estratega militar de alto vuelo, como el general Fraser, no se permitiría ignorar el escenario político de su país caracterizado por una frenética campaña electoral entre republicanos hacia las elecciones presidenciales de noviembre 2012. Quizá por eso el general Fraser manifestó a su sugestivo público -no menos entusiasmado con la idea de Israel de propinar golpes militares a Irán- que el Comando Sur sigue "tomando en serio la actividad iraní en la región y vigilando de cerca sus actividades". En un atisbo de objetividad, Fraser reconoció que la relación entre Teherán y la región es principalmente diplomática y comercial, evidenciándose que esos vínculos no podrían ser considerados una conspiración de un eje persa-latinoamericano contra Washington. 

¡Ah! Y qué piensa el presidente Barack Obama de los sectores que avivan los tambores de la guerra con Irán. Pues bien, para un Obama posiblemente atribulado, los republicanos están tomándose muy a la ligera las consecuencias de una posible guerra con Irán. Según un despacho de la agencia de prensa internacional EuroNews, Obama dijo - sin que le falte razón - lo siguiente: “Cuando veo la ligereza con la que algunos de ellos habla de la guerra pienso en las consecuencias de un conflicto. Pienso en las decisiones que tengo que tomar y lo que supone enviar al campo de batalla a chicos y chicas jóvenes y el impacto que tendrá en sus vidas. El impacto que tendrá en nuestra seguridad nacional, en nuestra economía. Esto no es un juego, no es una decisión que se puede tomar a la ligera”.

En un sistema internacional de múltiples interdependencias económicas y sociales, lo más racional sería evitar un conflicto militar de imprevisibles consecuencias globales. Nadie podría ignorar que un conflicto militar con Irán, por parte de los Estados Unidos e Israel, pudiera tornarse de carácter nuclear, provocando bruscas e irreversibles consecuencias para la supervivencia de la especie humana. 

Le confiero razón a Obama cuando alerta que los sectores más conservadores de la política de su país no deben tomarse los asuntos de la guerra con tanta ligereza. Está claro que Obama se refiere a una guerra con Irán, pero esa misma perspicacia se ajusta a los países latinoamericanos y caribeños sobre los cuales el general Fraser diseña contingencias militares por el solo hecho de haber debilitado la dominación de los Estados Unidos en la región, desertando del viejo traspatio de Washington, cuya política, en los últimos dos siglos, se erigió en el principal centro de generación de turbulencias geopolíticas, como expresión de un abarcador esquema de señorío político, económico y militar sobre los pueblos de América Latina y el Caribe.   
 
En la búsqueda de un equilibrio funcional y mutuamente ventajoso para las relaciones interamericanas, sería preferible que los Estados Unidos contribuyan a evitar las llamadas turbulencias geopolíticas y, a la vez, abandonen el destino manifiesto que los conduce a la generación de conspiraciones ciclópeas, turbulentas, desestabilizadoras, porque pensándolo bien, como dijo Obama: "hay que preocuparse también por el impacto que tendría una guerra en la vida de los chicos y chicas de los Estados Unidos".


1 Véase en Transcripción de las palabras de Bruno Rodríguez Parrilla, canciller de Cuba, en Conferencia de Prensa en La Habana sobre la exclusión de la Isla en la Cumbre de las Américas. Tomado de Cubadebate.