martes, 29 de enero de 2013

José Martí, nuestra América y el equilibrio del mundo



Por Armando Hart Dávalos

Para promover una interpretación acertada de esa figura excepcional de nuestra historia y de América que fue José Martí resulta imprescindible destacar todo lo que se integró en el crisol de ideas del Apóstol y la enorme influencia que continuó ejerciendo después de su muerte. Estamos refiriéndonos a un periodo que abarca dos siglos de historia y que se inicia en los tiempos forjadores de la cultura cubana y de la formación de la conciencia nacional, en los albores de siglo XIX, y llega hasta nuestros días.

Aquellos que conozcan algunos elementos esenciales de la historia de Cuba podrán convenir en que José Martí sintetiza de modo ejemplar una larga legión de héroes, próceres y pensadores de un siglo de hechos e ideas reveladores del carácter singular del proceso independentista cubano que transcurre en la segunda mitad del siglo XIX y que es parte inseparable de la epopeya libertaria de nuestra América iniciada a comienzos de ese propio siglo con Bolívar como su figura más descollante.

Los cubanos tenemos el deber de mostrar, con mayor precisión y actualizando sus ideas, quién fue ese genio de la política, de la literatura y del pensamiento universal y al que Gabriela Mistral caracterizó como el hombre más puro de la raza. Habiendo vivido solamente cuarenta y dos años, dejó una obra impresionante y se ganó la admiración y los más grandes elogios como escritor y poeta, organizador político y revolucionario, de los más profundos pensadores y de los hombres de más sólida y universal cultura de España que le conocieron o estudiaron su obra. Un hombre de fina sensibilidad, amante de las letras y de lo bello, fue también capaz de fundar el Partido Revolucionario Cubano y organizar y convocar la guerra contra la dominación colonial de España y al que más de medio siglo después de su muerte Fidel Castro señalara como inspirador y autor intelectual de la Revolución Cubana.

Todas estas facetas, reunidas en una sola pieza, están presentes en la personalidad de José Martí, quien si no es más conocido e identificado en el mundo, en toda su grandeza, se debe a esas lagunas que hay en el civilizado siglo xx sobre la gigantesca riqueza cultural y espiritual de los pueblos de nuestra América. Martí se define en primer lugar por su inmensa capacidad de entrega a la causa humana, este fue el sentido de su vida. Lo que lo hace excepcional es que unido a una vocación de sacrificio va su extraordinaria inteligencia, su talento superior y su vasta cultura, también su capacidad de organizar, reunir hombres y sus extraordinarias dotes para la acción. Alcanzó, en un grado superior, virtudes que podemos representar en tres ideas: amor, inteligencia y capacidad de acción. Todo ello forjado por una indoblegable voluntad creadora y humanista.

El insigne poeta católico José Lezama Lima —creador y figura cimera del grupo Orígenes al que perteneció también Cintio Vitier, cuyas huellas fecundas aún perduran en la cultura cubana—, afirmó que Martí “es un misterio que nos acompaña”. Asimismo, Julio Antonio Mella, el combatiente antimperialista que cayó asesinado en México, patricio y adalid de la juventud cubana —el más alto representante del proceso revolucionario en la década del 20, y que fundara en 1925 el Partido Comunista de Cuba—, subrayó “la necesidad de investigar el misterio del programa ultrademocrático de José Martí”.

Para comprender cabalmente el significado real de la personalidad y el pensamiento de José Martí para Cuba, América y el mundo resulta obligado situarlo en el devenir de la historia de las ideas cubanas. Los aspectos esenciales que pueden guiarnos en el análisis de ese dilatado periodo histórico son los siguientes:

·Las fuentes cubanas que nutrieron a José Martí (1790-1868). El presbítero Félix Varela, defensor de la independencia de Cuba, y José de la Luz y Caballero, fundador de la escuela cubana, constituyen, junto a otras destacadas figuras de esa época, el núcleo forjador de la educación y la cultura que llegaron de manera directa a José Martí a través de su maestro Rafael María de Mendive.

·Su consagración a Cuba, nuestra América y la humanidad (1868-1895). Desde su juramento hecho en la adolescencia cuando se enfrentó directamente a la esclavitud, su entrega a la causa de la independencia de Cuba, el permanente destierro en que transcurrió la mayor parte de su vida que favoreció su americanismo y su universalidad, estudio y conocimiento en profundidad de los Estados Unidos durante su prolongada estancia en ese país, hasta su caída en combate en Dos Ríos.

·Su concepción de la guerra necesaria, humanitaria y breve, que implica la dirección de la guerra con criterio político como único modo de ganarla: la fundación del Partido Revolucionario Cubano para unir voluntades en un apretado haz bajo una dirección unificada, su actividad febril en el terreno de las ideas a favor de la causa de la independencia, y su labor con los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo y otras figuras de la guerra del 68.

·La tragedia que quiso evitar a tiempo el Maestro. La significación cubana, iberoamericana y universal de la intervención de los Estados Unidos en la guerra de independencia de Cuba.

·El renacimiento del ideario del héroe de Dos Ríos (1902-1953). La trayectoria del pensamiento martiano rescatado por el movimiento antimperialista, socialista, democrático y popular de Cuba durante la neocolonia.

·La presencia del Apóstol en la generación del centenario (1953-1961). La significación que tuvo el pensamiento de Martí en la generación que emerge a la vida política del país coincidentemente con el centenario de su natalicio en 1953 hasta culminar con la declaración del carácter socialista de la Revolución el 16 de abril de 1961.

·El pensamiento martiano y su articulación definitiva con el ideal socialista. La obra de la Revolución y el contenido de ideas que relacionan el pensamiento martiano y el socialista.

La historia de Cuba muestra, desde el nacimiento y en el desarrollo de la nación, cómo los hechos económicos, sociales, políticos e incluso militares que tuvieron lugar a lo largo de más de dos siglos, se enlazaron con la cultura política y filosófica de la modernidad, asumida desde los intereses de los pobres. Ella nos enseña, a su vez, el carácter de las relaciones de Cuba con el mundo.

En nuestro caso, los hechos y procesos transcurridos dieron lugar, en la esfera del pensamiento, a una síntesis de valor universal porque constituye una identidad integrada por diversas corrientes sociales, culturales y filosóficas del mundo occidental. Lo original en Martí está en que asumió el inmenso saber universal, lo volcó hacia la acción política y educativa a favor de la justicia y lo expresó en las más bellas formas de la literatura. De esta forma asumió y proyectó las ideas más revolucionarias de su tiempo. Su trascendencia está, entre otras cosas, en que es parte integral e inseparable de Iberoamérica y el Caribe. Hay un ideario nacional que aspira a acercarse al mundo y que el mundo se acerque a él. No otra significación tiene el mandato de José Martí: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser de nuestras repúblicas”, así como su aspiración a que Cuba se convirtiera en universidad del continente.

José Martí adquiere una renovada vigencia, porque él representa la cúspide de un legado cultural político, social y filosófico orientado hacia los intereses de los pobres de la tierra y de la humanidad y constituye obligado punto de referencia para enfrentar los problemas actuales que deben ser examinados por todos aquellos preocupados por el futuro de la humanidad.

Esa síntesis de cultura universal forjada en Cuba, a partir de las últimas décadas del siglo XVIII y durante el siglo XIX, constituye una singularidad en la historia económica, política y social de Occidente. En ella, la cuestión cultural desempeñó un papel clave en la historia de nuestro país en una relación dialéctica con los acontecimientos y procesos históricos. Se fundieron desde los orígenes mismos dos elementos: las corrientes filosóficas, políticas y sociales que venían de la Ilustración y la modernidad europeas y los más genuinos principios que nos llegaron del pensamiento y los sentimientos éticos cristianos. De la primera tomamos el pensar científico y el amor a la libertad y a la dignidad humana; de la segunda, las más nobles tradiciones morales de la redención del hombre en la tierra.

De la población que vino de África aprendimos el sentido de la libertad personal, que creció y se fortaleció en la lucha contra la esclavitud. Asimismo, las influencias africanas en el folclore, en la música y en la cultura en general, se articularon con las de origen europeo y de otras nacionalidades y dieron lugar a una sensibilidad estética y a creaciones artísticas de alcance universal.

Entre las fuentes principales de nuestras ideas políticas y sociales y de redención humana, figuraron las luchas por la independencia americana que simbolizamos en Simón Bolívar. Siempre hemos considerado a Cuba como parte de la gran patria que Martí llamó “Nuestra América” y también “América de los trabajadores”.

Hombres eminentes en el campo de la educación, la ciencia y la cultura le abrieron, desde la ética cristiana, camino revolucionario al pensamiento científico y pedagógico cubano. Paralelamente se fue gestando, bajo la influencia de las ideas más puras del cristianismo, entendido al modo que lo había asumido siglos atrás fray Bartolomé de las Casas y de los principios revolucionarios de la Europa del siglo XVIII y comienzos del XIX, una cultura que solo puede definirse como de liberación social caracterizada por el hecho de que no se trazó antagonismo entre ciencia y ética, ni tampoco entre ciencia y fe en Dios.

El presbítero Félix Varela, a comienzos del siglo XIX, desde su Cátedra de Filosofía nos enseñó a pensar. Su más aventajado y excepcional discípulo, José de la Luz y Caballero, nos enseñó a estudiar y a conocer. Ellos nos estimularon el amor a la justicia, a la verdad, a la belleza y el compromiso de realizar un servicio en favor de los hombres y lo forjaron en el diseño germinal de la nación cubana.

Nuestra cultura se desarrolló superando la herencia reaccionaria de determinadas corrientes de la escolástica, que nos representamos en la Inquisición y enfrentada a ellas. Asimismo, había asumido la evolución intelectual de Occidente a partir de las aspiraciones de los pobres y los principios científicos más avanzados de la modernidad europea.

Proponerse la redención del hombre en la tierra sobre la base de la más pura tradición cultural cristiana y, a la vez, introducir en la escuela forjadora de Cuba los métodos y principios científicos de la modernidad europea, desde principios del siglo XIX, es un hecho excepcional porque, como se sabe, entonces la fe cristiana se consideraba por muchos en antagonismo con los descubrimientos de la ciencia. Es bien sabido cuántas luchas y tragedias generó esta contradicción.

El mantenimiento de la esclavitud en el marco del régimen colonial condicionó la estratificación social de Cuba, y paradójicamente, la posterior radicalización del movimiento independentista. A diferencia de los procesos a favor de la independencia que tuvieron lugar en el continente, en nuestro caso, el aspecto social adquirió un papel clave pues para que Cuba emergiera como nación independiente era insoslayable dar solución al problema de la esclavitud. Había que unir la lucha por la independencia del país con la abolición de la esclavitud para formar la nación; de otra manera no se lograría. Estas exigencias políticas y económico-sociales les brindaron una dimensión y alcance universales a las ideas redentoras cubanas que Martí sintetiza y eleva a planos superiores.

En su pensamiento se halla una integridad que abarca la ética, la ciencia, la poesía, incluso, lo que el llamó “el arte de hacer política”. Esta articulación está en la esencia de la cultura nacional y es su mejor escudo.

La nación cubana fue obra de una revolución social iniciada el 10 de octubre de 1868, con el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes contra la metrópolis colonial y cuya continuidad es la de nuestros tiempos. Han existido naciones que han hecho revoluciones; en nuestro país, fue la revolución que comenzó en aquellos años y que hoy mantenemos en alto, la que hizo y desarrolló a la nación cubana.

La ética, la utopía realizable hacia el futuro del pensamiento cubano de la primera mitad del siglo XIX, estaba ensamblada con las necesidades de una Cuba independiente y sin esclavos, y acabó mostrando todo su realismo en la revolución de Yara, la misma que hoy, 130 años después, sigue defendiendo el pueblo cubano.

José Martí asumió como el reto esencial de la nación el diseño de un pensamiento genuinamente humanista en favor de los pobres de la tierra junto a una visión ecuménica de la justicia y de la dignidad humana, sin ninguna de las trabas y restricciones que los intereses creados les habían impuesto a las ideas de libertad, igualdad y fraternidad.

El estudio de los problemas que impidieron el triunfo de la causa independentista sirvió a Martí para elaborar su estrategia revolucionaria hacia la próxima etapa de la contienda bélica. Las ideas de José Martí, referidas a la creación de un partido que le diera alma y cohesión a la revolución están, en parte, relacionadas con el objetivo de superar la anarquía, la indisciplina, el caudillismo y el localismo dentro del movimiento revolucionario, que fueron, sin duda, las causas de fondo del trágico desenlace del conflicto que opuso durante diez años a cubanos y españoles.

El gran mérito histórico de Martí fue el de unir todos los factores dispuestos a la guerra, organizarla, hacerla viable y, partiendo de ello, transmitirles una ideología y una proyección política. Al darle una política a la guerra, Martí actuaba con un gran realismo y sentido práctico. No fueron pocos los obstáculos que encontró para alcanzar este objetivo.

Tras laboriosa preparación, fundó en 1892, el Partido Revolucionario Cubano, el cual agrupó a todos los hijos de nuestra tierra interesados en el derrocamiento del sistema colonial español con el propósito de coronar la obra iniciada a principios del siglo XIX por Simón Bolívar y plantearse la integración de nuestra América.

Al caer en su primer combate de la guerra que él había organizado y convocado, el 19 de mayo de 1895, nos dejó el ejemplo de su virtud educativa ya que sin ser un militar creyó necesario venir a combatir por las ideas que había predicado. Fiel a su pensamiento hacer es la mejor forma de decir escribió con su sangre generosa la más hermosa y dramática lección.

La correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace; entre lo que se piensa y se lleva a vías de hecho, está expresada en aquel drama histórico. ¿Acaso esto le da la razón a los que hablan de nuestra utopía? ¿Qué inspiró el ideal y la lucha a favor de las más nobles aspiraciones humanas en la milenaria historia de la cultura, de las ideas y del arte que el hombre ha ido creando sobre la tierra? Al talento, a la aspiración de perfeccionamiento y de justicia no se puede renunciar sin renunciar a ser hombre, y Martí lo era en el grado más alto.

La ferviente búsqueda del equilibrio indisolublemente relacionada con Martí y con la acción liberadora, la expresa a escala universal cuando postuló que: Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo. También señaló como deber de Cuba trabajar para, junto a esas Antillas libres, servir de freno y evitar la guerra que calificó de “innecesaria” entre las dos secciones adversas del hemisferio. El proyecto suele ser acusado de utópico pero, en todo caso, lo honesto es planteárselo como utopía realizable hacia el futuro porque constituye una necesidad de los pueblos desde Alaska a la Patagonia y, en definitiva, del mundo. Pero no lo olvidemos sino, que, por el contrario, tomémoslo como enseñanza: el equilibrio a que el Apóstol aspiraba requirió la “guerra necesaria, humanitaria y breve”, que garantizara la independencia de Cuba con respecto a España y los Estados Unidos y la plena soberanía de los pueblos de las Antillas. Por esto son tan importantes nuestros vínculos y relaciones, cada vez más fortalecidos, con el mundo del Caribe.

Para Martí, conocedor profundo de las realidades de su tiempo resultaba imprescindible, para que Cuba pudiera surgir como nación independiente, lograr que los intereses de las principales potencias europeas se contrapusieran al expansionismo del naciente imperio norteamericano para equilibrar esos apetitos que resultaban una amenaza directa para nuestro país como la historia demostró posteriormente. Sin embargo la idea martiana del equilibrio en el mundo no se limitaba en modo alguno a Cuba ya que como refleja en la ya citada carta a Mercado concebía la independencia de Cuba y de Puerto Rico como un valladar que impidiera la expansión de Estados Unidos hacia el sur del continente e impedir con ello un enfrentamiento armado entre las grandes potencias de esa época en el mundo.

Este mismo propósito de equilibrio en el mundo lo concreta el Apóstol en su escala más profundamente humana e individual cuando postula que los hombres deben aspirar a lograr, cada uno de ellos individualmente, el equilibrio entre las facultades emotivas e intelectuales, y a desarrollar a partir de ello la voluntad creadora. Esto tiene hondas raíces psicológicas que deben servir a nuestra pedagogía y nuestro quehacer político.

Emoción y razón, entender e imaginar, constituyen los polos de una contradicción que se da en el alma humana y que Martí, con las enseñanzas de Varela y De la Luz, exalta en sus ideas sobre la ciencia del espíritu. El gran reto está cuando el problema se plantea en una amplia escala social.

Es precisamente asumiendo esta tradición martiana y además el pensamiento social y filosófico más avanzado de la edad moderna, lo que nos permite hoy resaltar la importancia de los factores económicos y sociales y reconocer a su vez el valor de la sicología individual y colectiva. De aquí el acento en la transformación moral del hombre a través de la educación y de su capacidad de asociarse en el trabajo y en el estudio. Asociarse es el secreto único de los hombres y de los pueblos y la garantía de su libertad, subrayó el Apóstol.

Martí desarrolló una fina sensibilidad en la búsqueda de formas prácticas para lograr el más amplio consenso y la unidad entre todas las fuerzas empeñadas en hacer de Cuba un país independiente. Esa rica experiencia constituye lo que yo he llamado cultura de hacer política y es el aporte principal de Cuba al acervo intelectual universal, que supera la vieja consigna conservadora de divide y vencerás, de antiquísima referencia, establece el principio de unir para vencer y se postula una definición de la justicia como el sol del mundo moral. Ahí está la esencia de la acción política cubana y se basa en el principio enunciado por el Maestro de que ser culto es el único modo de ser libre.

En un mundo cada vez más globalizado e interconectado podemos asumir, con la cultura martiana, los retos que tenemos hoy ante nosotros. El principio enunciado por Benito Juárez sigue siendo un referente insoslayable: Entre los hombres como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.

Hoy, la máxima prioridad de la política debe ser la cultura. No hay hombre, en el sentido pleno y universal del término, sin cultura y esta no existe sin aquel. Ella es, a la vez, claustro materno y creación de la humanidad y tiene como categorías primigenias el trabajo y la justicia para garantizar la convivencia humana. Ahí nacen la ética y la necesidad de ejercer la facultad de asociarse que el pensamiento martiano situaba como el secreto de lo humano. Precisamente, el error fundamental de la política revolucionaria en el siglo XX estuvo en que marchó divorciada o separada de la cultura.

Cuba encara los enormes desafíos que en los albores de un nuevo siglo y un nuevo milenio tiene ante sí la humanidad y lo hace enarbolando como bandera la acción y las ideas de los grandes próceres y pensadores de nuestra América para orientar nuestra acción y vencer los complejísimos obstáculos del presente y del futuro, exaltando el papel de la cultura y las formas de hacer política que nos enseñó Martí y que Fidel Castro ha llevado a su plano más alto. Se trata de aplicar con inteligencia y creatividad una política que permita reunir a las fuerzas más amplias y diversas en el propósito de alcanzar la unidad de nuestras patrias y lograr la ansiada independencia política y económica que los pueblos reclaman con urgencia. Es el mensaje que la patria de Martí transmite al mundo.

(Tomado de la Revista Bohemia)

Un encuentro con virtudes y decepciones

El canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla dijo sentirse pesimista sobre la posibilidad o el milagro de que haya una asociación estratégica regional, o se eliminen las barreras al desarrollo en América Latina

Tomado de Juventud Rebelde

SANTIAGO DE CHILE, enero 27.—  En declaraciones a medios noticiosos de Cuba, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, precisó este domingo que la I Cumbre de los Países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la UE decepcionó en algunos aspectos, aunque tuvo sus virtudes.

Se refirió a dos temas esenciales abordados de forma «importante» en el encuentro: el cambio climático y la condena a la Ley Helms-Burton, al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba, y a su aplicación extraterritorial, reporta Prensa Latina.

En el primero las naciones de Europa aceptaron el compromiso de transferir recursos financieros y materiales para asistir a los países latinoamericanos, y especialmente a los caribeños, en materia de adaptación y de mitigación.

En el segundo caso existe un párrafo «que menciona y condena a la Ley Helms-Burton por su nombre», señaló el titular.

No obstante, el canciller cubano aseguró que la Cumbre fue decepcionante.

De acuerdo con el jefe de la diplomacia cubana, esa alianza estratégica entre ambas regiones de la que se habló en los discursos, y que aparece en los documentos, solamente está en los sueños, no en la realidad.

«No somos lo mismo, somos de naturaleza diferente, tenemos grandes diferencias, tenemos intereses opuestos en muchos terrenos, como por ejemplo en el terreno de los inmigrantes», apostilló.

Rodríguez dijo sentirse pesimista sobre la posibilidad o el milagro de que haya una asociación estratégica, o se eliminen las barreras al desarrollo en América Latina, que significan las políticas económicas de la UE.

«Dejo a la Unión Europea el beneficio de la duda, de que saque de esta cumbre la impresión de que si empieza a mirar a América Latina y el Caribe como necesita mirarla por la crisis del euro y la crisis de la zona económica europea, con una mirada respetuosa, de iguales, y no como viejas colonias, habrá una oportunidad», comentó el canciller.

En respuesta a preguntas de los periodistas, se refirió a la falta de acceso de los medios de comunicación a lo que ocurría en las sesiones de la cumbre, ya que solo fueron transmitidas tres intervenciones.

«Lo único que se sabe es lo que dijeron el presidente del Consejo Europeo, el presidente de la Comisión Europea, y el presidente de la República de Chile, en la apertura y en la clausura. Todo lo demás que se sabe son versiones que han dado diplomáticos, etcétera, porque ha sido una cumbre realizada casi en secreto».

El ministro cubano también habló de la I Cumbre de la Celac, cuyas sesiones comenzaron esta tarde, y que concluirá mañana, jornada en la que la Isla recibirá de manos de Chile la presidencia pro témpore del mecanismo integrador.

«Esta sí es una cumbre unitaria, esta sí es una cumbre que refleja voluntades comunes, un espacio común, diverso pero unitario, va a tratar temas muy importantes», manifestó.

«Esta cumbre es una cumbre democrática, las cámaras podrán estar en el debate de los presidentes», enfatizó.

Raúl Castro: Vamos construyendo el ideal de una América Latina y Caribe diversa pero unida.



Intervención del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba en la Primera Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Santiago de Chile, 28 de enero de 2013.
(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)
Excelentísimo Señor Sebastián Piñera, Presidente de la República de Chile:
Estimados Presidentes, Primeros Ministros y Jefes de Delegaciones:
Pueblo hermano de Chile:
Sea mi primer pensamiento para honrar la memoria de Salvador Allende, insigne latinoamericano y patriota que entregó su vida por la independencia de su nación y la justicia social. Pensamos como él, cuando dijo: “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
La existencia de la CELAC nos permitió encarar los desafíos del 2012 con más conciencia de quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos, en medio de circunstancias convulsas y complejas.
Vamos construyendo, en la dura realidad, trabajosamente, el ideal de una América Latina y Caribe diversa, pero unida en un espacio común de independencia política, de control soberano sobre nuestros enormes recursos naturales para avanzar hacia el desarrollo sostenible, la integración regional y el enriquecimiento de nuestra cultura.
Los obstáculos no han sido ni serán menores. Las amenazas a la paz son crecientes y la injerencia en los asuntos de nuestra región continúa. Las trasnacionales, fundamentalmente norteamericanas, no renunciarán al control de los recursos energéticos, hídricos y minerales estratégicos en vías de agotamiento. La concepción estratégica de la OTAN es cada vez más agresiva y se orienta claramente en ese sentido. A dos décadas del fin de la Guerra Fría, crecen los enormes arsenales nucleares y convencionales que, como ha dicho Fidel, no podrán matar el hambre ni la pobreza.
El orden económico internacional es injusto y excluyente, atrapado en una crisis global a la que, por ahora, no se vislumbra solución. El cambio climático avanza inexorablemente ante la falta de voluntad política de los gobiernos de los países desarrollados.
Sin nuestra unidad, nada sería posible y todo lo logrado se perdería. En la llamada Cumbre de las Américas de Cartagena, Nuestra América dio un paso decisivo, asentada en el sólido cimiento de Mar del Plata, donde en el 2005, fue derrotada el ALCA. Disipados los cantos de sirenas de Estados Unidos en la Cumbre del 2009, en Trinidad Tobago, América Latina y el Caribe brillaron por su solidez e independencia cuando reclamaron que las Malvinas son argentinas y que el bloqueo y la exclusión de Cuba deben cesar, acontecimiento que el pueblo cubano guardará siempre, con profunda gratitud, en su memoria.
El ejercicio de la autodeterminación y la soberanía de los pueblos y la igualdad soberana de los Estados son principios irrenunciables de la CELAC, establecidos en la Declaración de Caracas.
Sabemos que entre nosotros hay pensamientos distintos e, incluso, diferencias, pero la CELAC ha surgido sobre el acervo de doscientos años de lucha por la independencia y se basa en una profunda comunidad de objetivos. No es la CELAC, por tanto, una sucesión de meras reuniones ni coincidencias pragmáticas, sino una visión común de la Patria Grande latinoamericana y caribeña que solo se debe a sus pueblos.
Los incuestionables triunfos obtenidos por las fuerzas patrióticas en las elecciones presidenciales y regionales celebradas en Venezuela y las movilizaciones recientes demuestran el extraordinario liderazgo del presidente Hugo Chávez Frías, y el enorme respaldo popular al proceso venezolano. Junto al dolor y la preocupación por la salud del Jefe de la Revolución Bolivariana, ese hermano pueblo está dando, junto a los dirigentes chavistas un destacado ejemplo de lealtad, convicción y unidad para profundizar sus irreversibles conquistas.
El gobierno bolivariano está enfrentando una permanente campaña de intriga y descrédito por parte del imperio y de la oligarquía golpista; pero ha continuado su obra, consagrado a la defensa de los legítimos intereses de los trabajadores y de todos los venezolanos patriotas, de la Constitución y de su democracia revolucionaria.
Desde aquí le reiteramos a Chávez nuestro afecto, respeto y admiración, al igual que a su valiente pueblo que lucha por la mayor suma de estabilidad política, de seguridad social y la mayor suma de felicidad, como lo soñó el Libertador Simón Bolívar.
Compartimos y apoyamos la resolución y oportunidad con que UNASUR ha actuado frente al golpe parlamentario en Paraguay. En una región que ha sufrido décadas de dictaduras sangrientas, impuestas y sostenidas por los Estados Unidos, no puede permitirse impunidad a los sectores violentos y golpistas.
Nuestra Comunidad estará incompleta mientras falte en ella el escaño de Puerto Rico, nación hermana genuinamente latinoamericana y caribeña que padece una situación colonial.
No podemos olvidar que cerca de 170 millones de latinoamericanos y caribeños viven en la pobreza, de ellos 75 millones de niños, 66 millones de personas en la región están en pobreza extrema, de los cuales 34 millones son menores. ¿Qué puede significar para ellos la CELAC?
Es cierto que hemos avanzado en el desarrollo de programas económicos y de desarrollo social al interior de varios países, como Brasil. La experiencia del ALBA y PETROCARIBE en la cooperación solidaria y en la complementariedad entre nuestras naciones, es considerable.
La CELAC está en condiciones de trazar su propio concepto de cooperación, adaptado a nuestras realidades y a las mejores experiencias de la última década.
Pese a lo avanzado, podríamos hacer más en apoyo a Haití, cuyo gobierno necesita recursos para la reconstrucción y el desarrollo. Es posible hacerlo entre todos, bajo las decisiones del gobierno haitiano.
Estamos obligados a alcanzar progresos considerables en la educación como base del desarrollo económico y social. Nada de lo que nos proponemos, desde la disminución de la inequidad hasta la reducción de la brecha tecnológica y digital, sería posible sin ello. La eliminación del analfabetismo, como meta primaria, es totalmente alcanzable. Con políticas adecuadas y cooperación regional, para proveer un mínimo de recursos a los más necesitados, podríamos dar un salto en pocos años.
Debemos ser capaces de promover una arquitectura regional propia, adecuada a las particularidades y necesidades de la América Latina y el Caribe.
Podemos también conjugar nuestros esfuerzos contra la drogadicción, como se ha planteado en estos dos últimos días de la reunión, y el tráfico ilícito de estupefacientes.
Ayer se habló aquí de que había drogas en todos los países del continente, quiero aclarar que en Cuba no hay drogas, intentaron introducirla, existen más de 250 detenidos(*) extranjeros de diferentes países del continente por intentar introducir drogas. Solo un poquito de marihuana que se cultiva hasta en una maceta en cualquier balcón de cualquier ciudad de Cuba; pero drogas no hay ni habrá.
Solo quiero expresar -fuera de texto- sobre este tema, que se pueden tomar medidas.
Como se sabe, Cuba no es un país atractivo para la droga, para los traficantes; pero cuando empezó a incrementarse el turismo, y el propio año pasado ya nos aproximamos a los 3 millones de visitantes extranjeros, sí se convirtió en un objetivo de los traficantes. Además, empezaban a arribar por las costas, sobre todo por la costa norte, los paquetes de diferentes tamaños o peso, de kilogramos de cocaína que arrojaban los traficantes cuando eran presionados y perseguidos por los norteamericanos, se arrimaban a nuestras costas, eran perseguidos por nosotros y los arrojaban al mar, y las diferentes corrientes, sobre todo la del nordeste, los depositaban por las playas; en menor cuantía también por el sur. Empezó a adquirir fuerza el consumo y hasta hubo ciudadanos de algunos países de América Latina que empezaban a entregar gratuitamente dosis individuales, regaladas.
Personalmente, tuve una reunión con todos los organismos que tienen que ver con este problema y tomamos una decisión: “Vamos a combatir la droga, que nos está empezando a amenazar, a sangre y fuego.” Se coordinaron todos los factores en estos aspectos, utilizamos nuestras organizaciones de masa, vinculadas estrechamente con el pueblo, con nuestro Partido gobernante y con el gobierno, dígase Central de Trabajadores de Cuba, Asociación Nacional de Campesinos, Federación de Mujeres Cubanas, Comités de Defensa de la Revolución, y se apeló a las familias, que hacía falta la colaboración de todo el país para ubicar y proceder legalmente contra los que empezaban a tratar de introducir en nuestra juventud desde marihuana hasta algunas dosis de cocaína, como dijimos.
Fueron arrestados. Si queremos vencer, estos son tipos de problemas que hay que enfrentarlos cuando son pequeños o, mejor, cuando son nonatos. Es el mejor momento, si dejamos que cojan fuerza -decíamos y razonábamos-, ahí tienen el ejemplo de varios países hermanos del continente, y, por lo tanto, esta batalla tiene que ser a sangre y fuego.
Nuestras leyes permiten la pena de muerte, está suspendida, pero está de reserva, porque una vez la suspendimos y lo único que hicimos con ello fue estimular las agresiones y los sabotajes contra nuestro país a lo largo de estos 50 años, como todos ustedes conocen.
Les razonaba a mis compañeros: ahí está el caso de México. A México lo amamos profundamente, decimos: México es México, su historia, su vinculación con nosotros. Allí recibimos asilo generoso durante 1955 y 1956; de allí salió nuestra expedición, cierto es que violando algunas leyes mexicanas, pero no violamos nunca la amistad con México, y ellos ejercieron su derecho y arrestaron a todos los compañeros, incluyendo a Fidel. Yo fui uno de los pocos que pude escaparme, y bajo la natural presión que sentíamos ya próximos a salir para Cuba, salimos en medio de una pequeña tormenta, de un poderoso norte que estuvo a punto de hacernos naufragar y conducirnos a la muerte a los 82 expedicionarios que ahí veníamos. Solo hubo un día de mar tranquilo por el sur de las islas de Gran Caimán. Tal era la tormenta que un marinero experimentado que trataba, desde la proa, esa noche tormentosa del desembarco, de ver si veía el faro de Cabo Cruz al suroeste de Cuba, una ola se lo llevó; perdimos casi una hora en su recuperación, hasta que nos lanzamos a la costa y desembarcamos en un pantano horroroso, y antes de salir de él ya estaba encima de nosotros la aviación del dictador Batista.
Yo les razonaba a los compañeros: me rompo la cabeza pensando qué solución puede tener lo de México, que no es casual que sea México, no porque los mexicanos propicien esa situación, sino ya lo dijo un expresidente mexicano en el siglo pasado: “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!” Es ahí donde está el problema, el problema fundamental, para donde se mandan las drogas, que nunca he leído en la prensa de una gran operación en Estados Unidos contra los traficantes, nunca he leído eso; solo películas de pequeñas bandas de traficantes. Y por el mismo lugar por donde entran las drogas, pasa el armamento para la venta, ese es el problema.
Yo hablé este tema con el presidente Calderón en la reunión de Sauipe, en Brasil, en el año 2008, donde ya se estaba gestando, esta organización magnífica que en estos días celebra su primera reunión, además de la reunión fundacional en Venezuela, y hablé profundamente de estos temas con el presidente Calderón, y hemos seguido, seguimos preocupados. Pero ese problema avanza como una marea terrible hacia el sur: problemas en Guatemala, problemas en los demás países de Centroamérica. Y solo puedo dar una opinión a los países a los que todavía no les ha llegado esa marea nefasta y trágica, porque es verdaderamente trágica, donde los drogadictos, como ustedes conocen, son capaces de matar hasta a un familiar para obtener dinero para comprar droga. Por eso nuestra población apoyó esa medida y nos resultó fácil capturar a cerca de 5 000, juzgados con todo lo que permitían las sanciones del Código Penal, y nos equivocamos en muy pocos casos, que fueron resueltos inmediatamente.
¿Por qué?, por la colaboración de la población, que era la más interesada en que ese problema no se extendiera. Y estos problemas -es la moraleja que podemos sacar de ello, y la sugerimos a los países que todavía no son víctimas de este flagelo- son de los tipos de problemas que hay que enfrentar cuando están naciendo y mejor, como les decía, cuando son nonatos. Por eso, en Cuba no hay drogas ni las habrá.
Perdonen este paréntesis que abrí sobre este tema.
Como ustedes ven, yo también improviso discursos hasta de dos y tres horas, pero no quiero hacer eso, lo hacía antes cuando era joven, pero prefiero ya, a esta altura, leer mis intervenciones. No critico que los demás los improvisen, el primer improvisador es mi Jefe, Fidel Castro, y el que pronuncia los discursos más largos en la ONU, tiene un récord que ni Chávez se lo ganó (Risas).
No podríamos renunciar a la protección de nuestros inmigrantes, víctimas del orden actual de la xenofobia, y de la discriminación que proliferan en el mundo industrializado.
Tenemos también la posibilidad real de constituirnos, sobre bases apropiadas y concretas, en una zona de paz, en la que complementemos nuestro tradicional rechazo a las armas nucleares de exterminio en masa y a las cada vez más avanzadas y letales que se desarrollan hoy, con la expresa y firme voluntad de resolver todas nuestras diferencias por la vía pacífica, de la negociación y el diálogo.
Concluyo con un emocionado homenaje a José Martí, hoy -como decía el compañero Maduro-, en el 160 aniversario de su natalicio. De su pensamiento aprendimos que, en tiempos difíciles como estos, “¡los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado como la plata en las raíces de los Andes”.
Muchas gracias (Aplausos).
(*) De la cifra mencionada, 114 permanecen actualmente en privación de libertad
Tomado de Cubadebate.