lunes, 3 de junio de 2013

Cuando EEUU pasó a llamar arma de destrucción masiva a todo

NACIONES UNIDAS, 31 May 2013 (IPS)  - Cuando Estados Unidos invadió Iraq, en marzo de 2003, uno de los principales objetivos expresados fue ubicar y eliminar las armas de destrucción masiva presuntamente acumuladas por el régimen del presidente Saddam Hussein.

 Estados Unidos argumentaba buscar frenéticamente tres de los armamentos más letales del mundo: nucleares, biológicos y químicos, como también las clasifica la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

 La búsqueda, aparentemente basada en información defectuosa de los servicios de inteligencia estadounidense, demostró ser inútil. Pero las letras "WMD", siglas inglesas de "armas de destrucción masiva", se convirtieron en parte integral de la jerga militar en todo el mundo.

 Sin embargo, desde los atentados de abril en Boston, tanto el gobierno de Barack Obama como los medios de comunicación dominantes han ofrecido una nueva definición de las armas de destrucción masiva: dos bombas caseras fabricadas con ollas a presión repletas de clavos y otros metales que mataron a tres personas e hirieron a más de 250 durante una maratón en esa ciudad de Estados Unidos.

 Ese explosivo fue descrito reiteradamente como "arma de destrucción masiva".

 Natalie J. Goldring, del Programa de Estudios sobre Seguridad en la Escuela Edmund A. Walsh de Servicio Exterior en la Universidad de Georgetown, dijo a IPS que las armas usadas en Boston fueron artefactos explosivos improvisados, no armas de destrucción masiva.

 Las armas químicas, biológicas y nucleares suelen agruparse bajo el rótulo de destrucción masiva, señaló. Combinarlas en una sola categoría hace que parezcan la misma cosa, cuando no lo son, sostuvo.

 "Las armas nucleares son, por lejos, más destructivas que las químicas o biológicas existentes. Aún así, los tres tipos de armas tienen la capacidad de ser masivamente más dañinas que las que se usaron en Boston", dijo.

 "Comparar las armas usadas en esos atentados con armas nucleares en particular es absurdo", planteó Goldring, quien también representa al Acronym Institute en la ONU a propósito de armas convencionales y comercio de armas en general.

 Según expertos militares, los artefactos improvisados usados en Boston no difieren de los usados por insurgentes contra las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en Afganistán e Iraq.

 Jody Williams, ganadora del premio Nobel de la Paz en 1997 y presidenta de la Iniciativa de las Mujeres Premio Nobel, dijo a IPS: "Si quieren confundir a la gente, desdibujen las líneas que distinguen las cosas y también las situaciones".

 Señaló que hablar de un artefacto explosivo improvisado como "arma de destrucción masiva" es apenas un ejemplo, como lo es el amplio uso de las palabras "terrorista" y "terrorismo" luego de los ataques que el 11 de septiembre de 2001 dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington.

 Williams lideró una campaña muy exitosa que derivó en una prohibición mundial de las minas antipersonal.

 Según ella, al gobierno de Estados Unidos le resulta más fácil continuar con su "guerra contra el terrorismo" sin fronteras si la gente no entiende del todo o no ve las diferencias. Es todo "demasiado confuso" y es mejor si queda en manos de los "expertos" en Washington, agregó.

 Siemon Wezeman, investigador del Programa de Transferencia de Armas en el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, dijo a IPS que el uso de las siglas "WMD" para describir a los explosivos de Boston se percibe como "raro".

 Para Wezeman, la mayoría de las personas piensan que las armas de destrucción masiva son las nucleares, biológicas, químicas y potencialmente radiológicas. Sin embargo, sostuvo, el término se ha usado laxamente desde que se acuñó, probablemente en 1937, para describir más o menos a cualquier arma.

 En la terminología oficial de Estados Unidos parece haber unas 50 definiciones diferentes, dijo.

 Considerando esa nomenclatura, la categoría "armas de destrucción masiva" serviría para cubrir "cualquier tipo de arma explosiva levemente más grande: artefactos explosivos improvisados, granadas de mano, proyectiles de artillería, cañones pequeños, tal como usan diariamente los  ó terroristas', así como las Fuerzas Armadas", agregó Wezeman.

 Por su parte, Goldring comenzó a IPS que, pese a que los atentados de Boston fueron horribles, "la cantidad de víctimas que causaron fue una fracción diminuta de las que probablemente habría provocado la explosión de una o más armas nucleares en una ciudad".

 Los científicos estiman que, aunque en una ciudad explotara un arma nuclear relativamente pequeña (de 10 kilotoneladas), quedaría destruida toda el área comprendida en un radio de una milla.

 "Llamar  armas de destrucción masiva' a las bombas de Boston es una declaración política", opinó Goldring.

 Si lo fueran, "acaso eso significaría que todos los artefactos explosivos improvisados y usados en Afganistán e Iraq también se definen como armas de destrucción masiva?", planteó.

 Eso simplemente no tiene sentido, dijo, agregando: "Los artefactos explosivos improvisados han causado daños enormes al personal militar y a civiles en Afganistán e Iraq, pero no son armas de destrucción masiva".


lunes, 27 de mayo de 2013

Alianza del Pacífico: ¿hacia un nuevo ALCA?



Por Leandro Morgenfeld     

Esta semana, Obama visita América Latina. El 23 de mayo, en Cali, se llevará a cabo la IV Cumbre de la Alianza del Pacífico, un engendro que impulsa una integración neoliberal, a contramano de la que pretende el ALBA. Washington busca remolcar a sus socios del sur hacia la Alianza Trans-Pacífico, para alejarlos del eje bolivariano.

Hace exactamente dos años, en Lima, se dio a conocer la Alianza del Pacífico. Impulsada por el entonces presidente Alan García, reunió en un nuevo foro regional a Perú, Colombia, Chile y México y se planteó como un espacio para contrarrestar la entonces creciente influencia bolivariana.

 Además de esos países, participan como observadores Panamá, Uruguay, Costa Rica y Canadá. Ya en su manifiesto inaugural, la "Declaración de Lima", los socios señalan que pretenden "avanzar progresivamente hacia el objetivo de alcanzar la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas".

 Desde la cumbre fundacional en Lima, se realizaron varias reuniones presidenciales. El 23 de mayo, en Cali, se llevará a cabo la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico, con la presencia de mandatarios de los países miembros y de algunos de los países observadores. Los cuatro socios, sumados, equivaldrían a la novena economía del mundo y la décimosexta potencia comercial, 207 millones de consumidores, el 35% del PBI de América Latina.

 Luego del fracaso del proyecto del ALCA, en 2005, y del fortalecimiento de una integración regional que excluía a Washington (Mercosur ampliado -que aguarda el ingreso de Bolivia y Ecuador-, UNASUR, CELAC, ALBA), Washington pretende reposicionarse en la región, a pesar de su relativamente decreciente influencia económica, del avance chino y de la profundización de las relaciones económicas sur-sur.

 La Casa Blanca impulsa la Alianza Trans-Pacífico (ATP), con el objetivo de crear un mercado común entre las Américas (actualmente participan Canadá, México, Perú y Chile), Australia y Asia, sin China. En línea con una política exterior que mira con recelo la expansión y la competencia de Pekín (los principales despliegues militares del Pentágono se realizan actualmente en el Pacífico), la ATP cumple el doble objetivo de intentar contener y limitar la expansión económica china y a la vez lograr una suerte de ALCA remozado que contrarreste la influencia que supo tener la integración alternativa impulsada desde Caracas por el eje bolivariano.

 En función de los intereses de las grandes corporaciones estadounidenses, se negocia a puertas cerradas, con el objetivo de llegar a un acuerdo en octubre de 2013. Al mismo tiempo, movimientos sociales de todo el mundo luchan contra la concreción de esta nueva ofensiva del capital trasnacional que afectaría derechos laborales, regulaciones ambientales, acceso a medicamentos genéricos, regulaciones financieras, a la vez que impulsaría la consolidación de oligopolios y disminuiría la potencialidad de desarrollos locales.

Ambas iniciativas, la Alianza del Pacífico y la Alianza Trans-Pacífico son complementarias y funcionales a los intereses de la Casa Blanca en América Latina. Washington busca meter una cuña en América del Sur, impulsando a los países con los cuáles ya tiene Tratados de Libre Comercio bilaterales (Colombia, Chile, Perú) a que se unan y sean remolcados hacia la ATP.

La gira de Obama por México y Costa Rica (donde se reunirá, además, con varios mandatarios centroamericanos) a sólo tres meses de asumir su segundo mandato tiene como uno de los principales objetivos impulsar un movimiento "tectónico" en la región, aprovechando la ausencia de Chávez: volver al viejo proyecto de forjar una apertura al capital estadounidense, alentar el libre comercio y reducir la capacidad de los Estados de establecer regulaciones.

Con sus pares centroamericanos, Obama discutirá el tema de la guerra a las drogas (cuyos nefastos resultados ya fueron expuestos por algunos gobiernos de la región en la Cumbre de las Américas realizada justo un año atrás) y también pretenderá mostrar los avances en las leyes migratorias en Estados Unidos, algo que afecta fundamentalmente a las poblaciones de origen centroamericano. Sus recientes declaraciones en favor del cierre de la cárcel de Guantánamo -promesa electoral cuyo incumplimiento lleva más de 4 años- son parte de la estrategia de "seducción" hacia América Latina.

 Luego del fracaso que resultó para Washington la Cumbre de las Américas realizada en Cartagena en abril de 2012 (allí la agenda caliente -Cuba, Malvinas, droga, inmigración- fue impuesta por los países latinoamericanos, a pesar de las presiones del Departamento de Estado), Obama pretende recuperar la iniciativa en las relaciones interamericanas, detener el avance de potencias extrarregionales (fundamentalmente China, socio comercial y financiero privilegiado para Argentina, Brasil y Venezuela, entre otros) y limitar las aspiraciones de Dilma Rousseff de transformarse en vocera de América del Sur -vía el Mercosur o la UNASUR-. Por eso, la Alianza del Pacífico es fundamental para el reposicionamiento de Washington en la región. A través de la misma, se pretende atraer a los países disconformes del Mercosur, como Uruguay y Paraguay, y reintroducir políticas neoliberales que tanta resistencia popular generaron en las últimas dos décadas.

La izquierda latinoamericana debe advertir esta nueva ofensiva del capital, que pretende restablecer la agenda neoliberal, resistida a través de amplias movilizaciones y levantamientos en los últimos 20 años. Es preciso defender la integración alternativa que plantea el eje bolivariano. El ALBA de los movimientos sociales, en ese sentido, puede ser una herramienta para coordinar a las fuerzas políticas populares que construyen desde una perspectiva latinoamericana, con una orientación anti-imperialista y, en algunos casos, socialista.


- Leandro Morgenfeld es docente UBA e ISEN. Investigador del CONICET. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas (Ed. Continente, 2011), de Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos (Capital Intelectual, diciembre 2012) y del blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com

jueves, 23 de mayo de 2013

A 50 años de la OUA. Logros y desafíos de la Unión Africana


Por Hedelberto López Blanch

Durante 50 años, la Organización para la Unidad Africana (después convertida en Unión Africana) ha luchado contra numerosas adversidades y contratiempos surgidos a lo largo del camino pero ha logrado con denodado esfuerzo, trabajar por la integridad y el avance de sus 54 países.

Tras varios siglos de colonialismo donde primaron las luchas por las independencias nacionales, contra la esclavitud, el saqueo de los territorios y sus riquezas, el continente africano comenzó a liberarse a fines de las décadas del 50 y principios del 60.

El impulso hacia esas acciones sucedió el 25 de mayo de 1963 cuando 3l líderes africanos se reunieron en Addis Abeba y firmaron la Carta de Principios de la OUA, después de un proceso en el que dejaron a un lado las diferencias regionales e ideológicas que habían sembrado los colonialistas.

Desde su creación en 1963, la OUA enfrentó grandes retos pues su primera razón de ser fue la de acabar de liberar al continente del colonialismo, el apartheid y la discriminación racial. 

El 9 de julio del 2002, ante los cambios y las nuevas situaciones internacionales, más de 40 jefes de Estado y Gobierno del continente, participaron en el cónclave de Durban, Sudáfrica, que dio paso al nacimiento de la Unidad Africana (UA) y puso fin a las actividades ejercidas hasta entonces por la OUA.

En esa Cumbre se fijaron metas para luchar contra la enorme pobreza que padece la región, e impulsar el desarrollo, la integración política y económica.

La UA, a la cual pertenecen 54 países del continente, excepto Marruecos porque la organización reconoció a la República Árabe Saharaui Democrática como un Estado independiente, ha logrado avances como lograr la estabilidad y la paz en el continente con fuerzas propias.

Hace una década, los golpes de Estado y las guerras internas eran constantes en toda la región y en estos años se han logrado reducir debido a la política aplicada por los dirigentes de la UA para no reconocer a gobiernos ilegales y contar además con contingentes militares integrados por los diferentes países para no tener que depender de fuerzas extranjeras cuando ocurra algún hecho de ese tipo.

Aun quedan casos como los de Madagascar, Guinea Bissau y Mali, en los que la UA trabaja para buscar soluciones. En sentido general, Naciones Unidas ha reconocido los esfuerzos de la región para consolidar la paz y seguridad y rechazar cambios de poder que violan la Constitución.

En la búsqueda de un modelo propio de desarrollo sin injerencia de las naciones occidentales, aunque con su colaboración, surgió la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD) que traza las líneas a seguir económica y política para la integración del continente. 

La NEPAD ha encaminado sus pasos a alcanzar los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas como son la reducción de la pobreza y del analfabetismo, la igualdad de géneros, la satisfacción de las necesidades de la población, el desarrollo económico, entre otros.

Además, se han potenciado diferentes organismos de integración como la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) y la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (ECOWAS).

Estas alianzas han ido dando resultados. En 2012, en general los países del continente crecieron 5 % y para una cuarta parte fue de 7 % o más. Asimismo, Sierra Leona, Níger, Costa de Marfil, Liberia, Etiopía, Burkina Faso y Ruanda, fueron de los de más rápido crecimiento a nivel mundial. Organismos internacionales anuncian que esa tendencia continuará de 2013 a 2015 y como promedio el Producto Interno Bruto regional será del 5 % debido a los altos precios de los productos básicos a nivel mundial y al reforzamiento del consumo en el continente.

Pero no es menos cierto que la Unión tiene grandes retos que enfrentar como son los elevados índices de pobreza, las enfermedades (específicamente el síndrome de Inmunodeficiencia), la desigualdad, la marginalización social, el analfabetismo y el desarrollo sostenido. 

Esas problemas de antaño, motivado principalmente por colonialismos rapaces y posteriores imposiciones de sistemas neoliberales, la Unión Africana los enfrenta con sabiduría y una mayor integración.

Asimismo, trabaja y coordina para elevar las infraestructuras, la producción de electricidad, alimentos, empleos y oportunidades para las familias y comunidades con el fin de mejorar el nivel de vida, acabar con la pobreza extrema y promover la prosperidad común.

Existen otros desafíos debido a las enormes riquezas naturales que posee el continente y que lo convierten en un gran pastel de inestimable importancia para las naciones occidentales desarrolladas.

Efectivamente, además de ser privilegiada geopolíticamente con cuatro circunvalaciones marítimas, (por el Mediterráneo, el Atlántico, el Índico y el Mar Rojo) posee un potencial energético hasta ahora insospechado que se calcula en el 15 % del orbe; 50 % del oro, 50 % de minerales estratégicos; 60 % de las tierras cultivable del mundo y enormes reservas de agua potable, por citar algunas.

Debido a las abundantes riquezas, surgen peligros desde el exterior como la nueva versión de neocolonialismo, el llamado  US. Africa Command (AFRICOM).

Con una cara humanitaria que propagandiza la ayuda al desarrollo africano, esta agrupación de fuerza organizada por Estados Unidos, se enfila a controlar desde el petróleo, oro, diamantes y todo tipo de minerales hasta sus inmensas riquezas ecológicas.

El 18 % del petróleo que importa Estados Unidos proviene de África Occidental cuya región posee reservas del crudo calculadas en 60 000 millones de barriles. Interés especial ha puesto en Angola, Chad, Camerún, Guinea Ecuatorial, Cabo Verde, Gabón, Nigeria, Sao Tomé y Príncipe, Senegal y Mali. Resulta una zona mucho más segura que la del Medio Oriente y de bajo costo de transporte pues está a siete días de la costa este de Estados Unidos.

Otro desafío es concientizar a algunos Estados para que enfrenten la adquisición de vastos espacios de tierras fértiles por gobiernos y firmas interesadas en asegurarse recursos alimentarios a precios accesibles en los altamente volátiles mercados de materias primas. Uno de esos casos fue el de la empresa surcoreana Daewoo que compró más de un millón de hectáreas en Madagascar. 

Lo importante es que la mayoría de los actuales dirigentes africanos agrupados en la UA, estan al tanto de las dificultades y problemas a enfrentar y trabajan al unísono por una mayor integración y unidad de sus países en beneficio de sus pueblos.

Publicado: Rebelión, Opciones, Ajintem, Aporrea, Telesur, Diario Universal, Kadadiasomosmas

miércoles, 22 de mayo de 2013

De Libia a Siria: ¿cambio de paradigma o paradigma de cambio?

Por Dra. María Elena Álvarez Acosta

 Con la caída del campo socialista en el este de Europa y la desintegración de la URSS, se inauguró una etapa en las relaciones internacionales que posibilitó el inicio del cambio de paradigma político, militar y geo-estratégico de los vencederos. Estados Unidos recurrió a invasiones militares contra las “amenazas”: Panamá, el Golfo, Kosovo, Afganistán, Iraq y Libia.
Para agredir a un país, únicamente ha hecho falta imaginar que ese país es una amenaza para los intereses de las grandes transnacionales y los poderes del momento. Esto se ha revertido en: 1) el derecho a agredir a cualquier nación esgrimiendo el carácter preventivo, 2) la política de guerra sin cuartel; que desconoce la proporcionalidad y la limitación de las acciones y 3) la práctica de racionalidades absolutamente desequilibradas.

La guerra fue imponiendo nuevas tácticas, participantes e instrumentos. Muchas pueden ser las “nuevas” maneras y modos. Sin embargo, por los propósitos de este trabajo, merecen mencionarse: una mayor participación de los aliados, en este caso de la OTAN, y de los organismos e instituciones regionales, donde ha sobresalido la Liga Árabe, en el Medio Oriente. Los movimientos populares denominados Primavera Árabe han resultado un desafío para la política estadounidense, pero también han tratado de aprovechar las “oportunidades” para consolidar su paradigma.

En la práctica, los organismos internacionales se han manipulado y han “legitimado” las intervenciones. Desmontar el sistema establecido por el Derecho Internacional ha sido un objetivo -y práctica- en las guerras actuales. Las razones que se esgrimen y se demuestran pueden ir desde la lucha contra el terrorismo, hasta la lucha por los derechos humanos o la democracia, sin tener en cuenta las condiciones reales y los costos de las acciones.

La oligarquía dominante ha superado efectivamente la jurisdicción y la autoridad de la institucionalidad legalmente constituida. En la práctica, la OTAN y los Estados Unidos han ocupado las funciones que le correspondería al Derecho Internacional Público y sus instituciones. La utilización de los organismos de Naciones Unidas, incluyendo el Consejo de Seguridad, “legitiman” las intervenciones. En el caso de Libia, se aprobó una Resolución que fue citada continuamente, pero en la práctica se violó todo el tiempo. Por demás, la organización regional, léase la Liga Árabe, fue la solicitante más ferviente.

Libia: ¿cambio de paradigma?

Con la agresión a Libia parecía se afianzaba el éxito del nuevo paradigma: montaje de la situación, apoyo y petición de la Liga Árabe de intervención, aprobación de Resolución en el Consejo de Seguridad, la suplantación de las funciones de la ONU por la OTAN, apoyo a los rebeldes, que las propias potencias habían conformado, y a un gobierno de transición, establecimiento de un Gobierno Provisional y finalmente, el asesinato de Gadafi. El guion había sido impecable. Pero en el “juego”, las potencias habían hecho trampas.

La visión imperial y la práctica fueron completadas exitosamente: Operación internacional que reconoce su liderazgo, EEUU como pilar de la seguridad mundial y defensor de la libertad humana, por todos los medios, parece que el predilecto es la guerra.

La guerra en Libia confirmaba un formato que se venía implementando, con variaciones “perfeccionadas” desde los años 90s, lo más peligroso era que, aún no se había estabilizado el país y ya retumbaban los truenos de la ira imperial contra Siria, era el sabor del éxito, a lo que se unía el aumento del nivel del conflicto con Irán.

Siria y algo más

La primavera árabe se ha manifestado como un movimiento sin precedentes en la región, sobre todo por su cuantía, persistencia y composición. EEUU y sus aliados han utilizado un tratamiento diferenciado, que les ha permitido, utilizar la zanahoria y el garrote. En la práctica, desgraciadamente, ha predominado el último.

La guerra contra Libia marcó, como analizábamos anteriormente, una línea de continuidad en el accionar del imperio, que se ha ido perfeccionando.

En Siria se ha tratado de seguir la misma receta que en Libia: primero, desacreditar el régimen; segundo, movilizar y apoyar a sectores internos contra el gobierno (si no son suficientes, crearlos y-o introducir mercenarios); tercero, apoyar a la diáspora. Además, manipular los medios masivos de comunicación y convocar el apoyo internacional, (y a nivel regional, la Liga Árabe).

En Libia, después de todo este accionar, se logró la aprobación –cobertura- de las Naciones Unidas. Después, se desarrolló la operación militar.

La misma receta ha tratado de aplicarse a Siria. Sn embargo no han podido avanzar ni remotamente al mismo ritmo que en Libia, a pesar de contar con el apoyo reiterado de la Liga Árabe y de la entrada de mercenarios a través de las fronteras del país, obviando el apoyo de la población al gobierno y las reformas que este ha comenzado a implementar. 

¿Qué no han conseguido? La aprobación –cobertura- de las Naciones Unidas, para después, desarrollar la operación militar.

Paradigma de cambio

Cuáles han sido los aspectos que no le han permitido a EEUU la aplicación de un paradigma intervencionista que parecía consolidado, tras la guerra contra Libia, o por lo menos lo ha retardado, pues no ha renunciado a él. Pueden ser muchos los factores, pero destaca la postura de Rusia, a la que se unió China. En varias declaraciones, tanto del Ministro de Relaciones Exteriores, como del Presidente y el nuevo candidato a la Presidencia de Rusia ha declarado que no están de acuerdo en permitir que se aplique la fórmula Libia a Siria.

Con independencia de los intereses geopolíticos y de seguridad nacional que tengan Rusia (y también) China, las implicaciones de su postura, que culminó con el veto de ambos, respectivamente, en dos ocasiones, a la propuestas de Resolución presentada por EEUU ante el Consejo de Seguridad contra Siria, todo parece indicar que nace un paradigma de cambio. A ello hay que sumar, las diferencias de matices de las posiciones de Rusia y China en cuanto al conflicto EEUU-Irán. Si Siria cayera, Irán “estaría sólo”. No se pueden desvincular ambos casos, aunque presenten connotaciones diferentes.

En septiembre de 2010, en un artículo publicado en esta misma página, señalé que Estados Unidos siempre tendrá un pretexto o excusa para enfrentarse a Irán, no precisamente porque considere que el país persa pueda construir el arma nuclear, sino por tres simples razones, pero también tres razones muy significativas para los intereses de EEUU: Irán ocupa un espacio de vital importancia en las relaciones de poder a nivel regional y mundial, que pasa por los factores geopolítico y energético, donde aparecen evidentes contrapartes que pudieran constituirse en dos eventuales bloques: EEUU y la Unión Europea frente a Rusia y China; el que controle al país persa domina la región de mayor tráfico petrolero en el Mundo (Mar Negro, Mar Caspio y Golfo Pérsico), además, ese país es esencial para los poderes del momento, pues proyecta una política contestataria (antiimperialista).

Las razones estadounidenses se mantienen invariables con respecto a Irán, mientras ha aprovechado el contexto de la Primavera Árabe para, eventualmente, imponer un gobierno títere en Siria.

¿Cambio de paradigma o paradigma de cambio?

 Mientras en Siria, por una parte, continúan las manifestaciones de apoyo al gobierno y, por otra, las acciones desestabilizadoras; Rusia apuesta por el diálogo, mientras la Liga Árabe y los países occidentales mantienen, o más bien, vociferan, su postura de intervención.

Paralelamente, EEUU y sus aliados continúan planteando que implementarán las sanciones contra Irán y aumentan su presencia militar en el Golfo Pérsico, por demás, el área está rodeada de bases militares estadounidenses, mientras Irán mantiene maniobras en el Golfo Pérsico.

La situación actual parece definitoria y su impacto en las relaciones internacionales trascendentales. EEUU no puede ceder, es el líder del mundo occidental, ceder implica retroceder; Rusia, tampoco puede ceder, pues implicaría una inmensa pérdida de credibilidad.

¿Logrará EEUU consolidar su paradigma, o es el inicio de un cambi

viernes, 17 de mayo de 2013

Editorial Letra Viva anuncia su título: "Insurrección de la Palabra"

Las crónicas y artículos reunidos en esta obra abogan por el respeto a la información veraz y el cese de las campañas mediáticas originadas por las transnacionales de los centros de poder mundial, convertidas en el aparato ideológico de la globalización.  Esta compilación de ensayos contiene profundos análisis sobre las más complejas problemáticas de la política internacional contemporánea: la importancia de las nuevas tecnologías de la información, las guerras modernas vinculadas a ellas y sus consecuencias; la necesidad de `pensar la paz´ y el desarme; la trascendencia, 50 años después, de la Crisis de los Misiles o de Octubre de 1962; el pensamiento de Fidel Castro Ruz sobre el desarme nuclear; la política exterior francesa durante el gobierno de Nicolás Sarkozy; la penetración de los Estados Unidos en el África Subsahariana; la geopolítica del espacio y la “nueva” política exterior de Barack Obama en los Estados Unidos; el impacto de las revoluciones del siglo XXI; los recientes procesos hacia la integración en América Latina y el Caribe, sin la presencia de los Estados Unidos y Canadá; la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, y la significación histórica del prócer bolivariano Hugo Chávez Frías, entre otros temas, no menos relevantes, sobre las relaciones internacionales del siglo XXI. 

Esta obra es un mensaje de paz. Es una invocación al respeto de la soberanía y la independencia de las naciones. El lector encontrará un punto de partida diferente para el estudio y la interpretación de la dinámica internacional actual. 

www.editorialetraviva.com próximamente disponible como e-Book y como libro en los 11 sistemas internacionales de Amazon. El libro está disponible como e-Books http://www.amazon.com/dp/B00CTSVRLM

Dr. Leyde E. Rodríguez Hernández (Cuba, 1969). Licen­ciado en Relaciones Políticas Internacionales (1992, La Habana). Máster en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales (2001, La Habana) y Doctor en Ciencias Históricas (2002, La Habana). Diplomado en Estudios So­ciales (2007, La Habana). Profesor de Teoría e Historia de las Relaciones Internacionales, del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García. 

Autor del libro La defensa antimisil de los Estados Unidos (Ed. Publibook, Paris, 2011) y De Truman a Obama: Poder, Militarismo y Estrategia Antimisil de los EEUU en esta editorial. Publica en revistas, periódicos y páginas digitales de España, Francia, EEUU, Bélgica, Suiza, Argentina, Venezuela y Cuba, entre otros. En su blog: Visiones de la Política Internacional, publica frecuentemente sobre temas internacionales. Fue periodista del diario Juventud Rebelde y diplomá­tico en la República Democrática del Congo, República del Congo y la República Francesa.