Con la caída del campo socialista en el este
de Europa y la desintegración de la URSS, se inauguró una etapa en las
relaciones internacionales que posibilitó el inicio del cambio de paradigma
político, militar y geo-estratégico de los vencederos. Estados Unidos recurrió
a invasiones militares contra las “amenazas”: Panamá, el Golfo, Kosovo,
Afganistán, Iraq y Libia.
Para agredir a un país,
únicamente ha hecho falta imaginar que ese país es una amenaza para los
intereses de las grandes transnacionales y los poderes del momento. Esto se ha
revertido en: 1) el derecho a agredir a cualquier nación esgrimiendo el
carácter preventivo, 2) la política de guerra sin cuartel; que desconoce la
proporcionalidad y la limitación de las acciones y 3) la práctica de racionalidades
absolutamente desequilibradas.
La guerra fue imponiendo
nuevas tácticas, participantes e instrumentos. Muchas pueden ser las “nuevas”
maneras y modos. Sin embargo, por los propósitos de este trabajo, merecen
mencionarse: una mayor participación de los aliados, en este caso de la OTAN, y
de los organismos e instituciones regionales, donde ha sobresalido la Liga
Árabe, en el Medio Oriente. Los movimientos populares denominados Primavera
Árabe han resultado un desafío para la política estadounidense, pero también
han tratado de aprovechar las “oportunidades” para consolidar su paradigma.
En la práctica, los
organismos internacionales se han manipulado y han “legitimado” las
intervenciones. Desmontar el sistema establecido por el Derecho Internacional
ha sido un objetivo -y práctica- en las guerras actuales. Las razones que se
esgrimen y se demuestran pueden ir desde la lucha contra el terrorismo, hasta
la lucha por los derechos humanos o la democracia, sin tener en cuenta las
condiciones reales y los costos de las acciones.
La oligarquía dominante ha
superado efectivamente la jurisdicción y la autoridad de la institucionalidad
legalmente constituida. En la práctica, la OTAN y los Estados Unidos han
ocupado las funciones que le correspondería al Derecho Internacional Público y
sus instituciones. La utilización de los organismos de Naciones Unidas,
incluyendo el Consejo de Seguridad, “legitiman” las intervenciones. En el caso
de Libia, se aprobó una Resolución que fue citada continuamente, pero en la
práctica se violó todo el tiempo. Por demás, la organización regional, léase la
Liga Árabe, fue la solicitante más ferviente.
Libia:
¿cambio de paradigma?
Con la agresión a Libia
parecía se afianzaba el éxito del nuevo paradigma: montaje de la situación,
apoyo y petición de la Liga Árabe de intervención, aprobación de Resolución en
el Consejo de Seguridad, la suplantación de las funciones de la ONU por la OTAN,
apoyo a los rebeldes, que las propias potencias habían conformado, y a un
gobierno de transición, establecimiento de un Gobierno Provisional y
finalmente, el asesinato de Gadafi. El guion había sido impecable. Pero en el
“juego”, las potencias habían hecho trampas.
La visión imperial y la
práctica fueron completadas exitosamente: Operación internacional que reconoce
su liderazgo, EEUU como pilar de la seguridad mundial y defensor de la libertad
humana, por todos los medios, parece que el predilecto es la guerra.
La guerra en Libia
confirmaba un formato que se venía implementando, con variaciones
“perfeccionadas” desde los años 90s, lo más peligroso era que, aún no se había
estabilizado el país y ya retumbaban los truenos de la ira imperial contra
Siria, era el sabor del éxito, a lo que se unía el aumento del nivel del
conflicto con Irán.
Siria
y algo más
La primavera árabe se ha
manifestado como un movimiento sin precedentes en la región, sobre todo por su
cuantía, persistencia y composición. EEUU y sus aliados han utilizado un
tratamiento diferenciado, que les ha permitido, utilizar la zanahoria y el
garrote. En la práctica, desgraciadamente, ha predominado el último.
La guerra contra Libia
marcó, como analizábamos anteriormente, una línea de continuidad en el accionar
del imperio, que se ha ido perfeccionando.
En Siria se ha tratado de
seguir la misma receta que en Libia: primero, desacreditar el régimen; segundo,
movilizar y apoyar a sectores internos contra el gobierno (si no son
suficientes, crearlos y-o introducir mercenarios); tercero, apoyar a la diáspora.
Además, manipular los medios masivos de comunicación y convocar el apoyo
internacional, (y a nivel regional, la Liga Árabe).
En Libia, después de todo
este accionar, se logró la aprobación –cobertura- de las Naciones Unidas.
Después, se desarrolló la operación militar.
La misma receta ha tratado
de aplicarse a Siria. Sn embargo no han podido avanzar ni remotamente al mismo
ritmo que en Libia, a pesar de contar con el apoyo reiterado de la Liga Árabe y
de la entrada de mercenarios a través de las fronteras del país, obviando el
apoyo de la población al gobierno y las reformas que este ha comenzado a
implementar.
¿Qué no han conseguido? La
aprobación –cobertura- de las Naciones Unidas, para después, desarrollar la
operación militar.
Paradigma
de cambio
Cuáles han sido los aspectos
que no le han permitido a EEUU la aplicación de un paradigma intervencionista
que parecía consolidado, tras la guerra contra Libia, o por lo menos lo ha
retardado, pues no ha renunciado a él. Pueden ser muchos los factores, pero
destaca la postura de Rusia, a la que se unió China. En varias declaraciones,
tanto del Ministro de Relaciones Exteriores, como del Presidente y el nuevo
candidato a la Presidencia de Rusia ha declarado que no están de acuerdo en
permitir que se aplique la fórmula Libia a Siria.
Con independencia de los
intereses geopolíticos y de seguridad nacional que tengan Rusia (y también)
China, las implicaciones de su postura, que culminó con el veto de ambos,
respectivamente, en dos ocasiones, a la propuestas de Resolución presentada por
EEUU ante el Consejo de Seguridad contra Siria, todo parece indicar que nace un
paradigma de cambio. A ello hay que sumar, las diferencias de matices de las
posiciones de Rusia y China en cuanto al conflicto EEUU-Irán. Si Siria cayera,
Irán “estaría sólo”. No se pueden desvincular ambos casos, aunque presenten
connotaciones diferentes.
En septiembre de 2010, en un
artículo publicado en esta misma página, señalé que Estados Unidos siempre
tendrá un pretexto o excusa para enfrentarse a Irán, no precisamente porque
considere que el país persa pueda construir el arma nuclear, sino por tres
simples razones, pero también tres razones muy significativas para los
intereses de EEUU: Irán ocupa un espacio de vital importancia en las relaciones
de poder a nivel regional y mundial, que pasa por los factores geopolítico y
energético, donde aparecen evidentes contrapartes que pudieran constituirse en
dos eventuales bloques: EEUU y la Unión Europea frente a Rusia y China; el que
controle al país persa domina la región de mayor tráfico petrolero en el Mundo
(Mar Negro, Mar Caspio y Golfo Pérsico), además, ese país es esencial para los
poderes del momento, pues proyecta una política contestataria
(antiimperialista).
Las razones estadounidenses
se mantienen invariables con respecto a Irán, mientras ha aprovechado el
contexto de la Primavera Árabe para, eventualmente, imponer un gobierno títere
en Siria.
¿Cambio
de paradigma o paradigma de cambio?
Mientras en Siria, por una
parte, continúan las manifestaciones de apoyo al gobierno y, por otra, las
acciones desestabilizadoras; Rusia apuesta por el diálogo, mientras la Liga
Árabe y los países occidentales mantienen, o más bien, vociferan, su postura de
intervención.
Paralelamente, EEUU y sus
aliados continúan planteando que implementarán las sanciones contra Irán y
aumentan su presencia militar en el Golfo Pérsico, por demás, el área está
rodeada de bases militares estadounidenses, mientras Irán mantiene maniobras en
el Golfo Pérsico.
La situación actual parece
definitoria y su impacto en las relaciones internacionales trascendentales.
EEUU no puede ceder, es el líder del mundo occidental, ceder implica
retroceder; Rusia, tampoco puede ceder, pues implicaría una inmensa pérdida de
credibilidad.
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