Por
Orisel Sierra Santiesteban
La ALBA-TCP es, en mi
opinión, un proyecto de integración cualitativamente superior a los disímiles y
numerosos procesos de integración regional o subregional que se han
desarrollado en toda América desde 1960, incluido el NAFTA, muy alabado por los
intelectuales y académicos de la derecha. En primer lugar porque es un proyecto
incluyente, que toma en cuenta todos los grupos sociales de los diferentes
países que componen el mecanismo integrador, y no solo a los grupos dominantes,
que tienen en su haber un largo camino de intentos fallidos, fundamentalmente
porque han estado basados en la prolongación de su dominio sobre los otros
sectores sociales y de la extensión de los beneficios que les ofrece la
relación subordinada al capital trasnacional y nacional, muy a tono con lo que
Osvaldo Martínez[i] refiere como una integración de los capitales.
Además es un proyecto que
toma en cuenta las asimetrías de sus miembros y aprovecha de cada cual lo que
le es permitido dar en un intercambio de retroalimentación común, en el que
todos se benefician y no solo lleno de bondades dadivosas de su socio más
poderoso (específicamente por el petróleo) de Venezuela y de uno de sus
promotores más fervientes el “presidente-comandante” Hugo Chávez como muchos
han querido señalar. Muchas veces el
respeto y la solidaridad hacia y con los países de menos recursos, como en el
caso de PETROCARIBE para la zona del Caribe, se ha querido ver como la
exportación de un modelo (pretexto antiguamente utilizado con la Revolución
Cubana en el marco de la Guerra Fría) y no como la verdadera consolidación de
una estrategia integracionista en la búsqueda de la real independencia de los
países de esta área de la hegemonía estadounidense, en particular, y del
imperialismo global, en sentido general.
La solidaridad que promueve
la ALBA dista mucho de la caridad que ha sido el instrumento empleado para la integración que
por siglos ha propuesto el sistema interamericano y que ha fortalecido el
afianzamiento de Estados Unidos como centro de la región, garantizando la
dependencia económica, política, cultural, diplomática, jurídica, y la más
terrible en mi opinión, ideológica de las naciones latinoamericanas hacia esa
superpotencia, la única hasta ahora multidimensional.[ii]
La ALBA es el primer
mecanismo de integración que se propuso, y en mi opinión ha logrado
positivamente, mediante el uso de los medios de comunicación y otras vías como
INTERNET, cuestionar el american way of life de una manera seria y consecuente,
a partir de la construcción de un discurso propio de la región, y la creación de
otro modelo de vida, o paradigma, para nuestros pueblos más a tono con nuestras
necesidades y capacidades que promueve un respeto a la naturaleza y el cuidado
del medio ambiente y a la biodiversidad, en contraposición a la explotación
desmedida de los recursos naturales que fomenta ese modo de vida, fundamentado
exclusivamente en la búsqueda de ganancias. Eso sin dejar de mencionar que ha
favorecido el conocimiento de los diferentes pueblos que componen el área, que
aunque parezca difícil de creer en mucho de los casos nos son totalmente
desconocidos y en otros totalmente indiferentes. Este instrumento ha servido a
un auto-reconocimiento de nuestras diferencias al tiempo que a un acercamiento
de nuestros pueblos, desde la emisión de la verdad, y no la desinformación a la
que la región ha sido sometida, muchas veces exacerbando sentimientos de odio y
discriminación racial, en el último siglo por el predominio exclusivo del
monopolio estadounidense sobre este sector.
Además, aunque la ALBA
dentro de sus bases fundadoras contiene la integración económica y comercial
entre sus miembros, da prioridad a la integración política y social, aspecto
que determina su superioridad frente a los otros proyectos integracionistas, incluso
de aquellos con resultados más palpables como la CARICOM y el MERCOSUR. “La
integración no puede reducirse al comercio, ni medir sus avances por el
crecimiento del intercambio comercial, ni éste puede encerrarse entre las rejas
del llamado ‘libre comercio’”.[iii] Ejemplos concretos de la prioridad que se
le da en los marcos de la ALBA a lo social lo constituyen las misiones
médicas-humanitarias como la Operación Milagro y la campaña Yo Sí Puedo para la
alfabetización de los sectores más excluidos.
Es también el primer
proyecto que surge como una alternativa a la hegemonía estadounidense, y por
extensión, a las oligarquías y burguesías nacionales, que lo excluye
explícitamente y conscientemente y convoca la integración desde los sólidos
pilares de la identificación histórica y cultural de las naciones
latinoamericanas y caribeñas, y en la comprensión de que la unidad es el único
modo posible para alcanzar el desarrollo y enfrentar los retos cada vez mayores
del sistema internacional.
El compromiso de sus
creadores con el mejoramiento de la situación de sus pueblos es una diferencia
también con el resto de los proyectos existentes, gobiernos con una posición
independiente y autónoma que construyen su política exterior y de integración
sin estar subordinados a Estados Unidos y que son exponente de una política
transformadora de la situación existente.
La sola existencia de la
ALBA denota los cambios de la región y además la creencia de que es posible
creer en un futuro mejor, porque si bien es cierto que falta mucho por hacer y
que todo parece indicar que la ALBA es solo un proyecto de gobierno y no de
Estado y que puede desaparecer una vez que sus promotores no estén en el poder,
es la primera vez que un proyecto de la región se expresa en términos más allá
de los puramente económicos, y se remonta a los pilares integracionista del
verdadero panamericanismo, el antiimperialismo martiano, y la creación de un
mecanismo confederativo, a la manera bolivariana, que permita a todos
integrarse y alcanzar mediante esta unión un mayor reconocimiento en el mundo.
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