jueves, 20 de junio de 2013

La CELAC y el multilateralismo regional

Por Roberto M. Yepe Papastamatin
Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales
“Raúl Roa García” (La Habana, Cuba)
La creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) planteó la interrogante sobre cuál serían sus implicaciones para el resto de los procesos multilaterales de concertación política, cooperación e integración que coexisten en nuestro continente. Dentro de ella, el tema más controversial -y que en su momento motivó abundantes titulares prensa- tiene que ver con el futuro del Sistema Interamericano, en particular de la OEA.
Es una cuestión latente que en algún momento deberá tener una solución. Pienso que incluso en el deseable escenario de una América Latina y el Caribe mucho más unida que en la actualidad, posiblemente sea conveniente y necesario desarrollar mecanismos institucionales multilaterales con los Estados Unidos, como vía para amortiguar y contener sus tendencias hacia el unilateralismo y el irrespeto del Derecho Internacional, y  para discutir en pie de igualdad temas de interés para ambas partes. Pero estas instituciones no deberían tener la misma esencia y principios operacionales del actual Sistema Interamericano, y probablemente tampoco convendría que mantuvieran su sede en Washington, como ocurre hoy con la OEA y su Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El Sistema Interamericano, tal cual se concibe y funciona en la actualidad, es incompatible con el proceso unitario latinoamericano y caribeño.
En un segundo orden, aunque no por ello se trata de un tema menos complejo, está la cuestión de la relación de la CELAC con el conjunto de organismos y foros multilaterales propiamente latinoamericanos y caribeños preexistentes, de los que una buena parte ha estado padeciendo largas crisis existenciales o no muestran los resultados concretos esperados. En este sentido, parece inevitable y necesario que nuestra región se aboque a un proceso de racionalización y redefinición de aquellos mecanismos multilaterales que han perdido relevancia. Debe tenerse en cuenta que muchos de los gobiernos latinoamericanos y caribeños enfrentan serias limitaciones en cuando a su capacidad institucional para atender adecuadamente a los múltiples foros y organismos multilaterales existentes a nivel regional, y los funcionarios de sus cancillerías y otros órganos gubernamentales suelen simultanear dicha atención.
Dentro de este conjunto de organismos habría que diferenciar a aquellos mecanismos subregionales (SICA, CARICOM, MERCOSUR, entre otros) que, con todos sus problemas, mantienen una razón de ser, y aquellos como el SELA, la ALADI y la OLADE, entre muchos otros, que tal vez deberían redefinirse como órganos técnicos de la CELAC, como parte de un proceso de construcción y desarrollo institucional que resulta ineludible si realmente se desea avanzar en el logro de los objetivos estratégicos que se ha planteado esta organización.
La UNASUR es un caso particularmente exitoso y representa una referencia del tipo de desarrollo institucional que se requiere en el marco geográfico más extenso de la CELAC, aunque inevitablemente ello transcurra mediante un proceso más lento.
Por su parte, los países del ALBA-TCP constituyen un factor impulsor de un desarrollo más profundo de la CELAC, dentro del marco de los principios de la flexibilidad, el gradualismo, el respeto a la diversidad y el pluralismo político e ideológico que la sustentan.
Con el ALBA, PETROCARIBE, la UNASUR y la CELAC puede hablarse del surgimiento y desarrollo de un nuevo multilateralismo en América Latina y el Caribe, sobre todo a partir de tres rasgos de gran trascendencia que tienen en común estos procesos: 1) el rescate del principio del pluralismo político y económico, 2) el desarrollo de un sentido de la solidaridad regional no visto desde las luchas por la independencia y 3) la puesta en evidencia de la contradicción entre el proyecto asociativo bolivariano y la concepción panamericanista, que representa el principal factor de complejidad en el actual entramado institucional multilateral de nuestra región.
El gran peligro que acecha a la CELAC es la repetición de las frustraciones que han acompañado históricamente a los diversos mecanismos regionales que la han precedido, en los que ha prevalecido  la escasez de resultados prácticos para el desarrollo de nuestros pueblos; los excesos de reuniones, declaraciones, planes de acción y programas de trabajo mayormente incumplidos, la burocratización ineficiente y el anquilosamiento institucional.
El pasado mes de mayo se produjo en la Embajada de Brasil en Buenos Aires un interesante encuentro del ex presidente Lula con intelectuales, políticos y dirigentes sociales. Allí Lula dijo, según el reporte de Martín Granovsky en el diario Página 12, que “sin pensamiento estratégico vamos a perder lo que construimos”. También en este encuentro, al igual que ha hecho en ocasiones anteriores, Lula se refirió a la importancia de redefinir una doctrina o teoría de la integración ajustada a los tiempos actuales y a las condiciones y necesidades de América Latina y el Caribe.
Creo que la clave del éxito de la CELAC radica en la identificación de unos pocos objetivos y proyectos estratégicos factibles en el marco geográfico tan extenso y diverso de su membresía, y que a la vez puedan ser de gran impacto para el desarrollo sostenible de nuestros pueblos.
Recientemente el Presidente ecuatoriano Rafael Correa propuso impulsar la integración y la complementariedad mediante compras públicas de conjunto en la región, lo que permitiría reducir costos y desarrollar industrias regionales, poniendo como ejemplo las importantes erogaciones que hacen nuestros países para adquirir medicamentos o insumos agropecuarios.
Este último ejemplo me hizo recordar la desaparecida MULTIFERT, compañía multinacional constituida en el marco del SELA para enfrentar conjuntamente y en mejores condiciones negociadoras la adquisición de fertilizantes, cuestión de creciente sensibilidad estratégica y cuya tendencia hacia la carestía y la escasez impacta negativamente a todos los países latinoamericanos y caribeños. Esta iniciativa no pudo sobrevivir la ola neoliberal de los años 90 y hasta hoy nos hacen creer que se trata de proyectos inviables e innecesarios. Obviamente, cualquier decisión para retomar acciones mancomunadas de esa naturaleza chocaría de frente contra grandes intereses establecidos y actores muy poderosos que siempre buscarán perpetuar la fragmentación y la subordinación de América Latina y el Caribe, pero quizás precisamente se trata del tipo de propuestas que deben ser pensadas, discutidas e impulsadas por la CELAC, so pena de caer en la irrelevancia.
A propósito del Presidente Correa, considero que se trata de uno de los estadistas más preclaros en términos de ese pensamiento estratégico que reclamaba Lula. Espero que nuestra región pueda seguir beneficiándose de su liderazgo incluso después que concluya su recién renovado mandato presidencial. Correa podría ser, por ejemplo, un excelente primer Secretario General de la CELAC, de cuya constitución fue uno de sus más destacados impulsores.
En la Declaración de Caracas (2011) la CELAC fue definida como el mecanismo representativo de concertación política, cooperación e integración de los Estados latinoamericanos y caribeños, y como un espacio común que garantice la unidad e integración de nuestra región. Igualmente se estableció como misión llevar a la realidad el compromiso político de defensa de la unidad y la integración, la cooperación, la complementariedad y la solidaridad.
El desarrollo de la CELAC enfrenta la tensión o el dilema subyacente de cómo lograr que la unidad entre sus miembros prevalezca sobre los diversos intereses políticos y las contradicciones ideológicas. En ese sentido, la sola constitución de este foro fue justamente considerada como un hito histórico en el desarrollo institucional y el fortalecimiento de la identidad de nuestra región, un verdadero milagro político solo posible a partir de la concurrencia de una coyuntura política particularmente favorable y de líderes extraordinarios, de quienes me limito a recordar aquí a Hugo Chávez, ya en ese momento enfermo, coronando brillantemente dicho proceso constitutivo en la Cumbre de Caracas del año 2011.
Este dilema subyacente ha podido ser resuelto hasta el momento sobre la base de los principios del consenso, la flexibilidad y la participación voluntaria en las iniciativas, aunque habrá que evitar que estos principios se conviertan en una receta para el inmovilismo y en un impedimento para el planteamiento de objetivos osados y muy necesarios.
La CELAC ha logrado avanzar ya con bastante visibilidad en su objetivo de actuar como el ente representativo de América Latina y el Caribe en el diálogo con terceros actores tan significativos como China, India, Rusia y la Unión Europa, así como en organismos, foros y procesos multilaterales globales. Es una vertiente del trabajo de la CELAC en la que hay que perseverar, incluso aunque los Estados Unidos no acepten reconocerle esa representatividad, entre otras razones, por la presencia de Cuba, aunque no logrará con eso evitar que la organización se manifieste de manera justa y ejemplar, como lo hizo en su reciente rechazo a la inclusión de Cuba en el listado sobre los supuestos Estados patrocinadores del terrorismo elaborado por los Estados Unidos.
Por otra parte, el proceso de la CELAC necesita trascender cada vez más las oficinas de las Cancillerías y de otros órganos gubernamentales para involucrar al conjunto de nuestras sociedades, estimulando decididamente la participación (e incluso la creación) de actores y movimientos sociales que pueden determinar que el proceso unitario formal se exprese crecientemente en un proceso unitario real.
Como conclusión, considero que es fundamental que la CELAC priorice el logro de determinados resultados prácticos de impacto con la mayor economía de esfuerzos y recursos. Todo esto se puede decir muy fácilmente en un ejercicio académico, pero se trata, sin dudas, de un esfuerzo extremadamente complejo, que requiere de mucha ingeniería política, y en cuyo transcurso son previsibles sucesivos ciclos de avances y retrocesos, como ha ocurrido a la largo de la historia de las relaciones interamericanas. Lo importante será que prevalezca la tendencia unitaria hacia la constitución de una América Latina y el Caribe más unida, justa, poderosa y orgullosa de sí misma.
Ponencia presentada en el Coloquio Internacional “Desafíos contemporáneos estratégicos de la Diplomacia de Cumbres: CELAC e Iberoamérica, organizado por la FLACSO (6 y 7 de junio de 2013, La Habana, Cuba)

miércoles, 19 de junio de 2013

Batalla por la información es ideológica.

 Por: Daniel Urbino.

 La batalla por la información es el combate ideológico más violento, opinó hoy aquí Patrick Apel-Muller, director del diario francés L''Humanité, en entrevista exclusiva a Prensa Latina.

Cada día, los medios se convierten más en actores políticos e intervienen y polarizan los procesos sociales, "aunque no en todos los países sucede igual", dijo el reconocido periodista, quien está de visita en La Habana con una delegación de parlamentarios del país galo.

De manera acelerada -agregó- los grupos financieros e industriales se adueñan de los medios y generan una información de baja gama, gratuita o de muy poco costo y nivel, con la cual bombardean a la audiencia.

Por otro lado, proveen a grupos elitistas de una información de mayor calidad, evidencia del carácter estratégico que tiene en la actualidad la prensa, en un mundo cada vez más complejo, donde las decisiones del hombre pueden llevar a la destrucción o no del planeta, añadió.

En opinión de Apel-Muller, el modelo de la globalización capitalista de la información muestra serias limitaciones.

"Los ciudadanos aspiran a otra información. El tema se ha convertido en un asunto de democracia en muchos países. Un periódico como L'Humanité, por ejemplo, debería haber desaparecido por la economía de la prensa, sin embargo, continúa ahí porque la opinión pública e importantes actores sociales tienen apetito de un debate que brinde alternativas de cambio", afirmó.

El también intelectual francés se refirió al boicot informativo de la llamada gran prensa sobre el caso de los antiterroristas cubanos, que internacionalmente son conocidos como Los Cinco.

Se trata de Antonio Guerrero, Gerardo Hernández, Fernando González, Ramón Labañino y René González, quienes fueron detenidos en Miami en 1998 y condenados a largas penas de cárcel por dar seguimiento a grupos violentos anticubanos.

"Estos muros de silencio de la prensa no son nuevos. Cuando Nelson Mandela estaba en prisión, en Europa los medios callaban sobre la situación del apartheid. Similares circunstancias tuvo Angela Davies, a quien acusaron de varios crímenes que nunca cometió" opinó.

Para Apel-Muller, cuando esto sucede se evidencia que en la batalla de la información se concentra el combate ideológico más violento.

"Los poderes económicos y políticos que tienen bajo su égida a los medios de comunicación prefieren callar antes de exponer la realidad de casos como el de los Cinco", concluyó.

Fuente: Prensa Latina.


Brasil: contexto del estallido social

La Jornada

Editorial
19.06.2013

Decenas de miles de brasileños volvieron a tomar ayer las calles de Sao Paulo y las inmediaciones de Río de Janeiro para protestar en contra del alza generalizada en las tarifas del transporte público, al denunciar la presunta corrupción en los gobiernos de distinto signo político y demandar la mejora de los servicios públicos. En capitales estatales como Porto Alegre y Recife, las manifestaciones de los últimos días derivaron en el anuncio de que se reducirán los precios en autobuses, metro y tren, en tanto que el alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, aceptó ayer mismo revisar el costo al público del primero de esos medios de transporte.

Las movilizaciones en varias urbes brasileñas resultan significativas no sólo por el elevado número de personas que han concentrado y por la coyuntura en que ocurren, sino porque tienen lugar en un país cuyo gobierno se ha enfocado, durante la última década, en contener los factores originarios de los descontentos sociales, y que parecía, en consecuencia, poco proclive al surgimiento de éstos. En efecto, más allá de la valoración que se tenga sobre los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, es innegable que han sido particularmente exitosos en el diseño y aplicación de políticas de generación de empleo –como demuestra la creación de unos 18 millones de puestos de trabajo en los recientes 10 años–, reducción de la pobreza y combate al hambre –más de 30 millones de brasileños han transitado de los estratos sociales bajos a la clase media en ese periodo–, crecimiento del poder adquisitivo del salario –el cual ha aumentado más de 50 por ciento en términos reales desde 2003– y reactivación de las cadenas industriales, lo que ha dotado al país de perspectivas de desarrollo y dinamismo económico envidiables en la región y en el mundo. 

Otro elemento novedoso de las protestas en Brasil es la respuesta que ha tenido la clase dirigente: a contrapelo de la sordera y las reacciones represivas que caracterizan a otros gobiernos frente a movilizaciones similares, Rousseff ha actuado con sensatez y contención discursiva, al grado de que ayer se dijo orgullosa de las movilizaciones y señaló que esas voces de las calles merecen ser escuchadas. Similares expresiones han sido utilizadas por el ex mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien señaló que nadie en su sano juicio puede estar en contra de las manifestaciones de la sociedad civil.
No obstante estos matices, que abren saludables perspectivas para una solución concertada en el país sudamericano, el claro origen social del descontento popular y el genuino carácter apartidista de las movilizaciones ponen en perspectiva un agotamiento y una necesidad de viraje por parte de la propuesta política de los partidos políticos tradicionales, particularmente del gobernante Partido de los Trabajadores.

Desde una perspectiva más general, el estallido de descontento en Brasil se inscribe en un contexto de movimientos sociales de nueva generación que van desde la llamada primavera árabe hasta el movimiento Ocupa Wall Street en Estados Unidos, pasando por los indignados de España y las protestas estudiantiles recientes de Chile y México. Más allá de su heterogeneidad, estas expresiones de inconformidad tienen como denominador común el uso masivo y sistemático de las redes sociales y de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, lo que los dota de enorme dinamismo, capacidad organizativa y proyección internacional. 

Tales elementos, por último, tendrían que llevar a los gobiernos del planeta a verse reflejados en espejos como el brasileño: si el surgimiento de estas protestas es posible en un país cuya política social y económica ha estado orientada a la atención de los rezagos económicos y sociales, tanto más lógico resultaría que expresiones similares de inconformidad popular ocurrieran en naciones como la nuestra, donde las causas originarias del descontento han sido desatendidas e incluso aceleradas y multiplicadas por la aplicación del modelo económico depredador aún vigente.

martes, 18 de junio de 2013

El nuevo consumidor africano, objetivo para una economía global en crisis


Mientras la economía global atraviesa las turbulencias propias de una crisis, los gigantes económicos miran hacia nuevos y dinámicos mercados, como el del África Subsahariana, donde emerge una figura por explorar: el consumidor africano.

Por Javier Triana
 
Libreville, 16 jun.- Mientras la economía global atraviesa las turbulencias propias de una crisis, los gigantes económicos miran hacia nuevos y dinámicos mercados, como el del África Subsahariana, donde emerge una figura por explorar: el consumidor africano.

Con una población joven, cada vez más formada y con un aumento tímido pero progresivo de su capacidad adquisitiva, la región africana al sur del desierto del Sáhara se perfila como un apetecible destino de inversiones y manufacturas.

"Se ve un nuevo tipo de consumidor: ha aumentado el consumo eléctrico, demanda nuevos productos, como un teléfono inteligente, y cada vez quieren las cosas con mayor velocidad", enumera el gabonés Willy Conrad Asseko, director de la compañía de transporte a medida "Les Transports Citadins".

El ejemplo del teléfono es el más recurrente en una región en la que, prácticamente, no han existido líneas fijas para el gran público, y se ha saltado de la nada hasta al teléfono móvil en cuestión de unos pocos años.

"Hay 5.000 millones de teléfonos móviles en África, la mayoría de segunda mano. Deberíamos bajar el precio para que se puedan adquirir nuevos. Hay que adaptarse al entorno, pensar en los contenidos de forma local", apunta Verone Mankou, fundador de la congoleña VMK, fabricante del primer teléfono inteligente y tableta africanos.

Para la fundadora de la revista camerunesa Je Wanda, Celine Victoria Fotso, la provisión de contenido local es clave: "Demandan programas de televisión, series, películas... Algunas veces no hay oferta (autóctona) de estas cosas y hay que traerlos de otras partes del mundo".

Las diferencias respecto a otros nuevos consumidores recientes, como los asiáticos, las apunta el director de Bharti Aritel, el indio Manoj Kohli.

"Mientras el consumidor asiático habla más por teléfono, el africano usa más internet (en el dispositivo móvil). También a la hora de usar la banca móvil y el teléfono como tarjeta de crédito. Los africanos van muy rápido: han dado un salto que tardó muchos años en Europa y Estados Unidos", asegura Kohli.

En una sociedad poco familiarizada con la banca tradicional, la posibilidad de realizar transacciones a través del móvil (como en el caso del exitoso servicio keniano M-Pesa) es muy popular y arroja cuantiosos dividendos.

"Lo veréis en la próxima década. Esto -dice el empresario indio mientras saca un teléfono del bolsillo y lo muestra a la audiencia del Foro Nueva York África, que hoy concluye en Libreville- se ha convertido en un cajero. Y los occidentales quizá se tengan que adaptar. Es un sistema muy rápido y fiable".

Sin embargo, el nuevo consumo en África también plantea retos.

"Veo cómo el dinero (del consumidor africano) pasa cada vez más del consumo alimentario al no alimentario, pero me preocupa la franja entre el consumo urbano y el rural (en África). En Asia, el dinero no se ha quedado sólo a nivel urbano", añade Kohli.

En ocasiones, la falta de oferta y alcance se debe a la dificultad para establecer una empresa, por lo que varios gobiernos trabajan por acelerar estos procesos que, en último término, estimularán también su crecimiento.

La directora del Panel ruandés de Desarrollo, Clare Akamanzi, asegura que "ahora, crear una empresa en Ruanda cuesta 6 horas, y se ha reducido el coste para empezar un negocio de 340 dólares a 25".

No obstante, los perfiles trazados por los ponentes se dibujan con trazos muy bastos, dadas las profundas diferencias entre la situación económica de los más de cuarenta países de la zona, además de la desigualdad económica dentro de los propios Estados.

El nuevo consumo de los países africanos y el comercio intraafricano son algunos de los temas abordados por los más de 180 líderes políticos y empresariales participantes en el Foro Nueva York África.

(Agencia EFE)