viernes, 22 de noviembre de 2013

Estados Unidos-América Latina ¿El fin de una era?

El Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, dio por terminada la Doctrina Monroe

Por Dalia Gonzáles Delgado

La frase provocó aplausos y revuelo mediático. "La era de la Doctrina Monroe ha terminado", afirmó John Kerry, el mismo que hace siete meses se refirió a América Latina como el "patio trasero" de Estados Unidos.

La Doctrina Monroe ha servido para justificar el intervencionismo de Estados Unidos en América Latina.

Esa doctrina, concebida en 1823 y sintetizada en la frase "América para los americanos", ha servido como sostén ideológico para las intervenciones unilaterales de Washington en cualquier país siempre que "sus intereses" estuvieran en "riesgo".

"La relación que buscamos y por la que hemos trabajado duro no es una declaración de Estados Unidos sobre cuándo y cómo intervendrá en los asuntos de otros Estados americanos, sino de que todos nos veamos como iguales, compartiendo responsabilidades, cooperando en temas de seguridad", argumentó Kerry a comienzos de esta semana, en un discurso en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), el primero sobre la región desde que asumió como titular de la diplomacia norteamericana.

Aunque la expresión que ocasionó ovaciones es nueva, la idea es reciclada. En el 2009, recién llegado a la presidencia, Barack Obama dijo en la V Cumbre de las Américas, en Trinidad y Tobago, que era el momento de desarrollar una relación entre iguales. "A veces intentábamos imponer nuestras condiciones —afirmó. Podemos estar equivocados, lo admitimos, somos humanos".

Más de cuatro años después, Amé-rica Latina es otra, pero la actitud de Estados Unidos se mantiene inamovible. ¿Será posible esperar cambios ahora que Obama está "de salida"? ¿Las declaraciones del Secretario de Estado caerán en el vacío?

Para el doctor Jorge Hernández Martínez, director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (Cehseu) de la Universidad de La Habana, el discurso de Kerry "es más de lo mismo".

"Los gobernantes de Estados Unidos ensayan frases, presentan enfoques supuestamente nuevos, que en la mayoría de los casos no resultan en verdad novedosos", comentó a Granma. "Con el paso del tiempo se verifica que no fueron más que expresiones retóricas, con una considerable carga demagógica".

Según el profesor e Investigador Titular, a Obama le interesaba des-de que comenzó su segundo mandato "mover la agenda interamericana", como parte de una "nueva imagen", pero ha debido atender al contexto de crisis financiera, depresión económica, y otros problemas domésticos y dilemas internacionales.

La alocución de Kerry fue calificada por el diario mexicano La Jornada como "incoherente y hasta grotesca", aunque refleja "cierto reconocimiento implícito" de la pérdida de influencia de Estados Unidos en el resto de América. Pero eso no ha sido consecuencia de una decisión tomada en Washington, sino voluntad de pueblos y gobiernos de recuperar y defender su soberanía.

A juicio de Hernández, el proyecto imperialista, bajo los argumentos públicos de que busca la prosperidad y protege la seguridad, persigue el "libre comercio" y el "control de la situación interna", sobre todo en las naciones donde "les inquieta el rumbo político, el radicalismo progresista, revolucionario, lo que estiman reta su hegemonía".

A veces se cae en la trampa de identificar "el discurso con el decurso real de la política", cuando la historia muestra que "dichos y hechos no coinciden", advierte el académico. El hecho de que Kerry se haya referido a nuestra región como "patio trasero", expresa la "continuidad de propósitos, estilos, manipulaciones y juegos retóricos".

Sobre el futuro de las relaciones, Hernández opina que la perspectiva inmediata es más continuidad que cambio. "América Latina ha cambiado, se han abierto paso procesos, gobiernos y movimientos sociales de izquierda, junto a alternativas integracionistas, pero hasta la fecha, no se aprecia una real voluntad de modificar esencialmente la proyección estadounidense".




miércoles, 20 de noviembre de 2013

La impopularidad del liderazgo euro-estadounidense

Por Leyde E. Rodríguez Hernández

El diario conservador francés Le Fígaro, ―el más leído en el país galo, según las acostumbradas encuestas sobre la prensa―, publicó, en su edición del 13 de noviembre de 2013, que la crisis de confianza entre los ciudadanos y sus líderes en las potencias occidentales sigue creciendo. Se asegura que nada parece detener la caída de la popularidad del presidente François Hollande, quien representa la gestión de poder del Partido Socialista, la antigua socialdemocracia francesa.

Para tener una idea de la crisis del liderazgo político, se expone que, en los últimos meses, François Hollande debió conformarse con un índice de aceptación de la opinión pública que oscila entre el 15 y  20 %, una cifra bien por debajo de las obtenidas por su antecesor de derecha, Nicolás Sarkozy, quien sobresalió en su condición de presidente más impopular de la política francesa en la V República, aunque, paradójicamente, su partido se denomina Unión por un Movimiento Popular (UMP).

A sólo dieciocho meses después de su elección, François Hollande es  desafiado por los ciudadanos franceses. Y lo que más llama la atención, en este fenómeno, no es tanto su muy bajo nivel de popularidad, sino la velocidad con la que ha descendido su aceptación social. Todo esto se debe a los efectos de la crisis: elevadas cifras de desempleo, alza de los impuestos, la proliferación de las protestas en diversos sectores productivos, como los agricultores... Con independencia de las críticas a la política del gobierno socialista, sus opositores, en las filas de la derecha, consideran que la propia personalidad del jefe de Estado está siendo cuestionada y afrontada. En este sentido, es debatida su capacidad para tomar decisiones estratégicas y su propensión a demostrar capacidad de poder e imposición, dos características muy propias de la función presidencial.

Como resultado de todo lo anterior, unos analistas apuestan a la derechización completa de la política francesa, cuando auguran un único mandato para François Hollande, y alzan sus voces por el regreso napoleónico de Nicolás Sarkozy; mientras que otros hacen votos por el ascenso al poder de la extrema derecha, representada por Marine Le Pen, quien continúa ganando espacios mediáticos y políticos en una sociedad en crisis de paradigmas.  

En Gran Bretaña, el primer ministro, David Cameron, va lentamente por la pendiente con un 39% de aceptación popular, después de caer a un 31 % en marzo de 2013. El gobierno de Cameron está marcado por el escándalo de las escuchas telefónicas y su completo fracaso parlamentario, en el intento de aprobar la intervención militar británica en Siria, a finales de agosto de 2013. Sin embargo, la mayoría de las encuestas diagnostican que David Cameron parece cosechar los frutos de su austeridad draconiana, con la reanudación de un débil crecimiento, que se espera llegue a 1,5 % en el próximo año, lo que constituye la celebración de un jolgorio adelantado de la burguesía europea en medio de la profunda crisis económica capitalista. En esta coyuntura europea, desde la perspectiva sistémica, muy pocos mencionan que resulta un espejismo que la economía globalmente “crece”, pero la población progresa más que la economía y el consumo per cápita se contrae, pero ese dato lo censuran y es como si no existiera, pues rompe el encanto de las bondades neoliberales que siguen promoviendo.

Un caso aparte en este escenario es la principal potencia europea conducida por la canciller alemana, Ángela Merkel, quien está menos afectada por el desencanto que invade a Europa, ya que reelegida en septiembre, en el apogeo de su popularidad, todavía se registra, en octubre, un 67% de opiniones positivas. Mientras Alemania, como principal centro del capitalismo europeo, ha fortalecido su economía, otras potencias de la región perdieron competitividad y los países europeos menos desarrollados, que constituyen su periferia, son cada vez más pobres. En este contexto, Gran Bretaña y Francia desean recuperarse rápidamente para competir con Alemania: la locomotora europea, con un crecimiento económico del 0,5 % previsto para el 2013.
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En un tejido social invadido por el euroescepticismo, Ángela Merkel constituye la excepción que confirma la regla. La canciller alemana muestra a sus homólogos una popularidad que no ha caído por debajo del 60 % durante los últimos años. Esta dirigente conservadora de 59 años, incluso ha completado su segundo mandato al frente de la República Federal, con un respaldo popular mayor que cuando asumió el cargo en 2005. Quienes conocen a la Merkel opinan que ella ahora recoge los beneficios de una imagen sobria y un estilo de  ejercicio del poder que favorece la comunicación pública. Sus discursos, en medio de escándalos y riñas dentro de su gobierno, son precisos y cada palabra tiene una clara intención. La principal fortaleza de la Merkel es una Alemania en el rango de primera potencia europea y cuarta en la economía mundial, pero también un crecimiento económico que ha impactado el comercio exterior, las finanzas públicas y el empleo, superando en todos los planos a Francia, su histórico rival y ahora “buen vecino”.

Del lado allá del Atlántico, la situación es más o menos la misma. El presidente estadounidense Barack Obama exhibe su nivel más bajo de popularidad desde su llegada al poder en 2008. Le Fígaro reseña que sólo el 39% de los estadounidenses encuestados, a principios de noviembre, por el Instituto Quinnipiac, aprueba su política, frente al 45% en octubre. Y esto se debe a que pudiera estar pagando la presentación disfuncional de su reforma de salud, incluyendo el componente central que entró en vigor el 1 de octubre.

El estudio del Instituto Quinnipiac considera que las mayorías siguen siendo pesimistas acerca de los efectos de la reforma de Obama en la salud de la población estadounidense. Sólo el 19 % de los encuestados piensa que mejorará, frente al 43 % que opina que empeorará, mientras el 33 % cree que nada va a cambiar. Por otra parte, el gobierno de Obama también se enfrenta, hace varios meses, a una serie de debates y cuestionamientos sobre los grandes programas de espionaje de la inteligencia estadounidense en su “lucha contra el terrorismo”, algo que pudo también haber incidido en el desplome de su popularidad.

La impopularidad del liderazgo político en las potencias occidentales no es un fenómeno nuevo, se ha visto acrecentado con la crisis económica capitalista, pero, desde antes, apreciábamos la pérdida de identidad de los partidos políticos tradicionales, en particular del bipartidismo en cada uno de los sistemas políticos de los Estados aquí mencionados, debido al reforzamiento del perfil electoralista, la brecha creciente del discurso con el accionar político y gubernamental, así como el divorcio con las bases sociales que los sustentan.

Es un hecho el desmontaje del Estado de Bienestar General, un proceso que se inicia con signos más visibles en la década de los 80’ del siglo XX, inclusive bajo gobiernos de credenciales socialistas, ha mantenido un curso irreversible, pese la resistencia de organizaciones y movimientos sociales que buscan nuevas alternativas políticas y económicas. El referido proceso responde a la determinación de los grupos de poder de adaptar a la sociedad europea, en su conjunto, al contexto impuesto por la peculiar, compleja y contradictoria internacionalización de las relaciones de producción capitalistas y, en particular, por la construcción de la Unión Europea sobre bases neoliberales.

Esas evoluciones condujeron a la afectación de los indicadores sociales europeos. El desempleo suele presentarse como el signo más visible de la crisis en este ámbito, no obstante también deben mencionarse otros desequilibrios y fallas de los sistemas europeos referidos a los servicios de salud, educación y seguridad social, entre otros. Creo, hasta aquí, haber enunciado algunas de las causas principales de la notoria impopularidad del liderazgo político de las principales potencias occidentales, lo que requiere, obviamente, de una investigación profunda.

 




miércoles, 13 de noviembre de 2013

Contradicciones Centro/Periferia en la Unión Europea y la crisis del euro



Por Eric Toussaint
CADTM

Tomado de Rebelion 
La crisis desencadenada en Estados Unidos en los años 2007-2008 alcanzó con fuerza a los países de la Unión Europea en 2008, provocando graves perturbaciones en la Eurozona a partir de 2010 |1|. Los bancos de los países europeos más fuertes se encuentran en el origen del contagio de Europa, puesto que habían realizado inversiones masivas en productos financieros estructurados. Dicho esto, es importante explicar por qué esta crisis afecta más duramente a la Unión Europea, y en particular a la zona euro, que a Estados Unidos.

Entre los 28 países de la Unión Europea, 18 de ellos tienen una moneda común, el euro |2|. La UE cuenta con una población de unos 500 millones de habitantes |3|, o sea, casi la mitad de la de China, de África o de la India; dos tercios de la latinoamericana, y un 50 % más que la estadounidense. 

Se observa una gran desigualdad entre los Estados de la Unión Europea: los países industrializados y más fuertes de la UE son Alemania, el Reino Unido, Francia, los Países Bajos, Italia, Bélgica y Austria; hay once países que provienen de la antigua Europa del Este (tres repúblicas bálticas —Estonia, Letonia y Lituania—, Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Bulgaria y Rumania que formaban parte del bloque soviético; Croacia y Eslovenia, que constituían una parte de Yugoslavia); y luego están los países fuertemente afectados por la crisis del euro: Grecia, Portugal, España, Irlanda y Chipre.

Una disparidad salarial de la que se benefician las grandes empresas privadas. La disparidad salarial es enorme: el salario mínimo legal en Bulgaria (156 euros de salario bruto mensual en 2013) es entre 8 y 9 veces inferior al de países como Francia, Bélgica y los Países Bajos |4|. Pero la desigualdad salarial puede ser también muy grande dentro de un mismo país de la UE. Por ejemplo, en Alemania 7,5 millones de trabajadores se deben contentar con un salario mensual de 400 euros, cuando es normal que sea de más de 1.200 euros (en Alemania no existe un salario mínimo legal nacional).

Esta disparidad permite a las grandes empresas europeas ser muy competitivas, en particular las empresas industriales alemanas que trasladan una parte de su producción para que la realicen obreros y obreras de países como Bulgaria, Rumania y otros de Europa central y del Este. Luego se retornan las piezas a Alemania para su ensamblaje y el acabado del producto final. Por último, esos productos, cuyo coste salarial fue comprimido al máximo, se exportan a países de la Unión Europea o al mercado mundial. Hay que subrayar que en el interior de la UE no se pagan tasas de importación/exportación.

Disparidades reforzadas entre países

La negativa de la UE a desarrollar unas verdaderas políticas comunes para ayudar a los nuevos miembros en la reducción de su desventaja con respecto a los países europeos más fuertes, contribuyó a reforzar unas disparidades estructurales perjudiciales en el proceso de integración. Los tratados europeos fueron concebidos para servir a los intereses de las grandes empresas privadas, que aprovechan la desigualdad de las economías de la Unión para aumentar sus beneficios y reforzar su competitividad.

El presupuesto de la Unión Europea es minúsculo, ya que es el uno por ciento (1%) de su producto interior bruto, mientras que el presupuesto normal de un país industrializado representa el 45 o el 50 %, o más, de su PIB. Es el caso del presupuesto federal de Estados Unidos, administrado por Barack Obama, o el de Bélgica, Españao Francia |5|. Para dar una idea de hasta qué punto el presupuesto gestionado por la Comisión Europea es irrisorio baste decir que es comparable al de Bélgica, que tiene 10 millones de habitantes, o sea, una quincuagésima parte de la población de la Unión Europea. Se debe señalar que la política agrícola común representa cerca del 50 % del presupuesto de la UE.

La crisis no fue provocada por la competencia exterior

La crisis no se debe a la competencia de China, Corea del Sur, Brasil, la India o de otras economías de países en desarrollo.

En el curso de los últimos diez años, Alemania (así como los Países Bajos y Austria) se lanzó a una política neomercantilista: logró aumentar sus exportaciones especialmente en el interior de la Unión Europea y de la eurozona, reduciendo los salarios de sus propios trabajadores |6|. Ganó así competitividad con respecto a sus socios, y especialmente frente a países como Grecia, España, Portugal, Italia (que participan de la Eurozona) e incluso Rumania o Hungría. Éstos vieron como se instalaba o se profundizaba su déficit comercial con respecto a Alemania y a otros países del Centro.

El euro como camisa de fuerza

Cuando se implantó el euro, la moneda alemana fue subvaluada (a pedido de Alemania) y, en cambio, las monedas de los países más débiles fueron sobrevaluadas. Esto hizo más competitivas las exportaciones alemanas en el mercado de los otros países europeos, y los más débiles de entre ellos resultaron particularmente afectados (Grecia, Portugal, España, países de Europa Central y del Este…)

En general, el endeudamiento de los países de la periferia de la Unión Europea se debe esencialmente al comportamiento del sector privado (la banca, las empresas de construcción inmobiliaria, el resto de la industria y el comercio). Incapaces de competir con las economías más fuertes, los sectores privados se endeudaron con los bancos del Centro (Alemania, Francia, Países Bajos, Bélgica, Austria, Luxemburgo…) y también con agentes internos, habiéndose financiarizado ampliamente la economía de estos países después de la adopción del euro. El consumo experimentó un boom en los países periféricos, y en algunos de ellos (por ejemplo España) se desarrolló una burbuja inmobiliaria que finalmente estalló. Además, los gobiernos de estos países acudieron en auxilio de sus bancos, lo que provocó un fuerte aumento de la deuda pública.

Evidentemente, los países que integran la Eurozona no pueden devaluar sus monedas porque adoptaron el euro. Estados como Grecia, Portugal o España se encuentran así en un brete a causa de su pertenencia a la Eurozona. Las autoridades europeas y sus gobiernos nacionales aplican entonces lo que se denomina una devaluación interna: imponen la reducción de los salarios en gran beneficio de los dueños y directivos de las grandes empresas privadas. La devaluación interna es por consiguiente sinónimo de reducción de salarios, y se utiliza para aumentar la competitividad. Sin embargo, se comprueba su muy poca eficacia para recuperar el crecimiento económico, ya que las políticas de austeridad y de represión salarial se aplican en todos los países. En cambio, los dueños de las empresas están satisfechos pues hacía mucho tiempo que deseaban reducir radicalmente los salarios. Desde este punto de vista, la crisis de la Eurozona, que se agudizó a partir de los años 2010-2011, constituye una ganga para la patronal. El salario mínimo legal ha sido fuertemente reducido en Grecia, Irlanda y otros países.

El mercado único de capitales y la moneda única

Mientras que la crisis surgió en Estados Unidos en 2007, el impacto que tuvo en la Unión Europea fue mucho más violento que en las instituciones políticas y monetarias estadounidenses. De hecho, la crisis que sacude la zona euro no es sorprendente puesto que es un avatar de los dos principios que rigen esta zona: el mercado único de capitales y la moneda única. En una perspectiva más amplia, la crisis es la consecuencia de las lógicas que dominan la integración europea: la preeminencia que se da a los intereses de las grandes empresas industriales y financieras privadas, la importante promoción de los intereses privados, el desarrollo de la competencia, en el interior del espacio europeo, de economías y productores con fuerzas totalmente desiguales, la voluntad de retirar de los servicios públicos un número creciente de sectores, el desarrollo de la competencia entre asalariados que implica el rechazo a la unificación, utilizando los estándares más altos, de los sistemas de seguridad social y de la normativa laboral, para ampliar la protección de los trabajadores. Todo esto persigue un objetivo preciso, el de favorecer la acumulación máxima de beneficios privados, especialmente al poner a disposición del Capital una mano de obra lo más maleable y precaria posible.

El monopolio del crédito a los Estados está reservado a los bancos privados

Frente a esta explicación, podríamos replicar que estas lógicas dominan también ampliamente la economía de Estados Unidos. Por lo tanto, también se debe tener en cuenta otros factores: mientras que las necesidades de crédito de los gobiernos de los países desarrollados, entre los cuales el de Estado Unidos, se pueden satisfacer mediante su Banco Central —en particular por la intermediación de la creación de moneda— los países miembros de la Eurozona han renunciado a esta posibilidad. De acuerdo a sus estatutos, el Banco Central Europeo tiene la prohibición de financiar directamente a los Estados. Además, en virtud del Tratado de Lisboa, la solidaridad financiera entre los Estados miembros esta formalmente prohibida. Según su artículo 125, los Estados deben asumir en solitario sus compromisos financieros, y ni la Unión Europea ni los otros Estados pueden responsabilizarse de ellos |7|. El artículo 101 del tratado de Maastricht |8|, retomado integralmente por el Tratado de Lisboa |9|, agrega: «Le está prohibido al BCE y a los bancos centrales europeos de los Estados miembros […] conceder descubiertos o cualquier otro tipo de crédito a las instituciones u órganos de la Comunidad, a las administraciones centrales, a las autoridades regionales, a otras autoridades públicas.»

La UE se coloca por lo tanto voluntariamente al servicio de los mercados financieros ya que, en tiempos normales, los gobiernos de los países de la Eurozona dependen totalmente del sector privado para su financiación.

Los inversores institucionales (bancos, fondos de pensiones, aseguradoras) y los hedge funds se precipitaron sobre Grecia en 2010, que era el eslabón más débil de la cadena europea de endeudamiento, antes de atacar Irlanda, Portugal, España e Italia. Actuando de esa manera, esos inversores realizaron grandes beneficios ya que obtuvieron de esos países una remuneración importante por los tipos de interés que exigieron a los poderes públicos para refinanciar sus deudas. Entre estos inversores institucionales (los zinzins), se encuentran los bancos privados que consiguieron máximos beneficios al poder financiarse directamente por medio del BCE, obteniendo préstamos al 1 % de interés |10|, mientras estos mismos bancos prestan a Grecia, a tres meses, con un tipo de interés del 4 o 5 %. Al lanzar sus ataques sobre los eslabones más débiles, los bancos y otros zinzins estaban también convencidos de que el BCE y la Comisión Europea deberían, de una u otra manera, ir en ayuda de los Estados víctimas de la especulación, prestándoles los capitales que les permitiera proseguir con los reembolsos. Y no se equivocaron. En colaboración con el FMI, la Comisión Europea cedió y otorgó préstamos, por medio de los fondos europeos de estabilidad financiera (FEEF) y del mecanismo europeo de estabilidad (MEDE), a algunos Estados miembros de la Eurozona (Grecia |11|, Irlanda, Portugal y Chipre) para que puedan prioritariamente pagar sus deudas a los bancos privados de los países más fuertes de la UE. Por consiguiente, la UE no respetó la letra del artículo 125 del Tratado de Lisboa citado anteriormente. Pero sí que respetó el espíritu neoliberal de ese Tratado: en efecto, el FEEF y el MEDE toman prestado de los mercados financieros el dinero que a su vez prestan a los Estados. Además, exigen unas condiciones draconianas para conceder esos préstamos: privatizaciones, reducciones de salarios y de pensiones, despidos en los servicios públicos, reducción de los gastos públicos en general, y sociales en particular.

Un pequeño recordatorio: mientras que los reglamentos de la UE no permiten que el BCE preste a los Estados de la UE, la situación es muy diferente en Estados Unidos donde la Reserva Federal presta una media de 40.000 millones de dólares por mes a la administración de Obama mediante la compra de bonos del tesoro (lo que representa 480.000 millones de dólares por año). Asimismo, en el Reino Unido, que no forma parte de la Eurozona, el Banco de Inglaterra presta masivamente al gobierno británico. Las reglas aplicadas en la zona euro vuelven la crisis mucho más grave que en Estados Unidos o en el Reino Unido.

Políticas que profundizan la crisis

Desde 2010, las políticas aplicadas por la CE y los gobiernos nacionales sólo han profundizado la crisis y esto es particularmente cierto en los países más débiles de la Eurozona. Al comprimirse la demanda pública y la demanda privada, los recursos del crecimiento económico se redujeron, en la práctica, a la nada.

La política de los dirigentes europeos no es un fracaso desde el punto de vista de los patronos.

Los dirigentes europeos de los países más fuertes y la patronal de las grandes empresas se felicitan de la existencia de una zona económica, comercial y política común donde las transnacionales europeas y las economías del Centro de la zona euro sacan provecho de la debacle de la Periferia para reforzar la ratio de rentabilidad de las empresas, y obtener logros, en términos de competitividad, en relación a sus competidores estadounidenses y chinos. Su objetivo, en el estadio actual de la crisis, no es el de relanzar el crecimiento y reducir las asimetrías entre las economías fuertes y débiles de la UE. Por otro lado consideran que la debacle del Sur se traducirá en oportunidades para privatizaciones masivas de empresas y de bienes públicos a precio de saldo. La intervención de la Troika y la complicidad activa de los gobiernos de la Periferia los ayudan. El gran Capital de los países periféricos es favorable a estas políticas ya que cuenta con obtener una parte del pastel que codiciaba desde hace años. Las privatizaciones de Grecia y de Portugal prefiguran lo que le llegará a España e Italia, donde los bienes públicos que se podrían adquirir son mucho más importantes, vista la talla de esas economías.

Considerar que la política de los dirigentes europeos es un fracaso porque el crecimiento económico no ha vuelto, es una gran equivocación en el criterio de análisis utilizado. Efectivamente, los objetivos perseguidos por la dirección del BCE, por la Comisión Europea, por los gobiernos de las economías más fuertes de la UE, por las direcciones de los bancos y de otras grandes empresas privadas, no es ni la vuelta rápida al crecimiento ni la reducción de las asimetrías en el seno de la Eurozona y de la UE, que conseguiría un conjunto más coherente, donde sería posible el retorno de la prosperidad.

Sobre todo no se debe olvidar un factor fundamental: la capacidad de los gobernantes, que se pusieron dócilmente al servicio de los intereses de las grandes empresas privadas, para actuar de acuerdo con lo que éstas quieren o para gestionar una situación de crisis. El estrecho lazo entre los gobiernos y el gran Capital ya ni siquiera se disimula. A la cabeza de varios gobiernos, colocados en puestos ministeriales importantes y en la presidencia del BCE, encontramos hombres provenientes directamente de las grandes finanzas, comenzando por el banco de negocios Goldman Sachs. Algunos políticos de primera fila son recompensados por un puesto en un gran banco o en una gran empresa una vez que cumplieron con sus buenos oficios para con el gran Capital. No es nuevo pero es más evidente y habitual que en el transcurso de los últimos 50 años. Se puede hablar de verdaderos y transparentes vasos comunicantes.

Los efectos sociales de la crisis

Lo que están viviendo actualmente los trabajadores y las personas que reciben ayudas de los servicios sociales en Grecia, Portugal, Irlanda y España fue impuesto a los trabajadores de los países en desarrollo durante la crisis de la deuda de los años 1980-1990. En el transcurso de la década de los 80, la ofensiva también había afectado a los trabajadores de América del Norte a partir de la presidencia de Ronald Reagan, de Gran Bretaña bajo la férula de Margaret Thatcher—la Dama de hierro—, y los de sus émulos del viejo continente. Los trabajadores del ex bloque del Este también estuvieron sometidos durante los años 90 a las brutales políticas impuestas por sus gobiernos y el FMI. A continuación, y ciertamente de una manera mucho menos brutal que la que afectó a los pueblos del Tercer Mundo (desde los más pobres hasta las llamadas economías emergentes), la ofensiva tomó como objetivo a los trabajadores de Alemania a partir de 2003-2005. Los nefastos efectos para una significativa parte de la población alemana se sienten incluso ahora, aunque el éxito de las exportaciones alemanas |12| limite la cantidad de desempleados y que una parte de esa clase obrera no sufra directamente las consecuencias.

Durante los años 2012 y 2013, la crisis se agravó en Grecia, Irlanda, Portugal y España debido a las políticas de austeridad brutal aplicadas por gobiernos cómplices de las exigencias de la Troika. En Grecia, la caída acumulada del PIB desde el comienzo de la crisis alcanza el 25 %. El poder adquisitivo de una gran mayoría de la población se redujo de un 30 a un 50 %. El desempleo y la pobreza literalmente explotaron. Mientras que en marzo de 2012, todos los grandes medios de comunicación se alinearon con el discurso oficial que afirmaba que la deuda había sido reducida a la mitad |13|, la realidad era bien distinta: la deuda pública griega que representaba el 130 % del PBI en 2009 y el 157 % en 2012, después de la anulación parcial de la deuda, alcanzó una nueva cumbre en 2013: el 175 %. La tasa de desempleo que era del 12,6 % en 2010 se eleva en 2013 al 27 % (siendo del 50 % para los jóvenes de menos de 25 años). En Portugal, las medidas de austeridad son tan violentas y la degradación económica es tan grave que un millón de portugueses se manifestaron espontáneamente el 15 de septiembre de 2012, cifra que sólo se había alcanzado el 1 de mayo de 1974 para festejar la victoria de la Revolución de los claveles. El fracaso de la política de austeridad provocó una crisis gubernamental. En Irlanda, de la que los medios de comunicación hablan mucho menos, el desempleo alcanzó proporciones enormes y produjo el éxodo de 182.900 jóvenes de entre 15 a 29 años, que abandonaron el país después del estallido de la crisis de 2008. Un tercio de los jóvenes que tenían un empleo antes de la crisis, ahora se encuentra desempleado. El rescate bancario representó hasta ahora más del 40 % del PIB (cerca de 70.000 millones de euros sobre un PIB de 156.000 millones de euros en 2011). El retroceso de la actividad económica llegó a un 20 % desde 2008. El gobierno de Dublín reiteró que suprimiría 37.500 puestos de trabajo en el sector público hasta 2015. En España la tasa de desempleo alcanza el 50 % entre los jóvenes. Desde el comienzo de la crisis, 350.000 familias fueron expulsadas de sus viviendas debido a los impagos hipotecarios. En 2012, el número de familias en las que todos sus miembros estaban desempleados aumentó en 300.000 para alcanzar un total de 1,7 millones, o sea el 10 % de todas las familias de España. La situación se degrada de manera continua en los países del ex bloque del Este miembros de la UE, comenzando por los que se adhirieron a la Eurozona.

Una Europa de los pueblos y de la solidaridad internacional

Únicamente mediante poderosas movilizaciones populares se podrá acabar con la estrategia de las clases dominantes. Es imprescindible que los movimientos populares construyan una estrategia continental. En todos lados, el pago de la deuda pública es el pretexto invocado por los gobernantes para justificar políticas que atacan los derechos económicos y sociales de una aplastante mayoría de la población. Si los movimientos sociales y, entre ellos, los sindicatos quieren afrontar victoriosamente esta devastadora ofensiva, es necesario atacar la cuestión de la deuda pública de forma radical con el fin de sacarle al poder su argumento principal. La anulación de la parte ilegítima de la deuda pública, el abandono de las políticas de austeridad, la imposición masiva al gran capital, la expropiación de los bancos para integrarlos en un servicio público del ahorro y del crédito, la reducción del tiempo de trabajo, el fin de las privatizaciones y el refuerzo de los servicios públicos son medidas esenciales de un programa alternativo a la gestión capitalista de la crisis |14|.

Su implantación puede comenzar paulatinamente, país a país, pero el proceso no se podrá detener en las fronteras nacionales. Se necesitará una auténtica constituyente de los pueblos de Europa con el fin de abrogar una serie de tratados europeos y hacer nacer una federación donde la garantía de los derechos humanos en todas sus dimensiones será el principal objetivo. Simultáneamente, será necesario practicar una política de ruptura con el modelo productivista consumista con el objetivo de respetar la naturaleza y sus límites. Surgirá, en el curso de este proceso, una Europa de los pueblos que debe recomenzar de cero sus relaciones con el resto del mundo, restituyendo a las poblaciones de otros continentes, víctimas de siglos de expolio y de dominación europea, lo que se les debe.
Traducido por Griselda Piñero y Raul Quiroz 

Notas:
 
|1| Este texto proviene de la conferencia pronunciada por Eric Toussaint el 31 de octubre de 2013 en la Facultad de Etnología de la Universidad de Port au Prince (Haití) sobre el tema de la crisis del euro. El autor agradece a Michel Charles las notas tomadas, que alentaron la redacción de este texto.
|2| La zona euro fue creada en 1999 por once Estados: Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos y Portugal. Más tarde se incorporaron Grecia en 2001, Eslovenia en 2007, Chipre y Malta en 2008, Eslovaquia en 2009, Estonia en 2011 y Letonia lo hará el 1 de enero de 2014.
|4| Véase http://epp.eurostat.ec.europa.eu/st... con datos hasta 2013
Ver también: http://www.inegalites.fr/spip.php?a..., que contiene datos que lamentablemente sólo llegan a 2011.
|6| Véase Eric Toussaint, «Le couperet sur les acquis sociaux: l’exemple allemand», http://cadtm.org/IMG/pdf/06.pdf
|7| Artículo 125 del Tratado de Lisboa (2009): «La Unión no asumirá ni responderá de los compromisos de los Gobiernos centrales, autoridades regionales o locales u otras autoridades públicas, organismos de Derecho público o empresas públicas de los Estados miembros, sin perjuicio de las garantías financieras mutuas para la realización conjunta de proyectos específicos. Los Estados miembros no asumirán ni responderán de los compromisos de los Gobiernos centrales, autoridades regionales o locales u otras autoridades públicas, organismos de Derecho público o empresas públicas de otro Estado miembro, sin perjuicio de las garantías financieras mutuas para la realización conjunta de proyectos específicos.» (El subrayado es nuestro).
|8| Se trata del Tratado constituyente de la Comunidad Europea
|9| Artículo 123 del Tratado sobre el funcionamiento de la Unión Europea.
|10| Desde mayo de 2013, el tipo de interés al que el BCE presta a los bancos se redujo al 0,5 %. Luego, el 7 de noviembre de 2013, Mari Draghi anunció la caída del tipo de interés de los préstamos del BCE al 0,25 %. Hay que agregar que el BCE suavizó sus exigencias de calidad (calificación) de los títulos aportados por los bancos como garantía para obtener liquidez. En efecto, el umbral mínimo de calificación de los títulos admitidos por el BCE está suprimido «¡hasta nueva orden!»
|11| En el caso de Grecia hay además prestamos bilaterales otorgados por países de la eurozona.
|12| Alemania tuvo un crecimiento económico debido a sus exportaciones mientras que la mayoría de sus socios de la UE y, en particular, de la Eurozona sufren duramente la crisis. Visto que en toda la UE se asiste a un descenso de la demanda de las familias descrita antes, a la que se agrega una reducción de la demanda pública, las salidas para las exportaciones alemanas se reducen claramente. El efecto bumerán sobre la economía alemana ya se está produciendo.
|13| El CADTM denunció desde el comienzo la maniobra de propaganda de la Troika y del gobierno griego. Véase «Le CADTM dénonce la campagne de désinformation sur la dette grecque et le plan de sauvetage des créanciers privés », http://cadtm.org/Le-CADTM-denonce-l..., publicado el 10 de marzo de 2012. Véase también Christina Laskaradis «La Grèce a déjà fait défaut aux conditions des créanciers; leur crainte est de voir celle-ci imposer ses propres conditions», http://cadtm.org/La-Grece-a-deja-fa... , publicado el 31 de mayo de 2012.
|14| Para tener un desarrollo de estas propuestas véase: Damien Millet, Éric Toussaint: «Europa: ¿Qué programa de urgencia frente a la crisis? http://cadtm.org/Europa-Que-program..., 22 de junio de 2012. Véase también: Thomas Coutrot, Patrick Saurin y Éric Toussaint: «Anular la deuda o gravar al capital: ¿Por qué elegir?» http://cadtm.org/Anular-la-deuda-o-... 
Éric Toussaint, doctor en ciencias políticas, es presidente del CADTM Bélgica (Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, www.cadtm.org) y miembro del consejo científico de ATTAC. Autor, entre otros libros, de Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, Icaria 2010; La Deuda o la Vida (junto a Damien Millet) Icaria, Barcelona, 2011; La crisis global, El Viejo Topo, Barcelona, 2010; La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos, Gakoa, 2002; Procès d’un homme exemplaire, Editions Al Dante, Marsella, 2013.