lunes, 11 de julio de 2016

La independencia argentina: una concepción continental


José de San Martín venció, entre otros combates, en las batallas de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817 y Maipú, el 5 de abril de 1818


Por Hassan Pérez Casabona *

Viajar en el tiempo es una aventura apasionante. Aún más cuando la travesía que nos remonta a hechos, procesos y figuras inmortales, se realiza de la mano de dos de nuestros más brillantes historiadores, que han consagrado sus vidas a hurgar en las raíces que nos sustentan como pueblos.

Mirar hacia el pasado no es un ejercicio fatuo, ni debe concebirse como actividad exclusivamente relacionada con los profesionales de la ciencia o la docencia histórica. Es una empresa que –eso sí, asumida con rigor y compromiso, sin dogmatismos ni simplificaciones- se erige en coraza insustituible para encarar los complejos desafíos contemporáneos y futuros.

Ese fue el espíritu que se apoderó de la sesión organizada por el capítulo cubano de la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe (ADHILAC), a propósito de la celebración este 9 de julio del bicentenario de la proclamación de la independencia de la actual República Argentina.

Sergio Guerra Vilaboy, presidente de la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe (ADHILAC)


En el encuentro disertaron los doctores Sergio Guerra Vilaboy, Jefe del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana y Pedro Pablo Rodríguez, Investigador Titular del Centro de Estudios Martianos, institución donde se efectuó el homenaje.

Guerra Vilaboy, autor de una vasta obra de obligatoria consulta en la mayoría de las casas de altos estudios latinoamericanas, y quien preside además la ADHILAC, explicó que dicha organización ha desarrollado en los últimos años numerosos encuentros de similar naturaleza, desde que en el 2004 se cumplieran doscientos años de ese suceso telúrico que representa la Revolución Haitiana.

El reconocido profesor, que obtuvo en el 2010 el “Premio Extraordinario Casa de las Américas por el Bicentenario de la Emancipación Hispanoamericana” con la obra Jugar con fuego. Guerra social y utopía en la independencia de América Latina, comenzó planteando que, a diferencia de lo ocurrido en Cuba, donde la declaración de independencia se produjo en el propio acto de alzamiento encabezado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, ello no sucedió así en Argentina ni en ningún otro sitio de la región.

En ese país tan cercano para los cubanos, entre muchas razones por ser donde nació el Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara, dicho acto se produjo mucho después de iniciada la lucha.

Aclaró, en ese sentido, que si bien existe una corriente historiográfica que señala que quienes se sublevaron en los diferentes países solo se “cubrieron con la máscara de Fernando VII”, pues tenían los objetivos independentistas definidos, no considera que ello ocurrió exactamente de esa manera.

Eso no niega, precisó, que determinados figuras como Francisco de Miranda, Bernardo O´ Higgins y Simón Bolívar sí tuvieron esa aspiración nítida, pero ella no era la asumida por la mayor parte de sus contemporáneos.

La explicación radica, en que buena parte de aquellos hombres se consideraban españoles-americanos y rechazaron con energía la ocupación francesa de la península ibérica, pero sin otras pretensiones, lo que en buena medida le insufló una impronta difusa a la arrancada de muchos de esos procesos. [1]

Retomando el tema de las diferenciaciones con nuestro país expuso que, contrario a los enfoques tradicionales -que señalan la inexistencia en la mayor de las Antillas de la maduración necesaria para sumarse a la oleada que tenía lugar en el resto del continente-  tiene la seguridad de que realmente operó lo contrario, y que las respuestas hay que buscarlas en razones de otra índole.

A guisa de ejemplo citó el caso de la Banda Oriental del Uruguay que, siendo colonizada en el siglo XVIII, proclamó su independencia en 1828. No es posible creer, añadió, que dicho acto implica necesariamente establecer una analogía con la capacidad de poseer una visión integral como nación, en detrimento de la experiencia cubana.

En su exposición se refirió a varios hitos, como la proclamación de la independencia en Venezuela el 5 de julio de 1811, primer territorio donde ello acaeció oficialmente. Aunque a esa altura el cura Miguel Hidalgo había levantado a medio México, puntualizó, la asunción expresa de dicha voluntad tuvo lugar con Morelos en noviembre de 1813, ya asesinado Hidalgo.

Habló además de otros eventos, como la creación en Quito en 1809 de la denominada “Junta de los Marqueses” y de la que sobrevino en septiembre de 1810, que llegó incluso a reconocer la soberanía de Fernando VII. En diciembre de 1812 –un ejemplo de la presencia de cubanos por todas partes- Francisco Calderón, al frente de sus tropas,  es fusilado allí. En resumen, el proceso abortó sin levantar las banderas de la independencia, algo que igualmente no  hizo Chile al reconocer, en septiembre de 1812, al monarca español destituido, ni tampoco la proclamó tras el fracaso del primer estado chileno y la Batalla de Rancagua.

En el Río de la Plata, el 25 de mayo de 1810, se constituyó la “Junta de Mayo” que reconoció a Fernando VII y no fue legitimada por el gobierno de España. Ello hizo que ambos bandos, los “realistas” y “criollos”, se enfrentaran prácticamente defendiendo la misma cosa.

Es importante tener en cuenta, comentó, que los campos se fueron deslindando en las plazas donde sí se promulgaba la independencia, habida cuenta de que no estaba formada una conciencia nacional como la entendemos hoy.

En el caso argentino, profundizó más tarde en la llamada “Asamblea del año 1813” y en el Congreso de Tucumán, foro donde se proclamó la independencia de las “Provincias Unidas de la América del Sur”, pero que no se pronunció por un sistema de gobierno.

No hay que desconocer, dijo, que todavía se catalogaba la monarquía como la forma mejor aceptada por Inglaterra y Francia. Tampoco se pudieron resolver allí las contradicciones entre las provincias y la capital, aspecto que en lo adelante persistiría como germen de diversas problemáticas.

En su voz, igualmente, se dibujaron con múltiples matices figuras como Mariano Moreno, Manuel Belgrano y José de San Martín, de quien señaló que su campaña militar es un ejemplo inequívoco de que el proceso independentista argentino nació con una concepción continental. [2]

“Martí fue un político que enfocó desde ese ángulo los temas históricos”.

Pedro Pablo Rodríguez, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas
 
Pedro Pablo Rodríguez, por su parte, regaló a los presentes una amplia valoración acerca de la manera en que José Martí apreció la independencia argentina.

Rodríguez, uno de nuestros historiadores más encumbrados, quien transpira por cada poro de su cuerpo pasión por el quehacer de nuestro Apóstol, dejó claro que esa temática no fue tratada con sistematicidad en los documentos que disponemos por ahora de Martí.

“Digo hasta el momento, confesó, porque Martí siempre nos sorprende. Existen, por citar dos casos, mensuarios como La América y El Economista Americano, ambos escritos por él en Nueva York, de los cuales apenas se conservan ejemplares. De este último hay uno en la Biblioteca de Berlín, mientras que del primero se preservaron ocho. En los dos materiales aparecen temas históricos, otra muestra de su universalidad como pensador”.

Para Rodríguez, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas, es clave entender que Martí centra la independencia gaucha a través de la figura de San Martín, al cual considera como un héroe de América y del mundo. Esta valoración adquiere mayor relieve si tenemos en cuenta que en el siglo XIX el tema del héroe era un asunto filosófico, no siempre bien justipreciado a partir de los nexos con el caudillismo.

Esto es algo interesante, remarcó, porque Martí no siempre tiene una visión negativa del caudillo, al punto que de San Martín planteó que era `un hombre excepcional, un caudillo útil, y un hombre lleno de virtudes´. “No en balde, es una de las figuras consagradas en su trabajo más leído: `Tres Héroes´, publicado en La Edad de Oro”.

“De George Washington, dijo el también miembro de la Academia de Historia de Cuba (condición que ostenta asimismo Guerra Vilaboy) habló bien pero no lo elevó a la categoría de héroe, en gran medida por que `permitió la independencia con esclavitud´”.

Martí, expresó, fue un político que enfocó desde ese ángulo los temas históricos. No es casual que fuera cónsul de Argentina cuando ese país constituía la cabeza de la resistencia frente a las pretensiones norteamericanas, durante la Conferencia Monetaria Internacional celebrada en la capital estadounidense. [3]

Adentrándose en los vericuetos de la historia, habló de cómo se pudo encontrar, gracias a diversos amigos, varios trabajos de Martí en la prensa chilena (nuestro Héroe Nacional le había dicho a Gonzalo de Quesada y Aróstegui que existían escritos suyos en periódicos de ese país), búsqueda que durante décadas resultó infructuosa. “Las pesquisas se concentraban, aclaró, en Santiago de Chile y Valparaíso y sin embargo en órganos de algunas provincias se reprodujeron artículos suyos publicados originalmente en La Nación de Buenos Aires”.

Añadió que gracias al rotativo bonaerense, Martí fue conocido en la región. “Ese periódico era dirigido por el hijo de Bartolomé Mitre, quien entabló amistad con él. Su padre, no puede soslayarse, escribió una biografía sobre San Martín que influyó mucho en la visión de Martí sobre esa figura.”

Más adelante, como si se tratase de un filme de suspense, Rodríguez reveló “En el Centro contamos afortunadamente con el ejemplar en tres tomos que leyó Martí. Es curioso observar las marcas que le realizó, no en los episodios vinculados con San Martín, sino básicamente en los asuntos de tipo general. Llama la atención que sus puntos de vista no son exactamente iguales a los de Mitre sobre el patriota argentino”.

De manera particular contó que en 1895, en la ciudad dominicana de Montecristi, Martí le señaló a un médico compatriota que dirigía el club del Partido Revolucionario Cubano (PRC) en la ciudad una idea que, aunque no ha podido precisar donde la escribió su autor, lo ha impactado siempre: `Rivadavia, el argentino, tenía razón. Estos pueblos se salvarán´. “Ese concepto, apostilló, lo había dicho antes el Apóstol en el ensayo Nuestra América y en otros documentos”.

Concluyó señalando que Martí empleó a San Martín y la liberación argentina como parte de un sostén de la independencia de Cuba, Puerto Rico y de una proyección unitaria continental. Es ahí donde le otorga su verdadera trascendencia.

En la actividad participaron la doctora Ana Sánchez Collazo, directora del Centro de Estudios Martianos,  y el doctor Yoel Cordoví, vicepresidente del Instituto de Historia de Cuba, así como el señor Ernesto Pirtfre, embajador de Argentina en La Habana, quien agradeció que “dos prestigiosos intelectuales cubanos abordaran con erudición esa cuestiones históricas relacionadas con sus país”.

*El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.

Notas. 

[1] Sobre esto amplía en el texto laureado: “La crisis creada en España por la ocupación napoleónica en 1808 tuvo entre sus primeros efectos el intento de formar en Hispanoamérica juntas locales que, a semejanza de las españolas, se basaran en los cabildos, en la práctica las únicas instituciones donde los criollos estaban representados. (…) En un principio, las juntas no aspiraban a renunciar a sus vínculos históricos con la metrópoli, principal garante frente a cualquier levantamiento popular, y con la que tenían amplios y viejos lazos”, a lo que añade: “Las confusas noticias llegadas de España, referidas a las abdicaciones reales y la ocupación francesa con la colaboración de autoridades españolas, alarmaron a los habitantes de los territorios hispanoamericanos aun antes de conocer el levantamiento popular en la península”. Sergio Guerra Vilaboy: Jugar con fuego. Guerra social y utopía en la independencia de América Latina, Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2010, pp. 48-49.

[2] Valorando el alcance de este proceso, explica en otra de sus obras: “La vía revolucionaria de la liberación hispanoamericana tuvo por escenario la América del Sur. En estos territorios, la emancipación solo fue posible mediante una ardua lucha militar, que puso fin a la dilatada y costosa contienda contra la metrópoli, permitiendo la formación de una constelación de estados libres. Los ejércitos de Bolívar y San Martín, salidos de sus bases logísticas en Venezuela (Los Llanos) y el Río de la Plata (Cuyo), respectivamente, cada uno imbuido de su propia estrategia de lucha y algo distantes en sus perspectivas políticas y sociales, liberaron o consolidaron la independencia, según el caso, no solo de sus respectivas patrias chicas (Venezuela y el Río de la Plata), sino también de Nueva Granada, Quito, Chile, Perú y el Alto Perú. La victoria de Ayacucho impuso la capitulación definitiva de España, que culminó 15 años de intensa guerra”. Sergio Guerra Vilaboy: Nueva Historia Mínima de América Latina, Ediciones Boloña, Oficina del Historiador de La Habana, 2014, p. 151.

[3] En la presentación de un valioso texto elaborado de conjunto por las cancillerías de Cuba y Argentina – cuya edición por el Centro de Estudios Martianos estuvo a cargo del propio Pedro Pablo Rodríguez y de Lourdes Ocampo Andina-  se precisa: “Martí fue nombrado cónsul de Argentina el 24 de julio de 1890 mediante decreto firmado por el presidente Miguel Juárez Celman, y el ministro de Relaciones Exteriores, Roque Sáenz Peña, y el 3 de octubre de ese año se le concedió el exequátur por el gobierno estadounidense, bajo la firma del presidente Benjamin Harrison y del secretario de estado James G. Blaine. Durante casi un año, el patriota y escritor cubano atendió las funciones inherentes a su representación, hasta que el 11 de octubre de 1891 presentó su renuncia a través de comunicación telegráfica al embajador argentino en Washington, Vicente G. Quesada, ratificada seis días después en carta al mismo diplomático”. El destacado investigador Rodolfo Sarracino, también presente en el encuentro por el bicentenario de la independencia argentina, escribió en el libro citado: “Una conclusión inicial, derivada de la lectura de sus escritos, es que el Apóstol  amó a la Argentina porque vio en ella la esperanza de la América hispana y su posible contribución a la liberación del pueblo cubano y su revolución”, a lo que incorpora esta valoración: “En realidad, para Martí no había en Hispanoamérica otro país con un potencial a la altura del argentino. Era a la vez el presente y la esperanza del futuro. En la Feria –Exposición de París (HPC)-, Martí veía en México y Venezuela el rico pasado, la cuna de la libertad; y en el gigantesco Brasil, su café y `montañas de diamantes´, pero en su mente la Argentina era, debía ser, por su vocación al trabajo, creado de riqueza y poder, el hermano mayor y paradigma de toda la América hispana, tal vez hasta un digno adversario de Estados Unidos”. Ver: “Presentación” y Rodolfo Sarracino: “La visión histórica de la Argentina en José Martí”, en: José Martí. Cónsul de Argentina. Documentos, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina y de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, y Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2014, pp. 7 y 23-30.

 Fuente: http://www.trabajadores.cu/20160710/la-independencia-argentina-una-concepcion-continental/

viernes, 8 de julio de 2016

El plan nacional de desarrollo hasta 2030: ¿lapsus con la cooperación internacional?


Por Pedro Monreal  

 La cooperación internacional se consolidó como un principio consensuado de la agenda global de desarrollo a partir de la Cumbre del Milenio de Naciones Unidas, del año 2000. Tal principio ha sido reafirmado y expandido por la nueva agenda internacional de desarrollo hasta 2030, adoptada en septiembre del pasado año en la sede de la ONU. Desde mucho antes, el Estado socialista cubano había asumido la cooperación internacional como un pilar de su proyecto estratégico, incluyendo mecanismos de colaboración que han beneficiado directamente al país, así como múltiples programas de cooperación internacional, de notable escala, diversidad y alcance geográfico, puestos al servicio del bienestar y desarrollo de otros pueblos.

En ese sentido, pudiera afirmarse que la estrategia de cooperación de Cuba ha sido precursora y modelo de lo que hoy se acepta en Naciones Unidas –al menos teóricamente- como un fundamento del funcionamiento civilizado de la comunidad internacional. El historial de cooperación internacional para el desarrollo iniciado por Cuba en la década del sesenta del pasado siglo es uno de los más exitosos jamás emprendidos por una nación del Sur, a pesar de la pequeña escala del país, de sus limitaciones financieras, y del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos. Después del año 2000, y a pesar de la crisis experimentada por la Isla, la contribución cubana a la cooperación internacional ha continuado siendo muy destacada.

Uno de los programas establecidos en esa etapa, el Programa Integral de Salud, incluyó, en el periodo 1998-2009, una cifra superior a 19,000 colaboradores cubanos de la salud desplegados en más de 15,000 comunidades rurales de 43 países, que abrieron 50 hospitales y 661 nuevos servicios, brindando atención a más de 61 millones de personas y salvando la vida de más de 2 millones de seres humanos. En la actualidad, la colaboración médica cubana está presente en 67 países, con más de 50,000 trabajadores de la salud, de ellos 25,000 médicos (1).

Entre muchos ejemplos posibles, el reciente papel desempeñado por la colaboración médica cubana en la contención de la epidemia del ébola en África Occidental (en 2014 y 2015) fue percibido ampliamente como una muestra del liderazgo mundial de Cuba en materia de colaboración Sur-Sur. En esa ocasión, la excelencia de la cooperación internacional cubana se hizo muy notable, pues pudo ser directamente comparada con la colaboración desplegada por Estados Unidos y Gran Bretaña, la primera y la quinta potencias mundiales. De hecho, fue Cuba, y no las otras dos potencias, la que logro colocar “más batas blancas” sobre el terreno durante los complejos y cruciales días iniciales del programa (2). En buena medida, lo que a los ojos del mundo define positivamente a Cuba en materia de desarrollo son los resultados de sus políticas sociales y la contribución que ha hecho a los esfuerzos de desarrollo de otros países, dos componentes que obviamente se encuentran estrechamente relacionados. La pregunta que entonces se impone es la siguiente: ¿por qué la cooperación internacional para el desarrollo ha recibido tan escasa atención en el plan nacional de desarrollo hasta 2030?

La cooperación internacional únicamente cuenta con una breve referencia explícita en el preámbulo del plan (párrafo 30) y luego se enumera tres veces –de manera fragmentada-, como parte del copioso conjunto de objetivos específicos correspondientes a un trío de ejes estratégicos: “Infraestructura”, “Potencial humano, ciencia, tecnología e innovación”, y “Recursos naturales y medio ambiente” (párrafos 135, 157 y 184). El único de esos objetivos que aparece enunciado en términos de cooperación para ayudar a otros países, es el relativo al medio ambiente (párrafo 184). Por otra parte, la referencia específica que se hace a los servicios médicos –como parte de un sector estratégico de “servicios profesionales” (párrafo 243)- no es suficiente en términos de cooperación internacional. Esa mención parece identificar esencialmente los servicios de salud como una actividad comercial, algo que ciertamente debe tener cabida en el plan, pero que proyecta una visión más estrecha que la que le corresponde a la salud en el contexto de la cooperación internacional.

La nueva estrategia internacional 2030 de la ONU: ¿una oportunidad desaprovechada?

Como ocurre actualmente en Cuba, el resto del mundo también se encuentra inmerso en debates sobre estrategias de desarrollo hasta el año 2030. En esto no estamos solos, a pesar de que el documento del plan nacional no hace la menor referencia a la existencia de un marco de discusión global del desarrollo hasta 2030. Ese debate global, fomentado por la ONU, es un escenario donde la experiencia de Cuba en una serie de áreas ha sido asumida de forma paradigmática por gobiernos, expertos y representantes de la sociedad civil de muchos países. Frente a esa realidad, resulta paradójico el “recogimiento” del plan nacional y su desconexión –esperemos que sea involuntaria y temporal- respecto a un marco de referencia global en el que la estrategia de desarrollo de Cuba tendría condiciones para ocupar un destacado lugar, especialmente en ciertos sectores, siempre que logre ser comunicada eficazmente.

La nueva agenda internacional de desarrollo hasta 2030, aprobada por la comunidad internacional, no implica el cumplimiento forzoso de sus metas por parte de los países, pero define un marco preciso para el seguimiento del avance de los procesos de desarrollo –mediante indicadores específicos- que establece la manera en que las naciones deben reportar periódicamente sus avances a la ONU. Esa circunstancia implica, en principio, la conveniencia de que exista una relativa sincronización entre los planes nacionales y la estrategia global. En el caso de Cuba, esto se dificultaría, al menos, por dos factores. Primero, porque el plan nacional proyecta la imagen de ser una especie de “electrón libre”, sin conexión explícitamente reconocida con la nueva estrategia de desarrollo internacional de la ONU. En segundo lugar, el plan nacional no incluye parámetros de medición y de seguimiento. No contiene ni metas ni indicadores y, por tanto, no permite conocer de qué manera específica Cuba reportaría a la ONU sus avances en materia de desarrollo.

Llegados a este punto conviene precisar que, en sentido estricto, Cuba no tendría “necesidad” de tomar como referencia la nueva estrategia de desarrollo internacional de la ONU. El país pudiera decidir adoptar un plan nacional de desarrollo “en solitario” y, quizás, este pudiera funcionar bien. Muchos expertos consideran que la adopción de objetivos, metas e indicadores –que representa el contenido principal de la agenda 2030 de la ONU- no es suficiente para definir una estrategia de desarrollo. Se argumenta que la nueva agenda de la ONU es esencialmente una declaración global de aspiraciones sobre el desarrollo, algo que es, sin dudas, positivo cuando se ha arribado a ello mediante prolongadas y abundantes discusiones que involucraron gobiernos, expertos y las sociedades civiles de todo el mundo. Sin embargo, no pocos especialistas han alertado sobre el riesgo de crear la falsa ilusión de que el desarrollo puede ser alcanzado de manera incremental mediante posibles avances registrados en un conjunto de metas, lo cual es una visión simplista del desarrollo (3). En cualquier caso, con independencia de este tipo de apreciaciones que expresan los expertos, la nueva agenda de desarrollo de la ONU es un hecho político con el cual hay que lidiar de la única manera en que es efectivo hacerlo: mediante respuestas de naturaleza política. Estas deberían incluir el diseño del plan nacional de desarrollo.

Indudablemente, son las prioridades nacionales las que determinan el diseño y la implementación del plan nacional de desarrollo. Por esa razón, la vinculación del plan nacional con la estrategia internacional de la ONU no es un asunto de “necesidad”. De lo que se trata es de la “conveniencia” de sincronizar los planes estratégicos que existen a esos dos niveles (nacional y global). Existe, al menos, una razón de principios y dos razones prácticas. En el plano de los principios, Cuba debe definirse como una nación solidaria y debe asegurarse de que así se le perciba. En el terreno práctico, la primera consideración es que, para un pequeño estado insular como Cuba, el entorno internacional es decisivo, de manera que no puede asumirse que es muy grande el margen de maniobra que existe para que el plan nacional marche por un lado y la estrategia de desarrollo de la comunidad internacional vaya por otra parte. La segunda razón práctica es que la estrategia global puede crearle a Cuba oportunidades concretas en el plano económico y en el de la seguridad nacional. Este último aspecto es importante, pues ser percibida universalmente como una nación de paz y solidaria, con capacidades probadas para contribuir a la solución de los retos del desarrollo de otros países, tiende a favorecer relaciones diplomáticas cordiales que proporcionan un entorno de estabilidad internacional beneficioso para el desarrollo nacional.

Nombrando posibles oportunidades

Existen múltiples metas de la estrategia global de la ONU que son propicias para el despliegue de las capacidades de cooperación internacional de Cuba en diversas áreas, destacándose la salud, la educación, y la ciencia y la tecnología. En todos esos casos existiría la posibilidad de alinear el plan nacional con metas específicas de la estrategia global de la ONU. No se trataría de que Cuba adoptase como propias esas metas, las cuales en muchos casos ya han sido superadas por Cuba desde hace décadas, sino para que estas metas internacionales pudiesen ser tomadas como parámetros precisos para identificar la intersección de posibles demandas de colaboración con capacidades cubanas de cooperación cuya efectividad es reconocida internacionalmente.

A continuación, se presenta una lista no exhaustiva de 21 metas de la agenda internacional de la ONU para las que Cuba ha demostrado tener efectividad. Pudieran agregarse más, pero esto no debe ser tomado como una propuesta de que todos esos temas deban ser reflejados en el texto del plan. El propósito del listado no es aturdir al lector con una relatoría de metas, sino ilustrar la considerable divergencia que existe entre las cuantiosas direcciones posibles de cooperación internacional que pudieran existir y la parquedad con que el plan nacional de desarrollo las ha reflejado.

El listado sería el siguiente (4):

Meta 3.1 “De aquí a 2030, reducir la tasa mundial de mortalidad materna a menos de 70 por cada 100.000 nacidos vivos” (meta correspondiente al objetivo de salud de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 3.2 “De aquí a 2030, poner fin a las muertes evitables de recién nacidos y de niños menores de 5 años, logrando que todos los países intenten reducir la mortalidad neonatal al menos a 12 por cada 1.000 nacidos vivos y la mortalidad de los niños menores de 5 años al menos a 25 por cada 1.000 nacidos vivos” (meta correspondiente al objetivo de salud de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 3.3 “De aquí a 2030, poner fin a las epidemias del SIDA, la tuberculosis, la malaria y las enfermedades tropicales desatendidas y combatir la hepatitis, las enfermedades transmitidas por el agua y otras enfermedades transmisibles” (meta correspondiente al objetivo de salud de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 3.7 “De aquí a 2030, garantizar el acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva, incluidos los de planificación familiar, información y educación, y la integración de la salud reproductiva en las estrategias y los programas nacionales” (meta correspondiente al objetivo de salud de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 3.8 “Lograr la cobertura sanitaria universal, incluida la protección contra los riesgos financieros, el acceso a servicios de salud esenciales de calidad y el acceso a medicamentos y vacunas inocuos, eficaces, asequibles y de calidad para todos” (meta correspondiente al objetivo de salud de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 3.b “Apoyar las actividades de investigación y desarrollo de vacunas y medicamentos contra las enfermedades transmisibles y no transmisibles que afectan primordialmente a los países en desarrollo y facilitar el acceso a medicamentos y vacunas esenciales asequibles de conformidad con la Declaración relativa al Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio y la Salud Pública, en la que se afirma el derecho de los países en desarrollo a utilizar al máximo las disposiciones del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio respecto a la flexibilidad para proteger la salud pública y, en particular, proporcionar acceso a los medicamentos para todos” (meta correspondiente al objetivo de salud de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 4.1 “De aquí a 2030, asegurar que todas las niñas y todos los niños terminen la enseñanza primaria y secundaria, que ha de ser gratuita, equitativa y de calidad y producir resultados de aprendizaje pertinentes y efectivos” (meta correspondiente al objetivo de educación de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 4.2 “De aquí a 2030, asegurar que todas las niñas y todos los niños tengan acceso a servicios de atención y desarrollo en la primera infancia y educación preescolar de calidad, a fin de que estén preparados para la enseñanza primaria” (meta correspondiente al objetivo de educación de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 4.3 “De aquí a 2030, asegurar el acceso igualitario de todos los hombres y las mujeres a una formación técnica, profesional y superior de calidad, incluida la enseñanza universitaria” (meta correspondiente al objetivo de educación de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 4.4 “De aquí a 2030, aumentar considerablemente el número de jóvenes y adultos que tienen las competencias necesarias, en particular técnicas y profesionales, para acceder al empleo, el trabajo decente y el emprendimiento” (meta correspondiente al objetivo de educación de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 4.5 “De aquí a 2030, eliminar las disparidades de género en la educación y asegurar el acceso igualitario a todos los niveles de la enseñanza y la formación profesional para las personas vulnerables, incluidas las personas con discapacidad, los pueblos indígenas y los niños en situaciones de vulnerabilidad” (meta correspondiente al objetivo de educación de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 4.6 “De aquí a 2030, asegurar que todos los jóvenes y una proporción considerable de los adultos, tanto hombres como mujeres, estén alfabetizados y tengan nociones elementales de aritmética” (meta correspondiente al objetivo de educación de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 4.a “Construir y adecuar instalaciones educativas que tengan en cuenta las necesidades de los niños y las personas con discapacidad y las diferencias de género, y que ofrezcan entornos de aprendizaje seguros, no violentos, inclusivos y eficaces para todos” (meta correspondiente al objetivo de educación de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 4.c “De aquí a 2030, aumentar considerablemente la oferta de docentes calificados, incluso mediante la cooperación internacional para la formación de docentes en los países en desarrollo, especialmente los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo” (meta correspondiente al objetivo de educación de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 13.1 “Fortalecer la resiliencia y la capacidad de adaptación a los riesgos relacionados con el clima y los desastres naturales en todos los países” (meta correspondiente al objetivo de cambio climático de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 13.2 “Incorporar medidas relativas al cambio climático en las políticas, estrategias y planes nacionales” (meta correspondiente al objetivo de cambio climático de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 13.3 “Mejorar la educación, la sensibilización y la capacidad humana e institucional respecto de la mitigación del cambio climático, la adaptación a él, la reducción de sus efectos y la alerta temprana” (meta correspondiente al objetivo de cambio climático de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 14.5 “De aquí a 2020, conservar al menos el 10% de las zonas costeras y marinas, de conformidad con las leyes nacionales y el derecho internacional y sobre la base de la mejor información científica disponible” (meta correspondiente al objetivo de conservación y uso sostenible de los mares y recursos costeros de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 17.6 “Mejorar la cooperación regional e internacional Norte-Sur, Sur-Sur y triangular en materia de ciencia, tecnología e innovación y el acceso a estas, y aumentar el intercambio de conocimientos en condiciones mutuamente convenidas, incluso mejorando la coordinación entre los mecanismos existentes, en particular a nivel de las Naciones Unidas, y mediante un mecanismo mundial de facilitación de la tecnología” (meta correspondiente al objetivo de medios de implementación y alianza mundial para el desarrollo sostenible de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 17.8 “Poner en pleno funcionamiento, a más tardar en 2017, el banco de tecnología y el mecanismo de apoyo a la creación de capacidad en materia de ciencia, tecnología e innovación para los países menos adelantados y aumentar la utilización de tecnologías instrumentales, en particular la tecnología de la información y las comunicaciones” (meta correspondiente al objetivo de medios de implementación y alianza mundial para el desarrollo sostenible de la estrategia 2030 de la ONU)

Meta 17.9 Aumentar el apoyo internacional para realizar actividades de creación de capacidad eficaces y específicas en los países en desarrollo a fin de respaldar los planes nacionales de implementación de todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluso mediante la cooperación Norte-Sur, Sur-Sur y triangular (meta correspondiente al objetivo de medios de implementación y alianza mundial para el desarrollo sostenible de la estrategia 2030 de la ONU)

Observaciones finales

Observación # 1: La posibilidad de tomar en cuenta estas oportunidades no significa agregarle al plan cosas que no se estén haciendo o respecto a las cuales pudiesen existir dudas sobre la capacidad nacional para acometerlas. De hecho, Cuba no solamente ha demostrado excelencia, desde hace tiempo, en esas áreas de la cooperación internacional, sino que actualmente la cooperación representa la mayor fuente de ingresos externos de la nación. Se trataría de aproximar el plan a una realidad que ya existe, pero que no se encuentra reflejada adecuadamente en el documento. Ciertamente, no es el tipo de componente del plan que solamente merezca unas pocas y esparcidas menciones. Debido a su escala e importancia, tampoco es un componente que pueda ser definido de manera insuficiente en la versión inicial del plan, quizás asumiendo que luego habrá tiempo para perfilarlo mejor.

Observación # 2: La cooperación internacional debería ser parte de la planificación estratégica del país, pero no de manera abstracta, ni como un simple enunciado. La identificación relativamente precisa de las posibles direcciones de la cooperación internacional de Cuba en los próximos 15 años no es un asunto menor. Dejar de hacerlo implicaría correr el riesgo de diseñar una planificación estratégica excesivamente atenta a consideraciones “comerciales”, como ocurre en la descripción actual del eje estratégico “Transformación productiva e inserción internacional”, donde no se mencionan, ni una vez, los términos “cooperación” y “colaboración”. Al no hacerlo, se excluiría del diseño del plan estratégico el mecanismo actual más exitoso de inserción internacional del país –la cooperación internacional- que, aunque no es ajeno a las consideraciones comerciales, se explica fundamentalmente por razones extra-económicas. Una parte considerable de la cooperación internacional cubana se fundamenta en acuerdos estatales, no es un resultado del mercado.

Observación # 3: Cuando se asume esencialmente la colaboración como un sector de servicios –de la manera en que parece hacer el plan- se empobrece el enfoque sobre la cooperación internacional. Desde la perspectiva del desarrollo, esta desempeña una función mucho más importante que la de ser un sector económico. Cuando Cuba coopera con otras naciones en materia de salud y educación, la interacción esencial no consiste en una transacción comercial (dinero u otros bienes a cambio de servicios). La cooperación que practica Cuba contiene inevitablemente una propuesta –no necesariamente explícita- de transformación social que rebasa ampliamente las posibles mejoras de los sistemas de salud y de educación de otros países. Para decirlo claramente, cuando un país receptor de la cooperación de Cuba no logra mejorar sus índices de salud –por ejemplo, la mortalidad infantil- por debajo de determinados niveles, a pesar de la excelencia de la colaboración cubana, lo que siempre resulta evidente es que ello no sucederá mientras predominen en esos países determinadas estructuras de poder y el tipo de sociedad que tales estructuras generan. Los índices de salud no podrán mejorar lo suficiente porque la pobreza y la desigualdad en esas naciones desempeñan funciones “patogénicas”, es decir, enferman y matan seres humanos como parte de la operación normal del sistema (5).

Observación # 4: En la cooperación internacional de Cuba está contenida, por tanto, la premisa de que el desarrollo no se alcanza con acciones puntuales, sino que para avanzar hacia el desarrollo deben resolverse las causas esenciales que mantienen a las sociedades en el subdesarrollo. Aquí lo que tiende a operar, para decirlo rápido, es una interacción ideológica entre Cuba y los receptores de la cooperación cubana. La posibilidad de que esa idea se transforme en cambio social es un asunto aparte, cuyo análisis supera los propósitos de este texto. Lo que trato de resaltar es que, vista desde una perspectiva amplia y de largo plazo, la cooperación internacional de Cuba, al promover trasformaciones sociales profundas en otros países es coherente con la noción de que la prosperidad de Cuba debe estar integrada a la construcción de “un mundo mejor”. No debe ser concebida de manera aislada. La visión de nación que se proyecta para Cuba difícilmente pueda materializarse en un entorno internacional donde no se produzcan cambios sistémicos en otros países. Aclaro que no me refiero necesariamente a cambios muy radicales, quizás bastaría –para empezar- con que se alcanzasen las aspiraciones descritas en la estrategia de desarrollo de la ONU. Contribuir a mejorar el mundo no expresa solamente una idea noble, es algo que también responde directamente al interés nacional.

Observación # 5: Recientes propuestas hechas en el marco de la consulta de los documentos (conceptualización y plan nacional) han sugerido agregarle el calificativo de “culta” a la visión de nación expresada en el plan nacional, lo cual considero apropiado (6). En ese sentido, y sin que se interprete necesariamente como una propuesta de agregarle más cualidades a la visión de la nación, el análisis del papel de la cooperación internacional en el desarrollo permite concluir que los calificativos de “nación de paz” y “nación solidaria” deberían formar parte del paradigma de la nación que desea edificarse.


Notas:

1- Las cifras exactas sobre el Programa Integral de Salud son las siguientes: “19 818 colaboradores de la salud; el 78,9 % médicos, ubicados en 426 departamentos y 15 137 comunidades rurales de 43 países, se atendieron 61 469 188 habitantes, han abierto 50 hospitales y 661 nuevos servicios. En los países del programa se ha reducido la mortalidad materna e infantil, por atención de urgencia se ha salvado la vida a 2 115 589 personas”. Ver, Yíliam Jiménez Expósito. “El Programa Integral de Salud de Cuba. Un Modelo de Cooperación Sur- Sur”. Revista Cubana de Salud Pública Internacional 2010; 1 (1). La referencia sobre el número de colaboradores de la salud fue tomada del artículo “Consolidan colaboradores cubanos programa de salud en Sudáfrica”. Revista Bohemia, 7 de abril de 2016. http://bohemia.cu/salud/2016/04/consolidan-colaboradores-cubanos-programa-de-salud-en-sudafrica/

2- Alexandra Sifferlin, “Why Cuba Is So Good at Fighting Ebola”, Time Magazine, November 5, 2014, http://time.com/3556670/ebola-cuba/; Laurie Garrett, “How Cuba Could Stop the Next Ebola Outbreak”, Foreign Policy, May 6, 2015, http://foreignpolicy.com/2015/05/06/cuba-ebola-west-africa-doctors/; Monica Mark in Lagos, “Cuba leads fight against Ebola in Africa as west frets about border security”, The Guardian, Sunday 12 October 2014, https://www.theguardian.com/world/2014/oct/12/cuba-leads-fights-against-ebola-africa; Eduardo J Gomez, “Cuba's health diplomacy in the age of Ebola”, BBC News, 14 November 2014, http://www.bbc.com/news/world-latin-america-29984688 

3- Esta fue una crítica planteada con fuerza por especialistas como Sakiko Fukuda-Parr y Thomas Pogge durante el proceso de consultas que organizó la ONU como parte de la preparación de la nueva agenda internacional de desarrollo.
Ver, Thomas Pogge (2016). “A Critique of the Sustainable Development Goals’ Potential to Realize the Human Rights of All: Why being better than the MDGs is not good enough”. https://campuspress.yale.edu/thomaspogge/files/2015/10/SDG-HR_Rev-Jan-25-uugh97.pdf

4- Naciones Unidas. “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. Documento A/70/L.1. Septuagésimo período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas.
18 de septiembre de 2015. http://www.un.org/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/70/L.1&Lang=S

5- Paul Farmer. “Pathologies of Power: Health, Human Rights, and the New War on the Poor”.
California Series in Public Anthropology. Los Angeles. 2004.

6- Yuniel Labacena Romero. “Desde la cultura también se construye futuro”. Juventud Rebelde. 25 de junio del 2016. http://www.juventudrebelde.cu/cultura/2016-06-25/desde-la-cultura-tambien-se-construye-futuro/

Fuente: http://cubaposible.net/articulos/el-plan-nacional-de-desarrollo-hasta-2-3-lapsus-con-la-cooperacion-internacional-2-aa6-6-3-aa2-6

miércoles, 6 de julio de 2016

El estado del proceso de negociaciones entre Cuba y los Estados Unidos


Por Jesús . Arboleya Cervera
Tomado de Progreso Semanal
Apenas año y medio después de haberse anunciando la decisión de iniciar un proceso encaminado a normalizar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, conviene hacer un balance del mismo, toda vez que muchas veces la percepción de las personas transita desde el criterio de que todo está resuelto, hasta los que afirman que casi nada se ha avanzado, y la respuesta no parece estar en estos extremos.
A veces sorprende la rápida evolución que han tenido las negociaciones en ciertos asuntos. Se restablecieron relaciones diplomáticas, se han concretado acuerdos en diez áreas de interés común y se negocia con buenos augurios en decenas más, lo que demuestra la existencia de una complementariedad determinada por la condición de vecinos y otras exigencias internacionales.
Uno de los elementos más llamativos, pasado por alto por muchos analistas, han sido las premisas políticas y la organización bajo las cuales se ha conducido este proceso. Ambas partes han reconocido que se negocia en condiciones de igualdad y  respeto mutuo, lo cual es particularmente importante para Cuba, y ha sido creada una comisión bilateral que orienta y controla las negociaciones.
Por demás, en ellas han intervenido una gran variedad de instituciones estatales, las cuales establecen sus relaciones específicas, lo que facilita la comunicación a escala instrumental y el diálogo entre los funcionarios especializados, un antídoto contra los estorbos que generalmente crea la burocracia a otros niveles.
Presentes también en las negociaciones, hay temas que reflejan las disputas existentes, cuya solución es mucho más compleja, debido a que definen la naturaleza de las relaciones posibles.
Algunas son de carácter sistémico y tienen que ver con diferencias antagónicas que difícilmente encontrarán solución en el futuro predecible. No obstante, existen otros que pudieran resolverse, si existe la voluntad de las partes y coyunturas que faciliten los acuerdos.
En este caso está el tema de las exigencias de compensaciones mutuas. Este asunto tiene antecedentes en muchas partes del mundo y generalmente se han encontrado fórmulas para satisfacer los reclamos de los contendientes. En el caso de Cuba y Estados Unidos, llegado el momento oportuno, no hay razones para pensar que esto no sea posible.
La mayor parte de los analistas consideran que los días del bloqueo están contados, aunque nadie puede asegurar cuándo y cómo tendrá lugar su eliminación. Incluso ambas partes coinciden en la necesidad de finalizar con esta política y lo que se discute es el alcance de las medidas ejecutivas que pudiera tomar el gobierno de Obama para restarle eficacia y facilitar el avance del proceso, a pesar de los obstáculos que representa.
De cualquier manera, incluso aunque estas medidas ejecutivas se extiendan y algunas enmiendas congresionales puedan disminuir su valor práctico, mientras exista esta política, amparada por las leyes que la regulan, resultará imposible hablar de una relación normal entre dos naciones soberanas.
El gobierno de Estados Unidos ha manifestado su negativa a discutir el cierre de la Base Naval instalada en el territorio cubano de Guantánamo e incluso han aparecido propuestas de enmiendas en el Congreso que pretenden blindar esta posición, complicando aún más el asunto.
Ni siquiera el discurso político norteamericano hace énfasis en el tratado bilateral a perpetuidad que la ampara hace más de un siglo, debido a su falta de legitimidad política y legal de cara al orden internacional y las violaciones de que ha sido objeto. El argumento entonces se reduce al “interés nacional” de Estados Unidos, una posición que ni siquiera tiene fundamento en las necesidades de su defensa, toda vez que en diferentes momentos los militares norteamericanos han dicho que se trata de una base obsoleta para tales fines.
En cualquier caso, todo indica que continuará siendo un tema de fricción entre los dos países, aunque históricamente Cuba ha evitado que constituya una excusa para agudizar las tensiones y en estos momentos existe un clima de convivencia, que incluye contactos regulares entre los militares de ambas partes.
Los llamados “programas para la promoción de la democracia”, forman parte de la política exterior estadounidense y constituyen motivo de contradicción con muchos países, dado que, cuando no son el resultado de acuerdos bilaterales, resultan violatorios de las soberanías nacionales.
En el caso de Cuba han tenido el objetivo declarado de estimular y financiar a la oposición externa e interna y en ellos se invierten no menos de veinte millones de dólares anuales, con el paradójico resultado de que en muchas ocasiones sirven para financiar a los grupos que se oponen a la política de Obama hacia Cuba, con muy escasa capacidad de convocatoria interna.
Difícilmente Estados Unidos renuncie a una práctica que considera le viene dada por derecho hegemónico en el mundo y forma parte de sus objetivos estratégicos hacia Cuba. No obstante, de continuar el proceso hacia la normalización de las relaciones, pudiera tornarse menos específica y agresiva, más respetuosa, al menos desde el punto de vista formal, de la soberanía cubana, con lo cual no se resuelve el problema, pero se amplían los rangos de negociación respecto a este asunto.
El problema migratorio tiene tal importancia para ambos países, que durante muchos años fue el único tema de negociación entre las partes. En la actualidad, las conversaciones bilaterales se desarrollan de manera normal y existe un alto nivel de cumplimiento de los acuerdos firmados en 1994, por lo que al parecer, hasta ahora, ambos países están satisfechos con lo pactado.
El problema principal es la aplicación de la interpretación pie seco/pie mojado para la aceptación de inmigrantes ilegales que pisan suelo norteamericano. Tal política se aplica solo a los migrantes cubanos, responde a una decisión ejecutiva que no tiene fuerza legal e implica más problemas para Estados Unidos que para Cuba, toda vez que muchas de estas personas abandonan legalmente el país. Es de esperar que entonces más temprano que tarde se suspenda esta práctica, aunque ello, por sí solo, no eliminaría el problema de la migración ilegal y se requeriría de otro tipo de negociaciones para enfrentarlo.
Vinculado con esto está la aplicación de la Ley de Ajuste de 1966, la cual ha devenido la sombrilla política que justifica la excepcionalidad con que son tratados los inmigrantes cubanos en Estados Unidos.
En realidad, mirado en términos estrictamente legales, la Ley de Ajuste no constituye un problema “migratorio” para Cuba, ya que no fue diseñada para aceptar el ingreso de los inmigrantes, sino para resolver su estatus legal, una vez establecidos en Estados Unidos.
Por otro lado, sus consecuencias han sido tan contradictorias, que ahora es la extrema derecha cubanoamericana la que plantea su revisión, toda vez que favorece la inserción política de los nuevos inmigrantes, la mayoría de los cuales hoy votan en su contra.
Lo justo sería que, más que abolirla o mantener su exclusividad respecto a los cubanos, la Ley de Ajuste se aplicara a todos los inmigrantes legales en Estados Unidos, dado que ha demostrado ser más humanitaria y efectiva para facilitar el asentamiento de estas personas, en condiciones que benefician a toda la sociedad norteamericana.
Sin embargo, quizás sería mucho pedir dentro del clima xenófobo que hoy impera respecto al problema migratorio en ese país y otras partes del mundo, por lo que el futuro más probable es que se eliminen los privilegios que actualmente disfrutan los cubanos y tengan que pasar por las vicisitudes que caracterizan el tratamiento a la mayoría del resto, sin importar cuál sea el estado de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
De cara al futuro, será muy difícil para cualquiera que resulte electo presidente de Estados Unidos desconocer lo que se ha avanzado en el campo de las relaciones con Cuba, los beneficios concretos que ha reportado a ambos países y la existencia de un consenso bastante extendido a favor de la continuidad de este proceso, aunque tampoco podemos asegurar su irreversibilidad, debido a la infinidad de variables que pueden incidir en su destino.
En verdad, vivimos en un mundo donde prevalece la incertidumbre, y esa es otra característica del llamado “proceso hacia la normalización de relaciones” entre Cuba y Estados Unidos.