Dr. Evelio Díaz Lezcano
La última década de la pasada centuria y la primera del presente
siglo, han sido testigos de masivos movimientos migratorios internacionales,
que para el 2005 llegaron a totalizar casi 200 millones de
personas. Ello ha sido, sobre todo, el resultado de la desigualdad
que provoca el extendido modelo económico neoliberal entre el Norte
desarrollado y el Sur atrasado y cada vez más dependiente. Pero también
han influido en esta situación, entre otros factores, los conflictos armados en
varias partes del mundo, las catástrofes naturales de todo tipo, así como las
consecuencias derivadas del colapso del socialismo eurosoviético.
En la desaparecida Unión Soviética, las migraciones se producían
principalmente a nivel interior, entre repúblicas y regiones. Eran migraciones
de trabajo, movimientos militares, así como los desplazamientos forzados de
población durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Las fronteras
soviéticas estaban cerradas y muy pocos eran los ciudadanos con autorización
para abandonar el país. Solamente las personas de “nacionalidad” judía,
reconocidas así por la legislación soviética, tuvieron a partir de los años
setenta la posibilidad de emigrar. Pero en 1991, la
transformación del gigante euroasiático en 15 repúblicas independientes cambió
el orden establecido.
La República Federativa de Rusia, el más grande y poblado de los países
generados por la desintegración de la Unión Soviética, ha sido protagonista en
el período enunciado de un espectacular flujo migratorio, el mayor de Europa y
uno de los más importantes a nivel internacional. Se calcula que en los
años noventa el volumen migratorio ruso representó alrededor del 10 por ciento
del total mundial, en gran medida debido al éxodo provocado por las severas
consecuencias de la transición a la economía de mercado.
Lo dicho bastaría para justificar el creciente espacio que viene ocupando
el tema migratorio en el debate público ruso, pero hay otras importantes
razones: la crisis demográfica que vive el país desde su surgimiento y la
demanda de mano de obra provocada por la recuperación económica que se inició
con el nuevo milenio. La crisis demográfica se expresa en una
disminución poblacional de 150 a 142 millones entre 1991 y 2007,
tendencia que se mantiene debido a la baja natalidad (10%), alta tasa de
mortalidad (16%) y la reducción de la esperanza de vida, que hoy es de 69 años
para los hombres y 70 para las mujeres. Según el Comité del Estado para
las Estadísticas, esta situación es el resultado de las malas condiciones de
vida, el alcoholismo, las enfermedades prevenibles y las muertes violentas,
entre otros factores.
El interés que suscita el tema migratorio en amplios sectores de la
población esta relacionado también con el auge de las corrientes nacionalistas
y el endurecimiento de la política exterior rusa, que fomentan
tendencias xenófobas y racistas en la sociedad y las instituciones públicas,
que se reflejan en conductas oficiales y en una legislación cada vez más
discriminatorias, dejando entrever una clara preferencia nacional rusa.
La
emigración
Con la apertura de las fronteras, se observó una fuerte emigración a
principios de los 90, dirigidas fundamentalmente a Alemania, Israel, Estados
Unidos y las repúblicas de la antigua URSS. Entre 1990 y 2003, poco más de
cinco millones de personas abandonaron Rusia, tres millones de las cuales se
dirigieron a las antiguas repúblicas soviéticas, sobre todo a las
centroasiáticas. Israel fue el segundo destino más importante al recibir
cerca de un millón de judíos rusos.
A principios de los noventa, se desarrolló un comercio pendular con los
países limítrofes (Turquía, China, Polonia) denominado “comercio de
maletas” (compra al por mayor y reventa al por menor), fuente de
ingresos complementarios para las personas que se vieron muy afectadas por las
consecuencias económicas y sociales de la liberación económica, que se tradujo
en la llamada terapia de choque. Esta forma de migración económica se fue
reduciendo desde finales de la década, en la medida que el país se fue
ordenando y comenzó la recuperación económica.
Desde 1999, los refugiados originarios de Chechenia constituyen la mayor
parte de los emigrantes, en particular hacia Europa. La demanda de asilo
procedente de la Federación Rusa, compuesta principalmente por chechenos, se ha
multiplicado por cuatro a partir del 2000. Según la Organización
Internacional de Migraciones, Rusia se ha convertido en el principal país de origen
de los solicitantes de asilo en 29 países industrializados.
La
inmigración
De acuerdo con cálculos de 2007, Rusia había acogido a más de 15
millones de personas desde el censo de 1989, lo que la convierte, según
diversas fuentes consultadas, en el segundo o tercer país de inmigración
del mundo, sin considerar la alta cifra de inmigración ilegal. Se ha producido
un saldo migratorio positivo de casi 6 millones de personas, pero ello no
ha permitido frenar la caída demográfica aunque ha atenuado su amplitud. Como
veremos a continuación, parece ser que los principales inmigrantes de Rusia han
sido los rusos, si bien se observa la presencia de un flujo
continuo durante el período, procedente sobre todo del Cáucaso y del Asia
Central.
a/ Los “pies rojos”:
Con la fragmentación de la URSS, un gran número de rusos que vivían en las
repúblicas periféricas se encontraron en nuevos estados independientes sin
hablar el idioma y sin identificarse totalmente con ellos. El miedo ante las
leyes represivas, en particular la obligación de hablar las lenguas nacionales
de los nuevos estados y/o las tensiones y conflictos llevaron a cinco o seis
millones de rusos a volver, o para algunos, a ir a una Rusia en la que jamás
habían vivido pero que consideraban como su patria natural.
A mediados de los años noventa, este fenómeno fue perdiendo intensidad. De
unos 23 millones a finales de 1980, en la actualidad 18 millones de rusos
podrían vivir todavía en las antiguas repúblicas soviéticas. En algunos casos
constituyen fuertes minorías, como ocurre en las tres Repúblicas bálticas
(Lituania, Estonia, Letonia), ahora miembros de la Unión Europea, en las que
muy a menudo no han podido recibir la ciudadanía y son ferozmente
discriminados.
Tras la caída de la URSS, ninguna ley sobre la repatriación ha permitido
facilitar la vuelta de esos “pies rojos”. Debe tenerse en cuenta, al
respecto, que el gobierno ruso considera la presencia de fuertes minorías
en las repúblicas periféricas como base de influencia. Recientemente se ha
observado una evolución de la política gubernamental. La crisis demográfica y
la necesidad de mano de obra hacen necesaria la llegada de migrantes a los que
las políticas de estado intentan tanto atraer como de seleccionar. De esta
forma, el decreto presidencial 637, del 22 de junio de 2006, previó un programa
de ayudas al retorno, en vigor desde enero del 2007. Se ha previsto un
procedimiento simplificado para recibir el permiso de residencia y un permiso
de trabajo, así como ayudas para la mudanza. Las personas que llegan reciben la
propuesta de un trabajo y de ayuda para alojarse.
Las Organizaciones No Gubernamentales que trabajan en este ámbito ponen de
relieve el hecho de que 1.500.000 rusos o ruso-hablantes viven en el territorio
de Rusia y que desde hace años no han podido conseguir la ciudadanía rusa. En
la actualidad, sería necesario que salieran del país y que volvieran a entrar
para poder beneficiarse de las nuevas medidas. A pesar de la publicidad,
existen dudas sobre la capacidad de las 12 regiones que participan en el
programa piloto para financiar las ayudas de repatriación. Por añadidura,
aunque los representantes oficiales hacen hincapié en el hecho de que se trata
de acoger a personas de todas las nacionalidades y que el término oficial de
compatriotas incluye a todos aquellos que nacieron en la URSS y a sus familias,
un gran número de comentarios políticos y mediáticos destaca una preferencia
por los migrantes “ruso-hablantes sin acento”.
El decreto presidencial 637 define, por otra parte, a los
compatriotas como personas “educadas en las tradiciones de la cultura rusa, con
dominio del ruso y que no desean perder los vínculos con Rusia”. La falta de
precisión existente muestra las contradicciones de la política migratoria rusa,
atrapada entre la necesidad de solucionar los más rápidamente posible el
problema de la falta de mano de obra y la tentación de utilizar la situación de
los “pies rojos” al servicio de un discurso nacionalista.
b/ Los refugiados de los conflictos de la antigua URSS.
Tras 1991 varios conflictos han estallado en diferentes Repúblicas de la
antigua URSS: En Abkazia (Georgia), en el Alto-Karabagh (territorio armenio en
Azerbaiyán), guerra civil en Tayikistán. Estos conflictos han obligado a una
parte de la población a escapar y han provocado oleadas de refugiados en el
interior mismo de estos países, pero también hacia Rusia. Según la asociación
Asistencia Cívica (www.refugee.memo.ru), el 77% de estos migrantes forzados son
rusos.
En el territorio de la Federación Rusa, el conflicto entre Osetia del Norte
e Inguchia, en 1992, provocó que unos 60 mil inguches fueran expulsados del
distrito oseta de Prigorodny. Se calcula que entre 10.000 y 20.000
han vuelto en 14 años, mientras que 15.mil podrían haber emigrado a Rusia, el
resto se encuentra todavía en los campos de refugiados o en una situación de
extrema precariedad en Inguchia.
Particular atención merece la situación especial de los chechenos,
expulsados de su república por primera vez cuando estalló la guerra de
1994-1996 y posteriormente por el nuevo conflicto en 1999. El estatuto de
“desplazados” casi nunca se les ha reconocido. A pesar de ser ciudadanos rusos,
los chechenos se topan con muchas dificultades a la hora de que se reconozcan
sus derechos y su situación es equiparable a la de los refugiados de otros
países desde el punto de vista de las discriminaciones que sufren y de los
problemas a los que deben hacer frente. Suele decirse, no sin fundamento,
que Rusia quiere a Chechenia pero no a los chechenos.
c/ Los migrantes económicos de la antigua URSS.
Desde finales de los años 90, Rusia atrae a un gran número de migrantes
económicos procedentes de Ucrania, de los países del Cáucaso (en particular de
Armenia y Georgia) y de Asia central. Se calcula que en el 2003 el número de
trabajadores oficiales extranjeros en Rusia era de 380.000, de los cuales
180.000 procedían de los referidos países. A ellos se sumaban los
procedentes de toda la antigua URSS en situación irregular, así como una
importante mano de obra china y turca. La Organización Internacional de
Migraciones calcula que para el 2008 existían 5 millones de extranjeros en
situación ilegal, mientras que el informe del Banco Mundial ofrece una
estimación considerablemente baja, alrededor de 1.500.000. Por la parte rusa,
el Servicio Federal de Migraciones calcula entre 10-12 millones de
extranjeros en Rusia, de los que 7 millones trabajarían de forma ilegal. El 40%
trabaja en el sector de la construcción, 20% en el comercio al por mayor y al
por menor, mientras el resto labora en los diferentes sectores industriales y
agrícolas.
Utilizadas en ocasiones con un objetivo político, las cifras pueden
aumentar de forma considerable, como ocurrió durante una declaración del
presidente Putin ante la dirección del oficialista partido Rusia Unida,
el 17 de noviembre de 2006, en la que manejó una cifra extraordinariamente
exagerada de inmigrantes ilegales. Según dicha declaración, el número de
estas personas sobrepasaba el 60% de los extranjeros que se encontraban
entonces en el país.
d/ La especial situación de la etnia romaní.
Obligados a sedentarizarse en 1956 en todo el territorio de la URSS, las
familias romaníes/gitanas han visto cómo, después de 1991, las fronteras
administrativas se han transformado en fronteras reales y han cortado vínculos
familiares o de otra índole. Además, dos minorías realizan migraciones
pendulares y viven en Rusia en condiciones especialmente precarias: los
Madiary, originarios de los Cárpatos (frontera de Ucrania y de Hungría) y los
Liouli, originarios de Asia Central.
e/ Inmigrantes procedentes de países fuera de la antigua URSS.
Con relación a este grupo de inmigrantes, se deben destacar determinadas
situaciones especialmente delicadas:
-la de los afganos. Se calcula que 100.000 afganos no pueden volver a
su país tras la caída del régimen apoyado por la URSS hasta 1989. Sólo
unas pocas decenas de ellos han conseguido el estatuto de refugiado.
-la de los estudiantes extranjeros, procedentes en gran parte de países de
África o de Asia e incluso de América Latina, que mantenían relaciones de
colaboración con la URSS y que son cada vez más a menudo víctimas de violencias
racistas.
El marco jurídico; su aplicación y evolución.
A pesar de que desde hace años los expertos insisten en la oportunidad que
brinda la inmigración para solucionar la crisis demográfica rusa, el poder la
considera desde una perspectiva exclusivamente policial, confiando casi
exclusivamente al Servicio Federal de Migraciones[1]
la misión de sofocar la inmigración extranjera. En enero 2007, se establecieron
nuevas normas, encaminadas a simplificar tanto los trámites para los nuevos
llegados (y así poder tener un panorama más completo de la inmigración) como a
seleccionar mejor a los migrantes, una política que evoca claramente la noción
de inmigración selectiva, al estilo de la que se aplica en los países
desarrollados del Occidente.
Entrada y residencia.
Desde junio del 2000, Rusia se retiró del acuerdo de Bishkek de 1992 sobre
la libre circulación entre los países de la Comunidad de Estados
Independientes. Prefiere firmar acuerdos bilaterales con los diferentes estados,
utilizando como arma política la autorización o no de entrada en el territorio
únicamente con el pasaporte interior (tarjeta de identidad). Los nacionales de
determinados países de la CEI deben poseer un pasaporte internacional
(Tayikistán), otros deben obtener un visado (Georgia, Turkmenistán).
Aunque en principio la constitución de la Federación Rusa permite la libre
circulación en el territorio, el peso del legado del sistema soviético sigue
siendo importante. En la época soviética, el sistema propiska permitía
controlar los desplazamientos; algunas ciudades estaban prohibidas y hasta los
años 1950, los campesinos no poseían pasaporte, siendo así imposible para ellos
circular en el territorio. Por otra parte, desde principios de los años 1990 existe
en Rusia un sistema de registro relativamente complejo, en el que se debe
distinguir entre:
-el registro permanente, (registro en el lugar de residencia): este
registro, que se realiza en el servicio de pasaportes del Ministerio del
Interior, es necesario para poder acceder a un determinado número de derechos
como obtención de un pasaporte, matriculación en los establecimientos de
educación superior, acceso a los cuidados médicos normales, obtención de la
nacionalidad, entre otros.
-el registro temporal: toda persona que permanezca en una ciudad más de
tres días debe registrarse en el servicio de pasaportes.
Tanto los ciudadanos rusos como los extranjeros están sometidos a este
sistema de doble registro; la ausencia de registro puede dar lugar a multas e
incluso a la expulsión de los extranjeros del país. Sin embargo, en la práctica
la mayoría de los refugiados o inmigrantes en Rusia, así como muchos migrantes
del Cáucaso del Norte tienen muchas dificultades para conseguirlos, en especial
en el caso del registro permanente. De hecho, el proceso implica que alquilan
de forma legal su vivienda y que el propietario acepta registrarlos en su
propiedad, lo que ocurre raras veces (si los propietarios aceptan alquilar a
los extranjeros, en la mayor parte de los casos es sin declararlos).
Vulnerables, los migrantes son las primeras víctimas de los controles
realizados por la policía según el aspecto físico, y de las extorsiones de
fondos para legalizar su situación. La existencia de agencias que realizan falsos
registros fomenta aún más la corrupción y protege sólo de forma parcial a las
personas que recurren a ellas.
Por añadidura, los extranjeros que desean vivir en el territorio ruso deben
asimismo obtener un permiso de residencia temporal, una vez que han presentado
toda una serie de documentos sobre justificación de ingresos, certificado de
salud, entre otros.
Desde el 15 de enero del 2007, se han establecido nuevos procedimientos
simplificados. Los recién llegados a Rusia ya no tienen que solicitar un
registro, simplemente deben informar al Servicio de las Migraciones o enviar un
formulario especial por correo. La obtención de un permiso de residencia
temporal también se ha simplificado, sólo se necesitan la tarjeta de migración
(que se entrega al pasar la frontera), un documento de identidad y un
certificado de sanidad. Este mismo permiso de residencia serviría como permiso
de trabajo.
Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) de defensa de los derechos
humanos saludan este cambio a un sistema de declaración única. Al mismo tiempo,
las multas que se aplican a las personas que no siguen estos trámites han
aumentado. Por otra parte, es difícil saber cómo estas nuevas normas serán
entendidas y aplicadas en la práctica y posteriormente será necesario realizar
una evaluación de la situación para comprender los efectos de estos
cambios. Sin embargo, las ONG rusas ya ponen de relieve el hecho de que estas
nuevas normas sitúan en una situación delicada a las personas que residen desde
hace años en Rusia y que se encontrarán en la misma situación que las personas
que acaban de llegar al país.
Permiso de trabajo
Aunque las autoridades rusas afirman haber facilitado desde enero del 2007
la entrada y la residencia de los extranjeros, el acceso de los migrantes
económicos al mercado de trabajo está por el contrario mucho más controlado. De
hecho, las nuevas leyes adoptadas y en vigencia desde enero del 2007 modifican
también el sistema de los permisos de trabajo. Hasta la fecha, existía un
sistema de cuotas de mano de obra extranjera para los nacionales de países a
los que Rusia exige un visado.
Desde el 15 de enero del 2007, las autoridades regionales y el gobierno
federal pueden establecer cuotas para todos los migrantes económicos, tomando
en consideración su ciudadanía, profesión y calificación. Para el 2007, estas
cuotas fueron fijadas en 6 millones de personas para los países con los que
Rusia ha establecido un sistema sin visado y a un poco más de 300.000 para el
resto.
Por otra parte, desde el 15 de enero del 2007, se tomaron medidas de
índole discriminatoria en el comercio al por menor. La proporción de
extranjeros que trabajaban en los mercados no debía superar el 40% y sin
derecho a vender alcohol o medicamentos. Para un futuro cercano se preveía que
los extranjeros ya no podrían trabajar bajo ninguna circunstancia en los
mercados.
Estatuto jurídico de los refugiados / desplazados internos.
En 1993, se votaron dos leyes, una sobre los “refugiados”, otra sobre los
“desplazados internos”: el término de desplazado designa a los ciudadanos rusos
que han abandonado su lugar de residencia debido a un conflicto de masas o por
otro motivo; mientras que el término de refugiado concierne a los nacionales de
otro país.
De hecho, sólo una parte de los migrantes forzados se han beneficiado de
estas leyes. La asociación Asistencia Cívica calcula que 4 millones de
migrantes forzados llegaron a Rusia entre 1992 y 2003, de los cuales 1.400.000
recibieron el estatuto de refugiado o de desplazado, aunque algunos de ellos
han perdido dicho estatuto posteriormente. Se debe tomar en consideración que
las personas que obtuvieron el estatuto son sobre todo de origen ruso.
Obtención
de la nacionalidad (ciudadanía rusa).
Según lo estipulado por la ley votada en 1992, los ciudadanos de la antigua
URSS que residían de forma permanente en Rusia en aquel momento, obtenían de
forma automática la ciudadanía rusa, de igual forma que los ciudadanos
instalados después de 1992 y que no poseían otra nacionalidad. En abril del
2002, se votó una nueva ley sobre las nacionalidades, a la que se añadirá en
junio del mismo año una ley sobre “la situación jurídica de los extranjeros”.
El problema surge a partir del momento en que para solicitar la naturalización,
es necesario estar registrado “en el lugar de residencia permanente” mientras
que muchos de los solicitantes cuentan únicamente con un registro temporal o ni
siquiera están registrado. Además, las personas que desean obtener la
nacionalidad rusa deben renunciar a su nacionalidad, un paso que muchos dudan
en dar. Así, aunque algunos cientos de miles de personas reciben la
nacionalidad rusa al año, otros miles siguen estando fuera del sistema. En el censo
del 2002, 400.000 personas fueron declaradas apátridas y 1.300.000 no pudieron
indicar su ciudadanía.
Las expulsiones
La situación jurídica de los migrantes es tan frágil que algunos de ellos
han visto cómo se les ha privado del estatuto que habían obtenido: privación
del estatuto de refugiado, del permiso de residencia o incluso de la
ciudadanía.
-En el marco de la campaña antigeorgiana del otoño 2006, algunos georgianos
vieron como su registro temporal o permanente, su permiso de residencia e incluso
la decisión de concederles la ciudadanía eran anulados. Decenas de georgianos
se encontraron en los centros de retención tras fallos judiciales expeditivos y
fueron expulsados a Georgia.
-Otra situación delicada es la de los refugiados uzbecos. Como Rusia
colabora estrechamente con el régimen autoritario uzbeco en la “lucha contra el
terrorismo “, decenas de personas acusadas de ser islamistas, miembros del
partido Hizbut-Tahrir, fueron condenadas en Rusia. También fueron expulsadas de
Rusia, incluso a veces una vez que se les había retirado su nacionalidad.
Migraciones y aumento de
la xenofobia y las discriminaciones
El otoño del 2006 se convirtió en un momento decisivo tanto desde el punto
de vista político como jurídico. Hasta ese momento numerosos informes y
artículos habían puesto de relieve los ataques y los asesinatos racistas de los
que eran víctimas los inmigrantes que trabajaban en Rusia, en particular en los
mercados, teatro de acciones colectivas violentas de grupos de skinheads o de otros
movimientos ultra-nacionalistas y militarizados, acciones que rara vez son
llevadas ante la justicia. Pero la política oficial del Estado ruso no era
abiertamente hostil a la inmigración. La situación se modificó con los
conflictos interétnicos en Kondopoga, en Carelia, en septiembre, y
posteriormente la crisis diplomática con Georgia, a finales de
septiembre-principios de octubre de 2006, que se constituyeron en pretexto para
el cambio de discurso y de política por parte de las autoridades rusas.
Desde entonces, comenzó a decirse abiertamente que los trabajadores
extranjeros son demasiado numerosos y se les designa como la causa principal de
la dificultad que tienen los rusos para encontrar trabajo, en especial en los
mercados, como lo muestra la nueva legislación. Un responsable del Servicio
federal de las migraciones ha expresado la voluntad de imponer un límite
importante a la inmigración de los “no rusos” al declarar que un porcentaje
mayor al 20% de inmigrantes significa que se ha superado el umbral de
tolerancia para la población “de pura cepa”.
Además de las dificultades para obtener una situación legal, los migrantes
se topan con numerosos problemas para encontrar una vivienda. Lo anuncios “sólo
para rusos” o “negros abstenerse” son múltiples. Por otra parte, la hostilidad
contra los inmigrantes es evidente; por mencionar sólo una cifra, una encuesta
del centro Levada realizada en noviembre-diciembre 2004 indicaba que el 58% de
las personas encuestadas aceptaban la idea de que la administración de su
ciudad o de su barrio prohibiera la residencia a las personas de origen
caucásico o a las personas originarias de Asia Central. En octubre del 2005, el
partido Rodina, en un anuncio electoral (finalmente prohibido), hacía un
llamamiento para “limpiar la basura de Moscú”, aludiendo a los
inmigrantes de cabello moreno.
El ambiente hostil generalizado en contra de los migrantes, alimentado en
particular por los medios de comunicación y los partidos políticos, se nutre
tanto de los estereotipos de la época soviética como de todos los que están
relacionados con las nuevas amenazas. Muy a menudo se acusa a los
migrantes de ser los responsables del aumento de la criminalidad, del tráfico
de drogas, de la perversión de la población rusa (“nos roban a nuestra hijas y
mujeres”), de vivir entre ellos, de no hablar su idioma, de no ser capaces de
integrarse.
En aras de la “higiene” se les acusa de ser una amenaza para la salud de la
población local (los inmigrantes en situación irregular no tienen acceso a los
servicios de urgencia). Se les acusa también de desequilibrar el mercado
laboral al aceptar salarios demasiado bajos y el mercado de los alquileres al
pagar demasiado por el alquiler de sus viviendas. El fenómeno de la mendicidad
aumentó de forma considerable a principios de los 90, se acusa a los
“extranjeros” de mendigos y de vivir a expensas de la población rusa, de no
trabajar. Se reprocha a los que trabajan de forma ilegal el no pagar impuestos,
el envío de divisas a sus países de origen y por lo tanto de perjudicar el
desarrollo de la economía.
Al mismo tiempo, se considera que la mayor parte de los inmigrantes trabaja
en el comercio. Vistos como minorías “que tienen éxito”, se les acusa de
favoritismo étnico y de clientelismo “contratando sólo a las personas del mismo
origen e impidiendo acceder al empleo a los rusos”, pero también de vender a
precios muy elevados mercancía de mala calidad. Con el establecimiento en enero
del 2007 de las cuotas que limitan la presencia de los extranjeros en los
mercados y que prohíben que vendan productos “peligrosos” (alcohol,
medicamentos), las autoridades dan crédito y legitiman aún más la idea de que
los extranjeros podrían pervertir a la población, poner en peligro la salud y,
por supuesto, ocupar el lugar de los rusos en el mercado laboral, tal y como lo
demuestran los discursos pronunciados tras los acontecimientos de Kondoponga.
Las violencias racistas
Desde hace años, las violencias cometidas por los skinheads y los
asesinatos racistas se multiplican. En el 2006 se registraron por lo menos 54
muertes por ataques racistas según el centro Sova. Dicho centro considera
que en el 2006, 520 personas fueron víctimas de ataques racistas, y precisa que
los datos no están completos. Según Amnistía Internacional, en el 2005 se
habían producido 28 muertes y 336 agresiones por motivos raciales.
Determinadas ciudades, como San Petersburgo o Voronej, se han convertido en
lugares en los que las agresiones y muertes ocurren de forma continua, ya se
trate de miembros de la etnia romaní o de personas originarias de Asia Central,
de otras partes de Asia, de África o del Cáucaso. El 21 de agosto del 2006, una
bomba estalló en el mercado Tcherkizovskiy en Moscú, matando a más de 10
personas e hiriendo a otras 50. Según las investigaciones, los terroristas
formaban parte de grupos nacionalistas y su objetivo eran los extranjeros
(especialmente de Azerbaiyán) que trabajaban en el mercado. Las víctimas no pueden
solicitar la protección de la policía (asimismo objeto de denuncias debido a
las discriminaciones o violencias racistas), ni la de la justicia, muy a menudo
especialmente clemente con los autores de los ataques racistas, quienes rara
vez son considerados como tales.
La campaña antigeorgiana que comenzó en el otoño de 2006 es un ejemplo, ya
que saca a la luz las prácticas de la policía o de la justicia, pero sobre todo
porque muestra cómo la política oficial rusa puede transformarse en una
política claramente racista. Esta campaña comenzó en octubre del 2006, poco
después de la teatral detención, por parte de las autoridades georgianas, de 4
oficiales rusos acusados de espionaje. A pesar de su liberación, Rusia
reaccionó cortando las conexiones postales, los ejes de carreteras y el tráfico
aéreo con Georgia y cesando la expedición de visados para los georgianos.
El presidente Vladimir Putin solicitó en ese momento que se fortaleciera el
control de los mercados con miras a proteger “los intereses de los productores
rusos y de la población rusa nativa” y denunció el control de los mercados por
parte de los grupos nacionales “de índole nacionalista”. En el país, la policía
se ha centrado en los comercios o empresas dirigidos por georgianos, controlando
o cerrando una gran parte de ellos. Las personas de origen georgiano instaladas
desde hace años en Rusia, donde han nacido, quienes en algunos casos poseen la
nacionalidad rusa y no se consideran de ninguna manera migrantes, se han
convertido, tanto al igual que los extranjeros “de pasaporte”, en el objetivo
de las prácticas represivas de las autoridades.
El Servicio Federal de las Migraciones ha declarado, además, que no
decretará más cuotas que autoricen a los ciudadanos georgianos a trabajar de
forma oficial en Rusia. La campaña estuvo acompañada por una amplia
propaganda en los medios de comunicación en contra de los apellidos de origen
georgiano; incluso en las escuelas se han establecido listas de niños con
apellidos georgianos, antes de que las autoridades federales mismas hicieran un
llamamiento a la moderación, pretextando los abusos de algunas autoridades
locales.
Conclusiones
En los últimos 20 años, Rusia ha sido protagonista de uno de los más
grandes movimientos migratorios de la contemporaneidad. En un principio, hasta
fines de los años 90, el país fue un destacado emisor, situación derivada de la
profunda crisis política, económica y social que siguió a la
desintegración de la Unión Soviética. Pero en la medida que se fue
logrando un aceptable nivel de orden y estabilidad y, sobre todo, de
recuperación económica facilitada por los altos precios de los hidrocarburos en
el mercado internacional, Rusia se fue tornando en país receptor de migrantes,
lo que ha contribuido a disminuir los efectos de la aguda crisis demográfica
que provocó la difícil situación de finales de los años 80 y de una buena parte
de los 90.
En la actualidad, el gigante euroasiático exhibe parámetros migratorios muy
similares a los de los países desarrollados occidentales. También existe
gran coincidencia con el Occidente en la política migratoria oficial, que se
caracteriza por ser notablemente selectiva y discriminatoria. En
Rusia, como en Europa y los Estados Unidos, estas políticas han conducido a la
violencia y la xenofobia contra los extranjeros, fomentando el auge y la
beligerancia de posiciones nacionalistas extremas.
Bibliografía:
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rusa de 2007 a 2008.
Colectivo de autores: Historia Universal del siglo XX ,Editorial
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Díaz Lezcano, Evelio: Breve Historia de Europa Contemporánea (1914-2001),
Editorial Felix Varela, La Habana, 2009.
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fría 1990-2008, Alianza Editorial, España, 2009.
Fuentes electrónicas:
Mateu G., A. “El nuevo reto europeo: la inmigración”,
en www.noticias.com
[1] El Servicio Federal de
Migraciones fue creado en 1992 y estuvo subordinado a varios ministerios hasta
que en el 2004 quedó bajo el mando del Presidente Vladimir Putin
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