Por Rogelio Sierra Díaz,
Viceministro de Relaciones
Exteriores de Cuba.
Compañera Isabel Allende,
rectora del Instituto de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”;
Compañero Adalberto Ronda,
director del Centro de Investigaciones de Política Internacional;
Estimados investigadores cubanos
y extranjeros participantes;
Distinguidos invitados y
colegas:
En la tarde de hoy ponemos
punto final a intensas jornadas de análisis, reflexión y debate de la III
Conferencia de Estudios Estratégicos “Transición hacia un nuevo orden
internacional: desafíos, amenazas y oportunidades” del Centro de
Investigaciones de Política Internacional, que en esta edición ha sido
auspiciada por el Instituto de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” y
el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
Los resultados de la
Conferencia han constituido un merecido homenaje al 50 aniversario de la caída
en combate del Comandante Ernesto Che Guevara y a la fundación de CLACSO.
Las intervenciones y paneles
especiales, unido a las más de 100 presentaciones realizadas en 30 paneles, han
constituido espacios por excelencia de examen, deliberación e intercambio en
problemas de gran prioridad y relevancia para la política internacional y las
relaciones internacionales actuales. Temas como la transición del orden
económico y político mundial, principales tendencias y escenarios; geoestrategia
y polos de poder regional y global; los conflictos y la paz mundial; los
Estados Unidos, política interna y exterior en la nueva administración; la reconfiguración
del mapa político de América Latina y el Caribe; los desafíos de los movimientos
sociales y fuerzas políticas progresistas y de izquierda, frente a la ofensiva
de la derecha internacional; la concertación, cooperación e integración
internacional y la geopolítica internacional, la comunicación y las nuevas
tecnologías de la información, articularon los valiosos intercambios entre los
participantes de esta III Conferencia.
Estas jornadas de debate y
análisis ofrecen elementos esenciales que contribuyen a la proyección y
ejecución la política exterior de la Revolución cubana.
La política exterior
de un Estado es el conjunto de decisiones públicas de un gobierno en función de
los intereses nacionales en relación con los demás actores del sistema
internacional. En ese sentido, la política exterior es la variable externa del
proyecto que toda Nación define en determinado momento de su desarrollo
histórico, conforme sus necesidades de desarrollo político, económico y social y
sus aspiraciones de paz y seguridad. Refleja la solidez del Estado, integrado como
Nación, con un gobierno estable y una soberanía depositada en los ciudadanos,
expresada por sus representantes por medio del interés nacional.
Ahora bien, la política exterior no puede
hacerse sin un profundo conocimiento de la realidad internacional en la que se
desenvuelve un Estado y sobre la que pretende influir. Solo así se pueden aprovechar
las oportunidades que se le presenten y enfrentar los desafíos que se le
interpongan. Y hay un vínculo indisoluble entre las luchas nacionales por
fundar una Nación y la búsqueda de caminos para su relacionamiento con el
mundo. Ese es el punto en que convergen teoría, práctica y esta importante conferencia
que clausuramos:
En Cuba,
desde el inicio de nuestras luchas por la independencia, junto con la
concepción de la República, nació nuestra política exterior. La diplomacia de
Carlos Manuel de Céspedes, como la de José Martí y otros dirigentes de la
guerra necesaria años después, se ocupó, principalmente, de obtener de los
países latinoamericanos el reconocimiento y apoyo a la beligerancia cubana.
El país que
nacía debería –al decir del Apóstol- "independizarse de España y Estados
Unidos e (…) impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan
por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre
nuestras tierras de América"[i].
Sin embargo, como recordó nuestro Raúl Roa García, aquel sueño patriótico y
martiano fue traicionado: “La oligarquía criolla arrastró a Cuba a dos guerras
mundiales, sacrificó su derecho a percibir un justo precio por el azúcar y
entregó sus riquezas naturales a la explotación de industriales y financieros
norteamericanos. En los congresos y conferencias internacionales, la voz y el
voto de los delegados cubanos eran puros regüeldos de las voces y votos de los
delegados norteamericanos. A tal grado llegó la incondicional adhesión de la
clase dominante a la política imperialista”[ii].
El triunfo
de la Revolución cubana en enero de 1959, a solo noventa millas de la potencia
más agresiva, poderosa y rapaz del sistema imperialistamundial, pero con una
genuina vocación emancipadora de liberación nacional y una indeclinable
voluntad de convivencia y paz, convirtió a la nación cubana en vanguardia
indoblegable e invencible de los pueblos de América Latina, África y Asia.[iii]
Gracias
también al entorno internacional de la época, Cuba pudo iniciar una política
exterior independiente y ampliar y diversificar sus relaciones internacionales
sobre la base de principios cardinales de derecho internacional, la no
injerencia en los asuntos internos de los Estados, el respeto irrestricto a la
soberanía y a la igualdad soberana de estos, el apoyo a la lucha de los pueblos
por su liberación nacional, la solidaridad y la cooperación para el desarrollo,
así como el fomento de la paz.
Estas
circunstancias y el devenir de la propia Revolución condujeron a que la
política internacional del Estado cubano abrazara, junto con sus propias raíces
históricas, la concepción marxista que relaciona el desarrollo histórico con la
lucha de clases. Esa lucha de clases actúa, tanto a nivel local —en el seno de
las sociedades nacionales—como en la esfera internacional[iv];
así como se encuentra condicionada por la posición geoestratégica y geopolítica
de nuestro país en el mapa político del mundo y por la naturaleza de las
relaciones que dimanan de ese hecho.
Esa política
internacional es la que hizo brillar a Cuba en la batalla diplomática de Playa
Girón y desde los días luminosos y tristes de la Crisis de Octubre, al decir
del Che. Fue la que nos llevó a fundar el Movimiento de Países No Alineados a
la vez que apoyábamos el socialismo soviético y las luchas anticoloniales en
África, el Medio Oriente y Asia. Con esa política exterior apoyamos las luchas
de liberación nacional en América Latina y el Caribe, quebramos el aislamiento
que se nos quiso imponer y construimos ese formidable valladar que cada año
constituyen los cientos de votos que en Naciones Unidas se opone al bloqueo
económico, comercial y financiero de Estados Unidos.
Pero los
tiempos cambian y, como se afirma en el lema de convocatoria de esta
conferencia, vivimos hoy en un mundo que transita
hacia un nuevo orden internacional. En ese mundo existen inmensos desafíos y
amenazas para nuestro país pero, al mismo tiempo, hay oportunidades que esperan
por nosotros.
El contexto nacional e internacional que enfrentamos hoy es muy complejo.
Persisten de modo creciente las contradicciones de un orden global económico y político en crisis. Son
extremadamente pobres 700 millones de
personas[v];
21 millones son víctimas de trabajo forzoso[vi]; 758 millones de adultos
son analfabetos[vii];
815 millones de personas padecen hambre crónica[viii] y hay 22,5 millones de
refugiados[ix]. Se agravan las tragedias
humanitarias asociadas a los flujos de migrantes y su número crece en un orden
económico y político internacional claramente injusto y proliferan políticas
excluyentes y xenófobas que violan los derechos humanos de millones de personas
y no resuelven los problemas del subdesarrollo.
La
postmodernidad, la globalización neoliberal y la transnacionalización e
internacionalización de las economías, han producido sociedades mucho más
abiertas y fragmentadas, cuyos gobiernos, fuerzas políticas y liderazgos se
desacreditan constantemente por defraudar a los pueblos y no corresponder sus
aspiraciones de convivencia, bienestar y justicia.
El
imperialismo, las oligarquías y los fundamentalismos de toda clase han generado
crecientes amenazas a la paz y a la seguridad internacionales, guerras no
convencionales y de intervención, y peligros para la sobrevivencia de la
especie humana. Los gastos militares ascienden a 1,7 millones de millones de
dólares[x]. Seis megacorporaciones
–cinco son estadounidenses- controlan la cultura, la información, las ideas y
los sentimientos que circulan entre todos los habitantes de este planeta.
Entretener, confundir y manipular con noticias caóticas es el nuevo opio de los
pueblos.
En
ese contexto, se hacen más notables las que han sido, son y seguirán siendo las
columnas vertebrales de nuestra proyección internacional: la defensa
irrenunciable de los principios del derecho internacional, de los valores
humanistas y de la paz; la práctica del internacionalismo, el antiimperialismo,
la solidaridad y la lucha por unidad entre los países del casi olvidado Tercer
Mundo, en particular, entre los de América Latina y el Caribe. En nuestro caso,
como nos enseñó el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro: “La
lucha tiene que venir primero e inmediatamente detrás de la lucha vendrá con
ímpetu creciente la conciencia revolucionaria”.[xi]
Siendo
leales a Fidel, si hoy es muy elevada nuestra conciencia antiimperialista, si
nuestro país fue capaz de enfrentar con la frente en alto un complejo proceso
negociador con Estados Unidos en busca de una convivencia respetuosa y
civilizada entre las dos naciones, por el bien de sus pueblos, ello fue posible
por esa acertada combinación de principios, lucha y conciencia.
Toda
nuestra historia de más de doscientos años como pueblo y casi 150 como
república revolucionaria, ha estado plagada del acoso y de los actos de
agresión y subversión de Washington. Ni siquiera hubo tregua durante los dos años
transcurridos desde el restablecimiento de relaciones diplomáticas y la apertura
de embajadas en ambos países. Y no hay el menor asomo de paz ahora, cuando los
vínculos entre ambos Estados se encuentran en franco retroceso, determinado por
la decisión política del actual gobierno estadounidense de regresar a su
fracasada estrategia de rendir y derrotar a Cuba.
El
cambio de política anunciado el pasado 16 de junio en Miami, en medio de un
coro de terroristas, exmercenarios y bandoleros políticos, y los recientes y
poco creíbles incidentes con diplomáticos estadounidenses en La Habana, hasta
sus recientes, precipitadas e injustificadas decisiones de reducir
significativamente el personal de su Embajada en La Habana y ordenar el retiro
de 15 funcionarios de la Embajada de Cuba en Washington, evidencian el escaso
arsenal de recursos de la diplomacia estadounidense y la torpeza política del
grupo en el poder en los Estados Unidos para conducir su política exterior de
esa potencia mundial hacia nuestra pequeña isla.
No
lo decimos nosotros. Hasta sus aliados de gobiernos imperialistas y
oligárquicos apuntan a que el gobierno de Estados Unidos persiste en los mismos
objetivos de la fracasada y obsoleta política, anclada en la Guerra Fría, que
llevó a 11 presidentes a mantener un bloqueo que nos ha causado daños valorados
en 882 mil millones de dólares, y que los convirtió a ellos en cómplices de crueles,
inhumanas y masivas violaciones de los derechos humanos de todo un pueblo, pese
al reclamo universal por eliminarlo, y con la oposición de la mayoría de los estadounidenses
y de los cubanos residentes en ese país.
El 77% de la población cubana ha
nacido y vivido toda su vida bajo los efectos del bloqueo y no es un simple
dato. Tres generaciones de cubanos hemos sufrido solo por haber elegido vivir
en el país y bajo el sistema político, económico, social y cultural que
libremente nos dimos.
Incluso
en estos años de diálogo y de relaciones, el bloqueo continuó fortaleciéndose,
con marcado y creciente carácter extraterritorial, en particular en el ámbito
financiero, a través de impedimentas a las empresas extranjeras para invertir
en Cuba, de sabotajes a la cooperación internacional, de boicot al turismo, de persecución
a las transacciones financieras internacionales cubanas y de multas
extraordinarias, insólitas, impuestas a bancos y empresas, fundamentalmente
europeas, por mantener relaciones económicas soberanas con Cuba. Por ello,
derrotar el bloqueo seguirá siendo por muchos años más la batalla principal de
la política exterior cubana.
Pero
la batalla contra la política de Estados Unidos no se agota en nuestra lucha
nacional. En América Latina y el Caribe está en marcha una ofensiva que
enfrenta a las derechas proimperialistas y oligárquicas con los gobiernos,
organizaciones, pueblos y líderes revolucionarios y progresistas. Nuestra
opción es seguir apoyando a la Revolución bolivariana y chavista, al presidente
Maduro y su gobierno y la Unión Cívico Militar. No tenemos mejores armas que la
solidaridad, el compromiso y el rechazo a las pretensiones de aislar a
Venezuela.
Y
así como defendemos a Venezuela, cerramos filas con nuestros hermanos del
ALBA-TCP, con las entrañables naciones insulares del Caribe y con las minorías
nacionales que en Estados Unidos son víctimas de la xenofobia, el racismo y la
exclusión social. Seguiremos alentando el proceso de paz en Colombia.
Reafirmamos nuestro apoyo a la independencia de Puerto Rico[xii]
y reivindicamos el legítimo reclamo argentino de soberanía sobre las Islas
Malvinas, Sandwich del Sur y Georgias del Sur.
Queremos un mundo plural, diverso y
democrático, sin hegemonismos ideológicos ni culturales, donde el acceso a los
avances del progreso, como la Internet, sea un bien común y no una nueva
herramienta de sometimiento. Nos oponemos a la imposición de intereses neocolonialistas
y neoliberales que obstaculicen nuestras metas políticas y económicas. Estamos
dispuestos y tenemos que ser capaces de generar contenidos que contrapongan el
humanismo y nuestros valores a las ideas de la desunión, la alienación, la
desesperanza y la sumisión que nos tratan de imponer. Batallaremos convencidos
de que un mundo mejor siempre es posible.
Así
ha sido, así es y así será siempre. Una mirada rápida en nuestra historia
reciente nos permite recordar la consecuencia entre lo que proclamamos y
hacemos: cuando la Revolución cumplía solo dos años, en 1961, Cuba ya asistía a
los revolucionarios argelinos que combatían a los colonialistas franceses. En
mayo del 63 una misión médica con 55 personas llegaba a Argelia para establecer
un programa de salud pública. Más tarde, en octubre del propio año, un
contingente de 683 combatientes arribaba a la tierra de Ben Bella, cuando la
joven República Argelina era amenazada por Marruecos.
En
diciembre de 1964, el Guerrillero Heroico viajó al África en un periplo que
abarcó Guinea Bissau, Mozambique, Congo y Angola. En abril de 1965 una columna
cubana comandada por el Guerrillero Heroico se infiltró en el entonces Congo
Belga, a través de Tanzania, y en agosto se le sumó otra columna al Congo,
dirigida por Rolando Quindelán y Jorge Risquet. Luego vinieron la batalla
decisiva contra el apartheid y la opresión racial en África, que tuvo en la
liberación de Angola y la defensa de la integridad territorial de Etiopía, dos
de sus expresiones más relevantes.
Ese
mismo ánimo precedió la declaración de abrir todos los aeropuertos de Cuba a
los aviones de Estados Unidos cuando el atentado terrorista del 11 de
septiembre de 2001. Fue el que animó el surgimiento en 2005 del Contingente
Internacional de Medicina “Henry Reeve”, cuando el huracán
Katrina asoló a Nueva Orleans. Los médicos cubanos, antesala de nuestros
diplomáticos, han llegado a lugares entrañables como Haití, Chile, Ecuador, Perú,
incluso antes de tener relaciones, como ocurrió en El Salvador; o más
recientemente en México, Antigua y Barbuda y Dominica. También se les ha visto
en sitios lejanos y remotos como las cumbres del Himalaya en Pakistán o China, las
playas borradas por un tsunami en Indonesia y Sri Lanka, y hasta en entornos
precarios donde galopaba el ébola, en Sierra Leona, Guinea Conakry y Liberia. Con
los médicos también han llegado rescatistas, alfabetizadores, maestros, artistas,
constructores, electricistas.
Quiero
destacar que en todos esos casos, han viajado también miles de médicos para
atender a la población, en las más adversas circunstancias, subrayando la
profunda vocación humanista de nuestras misiones internacionalistas.
Y
junto con todos ellos, en Naciones Unidas y en otros foros internacionales, en
capitales y plazas, en parlamentos y confundidos entre el pueblo, nuestros
diplomáticos han defendido, a viva voz y a veces a riesgo de expulsión y de su
vida, los derechos de los pueblos a luchar por su liberación y a recibir la
solidaridad de quienes como nosotros, la hemos ofrecido siempre.
¡Qué
no ha hecho y qué no está dispuesta a hacer Cuba por sus hermanos del mundo!
Cuba, que da lo poco que tiene y a la que nada sobra; que no pide a cambio nada
más que la gratitud de los pueblos.
Por
eso, aquí, la política exterior no es solo una política del Estado, sino que se
ha convertido en una práctica social y política que tiene un componente
cultural y humanista presente en cada individuo. Esa actuación en los cubanos
se ha legitimado a través de los años y ha transformado a nuestra política
exterior en una acción ajena a las élites y a las entelequias con que a veces
se amarra a la diplomacia. La ha convertido en una política de pueblo.
De
ahí que, cuando en diciembre de 1975 se celebró el Primer Congreso del Partido
Comunista de Cuba, la Resolución sobre política internacional recogió en una
apretada síntesis una definición que expresa esa vocación martiana y guevarista
de reconocer la Patria en la Humanidad, presente en la nueva diplomacia: “Cuba
–decía el documento-, consciente de que sus objetivos históricos coinciden con
los del conjunto de los pueblos, al realizar la política exterior, subordina
sus intereses a los intereses generales de la victoria del socialismo y el
comunismo, de la liberación nacional de los pueblos, de la derrota del
imperialismo y de la eliminación del colonialismo, el neocolonialismo y toda forma de explotación y
discriminación de hombres y pueblos”.[xiii]
El
destacado politólogo italo-norteamericano, Piero Gleijeses, estudioso de la
política exterior cubana y un asistente asiduo de nuestros debates
internacionales, expresó al respecto: “Yo no conozco a ningún otro país para el
cual el altruismo haya sido un componente tan clave de su política exterior. Yo
no conozco a ningún otro país más que Cuba que por tantos años, contra vientos
y mareas, haya demostrado tanta generosidad y valentía en su política exterior”.[xiv]
Pero
como decía antes, nos movemos en un mundo en transición al que requerimos
incorporar nuestras no pocas y exitosas experiencias de resiliencia, aprendidas
de enfrentar los huracanes, de encarar el bloqueo y derrotar al terrorismo y
las agresiones. La polarización y las desigualdades, la construcción y
destrucción de correlaciones, la puja de las revoluciones por nacer y la de la
contrarrevolución por abortarlas marcan, según los debates que aquí han tenido
lugar, estos nuevos tiempos.
Por
ello se nos exige alcanzar una rara combinación de amplitud cognitiva,
diversidad de enfoques, flexibilidad en el análisis y prudencia estratégica en
el pensamiento con imprescindibles fidelidad, principios inconmovibles, razonamientos
profundos, firmeza ideológica y rapidez pública en nuestras respuestas.
Pudiéramos decir que son algunas de las brújulas que hoy mueven nuestra
proyección externa, consecuente con nuestra cultura de mambises y guerrilleros,
con nuestra historia revolucionaria y adecuadas inteligentemente a los nuevos
tiempos, pero ancladas firme y coherentemente en valores y pilares que han
conducido nuestra actuación internacional y que han determinado el éxito de la
Revolución y su capacidad de resistir, como siempre recordaba Fidel.
Esa
es también la lección aprendida de la vida, la palabra y la acción del hombre
que hace 50 años se inmortalizó en las cumbres bolivianas: el comandante
Ernesto Che Guevara, cuyas palabras, citando la II Declaración de La Habana,
siguen resonando como un eco en el gran salón plenario de las Naciones Unidas.
Es
la lección aprendida de aquellos diplomáticos nuestros que en Nueva York, en
Madrid, en Buenos Aires, en Lisboa y en otros lugares, murieron o fueron
heridos a consecuencia de actos terroristas por ser defensores de una verdad
que no acepta dobleces ni traiciones.
Como
todos ellos, continuaremos, entonces, garantizando la aplicación de nuestro
máximo interés nacional: la salvaguarda de la Revolución, la defensa del latinoamericanismo
frente al panamericanismo y la lucha contra todos los hegemonismos. Las
históricas conquistas alcanzadas con las luchas de nuestros pueblos han sido
resultado de la unidad de las fuerzas de izquierda y progresistas del
continente. Por ello trabajamos contra todo lo que las pretenda dividir, agrupadas
en el Foro de Sao Paulo, con un programa de acción que es un Consenso de
Nuestra América, para actuar desde posiciones independientes, de modo unitario
y con voz propia.
Seguiremos
defendiendo como plataforma indispensable, la Proclama de América Latina y el
Caribe como Zona de Paz, basada en el respeto de los principios y normas del
Derecho Internacional y de la Carta de las Naciones Unidas. Es permanente nuestro
compromiso con la solución pacífica de controversias a fin de desterrar para
siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza de nuestra región; con el
estricto cumplimiento de su obligación de no intervenir, directa o
indirectamente, en los asuntos internos de cualquier otro Estado y observar los
principios de soberanía nacional, la igualdad de derechos y la libre
determinación de los pueblos; de fomentar las relaciones de amistad y de
cooperación entre sí y con otras naciones, independientemente de las
diferencias existentes entre sus sistemas políticos, económicos y sociales o
sus niveles de desarrollo; de practicar la tolerancia y convivir en paz; de
respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema
político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar
la convivencia pacífica entre las naciones; de continuar promoviendo el desarme
nuclear como objetivo prioritario y contribuir con el desarme general y
completo, para propiciar el fortalecimiento de la confianza entre las naciones.
Estimados compañeros:
Al
agradecerles su presencia y sus valiosas ideas y razones, la vehemencia y
argumentación con que las han expuesto en estos tres días de fecundos
intercambios, les aseguro con absoluta honestidad que ellas nutren nuestro
arsenal de diplomacia revolucionaria y nos ayudarán a entender mejor el mundo y
las formas de transformarlo para el bien común de todos los seres humanos.
Nunca
olvidamos que nacimos de una gran revolución. Fue la revolución y el liderazgo
indiscutible de su líder Fidel Castro, los que permitieron hacer y conducir
nuestra política exterior y construir sus herramientas y órganos que, como el Ministerio de
Relaciones Exteriores, surgido el 23 de diciembre de 1959, constituyeron el
reflejo de una nueva época. Gracias a esa misma revolución, un intelectual, un
académico y un revolucionario de siempre, Raúl Roa García, fue designado
Ministro, puso los cimientos de esta casa y su sentido de vivir y servir, por
lo cual el pueblo, siempre sabio, lo calificó de Canciller de la Dignidad, por
haber elevado esa virtud al rango de atributo de una nueva diplomacia.
Por
él, por el Che, por Fidel, quienes siempre están con nosotros, y por nuestros
hijos y nietos, nosotros, los que hoy respondemos por nuestro pueblo ante el
mundo, seguiremos honrando los ideales y principios de esa política exterior
independiente, soberana, creativa y solidaria con la que jamás hemos agredido a
nadie y que solo ha procurado los anhelos más caros y legítimos de los cubanos
y de todos los pueblos del mundo.
Muchas
gracias.
[ii] Roa, Raúl: Política
exterior de la Nación cubana. Octubre de 1968. Antología del pensamiento
crítico cubano contemporáneo, Buenos Aires: CLACSO, septiembre de 2015.
Descargado de Internet el 9 de octubre de 2017: http://www.minrex.gob.cu/es/politica-exterior-de-la-nacion-cubana
[iii] Roa, Raúl: Op. Cit.
[iv] Rodríguez, Carlos R.
Fundamentos estratégicos de la política exterior de Cuba, en Cuba Socialista, Nº 1, Comité Central del
Partido Comunista de Cuba. La Habana, Diciembre1981, pp. 10-33.
[v] FAO: Informe El
futuro de la alimentación y la agricultura: Tendencias y desafíos, publicado en
2017.
[vi]OIT Datos 2017.
[vii] UNESCO: Tercer
informe sobre el Informe de la FAO El futuro de la alimentación y la
agricultura: Tendencias y desafíos, publicado en 2017.
[viii] FAO: Op. Cit.
[ix] ACNUR: Informe Tendencias Globales:
Desplazamiento forzado en 2016.
[x] Stockholm International of Peace Research Institute (SIPRI): World military expenditures Report. Descargado de
Internet el 6 de octubre de 2017 en https://www.sipri.org/sites/default/files/Trends-world-military-expenditure-Data
[xi] Ariet, María del C.:
2005. El pensamiento político de Ernesto Che Guevara. Editorial Ocean Sur,
2005.
[xii] Discurso del
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl
Castro en el Séptimo Congreso del Partido Comunista de Cuba, 16 de abril de 2016
[xiii] Partido Comunista de
Cuba: Resolución del 1er Congreso del PCC sobre Política Internacional.
Descargado de Internet el 6 de octubre de 2017 en http://www.pcc.cu/cong1.php
[xiv]Gleijeses,
Piero: El
altruismo cubano es el más notorio de la historia moderna. Descargado de
Internet el 6 de octubre de 2017 en http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2015-06-19/el-altruismo-cubano-es-el-mas-notorio-de-la-historia-moderna/
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