MSc Enrique R. Martínez Díaz
Investigador CIPI, Cuba
Cada año, al comienzo del
otoño en el hemisferio norte del planeta, la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas realiza un período de sesiones (en este
caso le corresponde el número 72), en la
cual muchos jefes de estado, de gobierno u otros altos dignatarios de la mayor
parte de las naciones miembros de esa organización se personan e intervienen
ante el plenario, exponiendo sus consideraciones y criterios respecto a los principales problemas que
aquejan a nuestro planeta.
A las 10:04 minutos del día
19 de septiembre comenzó su discurso Mr. Donald John Trump, presidente de los
Estados Unidos de América, la mayor potencia militar y económica del planeta.
Pocas veces se ha escuchado un discurso tan lleno de prepotencia y desprecio a
la inteligencia de los seres humanos como el pronunciado por tan nefasta figura
política.
Su prepotencia y lenguaje
politiquero lo llevó a fanfarronear sobre los supuestos logros económicos de su
gobierno. Tales exageraciones pueden ser fácilmente corroboradas consultando
los reportes de las principales instituciones y tanques pensantes dedicados al
estudio de la economía mundial e incluso en los propios Estados Unidos, que no
son para nada tan exitosas como los presenta el multimillonario actual
inquilino de la Casa Blanca. Basta leer las previsiones del Fondo Monetario
Internacional para los años 2017 y 2018, que no se acercan a las promesas de
Trump de crecimiento económico; igualmente, la tendencia a la reducción del
desempleo, que llegó a 4,4 en Junio de 2017, no comenzó con el gobierno de
Trump, sino que viene manifestándose desde 2014. La mayor parte de las
encuestas dicen que su popularidad ha caído hasta el 36% en su propio país.
(aunque no es menos cierto que muchas de estas encuestas fallaron durante las
elecciones).
El señor Trump se dio el
lujo de alardear, ante los presentes, no solo del conocido poderío militar de
su país, si no sobre el notable incremento de los gastos militares que harán a
partir del comienzo del nuevo año fiscal (unos 700 millones de dólares, casi 80
mil millones más que el presupuesto del año anterior). Es casi risible, si no fuera por lo trágico que realmente es,
ver como el principal funcionario de un país que gasta casi el 40% del dinero
que se invierte en todo el planeta en armas, incluyendo que su gasto militar es superior a lo que
invierten los nueve países que le siguen en ese nada honorable “ranking”, alardea
acerca que gastarán mucho más dinero en incrementar su poderío militar, con la
evidente intención de amedrentar a sus eventuales adversarios y al resto del
planeta.
Durante su discurso repitió
muchas veces la palabra soberanía, pero al parecer, o Mr. President es muy ignorante en asuntos internacionales, o está
muy mal asesorado. El respeto a la soberanía de los estados es en un principio
de la Carta de las Naciones Unidas, y para ello, en el Artículo 2, acápite 1, se establece que “La Organización
está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus miembros”[i]. Quiere decir que la
intromisión en los asuntos de otras naciones, las amenazas y las agresiones van
contra el espíritu de la Carta de las Naciones Unidas; y en ello, el historial
de los gobiernos norteamericanos no es nada ejemplificante.
El presidente norteamericano
fue sumamente irrespetuoso con el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, si se
tiene en cuenta que para pertenecer a la misma se requiere el apoyo de una
mayoría de los miembros de la ONU; amén de que su país no es precisamente el
más indicado para señalar con el dedo a los supuestos violadores de derechos
humanos en el mundo, dado los múltiples casos de racismo y de ultrajes a las
mujeres, la violencia, los asesinatos, la mayor densidad de drogadictos en el
mundo, etc, que tipifican a esa nación.
Sus bravatas y amenazas
contra el gobierno de la República Democrática Popular de Corea no deben haber
sido bien vistas incluso entre sus aliados más cercanos; un político
responsable y seguro de su fuerza no usa amenazas tan groseras como la de
destruir una nación entera, y mucho menos endilga nombretes a un jefe de
estado, no importa si simpatice o no con él. De seguro sus propios aliados en
la región no se sentirán seguros con tales aseveraciones; cualquiera puede observar cual es la
situación actual del Medio Oriente después de las intervenciones
norteamericanas; nada asegura que desatar una guerra en la península coreana no
convierta esa región en un infierno, cuyas llamas se extenderían a los países
vecinos, y quién sabe hasta dónde, y hasta cuándo. Sin contar que debería tener
en cuenta cuanto han contribuido los gobiernos de su país a mantener la crítica
situación en la península coreana, con su sostenida presencia militar, sus
constantes y amenazantes ejercicios militares y sus sabotajes abiertos a las
conversaciones de paz.
Las amenazas a Irán y las
acusaciones de apoyar al terrorismo omiten el hecho de que muchas de las
organizaciones terroristas que actualmente existen en el Medio Oriente tienen
su origen en la etapa en que los gobiernos norteamericanos apoyaban a los
llamados “luchadores por la libertad” contra las fuerzas militares soviéticas en
Afganistán; olvida también que nunca ha denunciado el terrorismo de estado
aplicado por el gobierno de Israel contra los palestinos (Remember Sabra y Shatila, MrTrump.). Y sería bueno preguntarle al
presidente estadounidense si sabe quién financió al ISIS, al menos en sus
etapas iniciales.
Sus críticas al tratado
nuclear con Irán son irrespetuosas y ponen en muy mala posición a la
Organización Internacional de Energía Atómica,
a varios de sus aliados europeos, a Rusia y a China; ¿es posible que
estos gobiernos sean tan cándidos e incapaces que hayan podido ser engañados
con facilidad por los iraníes? (sin olvidar que también habían expertos
norteamericanos en esa negociación, seguramente muy calificados). El señor
Trump debiera saber que muchos en el mundo recuerdan con claridad como otro
presidente norteamericano, tan lleno de soberbia como él, se dio el lujo de
descalificar a los expertos de la OIEA e invadió Irak bajo el pretexto de la
existencia de unas armas de destrucción masiva que jamás aparecieron. Y todos conocen
las consecuencias de tal acción, que aún hoy padece esa nación.
Las acusaciones y amenazas
contra el legítimo gobierno de Venezuela se enmarcan la clara política de
desestabilización en que se ha empeñado Washington, aplicando las concepciones
de un “Conflicto Híbrido”, que incluyen apoyo a la disidencia interna, acciones
de servicios especiales, una feroz propaganda, sanciones económicas, amenazas
militares y otras muchas acciones.
Y claramente, no podía dejar
el presidente norteamericano de satisfacer a sus aliados del estercolero de
Miami y de su dilecto amigo el Senador Marcos Rubio, profiriendo calificativos
contra el gobierno de Cuba que otras circunstancias pudieran costarle el puesto
a cualquier funcionario de un gobierno medianamente decente; ¿se sometería el
presidente norteamericano a un juicio en el cual pudiera presentar pruebas de
corrupción contra los gobernantes de la República de Cuba? Y no olvidar su
declaración de mantener el bloqueo contra Cuba, a pesar de la repulsa de más de
191 gobiernos en esa misma ONU.
Tampoco es buena la memoria
del honorable presidente y la de los que le escriben sus discursos; su reunión
con los líderes musulmanes en Arabia Saudita no fue el año pasado (In Saudi Arabia early last year, I was greatly
honored to address the leaders of more than 50 Arab and Muslim nations.),
sino este año 2017, justamente en Mayo, y no el año pasado, cuando aún no era
presidente.
Resumidamente, en este
discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas el actual presidente de Estados
Unidos demostró su prepotencia e ignorancia, y justificó los criterios de
quienes lo consideran una real amenaza para la paz mundial. Un Mundo Mejor es
Posible!
[i]Carta de
las Naciones Unidas y Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, Naciones
Unidas, New York, 1991, pág 4
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