La necesidad de
“pensar la paz” y el desarme.
Por Leyde E. Rodriguez Hernández
En las últimas décadas, la política exterior de Cuba, en
múltiples tribunas internacionales, ha expresado su preocupación por la
parálisis de la agenda multilateral de desarme, mientras los gastos militares, en
todas las regiones del sistema internacional, han seguido aumentando de manera desproporcionada,
después de la desaparición de la confrontación Este-Oeste, conocida en la
historiografía contemporánea con la metáfora de “guerra fría”.
A pesar del proclamado fin de ese conflicto en las
relaciones internacionales, existen actualmente en el planeta unas 25000 armas
nucleares, más de 12000 de ellas listas para ser empleadas de inmediato por
fuerzas aliadas o antagónicas. Tampoco fueron detenidos los programas de modernización de las
armas nucleares, aún cuando es ampliamente conocido el peligro mortal que éstas
representan para la supervivencia de la Humanidad.
Para tener una idea, los Estados Unidos, que
constituyen el principal inversionista en armamentos, aumentó sensiblemente los
gastos militares después del 11 de septiembre de 2001, en más de 661 mil
millones de dólares en el año 2009, - en el 2012 sobrepasan los 750 mil
millones de dólares- como resultado de los cambios operados, en septiembre de 2002,
en su doctrina militar y en su estrategia de seguridad nacional, en el contexto
de la costosa intervención militar en Iraq y de la “guerra contra el
terrorismo”, cuyas concepciones sostuvieron la posibilidad del uso de las armas
nucleares en caso de que un escenario militar desfavorable a los Estados Unidos así lo exija.
Según el Instituto Internacional de Investigaciones
para la Paz de Estocolmo (SIPRI, según sus siglas en inglés), el incremento de
los gastos militares es un factor que por sí solo genera desconfianza y
legítima preocupación internacional. Se estimó que el gasto militar global total
en 2009 fue de 1531 billones de dólares. Esto representa un incremento del 6
por ciento en términos reales respecto a 2008, y de un 49 por ciento desde el
año 2000. El gasto militar comprendió aproximadamente el 2.7 por ciento del
producto mundial bruto global en 2009, una tendencia que se conserva hasta la
actualidad.
Se ha enfatizado que resulta contraproducente que el
gasto militar mundial continúe superando con creces los fondos dedicados a
cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La Humanidad debería enfrentar
cuanto antes esas realidades con urgentes acciones.
Ante esta problemática, Cuba reiteró, en los últimos
años, en foros internacionales su propuesta de crear un fondo manejado por las
Naciones Unidas, al cual se destinarían al menos la mitad de los actuales
gastos militares, para atender las necesidades del desarrollo económico y
social de los países necesitados.
En cuanto a las armas nucleares no hay dudas que
representan un grave peligro para toda la especie humana y que miles de ellas
"se encuentran listas para ser empleadas de inmediato”. Cuba siempre ha
reafirmado la histórica posición del Movimiento de Países No Alineados de que
el desarme nuclear es, y debe seguir siendo, la más alta prioridad en la esfera
del desarme. Al tratarse de la supervivencia de la especie humana y de la
preservación del planeta, la relevancia del desarme nuclear no debería ser
ignorada o minimizada por las grandes potencias, así como por todos los países
poseedores hoy de esas terribles armas de destrucción masiva.
El
4 de noviembre de 2002, Cuba depositó, en Moscú, el instrumento de su adhesión
al Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). En el momento de
la adhesión, el gobierno cubano reiteró su posición de principios de que las
doctrinas militares sustentadas en la posesión de las armas nucleares son
insostenibles e inaceptables, a la par de que a ningún Estado o grupo de Estados
debe permitírsele el monopolio de las armas nucleares ni su desarrollo
cuantitativo y cualitativo.
La
diplomacia cubana estima que la única forma de superar los vicios de origen del
TNP y su esencia selectiva y discriminatoria, es cumpliendo el objetivo de la
eliminación total de las armas nucleares, que garantizará la seguridad de todos
los Estados por igual. Asimismo, ha denunciado las conocidas pretensiones de algunos
Estados que promueven un enfoque de no proliferación selectivo, donde el
problema no radica en la existencia de las armas nucleares, sino en la “buena”
o “mala” conducta de quien las posee”, por lo que La Habana ha rechazado
categóricamente la aplicación selectiva del Tratado de No Proliferación Nuclear
(TNP); considerando, además, que las obligaciones contraídas en materia de
desarme nuclear y el uso pacífico de la energía nuclear no pueden continuar
siendo relegadas en el marco de ese Tratado.
Un aspecto esencial para Cuba es su firmeza por el
respeto al derecho inalienable de los Estados al uso pacífico de la energía
nuclear, bajo la estricta observancia de los compromisos contraídos en virtud
del TNP. En ese sentido, la Isla ha abogado por la conclusión de un instrumento
universal, incondicional y jurídicamente vinculante sobre garantías de
seguridad para los Estados que no posean armas nucleares, porque, en apego a la
verdad, es la falta de voluntad política de las principales potencias mundiales
lo que impide un debate sobre estos temas cruciales para la preservación de la
paz y la vida en nuestro planeta.
América Latina y el
Caribe: zona libre de armas nucleares
El
Tratado de Tlatelolco tiene como objetivo el establecimiento de una zona libre
de armas nucleares en la parte del Hemisferio Occidental que comprende a los
países latinoamericanos y caribeños. Con la ratificación de Cuba, dicho Tratado
entró en vigor en toda su área de aplicación, y se declaró a América Latina y
el Caribe como la primera zona habitada de la Tierra completamente libre de
armas nucleares.
Entre
las obligaciones del Tratado se incluyó la prohibición del ensayo, el uso, la
fabricación, la producción o la adquisición de toda arma nuclear. También prohíbe
el recibo, el almacenamiento, la instalación, el emplazamiento o cualquier
forma de posesión de estas armas.
Cuba,
cuando firmó el Tratado de Tlatelolco el 25 de marzo de 1995, expresó su
voluntad política y el compromiso en relación con la aplicación de ese
instrumento jurídico. Fue esencialmente un acto de solidaridad con los países
de América Central y el Caribe, a pesar de que los Estados Unidos, única
potencia nuclear en las Américas, sostenía –mantiene todavía en el 2012- contra
Cuba una política de hostilidad, con un permanente bloqueo económico, comercial
y financiero, refuerza su campaña mediática contra el país y mantiene por la fuerza,
y en contra de la voluntad del pueblo cubano, la ocupación ilegal de una parte
del territorio nacional en Guantánamo,
Al
momento de ratificar el Tratado de Tlatelolco, estos obstáculos continuaban
estando presentes e incluso se acrecentaron en los años posteriores. Sin
embargo, en contraposición al interés de la superpotencia mundial de hacer
prevalecer el unilateralismo en la solución de los problemas internacionales,
Cuba, una vez más, demostró su compromiso con la promoción, el fortalecimiento
y la consolidación del multilateralismo y los tratados internacionales en
materia de desarme y control de armamentos.
La
ratificación del Tratado de Tlatelolco reafirmó el apego y el respeto de Cuba
al principio de la no proliferación nuclear en el contexto global. Es decir, la
aplicación de medidas en este ámbito constituye solo un paso intermedio en el
proceso hacia la eliminación total de las armas nucleares. Es una importante
contribución a los esfuerzos regionales en favor del desarme nuclear, la paz y
la seguridad internacionales.
El progreso es
equivalente al desarme y la paz
Con
posterioridad, en el año 2009, otros acontecimientos desarrollados incluyeron
la entrada en vigor de dos nuevas zonas libres de armas nucleares, que
comprende Asia Central y otra África, cuando todavía muchos se preguntan dónde
se encuentran las armas nucleares que estuvieron bajo el poder del oprobioso
régimen del Apartheid en Sudáfrica. Por otro lado, en la región del Medio
Oriente reina la impunidad con el caso de Israel, que con la ayuda y la
cooperación de los Estados Unidos fabricó el arma nuclear disponiendo hoy de cientos
de ellas, sin reconocer la posesión de estas armas. El mismo Israel que, con la
complicidad de la llamada Comunidad Internacional, atacó y destruyó los reactores
de Irak y Siria, para impedir el desarrollo de las investigaciones de sus
vecinos países Árabes. Precisamente, el mismo Israel que ha revelado
encontrarse presto para atacar y destruir los centros de producción de
combustible nuclear de Irán.
Sin
embargo, aunque parezca contradictorio, en marzo de 2012, en Seúl, capital de
Corea del Sur, el presidente Barack Obama se reunió en una Cumbre de seguridad
nuclear para imponer políticas relacionadas con la disposición y uso de las armas
nucleares; sí, precisamente cuando el Pentágono planifica un proceso de amplia
destrucción de la infraestructura de Irán y masivas víctimas civiles mediante
el uso combinado de bombas nucleares y tácticas, y de monstruosas bombas
convencionales con nubes en forma de
hongos, que incluye a la MOP: “la madre de todas las bombas”, que es
considerada también como una poderosa bomba que apunta directamente a las
instalaciones nucleares subterráneas de Irán y Corea del Norte, pues por su
alta capacidad destructiva puede reventar un bunker de 13,6 toneladas.
A
la sombra de las armas de alto poder destructivo y del arma nuclear siguen
estando las relaciones internacionales del siglo XXI. Insuficientes lecciones
todavía ha extraído la Humanidad de dos hechos en torno al arma atómica o
nuclear que conmocionaron al sistema internacional en su conjunto: el
monstruoso bombardeo, inigualable acto de terrorismo de Estado, de Hiroshima y
Nagasaki, ordenado por Truman en 1945, inaugurando un periodo de permanente
militarismo y “chantaje nuclear” en la política internacional que condujo por primera
vez y afortunadamente a la última, hasta ahora, en que la Humanidad se ha visto
al borde de la guerra termonuclear, escenario que tuvo como centro a Cuba,
cumpliéndose en octubre de 2012 los 50 años de ese breve, pero peligroso acontecimiento
en medio de la álgida confrontación de la “guerra fría”, cuyo nombre, para los
cubanos, fue la Crisis de Octubre de 1962, la Crisis del Caribe, para los
soviéticos, o Crisis de los Misiles, para los norteamericanos.
En
el contexto en que se cumplirán 50 años de la Crisis de Octubre, se puede decir
que nunca antes el porvenir de la Humanidad dependió tanto del entendimiento
entre los seres humanos, así como de la evolución de las relaciones
internacionales a favor de un clima global de paz que permita la supervivencia de
la sociedad mundial.
Hoy
no es posible concebir el progreso sin que se pueda despejar el camino que
conduce inexorablemente a la catástrofe. El desarme y la paz constituyen la
única alternativa posible y realista a la catástrofe. El progreso es equivalente al desarme y la paz. Sin desarme y paz
otro mundo no sería posible.
En
pocas palabras, en los tiempos difíciles que corren para la vida en la Tierra,
la tarea impostergable, no exenta de audacia política en esta hora cargada de
amenazas, es la necesidad de “pensar la paz” y el desarme.
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