La hegemonía en
las calles brasileñas pertenece hoy a la derecha, por primera vez en 50 años.
Poco antes del golpe de Estado de marzo de 1964, la derecha protagonizaba
grandes manifestaciones contra el presidente progresista João Goulart, como la Marcha de la Familia con Dios por la
Libertad en São Paulo, que congregó a cerca de 300 mil personas.
Bajo la dictadura la izquierda ganó las
calles. A contrapelo, impuso modos de protesta, símbolos y discursos que
sentaron su hegemonía hasta el 20 de junio de 2013. Ese día comenzó la llamada
Revuelta de los Coxinhas (término peyorativo para
referirse a varones blancos de clase media alta, engreídos, pitucos en lenguaje
rioplatense).
Lo que sucedió aquella noche en las
principales ciudades del país aún no ha sido dilucidado, pero lo cierto es que
aprovechando manifestaciones masivas del Movimento Passe Livre (MPL) contra el
aumento de las tarifas del transporte urbano, decenas de miles de coxinhas con la bandera de Brasil y los colores verdeamarelo desembarcaron en las marchas, agredieron y
expulsaron a quienes portaban símbolos de izquierda y tomaron el control de las
manifestaciones.
No es la simple reproducción de la vieja
derecha católica y militarista que apoyó el golpe de 1964. Es una nueva
derecha: sin partido, de clase media alta (con ingresos de más de cinco
salarios mínimos), apoyada por empresarios industriales mientras el agrobusiness está en el gobierno; que acepta el aborto, el
matrimonio igualitario, la despenalización de la mariguana y la gratuidad de
los servicios públicos. Pero se opone a las cuotas para estudiantes negros en
las universidades y cree que Bolsa Familia la perjudica.
Es un error pensar que actúan digitados por
los medios, como si fueran autómatas. Lo que no quiere decir que los medios
estén al margen de la actual coyuntura brasileña. Es una derecha militante, que
tiene estrategia y organizaciones propias, laica, politizada, formada en
universidades privadas y públicas.
La primera acción de calle fue convocada por
el Movimiento Cívico por el Derecho de los Brasileños, más conocido como Cansei (me cansé), el 17 de agosto de 2007, a la que
asistieron 5 mil personas cuando aún latía el mensalão,
el primer escándalo de corrupción que sacudió al gobierno del PT desde 2005.
Las crónicas de prensa ironizaban sobre las marcas exclusivas de ropa que
lucían los manifestantes, quienes fueron rechazados por los más importantes
dirigentes del socialdemócrata PSDB, entre ellos el ex presidente Fernando
Henrique Cardoso.
Pese a la fugacidad del movimiento, nació un
patrón de acción que luego se repite: gritos de fuera Lula, participación de actrices
y actores populares de telenovelas, apoyo de la Federación de Industrias de São
Paulo (FIESP) y de la Orden de Abogados de Brasil (OAB), y expulsión de
personas que portaban banderas del PSDB porque se definen como anti-partidos.
Pero lo decisivo fue lo sucedido entre 2007 y
2013, aunque es poco atendido por los medios y los analistas. La nueva derecha
creció en los centros de estudiantes de universidades públicas que eran
bastiones de la izquierda. El caso más significativo sucedió en la Universidad
Nacional de Brasilia (UNB).
En 2009 se creó el grupo Alianza por la
Libertad, autodefinido como liberal, que ganó la dirección del centro de
estudiantes en 2011 con 22 por ciento de los votos, ante la fragmentación de
las izquierdas. Fue reelegida por cuarta vez en 2015, con 60 por ciento de los
votos, desplazando a las agrupaciones del movimiento estudiantil. La UNB había
protagonizado luchas muy importantes como la ocupación de la rectoría en 2008,
exigiendo la renuncia del rector denunciado por corrupción.
Alianza por la Libertad, vinculada al grupo
Estudiantes por la Libertad (financiado por fundaciones neoliberales y
anticomunistas de Estados Unidos) y al Instituto Liberal, se concentró en temas
cotidianos de los estudiantes, como la limpieza de los baños y la seguridad en
el campus. Mientras el movimiento estudiantil planteaba sus demandas en
términos generales, la derecha buscaba soluciones concretas muy elementales.
Sus principales apoyos estaban en las facultades de ingeniería, derecho y
economía.
En esos años la derecha ganó otras
universidades estatales como Minas Gerais y Rio Grande do Sul, y creció en
otras, siempre rechazando la política partidaria, acusando a los militantes de
izquierda de buscar cargos de confianza. Sus cuadros se formaban en institutos
y organizaban agrupaciones de nuevo tipo.
En paralelo, se expandieron las marchas
contra la corrupción. En 2011 hubo marchas en 25 ciudades, siendo la de
Brasilia la más numerosa con 20 mil personas con el apoyo de la OAB. Los
manifestantes llevaban banderas brasileñas y cantaron el himno nacional, lo que
indica que un movimiento legítimo fue cooptado por la derecha más militante.
La hipótesis es que antes de la explosión de
junio de 2013 la nueva derecha ya era una fuerza social y tenía experiencia en
la conducción de masas, justo cuando la militancia de izquierda abandonaba la
calle y se volcaba hacia el Estado. La nueva derecha creó una cultura de
protesta en la calle, lo que le permitió reconducir las marchas hacia sus
objetivos. Sobre la base de esas experiencias, en 2014 nacen los grupos que hoy
convocan millones: Movimento Brasil Livre, Vem Pra
Rua y Revoltados On Line.
¿Por qué las izquierdas no han sido capaces
de entender este avance de una nueva derecha y todo lo atribuyen a los medios?
Una respuesta, provisoria, es que no se comprende la realidad desde las
instituciones sino desde la calle. La página passapalavra.info fue la primera
en advertir lo que se venía, la misma noche del 20 de junio, al igual que ex
miembros del MPL, como el antropólogo Paíque Duques
Santarém y el filósofo Pablo Ortellado. Esta nueva
derecha no puede combatirse con argumentos ideológicos, sino en la disputa viva
de la vida cotidiana.
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada
No hay comentarios:
Publicar un comentario