Por
Leyde E. Rodríguez Hernández
El
pasado domingo, 3 de septiembre, la República Popular Democrática de Corea
(RPDC) llevó a cabo su sexta prueba nuclear, probando una bomba de hidrógeno
que –según las autoridades norcoreanas–, fue diseñada para ser portada por
misiles balísticos intercontinentales.
Pocos
días antes, el 29 de agosto uno de los proyectiles de la RPDC sobrevoló la isla
japonesa de Hokkaido y cayó en el océano Pacífico.
El
líder norcoreano, Kim Jong-un, ha efectuado más de 80 lanzamientos durante su
mandato, una cantidad mucho mayor que el total de pruebas realizadas por sus
predecesores desde 1984, cuando Pyongyang lanzó su primer misil balístico. Solo
en agosto de 2017, Corea del Norte realizó cuatro pruebas de
misiles.
La prueba efectuada por la RPDC de su bomba de hidrógeno ha elevado aún más las tensiones en la península coreana, desatando una fuerte condena por parte de las principales potencias. El presidente de Rusia, Vladímir Putin, la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, entre otros mandatarios, y también el secretario general de la ONU, António Guterres, criticó las acciones de la RPDC.
El
conflicto por el programa de
misiles y nuclear de la RPDC está considerado como uno de los más peligrosos
del sistema internacional actual. Para su comprensión, es necesario
remontarse a los orígenes de la guerra fría; al surgimiento de la estrategia
nuclear; al armisticio que selló las hostilidades militares de la guerra de
Corea (1950-1953), pero que dejó a ambas partes técnicamente en guerra y a la
península dividida; al establecimiento de bases militares con armas nucleares
en Corea del Sur; a los ejercicios militares que cada año Estados Unidos y sus
aliados realizan muy cerca del territorio de la RPDC; a cuando la RPDC fue
calificada como un “estado villano” o parte de un inexistente “eje del mal” en
las estrategias de “seguridad nacional” estadounidenses.
Lo
cierto es que tampoco han faltado algunos esfuerzos diplomáticos para evitar el
conflicto. Los principales implicados, la RPDC, Corea del Sur, Japón, Estados
Unidos, China y Rusia, han tratado infructuosamente desde el 2009 de alcanzar
una solución en negociaciones directas o multilaterales con Pyongyang, lo cual
ha servido de pretexto para que Estados Unidos insista en la imposibilidad de
nuevas conversaciones y exija que el Consejo de Seguridad de la ONU tome las
medidas más duras posibles contra la RPDC, ya que percibe que con sus pruebas
misilisticas y nucleares está "pidiendo una guerra", según la
interpretación de la embajadora estadounidense ante Naciones Unidas.
Después
de estos antecedentes, es importante examinar los argumentos y posiciones de
los principales actores en el conflicto:
RPDC:
Para
el líder, Kim Jong-un, el desarrollo de bombas nucleares y de misiles es una
garantía de supervivencia ante la posibilidad de un bombardeo estadounidense al
estilo de los ocurridos en la antigua Yugoslavia, Afganistán, Libia y a los que
realiza la coalición liderada por Estados Unidos en Siria. Aunque su padre y
predecesor, Kim Jong-il, fallecido en 2011, se comprometió al principio a
negociar, Kim Jong-un se niega a ello. La RPDC se siente amenazada por Estados
Unidos y Corea del Sur, considerándolos responsables de las causas de este conflicto y por eso
desafía a Estados Unidos con posibles ataques nucleares.
Pyongyang
acusó a Estados Unidos de intentar "difamar" a Corea del Norte
acusándola de intentar empezar una guerra, y afirmó que "los comentarios
disparatados y beligerantes de 'fuego y furia' del presidente estadounidense
Donald Trump" demuestran que es Estados Unidos quien está "pidiendo
una guerra". "Con el surgimiento de la administración Trump, Estados
Unidos se ha vuelto más temerario" con Corea del Norte, "y no le
quedó otra opción que redoblar sus esfuerzos para fortalecer la fuerza
nuclear del Estado", sentenció la Cancillería norcoreana.
Corea
del Sur:
Se
mueve entre la reconciliación con el norte y una política estricta de respecto
a su vecino. Puesto que Seúl, con 25 millones de personas, se encuentra a solo
50 kilómetros de la frontera y en el rango de alcance de la artillería
norcoreana, una guerra sería devastadora para Corea del Sur. La alianza con la
superpotencia nuclear de Estados Unidos, que tiene 28.500 soldados destacados
en Corea del Sur, tiene el objetivo de amedrentar a Pyongyang. Aunque Seúl
quiere perfeccionar sus propios misiles, también el nuevo presidente, Moon
Jae-in, ha tratado de rebajar las tensiones con el norte mediante el
diálogo.
Sin
embargo, la vía del diálogo con Pyongyang parece alejarse. Corea del Sur apostó
por blindarse militarmente tras la sexta prueba nuclear norcoreana con nuevas
maniobras disuasorias y con el despliegue de armas más potentes junto a Estados
Unidos. En esta compleja coyuntura, el ejército surcoreano desplegó ejercicios
militares con fuego real, y planea más maniobras conjuntas con Estados Unidos,
que podrían incluir el despliegue de portaaviones de propulsión nuclear en
aguas próximas a la península de Corea.
El
presidente surcoreano, Moon Jae-in, y su homólogo estadounidense, Donald Trump,
acordaron medidas disuasorias efectivas y el incremento de la presión
internacional sobre el gobierno norcoreano. Ambos pactaron que las fuerzas
surcoreanas aumenten la carga de munición de sus misiles, hasta ahora limitada
por el acuerdo de seguridad bilateral, y contemplaron la introducción de armas
y tecnologías de defensa avanzadas en Corea del Sur. Todo esto se combina con
la imposición de la máxima presión posible sobre el gobierno de Kim Jong-un, a
través de un nuevo paquete de sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas que incluya un bloqueo total de petróleo a Pyongyang, con el objetivo de
quebrar su resistencia.
A
pesar de todo eso, el líder surcoreano, Moon Jae-in, ha reafirmado que siempre
defenderá la desnuclearización de Corea por la vía pacífica y que su oferta de
diálogo al Norte sigue sobre la mesa, aunque su discurso se ha enfriado tras no
recibir ninguna respuesta oficial del país vecino y ante las llamadas
crecientes a abandonar dicha vía por parte de miembros de su gobierno y de
diferentes sectores de derecha de la sociedad surcoreana.
Estados Unidos:
El
presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dado por finalizada la fase de
la "paciencia estratégica". El Pentágono respondió que el régimen de
Pyongyang se expone a una “gran respuesta militar”, “eficaz” y "aplastante",
ante cualquier amenaza contra Estados Unidos, sus territorios en el Pacífico o
sus aliados. Trump ha sido el primer presidente estadounidense en amenazar
claramente con un ataque militar, algo que hasta ahora no tuvo consecuencias.
Mientras tanto, se esfuerza por presionar a la RPDC política y
económicamente, y en reclutar para ese empeño a China y Rusia.
Estados
Unidos aboga por impedir a Pyongyang el acceso a las divisas y también presiona
a los países que acogen a los trabajadores norcoreanos. La existencia de este
enemigo externo y los ensayos nucleares y de misiles norcoreanos, le sirven a
Trump para justificar el militarismo estadounidense en la región asiática,
continuar con la carrera armamentista nuclear y mantener la presencia militar
en Corea del Sur y Japón.
China:
China
luchó junto a Corea del Norte frente a Corea del Sur y Estados Unidos en la
guerra de Corea, pero la alianza ya es parte del pasado desde hace mucho tiempo
y la relación con Pyongyang nunca fue tan mala como ahora. China trata de lograr negociaciones entre Corea del Norte y Estados Unidos. Alrededor del 90 por ciento del
comercio norcoreano se produce a través de China, que participa en las
sanciones contra Pyongyang. Sin embargo, Beijing no controla completamente el
contrabando y teme un colapso del país vecino, puesto que un conflicto podría
llevar a miles de refugiados a cruzar la frontera. Además, en el caso de que un
eventual escenario de hundimiento de la RPDC conduzca a una reunificación con
Corea del Sur, las tropas estadounidenses podrían establecerse en las fronteras
de China. Es por eso que el gobierno chino favorece el actual status quo en la península coreana.
Japón:
Al
igual que Corea del Sur, Japón es un aliado militar de Estados Unidos y
considera a la RPDC una gran amenaza. Los misiles norcoreanos de medio alcance
han caído en varias ocasiones en aguas japonesas o han sobrevolado el país.
Japón se quiere proteger con un sistema antimisiles y el primer ministro
conservador de derecha, Shinzo Abe, utiliza a la RPDC como excusa para
apartarse de la doctrina militar básicamente defensiva del país. En medio de
este ambiente de tensión, el gobierno de Japón ha anunciado que está elaborando
un plan de evacuación masiva para los 60.000 ciudadanos nipones que residen en
Corea del Sur en caso de que el país vecino se viera envuelto en un conflicto
bélico, y recomienda no viajar allí a menos que sea imprescindible.
Rusia:
La
RPDC y Rusia comparten una frontera de apenas 20 kilómetros y una línea de
ferrocarril conecta ambos países. Moscú condena el rearme nuclear norcoreano y
aplica las sanciones de la ONU. Sin embargo, rechaza cualquier solución
violenta al conflicto y exige que Estados Unidos y la RPDC negocien. La
presencia del ejército estadounidense en Corea del Sur también incomoda a
Rusia, pues la instalación de un sistema antimisiles contra la RPDC debilita la
posición estratégica rusa. Como ha sido tradición, Rusia no se inmiscuye en los
asuntos internos de la RPDC, uno de los países perjudicados con el desbalance
de poder internacional que significó la desintegración de la superpotencia
soviética en 1991.
Rusia
reconoce los argumentos de la RPDC de que solo la disuasión nuclear puede
protegerla, y que las sanciones por sus programas nuclear y de misiles no la
van a detener. Rusia condena los ensayos nucleares norcoreanos, porque
considera que son provocadores; pero, al mismo tiempo, ha explicado que la
posición norcoreana se basa en los ejemplos de Irak y Libia, acusados de manera
infundada de la fabricación y posesión de armas de destrucción masiva y ahora
están literalmente en ruinas. Para Rusia, los ejemplos de Irak y Libia deben de
ser recordados, y Corea del Norte será el último en olvidarlos.
Otro
actor significativo como el secretario general de la ONU, António Guterres, en
declaraciones a los periodistas en la sede de Naciones Unidas, dijo que “la
solución debe ser política. Las potenciales consecuencias de una acción militar
son demasiado espantosas". "Una retórica de confrontación puede
derivar en consecuencias inesperadas", insistió el titular de Naciones
Unidas.
En
sus declaraciones a los periodistas, Guterres reiteró varias veces la necesidad
de reducir las tensiones a raíz de estas pruebas nucleares, que condenó en duros
términos, a la vez que expresó la necesidad de reducir la dialéctica belicista
y promover soluciones políticas. "Las guerras no suelen comenzar con
decisiones tomadas por las diferentes partes para ir a la guerra", afirmó
Guterres, quien recordó cómo estalló la I Guerra Mundial y señaló que suelen
tratarse de conflagraciones que estallan "paso a paso".
Así
Guterres insistió en que se debe dar oportunidad a las negociaciones
diplomáticas, y pidió unidad en el Consejo de Seguridad para enfrentar
conjuntamente esta crisis. "Lo que es crucial hoy es garantizar la unidad
del Consejo de Seguridad de la ONU. Sólo con una total unidad es posible una
presión fuerte" sobre Corea del Norte "capaz de crear las condiciones
para que una acción diplomática sea posible", insistió.
Sobre
la base de esa supuesta unidad, el pasado 5 de agosto el Consejo de Seguridad
aprobó nuevas sanciones económicas contra el gobierno de Pyongyang, que entre
otras cosas prohibió a Corea del Norte exportar, directa o indirectamente,
carbón, hierro, plomo, pescados ni mariscos. Diversos medios de prensa se han hecho
eco de los comentarios en los pasillos de Naciones Unidas que mencionan la
posibilidad de que ahora se apruebe una prohibición en la venta de petróleo a
Corea del Norte, pero eso afectaría a la población de ese país.
No
menos importante ha sido el posicionamiento de los líderes de las cinco
potencias emergentes Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)
reunidos en una cumbre en la ciudad suroriental china de Xiamen, en la que
condenaron “enérgicamente” la prueba nuclear conducida el domingo por Corea del
Norte y expresaron profunda preocupación por la actual tensión y el prolongado
conflicto nuclear en la península de Corea.
En
conclusiones, en lugar de reconocer a la RPDC como un Estado soberano y avanzar
hacia una coexistencia pacífica, Estados Unidos ha desplegado provocaciones
relacionadas con el fin de efectuar un ataque nuclear preventivo y con la
política de “cambio de régimen” en Corea del Norte.
El
sexto y más potente hasta la fecha ensayo atómico de Pyongyang amenaza con
desencadenar una escalada armamentística en la región, después de que Corea del
Sur y Estados Unidos respondieron con exhibiciones de poderío militar y
advertencias belicistas. Una guerra nuclear tendría en sus inicios catastróficas
consecuencias para la RPDC, Corea del Sur, Japón, Guam, China y parte de
Estados Unidos.
Ahora la RPDC está más cerca de completar una fuerza nuclear
estratégica y es muy probable que casi todas las medidas en su contra tendrán pocas posibilidades de
frenarla. Todas las disposiciones militares que adopta Pyongyang constituyen un ejercicio legítimo y justo en la autodefensa de su Estado soberano,
para hacer frente a la cada vez mayor amenaza nuclear y la política hostil de
aislarla y desestabilizarla, que ya dura una década.
Pero en
tiempos de gatillos alegres, lo mejor sería que el antidemocrático y exclusivo
Consejo de Seguridad de la ONU, conformado por las principales potencias que
rigen el sistema internacionales actual, se propusieran el logro de una
península coreana desnuclearizada y un proceso real de desarme general y
completo como en no pocas ocasiones ha solicitado la política exterior cubana,
así como la utilización de esos enormes recursos para el desarrollo económico y
social de todos los pueblos.
Para
concluir, el caso coreano es una muestra de que la actuación militarista de las
potencias imperialistas ha generado la proliferación de armamentos
convencionales y de exterminio masivo. Y no solo se arman ellas mismas, como
base de su poder en el plano internacional, sino que hacen grandes negocios
suministrando armas y tecnologías militares a otros estados, contribuyendo a
las tensiones y los conflictos en diversas áreas del sistema internacional. La
proliferación de armas nucleares conduce a la difusión del poder por estados
medianos y pequeños y ha aumentado los riesgos de una guerra
nuclear.
Todo
lo anterior se debe al mal ejemplo de las grandes potencias nucleares, que no
cumplen con el compromiso de trabajar por el desarme e ignoran los esfuerzos de
la gran mayoría de los estados para ilegalizar las armas nucleares, como
ocurrió el 7 de julio de 2017 con la adopción en la ONU de un tratado que
prohíbe las armas nucleares.
Ese
instrumento multilateral recibió el apoyo de 122 países, el rechazo de Holanda
y la abstención de Singapur. Lo peor es que las nueve naciones poseedoras de
armas nucleares: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia, India,
Pakistán, Corea del Norte e Israel, decidieron no formar parte de las negociaciones
celebradas entre el 15 de junio y el 7 de julio de 2017, al igual que otras apegadas a
la doctrina de la disuasión nuclear o que cedieron a presiones y optaron por
ausentarse.
En
este crucial momento para la humanidad, resulta evidente el alto valor simbólico
que América Latina y el Caribe, en la II Cumbre de la CELAC, en su Proclama de
Paz, haya abogado por una “integración que fortalezca la visión de un orden
internacional justo, afirmado en el derecho y en una cultura de paz que excluye
el uso de la fuerza y los medios no legítimos de defensa, entre ellos las armas
de destrucción masiva y, en particular, las armas nucleares”. [1]
[1]
Véase
Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz. II Cumbre CELAC,
La Habana, 28 y 29 de enero de 2014. Folleto
impreso.
Fuentes: Despachos Cablegráficos de DPA (Alemania); AFP
(Francia); EFE
(España).
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