Por:
Dr. Néstor García Iturbe
El
día 30 de enero, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pronunció el
discurso sobre el Estado de la Unión, una actividad tradicional, que todos los
presidentes realizan, para supuestamente informar al pueblo estadounidense del
resultado de su gestión durante el año transcurrido, lo cual, para hacerlo más
solemne, se realiza ante el pleno del Congreso.
Este
discurso no solamente se refiere a lo que se hizo, sino también se anuncia lo
que se propone hacer. Todos los presidentes tratan demostrar lo exitosa que ha
sido su gestión, en muy pocas ocasiones se habla de los fracasos o de aquello
que ha resultado controversial y no se ha resuelto. El enfoque de lo que se
trata siempre es triunfalista, alejándose de lo que pudiera calificarse de
objetivo, o realizando un análisis que permita conocer que aunque se alcanzó
éxito, este no es completo, es necesario continuar trabajando, o resolver los
problemas creados por el éxito alcanzado.
El
discurso se caracteriza por las promesas que se realizan, para darle al pueblo
estadounidense una esperanza de que el futuro será mejor que el presente. Si
nos referimos al discurso de Trump, podemos decir que algunas de sus promesas
fueron el incrementar los empleos, lo cual es posible logre y el disminuir el
precio que la población debe pagar por la medicina, lo cual choca con fuertes
intereses económicos, que forman parte de la clase dominante y defenderán
hasta el último momento sus utilidades, en esto, las posibilidades de éxito son
remotas.
Este
discurso pudiera denominarse como si fuera un programa de televisión “El Show
de Trump”, lo preparó todo para mostrar al negro soldador que ahora vive mejor,
después de las rebajas de impuestos; al niño blanco que tuvo la iniciativa de
poner banderitas estadounidenses en las tumbas de los soldados caídos; a las
dos familias negras que perdieron sus hijas asesinadas por las pandillas; al
joven hispano que se dedica a cuidar la frontera y apresó un número de
traficantes de droga que intentaban entrar en Estados Unidos; el policía blanco
de Nuevo México que alejó a una joven de la droga, la esposa del policía
y el niño que tuvo la joven, al cual adoptaron; los padres blancos,
inmigrantes, de un joven universitario estadounidense que fue detenido en Corea
del Norte, condenado a prisión y murió al regresar a Estados Unidos; un
joven “disidente” norcoreano, que se accidentó, perdió una pierna y una mano,
pero que a pesar de todo eso, logró escapar y llegar a la tierra de la
libertad; al joven blanco, sargento, combatiente en ultramar que salvó la vida
de un compañero al que le explotó una trampa caza bobos preparada por los
terroristas del ISIS.
Al
elenco del Show no le faltaba nada, había negros, niños, blancos, mujeres,
latinos, inmigrantes, un coreano del norte, familias, policías, militares, todo
el que estaba viendo el programa podía identificarse con alguno de los
actores, podía ver su problema reflejado en la pequeña pantalla y reconocer en
el Conductor del Show al que podía resolver los problemas.
Todas
y cada una de las personas presentadas fueron utilizadas por Trump para
fortalecer la necesidad de cumplimentar los planes que se ha trazado como
presidente, tratar de mostrar a la población estadounidense que los
mismos responden a una realidad que vive el país, a las necesidades que
todos ellos tienen y de lo cual el se está preocupando por mejorar, todo bajo
un discurso netamente nacionalista que proclama lo único importante es lo que
sucede en Estados Unidos y el resto del mundo no debe preocuparlos, salvo
cuando se afecta la Seguridad Nacional, que todos ustedes saben significa, los
interés económicos de las empresas estadounidenses en otros países.
Sobre
Cuba solamente se refirió en dos oportunidades, una de ellas cuando planteó que
ese día había firmado una orden dirigida a Mattis, el Secretario de Defensa,
que debía examinar la política de detención establecida por los militares y
mantener abierta la cárcel existente en la Base Naval estadounidense
establecida en la Bahía de Guantánamo.
Sobre
la mencionada base, Trump había pedido un presupuesto de 500 millones de
dólares para ampliar la misma, pues sus intenciones eran congregar en esta a
los delincuentes más peligrosos que se encuentran en varias cárceles radicadas
en Estados Unidos.
La
otra referencia a Cuba fue cuando planteó: “ Mi administración también ha
impuesto fuertes sanciones a las dictaduras comunistas y socialistas existentes
en Cuba y Venezuela”.
Quizás
Trump no tenía tiempo para ampliar sobre esta frase, insertada casi al final
del discurso, como si se le hubiera olvidado hablar de eso, pero realmente en
la misma, no dijo nada nuevo.
Estoy
seguro que Marco Rubio and Company consideraron muy flojos los pronunciamientos
de Trump.
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