Por Leyde
E. Rodríguez Hernández [1]
El pensamiento político y la
recia personalidad histórica de Ernesto Che Guevara tuvo el inevitable influjo
de la época en que nace y se desarrolla su vida, al igual que de los
acontecimientos sociales que estremecieron el continente latinoamericano
durante la primera mitad del siglo XX.
Es importante considerar a
la hora de analizar los hechos sociales e históricos que más influyeron en su
formación como ser humano y revolucionario, la época profundamente golpeada por
la crisis económica mundial que se agudizó en 1929, con particular fuerza en
los países pobres y dependientes del Tercer Mundo.
Bajo esta profunda recesión
económica mundial la vida política y social latinoamericana se encontraba
dominada por las oligarquías terratenientes y burguesas que respondían a los
intereses del capital imperialista foráneo, principalmente el norteamericano,
que con sus métodos de control neocoloniales aumentaron el subdesarrollo y la
deformación económica de todo el subcontinente americano.
En el contexto general de
América Latina, la situación económica y política del país de nacimiento del
Che, La Argentina, no era diferente. La oligarquía fiscaliza, como fuerza
hegemónica, la subdesarrollada economía, profundiza la estructura latifundista
y de clases, sin preocuparle en lo más mínimo los legítimos intereses de las
clases más humildes.
Fuera del ámbito
latinoamericano se estaba dando un proceso político que influyó de manera
notoria en todos los acontecimientos políticos internacionales, la primera gran
experiencia práctica de una revolución socialista en la antigua URSS. Este
acontecimiento tuvo repercusión en las fuerzas progresistas del subcontinente y
contribuyó con mucha fuerza a la propagación de las ideas marxistas-leninistas,
como fuentes teóricas explicativas de los graves problemas sociales, económicos
y de explotación capitalista.
En esta compleja situación
nacional e internacional se desarrollaron los primeros años de la vida del Che.
La lucha antiimperialista aumentó en muchas partes del continente y el
enfrentamiento a las burguesías pronorteamericanas era cada vez más agudo.
Posteriormente se produjo la guerra Civil Española y los latinoamericanos
ofrecieron de forma incondicional su apoyo al pueblo español, a continuación se
produce la Segunda Guerra Mundial con sus nefastos resultados en cuanto a las
pérdidas que ocasionó en términos humanos y materiales para los países involucrados.
A pesar de que su niñez y
primera juventud transcurrieron de una forma u otra bajo la incidencia de estos
trascendentales e influyentes hechos internacionales, su formación se
desarrolla principalmente en el medio familiar y sobre todo bajo la influencia
estable y directa que siempre recibió de la comunicación con sus padres. Haber
tenido la dicha de tener un hogar donde se discutían los problemas políticos y
económicos de América Latina, fue para el che muy importante en la conformación
de sus primeras ideas sobre lo justo y lo injusto, en sus posteriores
inclinaciones, inquietudes y motivaciones políticas.
Su madre Celia, fue una
mujer sumamente inteligente, que estudió mucho durante su vida. Hablaba el
idioma francés con perfección y dominaba muy bien el inglés. Fue muy
emprendedora, con ideas avanzadas para su época, en cuanto al papel y el lugar
que debe tener el sexo femenino en la sociedad. Desde el punto de vista
político se caracterizó por ser de pensamiento liberal.
Su padre Ernesto fue de
ideas socialistas. Al respecto él mismo contó en un interesante libro que
escribió sobre su hijo el Che: “mi formación desde niño fue socialista y no
pretendí presionar a mi mujer, pero ella poco a poco, se fue colocando en el
carril de esta nueva manera de ver el mundo, y en muy poco tiempo me dejó
atrás. Impetuosa y avasalladora, no tomaba las cosas a medias y cuando se
enrolaba en una causa no cejaba en la lucha (….) Sobre mi cargaban la
responsabilidad de haber sacado del seno de la iglesia católica a esta criatura
para convertirla en una descreída socialista”. (Guevara, 1988, 127)
Con estas influencias del
medio familiar y el esfuerzo autodidacta que siempre caracterizó su espíritu de
superación personal alcanzó un hábito insuperable de lectura, lo que con el
transcurso del tiempo le permitió poseer una enorme cultura literaria,
filosófica y política. Entre esas primeras lecturas estuvieron los libros de
Freud, de Dumas padre, Mallarmé en su lengua original y la poesía de Charles
Baudelaire. Más tarde leyó la poesía española de Federico García Lorca, Antonio
Machado, y los versos del poeta chileno Pablo Neruda.
Después de estas lecturas
iníciales surgió su diccionario filosófico, con apenas 17 años de edad, porque
se había dado cuenta que él y sus compañeros de estudio los necesitaban. Este
primer escrito del Che tiene un valor documental e histórico enorme, pues nos
permite conocer sus primeras impresiones e ideas sobre la vida, la sociedad en
general y el hombre.
En este diccionario dividido
en siete cuadernos se encuentran determinados conceptos de diversos pensadores
y tendencias expresadas desde posiciones ideológicas y filosóficas diferentes
al marxismo, que demuestran las profundas inquietudes filosóficas que tenía el
Che en la búsqueda de lo que para él constituía el encuentro de la verdad
filosófica. Posteriormente en sus últimos cuadernos refuerza el estudio
detallado del surgimiento y desarrollo del marxismo.
En general en estos
cuadernos el joven Guevara reflejó su dedicación especial al estudio de la
historia de la filosofía y en particular de la filosofía marxista, encontrando
en esta y en el pensamiento de Lenin, el valor científico, revolucionario y
práctico necesario para la formación de una conciencia nueva en los hombres destinados a hacer la transformación
revolucionaria de la sociedad.
Analizando este primer
periodo de la vida del Che nos damos cuenta, que desde muy joven se cuestionó
el mundo exterior que lo rodeaba, del profundo interés que tomó en explicarse
ese mundo circundante haciendo énfasis en el pensamiento
filosófico-materialista antiguo, hasta llegar a Marx, Engels, Lenin, José
Martí, Ingenieros, Julio A. Mella, Aníbal Ponce y las ideas creadoras de
Mariátegui.
El hecho que el che
alcanzara profundos conocimientos de historia de la filosofía y realizara
agudos análisis sobre la evolución materialista de la historia demostrando sus
solidas concepciones marxistas-leninistas, no nos permite afirmar que su
ideario ético estaba completamente formado. En ello jugó un papel fundamental
una serie de acontecimientos personales, históricos y sociales que nos parecen
haber sido decisivos en la consolidación de su carácter y personalidad.
Entre esos hechos se
encuentran sus viajes por América Latina, el primero iniciado en 1950, cuando
todavía era un estudiante de medicina, y el segundo en 1953, después de
graduado. Estos dos viajes por el continente americano le ayudaron a vincular
los conocimientos teóricos alcanzados con la cruda y conmovedora realidad
latinoamericana.
En 1950, recorrió en
motocicleta doce de las provincias argentinas, al totalizar más de 4 500 km
comprendidos entre Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Chaco y Formosa
por el Norte; Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza por el Este, y San Luis y
Córdoba por el centro. De este primer viaje recogió impresiones en su diario y
abordó con espíritu crítico, todo lo que había visto a su alrededor sobre la
necesidad de buscar soluciones a los males sociales de los pueblos.
En el próximo año, 1951, en
compañía de su amigo Alberto Granado, emprendió su primer viaje por el
continente. El viaje lo inició en la “Poderosa 2”, la bicicleta de su amigo
Granado, que se rompió para siempre en Chile, al segundo mes de la marcha.
Luego continuaron un recorrido que los llevó por Bolivia, Perú, Colombia, para
terminar en Caracas donde se quedó Granado, pero Ernesto continuó con un viaje
no programado hasta Miami, para poder regresar a La Argentina.
Una de las vivencias que más
le conmovió en este largo viaje fue conocer el sistema de explotación a que son
sometidos los mineros chilenos, cuando visitó las minas de Chuquicamata, de
donde extrajo lecciones imperecederas de la situación social de ese pueblo.
El próximo país que visitó
fue Perú. En este sació el interés por conocer la historia de la civilización
incaica y el centro de su cultura simbolizada en Machu-Pichu. Su sentimiento
revolucionario y latinoamericano que comenzaba a crecer al observar el panorama
de desolación en estos pueblos del sur se fortaleció constatando la
depauperación del indio y la destrucción de la historia de la cultura incaica.
Este primer viaje por la
región latinoamericana le permitió ver el grado de subdesarrollo de los
pueblos, la miseria y la pobreza de las clases más humildes de estas
sociedades. Indudablemente este primer contacto con la pobreza y los
desposeídos del continente, contribuyó a formar en él un alto espíritu
humanista y revolucionario, que lo llevó posteriormente a la lucha de la Sierra
Maestra en Cuba y a dar su generosa vida en los cerros bolivianos.
Igualmente, al concluir este
primer periplo quedó fortalecido su sentimiento latinoamericanista y el ideal
bolivariano de una Latinoamérica unida, pues ya estaba convencido de los
enormes peligros que entrañaba la falta de unión en la defensa de la soberanía
y la independencia de estos pueblos.
Volvió a su país natal en
1952 para terminar sus estudios de medicina y recomenzar otro nuevo viaje por
América Latina. En julio de 1953, emprendió su segundo viaje por Latinoamérica,
y en el transcurso de éste, se define cuál sería su posición final en la lucha
de los pueblos por su liberación y la revolución social.
El segundo viaje lo realizó
en tren, desde Buenos aires a Bolivia, país donde caería años después
heroicamente y tenía lugar una revolución con carácter antiimperialista y anti-oligárquica,
ya que se habían tomado una serie de medidas que decretaron la nacionalización
de las minas, la reforma agraria y la desaparición del ejército. Sobre la
revolución boliviana analizó con profundidad las causas de su fracaso y el
papel que desempeño los Estados Unidos en su derrota. Sin terminar de ver el
desenvolvimiento de estos acontecimientos se trasladó a Perú, país que había
visitado en su primer viaje, en este observó nuevamente el deterioro
socioeconómico de la población indígena y la belleza de Machu-Pichu.
De Perú regresó a Ecuador, y
aquí estuvo muy poco tiempo, pues la idea de ir a Centroamérica le resultó más
interesante. Es así que llega a Panamá en una embarcación, para seguir viaje a
Guatemala mediante su preferido método de caminatas. Este recorrido por Centroamérica
significó mucho para el Che, porque pudo corroborar el grado de dependencia y
subdesarrollo de estos pequeños países, la explotación de los monopolios y el
servilismo de los gobiernos de turno en estas naciones, así como la soberanía
limitada y la miseria de las clases sociales con menos posibilidades
económicas, que desde entonces convierten a Latinoamérica, en su conjunto, en
la región de mayor desigualdad económica e injusticias en la distribución de
las riquezas.
De todos los acontecimientos
sociales y políticos que el Che fue testigo personal en su viaje por
Centroamérica, la revolución guatemalteca constituyó el hecho que más lo marcó
para siempre. Su llegada a este país coincidió con los momentos difíciles que atravesó
el gobierno popular de Jacobo Arbenz, hostigado por la oligarquía de su país y
el gobierno de los Estados Unidos.
El Che desde el primer
momento simpatizó con el gobierno popular de Arbenz y las medidas que intentó
poner en práctica: independencia económica, elevación del nivel del pueblo y
reforma agraria, pero advirtió la oposición que tendría el gobierno popular por
parte de los representantes de los intereses imperialistas en el país, como lo
es la oligarquía financiera y los dueños de los medios de difusión locales.
También analizó los pasos diplomáticos realizados por el gobierno de los
Estados Unidos con el objetivo de hacer aprobar una invasión a Guatemala en la
Conferencia Interamericana de la Organización de Estados Americanos (OEA), de Caracas,
en 1954.
Estos sucesos aumentaron en
el Che su sentimiento antiimperialista y
latinoamericanista. Su ideario político revolucionario se fortaleció y
cada vez más vio en el marxismo la única explicación posible a los fenómenos
socioeconómicos que había observado. La experiencia guatemalteca fue sin dudas
en esta etapa, el hecho que más influyó en su definición política, ética e
ideológica. Él mismo lo reconoció en una ocasión: “cuando se produjo la
invasión norteamericana traté de formar un grupo de hombres jóvenes como yo,
para hacer frente a los aventureros fruteros. En Guatemala era necesario pelear
y casi nadie peleó. Era necesario resistir y casi nadie quiso resistir”.
(Massetti, 1959, p. 50)
Más tarde la historia quiso unir al
revolucionario Ernesto Guevara a Cuba, a sus patriotas de entonces, a su líder
Fidel Castro Ruz y a los acontecimientos históricos que tuvieron lugar meses
después. En este encuentro con un grupo de cubanos asaltantes al cuartel Moncada,
entre los que se encontraba Antonio (Ñico) López[2], pudo
conocer de los hechos ocurridos el 26 de julio de 1953, en Cuba y surgieron sus
posteriores contactos con Raúl Castro Ruz y Fidel, respectivamente.
Sobre este encuentro Fidel
dijo: “fue un día del mes de julio o de agosto de 1955 cuando conocimos al Che.
Y en una noche como él cuenta en sus narraciones se convirtió en un futuro
expedicionario del “Granma”. Pero en aquel entonces aquella expedición no tenía
ni barco ni armas ni tropas. Y fue así como, junto con Raúl, el Che integró el
grupo de los dos primeros de la lista del Granma”. (Castro, 1967)
Para el Che resultó
completamente definitorio en su vida de revolucionario su encuentro con aquel
otro joven lleno de ideas claras, justas y valientes. A partir de entonces será
su amigo y admirador, como lo expresó en la sierra Maestra: “Fidel me
impresionó como un hombre extraordinario. Las cosas más imposibles eran las que
encaraba y resolvía. Tenía una fe excepcional en que una vez que saliese hacia
Cuba, iba a llegar. Que una vez llegado iba a pelear. Y que peleando, iba a
ganar. Compartí su optimismo. Había que hacer, que luchar, que concretar. Que
dejar de llorar y pelear. (Massetti, 1959, p. 51)
El Che admiró profundamente
a Fidel, reconoció en él su profundo humanismo, su liderazgo y genialidad
política, pues de haber sido de otro modo, no hubiera estado a su lado en los
días difíciles y gloriosos del Granma y la Sierra Maestra, porque además
conocemos su profundo sentimiento de justicia social y su carácter de
revolucionario integro. Por eso antes de ir a luchar a otras tierras del mundo
expresó sobre Fidel: “pocas veces brilló más alto un estadista que en esos
días, me enorgullezco también de haberte
seguido sin vacilaciones, identificado con tú manera de pensar y de ver y
apreciar los peligros”. (Che,
1997, p. 6.)
La Revolución Cubana fue una gran escuela para el Che, en ella vertió lo
mejor de su talento e integralidad política y moral. No escatimó esfuerzos ni
sacrificios para consolidar su triunfo definitivo y comenzar la construcción
socialista. “Estuvo en el INRA[3],
al frente de unas pocas industrias a cargo de esa institución cuando todavía no
se habían nacionalizado las industrias fundamentales y solo había un grupo de
fábricas intervenidas; estuvo en el Banco Nacional, otra de las
responsabilidades que desempeñó, y estuvo al frente del Ministerio de
Industria, cuando se creó este organismo; se habían nacionalizado ya casi todas
las fábricas, había que organizar todo aquello, había que mantener la
producción, y el Che se vio ante aquella tarea, como se vio ante otras muchas,
la tomó con una consagración total, le dedicaba día, noche, sábado y domingo,
todas las horas y se propuso realmente resolver trascendentes problemas.
(Castro, 1987)
Ese ejemplo moral y su hondo humanismo constituyen la base fundamental de su
pensamiento marxista-leninista y la simiente esencial de la gran utopía a
realizar por los pueblos en el próximo milenio.
El pensamiento ético del Che
Muchas veces estudiamos al Che para resaltar su carácter multifacético y
sus extraordinarias virtudes humanas, dignas de ser imitadas y continuadas por
las presentes y futuras generaciones, pero también es necesario sistematizar el
análisis y la difusión de sus postulados teóricos sobre el papel que desempeña la moral del hombre y su
subjetividad en el proceso de construcción socialista.
En ocasiones analizamos su vida y obra sin percatarnos, tal vez, que la
ética constituye el aspecto medular de todos sus aportes teóricos a la
Revolución Cubana, a la filosofía marxista-leninista y a la construcción del
Socialismo en cualquier parte del mundo. Se debe reconocer que la “insufló
lozanía tonificante a la teoría marxista-leninista, aplicando sus concepciones
creadoras a las múltiples y complejas tareas que se le confiaron.” (Roa, 1977,
p. 21).
El Che fue un hombre de acción y de ideas avanzadas, ambas virtudes las
desarrolló a su más alta expresión y en su interrelación dialéctica fue capaz
de legarnos un insuperable código ético que inevitablemente deberá ser
estudiado por aquellos que en el futuro tengan la misión histórica de construir
las nuevas sociedades socialistas en diferentes partes del mundo, teniendo como
premisa y factor fundamental al hombre y su conciencia social.
La obra del Che está llena de páginas aleccionadoras sobre la necesaria
formación de valores éticos en la construcción del Socialismo, pero lo que le
brinda mayor relevancia es el carácter consecuente de los valores éticos que
predicaba y la ejemplaridad de su vida. En sus escritos sobre la guerra de
guerrillas aborda la acción revolucionaria y toda su problemática, el papel que
debe desempeñar el guerrillero como orientador, agitador y en la formación
política de las masas populares, así como la vinculación de un grupo o
vanguardia política con el pueblo.
En cuanto a estos aspectos señaló: “tenemos que llegar a la conclusión
inevitable de que el guerrillero es un reformador social (…) un revolucionario
agrario. Interpreta los deseos de la gran masa campesina de ser dueña de la
tierra, dueña de sus medios de producción, de sus animales, de todo aquello que
ha anhelado durante años, de lo que constituye su vida y constituirá también su
cementerio” (Guevara, 1977, p.36)
Sobre la moral del combatiente
revolucionario el Che insistió en el plano teórico y práctico en un sentido
verdaderamente humanista Para su
análisis teórico tuvo en cuenta las razones de la lucha revolucionaria y sus
diferencias con las guerras injustas, veía en la educación moral de los
combatientes la necesaria formación de nuevos valores humanos para la
construcción del Socialismo y la creación de unas Fuerzas Armadas completamente
nuevas. Por eso, en relación con este asunto, dijo que los “sobrevivientes
deben ser dejados en libertad. Los heridos deber ser cuidados con todos los
recursos posibles en el momento de la acción. La conducta con la población civil debe estar reglada por
un gran respeto a todas las tradiciones y normas de la gente de la zona, para
ir a una demostración efectiva, con los hechos, de la superioridad moral del
soldado guerrillero sobre el soldado opresor” (Guevara, 1977, p.51)
Era muy importante para el
Che el trabajo ideológico del guerrillero
con las masas populares, sobre todo con el campesinado, clase carente de
instrucción y educación. Para lograr este objetivo, es necesaria la relación
estrecha entre el guerrillero y esa masa de campesinos que constituye su base
social, “ir explicando, dando a leer las publicaciones de la rebeldía,
enseñando la verdad. Porque una de las características de la propaganda
revolucionaria debe ser la verdad. Poco a poco, así se irán ganando masas y
podrá ir eligiéndose entre las que hagan los mejores trabajos para
incorporarlos al ejército rebelde o a algunas tareas de mucha responsabilidad”.
(Guevara, 1977, p.128) De esta
forma se realiza un doble trabajo a la misma vez: se difunden mediante la labor
de propaganda las ideas revolucionarias y se captan los mejores hombres para
nutrir al Ejercito Rebelde, y encomendarles las disimiles misiones que de este
se deriven.
Otro aspecto de suma prioridad para el Che, es la disciplina del
guerrillero. La disciplina tiene inexorablemente influencias sobre la moral del
combatiente y de su lucha. De ahí que defiende la disciplina consciente, que se
forma mediante procedimientos educativos y con el ejemplo, rechazando todo
método de imposición o coacción. He analizado aquí todos los estos aspectos
humanistas del pensamiento del Che, porque la campaña mediática de los enemigos
del socialismo en el contexto de los 50 años de su asesinato, mostraron un Che
violento, dictatorial y aventurero, lo que constituye una injusticia, que no
resiste un análisis serio, cuando se exponen las concepciones humanistas y
científicas de su pensamiento o estrategia revolucionaria con miras a la
construcción del Socialismo o una sociedad nueva, diferente a la barbarie
capitalista.
Es muy esclarecedora la comparación que hizo el Che sobre las diferencias
de concepciones entre el Ejército Rebelde y la dictadura de Fulgencio Batista
en cuanto a la disciplina: “el de la dictadura practicando su moral, su
disciplina cuartelaría, exterior, mecánica y fría y el guerrillero, con su
notable disciplina exterior grande y una interior grande”. (Guevara, 1977, p. 237)
Esta disciplina interior es fruto del convencimiento, además de tener como meta
final el perfeccionamiento de la conducta del individuo y la creación de
virtudes. En sus reflexiones el Che destacó la moral de combate que tuvo el Ejército
Rebelde, dada por el sentimiento de justicia en una causa y la fe en el triunfo
final de los ideales más nobles. Así resaltó que “las armas fundamentales de
este ejército eran su moral y disciplina”. (Guevara, 1977, p. 235)
Con su propia actitud, el Che fue
un ejemplo claro de autodisciplina, siempre se impuso una férrea disciplina en
el cumplimiento de todas sus responsabilidades y misiones. Fue capaz de
prepararse físicamente para integrar el contingente de hombres que vendría en
el Granma. A pesar de padecer agudos ataques de asma, se llenó siempre de
voluntad suficiente para realizar incuestionables proezas humanas durante el
periodo insurreccional y con ese sacrificio se creó a sí mismo una moral nueva,
basada en la disciplina consciente, la racionalidad y la firmeza de carácter.
La preocupación por el ser humano es otro de los valores morales que más
defendió en el plano teórico y práctico. En su concepción revolucionaria
concibió la educación de los hombres en un ambiente de compañerismo, de
sensibilidad hacia la desgracia ajena. Esta sensibilidad y preocupación por los
hombres constituyó una característica personal del Che durante toda su vida. En
su obra sobre la Guerra de Guerrillas expone: “el guerrillero no debe de
ninguna manera, dejar a un compañero herido a merced de las tropas enemigas
pues la suerte de éste será, casi seguramente la muerte. Cueste lo que cueste,
hay que retirarlo de las zonas de grandes fatigas y los más grandes peligros deben correrse para esta tarea. El
soldado de guerrillas debe ser un extraordinario compañero”. (Guevara, 1977, p.
77)
Este espíritu de solidaridad humana también lo llevó a las relaciones
entre países. Analizó la solidaridad que recibió la Revolución Cubana en los
momentos de mayores peligros y subrayó la obligación moral que tiene Cuba de
ayudar a otros pueblos. “Estemos prestos siempre a mantener una vigilancia
sensible hacia todos los pueblos del mundo, y a darles nuestra mano fraterna, a
darle nuestra ayuda desinteresada, no solamente cuando se producen catástrofes
de la naturaleza….sino también, cuando hay pueblos que luchan por su
libertad. (Guevara, 1960)
La obra de fundamentación teórica sobre el concepto de hombre nuevo “el
Socialismo y el Hombre en Cuba” contiene las ideas principales sobre la
formación del hombre nuevo en la construcción del Socialismo, proceso que debe
realizarse a la misma vez que la creación de la base técnica-material. En ella
se encuentra la medula de los aportes del Che sobre los valores éticos
necesarios para hacer avanzar la nueva sociedad.
La concepción del Che sobre la edificación de la nueva sociedad retoma de
Carlos Marx los aspectos puntuales de la problemática del hombre, como sujeto activo
y consciente de su propia historia. Principalmente, porque en sus estudios
sobre el pensamiento de Marx se había dado cuenta que el autor de “El Capital”
no desarrolló los aspectos subjetivos, ese no era el objetivo fundamental de su
obra, y entonces, a partir de la compleja experiencia soviética, era necesario
profundizar sobre este aspecto de la filosofía marxista. El Che estaba
convencido de que al Socialismo no se puede llegar si el hombre no es
consciente, si no tiene una conciencia nueva frente a la sociedad.
Para el Che el Socialismo entendido
solamente como un hecho económico es un error, hay que concebirlo también como
un momento de transformación de la conciencia de los individuos y los colectivos
humanos. En agosto de 1959, en un viaje
oficial a varios países afroasiáticos, y en especial sobre Yugoslavia, al ver
los métodos de dirección económica de esos países, realizó una serie de observaciones
críticas que la historia posterior se encargó de darle la razón a sus
planteamientos.
El Che advirtió: “persiguiendo
la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos
legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el
interés material individual como palanca, etc.), se puede llegar a un callejón
sin salida. Entre tanto la base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa
sobre el desarrollo de la conciencia.
Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer
al hombre nuevo”. (Guevara,
1988, p.9)
Otros valores morales que
conforman el humanismo del Che y su concepción del hombre nuevo son la
modestia, la sencillez, el espíritu creador, la dignidad, el colectivismo, el
sentido de la justicia y el amor a la verdad. La austeridad es uno de los
valores fundamentales del hombre nuevo. Consideraba que el revolucionario tiene
que vivir como los hombres de pueblo y sufrir sus carencias. Alertó que las
inclinaciones hacia las preocupaciones individuales o familiares en una dirección
material permiten infiltrar los gérmenes de la futura corrupción.
En este sentido afirmó:
“contrarrevolucionario es todo aquel que contraviene la moral revolucionaria,
no se olviden de eso. Contrarrevolucionario es aquel que lucha contra la
Revolución, pero también es contrarrevolucionario el señor que valido de su
influencia consigue una casa, que después consigue dos carros, que después
viola el racionamiento, que después tiene todo lo que no tiene el pueblo, y que
lo ostenta o no lo ostenta, pero lo tiene (….) porque todos aquellos que,
hablando de revolución, violan la moral revolucionaria, no solamente son
traidores potenciales a la revolución, sino que además son los peores
detractores de la revolución”. (Guevara,
1970, p. 228)
La gesta del Che al frente
del ejército internacionalista de Bolivia, no solo es la hazaña histórica más relevante
de la resistencia y la lucha contra el imperialismo en el continente
latinoamericano, sino también la epopeya ética más importante de este siglo.
Con ella trató de buscarle un espacio político adecuado a la Revolución Cubana
y de cambiar mediante posiciones de izquierda la correlación bipolar de fuerzas
en el sistema internacional, que no siempre favoreció y defendió los valores e
intereses tercermundistas, perpetuando así un orden internacional desigual e
injusto. Esta identificación total con los pobres de este mundo y la búsqueda
de soluciones a sus problemas, desde posiciones revolucionarias radicales, lo
colocan en lo más alto del espíritu ético universal americano.
El Che en la política exterior de la Revolución Cubana
Son
múltiples las dimensiones que trascienden de la personalidad y el ejemplo de
Ernesto Guevara de la Serna (Che). Una de ellas lo constituye, sin dudas, su
activa participación en la formación y ejecución de la política exterior de la Revolución
cubana.
El profundo
pensamiento político del Che dejó su huella imperecedera en el accionar cubano
en el escenario internacional. En representación de la Revolución triunfante,
desplegó un largo periplo, entre los meses de junio y septiembre de 1959, por
un grupo de países afroasiáticos: Egipto, Japón, Indonesia, Ceilán[4],
Pakistán, Marruecos, que incluyó también, en los Balcanes de Europa, a
Yugoslavia. Luego, a fines del año 1960, presidió una delegación comercial
cubana a los antiguos países socialistas de Europa del Este, la entonces Unión
Soviética y, en Asia, la República Popular China y la República Popular
Democrática de Corea.
De
extraordinario valor histórico, para entender el alcance de la política
exterior de Cuba, son los discursos pronunciados en los foros de carácter
regional y mundial en los que participó. Por su trascendente actualidad, deben
recordarse sus pronunciamientos en agosto de 1961 en Punta del Este, Uruguay,
con motivo de la conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social de
la Organización de Estados Americanos
(OEA). En aquella alocución denunció los nuevos métodos de dominación política
y económica del imperialismo estadounidense para obstaculizar cualquier intento
de unidad de los países de América Latina y el Caribe.
Desde fecha
tan temprana, el Che abogaba por la necesidad de la unidad de los pueblos
latinoamericanos y caribeños, una idea esbozada por Simón Bolívar y José Martí
en el siglo XIX, para resistir, con dignidad y fortaleza, las crecientes
ambiciones hegemónicas de la potencia norteña al sur del rio Bravo. Las
palabras del Che estuvieron dirigidas a contrarrestar y denunciar una “novedosa
política”, que en el siglo XXI
llamaríamos inteligente, diseñada para conquistar la “mente y los
corazones” de los latinoamericanos y caribeños. A esta estrategia el gobierno
de los Estados Unidos de la época, presidido por el demócrata John F. Kennedy,
denominó: “Alianza para el Progreso”, con el objetivo de conceder un total de
20 000 millones de dólares en diez años a los países de la región. Esto
podríamos catalogarlo de un pago por adelantado a los gobiernos de América
Latina y el Caribe, para lograr de ellos su complicidad en los intentos por
aislar y hostigar en todos los ámbitos a la naciente Revolución cubana.
Lo inminente
de esos planes hizo que el Che denunciara, en forma enérgica, los preconcebidos
fines de la Conferencia, cuando dijo que se “quería separar a Cuba de América
Latina, esterilizar su ejemplo y domesticar a los pueblos del continente”. En
su magistral discurso también subrayó que la “Revolución cubana reafirmó la
soberanía nacional del país, lo que permite denunciar para todos los pueblos de
América, y para todos los pueblos del mundo, la reivindicación de los
territorios injustamente ocupados por otras potencias”. A su regreso a la isla
rebelde del Caribe comunicó al pueblo cubano sobre su denuncia al imperialismo
en Punta del Este, donde por primera vez, en una conferencia latinoamericana,
una voz discrepaba: Cuba.
Entre los
años 1964 y 1965, el Che tuvo una intensa actividad en el plano internacional.
El 11 de diciembre de 1964, en la XIX Asamblea General de la ONU celebrada en
Ginebra, en nombre del gobierno cubano, acusó contundentemente las agresiones
de los Estados Unidos contra Cuba, y dejó con toda nitidez los fundamentos
latinoamericanistas de la Revolución que representó con cabal identificación.
Para el Che,
no había enemigo pequeño ni fuerza
desdeñable, y como estableció la Segunda Declaración de La Habana: “Ningún
pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de
doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los
mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor
destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del
mundo entero”. (Castro, 1962)
Allí en la
apacible Ginebra, sentenció que el añoso y tristemente célebre “Fondo Monetario
Internacional es el cancerbero del dólar en el capitalismo (…) es el
instrumento de penetración de los capitales norteamericanos en el mundo
subdesarrollado (…), no hace sino impedir las medidas frente a la competencia y
la penetración de los monopolios extranjeros". (Guevara, 1964) Con
argumentos irrebatibles combatió el intercambio desigual impuesto a las
naciones del Tercer Mundo, y exigió una nueva definición del comercio
internacional mediante la edificación de un Nuevo Orden Económico
Internacional.
De enero al
14 de marzo de 1965, recorre un grupo de países africanos: Mali, Congo, Guinea,
Ghana, Dahomey[5],
Tanzania, Egipto y Argelia. Un periplo que todavía hoy es recordado en muchos
de estos pueblos. Como parte de esa estancia en el continente africano, el 24
de febrero, participó como observador en el Segundo Seminario Económico de la
Organización de solidaridad Afroasiática. El Che estaba convencido del
sinnúmero de restricciones que obstaculizaban y debilitaban una verdadera
acción revolucionaria en los países de la periferia capitalista. En este foro
su idea: “no hay fronteras en la lucha a muerte contra el imperialismo”, tuvo
una gran acogida en los líderes africanos, y sintetizó, para siempre, su
concepción internacionalista sobre la lucha revolucionaria.
En marzo de
1965, los revolucionarios congoleses fundaron el Consejo Supremo de la
Revolución y su jefe Gastón Soumialot, solicitó apoyo militar a Cuba,
consistente en instructores y combatientes. Un mes después, el Che volvió a
salir de Cuba hacia el Congo, con el seudónimo de Ramón Benítez, en condición
de jefe de la misión cubana para apoyar el movimiento guerrillero de ese país.
Allí permaneció hasta que las condiciones políticas internas permitieron
mantener la lucha. En noviembre de ese mismo año concluye su estadía en esas
tierras.
Sobre la
estancia y el papel desempeñado por el Che en el Congo, Fidel Castro dijo en
exclusiva entrevista al periodista italiano Gianni Miná: “él también estaba muy
interesado por los problemas internacionales (…) Su conducta en esa misión fue
como siempre, ejemplar e insuperable. Su estancia en África era transitoria, en
espera de que se creasen las condiciones para viajar a Suramérica”. (Miná,
1987, p. 323-324) Nuevas tierras reclamaban sus modestos esfuerzos y, como
había dicho en el “Mensaje a la Tricontinental”, su acción se había convertido
entonces en un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad
de los pueblos bajo la dominación de los Estados Unidos.
En medio de
los más diversos rumores sobre las causas de su enigmática desaparición de las
tribunas políticas, Fidel Castro hizo público, cuando todavía se encontraba en
el Congo, la carta de despedida que el Che había dejado para el pueblo cubano.
Aun en vísperas de su inmortal y definitivo viaje puntualizó con vehemencia en
dicho documento: “he estado identificado siempre con la política exterior de
nuestra revolución, y lo sigo estando… Donde quiera que me pare sentiré la
responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré”. (Che, 1997,
p. 6.)
El espíritu
que forjó el Che y su imagen paradigmática de hombre nuevo perduran. La pléyade
de jóvenes que, en las condiciones de bloqueo económico, comercial y
financiero, y de permanente subversión política e ideológica de los Estados
Unidos, sostienen la independencia de Cuba, mantienen vivo el combativo legado
del Che a la Revolución Cubana, en el ámbito de una política exterior
antiimperialista, internacionalista y solidaria.
Hacia
un nuevo estudio de las concepciones teóricas del Che
El pensamiento del Che, sus
escritos y el legado de su ejemplo personal pueden servirnos de fuerza moral e
intelectual para la profundización de la Revolución y el Socialismo en Cuba. El
legado del Che, su inmenso prestigio y los sentimientos que despierta su figura
en el pueblo cubano son imperecederos.
Los aspectos éticos de la
obra del Che tienen una vigencia extraordinaria en las difíciles condiciones
que atraviesa la humanidad, después del fracaso de los primeros ensayos
socialistas en Europa del Este, la desaparición de la Unión Soviética y la
crisis de las fuerzas revolucionarias y antiimperialistas a nivel global. En
las nuevas condiciones históricas del siglo XXI se han desarrollado procesos
progresistas y revolucionarios en Venezuela, Ecuador y Bolivia, entre otros
países, pero el imperialismo y las oligarquías locales han hecho todo lo
posible por derrotarlos, incluyendo a la Revolución Cubana con un bloqueo
económico, comercial y financiero intacto y recrudecido por la administración
de Donald Trump y la influencia de los sectores de la extrema derecha miamense.
En este contexto
internacional de intenso accionar de los sectores de derecha y extrema derecha
contra los procesos revolucionarios, progresistas y antiimperialistas a nivel
regional e internacional, el pensamiento político-ético del Che, nos ofrece
poderosos argumentos para la construcción del Socialismo. Lo más importante no
es citarlo de forma mecánica o fuera de contexto, sino interiorizar que sus
virtudes humanas y revolucionarias son las verdaderas cualidades de un ser
superior, dotado para vivir de forma más plena y aportar lo mejor de sí a sus
país y la humanidad.
El ejemplo y la obra del Che
no deben ser utilizadas como parte de una táctica, para cumplir objetivos
políticos inmediatos, es necesario que forme parte consciente de la actividad
cotidiana de las fuerzas de izquierda frente el brutal capitalismo neoliberal y
de la misión estratégica que tiene la Revolución cubana de educar nuevos
valores morales y humanos en las presentes y futuras generaciones de cubanos.
Los aportes del pensamiento
del Che, sobre la importancia del factor subjetivo, son esenciales en el
desarrollo de la joven sociedad socialista. Para el Che el Socialismo es el
resultado de la decisión histórica de todo un pueblo y de la educación individual
que realiza cada hombre de forma consciente en su interior, para luego vestirse
en todo un pueblo y unirse a la vanguardia que eligió el rumbo socialista. Este
vinculo entre la vanguardia y el pueblo deber ser un aspecto a tener presente
en esta hora del Socialismo en Cuba. Sus aclaraciones certeras sobre el papel de
la vanguardia política en todo el periodo de transformaciones sociales y
económicas tienen un valor metodológico y didáctico inapreciable.
Estamos obligados a conocer
cada vez más el pensamiento del Che, para recuperar sus convicciones éticas,
que lo convierten en el paradigma del hombre nuevo y el ejemplo de la utopía
humana a construir en el siglo XXI. Es por eso que, en la construcción de un
nuevo socialismo a nivel mundial, no bastará con la implantación del poder de
las mayorías sociales, la entrega de los medios fundamentales de producción a
los trabajadores, y que existan vínculos estables entre la vanguardia y las
masas populares.
Es imprescindible, diría el
Che, el desarrollo de la conciencia y cultura revolucionaria en la construcción
del Socialismo, puesto que propicia una transformación radical en las
relaciones sociales entre los individuos y las colectividades, en sus
motivaciones, aspiraciones y actitudes. Se supone que todo eso permitiría la
superación del hombre consumista y enajenado por el sistema de dominación
capitalista, que es hoy planetario, y genera múltiples problemas globales en su
evolución depredadora de la naturaleza y el medio ambiente, amenazando así la
existencia misma de la especie humana.
Notas:
[1] Doctor en Ciencias Históricas. Profesor Titular.
Vicerrector de Investigaciones y Postgrado. Instituto Superior de Relaciones
Internacionales “Raúl Roa García”.
[2] Joven revolucionario cubano asesinado durante la
tiranía de Fulgencio Batista. Miembro del Movimiento 26 de julio y
Expedicionario del Granma.
[3] Instituto Nacional Reforma Agraria.
[4]
Actual Sri Lanka
[5]
Hoy Benín
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