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viernes, 13 de marzo de 2015

Cumbre de las Américas: la Sociedad Civil Hemisférica debe exigir acciones urgentes a favor del desarme nuclear, general y completo


Por Leyde E. Rodríguez Hernández
 

“El poder desencadenado del átomo lo ha cambiado todo excepto nuestras formas de pensar, y es por ello que avanzamos sin rumbo hacia una catástrofe sin precedentes” Albert Einstein.


La Humanidad se enfrenta en el siglo XXI a dos grandes desafíos: el cambio climático y la existencia de armas nucleares, que de ser utilizadas provocarían un desastre ambiental, acelerando definitivamente el cambio climático global.

Si las armas nucleares, por su alto poder destructivo, carecen de utilidad militar, porque su uso provocaría un invierno nuclear de imprevisibles consecuencias para vida en el planeta, entonces es necesario destruirlas y así la Humanidad se protegería de los accidentes, los errores de cálculo o cualquier actividad demencial que provoque su uso. Por eso, ante la existencia de unas 25000 armas nucleares, más de 12000 de ellas listas para ser empleadas de inmediato por fuerzas aliadas o antagónicas, es más imperioso que nunca el esfuerzo mancomunado de todas las naciones para detener los programas de modernización de las armas nucleares a través de un efectivo proceso desarme nuclear.

A estas armas fundamentales, se unen otras de exterminio masivo. En la esfera atómica, las bombas de neutrones o de rayos gamma, armas de radiación; además de las armas químicas y bacteriológicas. Todas estas armas hacen que la guerra en nuestra época ya no pueda considerarse un instrumento racional de la política. Pero mientras existan, implican siempre el peligro de que ocurra el conflicto que nadie puede desear: la guerra nuclear.

Lamentablemente, la actuación de las potencias imperialistas ha generado la proliferación de armamentos, incluso los de exterminio masivo. Muchos Estados subdesarrollados gastan enormes sumas en armas convencionales y en los intentos de dotarse de armas nucleares, pero también químicas y bacteriológicas. La proliferación de armas lleva a lo que el académico norteamericano, Joseph Nye Jr, ha llamado la difusión del poder a Estados medianos e inclusive pequeños, y ha acentuado los riesgos de la guerra en las relaciones internacionales. Todo esto se debe al mal ejemplo de las grandes potencias, que no cumplen con el compromiso de trabajar por el desarme y no solo se arman ellas mismas como base de su poder en el plano internacional, sino hacen grandes negocios suministrando armas a otros, contribuyendo así a las tensiones y los conflictos en diversas regiones del planeta.

Desde el punto de vista histórico, es conocido que, en las concepciones militares de los Estados Unidos, las armas nucleares son reconocidas como “sus mejores armas”, el resultado de las tecnologías más adelantadas, al mismo tiempo de postular que dejar de emplearlas, si fuese necesario, equivaldría a renunciar a las ventajas de un potencial estratégico-militar e industrial superior. 

Por lo contrario, el desarme nuclear, en su aspecto conceptual, es el sistema de medidas cuya aplicación debe conducir a la completa destrucción o sustancial reducción de los medios de guerra y a la creación de las condiciones necesarias para eliminar la amenaza de una guerra nuclear mundial.

En la teoría de las Relaciones Internacionales, se distinguen los conceptos de limitación y control de armas nucleares y sus medios portadores (desarme parcial), enfocado también a mitigar la carrera armamentista, con el proceso general y completo de desarme nuclear que sigue siendo una aspiración de la Humanidad, pero no es una utopía.

Los ejemplos de acuerdos que prevén el desarme parcial son, por ejemplo, el Tratado de Moscú sobre la prohibición de los ensayos con armas nucleares en la atmósfera, en el espacio ultraterrestre y bajo el agua (1963), el Tratado sobre la no proliferación de armas nucleares (1968) y el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés) (1996).

Lo que los Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS) pretendieron con sus acuerdos de limitación y control de armamentos, no fue otra cosa que conseguir la estabilidad en los presupuestos militares de ambos países, manteniendo una cierta distensión en un sistema internacional bipolar, como fueron los casos de los acuerdos SALT-I (1972) y SALT- II (1979), este último no fue ratificado por el Senado de los Estados Unidos, que establecieron algunas limitaciones en los arsenales nucleares de las superpotencias de la época.

En años posteriores, con los mismos objetivos de reducir los arsenales nucleares estratégicos entendiendo por estos, tanto las armas atómicas como sus sistemas de lanzamientos, pero manteniendo siempre la doctrina de la disuasión reciproca, fueron firmados otros acuerdos como el START-I (1991), por el cual fueron desnuclearizados Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán. Este acuerdo fue considerado el de mayor reducción de armamentos en la historia. Por el START-I, Rusia declaró la reducción de sus vehículos de lanzamiento estratégico desplegados a 1.136 y sus cabezas nucleares a 5518; el START-II (1993), nunca llegó a entrar en vigor, pero se proponía la reducción de los arsenales de ambos Estados en torno al 50 %.

Los Estados Unidos sólo ratificaron el Tratado START-II en 1996 y no el paquete completo de medidas, que nunca sometió al Senado para su consideración. La retirada de Rusia del Tratado START-II, declarándose nulo, se produjo al día siguiente de la denuncia unilateral de los Estados Unidos, el 13 de junio de 2002, del Tratado ABM de 1972, que estableció la arquitectura de seguridad internacional con la prohibición del despliegue de sistemas de defensa antimisiles de los Estados Unidos y la Unión Soviética (Rusia).

Roto el compromiso con el tratado ABM, los Estados Unidos avanzaron por su cuenta en el desarrollo de un Sistema Nacional de Defensa Antimisil (SNDA) extendido, en sus variantes de defensas antimisiles de teatro, a sus aliados en Europa, en el marco de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en Asia y el Medio Oriente. Esta es una estrategia militarista directamente relacionada con los medios de transporte del arma nuclear que goza, hasta ahora, de la firme oposición de Rusia, así como de China, porque representa una seria amenaza al precario equilibrio estratégico mundial.

El fracaso del Tratado START-II, llevó a la firma del Tratado SORT, el 24 de mayo de 2002, en Moscú, con vigencia hasta el 31 de diciembre de 2012. Este acuerdo limitó las cabezas nucleares estratégicas  a 1.700-2000, es decir por debajo de los límites propuestos en el Tratado START-II (2.000-2.500). La principal diferencia entre los tratados SORT y START residía en que el primero obligaba a las partes al desmantelamiento de la carga y no a la destrucción de los vectores por lo que, en términos prácticos, su alcance era limitado, tratándose más de una medida de confianza que de un acuerdo de desarme stricto sensu.

Con el START-III (2010), los Estados Unidos y Rusia, se comprometieron a reducir el 30 % de los arsenales nucleares estratégicos, hasta situarlos en un máximo de 1550 ojivas para cada una en el año 2020. Este acuerdo fue ratificado por el Senado estadounidense y la Duma Rusa el 22 y 24 de diciembre de 2010, respectivamente.

Este tratado, más reciente, y los llamamientos del presidente estadounidense Barack Obama a favor de “un mundo libre de armas nucleares y el otorgamiento del premio nobel de la paz, han creado esperanzas, pero no se han traducido en acciones concretas para el desarme nuclear, porque para que ello ocurra se requiere de un cambio de paradigma en las proyecciones de la política exterior de las grandes potencias, que propicie el abandono de las doctrinas y estrategias político-militares de la “guerra fría”; tales como la disuasión nuclear y las concepciones de seguridad internacional sustentadas  en los presupuestos del concepto de la Destrucción Mutua Asegurada. 

Sin embargo, frente al desarme parcial de las grandes potencias debemos defender el enfoque de un desarme general y completo, el cual posee una dimensión más universal, racional y democrática. Entendemos por desarme general y completo el proceso que debe conducir a la total destrucción de los medios de conducción de la guerra y la eliminación de la carrera armamentista, priorizando las armas de mayor capacidad destructiva, como las armas nucleares por su peligrosa amenaza a la paz y a la supervivencia de la vida en la Tierra.    

Quiero enfatizar que el desarme nuclear no es un acontecimiento aislado, sino un proceso que al enfrentarse a un problema global como la amenaza de guerra nuclear o a la catástrofe nuclear,  no se puede alcanzar por iniciativa de un solo Estado o dos gobiernos, porque concierne a toda la Humanidad. El desarme nuclear de carácter integral y sostenible necesariamente tiene que incorporar a todos los actores internacionales afectados, incluyendo gobiernos, representantes de diversos sectores públicos, privados y la llamada sociedad civil. 

El desarme nuclear de carácter sistémico es un tema que compete a la seguridad de las grandes potencias, a las potencias medias y a la gran mayoría los países periféricos en regiones enteras, independientemente de la estructura internacional existente como resultado de la configuración internacional de fuerzas en un determinado periodo histórico de las relaciones internacionales.   

Por lo que, desde una perspectiva teórica, el proceso de desarme nuclear podría ser unilateral, bilateral o multilateral, universal, regional o local. Su ejecución puede ser completo o parcial y pudiera ser controlado o sin control. Cualquiera de las modalidades señaladas podría acompañar los movimientos hacia la consolidación de la seguridad y la estabilidad internacional. La dimensión multilateral se ve encarnada fundamentalmente en la Conferencia de Desarme, creada, en 1979, en el primer periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General  de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y que cuenta con 65 miembros.

Reivindicar el fortalecimiento de la Conferencia de Desarme, frente al desinterés de las grandes potencias nucleares en materia de desarme nuclear, es enfrentar el injusto “orden” internacional convulsionado por el actuar violento  de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, que se proyectan más a “policiar” las relaciones internacionales con el pretexto de intervenciones con “fines humanitarios” o para proteger los “derechos humanos”, que a edificar las bases de un verdadero, genuino, justo y humano nuevo orden mundial que preserve las paz y los intereses de la mayoría de la Humanidad.

Es en el marco de la ONU, en su Conferencia de Desarme, donde debe iniciarse un proceso profundo, escalonado y por etapas de desarme nuclear en beneficio de la supervivencia de la Humanidad, y no en mecanismos alternativos, manejados o manipulados por un grupo de potencias nucleares.

La Conferencia Desarme debe trabajar para evitar una catástrofe climática de dimensiones planetaria inducida por la energía nuclear. Así como extender a otras regiones del sistema internacional los regímenes que propician la existencia de Zonas Libres de Armas Nucleares (ZLANs), hasta ahora existentes en el Sureste Asiático (Tratado de Bangkok); Asia Central (Declaración de las Cinco Naciones de Almaty); África (Tratado Pelindaba); Antártida (Tratado Antártico); América Latina y el Caribe (Tratado de Tlatelolco) y el Pacifico Sur (Tratado de Rarotonga).

Está claro que, para lograr el desarme nuclear universal, se requiere mayor voluntad política de las grandes potencias, lo que solo podría ser posible mediante un movimiento global de educación y sensibilización para el desarme y en rechazo a las armas nucleares. La educación para el desarme nuclear, aunque parezca tan obvio, empieza por la divulgación de información y la concientización de la opinión pública nacional e internacional por todos los medios de prensa al alcance de los Estados, incluyendo las Nuevas Tecnologías de las Comunicaciones, como las redes sociales Facebook y Twitter, entre otras, en Internet. Se hace necesaria la apertura de sitios y páginas Web en la red de redes en defensa del desarme nuclear.

El desarme nuclear no es una utopía, como algunos afirman y desestimulan. En mi opinión requiere de un esfuerzo de concertación internacional de enormes esfuerzos y envergadura político-diplomática, para vencer los manejos militaristas de las grandes potencias dotadas de enormes arsenales nucleares.  

A pesar de la compleja coyuntura internacional y de las posiciones antagónicas entre las principales potencias mundiales,  se podría lograr el objetivo del cese de la carrera de armamentos nucleares y el desarme nuclear mediante las siguientes acciones o medidas:

a)    Creación de una cultura o educación mundial de paz y contra las armas nucleares, por todos los medios y vías posibles, que ofrezca una visión de la importancia actual y futura de “un mundo sin armas nucleares”;

b)    Cesación del desarrollo y el perfeccionamiento  cualitativo de las armas nucleares;

c)    Cesación de la producción de todos los tipos de armas nucleares y de sus vectores y de la producción de material fisionable para  armas.

d)    Aplicación de los avances de la ciencia y la tecnología en el desarme nuclear.

e)  Reducción de los gastos militares y utilización de los recursos destinados al mantenimiento de los arsenales nucleares, para el  desarrollo, atendiendo a la conexión intrínseca entre desarme y desarrollo. 

f)   Un programa amplio y por etapas con plazos convenidos para la eliminación de las armas nucleares, bajo estricto y eficaz control de la Conferencia de Desarme de la ONU.

En realidad, en el siglo XXI, se han agravado los temores y peligros ya existentes en la época de la confrontación bipolar o de la llamada “guerra fría” del siglo XX, acerca de la posibilidad de una guerra generalizada con armas nucleares.

Debe recordarse que la Conferencia del Tratado de No Proliferación (TNP) adoptó una decisión trascendental, denominada “Principios y Objetivos de Desarme y No Proliferación Nuclear (Documento NPT/Conf.1995/L.5)”, que también ha sido contraria a los intereses hegemónicos de las grandes potencias; por lo que todo está aún por hacerse para alcanzar el desarme nuclear. Pero un verdadero proceso de desarme nuclear requiere de un cambio cualitativo de las relaciones internacionales, no solo una distensión pasajera sino la creación de un genuino “nuevo orden mundial”, justo y humano, donde se prioricen las necesidades de la inmensa mayoría de la Humanidad.

Visto así, ante la inminente amenaza que significan los enormes  arsenales de armas nucleares, para la continuidad de la vida en nuestro planeta, los Estados de América Latina y el Caribe y la Sociedad Civil Hemisférica debieran exigir con firmeza, en la Cumbre de las Américas y sus foros colaterales, a celebrarse en abril de 2015 en Panamá, la actuación urgente a favor de un desarme nuclear general y completo.

Dejarlo para mañana sería demasiado tarde.

Bibliografía

Brennan G. Donald. Desarme. Control de Armamentos y Seguridad Nacional. Editorial Seix Barral, S. A. Barcelona, 1964.

Garrido Rebolledo Vicente. El desarme nuclear en tres movimientos. Tiempo de Paz. Nro. 100, Primavera 2011.

Rodríguez Hernández Leyde Ernesto. La Defensa antimisil de los Estados Unidos. Editorial Publibook, Paris, Francia, 2011. 

Valle F. Marcelo. Desarme nuclear. Regímenes internacionales, latinoamericano y argentino de no proliferación. UNUDIR, Ginebra, Suiza, 2003.