“El poder desencadenado del átomo lo ha cambiado todo excepto nuestras
formas de pensar, y es por ello que avanzamos sin rumbo hacia una catástrofe
sin precedentes” Albert Einstein.
La Humanidad se enfrenta en el siglo
XXI a dos grandes desafíos: el cambio climático y la existencia de armas
nucleares, que de ser utilizadas provocarían un desastre ambiental, acelerando
definitivamente el cambio climático global.
Si las armas nucleares, por su alto
poder destructivo, carecen de utilidad militar, porque su uso provocaría un
invierno nuclear de imprevisibles consecuencias para vida en el planeta,
entonces es necesario destruirlas y así la Humanidad se protegería de los
accidentes, los errores de cálculo o cualquier actividad demencial que provoque
su uso. Por eso, ante la existencia de unas 25000 armas nucleares, más de 12000
de ellas listas para ser empleadas de inmediato por fuerzas aliadas o
antagónicas, es más imperioso que nunca el esfuerzo mancomunado de todas las
naciones para detener los programas de modernización de las armas nucleares a
través de un efectivo proceso desarme nuclear.
A estas armas fundamentales, se unen
otras de exterminio masivo. En la esfera atómica, las bombas de neutrones o de
rayos gamma, armas de radiación; además de las armas químicas y
bacteriológicas. Todas estas armas hacen que la guerra en nuestra época ya no
pueda considerarse un instrumento racional de la política. Pero mientras
existan, implican siempre el peligro de que ocurra el conflicto que nadie puede
desear: la guerra nuclear.
Lamentablemente, la actuación de las
potencias imperialistas ha generado la proliferación de armamentos, incluso los
de exterminio masivo. Muchos Estados subdesarrollados gastan enormes sumas en
armas convencionales y en los intentos de dotarse de armas nucleares, pero
también químicas y bacteriológicas. La proliferación de armas lleva a lo que el
académico norteamericano, Joseph Nye Jr, ha llamado la difusión del poder a
Estados medianos e inclusive pequeños, y ha acentuado los riesgos de la guerra
en las relaciones internacionales. Todo esto se debe al mal ejemplo de las
grandes potencias, que no cumplen con el compromiso de trabajar por el desarme
y no solo se arman ellas mismas como base de su poder en el plano
internacional, sino hacen grandes negocios suministrando armas a otros,
contribuyendo así a las tensiones y los conflictos en diversas regiones del
planeta.
Desde el punto de vista histórico,
es conocido que, en las concepciones militares de los Estados Unidos, las armas
nucleares son reconocidas como “sus mejores armas”, el resultado de las
tecnologías más adelantadas, al mismo tiempo de postular que dejar de
emplearlas, si fuese necesario, equivaldría a renunciar a las ventajas de un
potencial estratégico-militar e industrial superior.
Por lo contrario, el desarme
nuclear, en su aspecto conceptual, es el sistema de medidas cuya aplicación
debe conducir a la completa destrucción o sustancial reducción de los medios de
guerra y a la creación de las condiciones necesarias para eliminar la amenaza
de una guerra nuclear mundial.
En la teoría de las Relaciones
Internacionales, se distinguen los conceptos de limitación y control de armas
nucleares y sus medios portadores (desarme parcial), enfocado también a mitigar
la carrera armamentista, con el proceso general y completo de desarme nuclear
que sigue siendo una aspiración de la Humanidad, pero no es una utopía.
Los ejemplos de acuerdos que prevén
el desarme parcial son, por ejemplo, el Tratado de Moscú sobre la prohibición
de los ensayos con armas nucleares en la atmósfera, en el espacio
ultraterrestre y bajo el agua (1963), el Tratado sobre la no proliferación de
armas nucleares (1968) y el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos
Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés) (1996).
Lo que los Estados Unidos y la Unión
Soviética (URSS) pretendieron con sus acuerdos de limitación y control de
armamentos, no fue otra cosa que conseguir la estabilidad en los presupuestos
militares de ambos países, manteniendo una cierta distensión en un sistema
internacional bipolar, como fueron los casos de los acuerdos SALT-I (1972) y
SALT- II (1979), este último no fue ratificado por el Senado de los Estados
Unidos, que establecieron algunas limitaciones en los arsenales nucleares de
las superpotencias de la época.
En años posteriores, con los mismos
objetivos de reducir los arsenales nucleares estratégicos entendiendo por
estos, tanto las armas atómicas como sus sistemas de lanzamientos, pero
manteniendo siempre la doctrina de la disuasión reciproca, fueron firmados
otros acuerdos como el START-I (1991), por el cual fueron desnuclearizados
Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán. Este acuerdo fue considerado el de mayor reducción
de armamentos en la historia. Por el START-I, Rusia declaró la reducción de sus
vehículos de lanzamiento estratégico desplegados a 1.136 y sus cabezas
nucleares a 5518; el START-II (1993), nunca llegó a entrar en vigor, pero se
proponía la reducción de los arsenales de ambos Estados en torno al 50 %.
Los Estados Unidos sólo ratificaron
el Tratado START-II en 1996 y no el paquete completo de medidas, que nunca
sometió al Senado para su consideración. La retirada de Rusia del Tratado
START-II, declarándose nulo, se produjo al día siguiente de la denuncia
unilateral de los Estados Unidos, el 13 de junio de 2002, del Tratado ABM de
1972, que estableció la arquitectura de seguridad internacional con la
prohibición del despliegue de sistemas de defensa antimisiles de los Estados
Unidos y la Unión Soviética (Rusia).
Roto el compromiso con el tratado
ABM, los Estados Unidos avanzaron por su cuenta en el desarrollo de un Sistema
Nacional de Defensa Antimisil (SNDA) extendido, en sus variantes de defensas antimisiles
de teatro, a sus aliados en Europa, en el marco de la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN), en Asia y el Medio Oriente. Esta es una estrategia
militarista directamente relacionada con los medios de transporte del arma
nuclear que goza, hasta ahora, de la firme oposición de Rusia, así como de
China, porque representa una seria amenaza al precario equilibrio estratégico
mundial.
El fracaso del Tratado START-II,
llevó a la firma del Tratado SORT, el 24 de mayo de 2002, en Moscú, con vigencia
hasta el 31 de diciembre de 2012. Este acuerdo limitó las cabezas nucleares
estratégicas a 1.700-2000, es decir por debajo de los límites propuestos
en el Tratado START-II (2.000-2.500). La principal diferencia entre los
tratados SORT y START residía en que el primero obligaba a las partes al
desmantelamiento de la carga y no a la destrucción de los vectores por lo que,
en términos prácticos, su alcance era limitado, tratándose más de una medida de
confianza que de un acuerdo de desarme stricto sensu.
Con el START-III (2010), los Estados
Unidos y Rusia, se comprometieron a reducir el 30 % de los arsenales nucleares
estratégicos, hasta situarlos en un máximo de 1550 ojivas para cada una en el
año 2020. Este acuerdo fue ratificado por el Senado estadounidense y la Duma
Rusa el 22 y 24 de diciembre de 2010, respectivamente.
Este tratado, más reciente, y los
llamamientos del presidente estadounidense Barack Obama a favor de “un mundo
libre de armas nucleares y el otorgamiento del premio nobel de la paz, han
creado esperanzas, pero no se han traducido en acciones concretas para el
desarme nuclear, porque para que ello ocurra se requiere de un cambio de
paradigma en las proyecciones de la política exterior de las grandes potencias,
que propicie el abandono de las doctrinas y estrategias político-militares de
la “guerra fría”; tales como la disuasión nuclear y las concepciones de
seguridad internacional sustentadas en los presupuestos del concepto de
la Destrucción Mutua Asegurada.
Sin embargo, frente al desarme
parcial de las grandes potencias debemos defender el enfoque de un desarme
general y completo, el cual posee una dimensión más universal, racional y
democrática. Entendemos por desarme general y completo el proceso que debe
conducir a la total destrucción de los medios de conducción de la guerra y la
eliminación de la carrera armamentista, priorizando las armas de mayor
capacidad destructiva, como las armas nucleares por su peligrosa amenaza a la
paz y a la supervivencia de la vida en la Tierra.
Quiero enfatizar que el desarme
nuclear no es un acontecimiento aislado, sino un proceso que al enfrentarse a
un problema global como la amenaza de guerra nuclear o a la catástrofe
nuclear, no se puede alcanzar por iniciativa de un solo Estado o dos
gobiernos, porque concierne a toda la Humanidad. El desarme nuclear de carácter
integral y sostenible necesariamente tiene que incorporar a todos los actores
internacionales afectados, incluyendo gobiernos, representantes de diversos
sectores públicos, privados y la llamada sociedad civil.
El desarme nuclear de carácter
sistémico es un tema que compete a la seguridad de las grandes potencias, a las
potencias medias y a la gran mayoría los países periféricos en regiones
enteras, independientemente de la estructura internacional existente como
resultado de la configuración internacional de fuerzas en un determinado
periodo histórico de las relaciones internacionales.
Por lo que, desde una perspectiva
teórica, el proceso de desarme nuclear podría ser unilateral, bilateral o
multilateral, universal, regional o local. Su ejecución puede ser completo o
parcial y pudiera ser controlado o sin control. Cualquiera de las modalidades
señaladas podría acompañar los movimientos hacia la consolidación de la seguridad
y la estabilidad internacional. La dimensión multilateral se ve encarnada
fundamentalmente en la Conferencia de Desarme, creada, en 1979, en el primer
periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), y que cuenta con 65 miembros.
Reivindicar
el fortalecimiento de la Conferencia de Desarme, frente al desinterés de las
grandes potencias nucleares en materia de desarme nuclear, es enfrentar el
injusto “orden” internacional convulsionado por el
actuar violento de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, que se
proyectan más a “policiar” las relaciones internacionales con el pretexto de
intervenciones con “fines humanitarios” o para proteger los “derechos humanos”,
que a edificar las bases de un verdadero, genuino, justo y humano nuevo orden
mundial que preserve las paz y los intereses de la mayoría de la Humanidad.
Es en el marco de la ONU, en su Conferencia de Desarme, donde debe
iniciarse un proceso profundo, escalonado y por etapas de desarme nuclear en
beneficio de la supervivencia de la Humanidad, y no en mecanismos alternativos,
manejados o manipulados por un grupo de potencias nucleares.
La Conferencia Desarme debe trabajar para evitar una catástrofe climática
de dimensiones planetaria inducida por la energía nuclear. Así como extender a
otras regiones del sistema internacional los regímenes que propician la
existencia de Zonas Libres de Armas Nucleares (ZLANs), hasta ahora existentes
en el Sureste Asiático (Tratado de Bangkok); Asia Central (Declaración de las
Cinco Naciones de Almaty); África (Tratado Pelindaba); Antártida (Tratado
Antártico); América Latina y el Caribe (Tratado de Tlatelolco) y el Pacifico
Sur (Tratado de Rarotonga).
Está claro que, para lograr el
desarme nuclear universal, se requiere mayor voluntad política de las grandes
potencias, lo que solo podría ser posible mediante un movimiento global de
educación y sensibilización para el desarme y en rechazo a las armas nucleares.
La educación para el desarme nuclear, aunque parezca tan obvio, empieza por la
divulgación de información y la concientización de la opinión pública nacional
e internacional por todos los medios de prensa al alcance de los Estados,
incluyendo las Nuevas Tecnologías de las Comunicaciones, como las redes
sociales Facebook y Twitter, entre otras, en Internet. Se hace necesaria la
apertura de sitios y páginas Web en la red de redes en defensa del desarme
nuclear.
El desarme nuclear no es una utopía,
como algunos afirman y desestimulan. En mi opinión requiere de un esfuerzo de
concertación internacional de enormes esfuerzos y envergadura
político-diplomática, para vencer los manejos militaristas de las grandes
potencias dotadas de enormes arsenales nucleares.
A pesar de la compleja coyuntura
internacional y de las posiciones antagónicas entre las principales potencias
mundiales, se podría lograr el objetivo del cese de la carrera de
armamentos nucleares y el desarme nuclear mediante las siguientes acciones o
medidas:
a) Creación de
una cultura o educación mundial de paz y contra las armas nucleares, por todos
los medios y vías posibles, que ofrezca una visión de la importancia actual y
futura de “un mundo sin armas nucleares”;
b) Cesación del
desarrollo y el perfeccionamiento cualitativo de las armas nucleares;
c) Cesación de
la producción de todos los tipos de armas nucleares y de sus vectores y de la
producción de material fisionable para armas.
d) Aplicación
de los avances de la ciencia y la tecnología en el desarme nuclear.
e) Reducción
de los gastos militares y utilización de los recursos destinados al
mantenimiento de los arsenales nucleares, para el desarrollo, atendiendo a la conexión
intrínseca entre desarme y desarrollo.
f)
Un programa
amplio y por etapas con plazos convenidos para la eliminación de las armas
nucleares, bajo estricto y eficaz control de la Conferencia de Desarme de la
ONU.
En realidad, en el siglo XXI, se han
agravado los temores y peligros ya existentes en la época de la confrontación
bipolar o de la llamada “guerra fría” del siglo XX, acerca de la posibilidad de
una guerra generalizada con armas nucleares.
Debe recordarse que la Conferencia
del Tratado de No Proliferación (TNP) adoptó una decisión trascendental,
denominada “Principios y Objetivos de Desarme y No Proliferación Nuclear
(Documento NPT/Conf.1995/L.5)”, que también ha sido contraria a los intereses
hegemónicos de las grandes potencias; por lo que todo está aún por hacerse para
alcanzar el desarme nuclear. Pero un verdadero proceso de desarme nuclear
requiere de un cambio cualitativo de las relaciones internacionales, no solo
una distensión pasajera sino la creación de un genuino “nuevo orden mundial”,
justo y humano, donde se prioricen las necesidades de la inmensa mayoría de la
Humanidad.
Visto así, ante la inminente
amenaza que significan los enormes arsenales de armas nucleares, para la
continuidad de la vida en nuestro planeta, los Estados de América Latina y el
Caribe y la Sociedad Civil Hemisférica debieran exigir con firmeza, en la Cumbre
de las Américas y sus foros colaterales, a celebrarse en abril de 2015 en
Panamá, la actuación urgente a favor de un desarme nuclear general y completo.
Dejarlo para mañana sería demasiado
tarde.
Bibliografía
Brennan G. Donald. Desarme. Control
de Armamentos y Seguridad Nacional. Editorial Seix Barral, S. A. Barcelona,
1964.
Garrido Rebolledo Vicente. El
desarme nuclear en tres movimientos. Tiempo de Paz. Nro. 100, Primavera 2011.
Rodríguez Hernández Leyde Ernesto.
La Defensa antimisil de los Estados Unidos. Editorial Publibook, Paris,
Francia, 2011.
Valle F. Marcelo. Desarme nuclear.
Regímenes internacionales, latinoamericano y argentino de no proliferación.
UNUDIR, Ginebra, Suiza, 2003.
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