Una Tercera Guerra Mundial en Europa sería nuclear |
Por Boaventura de Sousa Santos*
Todo
indica que se está preparando una tercera guerra mundial, si
entendemos por "mundial” una guerra que tiene su principal teatro de
operaciones en Europa y repercute en diferentes partes del planeta. Es una
guerra provocada unilateralmente por los Estados Unidos, con la complicidad
activa de Europa.
Su blanco principal es Rusia y, en
forma indirecta, China. El pretexto es Ucrania. En un raro momento de consenso
entre demócratas y republicanos, el Congreso estadounidense aprobó, el 4 de
diciembre pasado, la Resolución 758, que autoriza al presidente a adoptar
medidas más agresivas para sancionar y aislar a Rusia, a proporcionar armas y
otro tipo de apoyo al gobierno de Ucrania y a fortalecer la presencia militar
de EEUU en los países vecinos de Rusia.
La escalada de provocaciones a Rusia
tiene varios componentes que, en conjunto, constituyen una segunda Guerra Fría.
A diferencia de la primera, en ésta Europa es un participante activo, aunque
subordinado a EEUU, y ahora se asume la posibilidad de una guerra total y, por
lo tanto, nuclear. Varias agencias de seguridad ya están haciendo planes para
el día después de un enfrentamiento nuclear.
La provocación occidental tiene tres
componentes: sanciones para debilitar a Rusia, instalación de un gobierno
satélite en Kiev y guerra de propaganda. Las sanciones son conocidas. La más
insidiosa es la baja del precio del petróleo, que afecta de manera decisiva las
exportaciones rusas, ya que el petróleo es una de las principales fuentes de
financiación del país.
El presupuesto de Rusia para 2015
fue elaborado previendo que el barril de petróleo iba a costar 100 dólares. La
reducción del precio, combinada con otras sanciones y con la devaluación del
rublo, agravará peligrosamente el déficit presupuestario. Además, esta
reducción ocasionará graves problemas en otros países considerados hostiles
(Venezuela, Irán y Ecuador).
La reducción del precio del petróleo
es posible gracias al pacto celebrado entre EEUU y Arabia Saudita, a través del
cual EEUU protege a la familia real (odiada en la región) a cambio de que se
mantenga la economía de los petrodólares (transacciones mundiales de petróleo
en dólares), sin la cual el dólar colapsaría como reserva internacional y, con
él, la economía de EEUU, el país con la mayor y más obviamente impagable deuda
del mundo.
El segundo componente de la
provocación es el control total del gobierno de Ucrania, para transformar este
país en un Estado satélite. El respetado periodista Robert Parry informa que la
nueva ministra de Finanzas de Ucrania, Natalie Jaresko, es una exfuncionaria
del Departamento de Estado, una ciudadana estadounidense que obtuvo la
nacionalidad ucraniana días antes de asumir el cargo. Hasta ahora presidió
varias empresas financiadas por el gobierno norteamericano, creadas para
trabajar en Ucrania. Ahora se entiende mejor la explosión, en febrero pasado,
de la secretaria de Estado norteamericana para Asuntos Europeos, Victoria
Nulland: "A la mierda la Unión Europea”. Lo que quería decir era:
"¡Maldición! Ucrania es nuestra. Pagamos para eso”.
El tercer componente es la guerra de
propaganda. Los grandes medios de comunicación y sus periodistas están siendo
presionados para difundir todo lo que legitime la provocación occidental y para
ocultar todo lo que la ponga en cuestión. Los mismos periodistas que, después
de mantener reuniones en Washington y en las embajadas de Estados Unidos,
llenaban las páginas de los diarios con la mentira de las armas de destrucción
masiva de Saddam Hussein, ahora las llenan con la mentira de la agresión de
Rusia contra Ucrania.
Pido a los lectores que imaginen el
escándalo mediático que estallaría si se supiera que el presidente de Siria
nombró ministro a un iraní al que días antes había concedido la nacionalidad
siria. O que comparen el modo en que se informó sobre las protestas en Kiev en
febrero pasado y sobre las protestas en Hong Kong en las últimas semanas. O que
evalúen la relevancia que se le dio a la declaración de Henry Kissinger, para
quien es temerario que se esté provocando a Rusia.
Otro gran periodista, John Pilger,
dijo recientemente que si los periodistas hubiesen resistido la guerra de
propaganda, quizá se podría haber evitado la guerra de Irak, en la que ya
murieron 1.455.590 iraquíes y 4801 soldados estadounidenses. ¿Cuántos
ucranianos morirán en la guerra que se está preparando? ¿Y cuántos no
ucranianos?
¿Estamos en democracia cuando el 67
por ciento de los estadounidenses está en contra de la entrega de armas a
Ucrania y el 98 por ciento de sus representantes votó a favor? ¿Estamos en
democracia cuando los países europeos en la OTAN son conducidos, a espaldas de
los ciudadanos, hacia una guerra contra Rusia en beneficio de los Estados
Unidos? ¿O cuando el Parlamento europeo sigue con sus cómodas rutinas mientras
están preparando al continente para ser el próximo teatro de guerra y a
Ucrania, la próxima Libia?
Las razones de la locura
Para entender lo que está pasando,
es necesario tener en cuenta dos hechos: la declinación de Estados Unidos como
país hegemónico y el negocio altamente rentable de la guerra. La declinación
del poder económico-financiero de EEUU es cada vez más evidente. Después del 11
de septiembre de 2001, la CIA financió el llamado Proyecto Profecía, diseñado
para prever posibles nuevos ataques contra EEUU a partir de movimientos
financieros extraños y de gran envergadura. Con diferentes formas, ese proyecto
ha continuado y uno de sus participantes prevé un próximo crash del sistema
financiero a partir de las siguientes señales: Rusia y China, los mayores
acreedores de EEUU, han estado vendiendo los títulos del Tesoro estadounidense
y, en cambio, han estado comprando enormes cantidades de oro; extrañamente,
esos títulos vienen siendo adquiridos en grandes cantidades por misteriosos
inversores belgas, y muy por encima de la capacidad de este pequeño país; tanto
Rusia como China están utilizando cada vez más sus monedas y no los
petrodólares en las transacciones de petróleo (todos recuerdan que Saddam y
Khadafi intentaron utilizar el euro y el precio que pagaron por esa osadía);
finalmente, el FMI se prepara para que el dólar deje de ser, en los próximos
años, la moneda de reserva y sea sustituido por una moneda global, los SDR
(derechos especiales de giro, por su sigla en inglés).
Para los creadores del Proyecto
Profecía, todo esto indica que un ataque contra EEUU está cerca y que, para
defenderse, los norteamericanos deben mantener los petrodólares a toda costa,
asegurándose un acceso privilegiado al petróleo y al gas, deben contener a
China y debilitar a Rusia, para lo que lo ideal sería provocar su
desintegración, al estilo de Yugoslavia. Curiosamente, los "expertos” que
ven en la venta de deuda una actitud hostil por parte de potencias agresoras
son los mismos que aconsejan a los inversores estadounidenses proceder de la
misma manera, es decir, deshacerse de los títulos públicos, comprar oro e invertir
en bienes sin los cuales los seres humanos no pueden vivir: tierra, agua,
alimentos, recursos naturales, energía.
Transformar las obvias señales de
declinación en previsiones de agresión busca justificar a la guerra como medio
de defensa. Hoy la guerra es altamente rentable debido a la superioridad de
EEUU en la conducción bélica, el suministro de equipamiento y los trabajos de
reconstrucción. Y la verdad es que, como escribió Howard Zinn, EEUU ha estado
constantemente en guerra desde su fundación. Además, a diferencia de Europa, la
guerra nunca se libra en suelo estadounidense, salvo, claro, que se trate de
una guerra nuclear.
El 14 de octubre pasado, The New
York Times difundió un informe de la CIA sobre el suministro clandestino e
ilegal de armas y el financiamiento bélico en los últimos 67 años en muchos
países, entre ellos Cuba, Angola y Nicaragua. Noam Chomsky dijo que ese
documento sólo podía tener el siguiente título: "Sí, nos declaramos
como el Estado terrorista más importante del mundo. Estamos orgullosos de eso”.
Un país en declive tiende a volverse
caótico y errático en su política internacional. Immanuel Wallerstein dice que
los EEUU se transformaron en un cañón descontrolado, un poder cuyas acciones
son imprevisibles, incontrolables y peligrosas para sí mismos y para los demás.
La consecuencia más dramática es que
esta irracionalidad repercute y se intensifica en la política de sus aliados.
Al dejarse envolver en esta nueva Guerra Fría, Europa no sólo actúa contra sus
propios intereses económicos, sino que pierde la relativa autonomía que había
logrado construir en el plano internacional después de 1945.
Europa tiene todo el interés en
seguir intensificando sus relaciones comerciales con Rusia y en contarla como
proveedora de petróleo y gas. Las sanciones contra Rusia pueden llegar a
afectar más a Europa que a Rusia. Al alinearse con el militarismo de la OTAN,
donde EEUU tiene total preponderancia, Europa pone su economía al servicio de
la política geoestratégica norteamericana, se vuelve energéticamente más
dependiente de EEUU y sus estados satélites, y pierde la oportunidad de
ampliarse con la entrada de Turquía en la Unión Europea. Y lo más grave es que
esta irracionalidad no es un mero error de evaluación sobre los intereses de los
europeos. Es muy probablemente un acto de sabotaje por parte de las élites
neoconservadoras europeas para volver a Europa más dependiente de EEUU, tanto
en el plano energético y económico como en el plano militar. Por eso, la
profundización de la participación en la OTAN y el tratado de libre comercio
entre la Unión Europea y EEUU (la Asociación Transatlántica para el Comercio y
la Inversión) son las dos caras de la misma moneda.
Puede argumentarse que la nueva
Guerra Fría, tal como la anterior, no desembocará en un enfrentamiento total.
Pero no olvidemos que, cuando comenzó, la Primera Guerra Mundial fue
considerada una escaramuza que no duraría más que unos pocos meses. Duró cuatro
años y costó entre 9 y 15 millones de muertes.
ADITAL
6 de maro de 2015
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