Una visión desde las
Relaciones Internacionales
Texto de la intervención, el 24 de mayo de 2012, en el encuentro de organizaciones de la
sociedad civil cubana sobre paz y desarme nuclear. Sociedad Cubana de las
Naciones Unidas (ACNU).
“El poder
desencadenado del átomo lo ha cambiado todo excepto nuestras formas de pensar,
y es por ello que avanzamos sin rumbo hacia una catástrofe sin precedentes”
Albert Einstein.
La
Humanidad se enfrenta en el siglo XXI a dos grandes desafíos: el cambio
climático y la existencia de armas nucleares, que de ser utilizadas provocarían
un desastre ambiental, acelerando definitivamente el cambio climático global.
Si
las armas nucleares, por su alto poder destructivo, carecen de utilidad
militar, porque su uso provocaría un invierno nuclear de imprevisibles
consecuencias para vida en el planeta, entonces es necesario destruirlas y así
la Humanidad se protegería de los accidentes, los errores de cálculo o
cualquier actividad demencial que provoque su uso. Por eso, ante la existencia
de unas 25000
armas nucleares, más de 12000 de ellas listas para ser empleadas de inmediato
por fuerzas aliadas o antagónicas, es más imperioso que nunca el esfuerzo
mancomunado de todas las naciones para detener los programas de modernización
de las armas nucleares a través de un efectivo proceso desarme nuclear.
A estas
armas fundamentales, se unen otras de exterminio masivo. En la esfera atómica,
las bombas de neutrones o de rayos gamma, armas de radiación; además de las
armas químicas y bacteriológicas. Todas estas armas hacen que la guerra en
nuestra época ya no pueda considerarse un instrumento racional de la política.
Pero mientras existan, implican siempre el peligro de que ocurra el conflicto
que nadie puede desear: la guerra nuclear.
Lamentablemente,
la actuación de las potencias imperialistas ha generado la proliferación de
armamentos, incluso los de exterminio masivo. Muchos Estados subdesarrollados
gastan enormes sumas en armas convencionales y en los intentos de dotarse de
armas nucleares, pero también químicas y bacteriológicas. La proliferación de
armas lleva a lo que el académico norteamericano, Joseph Nye Jr, ha llamado la
difusión del poder a Estados medianos e inclusive pequeños, y ha acentuado los
riesgos de la guerra en las relaciones internacionales. Todo esto se debe al
mal ejemplo de las grandes potencias, que no cumplen con el compromiso de
trabajar por el desarme y no solo se arman ellas mismas como base de su poder
en el plano internacional, sino hacen grandes negocios suministrando armas a
otros, contribuyendo así a las tensiones y los conflictos en diversas regiones
del planeta.
Desde el
punto de vista histórico, es conocido que, en las concepciones militares de los
Estados Unidos, las armas nucleares son reconocidas como “sus mejores armas”,
el resultado de las tecnologías más adelantadas, al mismo tiempo de postular
que dejar de emplearlas, si fuese necesario, equivaldría a renunciar a las
ventajas de un potencial estratégico-militar e industrial superior.
Por
lo contrario, el desarme nuclear, en su aspecto conceptual, es el sistema de
medidas cuya aplicación debe conducir a la completa destrucción o sustancial
reducción de los medios de guerra y a la creación de las condiciones necesarias
para eliminar la amenaza de una guerra nuclear mundial.
En
la teoría de las Relaciones Internacionales, se distinguen los conceptos de
limitación y control de armas nucleares y sus medios portadores (desarme
parcial), enfocado también a mitigar la carrera armamentista, con el proceso
general y completo de desarme nuclear que sigue siendo una aspiración de la Humanidad,
pero no es una utopía.
Los
ejemplos de acuerdos que prevén el desarme parcial son, por ejemplo, el Tratado
de Moscú sobre la prohibición de los ensayos con armas nucleares en la
atmósfera, en el espacio ultraterrestre y bajo el agua (1963), el Tratado sobre
la no proliferación de armas nucleares (1968) y el Tratado de Prohibición
Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés) (1996).
Lo
que los Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS) pretendieron con sus
acuerdos de limitación y control de armamentos, no fue otra cosa que conseguir
la estabilidad en los presupuestos militares de ambos países, manteniendo una
cierta distensión en un sistema internacional bipolar, como fueron los casos de
los acuerdos SALT-I (1972) y SALT- II (1979), este último no fue ratificado por
el Senado de los Estados Unidos, que establecieron algunas limitaciones en los
arsenales nucleares de las superpotencias de la época.
En
años posteriores, con los mismos objetivos de reducir los arsenales nucleares
estratégicos entendiendo por estos, tanto las armas atómicas como sus sistemas
de lanzamientos, pero manteniendo siempre la doctrina de la disuasión reciproca,
fueron firmados otros acuerdos como el START-I (1991), por el cual fueron
desnuclearizados Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán. Este acuerdo fue considerado
el de mayor reducción de armamentos en la historia. Por el START-I, Rusia
declaró la reducción de sus vehículos de lanzamiento estratégico desplegados a
1.136 y sus cabezas nucleares a 5518; el START-II (1993), nunca llegó a entrar
en vigor, pero se proponía la reducción de los arsenales de ambos Estados en
torno al 50 %.
Los
Estados Unidos sólo ratificaron el Tratado START-II en 1996 y no el paquete
completo de medidas, que nunca sometió al Senado para su consideración. La
retirada de Rusia del Tratado START-II, declarándose nulo, se produjo al día
siguiente de la denuncia unilateral de los Estados Unidos, el 13 de junio de
2002, del Tratado ABM de 1972, que estableció la arquitectura de seguridad
internacional con la prohibición del despliegue de sistemas de defensa
antimisiles de los Estados Unidos y la Unión Soviética (Rusia).
Roto
el compromiso con el tratado ABM, los Estados Unidos avanzaron por su cuenta en
el desarrollo de un Sistema Nacional de Defensa Antimisil (SNDA) extendido, en
sus variantes de defensas antimisiles de teatro, a sus aliados en Europa, en el
marco de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en Asia y el
Medio Oriente. Esta es una estrategia militarista directamente relacionada con
los medios de transporte del arma nuclear que goza, hasta ahora, de la firme
oposición de Rusia, así como de China, porque representa una seria amenaza al precario
equilibrio estratégico mundial.
El
fracaso del Tratado START-II, llevó a la firma del Tratado SORT, el 24 de mayo
de 2002, en Moscú, con vigencia hasta el 31 de diciembre de 2012. Este acuerdo
limitó las cabezas nucleares estratégicas
a 1.700-2000, es decir por debajo de los límites propuestos en el
Tratado START-II (2.000-2.500). La principal diferencia entre los tratados SORT
y START residía en que el primero obligaba a las partes al desmantelamiento de
la carga y no a la destrucción de los vectores por lo que, en términos
prácticos, su alcance era limitado, tratándose más de una medida de confianza
que de un acuerdo de desarme stricto sensu.
Con
el START-III (2010), los Estados Unidos y Rusia, se comprometieron a reducir el
30 % de los arsenales nucleares estratégicos, hasta situarlos en un máximo de
1550 ojivas para cada una en el año 2020. Este acuerdo fue ratificado por el
Senado estadounidense y la Duma Rusa el 22 y 24 de diciembre de 2010,
respectivamente.
Este
tratado, más reciente, y los llamamientos del presidente estadounidense Barack
Obama a favor de “un mundo libre de armas nucleares y el otorgamiento del
premio nobel de la paz, han creado esperanzas, pero no se han traducido en
acciones concretas para el desarme nuclear, porque para que ello ocurra se
requiere de un cambio de paradigma en las proyecciones de la política exterior
de las grandes potencias, que propicie el abandono de las doctrinas y
estrategias político-militares de la “guerra fría”; tales como la disuasión
nuclear y las concepciones de seguridad internacional sustentadas en los presupuestos del concepto de la
Destrucción Mutua Asegurada.
Sin
embargo, frente al desarme parcial de las grandes potencias debemos defender el
enfoque de un desarme general y completo, el cual posee una dimensión más
universal, racional y democrática. Entendemos por desarme general y completo el
proceso que debe conducir a la total destrucción de los medios de conducción de
la guerra y la eliminación de la carrera armamentista, priorizando las armas de
mayor capacidad destructiva, como las armas nucleares por su peligrosa amenaza
a la paz y a la supervivencia de la vida en la Tierra.
Quiero enfatizar que el desarme nuclear no es un acontecimiento
aislado, sino un proceso que al enfrentarse a un problema global como la
amenaza de guerra nuclear o a la catástrofe nuclear, no se puede alcanzar por iniciativa de un solo
Estado o dos gobiernos, porque concierne a toda la Humanidad. El desarme nuclear
de carácter integral y sostenible necesariamente tiene que incorporar a todos
los actores internacionales afectados, incluyendo gobiernos, representantes de diversos
sectores públicos, privados y la llamada sociedad civil.
El desarme nuclear de carácter sistémico es un tema que compete a la
seguridad de las grandes potencias, a las potencias medias y a la gran mayoría los
países periféricos en regiones enteras, independientemente de la estructura
internacional existente como resultado de la configuración internacional de
fuerzas en un determinado periodo histórico de las relaciones internacionales.
Por lo que, desde una perspectiva teórica, el proceso de desarme
nuclear podría ser unilateral, bilateral o multilateral, universal, regional o
local. Su ejecución puede ser completo o parcial y pudiera ser controlado o sin
control. Cualquiera de las modalidades señaladas podría acompañar los
movimientos hacia la consolidación de la seguridad y la estabilidad
internacional. La dimensión multilateral se ve encarnada fundamentalmente en la
Conferencia de Desarme, creada, en 1979, en el primer periodo extraordinario de
sesiones de la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), y que cuenta con 65 miembros.
Reivindicar el fortalecimiento de la
Conferencia de Desarme, frente al desinterés de las grandes potencias nucleares
en materia de desarme nuclear, es enfrentar el injusto “orden” internacional convulsionado
por el actuar violento de los Estados
Unidos, Gran Bretaña y Francia, que se proyectan más a “policiar” las
relaciones internacionales con el pretexto de intervenciones con “fines
humanitarios” o para proteger los “derechos humanos”, que a edificar las bases
de un verdadero, genuino, justo y humano nuevo orden mundial que preserve las
paz y los intereses de la mayoría de la Humanidad.
Es en el marco de la ONU, en su Conferencia de Desarme, donde debe
iniciarse un proceso profundo, escalonado y por etapas de desarme nuclear en
beneficio de la supervivencia de la Humanidad, y no en mecanismos alternativos,
manejados o manipulados por un grupo de potencias nucleares.
La Conferencia Desarme debe trabajar para evitar una catástrofe
climática de dimensiones planetaria inducida por la energía nuclear. Así como extender
a otras regiones del sistema internacional los regímenes que propician la
existencia de Zonas Libres de Armas Nucleares (ZLANs), hasta ahora existentes
en el Sureste Asiático (Tratado de Bangkok); Asia Central (Declaración de las
Cinco Naciones de Almaty); África (Tratado Pelindaba); Antártida (Tratado
Antártico); América Latina y el Caribe (Tratado de Tlatelolco) y el Pacifico
Sur (Tratado de Rarotonga).
Está claro que, para lograr el desarme nuclear universal, se requiere mayor
voluntad política de las grandes potencias, lo que solo podría ser posible
mediante un movimiento global de educación y sensibilización para el desarme y
en rechazo a las armas nucleares. La educación para el desarme nuclear, aunque
parezca tan obvio, empieza por la divulgación
de información y la concientización de la opinión pública nacional e
internacional por todos los medios de prensa al alcance de los Estados,
incluyendo las Nuevas Tecnologías de las Comunicaciones, como las redes
sociales Facebook y Twitter, entre otras, en Internet. Se hace necesaria la
apertura de sitios y páginas Web en la red de redes en defensa del desarme
nuclear.
El desarme nuclear no es una utopía, como
algunos afirman y desestimulan. En mi opinión requiere de un esfuerzo de
concertación internacional de enormes esfuerzos y envergadura
político-diplomática, para vencer los manejos militaristas de las grandes
potencias dotadas de enormes arsenales nucleares.
A pesar de la compleja coyuntura internacional y de las posiciones
antagónicas entre las principales potencias mundiales, se podría lograr el objetivo del cese de la
carrera de armamentos nucleares y el desarme nuclear mediante las siguientes
acciones o medidas:
a)
Creación de una cultura o educación mundial de
paz y contra las armas nucleares, por todos los medios y vías posibles, que ofrezca
una visión de la importancia actual y futura de “un mundo sin armas nucleares”;
b)
Cesación del desarrollo y el
perfeccionamiento cualitativo de las
armas nucleares;
c)
Cesación de la producción de todos los tipos
de armas nucleares y de sus vectores y de la producción de material fisionable
para armas.
d)
Aplicación de los avances de la ciencia y la
tecnología en el desarme nuclear.
e)
Reducción de los gastos militares y
utilización de los recursos destinados al mantenimiento de los arsenales
nucleares, para el desarrollo, atendiendo a la conexión intrínseca entre desarme
y desarrollo.
f)
Un programa amplio y por etapas con plazos
convenidos para la eliminación de las armas nucleares, bajo estricto y eficaz
control de la Conferencia de Desarme de la ONU.
En
realidad, en el siglo XXI, se han agravado los temores y peligros ya existentes
en la época de la confrontación bipolar o de la llamada “guerra fría” del siglo
XX, acerca de la posibilidad de una guerra generalizada con armas nucleares.
Debe
recordarse que la Conferencia del Tratado de No Proliferación (TNP) adoptó una
decisión trascendental, denominada “Principios y Objetivos de Desarme y No
Proliferación Nuclear (Documento NPT/Conf.1995/L.5)”, que también ha sido
contraria a los intereses hegemónicos de las grandes potencias; por lo que todo
está aún por hacerse para alcanzar el desarme nuclear. Pero un verdadero
proceso de desarme nuclear requiere de un cambio cualitativo de las relaciones
internacionales, no solo una distensión pasajera sino la creación de un genuino
“nuevo orden mundial”, justo y humano, donde se prioricen las necesidades de la
inmensa mayoría de la Humanidad.
Mientras
tanto, ante la inminente amenaza que significan los enormes arsenales de armas nucleares para la continuidad
de la vida en nuestro planeta, los Estados debieran actuar con urgencia a favor
de un desarme nuclear general y completo.
Dejarlo
para mañana sería demasiado tarde.
Bibliografía
Brennan
G. Donald. Desarme. Control de Armamentos y Seguridad Nacional. Editorial Seix
Barral, S. A. Barcelona, 1964.
Garrido
Rebolledo Vicente. El desarme nuclear en tres movimientos. Tiempo de Paz. Nro.
100, Primavera 2011.
Rodríguez
Hernández Leyde Ernesto. La Defensa antimisil de los Estados Unidos. Editorial
Publibook, Paris, Francia, 2011.
Valle
F. Marcelo. Desarme nuclear. Regímenes internacionales, latinoamericano y
argentino de no proliferación. UNUDIR, Ginebra, Suiza, 2003.
* Doctor en Ciencias Históricas. Profesor del
Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana,
Cuba.