Desde hace tres años, en el cementerio londinense de Highgate se oye por las
noches una risa atronadora que hiela la sangre a los vigilantes. Atraído por el
caso, nuestro Iker Jiménez hizo noche entre las lápidas y localizó el origen de
las carcajadas: salen de la tumba del más ilustre de los inquilinos de
Highgate: Karl Marx.
Marx ha vuelto, como se titula el último libro de Daniel Bensaïd, que viene
a decirnos lo que muchos ya sospechábamos: que el pensador de Tréveris está más
vivo que nunca, y la quiebra del capitalismo nos lleva a revisar su obra, donde
ya se anticipaban crisis como esta. No estaba muerto, ni de parranda, ni
tampoco es otro zombi. Más bien lo enterraron vivo, prematuramente, y ahora,
cuando el capitalismo global degrada por igual el planeta, las condiciones de
vida y su propia supervivencia, está de vuelta. En las librerías se multiplican
las ediciones resumidas de El Capital, y todo tipo de títulos que actualizan su
obra, al tiempo que cada vez más gente emplea términos proscritos del lenguaje
político durante demasiados años en los que decir “lucha de clases” te hacía
pasar por trasnochado.
Como sus sepultureros sabían que no estaba muerto, se ocuparon de echar
sobre su tumba varias capas de hormigón, en forma de tópicos difamantes para
que nadie se acercase a su tumba, no sea que le oyesen removerse en el ataúd.
Ya conocen esos tópicos, pues hemos crecido con ellos: el marxismo pasó a la
historia, fracasó como sistema político, llevó miseria y terror a millones de
personas, es incompatible con la libertad y la democracia, reduce todo lo
humano a cuestiones económicas, ya no hay lucha de clases ni tampoco clase
obrera, creó monstruos como Stalin…
A refutar una por una todas esas críticas y devolver toda su frescura al
marxismo original se dedica un libro formidable cuyo título ya es una
declaración: Por qué Marx tenía razón, de Terry Eagleton, que además funciona
como introducción asequible al pensador que mejor comprendió el funcionamiento
de ese mismo capitalismo que hoy intenta refundarse a nuestra costa. Léanlo, y
rían con él. 13 feb 2012
*Escritor español. La malamemoria (1999), posteriormente reelaborada en
¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007), El vano ayer (2004) y El
país del miedo (2008), su última novela, que ha recibido el Premio Fundación
José Manuel Lara a la mejor novela de 2008. Columnista de Público de Madrid.
El antiguo Primer Ministro socialista
francés Michel Rocard, durante una reciente estancia en Cuba, visitó el
Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, donde
ofreció una magistral conferencia al colectivo de estudiantes y profesores de esa
alta casa de estudios universitarios.
La distinguida personalidad
francesa manifestó que, desde su tarea como Embajador para el Polo Ártico y
Antártico, batalla por la regulación de los problemas polares, en un contexto
caracterizado por la agudización del calentamiento climático, que ya se torna
planetario, teniendo entre los productores de mayor efecto invernadero a China
y la India, pues no solo la Unión Europea y los Estados Unidos inciden de forma
directa en el desarrollo de ese fenómeno.
Rocard argumentó el valor de
las instituciones para enfrentar el calentamiento global y, en particular,
resaltó la importancia de la Organización de Naciones Unidas (ONU), tomando
como ejemplo la etapa en que esta organización internacional fue una poderosa
fuerza de esperanzas en la época en que
Javier Pérez de Cuellar desempeñó el cargo de Secretario General.
Para Rocard, aunque las
conferencias de Copenhague, Cancún y Durbam
concluyeron en un claro fracaso diplomático, los Estados deberán
concertar posiciones en el siglo XXI sobre la necesidad de reducir los gases de
efecto invernadero, porque el nivel promedio de los océanos podría aumentar
entre 80 centímetros y un metro, lo cual configura un escenario muy peligroso
para los actuales territorios insulares, generando incertidumbre en muchas
islas y pequeños archipiélagos que pudieran desaparecer en los próximos 40 años,
como resultado del aumento de los niveles de los mares.
Por consiguiente, fue recordado
que existen algunos países con posiciones insensibles en este tema e incluso
los que como Arabia Saudita consideran que los análisis sobre el cambio climático tienen un fundamento carente de rigor científico. Rocard rememoró que
Francia siempre prestó atención a estos asuntos desde el gobierno socialista de
François Mitterrand, quien fue un líder
de profundos conocimientos históricos, reconocimiento social, carácter
impredecible y que le encomendó la responsabilidad de ocuparse de los temas que
afectan el futuro de la humanidad, pues su pasión por la historia le hacía
subestimar las problemáticas del futuro, las cuales, evidentemente, no eran de su
predilección. En aquel momento, según confesó el conferencista, encontró el apoyo
del socialista español Felipe González, para hacer un llamamiento de conciencia
a las naciones en torno al cambio climático.
En su disertación, Rocard
expresó que todo no está perdido, pero al mismo tiempo reconoció que la
situación de las regiones polares es
alarmante, porque en los próximos años tendremos la agravación de los
siguientes problemas:
a). Millones
de emigrados climáticos. El conferencista se preguntó: ¿Cuál será la situación
futura de las llamadas poblaciones esquimales? Un pueblo transnacional que vive
entre Canadá, Groenlandia y Siberia.
b).La
desaparición de especies, ya amenazadas, como el Oso blanco, que ahora está en
proceso de adaptación y cruzamiento con el Oso gris.
c).La
falta de agua y la desertificación de vastos territorios.
d).El
cambio de estructura de las corrientes marítimas.
e).La
elevación de las aguas oceánicas, por el aumento de las temperaturas y del agua dulce que va a los mares.
A
todo eso se suma la preocupación de que en el año 2030 comience un período sin
peces y que el Polo Norte y Siberia se conviertan en zonas navegables en
función del comercio mundial.
Rocard
elogió el Tratado del Antártico de 1959, como un paso avanzado de lo que
debería hacer la humanidad para la administración de los recursos naturales.
Asimismo invitó a todos los países a fortalecer este tratado mediante la firma
y ratificación de su tercer protocolo. Así lamentó que después de Kyoto no se hayan
obtenido nuevos resultados diplomáticos, porque las grandes empresas prefieren obtener
ganancias sin establecer compromisos en comportamientos ecológicos. En sentido
general, la crisis del capitalismo financiero y la recesión económica han
complejizado este panorama.
Según
Rocard, el sistema europeo de cuotas de Carbono ya no es un disuasivo para
reducir el efecto invernadero, pero tiene la ventaja de ser aceptado por los
Estados Unidos y la mayor parte de los Estados. También valoró que hoy, más que
nunca, se requiere de una estrategia planetaria que establezca normas y reglas
comunes para la explotación y uso de los recursos del Polo Norte, lo que
ratifica la importancia de los mecanismos y poderes de la ONU y de las instituciones
multilaterales.
Visión sobre Cuba
Rocard
enfatizó que, en su quinto viaje a Cuba, sentía alegría por el interés de la
isla en temas de gran importancia estratégica y global. Confesó a los
estudiantes y académicos del alto centro de estudios que él forma parte de los
que acogen a Cuba como una nación normal, entre los países que deben librar su
batalla diplomática sin ostracismo.
Además, el exprimer ministro galo dijo que
Cuba es necesaria para una Antártica bien administrada y transmitió un mensaje
solidario a su auditorio, como miembro del Partido Socialista francés, en
oposición al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos
contra Cuba.
Datos biográficos de Michel Rocard
Nació el 23 de agosto de 1930, en Courbevoie, cerca de París. Diploma en Letras. Diploma
del Instituto de Estudios Políticos de París. Ex alumno de la ENA (Escuela
Nacional de Administración) (1956-1958). Diplomado del Centro de Estudios de
Programas Económicos.
Inspector de hacienda (1958); inspector general de hacienda (1985).
Conferenciante. Asesor. Secretario Nacional del PSU (Partido Socialista
Unificado) (1967-1973). Miembro de la Mesa Ejecutiva del PS (desde 1975).
Secretario Nacional del PS encargado del sector público (1975-1979). Primer
Secretario del PS (1993-1994). Miembro permanente de la Mesa Nacional del PS. Alcalde
de Conflans-Sainte-Honorine (1977-1994). Miembro del Consejo Regional de Isla
de Francia (1986-1992). Diputado a la Asamblea Nacional por la cuarta
circunscripción (1969-1973) y por la tercera circunscripción (1978) de
Yvelines. Diputado a la Asamblea Nacional por Yvelines (1986). Senador por
Yvelines (1995-1997). Ministro de Programación y Ordenación Territorial
(1981-1983). Ministro de Agricultura (1983-1985). Primer Ministro (1988-1991).
Diputado al Parlamento Europeo (desde 1994). Presidente de la Comisión de
Desarrollo y Cooperación (1997-1999), de la Comisión de Empleo y Asuntos
Sociales (1999-2002) y de la Comisión de Cultura, Juventud, Educación, Medios
de Comunicación y Deportes (2002-2004) del Parlamento Europeo. Comendador del Mérito Agrícola. Gran Cruz de la Orden Nacional del Mérito
(1988).