Sin embargo, la lucha popular, o
sea la primavera árabe, ha tenido una contraparte poderosa, que va más allá de
las acciones de protesta en la región: las maniobras y manipulaciones, en ocasiones intervenciones,
de los poderes del momento. Estados Unidos, apoyado por sus aliados, tanto europeos como árabes, ha
tratado por todos los medios y vías de “controlar” una región que deviene esencial
en la reconfiguración geoestratégica no solo regional, sino también mundial.
El presente trabajo tiene como
objetivo establecer una primera aproximación al análisis de la correlación
“primavera árabe” vs reacción regional y mundial. En especial adar respuesta a
dos interrogantes: ¿En qué medida la primavera árabe se convirtió en una
oportunidad para lo poderes imperialistas para derrocar el gobierno de Gadafi?
¿Qué características de las guerras contemporáneas se pusieron en práctica en
Libia?
La primavera árabe:
presupuestos básicos
Los factores y características de
la región del Medio Oriente (y el norte de África) que, en última instancia,
han condicionado los movimientos actuales contra el orden establecido y la
postura de los diversos gobiernos y las potencias extrarregionales, especialmente, EEUU, pueden resumirse de la siguiente forma:
1.En esta región no se han operado transiciones históricas de
implantación de desarrollo del capitalismo e individualización social. El
dominio otomano dio paso al control de los poderes del momento y,
posteriormente, a una independencia concertada con las elites reaccionarias.
Los casos más evidentes fueron los de la actual Jordania, Arabia Saudita,
Libia, entre otros.
2.El fracaso del capitalismo periférico, agravado por la
implementación de los programas de ajuste neoliberal de los años 90s, se
manifestó en los polos de riquezas más contrastantes y desquiciantes,
posiblemente, del mundo. La mayoría de la población, esencialmente, los
jóvenes, no han encontrado cabida bajo esas condiciones.
3.Los movimientos nacionalistas árabes, tanto el Nasserismo,
que se conformó en torno a objetivos de cambios y transformación en el marco
interárabe, como el Baasismo, que propugnaban la nacionalización -llegaron a
proclamarse socialistas-; así como el movimiento nacionalista, encabezado
por Mossadegh (1951-53) en Irán,
fracasaron. Sólo en Siria se mantuvo el BAAS en el poder, con cierto deterioro
interno pero, sobre todo, como “última” fuerza aliada de la causa palestina en
el mundo árabe. Mientras en el norte de África, la revolución argelina y el
ascenso al poder de Gaddafi establecían líneas nacionalistas y revolucionarias
que, en la actualidad, con sus peculiaridades, también, al igual que en Siria, han
manifestadoinsuficienciasque podían
ser utilizadas en función de intereses exógenos.
4.Los sistemas políticos han sido de corte autoritario y
tradicional, con predominio de las Monarquías absolutas en la península Arábiga
(Arabia Saudita, países del Golfo) y Jordania; democracia parlamentaria en
Líbano e Israel; de partido Único en Siria (BAAS), confesional (Irán),
democracia presidencialista en Egipto, a los que podrían agregarse, la
Autoridad Nacional Palestina y un país ocupado que es Irak (democracia de la
guerra), entre otras fórmulas.
5. Los países occidentales y, en especial, EEUU, logró
establecer alianzas, con independencia de que el primer lugar lo ocupaba
Israel, con las monarquías del área, esencialmente, con Arabia Saudita y las
monarquías del Golfo, dentro de las que Qatar ha elevado cada vez más su
protagonismo. Mientras, Marrueco y
Egipto devenían piezas esenciales en el norte de África. Libia, por su parte,
tuvo fluctuaciones en sus relaciones con los poderes del norte, con un
acentuado “acercamiento” en los últimos años.
6. El mundo árabe y, en especial, el mundo islámico, deviene
pieza clave en la identidad de los países, la que, en ocasiones, está por
encima de las filiaciones sociales, las clases sociales o el Estado Nacional.
Aunque se percibe el área como homogénea, en la práctica, cada país presenta
peculiaridades, lo que reafirma su diversidad.
7. Ha habido una pugna histórica entre Irán y Arabia Saudita
que se presenta como religiosa (Chía contra Sunna), pero es más que eso, tiene
una base política y de liderazgo regional. A ello puede agregarse, las
contradicciones de países como Arabia Saudita, ante el protagonismo alcanzado
por Libia en el área de Medio Oriente y África.
8. Israel, aliado número uno de EEUU, se presenta como pieza clave en cualquier alternativa en la
región y, con independencia, de la alianza apuntaba anteriormente, tiene sus
intereses particulares, además sus propias preocupaciones, sobre todo hacia los
países que apoyan la causa palestina,
donde Libia clasificaba.
9. Esta región presenta peculiaridades que le confieren –y ha
sido así a lo largo de la historia- una gran importancia geoestratégica. Punto
de intersección de tres continentes, con inmensos recursos de hidrocarburos que
lo ubican como una región con una posición privilegiada.
Contexto
internacional, poderes extrarregionales y algo más….
En los últimos años, la
Geopolítica ha pasado a concentrarse más
en la expansión territorial física, que en el control supranacional efectivo.
Esta forma de dominación se reafirma por la escasez creciente de recursos,
sobre todo energéticos. La posible merma de este vital recurso en regiones
tradicionalmente explotadas, unida al aumento de la demanda, ha condicionado
que las potencias occidentales –con el fin de garantizar la seguridad
petrolera- pongan en práctica acciones en los planos económico-militares para
controlar los potenciales yacimientos de crudo y las rutas más importantes de
los mismos.
Otros recursos como el agua, la
tierra y los minerales también han suscitado la aprensión imperial. El peligro
que enfrentan hoy diferentes regiones del mundo tras el avance de la
desertización y otros problemas globales medioambientales, hace que el vital
líquido comience a cobrar importancia geoestratégica. Los poderes del momento
necesitan controlar el agua del planeta, las mejores tierras y los recursos
imprescindibles para el desarrollo tecnológico.
Mientras en Europa la tendencia
ha sido hacia el desmantelamiento del estado de bienestar y de una
derechización de los poderes políticos, con una política exterior agresiva,
donde sobresale Francia, en EEUU, aunque algunos plantean diversas tendencias o
visiones de política exterior, ha habido
una continuidad en los propósitos y objetivos, declarados por los republicanos,
y encubiertos –o no- por los demócratas. Todo ello en medio de una crisis
estructural que ha desatado movimientos sociales “los indignados” que
demuestran la inoperancia del sistema.
Paralelamente, emergen países
como Rusia y China que, aunque no significan, aún, una amenaza para el poder
estadounidense, se ven como un peligro latente y constante en el escenario
internacional. Ambos han sorteado los impactos de la crisis estructural
capitalista y han acentuado su protagonismo en el sistema internacional.
En ese escenario, el Medio
Oriente, deviene esencial, no solo por sus riquezas, sino además por su
cercanía a espacios geográfico-políticos
que EEUU nunca ha controlado, como son las Repúblicas Centroasiáticas.
Debido a que el 64% de las
reservas mundiales de petróleo están en el Medio Oriente y otra muy buena parte
distribuida en Asia Central (sin olvidar la emergente economía petrolera de los
Estados del Golfo de Guinea en África Occidental), las continuas dificultades
del abastecimiento desde estas zonas y la cartelización de sus productores, hace
más estratégica que nunca la explotación del gas natural del Asia Central.
El principal marco geográfico de la
pugna mundial es Eurasia y su periferia fundamentalmente, debido al acceso que
estos territorios brindan a los recursos energéticos del Medio Oriente y Asia
Central, regiones exportadoras de energía hacia las dos grandes penínsulas
industrializadas euroasiáticas, Europa Occidental y Asia Oriental.
El control del abastecimiento
regular de los países productores y los territorios por los que atraviesan los
oleoductos, así como los mares circundantes, aparecen hoy como la llave
estratégica del dominio del mundo, o por lo menos parte de él.
El Medio Oriente es un área
esencial para abastecer lo apetitos de las transnacionales y la demanda de
petróleo y gas de la sociedad de consumo, así como las zonas petroleras y
gasíferas y las rutas más importantes que
pasan por el Medio Oriente y las áreas africanas, donde recientemente se
han descubierto grandes yacimientos de gas y petróleo.
La actual situación geopolítica
mundial se caracteriza por una gigantesca puja por la hegemonía mundial, donde
Estados Unidos se “lleva las palmas” y el Medio Oriente tiene un lugar
prioritario.
En la actualidad se ha
magnificado la relación religión-civilización-terrorismo para justificar las
acciones en contra de los pueblos de la región. Esa triada ha tenido
variaciones: religión-civilización-armas químicas y
religión-civilización-democracia-derechos humanos.
La primavera árabe:
oportunidades y desafíos
Después de la desintegración de
la URSS, que dio al traste con el sistema socialista en Europa, la política de
EEUU, como poder indiscutible del momento, ha recurrido cada vez más a la
fórmula militar: el “Nuevo Orden
Mundial” proclamado por Bush padre.
Lo que los propios
estadounidenses calificaron como Gran Medio Oriente Ampliado ha sido centro de
esa política agresiva, la que se reafirmó después del 11 de septiembre de 2001;
primero con la agresión a Afganistán, con el pretexto de apresar a Bin Laden y,
posteriormente, a Irak, bajo la acusación de que Irak -Saddan Hussein- tenía
armas químicas.
Estados Unidos arreció su
implantación en la zona, sobre todo militar, ya no sólo confiaba en el apoyo de
sus aliados, sino necesitaba una presencia militar directa. En la práctica, en
medio del “choque de civilizaciones” EEUU ha mantenido su alianza con Israel,
así como con algunas monarquías de la región, donde sobresale Arabia Saudita y,
en los últimos tiempo, Qatar. Paralelamente, desataba una ofensiva diplomática
contra Irán y aumentaba el número de bases y presencia militar.
Sin embargo, no todos eran éxitos
para EEUU, durante el mandato de Bush, -heredado por Obama- esto se evidenció
en:
1. El
empantanamiento político militar en Irak.
2. EE.UU. no ha recibido todo el apoyo deseado –y necesario-
para sancionar –y aislar- a Irán. Lo que demostraba cierto debilitamiento de su
función mediadora. En la práctica, las maniobras para desestabilizar a Irán y a
Siria no tenían los resultados esperados.
3. Hamas se
hacía con el control de Gaza.
4. La
resistencia patriótica en Líbano triunfaba.
5. Se mantenía
la imposibilidad de llegar a un arreglo entre Israel y los palestinos.
Obama, no lograba solucionar esa
herencia. En ese contexto se inició la
primavera árabe. Esta ha presentado para
EEUU, desafíos, pero también ha brindado oportunidades.
El desafío mayor ha sido
aprovechar el momento para configurar –más bien reconfigurar-, entendido como,
no sólo el mantenimiento, sino el reforzamiento (dominación) de la región.
En ese escenario, EEUU ha tratado de capitalizar dichos
movimientos, a partir de su lenguaje solidario de apoyo a la democracia. Sin
embargo, para ello debía abandonar aliados y apuntalar a otros, no tan
democráticos. En su accionar, se ha visto favorecido, por una parte, por las
propias características de los movimientos que, con independencia de su persistencia,
no han tenido un programa definido, ni un liderazgo único y, por otra, por las
relaciones con viejos aliados al interior de los países.
Se le brindaba la oportunidad a
EEUU de mostrar su “mejor” cara, apoyar la transición sin perder terreno,
apuntalar a sus aliados más importantes y derrocar a sus enemigos y aliados no
confiables. En ese comportamiento, EEUU ha implementado tres variables
esencialmente:
• apoyo
a la transición democrática en Egipto (y Túnez). Se sacrificaba a Mubarak y se
lograba establecer un gobierno (militar) de transición;
• apoyo
a los regímenes monárquicos del Golfo (también a Jordania y Marruecos en el
norte de África), con el liderazgo de Arabia Saudita y un papel protagónico por
parte de Qatar. Primero, las monarquías planteaban algunas reformas, al tiempo
que se silenciaban las masacres en Bahrein y Yemen. En el primero, por acuerdo
del Consejo de Cooperación del Golfo, se intervenía. Tanto las protestas como
las acciones violentas se justificaban a partir de calificarlas como
movimientos religiosos, que respondían a acciones de Irán;
• desestabilización,
propiciando soporte militar y político a grupos que protestaran y donde no lo
hacían creándolos. Esta fórmula era para Siria, Irán y Libia. Esta última
variante, llevó a la guerra contra Libia y a la instauración de un gobierno por
obra y gracia de las Naciones Unidas (NNUU) y la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN). Se utilizaba y violaba el Derecho Internacional. La
necesidad de proteger, sancionada por el Consejo de Seguridad en su Resolución
1973, se violó posteriormente, se utilizó para deponer y asesinar a Gaddafi y
establecer un gobierno made in USA.
¿Por qué Libia?
Libia es el cuarto productor de
petróleo en África con reservas mundiales de 42 000 millones de barriles, con
reservas de gas estimadas en 1,540 billones de m3, con recursos acuíferos
esenciales. Además del aspecto recursos,
hay cinco aspectos esenciales que no podemos obviar en su elección como blanco del imperialismo:
• su
ubicación geográfica, al sur del Mediterráneo, entre el Magreb y el Medio
Oriente y vórtice de los países africanos en la línea del Sahel. Esta última
región ha sido dominada históricamente por Francia y, en menor medida, por
Italia;
• la
acción estadounidense forma parte de una agenda militar más amplia que, a
mediano plazo, socava los intereses de China y puede eclipsar la influencia de
la Unión Europea:
• Libia
no era un socio confiable, se planteaba que Kadafi, entre otros aspectos, iba a
licitar la explotación de los recursos. Los acuerdos firmados con EEUU, Francia
e Italia se consideraban poco fiables;
• Libia
había desempañado un papel esencial en la Unión Africana;
• Libia
no estaba en condiciones de enfrentar una invasión por aire.
Los objetivos estaban claros, los
apetitos imperialistas y su tradición imperial, pero también, esto
posibilitaba, por una parte, reforzar la
seguridad de Israel (Israel necesitaba países que no apoyaran a los palestinos.
La eliminación de un régimen libio
radicalmente antisionista era un
beneficio “colateral”) y, por otra, establecer un gobierno aliado que
permitiera establecer bases militares en el territorio, instalarlas 42 años
después de que la revolución dirigida por Gadafi las expulsara.
En la lógica imperial, y en la
práctica, Libia era el país más probable para un cambio de régimen: era ambicionado
y el eslabón más débil.
Las guerras
contemporáneas
Los objetivos de las guerras
actuales siguen siendo el reparto o reordenamiento por el control y saqueo de los
recursos, en función de la lógica de la acumulación capitalista, ahora con un
carácter neoliberal transnacional.
La guerra imperialista
transnacional se expresa como respuesta de los monopolios transnacionales
frente a la crisis estructural sistémica y el agotamiento de los recursos
naturales, la necesidad de controlar estos últimos, eliminar cualquier actor
contestatario o dudoso, así como impedir el fortalecimiento de los “otros”, en
este caso las potencias emergentes. A ello se suma las potencialidades y
necesidades productivas del complejo militar industrial.
Las guerras contemporáneas
mantienen muchas características que podríamos caracterizar como de
tradicionales, al tiempo que presentan
peculiaridades que las diferencian de
las efectuadas en períodos anteriores.
Lo nuevo o por lo menos los rasgos que predominan, son los siguientes:
• Los
intereses que representan: el capital transnacional. Conformación de un complejo
militar industrial de base transnacional.
• El
poder destructivo y la ampliación de los circuitos y niveles de violencia, con utilización de tecnológica
avanzada y fuerzas militares de otro carácter.
• Manipulación
de los organismos internacionales, en una legitimización del intervencionismo y
el genocidio mediante la conformación de un derecho imperialista transnacional.
• La
utilización de la descomunal capacidad mediática al servicio de la guerra
imperialista.
El capital
transnacional
Históricamente la guerra
imperialista se libró en nombre de intereses del Estado nacional, aún hoy están
presentes dichos intereses. Sin embargo, cada vez más, la actual acumulación
capitalista obliga a ir más allá de la estrategia de expansión del capital nacional, para representar y
expresar los intereses de las transnacionales, así como de determinadas ramas,
donde sobresalen la de los hidrocarburos y las militares.
Ello se pone de manifiesto
claramente en el actuar de EEUU, en lo que podríamos denominar sus intereses
nacionales vs intereses imperiales. No obstante, es el gendarme mundial del
capitalismo contemporáneo y representa,
un poder económico, político y militar de alcance excepcional y
epicentro de las empresas transnacionales más poderosas del planeta.
Además, si anteriormente el
capital ficticio desempeñaba un papel secundario en el financiamiento de las
contiendas militares, en la actualidad han ganado un espacio protagónico.
Las grandes transnacionales del
armamento (Boeing, General Dynamics, Lockheed Martin, Northrop y otras) ocupan el puesto de accionista principal del capital global de los principales complejos militares; los
que regulan la centralización y concentración de las fuerzas productivas
-incluida la investigación científica y los adelantos tecnológicos- en este
sector de la economía y quienes se
apropien del mayor por ciento de los
flujos financieros globales provenientes de la producción y consumo del
material bélico que circula en el planeta.
El complejo militar industrial
mantiene su base nacional y su fusión
con los Estados, pero ahora se trata, en esencia, de monopolios transnacionales.
Estos han diversificado sus funciones. Ahora no solo aportan armamentos,
técnica de combate y avituallamiento para las tropas, sino también legiones
privadas de mercenarios que actúan bajo el manto de empresas de seguridad -ejércitos
transnacionales.
El poder destructivo y la ampliación de los circuitos y niveles de violencia, con utilización
tecnológica avanzada y fuerzas militares de otro carácter.
Desde el año 1991, con la caída
del campo socialista y la desintegración de la URSS, que puso fin a la
bipolaridad en la correlación de fuerzas, y el proclamado “nuevo orden mundial”
que venía acompañado del desarrollo de los proceso de transnacionalización del
capital, la violencia se ha impuesto en los lugares más recónditos del planeta.
En términos geopolítico y
militar-estratégico, para agredir a un país, bajo diversos pretextos, únicamente hace falta imaginar que ese país
es una amenaza para los intereses de las grandes transnacionales. No es
necesario mostrar o discutir otras razones. A ella le son consustanciales: 1)
el derecho a agredir a cualquier nación esgrimiendo el carácter preventivo, 2)
la política de guerra sin cuartel; que desconoce la proporcionalidad y la
limitación de las acciones y 3) la práctica de racionalidades absolutamente
desequilibradas.
En la actualidad, y el caso de
Libia es ilustrativo, no se necesita desembarcar tropas, con las medios con que
cuentas los poderes “centrales”; no importa que los aviones inteligentes –no
tripulados-, dejen caer sus bombas sobre los civiles, simplemente se justifica
como daño colateral.
No es necesario mantener fuerzas
militares, para ello utilizan fuerzas internas o las fuerzas contratadas,
ejércitos privados y mercenarios.
Manipulación de los organismos internacionales
Desmontar el sistema l
establecido por el Derecho Internacional es un objetivo -y práctica- en las
guerras actuales. Sobran los ejemplos, pero sobresalen el desdibujamiento de
las diferencias reconocidas entre situaciones de violencia (conflicto armado
internacional, conflicto armado no internacional, las guerras civiles, entre
otras) y los estados de paz. Lo mismo vale para las categorías de mercenario y
combatiente, invasión e intervención humanitaria, crimen y daño colateral, por solo citar
algunos. Asimismo, las razones que se esgrimen y se demuestran pueden ir desde
la lucha contra el terrorismo, hasta la lucha por los derechos humanos o la
democracia, sin tener en cuenta las condiciones reales y los costos de las
acciones. La Intervención Humanitaria, la prevención y la necesidad de proteger
son los calificativos más utilizados.
Esta inclinación a la ambigüedad reafirma
las tácticas imperialistas: presentar de forma indeterminada algo que es
absolutamente determinado, que enmascara sus aspiraciones geopolíticas.
Un rápido vistazo a las últimas
guerras (Somalia, Kosovo, Afganistán, Irak)
demuestran, sobre todo la de Libia, que los organismos internacionales -
la Corte Internacional de Justicia, la mayoría de los miembros del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, el Tribunal Penal Internacional) responden a
los poderes del momento.
La oligarquía dominante ha
superado efectivamente la jurisdicción y la autoridad de la institucionalidad
legalmente constituida. En la práctica,
la OTAN y los Estados Unidos han ocupado
las funciones que le correspondería al
Derecho Internacional Público y sus instituciones.
La utilización de los organismos
de Naciones Unidas, incluyendo el Consejo de Seguridad, “legitiman” las
acciones. En el caso de Libia, se aprobó una Resolución que fue citada
continuamente, pero en la práctica se violó todo el tiempo.
Capacidad mediática al servicio de la guerra imperialista.
Concentrando en sus manos todos
los medios de comunicación tradicionales posibles (prensa, radio, televisión,
Internet), y todas las actividades de los sectores de la cultura de masas, de
la comunicación y la información, la oligarquía dominante ha logrado configurar un sistema de dominación ideológica que le
permite, en tiempo real y a escala global, construir falsos enemigos y
escenarios de guerras, silenciar crímenes,
o exaltar aquellos valores que
glorifican sus objetivos de clase. Así, en ese gran espectáculo que es el mundo
de la información, construido y moldeado por la hegemonía de los sectores
dominantes, la guerra queda reducida también a puro show mediático.
Libia y las guerras
contemporáneas
Al abrirse la “caja de
Pandora” los poderes del momento han
tratado de instrumentar diferentes mecanismos y estrategias para mantener –y
fortalecer- el control sobre el Medio Oriente y el norte de África. En ese
escenario, la acción militar ha ocupado un papel central, aunque no es algo
nuevo.
Los acontecimientos en Libia se
presentaron como una revuelta interna, que condujo a una guerra civil y a la
necesidad de auxiliar a la instauración de la democracia. Un vistazo más
objetivo y sosegado demuestra que el accionar de las revueltas populares le dio
la oportunidad a EEUU y a sus aliados de intervenir en ese país. Posiblemente
Libia sea el ejemplo más ilustrativo de cómo se mueven las relaciones
internacionales actuales y de las características de las guerras
contemporáneas.
El 17 de febrero de 2011 se anunciaba
que Gadafi masacraba al pueblo libio. Inmediatamente el asunto se llevó a deliberación ante el Consejo de los
Derechos Humanos. Este aprobó el 25 de
febrero, en sesión de emergencia, la Resolución
que recomendaba suspender a Libia de la organización y solicitó una
investigación independiente sobre las
acciones de Gadafi contra los manifestantes. La Asamblea General de las NNUU
debía debatir la cuestión.
El 17 de marzo, en menos de
treinta días, con la propuesta de la Liga Árabe de establecer una zona de
exclusión aérea, se aprobó la Resolución 1973 en el Consejo de Seguridad. Las
razones que llevaron a tomar la Resolución fueron, según el texto que Libia no
había cumplido la Resolución 1970 (embargo de armas, congelamiento de cuentas
en el exterior, no permitir viajar ni a Kadafi ni a 17 de sus familiares y no
eliminación de la violencia); gran preocupación del deterioro de la situación,
con escalada de la violencia y desprotección de la población civil, sistemática
violación de los derechos humanos, considerando que los ataques a la población
civil era un crimen contra la humanidad.
Ello implicaba la necesidad de
asegurar la protección a civiles y áreas de población civil y la necesidad del
regreso de las agencias humanitarias. Considerando que el establecimiento de la
prohibición de vuelos era un importante elemento para la protección de civiles
y la seguridad de la asistencia humanitaria y un paso decisivo en el cese de
las hostilidades, se determinó que la situación en Libia continuaba constituyendo
un peligro para la paz y seguridad internacional. Se invocó el capítulo VII de
la carta de NNUU.
La Resolución 1973 estableció, entre otros aspectos:
- la
protección de los civiles, “tomar todas las medidas necesarias para
protegerlos”
- establecer
una zona de exclusión aérea
- reforzar
el embargo de armas
- la
prohibición de vuelos
- el
congelamiento de haberes del país.
Ban Ki Mung declaraba que la
Resolución 1973 afirmaba de manera clara e inequívoca la determinación de la
comunidad internacional de cumplir su responsabilidad sobre la protección de
civiles ante la violencia.
Solo algunas consideraciones
sobre la Resolución 1973:
• Demuestra
el tratamiento diferenciado que se le dan a situaciones semejantes, solo si se
compara con las resoluciones que EEUU ha vetado a favor de Israel y la
intervención en Bahrein y la situación
de Yemen.
• Presupuso
un precedente funesto, el Consejo de Seguridad antepuso el uso e la fuerza sin utilizar lo que
establece el Capítulo VI de la carta de NNUU, en su art 33. Las soluciones,
ante todo, mediante negociaciones, conciliación, arbitraje y medios pacíficos.
• Se
ponía en práctica y se legitimaba la
agenda estadounidense, el poder inteligente (Zanahoria y Garrote).
El guión seguido fue impecable, sobre todo para los que no quisieron
ver: la imagen de Gadafi se satanizó hasta tal punto que, aún, intelectuales de
izquierda planteaban que era indefendible, claro, se omitía un pequeño
detalle, al aceptar las propuestas de EEUU y sus aliados, la soberanía
Libia quedaba huérfana. La cuestión no era defender a Gadafi, pero se puso
sobre la mesa en esos términos, la
cuestión era la soberanía. Simplemente la trampa era que nadie podía apoyar a
Gadafi, tal era la situación y el descrédito.
¿Quién defiende la soberanía de
un país? El Estado, sus fuerzas armadas. En qué se convirtió la situación de
Libia, en una guerra de “opositores”, quienes al principio dijeron que no
querían intervención, pero después la pidieron a gritos .EEUU mantuvo un perfil
bajo, se apoyó en las acciones de sus aliados del primer mundo y del Medio
Oriente, se proponía, a partir de la Resolución una acción colectiva, en base a
la defensa de los valores democráticos y de los derechos humanos. Sin lugar a
dudas, todos o casi todos sabían que la letra se violaría, pero en la práctica
se legitimó una acción intervencionista en nombre de la defensa de los derechos
humanos.
El 18 de marzo comenzaron las
acciones contra Libia. Obama señalaba
que las acciones eran parte de una coalición internacional, donde el liderazgo
de EEUU era esencial, el premio nobel de la paz era el abanderado de la
seguridad colectiva, pero el liderazgo era de EEUU. Defendía la intervención
militar. O sea: apoyo en sus aliados, carácter humanitario, actuar
colectivamente y en base a Res 1973, inicialmente al mando de operaciones y
trasladarlo a la OTAN.
El 19 de marzo, bajo los
bombardeos en territorio libio, en la cumbre en París, la coalición se
comprometen a actuar colectivamente. Ese mismo día, Ban Ki Moon señalaba que
“El derecho a la libertad de expresión y a la libertad de reunión tienen que
ser protegidos. Son los principios fundamentales de la democracia”. Obsérvese el cambio de matiz en el discurso.
Después de que la coalición había
comenzado los bombardeos, la OTAN comenzó a liderarla, (27 de marzo) claro los países de la coalición y de la
OTAN eran los mismos.
El día 31 de marzo se anuncia que representantes de EEUU y otros
países visitarían a los rebeldes, el 13 de abril, ya establecida la zona de
exclusión aérea, se plantea la ayuda económica a los rebeldes, al mismo tiempo
comienzan las invitaciones para que representantes de los rebeldes visiten a Washington y otras capitales. Había
que darles dinero, por supuesto del congelado a Gaddafi.
Para mediados de julio, el grupo
de contacto, que en la práctica obvió todo el tiempo a la ONU y al Consejo de
Seguridad, conversaba sobre reconocer al Consejo Nacional de Transición,
conformar un Gobierno Provisional, o sea, una transición pacífica, para lo que
se discutían planes de la era posGaddafi. Se reconocía al Consejo y,
aunque entraba en vigor la zona de
exclusión aérea, las bombas seguían cayendo.
La práctica de la guerra neoliberal transnacional
• Prácticamente
no se había aprobado la resolución y ya había comenzado el bombardeo. Parecía
que había serios contradicciones al interior de la coalición, pero en la
práctica, los aliados más poderosos de EEUU, o por lo menos aquellos que
querían mantener o fortalecer su papel tomaron rápidamente la iniciativa:
Francia y Gran Bretaña.
• La
Odisea del Amanecer era fuego amigo,
las bombas no mataban a civiles, los
ataques selectivos para proteger a
civiles se equivocaban muy poco, se
aseguraba por parte de los jefes militare
que tendrían cuidado de asegurar los daños colaterales mínimos. Aunque se estableció la zona de exclusión
aérea rápidamente, continuaron los bombardeos. ¿Por qué? Se repetía que Kaddafi
continuaba atacando a civiles. Se negaba que quisieran matar a Kaddafi. También
se negaba que apoyaran a grupos
rebeldes y que el objetivo fuera
establecer un gobierno de transición a la democracia. Sin embargo,
posteriormente se ha comprobado, que las protestas contra el régimen fueron
apoyada a través de las fronteras, con mercenarios y agentes especiales,
mientras se declaraba públicamente que no se debía –o sí?proporcionar armas a
los rebeldes, no solo se hacía, sino que se les ayudaba con los bombardeos a
avanzar en sus posiciones.
• Por
su parte, los rebeldes, Consejo Nacional de Transición, rechazó invitaciones
reiteradas de conversar con el gobierno para buscar una salida pacífica, pues
no incluía la renuncia de Gadafi. El devenir de la acción demostró, no solo que
lo querían matar, sino que se hizo de la forma más bárbara posible, el nuevo gobierno
ya esta instalado y para ello, hasta los enemigos de EEUU, razón de ser de su
política antiterroristas, los miembros de Al Qaeda están en el poder.
• ¿Cuál
fue el papel de la ONU en ese contexto? Justificar la acción, todos los jefes
de gobiernos y militares acudían a la Resolución 1973, aunque se violó
sistemáticamente, pero debemos recordar que se incluyó “todas las medidas
necesarias dentro de la carta”, desde un inicio Hillary Clinton lo había
aclarado, este es el primer paso.
• La
OTAN afianzaba su protagonismo, obviando que no es una organización de las
NNUU, pero tampoco eso parece que llamó la atención, sobre todo teniendo como
precedentes a Kosovo y Afganistán.
• Aunque
podría plantearse que la acción conjunta contra Libia implicaba el fin del
unilateralismo, la respuesta obvia es no: Estado Unidos tiene una gran cantidad
de compromisos militares, su política mantiene una línea de continuidad con sus
predecesores en cuanto a los “cambios de regímenes”, pero ahora bajo la
responsabilidad compartida. Garantiza su control operativo y estratégico,
legitima su liderazgo y representa los del capital transnacional.
• La
visión imperial y la práctica fueron completadas exitosamente: Operación
internacional que reconoce su liderazgo, EEUU como pilar de la seguridad
mundial y defensor de la libertad humana, por todos los medios, parece que el
predilecto es la guerra. EEUU lograba la acción, sin tener tropas en tierra,
ninguna baja y compartía los gastos. Además EEUU custodiaría los 33000 millones
de dólares de los fondos libios.
• En
un discurso contradictorio, Obama planteaba “Libia y el mundo esta mejor sin
Gadafi. Yo junto con otros líderes, hemos adoptado ese objetivo, y lo
intentaremos alcanzar por medios no militares…. Si intentáramos derrocar a
Gadafi nuestra coalición se dividiría. Porque al contrario de los que afirman
algunos, el liderazgo estadounidense no es simplemente asunto de actuar solos y soportar toda la
carga nosotros”. Posteriormente, después del asesinato de Gaddafi, dijo que esa
sería la fórmula para todos los “dictadores”.
• La
reconfiguración del área avanzaba bajo la égida estadounidense, se demostraba
la supremacía imperial.
• EEUU
y sus aliados, en medio de una situación convulsa, decían defender los valores
similares a los que estaban en la calle reclamando sus derechos, la
inestabilidad les favoreció. Indudablemente se perfeccionaban los mecanismos.
Se mantenía la continuidad de la política estadounidense. El “nuevo orden
mundial” seguía en marcha.
Otros apuntes necesarios
La primavera árabe se ha
manifestado como un movimiento sin
precedentes en la región, sobre todo por su cuantía, persistencia y
composición. Esto refleja las contradicciones al interior de las sociedades
mesorientales (y del norte de África).
EEUU y sus aliados han utilizado
un tratamiento diferenciado, que les ha permitido, utilizar la zanahoria y el
garrote. Por una parte, apoyar los procesos transicionales “pacíficos” y, por
otra, utilizar la fuerza, con tres variantes: represión de los movimientos en los países en que la
“democracia” no es una opción, desestabilizar regímenes (Siria), y deponer por
la fuerza (genocidio) el poder establecido como en Libia. Como se observa, ha
predominado el garrote.
La intervención militar se ha convertido en la última parte
de la injerencia en los asuntos internos de los países considerados
contestatarios por los poderes imperialistas. La primera, es desacreditar el
régimen que se quiere eliminar; la segunda, movilizar y apoyar a la diáspora,
con el apoyo de los medios masivos de comunicación; el apoyo internacional, en
este caso a nivel regional, ese papel lo desempeñó la Liga Árabe; aprobación
–cobertura- de las Naciones Unidas, aunque en otros casos se ha prescindido de
este paso. Por último, la operación militar, con el consentimiento de la
opinión pública internacional.
La guerra contra Libia marca una
línea de continuidad en el accionar del
imperio, que se ha ido “perfeccionando”
desde la invasión a Panamá, pasando por
la Guerra del Golfo, la intervención en Yugoslavia y Kosovo, Somalia,
Afganistán e Irak.
Parece que la nueva fórmula, cada vez más, incorpora a
la OTAN como núcleo básico del comportamiento de EEUU para mantener los valores democráticos y los derechos humanos.
Los intereses en Libia son
obvios, pero no sólo se refieren a los intereses geopolíticos petroleros y
gasíferos, sino también garantizar el
control de la región, implantar una mayor presencia militar y controlar el
espacio, áreas estratégicas, tanto del Medio Oriente como de África, apuntalara
a aliados y enviar mensaje a enemigos, lo que se sabía al inicio se declaró al
final “este es el modelo” para los que no defiendan los valores occidentales,
(según ellos los entienden) ¿no será la traducción la misma de que o están conmigo o en mi contra
de Bush hijo?
La guerra en Libia confirma un
formato que se viene desarrollando desde los años 90s, lo más peligroso es que,
aún no se ha estabilizado el país y ya retumban los mismos pasos hacia Siria e
Irán, sólo con algunos cambios de matices.
EEUU afianza su liderazgo,
aumenta su presencia y debilita a sus
enemigos. La primavera árabe vs reacción mundial se mantiene. Todo
indica que hasta el momento, EEUU ha “jugado” bien sus cartas y va ganando la
partida. Sin embargo, el juego no ha
terminado.
¿Será que la democracia made in USA demuestra que la civilización ha retrocedido hacia la
barbarie?
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(1) Profesora Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales "Raúl Roa Garcia". La Habana, Cuba.