domingo, 14 de agosto de 2011

Fidel, el hombre de los quinientos juramentos

Yo he hecho en mi vida como quinientos juramentos, dijo Fidel al periodista Tomás Álvarez de los Ríos. En el cumpleaños 85 del líder de la Revolución, JR recorre una parte de la trayectoria que honra esa aseveración

«Hay que preparar hombres que no consagren a la revolución sus tardes libres, sino toda su vida». Lenin.



Por Luis Hernández Serrano

El 30 de octubre de 1999, en un pleno ampliado de la Unión de Periodistas de Cuba, en el Palacio de las Convenciones, en La Habana, Fidel dijo a Tomás Álvarez de los Ríos, octogenario periodista espirituano ya fallecido: «Yo he hecho en mi vida como quinientos juramentos».

Esto nos hizo buscar entre sus principales juramentos, promesas, compromisos y vaticinios, de los que, en una larga lucha, por supuesto, son muchos los que escapan a nuestra selección.

En 1950, prometió que asumiría su propia defensa en la Sección Primera de la Sala de Justicia de Las Villas, en el juicio de urgencia número 543, y cumplió su compromiso.

El denunciante fue un capitán. Los acusados, él y otras personas. El motivo, los sucesos de Cienfuegos del 12 de noviembre de ese año. Fidel era en ese momento el presidente de la Asociación de Estudiantes de la Escuela de Ciencias Sociales, y los tales hechos en la Perla del Sur fueron las protestas contra una resolución del ministro de Educación Aureliano Sánchez Arango, que provocaron encendidas huelgas en los institutos. Lo acusaron de incitación. «Yo asumiré mi propia defensa», prometió, y así lo hizo.

También dos años más tarde prometió actuar como acusador por primera vez en una causa, y lo llevó a cabo contra un comandante y un teniente, en el Juzgado de Instrucción de la Sección Cuarta de La Habana.

Tenía 24 años y, como acusador particular, denunció a los militares por la muerte a golpes del obrero ortodoxo un año mayor que él, Carlos Rodríguez, cuyo cadáver fue velado en el Salón de los Mártires de la FEU, el 4 de marzo de 1952. 

Habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras

El 16 de marzo, a seis días del golpe de estado batistiano, ante la sepultura del luchador ortodoxo Eduardo Chibás, juraría Fidel: «¡Cubanos, hay tirano otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras. (...) Si Batista subió al poder por la fuerza, por la fuerza hay que derrocarlo».

El 27 de diciembre a las 5:00 p.m., siete meses antes del Moncada, Fidel fue a la finca Ácana, en Matanzas, donde 30 obreros agrícolas llevaban varios meses sin cobrar: «Dentro de cuatro días les cobro ese dinero», prometió. Eran más de 5 000 pesos. «Les doy mi palabra de honor de que si ustedes me dan un poder, yo les cobro esa deuda (...) pasado mañana a esta hora ustedes van a tener aquí un telegrama que les dirá cómo van las gestiones». Y lo cumplió.

Paulino Pedroso le dijo por esos días: «Tu actitud se parece a la de nosotros, a la de los comunistas, desinteresada».

«Si llegara a triunfar algún día —dijo Fidel—, mi programa sería el mismo de los comunistas: la nacionalización».

En esa etapa iba en un jeep con Ernesto Tizol, por la loma de Escandell, y Fidel dialogó con un campesino que andaba sobre un mulo: «¿Tiene mucha tierra?». «Solo un caró». (No llega a las dos hectáreas). «¿Es de su propiedad?». «No, arrendada». «No se ocupe, que dentro de muy poco va a ser suya», le aseguró Fidel.

En La Historia me absolverá, comentaba: «A ese pueblo cuyos caminos están empedrados de engaños y falsas promesas, no le íbamos a decir: te vamos a dar, sino: Aquí tienes, lucha ahora con todas tus fuerzas para que sea tuya la libertad y la felicidad».

Recluido en la prisión, indefenso, desarmado, incomunicado, calumniado, quisieron hacer ver que estaba enfermo para que no acudiera al juicio, y les dijo a los médicos en su celda: «Ustedes sabrán cuál es su deber, yo sé bien cuál es el mío», y comentó al respecto: «No me comprometí a guardar secreto sobre este diálogo, solo estoy comprometido con la verdad».

Acerca de los esbirros que mataron a sus compañeros del Moncada, juró: «No escatimaré fustazos de ninguna clase sobre los enfurecidos asesinos». Y más adelante, también en su digna autodefensa, aseveró: «Lo que yo diga aquí se repetirá muchas veces, no porque se haya escuchado de mi boca, sino porque el problema de la justicia es eterno, y por encima de las opiniones de los jurisconsultos y teóricos, el pueblo tiene de ella un profundo sentido (...)», y en otra parte puntualizó: «Mi lógica es la lógica sencilla del pueblo».

Cuando juraba, prometía o se comprometía, asomaba ya en su actuar el destello de un conductor de pueblos de excepcional calibre (...) y, almanaque en mano, era poco más que un chiquillo, pero su cerebro rozaba ya la cabeza política de Lenin. Aunque muy joven, se convertiría con los años en ese luchador que el propio Lenin exhortaba a tener: «Hay que preparar hombres que no consagren a la revolución sus tardes libres, sino toda su vida».

Libertad o muerte

En la Granjita Siboney, momentos antes del asalto al Moncada, proclamaría: «El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la Isla».

Al periodista Raúl Martín Sánchez, de Bohemia, que lo entrevistara en el llamado Presidio Modelo, en julio de 1954, le expresaría: «Me propongo vencer todos los obstáculos y librar cuantas batallas sean necesarias (...) sé dónde está lo mejor de Cuba y cómo buscarlo».

En agosto de 1955, en su Mensaje al Congreso de la Ortodoxia, desde México, expresó: «(...) esta lucha solo debe cesar cuando no queden opresores (...) o haya caído sobre la tierra esclavizada y triste, el último revolucionario». Y en el Manifiesto No. 2 del Movimiento 26 de Julio, en ese mismo mes y año, sentenció: «Esta ha de ser por encima de todo una revolución de pueblo, con sangre de pueblo y sudor de pueblo».

También en 1957, argumentó: «El Movimiento 26-7 es el porvenir sano y justiciero de la patria, el honor empeñado ante el pueblo, la promesa que será cumplida».

«Yo voy a organizar (...) al pueblo», aseguró a Rafael García Bárcena, y el 10 de junio (en Bohemia), enfatizaría: «Volveremos cuando podamos traerle a nuestro pueblo la libertad y el derecho a vivir decorosamente, sin despotismo (...)».

Y en el citado Manifiesto del M-26-7, reafirmó: «Los que dudan de la firmeza con que llevaremos adelante nuestra promesa; los que nos creen reducidos a la impotencia porque no tenemos fortuna privada que poner a disposición de nuestra causa, ni millones robados al pueblo, recuerden el 26 de Julio (...)».

El 2 de agosto de 1955, desde México, había dicho: «Vuelvo a reiterar mi promesa de que si lo que anhelamos no fuera posible, me verán llegar en bote, a una playa cualquiera, con un fusil en la mano».

El 25 de agosto, alertó: «La campaña de infamias y calumnias tendrá, un día no muy lejano, su cabal respuesta en el cumplimiento de la promesa que hemos hecho de que en 1956 seremos libres o seremos mártires. La ratifico a los cuatro meses y seis días del 31 de diciembre. Ningún revés impedirá el cumplimiento de la palabra empeñada».

Y el 30 de octubre reiteró aquel importante juramento: «Puedo informarles, con toda responsabilidad, que en 1956 seremos libres o seremos mártires (...) Esta lucha comenzó para nosotros el 10 de marzo, y terminará con el último día de la dictadura, o el último día nuestro».

Veamos otro de sus vaticinios: «En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura, como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a 70 hermanos míos. ¡Condenadme, no importa, la historia me absolverá!».

Al colaborador mexicano Antonio del Conde Pontones, «El Cuate», le aseguró a principios de 1956: «Si usted arregla ese barco (hablaba del Granma) en él nos vamos a Cuba». Y así fue.

Si entro, triunfo

Un juramento enfático suyo fue: «Si salgo, llego; si llego, entro; y si entro, triunfo». Por primera vez lo dijo en la casa de Orquídea Pino, en México. Tal compromiso lo expresó por segunda vez el 21 de noviembre de aquel año, vistiendo un abrigo con que contrarrestaba los escalofríos de una fiebre altísima.

Y cuando el Che cayó preso allí, con el peligro de ser deportado, Fidel le prometió: «¡Yo no te abandono!». Y lo cumplió.

Nuevos juramentos igualmente honrosos y optimistas haría después en la Sierra Maestra, en 1957. El 17 de enero, en la finca de Mongo Pérez, en Cinco Palmas, en Purial de Vicana, se abrazaron los dos hermanos guerrilleros: «¿Cuántos fusiles traes?», pregunta Fidel a Raúl...«Cinco». «Y dos que tengo yo, siete... ¡Ahora sí ganamos la guerra!». Sobre esto el propio Raúl diría después que él y otros compañeros pensaron que Fidel se había vuelto loco, «pero, como buen Sancho Panza detrás de mi Quijote, seguí y continuaré hasta la muerte».

Por Radio Rebelde, tras la frustrada huelga del 9 de abril de 1958, anunció: «Al pueblo de Cuba, la seguridad de que esta fortaleza no será vencida y nuestro juramento de que la patria será libre o morirá hasta el último combatiente».

En agosto, argumentó: «Hoy vuelvo a hablar al pueblo desde esta emisora (...) no con una promesa por cumplir, sino con toda una etapa de aquella promesa cumplida (...) Estamos dirigiendo el esfuerzo por convertir esta ofensiva en un desastre de la dictadura (...)».

Y el 5 de junio de aquel año escribió otro de sus célebres compromisos revolucionarios cumplidos: «Celia: al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta de que ese va a ser mi destino verdadero».

El 24 de octubre, en Birán, Mayarí, Oriente, tras cuatro años de separación, va a ver a su mamá y demás familiares. Es la única vez que se aparta solo unas horas de la guerra por algo personal, antes de la toma de Palma Soriano. Y comenta a su hermano Ramón: «La primera propiedad que va a pasar al Estado es esta».

Al despedir el duelo de las víctimas del sabotaje del 4 de marzo de 1960 al vapor La Coubre, pronunció otro de sus insobornables juramentos. Dijo que se abría una disyuntiva similar a la del inicio de la lucha, la de Libertad o Muerte, «solo que Libertad quiere decir Patria y ahora la disyuntiva nuestra será Patria o Muerte».
Junto con el pueblo, juró en la despedida de duelo de los mártires de los bombardeos del 15 de abril de 1961, preludio de la invasión mercenaria: «Obreros y campesinos, hombres y familias humildes de la patria, ¿juran defender hasta la última gota de sangre esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes?».

Adiós a la democracia burguesa

En el espacio televisivo Universidad Popular, el primero de diciembre de 1961, declaró: «Soy marxista-leninista y lo seré hasta el último día de mi vida». Y el 16 de enero de 1962, manifestó: «No volveremos a tener nunca democracia burguesa, que es democracia falsa».

El camino de América —aseguró el 28 de febrero de 1963— es el de Cuba. Pensaba tal vez en ese instante lo que había jurado en 1959: «El latifundio se acabará, grite quien grite» (1ro. de marzo). «Para arrebatarnos la patria, hay que arrebatarnos la vida» (1ro. de mayo).

Y en la entrevista con Barbara Walters, en 1977, señaló: «Nuestras ideas no las cambiamos por ningún dinero, ni por ningún interés material (...) Soy un hombre realista y me gusta ser sincero (...) no oculto mi vida, ni mis orígenes, ni tengo por qué inventar absolutamente nada (...) Si yo fuera un hombre falso, si mis ideas no fueran profundas y sinceras, no habría podido convencer a nadie en este país (...) Mi vida siempre ha sido una lucha contra mí mismo, o mejor, un esfuerzo de superación constante (...) ¿Qué comprendo yo cuando gritan ¡Fidel! o cuando me besan o me aplauden? Yo no puedo pensar que es un mérito mío. En ese caso me toman a mí como un símbolo».

Y es justamente ese hombre-símbolo quien, en nombre del pueblo, dice de nuestros Cinco Héroes: «¡Volverán!», otro juramento que no cejaremos la lucha por cumplir.

Tomado de Juventud Rebelde.

viernes, 12 de agosto de 2011

En la gaveta del odio

Un descendiente de uno de los sobrevivientes del vapor La Coubre reveló en La Habana que la compañía operadora del buque pretende mantener en secreto, durante 150 años, documentos que podrían contener pruebas del criminal sabotaje

Por Luis Hernández Serrano

Documentos secretos sobre la voladura del vapor La Coubre, realizada en la tarde del viernes 4 de marzo de 1960, en el muelle Pan American Dock, del puerto de La Habana, se encuentran aún clasificados en Francia por la Compagnie Génerale Trasatlántique, sociedad anónima francesa, operadora de la French Line, con la orden de que se mantengan desconocidos durante 150 años.

Lo anterior fue anunciado en conferencia de prensa efectuada en la mañana del jueves en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) por Jean-Francois Guillotin, hijo de uno de los marineros franceses (Jean-Marie Guillotin), que sobrevivió al espeluznante sabotaje en el que perecieron más de cien personas, entre ellos seis franceses, con un número indeterminado de desaparecidos y más de 300 heridos.

En el encuentro, Jean-Francois estuvo acompañado por su coterráneo, amigo y vecino en París, Douglas Hallawell, ex tripulante de los aviones británico-franceses Concorde e historiador del sabotaje a La Coubre. Actuó como moderador el colega de Granma Internacional Jean-Guy Allard.

Comentaron la siniestra pretensión de que no se conozcan los citados documentos, que deben permanecer clasificados todavía 99 años, pues ya han transcurrido 51 del sabotaje.  el propio Comandante en Jefe Fidel Castro en la despedida de duelo de las víctimas, «(…) nosotros sí tenemos razones más que probadas para creer que se trata de un sabotaje (…) y entre los más interesados en que no recibiéramos las armas que traía ese barco para nuestra defensa, estaban los funcionarios del gobierno norteamericano».

«Yo iba a cumplir dos años cuando la explosión de La Coubre, y mi hermanita tenía seis meses de nacida, pero desde los 15 me he dedicado a estudiar el suceso y me parece muy extraño que sigan secretos los documentos que pudieran ser reveladores de tan lamentable explosión», declaró Jean-Francois.

Jean-Guy Allard calificó de «bomba noticiosa» el conocimiento de que importantes documentos permanezcan ocultos en los archivos de la referida naviera francesa, seguramente por un marcado interés de la CIA.

«Mi padre pudo salir ileso de la primera explosión, ocurrida a las 3 y 15 minutos de aquel fatídico día, y que provocara unas 30 víctimas, porque se encontraba dentro de su camarote, escribiéndole una carta a mi madre; y fue por eso precisamente que solo sufrió la pérdida de parte de una oreja y de la audición de ese mismo lado, entre otras leves heridas».

Efectivamente, tuvo la suerte, por la ayuda de los bomberos cubanos y de las personas del pueblo que enseguida corrieron al lugar, de no estar en el barco cuando se produjo la segunda y más intensa explosión, ocurrida 30 minutos después, que, como la primera, estremeció la capital cubana en el lado oeste de la Bahía de La Habana.

Aquella segunda detonación lanzó a distancia restos humanos mezclados con hierros incandescentes y retorcidos, de los cuales hay una muestra a unos metros del muelle conocido justamente hoy como La Coubre, adonde los dos ciudadanos franceses y familiares de los mártires del suceso, colocaron, luego de la conferencia de prensa, una ofrenda floral, acompañados por funcionarios del ICAP.

Jean-Francois comentó también que actualmente existe en Francia una asociación de historia que reúne datos e investiga aquel suceso.

También se supo en la conferencia que en Internet se pueden consultar detalles de la explosión, pero llega un punto en que uno lee que hay información bloqueada, no consultable, hasta que se cumpla un siglo y medio de lo que puede considerarse como un asesinato masivo inaudito.

Con ayuda de un grupo de cubanos —contó el hijo— Jean-Marie pudo rescatar parte de su equipaje y, luego de los primeros auxilios médicos, fue alojado en el Hotel Plaza, en La Habana Vieja.

«Jean-Paul Sartre, el famoso filósofo francés, amigo de Cuba y de Fidel, de visita en esos momentos en La Habana, le dio ropa suya (pantalón y saco), y aunque le quedaban cortos así apareció en algunas fotos, en el cementerio de Colón, que se publicaron en revistas y periódicos de la época», evocó Jean-Francois.

El sobreviviente del terrible sabotaje murió en 1974.

«Mi padre se formó primero en astilleros navales ingleses y después empezó a navegar, por esas cosas que tiene la vida, hasta que se hizo oficial mecánico. Como tal, si no hubiera sido por su amor a mi madre y estarle escribiendo una carta en el camarote, hubiera estado junto a las máquinas del vapor y sería uno de los muertos, uno de los numerosos desaparecidos o de los más de tres centenares de heridos que provocó aquella explosión», apuntó.

Los familiares de los mártires pidieron a Jean-Francois que tratara de que las autoridades francesas desclasificaran los documentos ocultos que seguramente contienen detalles reveladores de la mano enemiga que provocó la tragedia.

Jean-Francois expresó que se han dado algunos pasos diplomáticos y oficiales con ese fin, y recalcó que la Ley de su país prohibe esconder documentos de esa índole durante tanto tiempo, a no ser que atente contra la seguridad del propio Estado galo.

Explicó que en esta, su primera visita a Cuba, estuvieron en el lugar exacto del puerto de La Habana donde ocurrieron las dos explosiones del buque.

Acotó que es muy emocionante para ellos estar en Cuba, hablar con personas del pueblo, ver fotos que no conocían de la voladura de La Coubre, y que les entristece mucho conocer a cubanos que perdieron allí a familiares muy queridos. 

Familiares de los mártires 

Rosario Velasco, viuda de Arturo García Manduley, bracero fallecido aquella dolorosa tarde, pidió a Jean que luchara porque se desclasifiquen esos escritos ocultos para que no se pueda seguir escondiendo por más tiempo la verdad sobre el crimen que los cubanos no olvidamos.

«Llevamos 51 años de dolor. Mi esposo salió a trabajar, me dio un beso y no regresó más a mi lado. Estuvo nueve días grave, hasta que falleció, y nuestros hijos también quieren saber», apuntó.

Zoe Alfaro de la Peña contó que su padre, Carlos Alfaro Galbán, amaba su trabajo de inspector general del puerto, pero su cuerpo fue cercenado y destruido por aquellas explosiones. «No lo pudimos abrazar nunca más», argumentó.

Y Alberto Solís Sotolongo, representando el sentir de las víctimas de aquel sabotaje, dijo que no se puede cejar en el empeño de abrir la caja de Pandora que mantiene en el silencio más brutal aquella felonía, una de las más terribles que sufrieron Cuba y la Revolución triunfante en sus primeros momentos. 

La Coubre

EL vapor La Coubre tenía 4 310 toneladas de peso bruto, 2 155 de peso neto, un calado de 17,8 pies y traía un cargamento de unos 490,156 kilogramos de municiones de explosivos. Pertenecía a la flota de la Compagnie Génerale Trasatlántique, sociedad anónima francesa, operadora de la French Line. En la hoja No. 358 del libro No. 104 correspondiente a la entrada de embarcaciones al puerto de La Habana, aparece registrado el arribo del buque francés el día 4 de marzo de 1960, con el manifiesto de carga No. 1621, a las 08:12 a.m., bajo el mando del capitán George Dalmas.

Los días 13 y 14 de octubre de 1959 ya el buque había estado en La Habana. Para la nueva visita había partido del puerto de Le Havre, en Francia, hacia Hamburgo, Alemania, y Amberes, Bélgica, para regresar nuevamente a Le Havre. Llevaba inicialmente 38 tripulantes, traía 525 cajas de granadas y 967 cajas de municiones de seguridad, según se revela en el libro Girón. Preludio de la invasión. El rostro oculto de la CIA, escrito por Manuel Hevia y Andrés Zaldívar, del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado.

Tomado de Juventud Rebelde

En Cuba hijo de francés víctima del sabotaje a La Coubre

Jean François Guillotin, hijo de uno de los seis marinos franceses sobrevivientes del sabotaje al vapor La Coubre (4 de marzo de 1960), se reunió hoy con familiares de cubanos que perecieron en la catástrofe.

Explosión del buque La Coubre. La Habana, Cuba
Explosión del buque La Coubre. La Habana, Cuba
En conferencia de prensa realizada en la sede de Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, en La Habana, Guillotin comentó que aquel día su padre, Jean Marie, se encontraba en la cabina del barco y escribía a su esposa, al momento de la primera explosión.

Relató que el comandante de la embarcación organizó inmediatamente la evacuación y poco después recibieron la ayuda de bomberos, policías y multitud de cubanos que acudieron a prestar auxilio.

Entonces Jean François Grillotin tenía dos años, posteriormente supo que su padre perdió una oreja como consecuencia del fuerte estallido, hecho que causó sufrimientos que han marcado para siempre a su familia.

Lamentablemente, expresó, muchos perecieron luego de la segunda explosión del barco, la cual segó la vida de decenas de personas que realizaban labores de rescate.

El vapor La Coubre era un barco de origen francés que fue objeto de un acto terrorista en el puerto de La Habana, cuando transportaba armas y municiones destinadas a la defensa de la entonces joven Revolución, amenazada por el imperialismo norteamericano.

Tuvieron lugar dos explosiones, que produjeron cerca de un centenar de muertos y 200 heridos.

Al intervenir en el acto conmemorativo, Jean Guy Allard, periodista e investigador del tema, señaló que las autoridades cubanas y la embajada de Francia en Cuba investigan de conjunto para esclarecer más el hecho, obra de la Agencia Central de Inteligencia, de los EE.UU.

Dijo que Jean François puede contribuir en este sentido, ya que posee copias de documentos de la época pertenecientes a la compañía Générale Transatlantic, la cual operaba el barco francés, pero estos no pueden ser divulgados hasta 150 años después del suceso en cuestión.

Los familiares de cubanos fallecidos en la catástrofe agradecieron la visita del francés a La Habana, y lo instaron a que -como hijo de una víctima- haga todo lo posible por lograr que la verdad se conozca y alivie el dolor que han padecido desde hace medio siglo.

Daniela Pérez, bisnieta de Carlos Alfaro, fallecido aquel cuatro de marzo, dijo a la AIN que desde muy pequeña participa en todas las actividades que se realizan para no olvidar las enseñanzas en torno al sabotaje a La Coubre, porque no quisiera que otros niños como ella y sus familias tengan que padecer igual sufrimiento.

(Con información de la AIN)

La Coubre: Frances hijo de víctima, de visita en Cuba en búsqueda de la verdad

Por JEAN-GUY ALLARD

Un ciudadano francés de 52 años, Jean-François Guillottin, hijo de un marino que sufrió heridas, el 4 de marzo de 1960, en la explosión del barco La Coubre en el Puerto de La Habana, visita Cuba esta semana en búsqueda de la verdad sobre este evento, el atentado más mortífero del último siglo en el continente. 

 Guillotin, un director de publicidad con una casa editorial parisina, fue quién, al interesarse a este evento de la vida de su padre, descubrió al consultar el sitio web de la fundación fra cesa French Lines  que heredó de los archivos de la desaparecida Compagnie Générale Transatlantique (CGT), la mención de un expediente de la investigación de los hechos realizada en 1960 por los dueños del buque.

Su sorpresa fue grande cuando vio al lado del nombre del documento, la restricción “Publicable: 150 años”, aparentemente inscrita por los juristas de la CGT al archivarlo.

“Esto se hizo hace mucho tiempo y es algo que parece `por lo menos sorprendente“, comenta Guillotin al contar como la representación diplomática cubana en Paris, al enterarse de la existencia del documento, solicitó la colaboración de las autoridades galas para conocer cual será su situación jurídica actual.

La fundación “French Lines”, retomando una marca que usaba la CGT para sus operaciones, maneja con el propósito de  garantizar la conservación del patrimonio marítimo francés, un servicio de investigación histórica de distintos fondos de empresas de navegación, en su sede de la ciudad portuaria de Le Havre.

“Son gente apasionada de historia, extremadamente bien organizada”, comenta el visitante.

LA COUBRE MARCÓ LA HISTORIA DE MI FAMILIA

“La tragedia de la Coubre marcó la historia de mi familia”, señala el ciudadano francés. “Cuando niño yo me fijaba en como mi padre había escapado a una catástrofe tan importante”.


  “Mi padre no murió en el evento pero sí fue herido y sufrió luego secuelas que lo afectaron en lo cotidiano. Perdió el uso del oído del lado izquierdo y tuvo que someterse a varias operaciones”.

“En el momento de la primera explosión, se encontraba en su cabina, escribiendo a su esposa. Siempre oí mi padre decir que esto fue extremadamente fuerte, y que luego el comandante del barco organizó urgentemente la evacuación que se realizó con la ayuda del personal de socorro cubano”.

La tripulación de La Coubre se quedó una docena de días en La Habana en espera de su regreso a Francia.
“Los marinos se encontraban bastante afectados por la dimensión de la catástrofe en la cual habían perdido seis compañeros, dos de ellos tan destrozados que no se pudo recuperar sus cuerpos”, cuenta Guillotin.  

 “Fue entonces que recibieron la visita de Fidel Castro y del Che Guevara que vinieron saludarlos y expresar su apoyo. Fíjese que mi papa tenía entonces la edad exacta del Comandante, 33 años”. 

 El filósofo y escritor francés Jean-Paul Sartre, entonces de visita con  su esposa la escritora Simone de Beauvoir, se solidarizó y donó parte de la ropa suya a sus compatriotas.

“Se ve a mi padre en una foto tomada en el Cementerio Colon, con un traje demasiado corto. El contaba que se trataba sin duda de uno de los trajes entregado por Sartre, un hombre de pequeña estatura…”

Jean-Marie Guillotin, era oficial de mecánica a bordo de la Coubre. Tenía dos hijos. “Yo tenia entonces dos años y mi hermana seis meses”. Murió accidentalmente en 1974 cuando Jean-François alcanzaba los 16 años.

Guillotin ha conservado los papeles de su padre relacionados con estos días. “

Fueron vestidos, alimentados, hospedados en el Hotel Plaza. Tengo hasta una hoja en la cual mi padre había anotado todos los objetos que perdió en la explosión”.

 Los 22 sobrevivientes franceses de La Coubre fueron luego repatriados a Francia por barco.
 Seis marinos franceses dejaron sus vidas en la criminal explosión.  El primer teniente François Artola, el timonel Jean Buron y los marineros  Lucien Aloi, André Picard, Jean Gendron y Alain Moura murieron, víctimas de esta salvaje agresión. 

 Guillotin tuvo la oportunidad de conversar con varios familiares de víctimas cubanas de La Coubre. “Fue muy emocionante”, comentó.

Personas como  Zoe Alfaro de la Peña, Rosario Velasco Gómez y Alberto Golio Sotolongo no sólo recordaron como la perdida de sus padres en el atentado afectó su existencia y la del conjunto de sus familias sino que pidieron al visitante francés de seguir a su lado en la búsqueda de la verdad.

“Todos sabemos que fue la obra de la CIA”, insistió Golio Sotolongo. En esta época, había aquí en Cuba numerosos actos de terrorismo provocados por agentes de esta agencia norteamericana”.

“¿Como lograr que se desclasifique este documento para que se haga justicia con este criminal sabotaje?”, preguntó.

Guillotin aseguró que existen los mecanismos de acceso a la información que sí pueden permitir una apertura del expediente, al señalar como tuvo la oportunidad de entrevistarse con un importante funcionario de la embajada de su país y que salio muy satisfecho. 

Ocurrido hace exactamente 51 años, el 4 de marzo de 1960, el atentado terrorista de La Coubre ocasionó además de un centenar de muertos, entre los cuales seis miembros franceses de su tripulación, más de 200 heridos y numerosos desaparecidos. El costo de los daños materiales fue luego estimado a unos 17 millones de dólares.

 Cuba ha denunciado en numerosas oportunidades la responsabilidad de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense en la explosión de  La Coubre en el puerto de La Habana.    

jueves, 11 de agosto de 2011

Roland Dumas:

“Cuba ha inspirado a muchas generaciones en todo el mundo”

Por Leyde E. Rodríguez Hernández

En su último libro titulado “Golpes y Heridas - 50 años de secretos compartidos con François Mitterrand”, el antiguo Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Roland Dumas[1], describe sus principales recuerdos e impresiones sobre Cuba.

Ahora alejado de la actividad oficial que entraña la diplomacia, Dumas reconoce sin tapujos cómo la Revolución cubana ha inspirado a muchas generaciones en todo el mundo, aunque él en lo personal no se  considere fascinado con el sistema cubano.

Revela en detalles la admiración de Danielle Mitterrand y Mazarine Pingeot (hija de François Mitterrand) por los avances sociales de Cuba en educación y salud, así como por el Comandante en Jefe Fidel Castro, líder de la Revolución cubana.

Entre otros pasajes y tonalidades que no es mi propósito reflejar en esta nota, el autor reseña la visita de Michel Charasse, senador de Puy-de-Dome, a Cuba, y su conversación calurosa con Fidel Castro durante un desayuno de trabajo. A la sazón los lazos entre ambos países se estrecharon, y es así que, en marzo  de 1995, Fidel es recibido por primerra vez en el Eliseo por François Mitterrand, a solicitud expresa de su esposa Danielle.

Dumas refiere en sus recuerdos que la primera dama rompió en ese momento con el protocolo de la República francesa al besar con fulgor al barbudo, mientras que Mazarine tuvo el gesto de hacerle una visita discreta a Fidel en su alojamiento del Hotel Marigny de Paris.

El escritor narra en sus vivencias los encuentros en Cuba con Ricardo Alarcón de Quesada, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, quien le propició la posibilidad de saludar a Raúl Castro, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en ocasión de su visita a La Habana con motivo de sus gestiones en calidad de abogado de un ciudadano francés procesado por la justicia cubana. 

Con particular interés, el excanciller galo afirma que ha mantenido al corriente a la primera dama Carla Bruni-Sarkozy sobre la situación de su cliente en reclusión en la Isla, atestiguando haber visitado las prisiones cubanas, las cuales no son sórdidas como podria imaginarse, pues los presos disponen de teléfonos y su cliente llama a su abogado cubano día y noche si él lo desea.

Estos son algunos de los fragmentos más llamativos dedicados a Cuba en el más reciente libro de Roland Dumas, quien cuenta su impresionante aventura al servicio de la politica exterior francesa. En el recorrido por las páginas de este voluminoso libro, Dumas nos advierte que su verdad ha estado siempre del lado de los progresistas, de los descolonizados y de aquellos que tenían cierta idea de Francia.

El libro “Golpes y Heridas”, publicado por la conocida editorial gala cherche midi, entrega, no sin distancia ni ironía,  una vida de pasión y de combate de una de las personalidades contemporáneas más relevantes de la política y la diplomacia de Francia en la segunda mitad del siglo XX.



[1] En esta obra, no vacila en revelar su curso personal, su visión política y sus elecciones en la vida, como resistente antifascista, su militancia en el Partido Socialista a partir de 1942, su labor como periodista, abogado muy reconocido, diputado y canciller, que luego preside el Consejo Constitucional.