martes, 22 de octubre de 2013

El precio de la vida

Por Sergio Alejandro Gómez Gallo

Los medicamentos en el mundo son cada vez más caros. Un 15 % de la población consume el 90 % de los productos de la industria farmacéutica




Nadie en su sano juicio se atrevería a calcular el precio de la vida. Sin embargo, los emporios farmacéuticos que controlan el mercado mundial de medicamentos llevan varias décadas intentándolo y han llegado a una obvia conclusión: es extremadamente alto.

Y así se lo están haciendo pagar incluso a quienes que no tienen cómo.

"Durante las últimas décadas ha habido un crecimiento exponencial de los costos de los tratamientos médicos, que se están volviendo impagables", aseguró el doctor Agustín Lage Dávila, director del Centro de Ingeniería Molecular (CIM) de Cuba, durante la I Conferencia de Estudios Estratégicos que sesionó la semana pasada en La Habana.

Existe una relación entre el acceso a las medicinas y el ingreso de los países. "El 15 % de la población mundial consume el 90 % de todos los medicamentos", según estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), citados por el especialista cubano.

Según Lage muchas veces se intentan justificar los precios de los nuevos medicamentos por los altos costos que conlleva investigarlos. Pero, señaló, una gran parte de los gastos de las grandes corporaciones tiene otros destinos, como el marketing y la publicidad, en los que emplean más del 25 % de sus ingresos.

Las políticas de precio también se vinculan con las de propiedad intelectual, un fenómeno que no es tan antiguo como se piensa.

Durante la década de 1980, en plena vorágine neoliberal de Ronald Reagan, se crea el primer precedente de autorizar a universidades e instituciones estadounidenses que se financian con fondos públicos a vender sus patentes a empresas privadas.

Esta tendencia a canalizar el financiamiento público de la ciencia a la ganancia privada se universalizó a mediados de los noventa tras la instauración de la Organización Mundial de Comercio, que vela también por el cumplimiento de los sagrados derechos de la propiedad intelectual, pero no el de la salud, que está consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Asimismo, se imponen regulaciones universales para la entrada de medicamentos sin respetar sus características socioeconómicas. Según esta lógica, Haití debería tener los mismos requisitos para importar antibióticos que Suiza.

En cuanto a las insuficiencias científicas que golpean a los países en desarrollo, Lage mencionó que estos, con el 80 % de la población mundial y el 30 % de los científicos, solo producen el 4 % de las patentes.

UN FALLO DE LAS LEYES DEL MERCADO

Lage consideró que la industria farmacéutica es un ejemplo claro del fallo de los mecanismos de mercado, pues no logra poner los recursos donde hacen falta.

La OMS insiste en señalar la llamada regla 90/10. Menos del 10 % de los recursos para nuevos medicamentos se dedican a enfrentar enfermedades que causan el 90 % de las muertes en el mundo.

El mercado, dijo Lage, funciona bien para dirigir al sector privado hacia la investigación científica y las intervenciones de salud, pero solo para quienes pueden pagar.

Citó el ejemplo de los antibióticos, que previenen millones de muertes al año pero que van perdiendo efectividad ante bacterias más resistentes. La investigación en este campo es poco atractiva para las investigaciones médicas de las farmacéuticas en comparación con las de enfermedades no transmisibles del adulto mayor, como la hipertensión y la diabetes —cada vez más frecuentes en el Primer Mundo—. Los enfermos deben tomar estos medicamentos de forma constante durante décadas, lo que es un gran negocio.

LA SOLUCIÓN ES COLECTIVA

El director del CIM abordó la estrategia cubana, iniciada en la década de los ochenta del pasado siglo, de crear un Polo Científico para el desarrollo y comercialización de medicamentos y productos biotecnológicos en un ciclo cerrado, que actualmente agrupa a más de 7 000 científicos en una veintena de instituciones.

Estas empresas están creadas con el concepto de ciclo completo: investigación, desarrollo, producción y comercialización y refinanciamiento, lo cual reduce los costos.

Sin embargo, Lage señaló que resulta necesario un enfoque regional, ante las dimensiones de los problemas del acceso a los medicamentos.

Una de las dificultades que históricamente ha enfrentado América Latina, señaló, es la desconexión de la investigación de la producción y la falta de comunicación entre las instituciones de la región, que se relacionan más con sus similares de países desarrollados que entre ellas.

Consideró necesario la creación de una red de instituciones científicas e industriales latinoamericanas destinadas a introducir sus productos en el sistema de salud, que es el objetivo final.

También dijo que se debe romper el mito de que la investigación privada es más productiva que la pública. El financiamiento no viene de la industria en los países de altos ingresos, sino que en su mayoría es de presupuesto público, que después se convierte en ganancias privadas.

El especialista cubano señaló un ingrediente esencial en la fórmula para enfrentar los problemas comunes de acceso a los medicamentos: una fuerte voluntad política.




sábado, 19 de octubre de 2013

China, Rusia y la transición geopolítica mundial


Por Atilio Boron 


Interesante debate en el marco de la Primera Conferencia de Estudios Estratégicos “Repensando un mundo en crisis y transformación”, organizado por el Centro de Investigaciones de Política Internacional de Cuba. Uno de los temas de la sesión de la tarde fue sobre los países del BRICS. Hubo una interesante presentación sobre China y su proceso de paulatina reorientación hacia el interior, fomentando el mercado interno, promoviendo una redistribución de ingresos y expandiendo fuertemente su inversión en infraestructura y educación.

El Malecón de La Habana, azotado por la marejada

 Dato muy significativo: según proyecciones de la OECD para la década que arranca en el 2030 la economía china equivaldrá a un 29 % del PBI mundial, mientras que la de Estados Unidos retrocederá hasta fluctuar en torno al 17 %, y la Unión Europea y los países de la OECD (excepto Estados Unidos) al 14 %. Para ese entonces la economía de la India tendrá un PBI casi igual al de Estados Unidos. En suma, en poco más de una década y media la estructura económica mundial sufrirá una radical transformación y si América Latina y el Caribe no se unen, no se integran, a nuestros países les será muy difícil competir en ese nuevo escenario económico internacional. La unión efectiva, no retórica, de los países sudamericanos combinaría una excepcional dotación de recursos que no existe en ningún otro continente: petróleo abundante (Venezuela, Brasil, etcétera), gas, grandes recursos minerales, excepcional dotación de agua, la mitad de la biodiversidad mundial, potencial para alimentar a unas mil millones de personas, y un importante sector industrial. Por eso el imperio trabaja día y noche para abortar la unidad de Nuestra América. 

Una nota muy interesante la puso el Ministro Consejero de la Federación Rusa, Vadim Temnikov, con un descarnado análisis de la coyuntura internacional. Refiriéndose a Washington dijo, textualmente: “Nos engañaron con Irak, nos engañaron otra vez con Libia. ¡Ya no más!”  Y agregó que su país, junto con China, se opondrán terminantemente a una agresión a Siria. El camino es diplomático y la no ingerencia en asuntos internos es un principio fundamental en la carta de la ONU.

El desmantelamiento del arsenal de armas químicas de Siria es sólo el principio: hay otros países (Israel, por ejemplo, si bien no lo mencionó explícitamente) que tienen muchas armas químicas y de destrucción masiva en la región que también deberían ser desarmados. Habló también de lo que el llamó como “transición geopolítica”, en referencia a los cambios en la economía mundial arriba señalados pero también a la irresistible configuración de un sistema multipolar que no admite ya más el papel mesiánico e intervencionista de Estados Unidos. También habló de la alianza estratégica de Rusia con China, India y Vietnam y rescató el papel que la Unión Soviética había jugado en apoyar los movimientos de liberación nacional en Asia, África y América Latina. La implosión de la Unión Soviética fue un golpe tremendo para Rusia pero, dijo, ahora estamos en condiciones de volver a jugar un papel importante en el equilibrio geopolítico mundial. La reciente intervención rusa en la crisis Siria así lo atestigua. Para pensarlo, ¿no?



Hacia un mundo sin Estados Unidos.



Por Thierry Meyssan

Tomado de Red Voltaire/Contrainjerencia

El Imperio estadounidense es el residuo hipertrofiado de uno de los dos contendientes de la guerra fría. La Unión Soviética desapareció. Pero Estados Unidos sobrevivió al enfrentamiento y se aprovechó de la ausencia de su competidor para monopolizar el poder mundial. En 1991, Washington debería –lógicamente– haber dedicado sus recursos a hacer negocios y a avanzar por el camino de la prosperidad. Sin embargo, después de algunas vacilaciones, en 1995 el Congreso –dominado por los republicanos– impuso al presidente Clinton su proyecto de imperialismo global votando por el rearme, a pesar de que ya no había adversario contra quien luchar. Dieciocho años más tarde, y después de haber dedicado sus recursos a una carrera armamentista en la que ya no tenía contendiente, Estados Unidos se halla hoy extenuado frente a los BRICS, que ahora se perfilan como nuevos competidores.



La 68ª Asamblea General de la ONU se convirtió el mes pasado en escenario de una rebelión generalizada contra el unipolarismo estadounidense. Según Mijaíl Gorbatchov, la caída de la Unión Soviética ya se había hecho inevitable desde 1986, cuando el Estado soviético se vio sin recursos ante el accidente nuclear de Chernobil e incapaz de proteger a su población ante aquella catástrofe. Si hubiese que establecer un paralelo, la realidad es que el Estado federal estadounidense no se ha visto aún en una situación comparable, a pesar de que las situaciones de desastre provocadas por los huracanes Katrina, en 2005, y Sandy, en 2012, y las graves carencias de diversas colectividades locales ya demostraron la incapacidad de los Estados federados. La interrupción, por dos semanas o incluso quizás por más tiempo, del funcionamiento del Estado federal estadounidense no se debe a una catástrofe sino que es resultado de un juego político. Para ponerle fin bastaría con que republicanos y demócratas llegaran a un acuerdo. Pero, por el momento, sólo ciertos servicios, como el de los capellanes militares, han recibido una derogación para seguir funcionando.

La única violación verdadera de esa interrupción ha sido la autorización para recibir préstamos por espacio de 6 semanas. Se trata de un acuerdo exigido desde Wall Street, donde no se han registrado reacciones al cierre del Estado federal, aunque sí existía gran inquietud sobre la incapacidad de Washington para enfrentar sus obligaciones financieras. Antes de su derrumbe, la Unión Soviética trató de salvarse recurriendo al ahorro. De la noche a la mañana Moscú puso fin al respaldo económico que aportaba a sus aliados. Comenzó por sus aliados del Tercer Mundo y pasó después a los miembros del Pacto de Varsovia. Resultado: al verse obligados a tratar de sobrevivir solos, sus aliados se pasaron al otro bando… el de Washington. Aquella deserción, cuyo símbolo fue la caída del muro de Berlín, aceleró más aún la descomposición de la Unión Soviética.

Fue evidentemente para tratar de evitar un fenómeno similar, en momentos en que Rusia está triunfando pacíficamente en el Medio Oriente, que la administración Obama esperó tanto tiempo antes de suspender su ayuda a Egipto. Es verdad que, a la luz de la ley estadounidense, esa ayuda se ha hecho ilegal a raíz del golpe militar que derrocó la dictadura de la Hermandad Musulmana. Pero también es cierto que nada obligaba a la Casa Blanca a llamar las cosas por su nombre. Lo que hasta ahora hizo la administración Obama –a lo largo de 3 meses– fue evitar cuidadosamente la mención de las palabras «golpe de Estado» para seguir manteniendo a Egipto en el bando del Imperio. Y ahora, bruscamente, y sin que se haya registrado el menor cambio en El Cairo, Washington decide “cortar el agua y la luz”.

La apuesta del presidente Obama consistía en reducir el presupuesto estadounidense de manera proporcional y paulatina, para que su país pudiera evitar el derrumbe, abandonara sus extravagantes aspiraciones y se convirtiese nuevamente en un Estado como los demás. La decisión de renunciar a una quinta parte de sus fuerzas armadas fue un buen comienzo. Pero el bloqueo del presupuesto federal y la suspensión de la ayuda destinada a Egipto vienen a demostrar que ese escenario no es factible. El formidable poderío de Estados Unidos no puede disminuir armoniosamente porque puede quebrarse.