martes, 7 de octubre de 2014

Los héroes de nuestra época

Por Fidel Castro Ruz

Mucho hay que decir de estos tiempos difíciles para la humanidad. Hoy, sin embargo, es un día de especial interés para nosotros y quizá también para mu­chas personas.

A lo largo de nuestra breve historia revolucionaria, desde el golpe artero del 10 de marzo de 1952 promovido por el imperio contra nuestro pequeño país, no pocas veces nos vimos en la necesidad de tomar importantes decisiones.

Cuando ya no quedaba alternativa alguna, otros jóvenes, de cualquier otra nación en nuestra compleja situación, hacían o se proponían hacer lo mismo que nosotros, aunque en el caso particular de Cuba el azar, como tantas veces en la historia, jugó un papel decisivo.

A partir del drama creado en nuestro país por Estados Unidos en aquella fecha, sin otro objetivo que frenar el riesgo de limitados avances sociales que pudieran alentar futuros de cambios radicales en la propiedad yanki en que había sido convertida Cuba, se engendró nuestra Revo­lución Socialista.

La Segunda Guerra Mundial, finalizada en 1945, consolidó el poder de Estados Unidos como principal potencia económica y militar, y convirtió ese país —cuyo territorio estaba distante de los campos de batalla— en el más poderoso del planeta.

La aplastante victoria de 1959, podemos afirmarlo sin sombra de chovinismo, se convirtió en ejemplo de lo que una pequeña nación, luchando por sí misma, puede hacer también por los demás.

Los países latinoamericanos, con un mínimo de honrosas excepciones, se lanzaron tras las migajas ofrecidas por Estados Unidos; por ejemplo, la cuota azucarera de Cuba, que durante casi un siglo y medio abasteció a ese país en sus años críticos, fue repartida entre productores ansiosos de mercados en el mundo.

El ilustre general norteamericano que presidía entonces ese país, Dwight D. Eisenhower, había dirigido las tropas coaligadas en la guerra en que liberaron, a pesar de contar con poderosos medios, solo una pequeña parte de la Europa ocupada por los nazis. El sustituto del presidente  Roosevelt, Harry S. Truman, resultó ser el conservador tradicional que en Estados Unidos suele asumir tales responsabilidades políticas en los años difíciles.

La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas —que constituyó hasta fines del pasado siglo XX, la más grandiosa nación de la historia en la lucha contra la explotación despiadada de los seres humanos— fue disuelta y sustituida por una Federación que redujo la superficie de aquel gran Estado multinacional en no menos de cinco millones 500 mil kilómetros cuadrados.

Algo, sin embargo, no pudo ser disuelto: el espíritu heroico del pueblo ruso, que unido a sus hermanos del resto de la URSS ha sido capaz de preservar una fuerza tan poderosa que junto a la República Popular China y países como Brasil, India y Sudáfrica, constituyen un grupo con el poder necesario para frenar el intento de recolonizar el planeta.

Dos ejemplos ilustrativos de estas realidades los vivimos en la República Popular de Angola. Cuba, como otros mu­chos países socialistas y movimientos de liberación, colaboró con ella y con otros que luchaban contra el dominio portugués en África. Este se ejercía de forma administrativa directa con el apoyo de sus aliados.

La solidaridad con Angola era uno de los puntos esenciales del Movimiento de Países No Alineados y del Campo So­cialista. La independencia de ese país se hizo inevitable y era aceptada por la co­munidad mundial.

El Estado racista de Sudáfrica y el Go­bierno corrupto del antiguo Congo Belga, con el apoyo de aliados europeos, se preparaban esmeradamente para la conquista y el reparto de Angola. Cuba, que desde hacía años cooperaba con la lucha de ese pueblo, recibió la solicitud de Agostinho Neto para el entrenamiento de sus fuerzas armadas que, instaladas en Luanda, la capital del país, debían estar listas para su toma de posesión oficialmente establecida para el 11 de noviembre de 1975. Los soviéticos, fieles a sus compromisos, les habían suministrado equipos militares y esperaban solo el día de la independencia para enviar a los instructores. Cuba, por su parte, acordó el envío de los instructores solicitados por Neto.

El régimen racista de Sudáfrica, condenado y despreciado por la opinión mundial, decide adelantar sus planes y envía fuerzas motorizadas en vehículos blindados, dotados de potente artillería que, tras un avance de cientos de kilómetros a partir de su frontera, atacó el primer campamento de instrucción, donde varios instructores cubanos murieron en heroica resistencia. Tras varios días de combates sostenidos por aquellos valerosos instructores junto a los angolanos, lograron detener el avance de los sudafricanos hacia Luanda, la capital de Angola, adonde había sido enviado por aire un batallón de Tropas Especiales del Ministerio del Interior, transportado desde La Habana en los viejos aviones Britannia de nuestra línea aérea.

Así comenzó aquella épica lucha en aquel país de África negra, tiranizado por los racistas blancos, en la que batallones de infantería motorizada y brigadas de tanques, artillería blindada y medios adecuados de lucha, rechazaron a las fuerzas racistas de Sudáfrica y las obligaron a retroceder hasta la misma frontera de donde habían partido.

No fue únicamente ese año 1975 la etapa más peligrosa de aquella contienda. Esta tuvo lugar, aproximadamente 12 años más tarde, en el sur de Angola.

Así lo que parecía el fin de la aventura racista en el sur de Angola era solo el comienzo, pero al menos habían podido comprender que aquellas fuerzas revolucionarias de cubanos blancos, mulatos y negros, junto a los soldados angolanos, eran capaces de hacer tragar el polvo de la derrota a los supuestamente invencibles racistas. Tal vez confiaron entonces en su tecnología, sus riquezas y el apoyo del imperio dominante.

Aunque no fuese nunca nuestra intención, la actitud soberana de nuestro país no dejaba de tener contradicciones con la propia URSS, que tanto hizo por nosotros en días realmente difíciles, cuando el corte de los suministros de combustible a Cuba desde Estados Unidos nos habría llevado a un prolongado y costoso conflicto con la poderosa potencia del Norte. De­sa­parecido ese peligro o no, el dilema era decidirse a ser libres o resignarse a ser esclavos del poderoso imperio vecino.

En situación tan complicada como el acceso de Angola a la independencia, en lucha frontal contra el neocolonialismo, era imposible que no surgieran diferencias en algunos aspectos de los que po­dían derivarse consecuencias graves para los objetivos trazados, que en el caso de Cuba, como parte en esa lucha, tenía el derecho y el deber de conducirla al éxito. Siempre que a nuestro juicio cualquier aspecto de nuestra política internacional podía chocar con la política estratégica de la URSS, hacíamos lo posible por evitarlo. Los objetivos comunes exigían de cada cual el respeto a los méritos y experiencias de cada uno de ellos. La modestia no está reñida con el análisis serio de la complejidad e importancia de cada situación, aunque en nuestra política siempre fuimos muy estrictos con todo lo que se refería a la solidaridad con la Unión Soviética.

En momentos decisivos de la lucha en Angola contra el imperialismo y el racismo se produjo una de esas contradicciones, que se derivó de nuestra participación directa en aquella contienda y del hecho de que nuestras fuerzas no solo luchaban, sino que también instruían cada año a miles de combatientes angolanos, a los cuales apoyábamos en su lucha contra las fuerzas pro yankis y pro racistas de Sudáfrica. Un militar soviético era el asesor del gobierno y planificaba el empleo de las fuerzas angolanas. Discrepábamos, sin embargo, en un punto y por cierto importante: la reiterada frecuencia con que se defendía el criterio erróneo de emplear en aquel país las tropas angolanas mejor entrenadas a casi mil quinientos kilómetros de distancia de Luanda, la capital, por la concepción propia de otro tipo de guerra, nada parecida a la de carácter subversivo y guerrillera de los contrarrevolucionarios angolanos. En realidad no existía una capital de la UNITA, ni Savimbi tenía un punto donde resistir, se trataba de un señuelo de la Sudáfrica racista que servía solo para atraer hacia allí las mejores y más suministradas tropas angolanas para golpearlas a su antojo. Nos oponíamos por tanto a tal concepto que más de una vez se aplicó, hasta la última en la que se demandó golpear al enemigo con nuestras propias fuerzas lo que dio lugar a la batalla de Cuito Cuanavale. Diré que aquel prolongado enfrentamiento militar contra el ejército sudafricano se produjo a raíz de la última ofensiva contra la supuesta “capital de Savimbi” —en un lejano rincón de la frontera de Angola, Sudáfrica y la Namibia ocupada—, hacia donde las valientes fuerzas angolanas, partiendo de Cuito Cuanavale, antigua base militar desactivada de la OTAN, aunque bien equipadas con los más nuevos carros blindados, tanques y otros medios de combate, iniciaban su marcha de cientos de kilómetros hacia la supuesta capital contrarrevolucionaria. Nuestros audaces pilotos de combate los apoyaban con los Mig-23 cuando estaban todavía dentro de su radio de acción.

Cuando rebasaban aquellos límites, el enemigo golpeaba fuertemente a los valerosos soldados de las FAPLA con sus aviones de combate, su artillería pesada y sus bien equipadas fuerzas terrestres, ocasionando cuantiosas bajas en muertos y heridos. Pero esta vez se dirigían, en su persecución de las golpeadas brigadas angolanas, hacia la antigua base militar de la OTAN.

Las unidades angolanas retrocedían en un frente de varios kilómetros de ancho con brechas de kilómetros de separación entre ellas. Dada la gravedad de las pérdidas y el peligro que podía derivarse de ellas, con seguridad se produciría la solicitud habitual del asesoramiento al Presidente de Angola para que apelara al apoyo cubano, y así ocurrió. La respuesta firme esta vez fue que tal solicitud se aceptaría solo si todas las fuerzas y medios de combate angolanos en el Frente Sur se subordinaban al mando militar cubano. El resultado inmediato fue que se aceptaba aquella condición.

Con rapidez se movilizaron las fuerzas en función de la batalla de Cuito Cuanavale, donde los invasores sudafricanos y sus armas sofisticadas se estrellaron contra las unidades blindadas, la artillería convencional y los Mig-23 tripulados por los audaces pilotos de nuestra aviación. La artillería, tanques y otros medios angolanos ubicados en aquel punto que carecían de personal fueron puestos en disposición combativa por personal cubano. Los tanques angolanos que en su retirada no podían vencer el obstáculo del caudaloso río Queve, al Este de la antigua base de la OTAN —cuyo puente había sido destruido semanas antes por un avión sudafricano sin piloto, cargado de explosivos— fueron enterrados y rodeados de minas antipersonal y antitanques. Las tropas sudafricanas que avanzaban se toparon a poca distancia con una barrera infranqueable contra la cual se estrellaron. De esa forma con un mínimo de bajas y ventajosas condiciones, las fuerzas sudafricanas fueron contundentemente derrotadas en aquel territorio angolano.

Pero la lucha no había concluido, el imperialismo con la complicidad de Israel había convertido a Sudáfrica en un país nuclear. A nuestro ejército le tocaba por segunda vez el riesgo de convertirse en un blanco de tal arma. Pero ese punto, con todos los elementos de juicio pertinentes, está por elaborarse y tal vez se pueda escribir en los meses venideros.

¿Qué sucesos ocurrieron anoche que dieron lugar a este prolongado análisis? Dos hechos, a mi juicio, de especial trascendencia:

La partida de la primera Brigada Mé­dica Cubana hacia África a luchar contra el Ébola.

El brutal asesinato en Caracas, Vene­zuela, del joven diputado revolucionario Robert Serra.

Ambos hechos reflejan el espíritu heroico y la capacidad de los procesos revolucionarios que tienen lugar en la Patria de José Martí y en la cuna de la libertad de América, la Venezuela heroica de Simón Bolívar y Hugo Chávez.

¡Cuántas asombrosas lecciones encierran estos acontecimientos! Apenas las palabras alcanzan para expresar el valor moral de tales hechos, ocurridos casi simultáneamente.

No podría jamás creer que el crimen del joven diputado venezolano sea obra de la casualidad. Sería tan increí­ble, y de tal modo ajustado a la práctica de los peores organismos yankis de inteligencia, que la verdadera casualidad fuera que el repugnante hecho no hubiera sido realizado intencionalmente, más aún cuando se ajusta absolutamente a lo previsto y anunciado por los enemigos de la Revolución Venezolana.

De todas formas me parece absolutamente correcta la posición de las autoridades venezolanas de plantear la necesidad de investigar cuidadosamente el carácter del crimen. El pueblo, sin embargo, expresa conmovido su profunda convicción sobre la naturaleza del brutal hecho de sangre.

El envío de la primera Brigada Médica a Sierra Leona, señalado como uno de los puntos de mayor presencia de la cruel epidemia de Ébola, es un ejemplo del cual un país puede enorgullecerse, pues no es posible alcanzar en este instante un sitial de mayor honor y gloria. Si nadie tuvo la menor duda de que los cientos de miles de combatientes que fueron a An­gola y a otros países de África o América, prestaron a la humanidad un ejemplo que no podrá borrarse nunca de la historia humana; menos dudaría que la acción heroica del ejército de batas blancas ocupará un altísimo lugar de honor en esa historia.

No serán los fabricantes de armas letales los que alcancen merecido honor. Ojalá el ejemplo de los cubanos que marchan al África prenda también en la mente y el corazón de otros médicos en el mundo, especialmente de aquellos que poseen más recursos, practiquen una religión u otra, o la convicción más profunda del deber de la solidaridad humana.

Es dura la tarea de los que marchan al combate contra el Ébola y por la supervivencia de otros seres humanos, aun al riesgo de su propia vida. No por ello debemos dejar de hacer lo imposible por garantizarle, a los que tales deberes cumplan, el máximo de seguridad en las ta­reas que desempeñen y en las medidas a tomar para protegerlos a ellos y a nuestro propio pueblo, de esta u otras enfermedades y epidemias.

El personal que marcha al África nos está protegiendo también a los que aquí quedamos, porque lo peor que puede ocurrir es que tal epidemia u otras peores se extiendan por nuestro continente, o en el seno del pueblo de cualquier país del mundo, donde un niño, una madre o un ser humano pueda morir. Hay suficientes médicos en el planeta para que nadie tenga que morir por falta de asistencia. Es lo que deseo expresar.

¡Honor y gloria para nuestros valerosos combatientes por la salud y la vida!

¡Honor y gloria para el joven revolucionario venezolano Robert Serra junto a la compañera María Herrera!

Estas ideas las escribí el dos de octubre cuando supe ambas noticias, pero preferí esperar un día más para que la opinión internacional se informara bien y pedirle a Granma que lo publicara el sábado.

Octubre 2 de 2014
8 y 47 p.m.



sábado, 4 de octubre de 2014

La historia oculta de la diplomacia entre Estados Unidos y Cuba


Por DAVID BROOKS

Tomado de La Jornada/Progreso Semanal

El primer intento secreto para negociar la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, a mediados de los 70, acabó con la propuesta del secretario de Estado Henry Kissinger de “aplastar a los cubanos”, por haberse atrevido a desafiar a la superpotencia y enviar tropas para apoyar el movimiento de liberación en Angola, revelan nuevos documentos oficiales del gobierno de Washington difundidos hoy por el National Security Archive (Archivo de Seguridad Nacional), centro independiente de investigaciones.

Los documentos que se dieron a conocer forman parte de un libro presentado ayer, Back Channel to Cuba, que cuenta la “historia oculta” de las negociaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba a lo largo del último medio siglo. Lo que nunca pudieron entender los estadounidenses es que para Cuba era más importante la solidaridad con los movimientos de liberación en África que la relación con Washington, señalaron los autores del libro, Peter Kornbluh y William LeoGrande, en conferencia de prensa celebrada en el hotel Pierre, el mismo donde se sostuvo la primera reunión secreta para negociar la normalización de la relación bilateral el 9 de julio de 1975. Néstor García, entonces primer secretario de la misión de Cuba ante la ONU, quien participó en esa reunión, contó a los autores que William Rogers, secretario asistente de Estado para Asuntos Interamericanos, quien había iniciado las negociaciones secretas con Cuba por instrucciones de Kissinger, le dijo en una reunión en el aeropuerto de Washington en enero de 1976: “Néstor, perdón por la palabra, pero jodieron todo. Están en Angola, Néstor. Jodieron todo”. Lo que se había “jodido” era una iniciativa de Kissinger para impulsar negociaciones con La Habana. El entonces secretario de Estado envió mensajes que expresaban esta intención y hubo un primer intercambio breve entre funcionarios estadunidenses y cubanos en el aeropuerto La Guardia, en Nueva York, el 11 de enero de 1975, el cual llevó al segundo encuentro en el hotel Pierre donde, entre otras cosas, los estadounidenses ofrecían la posibilidad de un encuentro cara a cara entre el canciller cubano y Kissinger.

Pero la decisión cubana de brindar apoyo militar al Movimiento Popular por la liberación de Angola, en abril de 1975, junto con el apoyo a las fuerzas independistas de Puerto Rico en esa época, enfureció a Kissinger. En febrero de 1976 el secretario de Estado le comentó al presidente Gerald Ford en la Casa Blanca: “creo que vamos a tener que aplastar a (Fidel) Castro. Probablemente no lo podremos hacer antes de las elecciones (en Estados Unidos)”. Ford respondió: “Estoy de acuerdo”.

Unas tres semanas después, Kissinger y Ford abordaron de nuevo el asunto de Cuba. “Creo que tarde o temprano vamos a tener que quebrantar a los cubanos… Creo que los tenemos que humillar”, comentó Kissinger a su jefe. Una semana después, Kissinger convocó a un equipo de seguridad nacional de alto nivel, entre ellos el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld (el mismo que después estaría en el mismo puesto en el gobierno de George W. Bush), y les ordenó preparar una invasión o bloqueo naval a Cuba, junto con posibles acciones económicas y políticas. Kissinger argumentó que no se podía permitir que Cuba permaneciera en África y les advirtió: “si hay una percepción en el extranjero de que estamos tan debilitados por nuestro debate interno (se refería a la coyuntura pos Vietnam) que no podemos hacer nada sobre un país de 8 millones de habitantes, entonces, en tres o cuatro años vamos a tener una crisis real”. Los planes que fueron elaborados ofrecían una amplia gama de opciones, que incluían minar los puertos cubanos y ataques aéreos.

Este es sólo uno de los episodios que Kornbluh, director del proyecto sobre Cuba en el National Security Archive, y LeoGrande, profesor y latinoamericanista de la American University, cuentan en su nuevo libro, basado en cientos de documentos secretos desclasificados y entrevistas con buena parte de los participantes en las casi siempre secretas negociaciones diplomáticas entre Washington y La Habana, señalando que todo presidente, desde John Kennedy hasta el presente han tenido –y usado– canales privados en la relación con la isla. Los encuentros han sido en aeropuertos, cafés, hoteles de lujo y hasta en otros países, como México. Los interlocutores extraoficiales han sido de todo tipo, explicaron los autores: desde una periodista de ABC News en los 60, un Premio Nobel (Gabriel García Márquez), una hija de David Rockefeller, hasta políticos como el ex gobernador Bill Richardson y el ex presidente (Jimmy Carter). Algunos de los diplomáticos de ambos países formaron amistades a lo largo de estos diálogos discretos. Revelaron que uno de los interlocutores privados fue Paul Austin, el ejecutivo en jefe de Coca Cola, quien fue enviado personal del entonces presidente Jimmy Carter. Austin viajó a Cuba varias veces y se entrevistó con Castro, primero, en 1978, y después en 1980, para comunicar el deseo de Carter de mejorar las relaciones. 

Desafortunadamente, provocó confusión como mensajero al final en 1980 debido a que empezaba a sufrir de Alzheimer. Sin embargo, todo indicaba que de nuevo se había encarrilado un proceso hacia la normalización, pero esta idea se esfumó cuando Carter perdió en las elecciones de 1980 contra Ronald Reagan. Ambos autores subrayaron que parte del propósito de este libro es ofrecer “lecciones” para el actual presidente Barack Obama, quien como candidato y después como presidente ha indicado que se requiere de una “nueva relación”. “Pero si de verdad cree todo esto, tiene que hacerlo ya”, comentó Kornbluh. “Tiene una ventana de oportunidad para lograrlo, ya que en la Cumbre de las Américas de 2015 en Panamá todo indica que Cuba, por decisión unánime de América Latina, estará presente”.

Preguntados por La Jornada sobre cuál es el principal obstáculo hoy día para que Obama cambie la política, LeoGrande respondió que en verdad hay una sola obstrucción en el ámbito político: el senador demócrata cubanoestadunidense Robert Menendez, quien casi por sí solo ha logrado congelar una modificación a fondo de la relación. A la vez, señalaron que aún no se ha resuelto el asunto de Alan Gross, el contratista estadunidense encarcelado en Cuba por violaciones a la ley, o el tema de los tres (de “los cinco”), cubanos antiterroristas encarcelados por Estados Unidos. 

Los documentos respecto de Kissinger, los planes de guerra, las negociaciones iniciales y más se pueden revisar en el sitio del National Security Archive.


martes, 30 de septiembre de 2014

“Obama ha decepcionado a Cuba con sus promesas incumplidas”


El actual rumbo de las relaciones de Cuba con EE.UU. y la UE habla de una época que ha descubierto lo absurdo de la confrontación entre naciones y apuesta por la convivencia, dice el politólogo cubano Carlos Alzugaray. 

Con el ensayista y diplomático cubano Carlos Alzugaray, una de las voces más respetadas en los estudios sobre las relaciones internacionales del gobierno de Cuba, conversamos acerca de tres aspectos esenciales en la comprensión de la realidad cubana: el conflicto La Habana-Washington, la posible eliminación de la Posición Común de la Unión Europea hacia la isla y el papel que los casi 4 millones de emigrados pueden tener en las recientes transformaciones ya implementadas o en las anunciadas para el futuro por el presidente Raúl Castro.

Sentado en una de las oficinas de la Fundación Friedrich Ebert, anfitriona de esta nueva visita a Berlín, Alzugaray fue concluyente sobre la actuación del presidente norteamericano: “Obama ha decepcionado porque hizo promesas que hacían pensar que avanzaría hacia cambios en la tradicional política respecto a Cuba. Pero se trata de algo más complejo: cuando el Congreso aprobó las leyes Torricelli y Helms-Burton convirtió la política hacia Cuba en una política de Estado. Entonces, Obama tiene la dificilísima tarea de cambiar una política de Estado. Pero él prometió un nuevo comienzo con Cuba y eso no ha pasado. Ha tomado medidas marginales, de alguna importancia, que no van al centro del conflicto: las sanciones económicas, la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas…” 

Pasos concretos

Carlos Alzugaray asegura que dentro de la sociedad y la política norteamericana se han producido cambios a favor de la eliminación del embargo económico y de la normalización de las relaciones, como puede comprobarse con los actuales intercambios en los ámbitos cultural, científico, académico y deportivo, así como en la consolidación de estrategias conjuntas de colaboración en materia de la lucha contra el narcotráfico y la seguridad nacional de ambos países. Pero, en su opinión, existen tres temas en los cuales Obama podría dejar un legado a las próximas administraciones sin que puedan impedirlo las fuerzas políticas internas que se oponen a negociaciones directas con Raúl Castro: “uno, hacer el famoso cambio de Alan Gross, norteamericano preso en Cuba, por los tres agentes antiterroristas cubanos presos en cárceles de Estados Unidos; dos, aceptar la propuesta mayoritaria y casi unánime de América Latina de que Raúl Castro asista a la Cumbre de las Américas el año próximo; tres, quitar a Cuba de la lista de países terroristas, y una cuarta cosa: facilitar más los viajes entre Cuba y Estados Unidos, abrirlo a nuevos ámbitos”.

Lo anterior coincide con las conversaciones entre la Unión Europea y La Habana, que apuntan a la eliminación de la Posición Común implementada en 1996 durante el gobierno de José María Aznar, que condicionaba esa relación al respeto de los Derechos Humanos en la isla. “Hay dos elementos a tener en cuenta”, explica Alzugaray, “por un lado, Cuba rechazó tomar como base de las relaciones la Posición Común por considerarla violatoria de la soberanía cubana, pero no obstante decidió avanzar con todos los países de la UE trabajando unilateralmente. En total se han firmado ya 18 acuerdos de cooperación con países miembros. Y por otro lado, la Unión Europea se ha dado cuenta de que las políticas de sanciones y presiones no funcionan, que tienen intereses económicos concretados en la presencia de empresas europeas importantes como Meliá, Castrol, Pernod Ricard, y que es preferible buscar un acuerdo de cooperación que propicie unas relaciones económicas provechosas para ambas partes.”

También se refiere a que tradicionalmente en La Habana han existido dos tendencias sobre las relaciones entre la isla y Europa: una tendencia que considera a la Unión Europea como un aliado de Estados Unidos en su intento de promover un cambio de gobierno en Cuba, y otra que ve a la Unión como un competidor del gobierno norteamericano, en la lucha geopolítica por el control de América Latina aprovechando el importante papel que tiene Cuba para el continente, especialmente en momentos de una izquierdización de la política latinoamericana luego del desastre neoliberal de la década del 90. Y todo indica que Raúl ha logrado unificar esas dos tendencias en la reformulación de una nueva estrategia de comunicación con Europa.

Finalmente, sobre el papel del exilio en el futuro de la isla a partir de los cambios ya implementados por Raúl Castro se muestra optimista: “importantes figuras del exilio, empresarios como el multimillonario Alfredo Fanjul, manifiestan ya su interés en invertir en Cuba; ya está ocurriendo además el fenómeno conocido como emigración circular, esas personas que emigran, hacen negocios o se forman en otros países y luego regresan a su país de origen; y algo esencial: muchos de los cubanos que viven fuera de la isla no se consideran exiliados, sino emigrados. La agenda de un exiliado y de un emigrado es distinta: el exiliado quiere tumbar al gobierno; al emigrado no le importa quién manda, y aunque no esté de acuerdo con el gobierno, sólo quiere mantener un fluido contacto con sus familias, con su gente en Cuba, con su país”.