jueves, 23 de abril de 2015

La Sociedad Civil Cubana


Por Jesús Arboleya Cervera

Tomado de Progreso Semanal

Alrededor de la Cumbre de las Américas en Panamá se destapó, una vez más, el debate sobre la llamada “sociedad civil cubana” y la legitimidad de sus representantes.
Desde la teoría es una discusión complicada, porque el concepto de sociedad civil ha sido interpretado de maneras muy diversas, a veces contradictorias, y manipulado extensamente a lo largo de la historia. Si fuéramos a simplificarlo, diríamos que, más allá de las complejas aproximaciones filosóficas que tratan de explicarlo, es un concepto que intenta abordar la relación de las personas con el poder político y en ello radica su esencia.
En la actualidad, se aprecian dos perspectivas diferentes a la hora de tratar el término: aquella que concibe a la sociedad dividida en estancos, dígase la sociedad política (el Estado), la sociedad económica (el mercado) y la sociedad civil (los individuos organizados en la familia, la religión y otros muchos intereses personales) y otra, que mira a la sociedad como un todo orgánico, donde estos elementos se combinan para establecer un modo de organización social específico, según la época y el lugar concreto en que se analiza.
Para Aristóteles era el espacio donde se realizaba la condición de “ciudadano” en las polis, por lo que los conceptos de sociedad civil y sociedad política se equiparaban. Los primeros pensadores liberales (capitalistas), sin embargo, establecieron una distinción entre ambas, ya que era la manera de reconocer la existencia de una sociedad burguesa organizada frente al poder absoluto del Estado feudal. No obstante, esta interpretación cambió cuando se consolidaron los estados burgueses entre los siglos XVII y XVIII y la sociedad civil devino el espacio de legitimidad de sus contrarios (los obreros y otras clases explotadas).
Marx defiende una relación dialéctica entre ambas categorías y ubica a la sociedad civil también en el ámbito de la economía, para resaltar las contradicciones presentes en toda “formación económico social” caracterizada por la lucha de clases, donde el Estado era un “producto” de este balance y es concebido no solo como el “administrador de los bienes sociales” (el gobierno), sino como el depositario del poder político de la clase dominante.
Tal conceptualización marxista fue deformada por una interpretación determinista del llamado “marxismo vulgar”, que simplificaba las complejidades del proceso, al afirmar que, como “la base económica determinaba la superestructura política”, bastaba transformar el régimen de propiedad para cambiar automáticamente el sistema.
De resultas, por razones distintas, tanto los marxistas vulgares como los liberales prácticamente desecharon el concepto de sociedad civil, a pesar de que Antonio Gramsci, en los años 20 del pasado siglo, desarrolló la teoría marxista de la sociedad civil desde un punto de vista metódico, para ubicarlo dentro de lo que llamó el “bloque histórico” y resaltar el papel de la cultura, la ética y la ideología en las luchas hegemónicas y contrahegemónicas, que han caracterizado la vida política contemporánea.
Paradójicamente, la teoría gramsciana sobre el papel de la sociedad civil en los procesos políticos fue manipulada por los neoliberales a finales del siglo pasado, tanto para explicar el descalabro del campo socialista en Europa del Este –convirtiendo a Gramsci en antisocialista–, como para debilitar la función social de los estados nacionales y concebir a los individuos como “entes autónomos”, cuya libertad se concretaba en el mercado.
Por su parte, los movimientos sociales progresistas, desencantados del marxismo vulgar, reivindicaron la existencia de una sociedad civil organizada, frente al desmantelamiento de las instituciones populares tradicionales que trajo consigo la ofensiva neoliberal y encaminaron sus luchas políticas a partir de esta lógica, hasta transformar en varios casos la propia naturaleza de los gobiernos de sus países, especialmente en América Latina.
La asimilación del concepto de “sociedad civil”, de una u otra manera, no resulta, por tanto, una opción ingenua, sino que define ideologías y objetivos políticos diametralmente opuestos, con un impacto práctico en el quehacer político concreto.
Estados Unidos, a tono con el proyecto ideológico neoliberal, ha intentado equiparar el concepto de social civil con el american way of life y otorgarle “valores universales” vinculados a la “democracia”, para justificar así su intervención en los asuntos internos de otros países, ya sea por inspiración divina o bajo la excusa de la consecución de un “bien común”. De esto, en definitiva, es de lo que se trata cuando hablamos de la “legitimidad” de la sociedad civil cubana.
A partir de 1959 la sociedad cubana se organizó en función de la defensa de la Revolución frente a las agresiones de Estados Unidos. Tal estructuración de las masas populares fue un aporte cubano al movimiento revolucionario internacional y un factor indispensable para explicar su capacidad de resistencia a lo largo de medio siglo.
Si aceptamos que la sociedad civil explica la relación de los individuos con el poder político, es difícil negar que las milicias nacionales revolucionarias, el ejército de alfabetizadores de 1961 o la organización de los Comités de Defensa de la Revolución, no han sido formas de organización de la sociedad civil cubana, para señalar solo algunos ejemplos.
Está claro que se estructuró en simbiosis con el Estado revolucionario, concebido no como un poder autónomo del resto de la sociedad, sino como el depositario del poder popular. Coincido con Jorge Gómez Barata, cuando afirma que no tiene sentido entonces presentar a estas organizaciones como “independientes” del Estado cubano, con tal de “legitimarlas”, según los patrones occidentales (dígase norteamericano) del concepto de sociedad civil.
La legitimidad le viene dada por representar a la mayoría de la sociedad cubana, en las condiciones específicas en que ha tenido que desenvolverse el proceso revolucionario, lo que no quiere decir que esta organización de la sociedad civil cubana no requiera de transformaciones importantes para superar deformaciones conceptuales y burocráticas, adecuarse a las nuevas realidades que vive el país, así como a las exigencias que impone la construcción de nuevos consensos, como resultado de sus propias transformaciones.
De hecho, tales cuestiones forman parte de un debate nacional muy extendido en la sociedad cubana, que incluye a las organizaciones revolucionarias, incluso hacia lo interno del propio Partido Comunista. Se trata de un proceso que en ocasiones ha abarcado a toda la población, mediante consultas populares que no excluyen a nadie, aunque es cierto que requiere de formas más efectivas de participación, así como una mejor difusión por los órganos de prensa estatales.
No obstante, este debate encuentra un espacio cada vez más importante en los medios alternativos de información y avanza en relación directa con la ampliación del acceso a estas tecnologías, un proceso que el propio gobierno ha situado entre sus prioridades. Si alguien se ha beneficiado con esta apertura han sido los llamados “grupos disidentes”, los cuales, gracias al apoyo norteamericano, han alcanzado una repercusión internacional que no se corresponde con su influencia real en el país y aparecen ante el mundo como los “representantes”, digamos los únicos, de la sociedad civil cubana.
Igual que, por definición, defiendo que las organizaciones revolucionarias forman parte de la sociedad civil cubana, no puedo decir que los opositores no lo son. No obstante, vale la pena resaltar dos condiciones que las diferencian:
En primer lugar, en Miami no tiene expresión la sociedad civil cubana, allí estamos hablando de la sociedad civil norteamericana.
En segundo lugar, no se trata de “organizaciones independientes del Estado”, como afirma la propaganda de los monopolios mediáticos, podrán serlo del Estado cubano, pero no del Estado norteamericano, que públicamente –para no recordar que también en secreto– los dirige y financia desde hace medio siglo.
Estados Unidos plantea que su objetivo es “empoderar” a esta, y no otra, “sociedad civil cubana” para enfrentarla al Estado, lo que, más allá de artilugios lingüísticos, se resume en fortalecer a la oposición política interna. El asunto, por tanto, no es de “legitimidad” conceptual ni de “democracia”, sino de la defensa de la soberanía nacional.

No existe ninguna contradicción en que los presidentes Raúl Castro y Barack Obama puedan reunirse y negociar asuntos de mutuo interés, en un ambiente de respeto e igualdad, como corresponde a estados soberanos, y que, al mismo tiempo, se descalifique la participación de estos grupos en el diálogo nacional cubano, toda vez que precisamente constituyen un ejemplo de la injerencia que se quiere evitar.


martes, 14 de abril de 2015

Defendimos durante días intensos los valores de nuestro pueblo



En medio del ajetreo de la llegada, los ánimos todavía exaltados y el relato de los días pasados, Granma entrevistó a Leyde Ernesto Rodríguez Hernández, representante del mo­vimiento cubano por la paz y solidaridad de los pueblos, quien participó en la mesa de Seguridad del Foro de la Sociedad Civil y nos co­mentó sobre los análisis y propuestas en esta mesa de debate.

Foro Seguridad
Allí redefinimos el concepto de seguridad de los ciudadanos desde una perspectiva integral que tiene en cuenta el factor social, económico, medioambiental y que reconoce el derecho de los pueblos a su autodeterminación y soberanía, señaló.

En otros subgrupos de la comisión —di­jo— se discutieron tópicos como la cultura de la paz, la importancia de la educación para preservar esta, se reafirmó a América Latina y el Caribe como única zona de paz que existe en el mundo, libre de armas nucleares y en la  que ningún país del continente es una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos.

“En este espacio no dejamos de denunciar la presencia de bases militares extranjeras en la región y delegados estadounidenses se pronunciaron a favor del cierre de la ilegal base naval de Guantánamo.

“Igualmente fueron abordadas cuestiones generales sobre la violencia hacia la mujer, la discriminación por razas y sexos, el tráfico de armas y personas, todo lo cual afecta la seguridad de los pueblos y se erige contra los derechos humanos”, añadió.

Rodríguez Hernández significó que esta me­sa trabajó con profesionalidad respetando las diferencias de opiniones y concepciones sobre la sociedad civil y los sistemas políticos en el que todos los delegados fueron escu­chados.



Por la concertación y el entendimiento entre las Américas


La ceremonia inaugural de la VII Cumbre de las Américas tuvo lugar el viernes 10 de abril en el Teatro/Auditorio Anayansi del Centro de Convenciones ATLAPA, con la asistencia, por primera vez en décadas, de los 35 países del continente. Foto: Telemetro 


 
Por  Claudia Fonseca Sosa

Para el doctor Leyde E. Rodríguez Hernández, miembro del Movi­mien­to Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos y representante de la sociedad civil cubana, la venidera Cumbre de las Américas en Panamá “debe contribuir a la concertación y al entendimiento entre todos los go­biernos de la región en condiciones de igualdad y respeto”.

En diálogo con este diario, enfatizó en que la cita presidencial que contará por vez primera con la asistencia de Cuba y los foros paralelos que sesionarán entre el 8 y el 10 de abril, serán nuevos escenarios en la lucha por la eliminación del bloqueo económico, comercial y financiero im­puesto por Estados Unidos a la Ma­yor de las Antillas.

El profesor de Relaciones Interna­cionales, quien intervendrá en el fo­ro de la sociedad civil hemisférica en representación de nuestro país, aspira que durante el debate se aborde el tema de Venezuela, acusada injustamente de ser una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos.

En ese mimo sentido, acotó que espera que en el contexto de la Cum­bre se puedan reducir las tensiones entre Washington y Caracas, “porque nuestra región se declaró Zona de Paz, no le interesa el conflicto, sino el desarrollo económico y pacífico de los pueblos latinoamericanos y caribeños”, subrayó vía email.

El académico opinó que “Estados Unidos debiera respetar la proclama de Zona de Paz de “Nuestra América” en una lógica que conduzca a repensar los vínculos entre las Américas, respetando la soberanía de las naciones y la eliminación de las bases militares extranjeras que perturban la paz en el continente”.

Por otra parte, recordó que la Cum­bre en Panamá ha sido convocada ba­jo el lema “Prosperidad con equidad: El desafío de cooperación de las Américas” y está sustentada en ocho ejes temáticos: salud, educación, mi­­gra­ción, seguridad, energía, me­dioam­­biente, gobernabilidad de­mocrática y participación ciudadana.

En tanto, dijo, “espero que en los Foros Paralelos, la sociedad civil he­misférica discuta los problemas reales de los pueblos y se busquen las vías para que las propuestas que se enuncien allí sean tomadas en cuenta por los Gobiernos y los Jefes de Estados de la región”.

“La misión que tiene la sociedad civil cubana en estos foros paralelos radica en que estas discusiones se interconecten directamente con los debates de los Jefes de Estado y de Gobierno que participarán en la Cumbre de las Américas. El éxito depende de la voluntad política de estos últimos de escuchar esas recomendaciones y propuestas que también son esenciales para la vida y el futuro de los ciudadanos del área”, explicó.

Consideró asimismo que muchas veces “Estados Unidos ha evidenciado un enfoque sesgado o politizado sobre la seguridad nacional, sin ir a las causas de los problemas, solo atacan sus manifestaciones y consecuencias”.

Pero “desde la sociedad civil cubana el enfoque es diferente. Ana­li­za­remos el tema desde el punto de vista económico, social y cultural, científico, pedagógico y no desde la arista estrecha de lo militar, aunque lo militar debe ser enjuiciado profundamente porque es en este aspecto donde radican las principales políticas intervencionistas que amenazan la región”.

“Esperamos que la cumbre y sus foros paralelos, contribuyan a fo­men­tar una cultura de paz de los ciudadanos del Hemisferio para reducir todo tipo de violencia, no solo el conflicto militar, sino también la violencia de género, la étnica, la que tiene lugar entre grupos religiosos, y siempre sobre la base del respeto a las tradiciones, la cultura, los sistemas políticos y judiciales de cada país, que son soberanos en aplicar estas políticas o las leyes al interior de sus naciones”, concluyó.




Les sujets qui n’intéressent pas Obama


Par Leyde E. Rodríguez Hernández 

Ce matin les télévisions françaises s’interrogeaient sur ce qui allait se passer entre Obama et Raoul Castro. Voici un article qui éclairera bien des expectatives. Je l’ai rapidement traduit de l’espagnol, il a été écrit par un ami cubain spécialiste des relations internationales et il témoigne du fond de l’attitude de Cuba; le désir de paix et de bon voisinage mais pas au prix de l’essentiel la solidarité avec les autres gouvernements d’Amérique latine, le Venezuela en particulier. C’est une question d’honneur mais aussi de survie : la conscience des Cubains qu’ils ne peuvent pas relâcher la garde, ni pour eux, ni pour l’indépendance de l’Amérique latine face à un voisin qui ne renonce jamais à ses visées impérialistes. (Danielle Bleitrach)

6 avril 2015
Leyde E. Rodríguez Hernández

Le sommet des Amériques portera inévitablement sur des points qui ne semblent pas présenter d’intérêt pour le gouvernement américain, comme la paix, la présence de bases militaires dans l’hémisphère et le militarisme contre l’Amérique latine et les Caraïbes, mettre le continent sous la menace d’une nouvelle interventionnisme armé dans  la zone ou la possibilité de plans de coups d’État dans les pays progressistes qui s’opposent à l’hégémonisme des Etats-Unis dans la région : le Venezuela, l’Equateur, la Bolivie, l’Argentine et le Brésil, bien que ceux-ci ne soient pas les seuls.

C’est ce que démontre l’augmentation récente de la présence militaire en Amérique latine, avec une importance particulière au Honduras, [1] dans la base aérienne étatsunienne de Soto Cano, appelée Palmerola, à 86 kilomètres de Tegucigalpa, où une nouvelle unité spéciale composée de 250 marines, d’au moins quatre hélicoptères lourds et d’un amphibie catamaran à grande vitesse, conçu pour le transport de troupes et de médias entre les ports vers un théâtre d’opérations.[2] La nouvelle unité, appelée « forces d’action à but spécial Marines-Air-terre Force-sud » ou « SPMAGTF-Sud » (de « Special Purpose Marine Air-sol Task Force-Sud »), sera opérationnelle dans la région entre juin et novembre de 2015. À compter du 1er avril, l’unité de base accueille, selon information, dans le même temps, La Iguana TV.

Les différentes sources concordent sur le fait que la nouvelle force interventionniste est « en réponse à la crise », selon les conceptions impérialistes américaines. Sa mission est le développement de la  collaboration avec des forces militaires au service de la droite de l’hémisphère , l’ « aide humanitaire » et les « opérations de lutte contre la drogue ». Il est  bien connu que les États-Unis ont eu recours à ces prétextes pour envahir militairement d’autres pays de la région, traditionnellement avec la permission de l’Organisation des États américains (OEA) : le tristement célèbre Ministère des colonies Yankees.

Comme d’habitude, la création de la nouvelle force est apparue dans la semaine de la visite du chef du commandement sud des Etats-Unis, John Kelly [3], au Honduras, où il a participé à la Conférence d’Amérique centrale sur la sécurité transnationale, y siégeaient les représentants et responsables des forces armées de 14 pays, y compris le Canada, le Mexique, la Colombie, la République dominicaine, Haïti et le Costa Rica.

Tout est interconnecté, n’oubliez pas qu’à l’époque, l’ancien président hondurien Manuel Zelaya avait déclaré son intention de convertir  Soto Cano en un aéroport civil grâce au financement de l’ALBA, une décision rejetée par l’Ambassadeur de l’Empire en Honduras. Puis, Zelaya, un président élu démocratiquement, a été déposé dans un sanglant coup d’Etat organisé par les États-Unis en juin 2009. Les militaires, une clé fondamentale pour les intérêts de Washington dans la région, a été le protagoniste du coup d’Etat contre Zelaya et pourrait devenir, à côté d’autres bases dans les Caraïbes et dans la jambe du Sud d’Amérique latine pour les nouveaux coups militaires contre les pays indépendants, progressistes et souverains à l’encontre de la domination impérialiste.

Le nouveau gouvernement hondurien, par une décision honteuse, a annulé la décision de l’ancien dirigeant et le ‘Palmerola »est resté en place. Les nouvelles sur la création d’une nouvelle unité spéciale ont coïncidé avec l’intensification des tensions entre les États-Unis et le Venezuela, après l’échec d’une tentative de coup d’Etat, avec le projet de loi américain, dans la patrie des libérateurs Simón Bolívar et Hugo Chávez et la proclamation d’un décret présidentiel par Obama, le 9 mars qui a accusé, dans un non-sens total, le Venezuela d’être « une menace inhabituelle et extraordinaire pour la sécurité nationale et de la politique étrangère des Etats-Unis », alors que nous savons que, strictement parlant, la sécurité nationale de l’Empire est l’insécurité de l’Amérique latine et les Caraïbes et même planétaire.

Dans ce contexte, la proposition du 30 mars 2015 par le Secrétaire général de l’Union des Nations sud-américaines (Unasur), Ernesto Samper [4],de  supprimer toutes les bases militaires des États-Unis d’Amérique sur le territoire de l’Amérique latine s’avère d’une importance extraordinaire. Et je dirais aussi des Caraïbes, où la base navale illégale de Guantanamo, qui offense la dignité du peuple cubain et les autres installations militaires qui peuvent être utilisées dans une aventure militaire contre tout pays de l’hémisphère.

En ce qui concerne le sommet des Amériques qui se tiendra les 10 et 11 avril prochain à Panama, Samper a dit: « un bon point du nouvel ordre du jour des relations entre les Etats-Unis et l’Amérique latine serait qu’il n’y ait pas de bases militaires américaines en Amérique du Sud ». Samper a rejeté l’action unilatérale des Etats-Unis contre le Venezuela et a estimé que l’événement qui aura lieu au Panama sera une opportunité pour reconsidérer les relations du gouvernement des Etats-Unis avec la région.

Mais en plus il a ajouté: « dans un monde globalisé comme celui qui existe actuellement on ne peut poser des règles du jeu mondiales pour l’économie et maintenir l’unilatéralisme de la politique. Aucun pays n’a le droit de juger la conduite de l’autre, ni encore moins d’imposer des sanctions ou châtiments pour son propre intérêt « . De même, Samper a condamné le fait qu’un « un pays qui ne fait pas  formellement partie du système interaméricain des droits de l’homme se réserve le droit de porter des jugements », en désignant la politique étrangère de Washington envers l’Amérique latine, menée au moment de la confrontation qui a caractérisé la « guerre froide ».

Samper a souligné que l’une des grandes attentes du sommet est la rencontre du Président de Cuba, Raúl Castro, et son homologue américain, Barack Obama. Toutefois, il a souligné que l’important est d’aborder l’état de réunions diplomatiques et de la demande de la levée du blocus économique, commercial et financier contre l’île. Il a également souligné que doivent être abordés « d’autres thèmes, et pas seulement ce qui intéresse les États-Unis », y compris l’environnement, l’égalité des sexes et les droits de l’homme, dans les deux Amériques. Dans ce 7ème Sommet, on attend également que l’Unasur demande au Président des Etats-Unis, Barack Obama, d’abroger le décret, publié le 9 mars, où les agressions contre le Venezuela suivies du reproche d’être « une menace inhabituelle et extraordinaire » pour la sécurité de ce pays d’Amérique du Nord.

Il est logique de penser que si n’est pas abrogé le décret contre le Venezuela, il sera très difficile d’imaginer une nouvelle relation entre les deux Amériques.