lunes, 6 de noviembre de 2017

A cien años de la Revolución de Octubre. El impacto de las revoluciones en las relaciones internacionales


Revista Universidad de La Habana

versión On-line ISSN 0253-9276

UH  no.284 La Habana jul.-dic. 2017


ARTÍCULO ORIGINAL

 A cien años de la Revolución de Octubre. El impacto de las revoluciones en las relaciones internacionales 

One Hundred Years after the October Revolution. Impact of Revolutions on International Relations

 Por Dr. Leyde E. Rodríguez Hernández
 
Vicerrector de Investigación y Postgrado. Instituto Superior de Relaciones 
Internacionales Raúl Roa García, La Habana, Cuba. Correo electrónico: 

RESUMEN
 
Se expone la importancia del estudio de las revoluciones y el impacto que han tenido en la evolución y la dinámica de las relaciones internacionales, desde su aspecto teórico- conceptual y su significación para las relaciones internacionales. Se argumenta que el concepto de Revolución ha sido abordado con relativa sistematización por la teoría social y que existen diferentes visiones del término, según las diversas interpretaciones ideológicas, clasistas e históricas. El autor considera que, a cien años de la Revolución de Octubre, esta cobra vital importancia para los pueblos, en una época caracterizada por la crisis sistémica de la economía capitalista contemporánea, la cual genera graves problemas globales: crisis climáticas, crisis alimentarias y crisis políticas. 

PALABRAS CLAVE: Fidel Castro, Tercer Mundo, problemas globales.


ABSTRACT
 
The importance of theoretically and conceptually studying revolutions and their impact on the evolution and dynamics of international relations is presented. It is stated that the concept of revolution has been used in social theory on a relatively systematic basis, and there are different views on the term, according to diverse ideological, classist, and historical interpretations. The author of this paper is of the opinion that the October Revolution becomes extremely important to peoples even one hundred years after its occurrence, and in a time of systemic crisis of contemporary capitalist economy, which causes such serious global problems as ecological, food, and political crises.

KEYWORDS: Fidel Castro, Third World, Global Problems. 

 En una interesante reflexión titulada "La suerte de Mubarak está echada" Fidel Castro Ruz, el líder de la Revolución cubana, analizó que el mundo se enfrentaba simultáneamente y, por primera vez, a tres problemas: crisis climáticas, crisis alimenticias y crisis políticas (Castro, 2011b). Pero en otra un poco anterior, referida a "La grave crisis alimentaria", se preguntaba: "¿Podrá Estados Unidos detener la ola revolucionaria que sacude al Tercer Mundo?" (Castro, 2011a).

La racionalidad indica que en esas condiciones globales de crisis climáticas, crisis alimenticias y crisis políticas, los Estados Unidos no tendrían muchas posibilidades ni capacidad para resistir o detener una permanente ola revolucionaria que sacuda al Tercer Mundo. Sus poderosas armas nucleares, sus satélites y su poder mediático resultarían impotentes e inservibles frente al fervor revolucionario de los pueblos, independientemente de los colores de sus revoluciones y el contenido de sus reivindicaciones.

A inicios del siglo XXI, a los Estados Unidos también le resultaba complejo contener el derrumbe de su imperio, causante, en su condición de primera potencia imperialista, de guerras catastróficas para la humanidad y, por supuesto, de las tres problemáticas esenciales enunciadas por Fidel en su reflexión.

Ante el empuje de una situación revolucionaria mundial desencadenada por la crisis global del capitalismo, la revolución, y su impacto en la transformación de las relaciones internacionales, cobra vital importancia para los pueblos. Se espera que los nuevos procesos revolucionarios que surjan a lo largo del siglo xxi contribuyan al cambio radical de las relaciones internacionales actuales, todavía bajo el control de un puñado de potencias que se autoproclaman la Comunidad Internacional para mantener en jaque a los países del sur, sea mediante el control del capital, del Consejo de Seguridad de la ONU o con el poder mediático o militar.

De ahí la importancia de estudiar la Revolución, desde su aspecto teórico- conceptual y su significación para transformar -más que nunca- las relaciones internacionales. El concepto de revolución ha sido abordado con relativa sistematización por la teoría social y existen diferentes visiones del término, según las diversas interpretaciones ideológicas, clasistas e históricas.

Desde la antigüedad los teóricos de la política estuvieron interesados en los problemas asociados al cambio cíclico de poder, los esfuerzos individuales y colectivos por derrocar un gobierno por medio de la violencia, así como en la comprensión de las justificaciones morales y económicas de la revolución. Por lo general, le atribuían los sentimientos revolucionarios que aparecían dentro de un Estado a una discrepancia entre los deseos del pueblo y su situación perceptible, divergencia esta que daba lugar a un determinado desacuerdo político acerca de las bases sobre las cuales la sociedad debería organizarse y funcionar.

La teoría política contemporánea se encargó de distinguir entre las revoluciones genuinas y otros fenómenos que con frecuencia fueron llamados con el mismo nombre, por ejemplo: golpes de Estado de carácter militar o apoyados por los militares, la prolongación ilegal del periodo de gobierno de un líder o mandatario, y otros actos de toma del poder relativamente súbitos por pequeños grupos de individuos de alto nivel; diversas formas de revueltas o rebeliones populares, campesinas, urbanas, religiosas y hasta los procesos de desintegración o ruptura política, conocidos en sus diversas formas: estatal, regional, colonial, étnica o religiosa. Sin embargo, ninguno de estos fenómenos tiene una necesaria u obligada relación directa con el cambio revolucionario verdadero de la sociedad.

En el siglo xx los enfoques teóricos burgueses de la política internacional analizaron la revolución como una forma de conflicto violento en las relaciones internacionales. La escuela del realismo político enfatizó que las revoluciones forman parte de la dinámica conflictiva de los Estados y de la inevitable lucha por el poder entre los principales protagonistas de la política internacional. 

La visión, evidentemente realista, de Mark N. Hagopian (1974) definió la revolución como una prolongada crisis en uno o más de los sistemas tradicionales de estratificación (clase, condición social, poder) de una comunidad política. Implica una acción deliberada y dirigida por una élite para abolir o reconstruir uno o más de dichos sistemas por medio de una intensificación del poder político y el recurso a la violencia (p. 323).

En esa misma línea de pensamiento, para Crane Brinton (1938) y otros teóricos anteriores a la Segunda Guerra Mundial, las revoluciones tenían lugar cuando la brecha entre el poder político distribuido y el poder social distribuido dentro de una sociedad se volvía intolerable.

En circunstancias de ese tipo, las clases sociales que están experimentando algunos de los beneficios del progreso desean desarrollarse de forma más rápida que mediante las posibilidades concedidas por el sistema y, por ello, se sienten frustradas y paralizadas. El descontento por el reparto de los resultados económicos, el prestigio social y el poder político se extiende, los valores tradicionales son abiertamente cuestionados y un nuevo mito social desafía al viejo. Los intelectuales se alienan de la vida política y gradualmente pasan de nuevas críticas a retirar la lealtad al sistema político. Las élites gobernantes empiezan a perder confianza en sí mismas, en sus creencias y en su capacidad para dirigir y resolver los problemas sociales; las viejas élites devienen demasiado rígidas para atraer a las élites emergentes en sus filas y aceleran la polarización.

La revolución también se produce cuando hay una profunda contradicción entre quienes quieren lograr un cambio rápido y aquellos opuestos al cambio. Según algunos autores, el punto de ruptura es alcanzado cuando los instrumentos de control social caen, especialmente el ejército y la policía, estableciendo alianzas con los elementos descontentos; o el gobierno, en ejercicio, demuestra ser inepto para usar esos instrumentos de control social (Edward, 1927; Brinton, 1938; Pettee, 1938).

Por su parte, los enfoques liberales o institucionalistas también perciben en las revoluciones hechos de naturaleza violenta que perturban la evolución gradual y ordenada de la sociedad. Estas nociones, orientadas por las teorías del funcionalismo, tuvieron preminencia en la obra del sociólogo norteamericano Talcott Parsons, quien enfatizaba la necesidad del consenso y el equilibrio en la sociedad, observando en el conflicto algo más bien anormal, que rompe precisamente con el ordenamiento social. Parsons estaba más interesado en el orden social que en el cambio social, en la estática social que en la dinámica de los procesos, porque para su escuela, el conflicto genera consecuencias perturbadoras y disfuncionales para la sociedad.

En Europa otra vertiente de esta corriente, que intentaba conciliar el estudio del equilibrio y el consenso social con el conflicto, tuvo marcada influencia a través de la obra de los sociólogos Max Weber, Ralf Dahrendorf y Emile Durkheim. Aún con sus reconocidas contribuciones teóricas sobre el comportamiento colectivo, las creencias sociales, el liderazgo político y los procesos de integración, el pensamiento funcionalista no se caracterizó por su carácter revolucionario, sino por sus finalidades pragmáticas encaminadas a la solución de los problemas inmediatos de la sociedad, para lograr la preservación del orden social capitalista. De una forma u otra, la mayoría de los sociólogos influidos por las ideas de Carlos Marx han considerado que el conflicto puede servir para fines sociales positivos o progresistas. El conflicto revolucionario ha sido catalogado un medio útil para la resolución de disputas al interior de una sociedad y entre los Estados-naciones en el escenario internacional. Así, muchos politólogos de este tiempo aceptan el conflicto en calidad de una categoría explicativa central para el análisis del cambio social o el avance, a partir de una teorización completa de la sociedad en sus aspectos de continuidad y cambio, que analiza en los condicionamientos clasistas y económicos la base de toda contradicción social y del conflicto revolucionario mundial.

Esa concepción científica fundamental sobre la revolución social está expuesta en la obra de Marx, Engels y Lenin. Una premisa fundamental del marxismo ha sido que la agudización de las contradicciones del capitalismo crea las condiciones para la revolución que habrá de derrotarlo y abre cause a una sociedad más justa y solidaria, para ello la abolición de la propiedad privada era un objetivo esencial, atendiendo a la propuesta contenida en El Manifiesto del Partido Comunista (Marx y Engels, 1982, p. 31).

Mediante el análisis de la situación de las relaciones internacionales de mediados del siglo xix, Marx y Engels diagnosticaron que la revolución sería protagonizada por el proletariado de los países industrializados de Europa y, años más tarde, Engels previó cómo el desarrollo de Europa occidental operaba contra la lucha violenta y a favor de la acción parlamentaria de la clase obrera. Posteriormente, Lenin condujo al Partido Bolchevique a romper "el eslabón más débil de la cadena imperialista", con la idea de que sería una contribución a la revolución mundial que tendría su centro en Alemania, según la lógica del pensamiento de Marx (Lenin, 1961a, p. 689).

Las revoluciones sociales están determinadas por las leyes objetivas del desarrollo social y, en la contemporaneidad, tienen su origen en las contradicciones económicas, sociales, políticas del sistema capitalista. Lenin estaba convencido de que "las revoluciones no se hacen por encargo, no se pueden hacer coincidir con tal o cual momento, sino que van madurando en el proceso del desarrollo histórico y estallan en un momento condicionado por causas internas y externas" (Lenin, 1961b, p. 23).

De esta manera, la interpretación leninista sobre las revoluciones indica que, desde el siglo xix y hasta la actualidad, la filosofía de Marx constituye una teoría general válida para estudiar el movimiento revolucionario de las sociedades mediante el empleo de cierto número de instrumentos específicos, categorías o variables básicas, entre los cuales resultan fundamentales los conceptos de modo de producción y lucha de clases entre explotados y explotadores. La influencia de Marx trascendió mucho más allá de los teóricos o historiadores que interpretaron los ámbitos nacionales e internacionales inspirados en sus ideas, ya que su obra ofrece una visión metodológica integral y coherente para el análisis de la dinámica de los procesos sociales en la época del modo de producción capitalista.

Curiosamente, el historiador marxista británico Eric Hobsbawm (2006) señaló que el mundo capitalista globalizado que emergió en la década de los noventa del siglo xx, resultó, en muchas cosas, enigmáticamente parecido al que había pronosticado Marx en 1848 en El Manifiesto Comunista, pero ahora, sin dudas, con más complejidad debido a los conflictos y problemas globales derivados de la interacción de múltiples fenómenos de carácter económico, financiero, militar, tecnológico y transnacional acumulados por el propio sistema capitalista que los engendra sin una perspectiva o posibilidad real de solución. Por eso la importancia de acudir a Marx y el justo elogio a su inevitable regreso en la coyuntura internacional actual (Cassidy, 1997; Valdés, 1998).

Las condiciones que son fuente del potencial conflicto humano, es decir los problemas socioeconómicos, los impulsos violentos y agresivos originados de la frustración al medir lo concreto frente al ideal, la retirada y la alienación de las estructuras sociales existentes, más otros factores similares en la época de Marx, están volviéndose más comunes a escala planetaria.

En casi todas las latitudes del sistema mundial, por el influjo expansivo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, la brecha entre el cumplimiento esperado de las necesidades y la consumación concreta de las necesidades (aspiraciones o deseos) está ensanchándose entre muchas naciones, pueblos e individuos, especialmente en el Tercer Mundo: Medio Oriente, Asia, África y América Latina, escenarios regionales en los que el proceso de desarrollo social, económico y político pocas veces es capaz de suministrar satisfacciones al ritmo creciente de las aspiraciones de los pueblos. En conjunto, en esas regiones geográficas (con dos terceras partes de la humanidad en el subdesarrollo, la pobreza y la marginación), aumenta la desigualdad respecto al norte desarrollado, así como la posibilidad real de una ola revolucionaria.

La era actual ofrece un sistema capitalista globalizado y de avances impresionantes en temas de renovación científico-tecnológica, los problemas clasistas y económicos sintetizados en el conflicto o contradicción Norte-Sur ocupan un plano sobresaliente en la dinámica de las relaciones internacionales.

Dicho conflicto representa una tendencia que se acrecentó después de la desaparición de la confrontación Este-Oeste, la que dominó el contexto internacional durante la prolongada Guerra Fría. La brecha entre ricos y pobres o entre el Norte y el Sur tiende a incrementarse a una velocidad sin precedentes, porque los países capitalistas desarrollados, donde reside poco más del 20 % de la población mundial, se apropian o benefician del 80 % de las riquezas productivas o naturales del planeta. En las últimas décadas del siglo xx y en la primera del xxi, las políticas económicas neoliberales, ahondaron el abismo y el saqueo que alejaba a los países subdesarrollados de las potencias centrales del capitalismo mundial.

Relacionado con el conflicto Norte-Sur aparecen graves problemáticas globales, como el crecimiento demográfico exponencial en las regiones tercermundistas y la escasez de alimentos, precisamente cuando el planeta entra en una fase crítica por el agotamiento de los recursos naturales no renovables. Además, la crisis ecológica por el deterioro del medio ambiente, la contaminación de los mares, ríos, la reducción de los bosques, la afectación de la capa de ozono de la atmósfera superior y las evidencias del cambio climático con el paulatino derretimiento de las grandes masas de hielo concentradas en los casquetes polares y el consecuente calentamiento global, que amenaza con una terrible catástrofe de imprevisibles consecuencias para la supervivencia de la especie humana. 

Esos problemas que aquejan al planeta son consecuencia directa de la desenfrenada explotación y barbarie capitalista. La máxima responsabilidad por ese estado de cosas recae en los países más desarrollados del sistema, que alcanzaron altos niveles de expansión económica sobre la base de un modelo de vida y una economía altamente consumista y derrochadora.

Ante el panorama desolador del sistema capitalista, en particular de su periferia pobre y subdesarrollada, los científicos sociales vuelven al pensamiento de Marx para adoptar nuevos modelos socioeconómicos que aprovechen más eficientemente los recursos humanos y naturales y contribuyan a conservarlos o renovarlos con políticas sustentables de desarrollo en beneficio de la humanidad. 

Amplios sectores populares de los Estados Unidos y la Unión Europea sufren las desigualdades económicas y las injusticias propias de las sociedades capitalistas en la llamada fase tecnotrónica o posindustrial, dividida en clases sociales antagónicas. Aún en los tiempos de la globalización económica, el proceso de desarrollo capitalista siempre produce efectos perversos y asimétricos en relación con los beneficios que obtienen los pueblos. La ruptura o desconexión con los mecanismos tradicionales de dominación capitalista juega un papel crucial en el crecimiento del potencial de conflicto revolucionario engendrado por las contradicciones entre ricos y pobres, o entre una privilegiada minoría y las mayorías sometidas a la dictadura del capital.

La revolución será inevitable en el sistema-mundo del siglo XXI, pues a través de la historia el conflicto de clase ha sido el motor del cambio social. Las revoluciones constituyen la única vía posible para resolver la contradicción antagónica entre ricos y pobres al interior de las sociedades y en la transformación de las relaciones internacionales, hacia un sistema verdaderamente democrático, justo y humano.

En el marxismo y las ideas de Lenin reposa la teoría y estrategia de la revolución, porque, como señalara el Che: "en definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de esta lucha debe ser la destrucción del imperialismo [...] El elemento fundamental de esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los pueblos" (Guevara, 1977, p. 397). En el pensamiento del Che solo mediante la revolución se podía llegar a un orden social más solidario, a la abolición del capitalismo y a la formación de un "hombre nuevo" (Guevara, 1965, p. 256).

A la luz de los acontecimientos actuales en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, y otros países de América Latina, e incluso, de los procesos transformadores por las vías no tradicionales de los revolucionarios latinoamericanos del siglo xx, podría decirse que la toma del poder político por los explotados no necesariamente entraña violencia o la guerra revolucionaria. Marx era consciente del papel de la violencia en la historia, pero la estimaba menos importante que las contradicciones inherentes a la vieja sociedad para el logro del último fin de los proletarios y explotados: la derrota del capitalismo.

El filósofo alemán previó una serie de choques de creciente intensidad entre el proletariado y la burguesía (explotados y explotadores) hasta la erupción de una revolución que finalmente desembocaría en el derrocamiento de la burguesía y la edificación de una sociedad socialista. Con su propia dinámica y especificidad, en distintas regiones y países del sistema internacional, la colisión inevitable entre clases sociales antagónicas sería una variable del cambio y de la emancipación humana en el siglo XXI.

Las revoluciones y el sistema de relaciones internacionales

Los teóricos marxistas no han ofrecido un estudio amplio y sistemático sobre la repercusión de las revoluciones en el sistema de relaciones internacionales de esta época. Algunos politólogos coinciden en que el sistema-mundo moderno ha sido conformado en gran medida por las revoluciones, los conflictos y las guerras (Arendt, 1965; Halliday, 1994).

Los últimos cuatro siglos transcurridos estuvieron marcados por grandes e históricas revoluciones de carácter burgués, socialistas y/o de liberación nacional. Para los teóricos marxistas las revoluciones son las locomotoras de la historia porque aceleran los procesos de desarrollo y progreso humano. Desde el siglo xvii las revoluciones hicieron importantes aportes al desarrollo de la modernidad. No solo han impulsado las transformaciones políticas y sociales al interior de las naciones, sino también la dinámica misma de las relaciones internacionales.

El actual sistema internacional es el resultado de la expansión geográfica y la complejización del sistema de Estados que emergió en Europa en el siglo XVII, después de un largo proceso histórico iniciado, aproximadamente, en los siglos XIV y xv y que convulsionaría ese continente.

En suma, el sistema internacional es consecuencia del surgimiento del capitalismo, el cual estableció nuevas estructuras políticas y creó los modernos Estados-nacionales-territoriales, que concretaron en la práctica las aspiraciones políticas de los intelectuales del Renacimiento y de la burguesía ascendente como clase dominante. Los siglos xvii, xviii y xix fueron el escenario de la expansión de ese sistema hasta abarcar los cinco continentes.

El triunfante capitalismo europeo, con tecnología, ciencia e instituciones políticas más consolidadas sometieron a su dominación colonial a los territorios "descubiertos" y conquistados por la fuerza de las armas en América, Asia y África. Las históricas revoluciones que impactaron esos siglos e influyeron en la evolución y conformación de un sistema de relaciones internacionales fueron las siguientes:
  • Siglo XVII: revoluciones holandesa e inglesa.
  • En el siglo XVII: revoluciones norteamericana, francesa, haitiana y su secuela en las revoluciones de independencia en Latinoamérica, a inicios del XIX.
  • Siglo XIX: revoluciones europeas de 1848 y la Comuna de París en 1871.(1)
La expansión del capitalismo creó el mercado mundial y puso en contacto a las regiones más lejanas del planeta sobre la base de la más brutal explotación, saqueo, genocidio de las poblaciones autóctonas y la imposición de la cultura europea. En ese periodo histórico surgieron nuevos Estados en los continentes sometidos, con el consentimiento de Europa o por la lucha de los pueblos por su independencia. La inclusión de las repúblicas americanas al sistema internacional europeo, que les extendió su reconocimiento de derecho, constituyó la primera gran expansión del sistema que, hasta entrado el siglo xx, mantendría su centro hegemónico en la Europa burguesa dominadora.

A fines del siglo xix, en pleno desarrollo del capitalismo monopolista en su fase imperialista, dos nuevas potencias, una en América (Estados Unidos) y otra en Asia (Japón), desafiaron a Europa su supremacía internacional. El sistema internacional a las puertas del siglo xx comenzó a devenir global y el centro hegemónico inició un desplazamiento hacia otros continentes.

En ese contexto, la revolución que tuvo lugar en Rusia el 25 de octubre de 1917, según el calendario juliano (7 de noviembre en el gregoriano), se distingue de otras revoluciones por su carácter mundial, fue el acontecimiento político más importante del siglo xx: representó un viraje radical en la historia de la humanidad, un viraje del viejo sistema capitalista al socialismo; fue la primera vez que el proletariado triunfaba y se hacía con el poder. Esto elevó a la escala de objetivo fundamental no el que una forma de explotación sustituyera a otra o que un grupo de explotadores reemplazara a otro grupo de explotadores, sino la supresión de toda clase de explotación del hombre por el hombre, la supresión de todos y cada uno de los grupos explotadores, la organización de una nueva sociedad, de la sociedad socialista sin clases. La Gran Revolución Socialista de Octubre abrió para la humanidad una nueva era de posibilidades hacia la construcción del socialismo.

Su impacto fue palpable tanto en América como en Europa. Aunque la revolución no hizo expandir el socialismo como un efecto inmediato, le dio a otros países convulsos del Tercer Mundo un ejemplo a seguir. Para poder entender la evolución de las relaciones internacionales del siglo XX y XXI es imprescindible analizar cómo contribuyó la Revolución de Octubre a la liberación nacional y a la construcción de democracias populares de otros pueblos, como Cuba, China, Vietnam o Guyana. Las heroicas jornadas de octubre -como las describió el periodista norteamericano John Reed- estremecieron al mundo. Ningún hecho posterior ha podido disminuir la proeza de los bolcheviques rusos, que supieron conjugar lo más alto de la intelectualidad política europea con el espíritu revolucionario de la clase obrera rusa y la lucha de los campesinos por la tierra y sus derechos. Aquellas acciones constituyeron un ejemplo imperecedero en la disputa de los pueblos por la conquista de la libertad.

Por la trascendencia de las revoluciones que sacudieron al mundo -la de Octubre o soviética en 1917, la china en 1949 y la cubana en 1959, entre otras de liberación nacional en el Tercer Mundo- el siglo xx inauguró una nueva era en la política internacional. El poderoso movimiento anticolonialista y antimperialista que se desarrolló, particularmente después del año 1945, dio el golpe definitivo al viejo sistema colonial de las principales metrópolis capitalistas. Ese proceso histórico condujo a la formación de nuevos Estados independientes en casi todos los continentes, principalmente en el Tercer Mundo. Por primera vez, en la historia de las relaciones internacionales, el sistema internacional alcanzó una dimensión efectivamente global o planetaria.

Las revoluciones tienen una inmediata influencia más allá de las fronteras nacionales de los estados, introducen saltos históricos y conmociones sociales que determinan o condicionan la política exterior de los países mediante una cinemática de continuidad y cambio, que repercute en el ámbito global de las relaciones internacionales y contribuye a la evolución y formación del sistema internacional. En la actualidad es un sistema integrado por más de 190 Estados en interacción, a los que se añade una multiplicidad de entidades transnacionales, no directamente estatales, con influencia política, en algunos casos mayor que la política exterior individual de muchos Estados.

El sistema internacional continuó básicamente heterogéneo pese al colapso o la renuncia estratégica de la Unión Soviética y el bloque socialista europeo, lo cual determinó el fin de la confrontación Este-Oeste y un cambio coyuntural en la correlación de fuerzas, favorable al sistema capitalista y a Estados Unidos embriagado en su liderazgo unipolar. Esas modificaciones abruptas del mapa geoestratégico mundial colocaron a la formación económico-social capitalista en una supremacía incuestionable durante un determinado periodo histórico. 

Sin embargo, el sistema internacional prosigue en una época de tránsito del capitalismo al socialismo, dado que en él coexisten todavía, en un dilema de cooperación y hostilidad, Estados capitalistas, imperialistas, socialistas, desarrollados y subdesarrollados, con regímenes de diversos tipos: reaccionarios y revolucionarios.

Debe tenerse en cuenta que, desde la aparición del mercado capitalista que dio origen al imperialismo, la dinámica de la política internacional dejó de desarrollarse solamente entre los Estados, pues la solidaridad internacionalista entre los pueblos, las sociedades y sectores sociales disímiles, que luchan por un mundo mejor y posible, ha comenzado a desbordar los marcos nacionales para convertirse en una fuerza esencial de la transformación revolucionaria de las relaciones internacionales. A la vez, estos hechos se imbrican a partir del enfrentamiento de las transnacionales capitalistas independientes de sus Estados. 

Con las crisis múltiples que atraviesa la humanidad, el escenario internacional podría estar signado por nuevos procesos revolucionarios a los que Lenin denominó los eslabones más débiles de la cadena imperialista. Las características específicas de esos cambios pudieran aportar elementos cualitativamente nuevos para la construcción de un sistema internacional pluripolar, en alternativa a la recomposición multipolar de las relaciones internacionales por iniciativa de los Estados Unidos y la Unión Europea, potencias interesadas en la consecución de un equilibrio de poder mundial, que sirva para perpetuar la dominación sobre los Estados más débiles del sistema y la práctica de una política coordinada hacia la contención o el retroceso del fenómeno revolucionario global. 

En ese escenario, las revoluciones en Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador representan la concertación de una avanzada del polo de Sudamérica hacia la construcción de polos de poder plural e ideales. Estas revoluciones diversas, pero profundamente antimperialistas, favorecen un genuino proceso de construcción del socialismo en el siglo XXI, cuando todavía el imperialismo supone la antesala de la revolución social, como lo advirtió Lenin en el año 1917. Pero ahora en una proporción más globalizada del conflicto Norte-Sur en las relaciones internacionales. 

La intervención militar en Libia, el creciente intervencionismo militar en Siria y las amenazas contra Irán, han sido parte de las respuestas oportunistas de los Estados Unidos y de la Unión Europea al colapso de su sistema de dominación y saqueo en el norte de África y Medio Oriente, al surgir en Túnez, Egipto y otros países movimientos genuinamente populares. Todo ello estuvo también interrelacionado con la estrategia de las potencias imperialistas para apoderarse de grandes reservas de petróleo, agua y confiscar activos financieros en tiempos de grave crisis económica y social del sistema capitalista. Los más recientes ejemplos de insurrecciones populares en Túnez y Egipto atestiguan la rebelión de los pueblos contra la dominación capitalista. Y es solamente un avance, o una avanzadilla, como quiera llamársele (Rodríguez, 2011a; 2011b).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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NOTAS ACLARATORIAS
 
1. La historia de Europa de 1789 a 1848 es la historia de las grandes transformaciones económicas, sociales y políticas que asentaron, de forma definitiva, el capitalismo industrial (Hobsbawn, 1982).

Marx y Engels utilizaron ampliamente la experiencia del movimiento revolucionario durante el último tercio del siglo XIX para desarrollar su teoría de la "dictadura del proletariado". Durante ese periodo de la vida de Marx y Engels aparecieron obras clásicas como: La guerra civil en Francia (1850) y Crítica del programa de Gotha (1891), de Marx; los tomos II y III de El Capital (1885 y 1894, respectivamente), obra finalizada por Engels después de la muerte de Marx; Anti-Duhring (1878), Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884) y Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1888), de Engels. Ambos filósofos acompañaron su obra teórica de una intensa actividad revolucionaria práctica.

sábado, 4 de noviembre de 2017

Las mentiras de la embajadora de EEUU en la ONU



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Nikki Haley: Buenos días. Quiero comenzar presentando las condolencias de los Estados Unidos a nuestros hermanos y hermanas en Argentina y Bélgica. Fueron algunas de las víctimas del ataque terrorista de ayer en la ciudad de Nueva York. Y mientras nuestros corazones están dolidos, nuestra determinación es firme. Golpeó a nuestra ciudad. Aquí es donde todos nos encontramos y trabajamos juntos. Pero siempre debemos ser lo bastante fuertes como para hacerles saber que el terrorismo no va a vencer. Si nos mantenemos unidos, derrotaremos al mal de una vez por todas. Pero muchas gracias por sus condolencias y el apoyo y todos los buenos deseos que nos han enviado. Ciertamente lo apreciamos.

Durante más de 55 años, el régimen cubano ha utilizado este debate en la Asamblea General de las Naciones Unidas como un objeto deslumbrante para distraer la atención mundial de la destrucción que ha infligido a su propio pueblo y a otros en el Hemisferio Occidental.

Incluso durante la crisis cubana de los misiles, cuando la dictadura de Castro permitió a la Unión Soviética instalar secretamente misiles nucleares en Cuba, el régimen cubano y sus aliados soviéticos afirmaban que la verdadera amenaza para la paz no eran los misiles dirigidos contra Estados Unidos. La verdadera amenaza, decían, era el descubrimiento de estos misiles por Estados Unidos. En aquel momento, el embajador estadounidense ante las Naciones Unidas, Adlai Stevenson, identificó el hábito del régimen cubano de acusar a cualquiera menos a sí mismo. Dijo Stevenson: "Esta es la primera vez ... que he escuchado decir que el crimen no está en el ladrón sino en descubrir al ladrón, y que la amenaza no son los misiles clandestinos en Cuba, sino su descubrimiento y las medidas limitadas adoptadas para poner en cuarentena una mayor infección".

Hoy, el crimen es la continua represión de su pueblo por parte del gobierno cubano y el incumplimiento de los requisitos mínimos de una sociedad libre y justa. Nuestra respuesta ha sido apoyar al pueblo cubano y su derecho a determinar su propio futuro. Por esto, cada año, el tiempo de esta Asamblea se desperdicia considerando esta resolución. Y Estados Unidos es blanco de todo tipo de acusaciones ridículas: cualquier cosa para desviar la atención del régimen que es realmente responsable del sufrimiento del pueblo cubano. Pero Estados Unidos no se dejará distraer. No perderemos de vista lo que se interpone entre el pueblo cubano y el futuro libre y democrático que es su derecho.

Por esa razón, y por vigésima vez en 26 años, los Estados Unidos votarán en contra de esta resolución.

Hace un año, los Estados Unidos se abstuvieron cuando se votó sobre la misma resolución. La razón que se adujo fue que la continuación del embargo no aislaba a Cuba, sino que de hecho aislaba a los Estados Unidos. Es cierto que nos habían dejado casi solos en oposición a esta resolución anual. Sin duda habrá algunos aquí que no entiendan cómo podemos adoptar posiciones tan opuestas, separadas por solo 12 meses. Se preguntarán cómo pudimos aceptar pasivamente esta resolución el año pasado y oponernos enérgicamente este año.

Para aquellos que están confundidos acerca de cuál es la posición de Estados Unidos, permítanme ser clara: como es su derecho según nuestra constitución, el pueblo estadounidense ha hablado. Han elegido un nuevo presidente, y él ha elegido un nuevo embajador en las Naciones Unidas.

Mientras el pueblo cubano continúe siendo privado de sus derechos humanos y libertades fundamentales; mientras las ganancias del comercio con Cuba vayan a apuntalar al régimen dictatorial responsable de negar esos derechos, Estados Unidos no temerá quedar aislado en este foro ni en cualquier otro lugar. Nuestros principios no se someterán a votación. Están consagrados en nuestra Constitución. También están consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. Mientras seamos miembros de las Naciones Unidas, defenderemos el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales que los Estados miembros de este órgano se han comprometido a proteger, incluso si tenemos que hacerlo nosotros solos.

La resolución que tenemos ante nosotros apunta a poner fin al "embargo económico, comercial y financiero" de Estados Unidos contra Cuba. Pero seamos sinceros sobre lo que realmente estamos viendo ocurrir aquí. Esta asamblea no tiene potestad para poner fin al embargo de Estados Unidos. Este se basa en las leyes de los Estados Unidos., que solo el Congreso de los Estados Unidos puede cambiar. No, lo que la Asamblea General está haciendo hoy, lo que hace cada año en esta época, es teatro político.

El régimen cubano está enviando al mundo el mensaje deformado de que el triste estado de su economía, la opresión de su gente y la exportación de su destructiva ideología no son culpa suya.

En el espíritu de enviar mensajes quisiera dirigir el resto de mis comentarios al pueblo de Cuba. El pueblo de los Estados Unidos respalda con firmeza sus sueños de vivir en un país donde puedan expresarse libremente, donde tengan acceso sin censura a la internet, donde puedan proveer a sus familias de lo necesario y donde puedan elegir a sus líderes.

Sabemos que muchos de ustedes se han sentido esperanzados por la apertura de relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba. Eso no está cambiando. Nuestra amistad y buena voluntad hacia el pueblo cubano siguen siendo tan firmes como siempre.

Lo que probablemente no saben es que su gobierno respondió a este gesto de buena voluntad, no sumándose al espíritu con que se le ofreció, sino incrementando las detenciones, el acoso y la violencia por motivos políticos contra quienes abogan por libertad política y económica en Cuba. Lo que no pueden saber, porque su gobierno no se lo hará saber, es que hubo informes creíbles acerca de casi 10.000 detenciones por motivos políticos en Cuba solo en 2016. Es un aumento masivo de las detenciones en los últimos años. Esperábamos que la mano tendida a su gobierno sería reciprocada con una mayor libertad para ustedes.

Su gobierno silencia a sus críticos. Disuelve las reuniones pacíficas. Censura a los periodistas independientes y manipula la economía para que solo el gobierno se beneficie.

Su gobierno ha exportado su ideología destructiva y en bancarrota a Venezuela. Le ha enseñado al régimen de Maduro cómo silenciar a los periodistas, reprimir a la oposición política y empobrecer a su gente. Ahora, millones de venezolanos se suman a ustedes como víctimas de la negación de sus derechos básicos.

Mientras hablamos aquí hoy, su gobierno está ocupado eligiendo al sucesor de la dictadura de Castro. Está intentando engañarles para que crean que tienen una voz al celebrar elecciones locales y regionales. Pero el proceso en el que están involucrados no es la libertad. Los resultados fueron determinados antes de que se depositara el primer voto.

Cuando Estados Unidos se abstuvo al votarse esta resolución el año pasado, su decisión fue explicada diciendo: "Reconocemos que el futuro de la isla está en manos del pueblo cubano". Hay una crueldad disimulada en ese comentario por la cual me disculpo profundamente. Lamentablemente, a partir de hoy, el futuro de Cuba no está en sus manos. Permanece en las manos de sus dictadores.

Los Estados Unidos se oponen hoy a esta resolución en solidaridad continua con el pueblo cubano y con la esperanza de que un día sean libres de elegir su propio destino.

Podremos estar solos hoy. Pero cuando llegue el día de la libertad para el pueblo cubano, y va a llegar, nos regocijaremos con ellos como solo pueden hacerlo los pueblos libres.


Gracias


Fuente: Mentiras. com

Cuba: potencia moral

Por  Bruno Rodríguez Parrilla


Discurso del ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, bajo el tema «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba», en la sede de las Naciones Unidas, Nueva York, el 1ro. de noviembre de 2017


Señor Presidente;

Excelentísimos señores Representantes Permanentes;

Distinguidos delegados:


Ciudadanos norteamericanos y cubanos residentes en los Estados Unidos que se encuentran en esta sala:

Quisiera expresar al pueblo y gobierno de los Estados Unidos, al alcalde Bill De Blasio; al gobernador Andrew Cuomo y demás autoridades de Nueva York, así como a sus ciudadanos y muy especialmente a los familiares de las víctimas, las más sentidas condolencias en nombre del pueblo y gobierno cubanos, por el acto terrorista ocurrido en la tarde de ayer.
Expreso también sentidas condolencias a los pueblos y gobiernos de Argentina y Bélgica.

Expreso la más enérgica condena a las declaraciones irrespetuosas, ofensivas e injerencistas de la Embajadora de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas contra Cuba y contra el gobierno cubano hace pocos minutos proferidas.

Le recuerdo que los Estados Unidos, donde se cometen flagrantes violaciones de los derechos humanos que suscitan profunda preocupación de la comunidad internacional, no tienen ni la más mínima autoridad moral para criticar a Cuba, un país pequeño, solidario, de amplia y reconocida trayectoria internacional; un pueblo noble, trabajador y amistoso.

Habla ella a nombre del Jefe de un imperio que es responsable de la mayor parte de las guerras que se libran hoy en el planeta y que asesinan inocentes, y es el factor decisivo de inestabilidad mundial y de gravísimas amenazas a la paz y a la seguridad internacional, pisoteando el Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas que cínicamente ella acaba de invocar.

No han sido 55 años, señora Embajadora, se equivoca en su primera frase, han sido 26 de estas sesiones y más de un siglo del origen de los hechos que hoy se discuten.

Ella miente, usa el mismo estilo que prevalece hoy en la política estadounidense. Todo empezó antes de que existiera, incluso, la Nación cubana. Cuando el pueblo cubano por vez primera se alza en armas en 1868, ya se habían desatado los apetitos anexionistas y de dominación de lo que era y es hoy el imperialismo estadounidense.

En 1898, usando un pretexto –como caracteriza a la historia moderna de los Estados Unidos–: la voladura del buque Maine en puerto cubano, entraron como aliados de las fuerzas independentistas cubanas y ocuparon el país después como invasores, impusieron la Enmienda Platt, cercenaron la independencia y la soberanía de Cuba; tres ocupaciones militares realizaron, impusieron 60 años de dominio absoluto que terminó el Primero de Enero de 1959 con la entrada del Ejército Rebelde en La Habana y el triunfo de la Revolución Cubana, que hasta hoy libra las mismas luchas que inspiraron a nuestro pueblo hace más de 100 años (Aplausos).

Ella miente, ha usado una frase, supuestamente atribuyendo a una fuente cubana una afirmación sobre la llamada Crisis de Octubre o de los Misiles, que invito a que diga su fuente, a que diga su autor, a que presente evidencias. Parece un twit de los que proliferan en este país en estos tiempos de odio, división y política sucia (Aplausos).

Al triunfo de la Revolución Cubana, el gobierno de los Estados Unidos fijó como objetivo el cambio de régimen. No es nueva la política enunciada por el presidente Trump el 16 de junio, es la misma política, es una vieja política anclada en el pasado.

Mencionó ella al ilustre embajador norteamericano Adlai Stevenson. Se olvidó de comentar que fue él a quien correspondió el triste deber, engañado por su gobierno, de mostrar, en una sesión del Consejo de Seguridad, fotos de supuestos aviones cubanos, realmente estadounidenses, con el emblema de la Fuerza Aérea Cubana, que el 15 de abril bombardearon la ciudad de La Habana, provocaron numerosas bajas y fue entonces el preludio del ataque de la invasión de Playa Girón o Bahía de Cochinos.

Esos bombardeos y la mentira involuntaria del embajador Stevenson, quien había sido engañado por su gobierno, se produjeron, incluso, antes de la declaración del carácter socialista de la Revolución Cubana. Esos bombardeos fueron anteriores a la declaración del carácter socialista de nuestra Revolución.

Ha hablado de la Crisis de Octubre.

Se habla en estos días del asesinato del presidente Kennedy y la desclasificación de documentos. Ha sido ocultada al pueblo de los Estados Unidos la verdad por demasiado tiempo. Desclasifíquese todo.

Pero si ella quiere hablar de estos temas, le sugiero que lea el libro Entrenado para asesinar a Castro, del agente de la CIA Veciana, que cuenta allí de su encuentro con el agente de la CIA David Phillips y con Lee Harvey Oswald, en Dallas, en la tercera semana de septiembre de 1963.

Ha sido una historia de mentiras y agresiones: la Operación Northwoods, la Operación Mangosta. Acaba de desclasificarse la información de que en ese momento los Estados Unidos tenían preparados 261 000 soldados listos para una invasión directa a Cuba. Funcionaba en la Florida la base de la CIA más grande de la historia hasta ese momento, con más de 700 oficiales, y hasta la creación de aquella base de la CIA, aún mayor, en Saigón.

Usa ella el estilo del juicio a Alicia en el país de las maravillas: sentencia primero, el juicio después.

Hablo por mi pueblo, y hablo también por los que no pueden llamar al presidente Trump y a la Embajadora de los Estados Unidos por sus nombres, pero sienten y piensan como yo. Al menos ha reconocido ella el absoluto aislamiento de los Estados Unidos en esta sala y en este mundo. ¡Están solos en el tema del bloqueo a Cuba! (Aplausos.) Ignora ella el peso de la verdad, subestima la fuerza de una idea justa en el fondo de una cueva, más poderosa que un ejército, como decía José Martí, quien escribió llevando en su pecho, en carta inconclusa, la siguiente frase: «Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber (...), de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América».

Embajadora, todo empezó hace mucho más que 26 años, muchísimo más que 55 años. Junto a la agresión militar, la fabricación de pretextos, los planes para una invasión directa,  las medidas de asfixia de nuestra economía, el terrorismo de Estado, la desestabilización y la subversión, se propusieron –y cito el memorándum infame del subsecretario de Estado Lester Mallory, firmado el 6 de abril de 1960– «…provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la penuria (...), negándole a Cuba dinero y suministros, con el fin de reducir los salarios nominales y reales.

Con el objetivo de “provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”, fue creado el bloqueo contra Cuba».

Sin embargo, cuando el presidente Raúl Castro Ruz y el presidente Barack Obama realizaron aquellos sorpresivos y esperanzadores anuncios del 17 de diciembre de 2014, el presidente Obama, calificó el bloqueo como fracasado y obsoleto, ineficaz respecto a sus objetivos, causante de daños al pueblo cubano y de aislamiento al gobierno de los Estados Unidos.  Después lo describió como inútil para hacer avanzar los intereses estadounidenses; fallido, sin sentido, inviable y una carga para los ciudadanos, lo calificó.

Pero nunca se reconoció al bloqueo como una violación flagrante, masiva y sistemática de los derechos humanos de los cubanos, lo que omitió cínicamente la Embajadora de los Estados Unidos hace unas horas; ni se reconoció a este como un quebrantamiento del Derecho Internacional o un acto de genocidio, según la Convención de Ginebra; ni se renunció a sus fines de avasallamiento de nuestro pueblo. No obstante, el Presidente de los Estados Unidos entonces declaró reiteradamente su decisión de emplear sus facultades ejecutivas y de trabajar con el Congreso para levantar el bloqueo.
Un reflejo práctico de esta voluntad fue el voto en abstención de los Estados Unidos, en 2016, de esta resolución, sobre lo que la Embajadora de Estados Unidos acaba de burlarse.

En este periodo, se produjeron progresos sustanciales en materia de relaciones diplomáticas, diálogo y cooperación en áreas de mutuo interés y beneficio; pero el bloqueo, en estos dos años pasados, en todo lo fundamental, se mantuvo, aunque se adoptaron algunas decisiones ejecutivas que modificaron su aplicación de forma muy limitada, pero en la dirección positiva.  Fue significativa la forma en que, dentro de la prohibición legislativa de viajar a Cuba, que constituye una violación de los derechos y las libertades civiles de los ciudadanos estadounidenses –que ella tampoco menciona–, sin embargo, se expandió el uso de las licencias de viajes. Se alcanzaron también resultados tangibles en materia de cooperación bilateral, en beneficio mutuo, en ámbitos tan importantes como el del enfrentamiento al terrorismo, al narcotráfico o al crimen digital.

Señor Presidente:

El pasado 16 de junio el presidente  Donald Trump proclamó al bloqueo como un eje fundamental de su política anticubana y anunció un grupo de medidas dirigidas a su endurecimiento.

En un discurso anticuado y hostil, propio de la Guerra Fría, y ante un auditorio compuesto, entre otros, por rancios batistianos, anexionistas y terroristas, el gobernante estadounidense retomó gastadas alegaciones sobre supuestas violaciones de los derechos humanos en Cuba para justificar el fortalecimiento del bloqueo. En este podio se ha escuchado esta mañana a su eco, a su caja de resonancia.

El presidente Trump no tiene la menor autoridad moral para cuestionar a Cuba. Preside un gobierno de millonarios destinado a aplicar medidas salvajes contra las familias de menos ingresos y los pobres de este país, las minorías y los inmigrantes. Sigue un programa que alienta el odio y la división. Pregona un peligroso excepcionalismo y supremacismo, disfrazado de patriotismo, que provocará más violencia. Ignora la voluntad de los electores: dos tercios de los estadounidenses y también de los cubanos residentes en los Estados Unidos apoyan el fin del bloqueo.

Las políticas vigentes en los Estados Unidos dañan a los ciudadanos, impera la corrupción de la política, secuestrada por los llamados «intereses especiales», es decir, los intereses y el dinero corporativos; la falta de garantías de educación, salud y seguridad social, las restricciones a la sindicalización y la discriminación terrible de género.

Merecen condena el uso de la tortura, el asesinato de afroamericanos por la policía, las muertes de civiles por sus tropas, el uso indiscriminado y racialmente diferenciado de la pena de muerte, el asesinato, la represión y vigilancia policial de inmigrantes, la separación de familias y la detención o deportación de menores y las medidas brutales con que amenaza a los hijos de inmigrantes ilegales que crecieron y se educaron en los Estados Unidos.

Es el gobierno que perdió el voto popular.

La Embajadora de los Estados Unidos nos ha expresado su sueño. Yo prefiero repetir el de Martin Luther King, cuando dijo: Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo. Todos los hombres son creados iguales. Que repique la libertad (Aplausos).

Ha venido a decirnos que ella reconoce que el futuro de la Isla descansa en las manos del pueblo cubano. Miente rotundamente, jamás fue así en toda la historia. Es la historia del intento de la dominación y la hegemonía sobre Cuba.

La política anunciada, se propone retrotraer las relaciones a un pasado de confrontación para satisfacer espurios intereses de círculos extremistas de la derecha estadounidense y de una frustrada y envejecida minoría de origen cubano en la Florida.

El Memorando Presidencial estableciendo la política hacia Cuba, incluye, entre otras medidas, nuevas prohibiciones a las relaciones económicas, comerciales y financieras de compañías estadounidenses con empresas cubanas. Restringe adicionalmente la libertad de viajar de los ciudadanos estadounidenses con la eliminación de los viajes individuales en la categoría de intercambios llamados «pueblo a pueblo», y medidas de vigilancia sobre el resto de los visitantes de ese país.

En las últimas semanas, el presidente Donald Trump ha reiterado en cuatro ocasiones diferentes, (incluyendo ante esta Asamblea el pasado mes de septiembre,) que su gobierno no levantará el bloqueo a Cuba a menos que esta realice cambios en su ordenamiento interno.

Reafirmo hoy que Cuba jamás aceptará condicionamientos ni imposiciones y le recordamos al Presidente y a su Embajadora que este enfoque, aplicado por una decena de sus predecesores, nunca ha funcionado ni va a funcionar. Será uno más en la cuenta de una política anclada en el pasado.

Más recientemente, con el pretexto de las afecciones a la salud de algunos diplomáticos en La Habana, sin que exista la menor evidencia sobre su causa y origen –porque mienten cuando hablan de ataques o incidentes–, ni resultados de las investigaciones en curso, el gobierno de los Estados Unidos adoptó nuevas medidas de naturaleza política contra Cuba, que profundizan el bloqueo y afectan las relaciones bilaterales en su conjunto.

Entre ellas, suspendió la emisión de visas de viajeros y emigrantes cubanos en su Consulado en La Habana, lo que perjudica el derecho de los ciudadanos a viajar libremente y visitar por periodos breves ese país, como han hecho este año más de 163 000 cubanos, o dificulta seriamente la reunificación familiar de otros bajo el acuerdo bilateral de conceder no menos de 20 000 visas anuales de inmigrantes. La exigencia de una entrevista presencial a los viajeros de Cuba en los consulados estadounidenses en terceros países, y a los emigrantes en la sección consular estadounidense en Bogotá, encarecerá  enormemente los trámites y los hará inviables para una buena parte de ellos. ¿Dónde están sus derechos en el discurso de los Estados Unidos?

No hay forma de justificar que se dañe a las personas y a las familias para intentar alcanzar objetivos políticos contra el orden constitucional en Cuba.

El gobierno estadounidense, con el propósito político de limitar los viajes y dañar el turismo internacional a Cuba, también emitió una infundada y absolutamente mendaz advertencia a los ciudadanos estadounidenses para que eviten visitar nuestro país.

Mediante la injustificada expulsión del personal de nuestro Consulado General en Washington, único en los Estados Unidos, ha limitado gravemente la capacidad de este para proveer servicios a los viajeros estadounidenses y especialmente a los cubanos residentes aquí, quienes tienen absoluto derecho a visitar y relacionarse con normalidad con su nación.

Igualmente, redujo de manera arbitraria e infundada el personal de nuestra Embajada, lo que ha provocado, entre otras consecuencias, el desmantelamiento de su Oficina Económico-Comercial, con el avieso propósito político de privar de interlocución al sector empresarial estadounidense, genuinamente interesado en explorar las oportunidades de negocios existentes aun dentro del marco restrictivo de las regulaciones del bloqueo.

No sorprende tampoco, con lo que ha dicho la señora Embajadora aquí, ni antes sus líderes, que el Presidente de los Estados Unidos no tome en cuenta el apoyo internacional unánime a los progresos que ahora revierte, ni el similar reclamo al cese inmediato, total e incondicional del bloqueo.

Señor Presidente:

Como expresó el Presidente Raúl Castro Ruz, el 14 de julio pasado, «reafirmamos que cualquier estrategia que pretenda destruir a la Revolución, ya sea mediante la coerción y las presiones o recurriendo a métodos sutiles, fracasará. [...] Cuba tiene la voluntad de continuar negociando los asuntos bilaterales pendientes con los Estados Unidos, sobre la base de la igualdad y el respeto a la soberanía y la independencia de nuestro país, y de proseguir el diálogo respetuoso y la cooperación en temas de interés común con el gobierno norteamericano.

«Cuba y Estados Unidos pueden cooperar y convivir, respetando las diferencias y promoviendo todo aquello que beneficie a ambos países y pueblos, pero no debe esperarse que para ello Cuba realice concesiones inherentes a su soberanía e independencia [...] o que negocie sus principios o acepte condicionamientos de ningún tipo, como no lo hemos hecho nunca en la historia de la Revolución».  Fin de la cita (Aplausos).

Señor Presidente:

Cuba presenta hoy por vigésima sexta ocasión consecutiva ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el proyecto de resolución (titulado) «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba».

En la actual coyuntura, este texto cobra especial relevancia frente al retroceso que significan las acciones del nuevo gobierno de los Estados Unidos contra Cuba.

El bloqueo constituye el mayor obstáculo para el desarrollo económico y social del país y para la implementación del Plan Nacional, en línea con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Es el principal escollo para el desarrollo de las relaciones económicas, comerciales y financieras de Cuba con los Estados Unidos y el resto del mundo.

Según los cálculos realizados de forma rigurosa por instituciones cubanas, el bloqueo causó, en el año transcurrido desde abril de 2016 hasta abril de 2017, pérdidas a la economía cubana en el orden de 4 305 millones de dólares.

Esa cifra es alrededor del doble de lo que se necesitaría como inversión extranjera directa anual para que la economía cubana pueda avanzar sustancialmente hacia el desarrollo.

Los daños acumulados alcanzan la enorme cifra de 822 280 millones de dólares, calculados tomando en cuenta la depreciación del oro. A precios corrientes, equivalen a 130 178 millones de dólares.

Decenas de bancos de terceros países han sido afectados en el último periodo por la extrema y tenaz persecución de las transacciones financieras cubanas.

El bloqueo es contrario al Derecho Internacional y su aplicación agresivamente extraterritorial daña la soberanía de todos los Estados. También lesiona los intereses económicos y empresariales en todas las latitudes.

Señor Presidente:

La Embajadora de los Estados Unidos omitió mencionar que el bloqueo constituye una violación flagrante, masiva y sistemática de los derechos humanos de las cubanas y cubanos y califica como acto de genocidio a tenor de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio de 1948. Es también un obstáculo para la cooperación internacional que Cuba brinda en áreas humanitarias a 81 países del Sur.

Resultan incalculables los daños humanos que ha producido la aplicación de esta política. No hay familia cubana ni servicio social en Cuba que no sufra las privaciones y consecuencias del bloqueo. La emigración cubana sufre también discriminación y perjuicios.

Durante el último año, la empresa cubana importadora y exportadora de productos médicos, Medicuba S.A., realizó solicitudes para comprar insumos a 18 compañías estadounidenses que rehusaron o nunca respondieron.

Otras, como la corporación estadounidense Promega, reconocida por la elaboración de kits de diagnósticos para determinar la carga viral en pacientes portadores de VIH-SIDA, hepatitis C o patologías renales, se negó en junio del 2017 a vender sus productos a Medicuba S.A, alegando que el Departamento del Tesoro mantiene sanciones comerciales que prohíben la venta de sus productos a la Isla.

En esa propia fecha, y con el mismo argumento, se recibió la negativa para el suministro a Cuba por parte de la compañía New England Biolabs Inc., que comercializa una amplia gama de enzimas, como la Proteinasa K, que es un reactivo que permite diagnosticar enfermedades virales como el dengue, el zika y el chikungunya, así como otras enzimas con múltiples usos para el diagnóstico de malformaciones congénitas de los fetos y para determinar la compatibilidad que existe entre los donantes de órganos y los pacientes que van a ser trasplantados de riñón, médula ósea, hígado, entre otros.

Con el mismo argumento esa compañía se negó a realizar suministros de naturaleza totalmente humanitaria a Cuba.

En abril del 2017, el proveedor alemán Eckert & Ziegler Radiopharma Gmbh se negó a la misma compañía médica cubana el Generador Ge-68/Ga-68, con sus componentes, el cual es un equipo empleado en el diagnóstico del cáncer de próstata. Según la compañía, no era posible suministrar el producto directamente a Cuba, ni tampoco a través de un tercer país, pues el bloqueo lo impide.

El servicio de cardiología del Hospital Clínico Quirúrgico «Hermanos Ameijeiras», necesita imperiosamente un dispositivo de asistencia circulatoria para poder tratar el shock de origen cardiaco, la cardiología intervencio­nista y para la electrofisiología, que permita la recuperación de fallos cardíacos y la prolongación de la vida del paciente.

La compañía estadounidense Abiomed, líder en el mercado mundial en esos productos, cuenta con el sistema Impella, ideal para tratar esas afecciones.  En septiembre del 2016 y en febrero del 2017, la empresa Medicuba S.A., contactó a dicha compañía a fin de estudiar la posibilidad de incorporar el producto al sistema de Salud en Cuba, la cual hasta este minuto ha rehusado responder.

Señor Presidente:

Agradecemos profundamente a todos los gobiernos y pueblos, parlamentos, fuerzas políticas y movimientos sociales, representantes de la sociedad civil, organizaciones internacionales y regionales que han contribuido con su voz y su voto, año tras año, a fundamentar la justeza y la urgencia de la abolición del bloqueo.

Extendemos también nuestra gratitud a la amplia mayoría del pueblo estadounidense por su apoyo a este loable propósito.

Ofende a la conciencia de la humanidad que la Embajadora de los Estados Unidos se haya referido de esa manera injerencista e inaceptable al gobierno bolivariano de Venezuela. Ofende al heroico pueblo venezolano, a su unión cívico-militar, al gobierno bolivariano y chavista, encabezado por el presidente Nicolás Maduro Moros.

Miente el gobierno de los Estados Unidos cuando declara a Venezuela una amenaza a su seguridad nacional, que es, curiosamente, la primera reserva certificada de hidrocarburos en el planeta.

Como escribió El Libertador Simón Bolívar, «… los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar de miseria la América en nombre de la libertad».  Le respondo a la Embajadora con las palabras de Bolívar.

Estamos en medio de un limpio y constitucional proceso electoral en Cuba, donde no se compran escaños ni prevalecen intereses especiales, donde no hay campañas mendaces donde manda el dinero; elecciones en las que no se manipula la voluntad de los electores; elecciones en las que no se atiza la división y el odio.

Señor Presidente:

Encomiamos muy especialmente a todos los que han expresado preocupación y rechazo por las medidas coercitivas anunciadas por el actual gobierno estadounidense.

El pueblo cubano no renunciará jamás a construir una Nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible (Aplausos).

Persistiremos, con el consenso de nuestro pueblo y especialmente el compromiso patriótico de los cubanos más jóvenes, en la lucha antimperialista y en defensa de nuestra independencia, por la que ya han caído decenas de miles de cubanos y hemos corrido los mayores riesgos, como demostramos en Playa Girón y frente a todas las amenazas.

Guardaremos eterna lealtad al legado de José Martí y de Fidel Castro Ruz (Aplausos).

Señor Presidente;

Distinguidos representantes permanentes;

Estimadas delegadas y delegados:

Nuestro pueblo sigue con esperanza este debate. En su nombre, les solicito votar a favor del proyecto de resolución A/72/L.30, «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba».

Muchas gracias (Aplausos prolongados)

Exclamaciones de: «Viva Cuba!» «Cuba sí, bloqueo no!»


(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)
Fuente Granma.