lunes, 26 de marzo de 2018

Los bienes globales comunes y los intentos de EE.UU de asegurar su control



MSc Enrique R. Martínez Díaz
Investigador CIPI

Existen en este pequeño, superpoblado y amenazado planeta llamado por los integrantes de una cierta especie que lo puebla (que se considera a si misma sabia y racional, de ahí que se autodenomina SABIA: Homo Sapiens) La Tierra, un determinado número de organizaciones político-económicas, que agrupan a los seres humanos, denominados “estados”, las cuales están asentadas en distintas áreas geográficas que abarcan prácticamente toda la superficie terrestre del planeta, y una parte relativamente considerable de esa superficie que está cubierta por las aguas.

Existen, no obstante, áreas o dimensiones que no se encuentran bajo la jurisdicción o soberanía de estado alguno, y son, por lo tanto, patrimonio de toda la humanidad (asumiendo que nosotros, los seres humanos, nos hemos apropiado de todo el  planeta, donde existen seres vivos que moran en el mismo desde hace millones de años, y a los que pocos derechos reconocemos); estas a las que nos referimos, de acuerdo a lo que define la División de Convenciones y  Reforzamiento de la Ley del Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas, la ley internacional generalmente identifica como “Bienes Comunes Globales”, y que son cuatro:  La Alta Mar, la Antártida, el Espacio Exterior y el Ciberespacio.

LA ALTA MAR: la mayor parte de los océanos no están bajo la jurisdicción de ningún estado (al menos formalmente), aun cuando cierto país, que posee la mayor Marina de Guerra del mundo, adopte el papel de gendarme, “sheriff” o guardacostas planetario (pese a que el todopoderoso Congreso de esa misma nación se ha negado a ratificar la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, CONVEMAR o UNCLOS, según sus siglas en español o inglés respectivamente).

Esa CONVEMAR a la que hemos hecho referencia establece que el área marítima que no está bajo la soberanía de país alguno se denomina ALTA MAR,  o LA ZONA (en lo que se refiere a los fondos marinos), y en la misma existe plena libertad para los buques y aeronaves de todos los países del mundo de cruzarla libremente; en el caso de las riquezas que se encuentran en el fondo marino o en el subsuelo del mismo en dicha ZONA, la CONVEMAR establece  que su explotación por cualquier empresa, país o grupo de países debe ser aprobada por las Naciones Unidas, a través de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (International SeabedAuthority, ISA), y debe perseguir un beneficio común para la humanidad; no son propiedad de ningún estado, tal como establece el artículo 136 de la CONVEMAR.

En el caso de la ANTÁRTIDA, es el único continente no poblado (por seres humanos, ya que los pingüinos, leones marinos y otros seres lo pueblan hace millones de años; se dice que incluso los pingüinos emigraron desde África hace dos millones de años hacia la Antártida, por alguna razón desconocida por nosotros). Hasta el momento, solamente existen en ese helado continente una cantidad considerable de estaciones científicas de varios países, principalmente los más desarrollados, y siete naciones reclaman soberanía sobre grandes extensiones del mismo (fundamentalmente los países ubicados más al Sur del planeta, como Argentina, Chile, Australia, Nueva Zelanda, sin descontar que el Reino Unido, por su posesión de los archipiélagos de las Malvinas o Falkland, Georgia del Sur y Orcadas -en disputa con Argentina-, también reclama parte de la Antártida; igualmente Francia y Noruega también forman parte del grupo de reclamantes); varios tratados internacional han sido subscritos respecto a la Antártida y la preservación de muchas de las especies que lo pueblan; el más importante es el Tratado Antártico, firmado el 1 de Diciembre de 1959 y que entró en vigor en 1961; existe una denominada Secretaría del Tratado Antártico, que convoca las llamadas Reuniones Consultivas del Tratado Antártico,  que cuentan con 29 países considerados “parte consultiva”,  y 24 naciones considerados “partes no consultivas” (entre los que se incluye Cuba)·y además participan como observadores otras instituciones, como son el Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR), la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) y el Consejo de Administradores de los Programas Antárticos Nacionales (COMNAP);  además de  otras asociaciones, consideradas como expertos, en calidad de invitados tales como la Coalición Antártica y del Océano Austral (ASOC) y la Asociación Internacional de Operadores Turísticos en la Antártida (IAATO).

El ESPACIO EXTERIOR es considerado otro Bien Global Común, de acuerdo a las Naciones Unidas; claramente, hay  que tener en cuenta que, hasta el momento, no hay constancia o evidencia de la existencia de otras civilizaciones en el resto del universo, las cuales pudieran disputar a los seres humanos la posesión de cualquier parte de tal espacio. A nivel terrícola,  existe el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre o Tratado sobre el Espacio Exterior, cuyo nombre completo es Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, y que es un tratado que forma la base del Derecho internacional acerca del espacio (obviamente, a partir de las concepciones de los habitantes humanos de este planeta, o de algunos de ellos, para ser más precisos). El tratado quedó abierto a su firma en Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética el 27 de enero de 1967 y entró en vigor el 10 de octubre de 1967. De acuerdo a los datos disponibles, hasta el año 2015, 103 países han devenido partes del tratado, mientras que 24 han firmado el acuerdo pero no lo habían ratificado para esa fecha.

Pese a esto, se conoce o se supone que varias naciones, las más poderosas por supuesto, han planificado o realizado actividades de carácter militar en el Espacio Exterior, fundamentalmente el despliegue de satélites con capacidades de realizar acciones de inteligencia; además,  algunos de estos países incluso han ensayado o realizado derribo de satélites propios, para lo cual es necesario disponer de armas que puedan actuar en dicho espacio. A esto se debe sumar que cada vez con más frecuencia representantes de gobiernos de las principales potencias, o incluso en documentos oficiales de dichas naciones, se habla del desarrollo y eventual despliegue de sistemas de armas en el espacio exterior; por ejemplo, se puede recordar que en el programa conocido popularmente como “Guerra de las Galaxias” de la Administración del difunto presidente estadounidense Ronald Reagan, se hablaba del despliegue de armas láser y otras en el Espacio Exterior; más recientemente, en la Estrategia de Seguridad Nacional de los EE.UU. hecha pública en Diciembre de 2017, el “team” del actual inquilino de la Casa Blanca parece que tomará un camino similar (obviamente, acusando a los demás estados de desplegar armas en el espacio). La semana  anterior (13 de Marzo 2018), en la Base Aérea de Miramar, California, Mr. Trump alardeó sobre la creación de una “Fuerza Espacial”.

El otro elemento que se considera dentro de los Bienes Globales Comunes es el llamado Ciberespacio; es este el de más reciente desarrollo, pero en el mismo ya se han desarrollado acciones de diferente cariz por estados o agentes individuales o privados, contra instalaciones gubernamentales o de empresas particulares; esto se conoce con el nombre de “Hacking”. Igualmente, es el gobierno norteamericano la voz cantante acusando a otros países de actuar ilegalmente en el Ciberespacio, aun cuando se sabe que desde hace más de diez años existen en sus Fuerzas Armadas estructuras para actuar en ese dominio, el llamado Cyber Command.

Es conocido que los diferentes gobiernos de Estados Unidos han esbozado en diferentes documentos, fundamentalmente en las llamadas “Estrategias de Seguridad Nacional”, determinadas concepciones respecto aciertas áreas o dominios, incluidos los Bienes Globales Comunes a los que nos hemos relacionado anteriormente; además, incluyen como tales las rutas aéreas y marítimas internacionales. En un ejercicio muy propio de ellos,  utilizan definiciones como “dominios comunes” (tal como lo expresan en la página 40 de la ESN 2017), “espacios compartidos”, etc. Lo interesante es que el gobierno norteamericano, en virtud de lo que consideran su potestad o atribución dentro del “Liderazgo” que plantean ejercen a nivel mundial, se atribuyen la responsabilidad de velar por estos espacios o dominios, y amenazan con actuar, junto a  aliados y socios o  independientemente, contra aquellos que, según sus criterios, afecten sus intereses en tales dominios.

Siendo conocido que el gobierno norteamericano representa, ante todo, los intereses de las grandes empresas transnacionales (incluso, y casi siempre, por encima de los del propio pueblo de esa nación),  resulta extremadamente sospechosa tal actitud; poco se beneficiará el 99% de la población del planeta de ese interés norteamericano, que, como es conocido, desconoce las potestades de las instituciones internacionales cuando lo cree necesario (recordar cuando el presidente George W. Bush ordenó invadir Irak en 2003, desoyendo los informes de instituciones de la ONU que  afirmaban la no existencia de armas de destrucción masiva en el país medio-oriental; después,  ni siquiera se disculpó el “imperator” residente en Washington). Si a esto sumamos que actualmente ocupa ese puesto en la Casa Blanca alguien con una “enorme experiencia” internacional como Mr. Donald J. Trump, la situación es mucho peor.

Es indudable que, ante el ascenso de la República Popular China como potencia económica y militar a nivel mundial, la recuperación de la Federación Rusa, y el surgimiento de otros actores globales de importancia, los  representantes de la hasta hace poco “única superpotencia” ven comprometido su dominio a nivel planetario, y por lo tanto, tratan de afianzar o retener el control sobre importantes fuentes de recursos mundiales.

Para que toda la humanidad, y no un grupo de privilegiados, se beneficie del empleo racional de los recursos del planeta que habitamos, y se eliminen todos los males que aquejan a sus habitantes, en un mundo cada vez más interconectado, y aquejado de diferentes calamidades, incluyendo el Cambio Climático, sería bueno se cumplieran estas palabras de nuestro eterno Comandante en Jefe Fidel Castro :Para que la globalización haga realidad su enorme potencial de beneficio para la humanidad, necesita ser acompañada por un nuevo orden mundial, justo y sostenible, que incluya la participación de los países del Tercer Mundo en la toma de decisiones globales”.

BIBLIOGRAFIA

Castro Ruz, Fidel. Mensaje a los participantes en la Reunión Ministerial del Grupo de los 77. LA HABANA, 19 de Septiembre de 1999 (http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1999/esp/f190999e.html )
Convención de las Naciones Unidas sobre Derechos del Mar.MontegoBay, 10 de Diciembre de 1982 (www.un.org/depts/los/convention_agreements/texts/unclos/convemar_es.pdf)

Global Commons. Division of Law Enforcement and Conventions, United Nations Environment Programme (http://www.unep.org/delc/Default.aspx)

Secretaria del TratadoAntártico(https://www.ats.aq/index_s.htm)
The White House.The National Security Strategy of the United States of America.   Washington, December 2017 (https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf)


lunes, 19 de marzo de 2018

Economía y Política 3, Escritos coyunturales 2014[1]



Por Ernesto Molina Molina.[2]

Julio C. Gambina,[3]reúne en este tercer libro[4] un grupo de artículos publicados en el blog del autor y en otros medios durante el 2014.

El libro está dividido en cinco partes. Una remite al marco internacional y regional. Otra a la temática local nacional. La tercera relativa a la situación de los trabajadores y trabajadoras. La cuarta a posicionamiento y debates políticos. La quinta reúne declaraciones y temas generales.

Parte I: América Latina en el mundo.

América Latina es el gran laboratorio de cambio político en el mundo, con procesos interesantes para reflexionar sobre la situación mundial y la crisis sistémica del capitalismo. Aquí el autor debate acerca del rumbo económico de la región, muy especialmente cuando empieza a cambiar la situación económica y el interés se asocia al contenido de la política económica, sea para consolidar la estructura económica social o para modificarla en un sentido alternativo, anticapitalista. Precisamente, el autor destaca las diferencias esenciales entre dos tipos de políticas sociales macroeconómicas: las políticas sociales compensatorias o para la dominación; y las políticas sociales alternativas o contra hegemónicas.

Pudiera pensarse superficialmente que el periodismo económico y político no aporta nada al conocimiento científico. Cuando se trata de un autor como Julio Gambina, este no es el caso. Vale la pena, por ejemplo, presentar su aclaración sobre las diferencias esenciales entre otros dos conceptos: seguridad alimentaria y soberanía alimentaria:

La seguridad alimentaria parte de una concepción de resolución del problema desde arriba, en general a cargo del Estado y sin cuestionar el modelo productivo del agro negocio que hoy impera en el sistema mundial. El concepto apela a las políticas públicas para asegurar alimentación a la población, sin cuestionar el modelo de producción ni losprincipales beneficiarios del modelo, por casolas transnacionales de la alimentación o la biotecnología. Mientras que la soberanía alimentaria es producto de la lucha de los pueblos, los trabajadores, los campesinos, los indígenas. Es una categoría creada por el movimiento popular campesino a fines del siglo XX, cuando la Vía campesina despliega su lucha contra la incorporación de la Agricultura en las negociaciones de la OMC. No solo significa que los pueblos deciden qué comer, sino cómo se produce y quien lo produce. También implica la lucha por la tierra (reforma agraria popular), el agua o las semillas.[5]

Se analiza el papel de China que ha pasado a ser un socio importante en América Latina, en las áreas comercial, económica y financiera y con ello a intervenir en el modelo productivo y de desarrollo, especialmente desde la lógica de los países emergentes, categoría que se discute asociada a los BRICS. El tema es importante porque la interdependencia que se desarrolla entre América latina y China es parecida a la que se ha tenido con el “Norte”, es decir, China aporta productos industriales y América latina intercambia minerales, y en general, productos básicos. Por tanto, hay que mejorar estratégicamente esa interdependencia económica, para que sea favorable para ambos socios del “Sur”.

Siempre está el análisis de la situación en Argentina, inserta en la región latinoamericana y caribeña, como parte de la disputa mundial en tiempos de transnacionalización. Y así como Marx tomó a Inglaterra como el mejor campo de estudio para analizar el sistema capitalista en la forma más desarrollada de su tiempo, hoy es necesario estudiar el capitalismo nacional en cada región y país, por aquello del desarrollo desigual del capitalismo.

Parte II: Argentina: deuda y finanzas.

El debate sobre el endeudamiento público de Argentina resulta fundamental para el autor, no sólo por la prédica gubernamental relativa al des-endeudamiento, sino por el carácter condicionante que adquiere la deuda pública respecto de la política económica.

¿Cómo afecta la deuda pública a la economía real? La deuda pública implica que los acreedores del Estado están autorizados a percibir ciertas sumas sobre la masa de los impuestos públicos.Las riquezas que aún no han sido producidas ya están comprometidas para ser entregadas a los acreedores del Estado.Adquiere mayor relevancia el conflicto de Argentina con la justicia en EE.UU y los llamados fondos buitres, que agregó en este tiempo nuevos problemas a la inserción internacional del país, por lo que es relevante seguir el proceso de esa conflictividad y la lógica de la búsqueda de consenso social para la cancelación de la deuda y la búsqueda de condiciones para la reinserción de Argentina en el mercado financiero mundial.

En esta parte se pretende trabajar la evolución del conflicto asociado a la deuda pública y otros problemas estructurales como el déficit energético y el papel de la empresa petrolera de gestión estatal. Es bueno anotar el nuevo impacto de la política energética de Estados Unidos en la región. La crisis energética mundial incentivó al gobierno de Barak Obama a articular una política energética que provocara la caída del precio del petróleo, como arma para garantizar su seguridad energética, y al mismo tiempo, debilitar a sus adversarios productores de petróleo (Venezuela, Irán, Rusia, etc), mediante la extracción de petróleo de esquistos con la tecnología de fractura hidráulica.

En el período previo a la crisis del 2008, el petróleo que se importaba  representaba casi el 55% del consumo de EE.UU. Los precios del petróleo se duplicaron entre 2001 y 2006; los precios del petróleo aumentaron otro 50% entre 2006 y 2008. En 2008, el alza vertiginosa de los precios del petróleo causó una caída del valor del dólar y provocó un deterioro del déficit comercial de mercancías de EE.UU., que alcanzó $ 840 mil millones.

Parte III: Salarios, precios, empleo.

Salarios, precios y ganancias son el eje de esta parte, donde la inflación y los debates relativos a sus mediciones y al impacto diverso en la población constituyen un tema relevante de la coyuntura local. Varios de los argumentos están pensados en la lógica del conflicto de los trabajadores por defender el ingreso salarial afectado por la evolución de los precios. Se trata de considerar el variado impacto de la política de ingresos, del tipo de cambio y el conflicto ante la lucha por la distribución del ingreso y la riqueza. El autor destaca como punto importante la devaluación de la moneda, acontecimiento que definió el año político y económico y condicionó la disputa política en el campo económico.

Como autor  de esta reseña, quiero añadir un comentario que ayude al lector a interpretar mejor el debate antes señalado.

Un país que compite internacionalmente, mediante el mejoramiento de la productividad, tendencialmente revalúa su moneda. Téngase en cuenta que el patrón oro desapareció desde los años 30 y las monedas son fuertes o débiles en dependencia de sus capacidades productivas nacionales, más que por las reservas en oro que posean dichos Estados. 

Los países subdesarrollados devalúan sus monedas porque compiten básicamente mediante altas tasas de explotación e inflación. El aumento de la explotación es el antídoto de los países subdesarrollados contra la competencia tecnológica frente a los países desarrollados. Una alta tasa de inflación en el país subdesarrollado conduce a un salario real bajo. La inflación no aumenta la producción ni el valor, pero sí reduce el salario real, como regla.

Un empresario capitalista de un país subdesarrollado con alta inflación, al vender al extranjero, pierde competitividad, a menos que dicho Estado nacional deprecie la moneda. Gracias a la depreciación se obtiene menos moneda internacional, es decir, menos valor internacional. Ello equivale a reducir los precios de sus mercancías en el exterior. 

No es casual que siempre los países subdesarrollados firmen acuerdos con el FMI en los cuales están obligados a combinar fuertes reducciones en los gastos de bienestar social con una drástica depreciación. Mediante la inflación los capitalistas obtienen más plusvalía absoluta y mediante la depreciación pueden vender a precios competitivos en el mercado internacional.

Parte IV: Economía y Política.

El autor aborda diversos temas que incluyen aspectos coyunturales y estructurales de la organización económica de la sociedad argentina en el corto y largo plazos. Analiza como punto de inflexión el golpe de estado en 1976 y su incidencia en el cambio estructural de la economía local, que trasciende hasta el presente con la consolidación del modelo productivo y de desarrollo que alimenta la extranjerización económica.

Los vínculos con China, nuevo socio en el marco de la diversificación de las relaciones internacionales aparece como tema de interés para proyectar el presente y el futuro de la inserción global del país. La polémica incluye la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué es más realista, luchar por el socialismo o por el capitalismo nacional?

¿Existe acaso la posibilidad real − con un modelo de capitalismo nacional − de lograr una interdependencia económica favorable al desarrollo de los países del Sur en sus vínculos comerciales y financieros con los países del Norte? ¿no será más posible con un Estado socialista, legítimo representante de los intereses de su pueblo?

Según la teoría neoliberal, la interdependencia, los nexos tecnológicos en la esfera de las materias primas, los recursos energéticos y los vínculos económicos que se desprenden de la división internacional del trabajo son favorables a los países en desarrollo respecto de los estados imperialistas.La realidad histórica demuestra lo contrario: la tal llamada “interdependencia"  realmente es dependencia socioeconómica y tecnológica de los países subdesarrollados a los países del “Norte”.

El camino para lograr la interdependencia económica Sur-Sur es necesariamente una prioridad estratégica. De allí la importancia de impulsar las relaciones de colaboración económica entre los países de América Latina y el Caribe; y en general la cooperación Sur-Sur; con vistas a elevar la capacidad de negociación con el Norte. 

Parte V: Declaraciones y acontecimientos.

Esta última parte recoge posicionamientos colectivos en los cuales el autor intervino con aportes esenciales o con su adhesión a pronunciamientos colectivos. Se abordan también cuestiones generales.

Libros como éste, de un autor comprometido con la causa de los trabajadores, constituyen un buen ejemplo de aquello de que nos hablara Martí sobre la necesidad de las trincheras de ideas para enfrentar las ideas del enemigo, pues el lector podrá apreciar artículo tras artículo, como se utiliza cotidianamente el arma de la crítica hacia aquellos que intentan y logran a menudo la desmovilización y desorganización social, de buena parte de la sociedad, y por tanto, hay que rehacer, una y otra vez, la movilización y organización social de resistencia y de combate.

Notas:
 

[1] Julio C. Gambina, Economía y política 3, Escritos coyunturales para comprender problemas estructurales 2014, Finanzas públicas, modelo  productivo y desigualdad, ©FISyP, Fundación  de Investigaciones Sociales y Políticas, Montevideo.

[2] Miembro Titular de la Academia de Ciencias de Cuba; Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” y Presidente de la Sociedad Científica de Pensamiento Económico y Economía Política de la ANEC.

[3]Julio C. Gambina, Doctor en Ciencias Sociales, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), presidente de la Fundación  de Investigaciones Sociales y Políticas (FISyP),integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) entre 2006 y 2012. 

[4]El autor es un excelente comunicador, como profesor y escritor periodístico, logra trasmitir en forma breve los acontecimientos que comenta con rigor teórico, si bien, no corresponde en artículos y ponencias breves, hacer una fundamentación científica profunda, sino exponer lo esencial; y en todo caso, aquel lector que responda a los intereses populares  de lucha, se motivará por hallar respuestas más acabadas. 

[5]Julio C. Gambina, Economía y política 3, Escritos coyunturales para comprender problemas estructurales 2014, Finanzas públicas, modelo  productivo y desigualdad,  p. 13, ©FISyP, Fundación  de Investigaciones Sociales y Políticas, Montevideo. (El subrayado es nuestro).

viernes, 2 de marzo de 2018

Un siglo de teoría de las Relaciones Internacionales. Selección de temas y lecturas diversas[1]



Por Ernesto Molina Molina.[2]

El autor de este libro, Leyde E. Rodríguez Hernández, es Licenciado en Relaciones Internacionales (1992, La Habana), cursó el Diplomado en Estudios Sociales (2007, La Habana), realizó la Maestría en Historia Contemporánea (2001, La Habana), hizo su doctorado en Ciencias Históricas (2002, La Habana).

Sus conocimientos académicos los ha podido ejercer en diversas misiones diplomáticas: República Democrática del Congo y República Francesa, como Consejero y Segundo Jefe de la Misión. Es autor de varios libros, todos relacionados con la política internacional: La defensa antimisil de los Estados Unidos, Editorial Publibook, París, 2011; De Truman a Obama: Poder, Militarismo y estrategia antimisil de los Estados Unidos e Insurrección de la Palabra: Crónicas de Política Internacional, ambos de la Editorial Letra Viva, La Florida, Estados Unidos, 2013. Actualmente se desempeña como Vicerrector de Investigación y Postgrado en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García.


Con 203 páginas, esta obra se compone de una introducción, 5 capítulos, un glosario de los principales conceptos y definiciones y la bibliografía.

En la introducción, el autor destaca como propósito principal el carácter docente y la utilidad que pueda tener, por tanto, este texto, para estudiantes de la carrera de Relaciones Internacionales, pero también para un público amplio, en un país como el nuestro, tan ávido de conocimiento de los hechos políticos internacionales que tanto afectan a toda la humanidad; y especialmente a Cuba.

El primer capítulo está destinado a esclarecer someramente la complejidad de la disciplina de las Relaciones Internacionales, tema que se ampliará en los sucesivos capítulos; pero que aquí, al menos, se explica su surgimiento como ciencia en el siglo XX; y cobra especial importancia en el XXI. Se explica por qué el desarrollo económico y científico tecnológico han ejercido un papel fundamental en las relaciones internacionales. Y se presentan algunas características de la interdisciplinariedad en el seno de las ciencias sociales a lo interno de las Relaciones Internacionales como ciencia política.

El segundo capítulo muestra los antecedentes históricos del objeto de estudio de esta ciencia, antecedentes remotos algunos de ellos, asociados a tradiciones o líneas de pensamiento anteriores al marxismo; los debates epistemológicos que fueron enriqueciendo el tema; las distintas tendencias que se originaron a lo interno de la corriente liberal, según el énfasis de sus postulados; y finalmente, la crisis paradigmática en La Teoría de las Relaciones Internacionales.

El tercer capítulo aborda ya en la contemporaneidad el sistema de relaciones internacionales; cómo ha evolucionado la sociedad internacional; la necesidad de concebir las relaciones internacionales como un sistema; y las características de ese sistema internacional. Se pormenorizan los factores constitutivos de las relaciones internacionales; Y se entra de lleno en el surgimiento del capitalismo y su sistema internacional moderno. Se destaca en este capítulo la teoría del sistema mundo en uno de sus exponentes más lúcidos: Inmanuel Wallerstein.

Este tercer capítulo es central en este libro, pues esclarece aspectos novedosos en la disciplina de Relaciones internacionales, como es identificar los actores que participan en la arena internacional, si bien se reconoce que el tema es polémico; como lo es la conceptualización del liberalismo transnacionalista y la “sociedad civil” internacional. Y, sobre todo, se presenta el análisis complejo de los procesos reguladores del sistema internacional y el debate entre neorrealistas, marxistas y teóricos del sistema mundo.

El cuarto capítulo está destinado al tema de la política exterior de los estados. Se trata también de un tema controvertido. Lo primero es esclarecer su concepto y su lugar como subcampo de la teoría internacional. El debate se realiza entre el neorrealismo y otros paradigmas. Se trata también de un capítulo amplio, pues aborda los factores condicionantes y determinantes de la política exterior; la configuración de las superpotencias, las grandes potencias y las medianas potencias; la relación entre Geografía y el poder político; y, por tanto, el enfoque geopolítico como variante del paradigma realista. Un tema de la mayor importancia en este capítulo es la interacción dialéctica entre política interna y exterior; así como el proceso de toma de decisiones en política exterior y los instrumentos principales de la política exterior.

Y finalmente, y a la luz del siglo XXI, el capítulo 5 aborda el tema del sistema internacional en transición, lo cual supone entrar de lleno en los problemas globales que amenazan a la humanidad. Ello implica el análisis del conflicto y el cambio social a escala mundial, tema escabroso y decisivo porque en el devenir de las Relaciones Internacionales siempre la paz o la guerra han sido la alternativa más conflictiva. Y hoy esa alternativa nos remite a un “Armagedón bíblico”: a la problemática de las armas de exterminio; a la carrera de armamentos; o, por el contrario, si prevaleciera la sensatez y la responsabilidad, que se lograra el desarme y el desarrollo. Pero todo parece indicar que eso solo será posible por el camino revolucionario a escala de las relaciones internacionales.

La bibliografía incluye a autores clásicos en el tema de las Relaciones Internacionales, muchos de ellos en franco debate, reflejando unos, los intereses de los Centros de Poder o lo que hoy se ha dado en llamar el “Norte”; mientras otros autores, asociados lo que llamara Gramsci, las clases subalternas, lo que hoy se ha dado en llamar el “Sur”.

Como quiera que el reseñador de este libro presenciara a lo largo de varios años los debates amistosos, pero apasionados, de dos profesores muy reconocidos de nuestro claustro del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (Roberto González y Carlos Alzugaray), muy recordados por Leyde Rodríguez en la Introducción y en la bibliografía, me arriesgo a introducir de nuevo el debate, como estímulo al desarrollo de esta ciencia política especial. Y propongo el siguiente problema científico:

¿Hasta qué punto el Marxismo de Antonio Gramsci puede contribuir a enriquecer teórica y metodológicamente la disciplina de Relaciones Internacionales?

Las concepciones, los comportamientos y el patrimonio de conocimiento de las élites, divergen de los del “pueblo”. Ahora bien, desde esta perspectiva, el pueblo puede entenderse como el conjunto de las clases instrumentales y subalternas; o sea, dominadas, portadoras de una visión del mundo y de la vida, y de una manera muy precisa de actuar en ese mundo.

Se trata de una visión y de una manera que están en oposición y competencia, con la visión y la práctica que pertenece a las clases sociales dominantes y culturalmente hegemónicas.

En la concepción de Gramsci, la sociedad se presenta como un conjunto de aparatos que cumplen funciones destinadas a asegurar la estabilidad del poder y su perpetuación. Un aparato es la Iglesia; otro, la escuela; otro, el Estado.

Cada uno de ellos tiene un papel asociado al cumplimiento de funciones distintas. Según esta forma de análisis, cada clase en el poder se mantiene apoyándose en la coerción gracias al control de los aparatos oficiales del Estado (ejército, policía, burocracia, tribunales, etc.), o a nivel de los aparatos privados (violencia privada). Queda que la clase dominante no podría mantenerse en el poder sin recurrir al consenso de los grupos sociales auxiliares o aliados.

De hecho, la sociedad política, o el aparato del Estado, no es sino uno de los aspectos del Estado mismo.

El segundo aspecto, o sociedad civil, reagrupa a los diferentes aparatos ideológicos (religioso, político, escolar, etc.), gracias a los cuales la clase fundamental (la que tiene un papel dominante en una sociedad dada) establece su hegemonía sobre la totalidad, o sobre la mayor parte de los demás grupos sociales.

El Estado, tal como Gramsci lo concibe, coincide estructuralmente con el conjunto de la sociedad política más la sociedad civil, y con la función de dominación (ordenada por los aparatos represivos correspondientes) más la función hegemónica (asegurada por los aparatos ideológicos correspondientes).

La coherencia de estas diferentes organizaciones descansa en su contribución común al mantenimiento de la dominación y de la hegemonía de la clase fundamental.

Por esa razón, el estatuto jurídico distinto de esas organizaciones (sean públicas o privadas) resulta menos importante que su función.

En el campo ideológico, por ejemplo, el aparato religioso, el aparato político, los órganos periodísticos y de información, internet, redes, etc., por lo general son ampliamente gestionados por “organizaciones privadas”; pero, desde el punto de vista de su función, esa naturaleza privada no los hace diferentes de las organizaciones pertenecientes al Estado.

Queda que la autonomía de los aparatos ideológicos es, sobre todo, la consecuencia de su función hegemónica. Ahora bien, si la esfera de la sociedad civil es más autónoma que la estructura social de la sociedad política, es, por tanto, a nivel ideológico, mucho más que a nivel político o represivo, que se expresa la influencia del pasado, la conservación de las castas intelectuales y de las ideologías heredadas de sistemas culturales desaparecidos.

La conservación y la influencia de esos sistemas refuerzan la autonomía de todas las superestructuras, las cuales se perpetúan en desfase con respecto a la evolución de las estructuras políticas y económicas existentes. Precisamente por esa relativa autonomía de la ideología con respecto a las estructuras sociales y políticas, se necesita hacer una distinción entre los aparatos políticos y los aparatos ideológicos propiamente dichos.

De ahí que sea necesario comprender que la Iglesia, pero también la ciencia y las clases intelectuales, cumplen una función ideológica, mientras el Estado y sus aparatos cumplen una función de dominación.

En resumen, en el funcionamiento de un Estado y de sus aparatos, dos funciones resultan fundamentales. Por un lado, la función de la dominación, y por otro, la función de hegemonía. La primera supone el control de las instituciones represivas; la segunda, el control del poder cultural sobre los aparatos ideológicos.

Es decir, control de las formas de saber, y de sus circuitos de trasmisión a través de la escuela, la prensa, los medios, la universidad, la política, etc. Por esta razón, para Gramsci, el control de los aparatos culturales se presenta como una apuesta mayor para las fuerzas progresistas; en especial, para los grupos de intelectuales orgánicos a las necesidades y aspiraciones de las masas populares.

Llama la atención de que José Martí pusiera por delante las “trincheras de ideas” sobre las “trincheras de piedras”. Y si en el capítulo 3 se introduce el tema de la sociedad civil internacional, valdría la pena acudir a Gramsci como premisa teórica para enriquecer la ciencia de las Relaciones Internacionales, en una gran diversidad de temáticas en el campo de la ideología política internacional.

Notas:

[1]Leyde E. Rodríguez Hernández, Editorial Universitaria Félix Varela, La Habana, 2017.




[2] Miembro Titular de la Academia de Ciencias de Cuba; Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” y Presidente de la Sociedad Científica de Pensamiento Económico y Economía Política de la ANEC.