domingo, 10 de junio de 2018

ESTADOS UNIDOS: OUR WOMAN IN HAVANA. COMENTARIOS DE NESTOR GARCÍA ITURBE



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Por Néstor García Iturbe.

Walter Lippmann, de CubaNews, me solicitó hiciera unos comentarios sobre el libro de la ex embajadora Vicki Huddleston sobre las vinculaciones que la misma había tenido con Cuba durante su carrera diplomática.

Este libro es distribuido por AMAZON  BOOKS y la idea era mostrarle a los posibles compradores los criterios de un académico cubano sobre el mismo,
Quizás mis criterios despierten la curiosidad de muchos, pues estos se diferencian de los que han dado otros diplomáticos, académicos y autores estadounidenses.
OUR WOMAN IN HAVANA
 Autor: VICKI HUDDLESTON
The Overlook Press, New York. N.Y. 2018
Comentarios del Dr. Néstor García Iturbe

El primer comentario sobre este libro se refiere a lo que  tiene impreso en la cubierta pues se anuncia como “a diplomat´s  chronicle of America´s long struggle with Castrós Cuba”, lo cual no refleja la realidad de lo que se expone en el libro.

La parte 1 del mencionado libro relata la estancia de Vicki Huddleston en la oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado a partir de 1989 hasta 1993. Al referirse a esa etapa el autor ha dejado de tomar en consideración 30 años de agresiones de Estados Unidos hacia Cuba, lo que incluye el inicio y fortalecimiento del bloqueo económico, la invasión por Bahía de Cochinos, la Crisis de los Misiles y miles de actividades terroristas y sabotajes  que durante esos treinta años Cuba sufrió. Esa es en realidad una parte importante de  “Americás long struggle with Castro´s Cuba.”

Lo correcto hubiera sido que en la cubierta apareciera que la crónica a la que se hace referencia e solamente a partir de 1989, pues en la forma en que está redactado parece que fuera durante todo el período desde el inicio de la Revolución Cubana.

En el primer capítulo nos da una muestra de la alianza del gobierno estadounidense con lo peor del exilio cubano, principalmente con la Fundación Nacional Cubano Americana y con los Hermanos al Rescate mostrando estos últimos como una organización casi filantrópica dedicada  rescatar balseros, cuando la misma en repetidas oportunidades violó el espacio aéreo cubano para lanzar propaganda y artefactos explosivos.

 La propia autora relata que siendo funcionaria del Departamento de Estado, en algunas de esas violaciones del espacio aéreo cubano viajó como pasajera en uno de los aviones. Una muestra de algo que supuestamente no debe hacer un funcionario oficial del gobierno estadounidense.

En su libro la señora HUDDLESTON trata de describir, según ella, el régimen policiaco en que se vive en Cuba especialmente organizado por la Seguridad del Estado, que según ella no le pierde movimiento alguno a los diplomáticos.

Partiendo de que la autora estuviera totalmente convencida de lo que dice, pudiéramos calificar de ingenuo lo que describe durante la visita a Cuba del Gobernador George Ryan.

Plantea que durante la estancia del mismo preparó una reunión a la que asistieron distintos embajadores, varios de los llamados “disidentes” y que para poder hablar libremente, al terminar la comida que ofreció en su casa, esperó a que los sirviente abandonaran la habitación donde estaban reunidos para comenzar los testimonios y opiniones de cada uno.

¿Si la seguridad cubana tiene un control tan amplio y eficiente, cuantos micrófonos habría en el local seleccionado por la señora HUDDLESTON para efectuar la reunión secreta?

La injerencia en los asuntos internos de Cuba también es reconocida por la ex embajadora, cuando en una reunión con Collin Powell, le relataba como  realizaba acciones con  grupos disidentes, bibliotecas privadas y  periodistas independientes, agregando que si tuvieran mas recursos harían mucho mas actividades.

¿Cuál sería la actitud del gobierno de Estados Unidos si Cuba u otra nación comenzara a fomentar la oposición con el propósito de derrocar el régimen establecido? ¿Es esa la actitud correcta de un diplomático que representa a su país ante otro?

El libro, al menos, recoge las maniobras y actividades realizadas por Estados Unidos contra Cuba con el fin de destruir la Revolución Cubana.

Un verdadero compendio de ilegalidades, maniobras sucias, violaciones a lo establecido en el Derecho Diplomático, conspiraciones e injerencia por parte de Estados Unidos en los asuntos internos de  Cuba.

El mejor titulo para el libro “Our crook in Havana”.

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REVIEW: Vicki Huddleston’s Cuba memoir

Our Woman in Havana by Vicki Huddleston

Comments by By Dr. Néstor García Iturbe
Translated and edited by Walter Lippmann for CubaNews
https://walterlippmann.com/review-vicki-huddlestons-cuba-memoir/
 
The first commentary on this book refers to what is printed on the cover as it is announced as “a diplomat´s chronicle of America´s long struggle with Castrós Cuba”, which does not reflect the reality of what is presented in the book.
Part 1 of the book recounts Vicki Huddleston’s stay at the State Department’s Office of Cuban Affairs from 1989 to 1993. In referring to this stage, the author failed to take into account 30 years of aggression by the United States against Cuba, including the beginning and strengthening of the economic blockade, the invasion by the Bay of Pigs, the Missile Crisis and the thousands of terrorist activities and sabotage that Cuba suffered during those thirty years. That’s actually an important part of “Americás long struggle with Castro´s Cuba.”
The correct thing would have been for the cover to show that the chronicle to which reference is made only from 1989 onwards, since in the way it is written it seems to have been written to cover the whole period since the beginning of the Cuban Revolution.
In the first chapter she gives us a sample of the alliance between the U.S. government with the worst of the Cuban exiles, mainly with the Cuban American National Foundation and the Brothers to the Rescue [BTTR]. It presents the latter as an almost philanthropic organization dedicated to rescuing rafters, when it repeatedly violated Cuban airspace to launch propaganda and explosive devices.
The author herself reports that, as a State Department official, in some of these violations of Cuban airspace, she travelled as a passenger on one of the BTTR planes. This is an example of something that an U.S. government official is not supposed to do.
In her book, Mrs. Huddleston tries to describe, according to her, the police regime in Cuba, especially organized by the State Security, which she says does not miss any movement of foreign diplomats.
Assuming that the author was totally convinced of what she said, we could describe what she sees as naïve during Illinois Governor George Ryan’s visit to Cuba.
She states that during his stay she prepared a meeting attended by various ambassadors, and several of the so-called “dissidents”. And that in order to be able to speak freely, at the end of the meal she offered in her home, she waited for the servants to leave the room where they were gathered to begin the testimonies and opinions of each of them.
If Cuban security has such a broad and efficient control, how many microphones would there be in the premises selected by Mrs. Huddleston to hold the secret meeting?
The interference in Cuba’s internal affairs is also recognized by the former ambassador, when in a meeting with Colin Powell, she told him how she carried out actions with dissident groups, private libraries and independent journalists, adding that if they had more resources they would do much more.
What would be the attitude of the U.S. government if Cuba or another nation were to begin to foment opposition for the purpose of overthrowing the established regime? Is that the right attitude of a diplomat representing his country to another?
The book, at least, gathers the maneuvers and activities carried out by the United States against Cuba in order to destroy the Cuban Revolution.
A true compendium of illegalities, dirty maneuvers, violations of diplomatic law, conspiracies and interference by the United States in Cuba’s internal affairs.
A better title for the book would have been “Our Crook in Havana”.

GRUPO EL HERALDO  sarahnes@cubarte.cult.cu


domingo, 3 de junio de 2018

La política de los Estados Unidos hacia Cuba durante el gobierno de Trump[1]

Por Roberto M. Yepe[2]
Desde inicios de la década de los años sesenta del siglo pasado, el núcleo central de la política de los Estados Unidos hacia Cuba ha sido un bloqueo económico, comercial y financiero que, por su alcance y duración, no parece tener precedentes en la política estadounidense hacia ninguna otra nación del mundo. En esencia, se ha tratado de una guerra económica permanente. El objetivo confeso de esta política es hacer la vida de los cubanos lo más miserable posible y, por esa vía, destruir el sistema económico, social y político erigido en Cuba a partir de 1959 para asegurar la plena independencia, la soberanía y el mayor grado posible de justicia social.
Sin embargo, en su determinación de poner fin al proceso revolucionario cubano, el gobierno estadounidense no se ha limitado al bloqueo. Se ha valido además de una  panoplia de instrumentos y acciones agresivas y hostiles muy amplia, que ha incluido la organización de una invasión mercenaria, el terrorismo de Estado (lo que el propio gobierno estadounidense concibe como State Sponsors of Terrorism, para designar a otros países), los atentados contra dirigentes políticos cubanos y la amenaza –con altas y bajas según la coyuntura internacional, pero siempre latente- de una acción militar directa y masiva como posible respuesta a las más disímiles causas que eventualmente pudieran utilizarse como pretextos.
El 17 de diciembre de 2014, el presidente Barack Obama anunció un cambio de política como resultado de negociaciones desarrolladas con el gobierno cubano, consistente en el restablecimiento de relaciones diplomáticas y el inicio de un proceso de normalización de relaciones. Este giro incluyó la revocación de la siempre injustificada designación de Cuba como un Estado patrocinador del terrorismo (una decisión de la mayor relevancia para la seguridad nacional cubana) y propició un significativo incremento de los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba, así como de los intercambios y de las interacciones cooperativas entre los gobiernos y las sociedades de ambos países en los más diversos sectores. Durante el corto período de un poco más de dos años que restaban al gobierno demócrata, en cinco ocasiones los departamentos del Tesoro y de Comercio adoptaron medidas flexibilizadoras del bloqueo en cuestiones relativas a los viajes, las remesas, el comercio, las telecomunicaciones y los servicios financieros (Sullivan, 2018).
En un balance histórico, el cambio positivo que significó la política desarrollada por el gobierno de Obama desde diciembre de 2014 no debería ser subestimado, al margen de cualquier discusión sobre sus motivaciones y objetivos políticos finales. La mejor demostración de eso son las acciones y la postura actual del gobierno de Trump hacia Cuba. El hecho de que, como lo hizo Obama, un presidente estadounidense haya abogado por la eliminación incondicional del bloqueo (que requiere la aprobación congresional), así como que haya proclamado solemnemente en una directiva presidencial que la política hacia Cuba no buscaría imponer un cambio de régimen y que corresponde al pueblo cubano tomar sus propias decisiones sobre su futuro, no tiene precedentes históricos, al menos en el período posterior a 1959. Aunque se tratara de hechos declarativos, sin duda constituyeron posicionamientos de gran trascendencia simbólica que, en términos prácticos, creaban una restricción político-moral sobre el comportamiento de los órganos y agentes ejecutores de la política hacia Cuba. Estos importantes avances se han perdido con el gobierno de Trump, que ha modificado de una manera muy negativa su relación con el gobierno cubano. En pocas palabras, con el gobierno de Trump se ha restaurado la política de mantenimiento del bloqueo y de cambio de régimen en Cuba, la cual no puede tener otra respuesta que la exigencia del más irrestricto respeto a la soberanía cubana que, vale recordar, es un imperativo constitucional[3].
En el mes de junio de 2017, el presidente Donald Trump anunció una nueva política para congelar y revertir parcialmente el proceso de normalización de relaciones. Pero, más allá del contenido y el alcance de las medidas concretas adoptadas, quizás lo más importante fue la manera en la que se orquestó este anuncio, en un teatro miamense convertido en una especie de circo romano para reoxigenar a los sectores más cavernarios, batistianos y revanchistas de la emigración cubana y de la derecha estadounidense anticubana, los cuales habían visto cerrarse su acceso a la Casa Blanca y que parecían haber perdido gran parte de su capital político durante el gobierno de Obama. Se trató de un espectáculo insultante para la gran mayoría de los cubanos, que consagró la postura y el estilo adoptados por Trump contra Cuba desde su etapa final como candidato, en septiembre de 2016, mediante una metamorfosis camaleónica, reafirmada poco después de su elección mediante un repudiable tweet en ocasión del fallecimiento de Fidel Castro.
Desde el punto de vista práctico, la nueva política anunciada por Trump incluye, entre sus aspectos más significativos, un conjunto de regulaciones destinadas a perjudicar la economía cubana, como la prohibición de transacciones con compañías vinculadas a instituciones militares cubanas, según un listado emitido por el Departamento de Estado, y el incremento de las restricciones a los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba.
Pero lo más importante se produjo después, en el terreno político-diplomático. En lo que fue presentado como una respuesta a supuestos “ataques acústicos” que habrían afectado la salud de algunos miembros de su personal en la Embajada de los Estados Unidos en La Habana, el Departamento de Estado ordenó la retirada de una buena parte de dicho personal y expulsó a 15 funcionarios de la Embajada cubana en Washington, a pesar de que oficialmente al gobierno estadounidense no le ha quedado más alternativa que reconocer que no posee ninguna evidencia sobre algún tipo de responsabilidad del gobierno cubano por los supuestos hechos. Estas injustificadas medidas de represalia son coherentes con el objetivo principal de congelar y revertir en toda la medida posible el proceso de normalización de las relaciones bilaterales, barriendo así con cualquier impronta o legado del gobierno de Obama, lo que es un rasgo compulsivo del gobierno de Trump, de manera general, tanto en el plano de la política doméstica como de la política exterior. Por otra parte, estas acciones hacen más cercana una eventual decisión de romper las relaciones diplomáticas y propiciar así un proceso de escalamiento en el nivel de agresividad contra Cuba.
De otro lado, esta situación ha autilimitado severamente la labor político-diplomática y la capacidad de influencia de la Embajada estadounidense en Cuba, en una especie de tiro en el pie para sus servicios de inteligencia. Tal vez eso haya motivado que el flamante secretario de Estado, Mike Pompeo, con su experiencia inmediata precedente como jefe de la CIA, señalara en su audiencia de confirmación congresional la intención de restablecer el personal diplomático en La Habana, lo cual quedaría por verificarse.
Por otra parte, al adoptar estas medidas, el gobierno de los estadounidense carga con toda la responsabilidad por el severo daño causado a los servicios consulares requeridos por las personas que desean viajar a los Estados Unidos desde Cuba, aunque es preciso reconocer que la creación de obstáculos de todo tipo para que ciudadanos latinoamericanos y con tez más o menos oscura viajen hacia ese país es algo que se ajusta perfectamente a las preferencias y las concepciones marcadamente xenófobas y racistas del presidente Trump.
La actual configuración del gobierno estadounidense, en cuanto a las figuras que ocupan puestos claves de alto nivel y que podrían tener una particular incidencia en la formulación y la ejecución de la política hacia Cuba, es bastante desoladora. En el caso del propio Donald Trump, su camaleonismo político carente de cualquier ideología estructurada y principista, así como su vocación para los negocios, no parecerían ser per se obstáculos para un eventual reencauzamiento de la relación bilateral en un sentido pragmático favorable a los intereses nacionales de ambos países. Los problemas mayores están detrás o por debajo de Trump, personificados sobre todo en el vicepresidente Mike Pence; el Asesor de Seguridad Nacional, John Bolton; el Secretario de Estado, Mike Pompeo; y la Embajadora en la ONU, Nikki Haley; por no mencionar a otro conjunto de funcionarios de menor nivel de la Casa Blanca y otros departamentos y agencias con muy negativos antecedentes en la política de los Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe, en general, y hacia Cuba, en particular.
Aunque formalmente fuera del poder ejecutivo, opera otro actor clave y quizás hasta ahora el más influyente en la política hacia Cuba, el senador Marco Rubio, secundado por otros congresistas anticubanos. Aprovechando la visión transaccional del mundo que tiene el actual presidente estadounidense, el senador floridano ha tenido un éxito indudable en “secuestrar” la política hacia Cuba a cambio de un comportamiento favorable o condescendiente hacia Trump desde su posición como miembro del Comité de Inteligencia del Senado, en las investigaciones que acosan al presidente desde el mismo inicio de su mandato. Rubio tuvo un protagonismo indiscutido, reconocido explícitamente por la Casa Blanca, en la reformulación de la política anunciada en junio del pasado año. En fecha más reciente, se dio el lujo de vetar un seminario organizado por la unidad de investigación y análisis de inteligencia del Departamento de Estado, porque habían sido convocados expertos que cuestionan la actual política, situación que ha causado consternación en la comunidad académica estadounidense. Sin embargo, parecería claro que Rubio no ha logrado obtener una buena parte de lo que pudiera ser su lista de deseos contra Cuba, cuya meta final sería retrotraer la relación bilateral a la situación anterior al 17 de diciembre de 2014, agudizar el conflicto y catalizar un escenario catastrófico para la relación entre los dos países. Por ejemplo, seguramente Rubio ha insistido en colocar a Cuba nuevamente en el listado de naciones patrocinadoras del terrorismo y romper las relaciones diplomáticas.
De las consideraciones anteriores se desprenden dos conclusiones principales.
Por el lado negativo, el hecho de que hoy no estemos en el peor escenario concebible implica que existe un espacio para el ulterior incremento de la agresividad de la política estadounidense hacia Cuba y, consecuentemente, para un empeoramiento de las relaciones bilaterales. El nivel de probabilidad de ocurrencia de este escenario ha aumentado con la designación de John Bolton como Asesor de Seguridad Nacional, un halcón neoconservador que en un pasado no lejano acusó calumniosamente a Cuba de estar fabricando armas de destrucción masiva. La esperanza aquí, a partir de la tradición ya establecida en el funcionamiento del gabinete de Trump, es que Bolton dure poco en el cargo.
Por el lado más alentador, el hecho de que no se haya producido hasta ahora el peor escenario, indica que existen poderosos factores y fuerzas económicas, sociales y políticas operando para obstaculizar e impedir un mayor deterioro de las relaciones bilaterales. Se trata de factores y fuerzas que actúan tanto desde la sociedad como desde las propias estructuras y órganos gubernamentales estadounidenses, conformando una situación más favorable que la existente con anterioridad a la breve “primavera” de Obama con Cuba. Por ejemplo, seguramente en la Cámara de Comercio de los Estados Unidos no están muy contentos con la actual situación. Los intereses económicos de los sectores agrícolas y de viajes han sido particularmente afectados. La emigración cubana interesada en una relación normal con su país de origen, que es una porción mayoritaria y cada vez más amplia, en determinado momento podría llegar a tener una mayor y mejor expresión en el plano político. Ya desde el gobierno, en los órganos especializados en temas de seguridad, inteligencia y aplicación de la ley, que seguramente constituyeron un estamento clave para dar luz verde a la entonces nueva política anunciada en diciembre de 2014, no deben considerar que sea conveniente el actual curso de la política hacia Cuba, en un momento de renovación generacional de la dirigencia política cubana y en una coyuntura regional y mundial signada por el incremento de la actividad criminal transnacional y el aumento de la rivalidad geopolítica entre las grandes potencias.
Por último, cabe apuntar que la relación entre los Estados Unidos y Cuba es ciertamente asimétrica, pero no es unidireccional. Cuba tiene su poder “blando” e “inteligente” hacia la sociedad estadounidense en los más diversos sectores, como la ciencia y la tecnología, la salud, el deporte y la cultura, como se ha demostrado fehacientemente en las espléndidas jornadas culturales realizadas en días recientes en el Kennedy Center de la ciudad de Washington.
En la actual coyuntura, frente a las inaceptables exigencias injerencistas del gobierno estadounidense, posiblemente el factor que de manera más efectiva podría inducir un cambio positivo en la política hacia Cuba se encuentra del lado cubano. Se trata del grado de éxito que puedan tener sus autoridades en la solución de los problemas económicos del país, lo cual pasa necesariamente por la diversificación, la intensificación y la aceleración de sus relaciones económicas internacionales –en especial la captación de inversión extranjera-, recreando así un proyecto de nación con desarrollo y justicia social que siga siendo atractivo para la gran mayoría de la población cubana, sobre todo su componente más joven. Por supuesto, todo esto se dificulta enormemente por los efectos del bloqueo estadounidense.
Los Estados Unidos son muy poderosos, pero no son omnipotentes. Además, constituyen una sociedad altamente compleja y diversa en la que interactúan fuerzas e intereses contrapuestos que requieren ser identificados y aprovechados en función de incidir a favor de la mejor relación bilateral posible, como vecinos geográficos inmediatos. Por eso, los que desde una posición u otra participamos o tratamos de influir de alguna manera en la conformación de esa relación bilateral, deberíamos evitar ser prisioneros de visiones deterministas y fatalistas, y desconfiar por definición de los anuncios sobre la “irreversibilidad” de cualquier proceso sociopolítico. De esta manera, suscribimos lo dicho recientemente por el nuevo presidente cubano al recibir e intercambiar con la delegación cultural que fue a la ciudad de Washington:
“Cuando por un lado hay un empeño en hacer retroceder el proceso de restablecimiento de relaciones con el cual queríamos avanzar hacia una normalización de relaciones, quedan puntos de contacto y hay una voluntad de que si hay respeto y si hay igualdad podemos seguir avanzando en esa construcción. Yo no creo que sea eterna la posición que hay en estos momentos y cosas como las que ustedes asentaron en Washington (…) pueden abrir caminos. Y yo creo que todos ustedes demostraron, además del talento, el compromiso, y demostraron que a Cuba hay que respetarla.”[4]

Referencias: 

Constitución de la República de Cuba

Sullivan, M. P. (2018). Cuba: U.S. Policy in the 115th Congress.Congressional 
Research Service.
Notas:

[1] Ponencia presentada el 31 de mayo de 2018 en el seminario “El vecino compartido: las relaciones de Cuba y México con Estados Unidos”, organizado por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” (ISRI) de Cuba y el Colegio de México.
[2] Profesor del ISRI y coordinador académico de la Red Cubana de Investigaciones sobre Relaciones Internacionales (RedInt).
[3]“(…) Las relaciones económicas, diplomáticas y políticas con cualquier otro Estado no podrán ser jamás negociadas bajo agresión, amenaza o coerción de una potencia extranjera.” (Artículo 11 de la Constitución de la República de Cuba)
[4]Declaraciones en el encuentro con los artistas participantes en la cumbre de los Pueblos, realizada en Perú, y en el Festival de las Artes de Cuba, realizado en el Kennedy Center de Washington, D.C. (fragmento transmitido en el Noticiero de la Televisión Cubana, el 23 de mayo de 2018).
Fuente:
 https://robertoyepe.blogspot.com/2018/06/la-politica-de-los-estados-unidos-hacia.html

martes, 29 de mayo de 2018

Geopolítica Imperial en el siglo XXl



MSc Enrique R. Martínez  Díaz, 
Profesor Auxiliar, CIPI

La política imperialista del actual gobierno de los Estados Unidos, encabezado por Mr. Donald John Trump, parece signada por la aplicación más agresiva de concepciones como el llamado “realismo político”, los preceptos de la geopolítica y la amenaza y uso de la fuerza como instrumento principal para el logro de sus objetivos.

Los antecedentes históricos del empleo de la fuerza como parte de la política de EE.UU. son muchos; durante el siglo XIX,  se puede recordar como arrebataron a México más de la mitad de su territorio; la cruenta conquista del oeste a costa de las tribus indias que poblaban esos inmensos territorios; la ocupación y anexión de Hawaii; la Guerra Hispano Americana; la feroz ocupación de Filipinas. Un importante personaje de esa época, Theodore Roosevelt, escribió en 1897 lo siguiente: (…) La paz solo es una diosa cuando aparece con la espada al cinto. La nave del estado únicamente puede ser dirigida, cuando es posible en cualquier momento apuntar los cañones al enemigo. (…) La paz  no tiene ninguna victoria tan grande como los supremos triunfos de la guerra (...)  En la actualidad, una nación que no sabe defender sus derechos con las armas, no puede mantener su categoría ni desempeñar en el mundo una misión útil.[i]

Exponemos esta cita ya que creemos necesario significar que  consideramos que la figura de Theodore Roosevelt, tanto por sus ideas como por su ejecutoria política, va a ser fundamental dentro del accionar imperialista norteamericano. Considero que los lectores coincidirán conmigo en que las posteriores hazañas imperialistas de los Taft, Wodrow Wilson, Harding, Coolidge, Hoover, Franklin D. Roosevelt, Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush (padre e hijo), Clinton, Obama,etc,  tuvieron un  antecedente esencial en ese claro y confeso imperialista que fue Theodore Roosevelt.

Entre finales de 2017 y principios de 2018 han sido presentados varios documentos de carácter estratégico por parte del gobierno de los EE.UU., de acuerdo a normativas establecidas hace años por el Congreso de esa nación. Tales documentos son la Estrategia de Seguridad Nacional “Estados Unidos Primero” (ESN 2017), el resumen de la Estrategia de Defensa Nacional  y la Postura Nuclear de EE.UU. para el año 2018.

Del estudio de estos documentos y de diferentes declaraciones de altos personeros norteamericanos, amén de artículos de representantes delos llamados “thinktanks” norteamericanos, muy vinculados al gobierno y a importantes sectores del Complejo Militar Industrial,  consideramos que es fácilmente identificable que esta nueva administración tiene una postura mucho mas orientada a la aplicación de los elementos del llamado “HardPower” o “Poder Duro” (en esencia y sobre todo el poder militar), incluyendo el regreso a concepciones como el llamado Realismo Político (Realpolitik), la Geopolítica, y la amenaza o uso de la fuerza como instrumento político.Entre estas (El Realismo Político y la Geopolítica) hay un vínculo esencial: ambas consideran fundamental el papel del Estado, al que anteponen a los restantes elementos de la sociedad.

La aplicación de las concepciones sobre el llamado Realismo Político o Realpolitik en el actuar de los EE.UU. no son nuevas. Para los que defienden esta escuela, lo primordial resultan los Estados y los intereses que de ellos dimanan. Se apoyan en la tesis de que un Estado debe poner al máximo las tensiones de sus potenciales para mantener una seguridad absoluta que sea una plataforma confiable para conservar la soberanía e integridad territorial. Los realistas marginan la confianza en otros Estados,  lo cual se argumenta en función del estado anárquico del sistema de relaciones internacionales.

Planteó el DrC Roberto González en su libro ESTADOS UNIDOS: DOCTRINAS DE LA GUERRA FRIA 1947-1991: El paradigma realista, impulsado y desarrollado por académicos europeos inmigrantes, entrelos que se destaca el profesor alemán Hans Morgenthau (….) invitaba a EE.UU. a asumir sus nuevas responsabilidades como potencia mundial, abandonando toda proclividad aislacionista (…)  y a enfrentar el mundo de la política internacional  como una lucha por el poder entre las potencias principales.[ii]

En la introducción de la ESN 2017[iii] se expresa claramente que: Es una estrategia de realismo basado en principios que está guiada por los resultados, no por la ideología[iv].De su contenido es fácil determinar que se enuncia la intención de utilizar la fuerza o la amenaza de su empleo como base fundamental para la consecución de los objetivos de dominación imperial. Finalmente, esto es nuevamente recalcado en las conclusiones: Esta estrategia está guiada por el realismo basado en principios. Es realista porque reconoce el papel central del poder en la política internacional, afirma que los estados soberanos son la mejor esperanza para un mundo pacífico y define claramente nuestros intereses nacionales.[v]

Las concepciones imperialistas que han signado la política de EE.UU. durante los últimos 200 años han tenido siempre una clara vinculación con los fundamentos de la Geopolítica, término asociado a una corriente de pensamiento, disciplina científica ó ciencia, se ha hecho muy popular,  especialmente en los medios de difusión masiva, debido a su empleo por políticos de diferente signo ideológico, en medios académicos y por periodistas. La Geopolítica es calificada por diferentes investigadores y escritores como una ciencia ó rama científica; por su carácter es interdisciplinaria, o sea,  que su campo de estudios abarca elementos de varias ciencias, como la Geografía (fundamentalmente la Geografía Política); las Ciencias Políticas (dentro de ésta, la Teoría del Estado y el Derecho, la Teoría de las Relaciones Internacionales, etc); la Historia y las Ciencias Militares.

Consideremos pues, que en esencia,  las cuestiones que la misma estudia pueden valorarse sobre la base de elementos constitutivos de ciencias ya existentes.Uno de los aspectos  más significativos a nuestro juicio dentro de la Geopolítica es su vinculación con la Ciencia Militar, y muy especialmente  con la  Estrategia. Es por ello que algunos grandes jefes militares y pensadores de esta rama son considerados como parte de los antecedentes o fundadores de la Geopolítica; a nuestro juicio, entre estos ocupa un lugar importante el norteamericano Contralmirante Alfred T. Mahan, cuyos trabajos sobre la importancia del Poder Naval  fueron muy reconocidos a principios del Siglo XX, y tuvieron indudable influencia en el pensamiento de los principales gobernantes del naciente imperialismo norteamericano, en particular del presidente  Theodore Roosevelt, célebre por su llamada “doctrina del bigstick” ó gran garrote.

Al establecer que lo fundamental para la supervivencia de los estados es la perenne lucha por apoderarse y mantener territorios,  fuentes de materias primas, el control de las vías por donde se mueve el comercio mundial y otros elementos similares, las concepciones de la Geopolítica descartan la posibilidad de que los estados o naciones puedan tener otro tipo de relaciones que no sean aquellas que se determinan fundamentalmente por el grado de poder militar que tengan. 

Dentro de las ideas o concepciones sobre la Geopolítica es significativo el papel que se le da al Estado (lo que la enlaza con el Realismo Político). Es este uno de los aspectos que queremos destacar: en las valoraciones sobre la Geopolítica se absolutiza el papel del Estado y no se habla ni una palabra de las clases sociales que integran la base de la Formación Económico Social de la cual dicho estado es meramente parte de la superestructura, y del papel que juegan las relaciones clasistas que se establecen en el mismo; es una visión que excluye al proletariado, que excluye la posibilidad de establecer relaciones de hermandad y de cooperación entre las clases explotadas a nivel mundial; sus conceptos son irreconciliables con el Internacionalismo Proletario. De forma general, confunden (o intentan que sean identificados como tales por las clases oprimidas de la sociedad) los intereses de la clase burguesa (o de las grandes transnacionales en la actual fase del imperialismo) en el poder, con los intereses de toda la sociedad en una nación o grupo de naciones.Aun cuando algunos tratan de buscar dentro de la geopolítica una vertiente no tan imperialista, no consideramos que eso sea posible.

En la ESN 2017 los conceptos geopolíticos están expresados muy claramente (por cierto que, de acuerdo a consultas que hemos hecho en los textos, solamente hay dos antecedentes del empleo de la palabra Geopolítica en las 17 anteriores ESN, a saber, las de los años 2000 y 2006), en particular en dos partes fundamentales del documento, es mencionada unas siete veces; primeramente, en el llamado Pilar III, “Preservar la Paz mediante la Fuerza”, que se refiere directamente al empleo de la fuerzas militar en lo que ellos denominan la “competencia mundial”  entre potencias; y posteriormente, en el capítulo que dedican a los entornos regionales, que finalmente abarcan a todo el planeta; en la página 26 señalan, refiriéndose a su rivalidad con la República Popular China (RPCH)  y la Federación de Rusia (FR) a nivel global, y otros actores,  que: “Geopolítica es la interacción de estas competencias en todo el mundo”. Más adelante, en la página 27, siguiendo su argumentación acerca de la RPCH y la FR, plantean que: “En resumen, están impugnando nuestras ventajas geopolíticas y tratando de cambiar el orden internacional a su favor”.Seguidamente, en la página 28, argumentan respecto su poderío militar: “Dadas las nuevas características del entorno geopolítico, Estados Unidos debe renovar las capacidades clave para enfrentar los desafíos que enfrentamos”.

Más adelante, en la página 32 recalcan la necesidad de su dominio global en todas las esferas: “Estados Unidos fusionará nuestro análisis de la información derivada de los dominios diplomático, informativo, militar y económico para competir de manera más efectiva en el nivel  geopolítico”.  Posteriormente, en la página 34, al referirse a los problemas económicos, expresan: “El comercio justo, recíproco, las inversiones y los intercambios de conocimiento profundizan nuestras alianzas y asociaciones, que son necesarias para tener éxito en el competitivo entorno geopolítico de hoy”.

En el capítulo de la ESN 2017 referido a las diferentes regiones del mundo, denominado “La Estrategia en su contexto regional”, al valorar la situación en lo que ellos denominan la región Indo-Pacífico  plantean lo siguiente, en la página 45: “Una competencia geopolítica entre visiones libres y represivas del orden mundial está teniendo lugar en la región del Indo-Pacífico”.

Como una conclusión del análisis de las concepciones sobre Realismo Político, Geopolítica y amenazas y uso de la fuerza que signan  este importante documento estratégiconorteamericano (la ESN 2017) (que ya han sido calificado por varios gobiernos y analistas internacionales como “imperialista”, “anclado en la Guerra Fría”, etc),  consideramos que tienen mucha relación con la política desarrollada hasta ahora por la administración Trump, muy influida por sus integrantes de orientación militarista, de convicciones marcadas por criterios reaccionarios, y en los intereses de las grandes transnacionales.

Ante esto, solo nos queda recordar lo planteado por nuestro invicto Comandante en Jefe[vi]: Luchar por la paz es el deber más sagrado de todos los seres humanos, cualesquiera que sean sus religiones o país de nacimiento, el color de su piel, su edad adulta o su juventud.

Notas:

[i]Roosevelt, Theodore. El Ideal Americano. T. Taberner, 3 edición, Barcelona, 1897, Pág, 125 y 126.
[ii] González Gomez. Roberto ESTADOS UNIDOS: DOCTRINAS DE LA GUERRA FRIA 1947-1991,  Editorial Gente Nueva, La Habana, 2003, páginas 60 y 61.
[iii]The White House.The National Security Strategy of the United States of America.   Washington, December 2017 (https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf)
[iv]Itis a strategy of principledrealismthatisguidedbyoutcomes, notideology. ESN 2017, página 1.
[v]Thisstrategyisguidedbyprincipledrealism. Itisrealistbecauseitacknowledgesthe central role of power in internationalpolitics, affirmsthatsovereignstates are thebest hope for a peacefulworld, and clearly defines ournationalinterests. ESN 2017, pág. 55.
[vi]Castro Ruz Fidel Luchar por la paz es el deber más sagrado de todos los seres humanos (http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2016//02/21/luchar-por-la-Paz-es-ei-deber-mas-sagrado-de-todos-los-humanos/)