lunes, 8 de octubre de 2018

Diaz-Canel en Nueva York: Retos y oportunidades para la diplomacia cubana



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Por Arturo Lopez-Levy, doctor en Estudios Internacionales y profesor de la Universidad Gustavus Adolphus de Minnesota
La primera visita de presidente cubano Miguel Díaz Canel a Nueva York para la sesión anual de la Asamblea General generó notables expectativas sobre sus actividades y proyecciones.

Se trató del bautismo diplomático del nuevo mandatario en la arena multilateral y las difíciles relaciones de Cuba con EE.UU. El balance de la visita es positivo para Cuba y preludia una mayor apertura dentro de los límites del sistema unipartidista.

El presidente cubrió importantes campos de la diplomacia multilateral, como la relación con América Latina, Europa y Africa, de cara a la votación de rechazo al bloqueo, aprovechó el conclave para avanzar la relación con terceros estados, en particular, España, y tocó públicos y temas neurálgicos de la relación con EE.UU.

Se trata de una siembra para el año venidero, con factores que potencialmente podrían pujar por un mundo más amistoso a su agenda de reformas, incluyendo mejores relaciones con España y con EE.UU, dependiendo de la elección de medio término en noviembre.

Las actividades del presidente cubano en Nueva York ilustran que la proyección exterior de la Cuba post-revolucionaria funciona más allá de la generación histórica. La agitada agenda que cubrió el mandatario en lo público y en lo privado contó con la preparación metódica y un alto nivel de movilización al interior del sistema estadounidense que precedió la visita.

El presidente barrió un espectro amplio y difícil de compaginar con intereses y perspectivas diversas dentro de la sociedad estadounidense. En un abanico que va desde los grupos más radicales de las comunidades afro y latinas, con los que se encontró en la Iglesia Riverside, en Harlem, territorio amistoso a Cuba desde la visita de Fidel Castro a ese barrio en 1960, hasta los sectores de negocios, celebridades del arte y la plural comunidad cubana, Diaz-Canel fue capaz de estructurar y ofrecer a cada sector una agenda de puentes e incentivos para una relación bilateral menos conflictiva con Washington.

En cuanto a los diálogos con mandatarios y representantes de otros países, destacó el encuentro del presidente cubano con el jefe del Gobierno de España, Pedro Sánchez. La relación de la isla con la Unión Europea vive un buen momento (también hubo encuentro con Federica Mogherini en la embajada cubana), pero adolece de atrasos en el relanzamiento de la relación con España, país clave y simbólico para Cuba en el viejo continente.

En todos los campos, Cuba y España tienen mucho que ganar con un posible viaje real a la isla el próximo año. En el ámbito multilateral, Cuba tiene asegurada una victoria en la resolución contra el embargo, con el respaldo de presidentes de todos los signos ideológicos de América Latina y Africa, aun en presencia de las más abiertas amenazas de EE.UU contra los que van a votar en su contra.

Diaz-Canel ha enfatizado los costos para la gran estrategia estadounidense de su política irracional de bloqueo.

En las reuniones dentro de EE.UU. destacaron los encuentros con congresistas estadounidenses que han jugado o pueden jugar un rol importante en las relaciones bilaterales, particularmente en proyectos congresionales de flexibilizar los mecanismos para las ventas de alimentos a Cuba y los viajes.

En la reunión con empresarios, el presidente dio continuidad a los acercamientos con ese segmento pero desde una perspectiva de bajo perfil pues las regulaciones del bloqueo siguen limitando cualquier apertura y las condiciones dictadas por la administración Trump y la Ley Helms no admiten nada menos que una incondicional rendición del gobierno cubano que no va a pasar.

De cara al futuro, la diplomacia pública cubana tendrá que trabajar de modo más amplio la relación con la gran prensa y la comunicación, con la población estadounidense como un todo.
Aquí hubo una oportunidad perdida. La apertura de relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU desde 2014 cambió la percepción oficial norteamericana sobre la isla de "amenaza" a "país en transición".

Las expectativas por un nuevo rostro en el liderazgo cubano permitían circunvalar a la administración Trump con una proyección más amigable y renovadora hacia EE.UU. Esas oportunidades no fueron usadas en todo su potencial. El reto era grande pero también lo eran los posibles réditos.

En un contexto marcado por la paralización de la mejoría de la relación debido al retiro de personal diplomático en Washington y La Habana por el presidente Trump, a raíz de supuestos ataques a diplomáticos en la Habana sin explicación creíble, una entrevista al presidente cubano con The New York Times, NBC, CBS o CNN, podía marcar la pauta. Es difícil no ver en ese espacio, una oportunidad perdida.

Un punto de inflexión se registró en la reunión con la comunidad cubana en EE.UU. En ella, en la que yo mismo participé, el nuevo presidente presentó a la emigración como parte de la nación misma, y llamó a aquellos que se oponen a la política de EE.UU a participar más activamente no solo en contra del embargo/bloqueo sino también en la política del país y el proceso de discusión de cambios constitucionales.

Al margen de las diferencias políticas entre la mayoría de los emigrados presentes, el presidente Diaz-Canel se mostró un cubano de estos tiempos, nacido después de 1959, que sabe que Cuba es una sociedad transnacional, plural, cada vez más conectada al mundo, y que hay cambios necesarios, difíciles y urgentes que hacer.

Diaz-Canel recibió una cálida acogida por la mayoría de los compatriotas con los que dialogó. Lo hizo, con humildad y astucia. En mi intercambio con el presidente, conversé sobre nuestros orígenes y relaciones comunes, en Santa Clara.

Nada tuvo que ver con los que lo presentan como mero instrumento de la generación histórica de la revolución. Es un presidente con luz y dignidad propia.

NOTA: Este artículo forma parte del servicio de firmas de la Agencia EFE al que contribuyen diversas personalidades, cuyos trabajos reflejan exclusivamente las opiniones y puntos de vista de sus autores.

LA VANGUARDIA


sábado, 6 de octubre de 2018

El Marxismo, ¿Crítica de la Economía Política o Economía Política?



Por Rémy HERRERA
Investigador en el CNRS
(Centre d’Économie de la Sorbonne)


El marxismo es una de las armas teórico-prácticas más poderosas, si no la más poderosa, de la que disponen las clases trabajadoras para llevar adelante sus luchas. Eso explica a la vez su presencia marginal en las esferas académicas e intelectuales, en las que estas clases no están (o apenas lo están) representadas y en las que la influencia ideológica de la burguesía es aplastante, así como el hecho de que el marxismo no desaparecerá, muy a pesar de los signos evidentes de declive y de las ganas de sus enemigos, incluidos los socialdemócratas. Sin embargo, su relación con la economía, en cuanto disciplina científica, no está muy clara. En primer lugar, porque la economía llamada “política”, aparecida en Europa occidental entre los siglos XVI y XVIII, es ella misma un subproducto de la evolución histórica del capitalismo.

La fórmula elegida por Jean-Baptiste Say para definir la economía, como la ciencia que estudia la manera como «se forman, se distribuyen y se consumen las riquezas»1, da la impresión de que éstas lo hacen «si no por sí solas, al menos de una manera independiente de la voluntad humana», escribía Léon Walras; y añadía: «lo que ha seducido a los economistas de esta definición [la que da Say], es precisamente este tinte exclusivo como de ciencia natural que da a toda la economía política. Este punto de vista les ayudaba sobre todo en su lucha contra los socialistas. Todo plan de organización de la propiedad era rechazado por ellos a priori y, por así decir, sin discusión»2. El marxismo va mucho más lejos al demostrar, como señalaba Engels, que «la economía no trata de cosas, sino de relaciones entre personas y en última instancia, entre clases; aunque estas relaciones estén siempre ligadas a cosas y aparezcan como cosas»3.

Las ideologías dominantes del capitalismo se han ido consolidando con las mutaciones de este campo disciplinar, que lentamente se ha transformado de «economía política» en «economía pura ». «Economía política», es la forma en la que nació alrededor del siglo XVII gracias a autores como Antoine de Montchrestien et William Petty4, que expresa la prevalencia de la economía sobre la política como consecuencia de la consolidación del capitalismo; forma en la que se fue perfeccionando a partir del siglo XVIII gracias a Adam Smith, David Ricardo y a los aportes clásicos. « Economía pura », es lo que pretende haber llegado a ser desde finales del siglo XX y más aun en estos principios del XXI. La parte central del tríptico cronológico queda representada por la formulación de una «economía política pura » (la teoría walrrasiana del equilibrio general de los mercados) en los últimos decenios del siglo XIX, un momento en que esta disciplina se había autonomizado (de la filosofía y del derecho, inmediatamente después de la política y de la sociología) y sólidamente institucionalizado. 

El marxismo es, por supuesto, una crítica de esta economía política. Marx y Engels tienen una concepción histórica del capitalismo, y criticaron a aquellos que hacía de ella una concepción «fetichista» atribuyendo poder a simples objetos materiales. Ellos insisten en las relaciones sociales. El capital, es una relación social de producción ligado a una estructura social dada e históricamente determinada. En el caso, los medios de producción monopolizados por una parte de la sociedad que, dentro de una relación de dominación y de explotación, oprime a los obreros que viven de sus salarios. Criticaron a los clásicos que establecieron “leyes económicas” sin reconocer que éstas son históricas y expresan las contradicciones de la sociedad y de las tendencias a cambios profundos de esta sociedad. 

Pero el marxismo es también, por el hecho mismo de ser una crítica, la fundación de conceptos clave de un saber científico auténtico, radicalmente alternativo, en economía política. Con Marx y Engels, en el marco de una concepción materialista de la historia, iban a quedar establecidas las características del modo de producción capitalista, articuladas las fuerzas productivas y relaciones de producción, concretados los límites de los antagonismos de clases, desenmascarados los secretos de la explotación, comprendidos los movimientos complejos del capital, medida la gravedad de sus crisis y, en la práctica, abiertos los horizontes de las revoluciones proletarias que llegaban.

En los procesos de transición socialista, el recurso a las herramientas de una planificación se fundamenta en una ciencia económica propia de estos sistemas, adaptada a su funcionamiento para la propiedad social, el lugar de los mecanismos de los mercados, la organización institucional, etc. El ciclo se inicia mediante el objetivo de alcanzar la mayor satisfacción posible de las necesidades del conjunto de la población. Ya no son los poderes de compra de los agentes los determinantes, sino la opción de satisfacer las necesidades sociales y el desarrollo. Las actividades productivas deben efectuarse con una creciente eficacia gracias a ese nuevo «cálculo económico». Se emplean términos bastante semejantes a los utilizados en el capitalismo (excedente, coste…), pero su contenido es distinto en razón de la especificidad de las relaciones en la que se insertan. Los espacios ocupados por el mercado quedan condicionados por el predominio de criterios sociales y por un objetivo de crecimiento compatible con la solidaridad. La lógica que guía la reproducción ampliada de la economía ya no es la del beneficio y la explotación.

Que el marxismo sea a la vez crítico de la economía política y economía política alternativa, la misma trayectoria de la ciencia económica moderna lo confirma. La corriente neoclásica actualmente hegemónica, ha tomado de este modo la costumbre de presentarse como la heredera de los pensadores clásicos. Ahora bien, las rupturas que se ha visto obligada a operar en relación con estos últimos, han sido decisivas y hechas necesarias por los desarrollos marxianos, destructores y creadores a la vez, parientes próximos de las reflexiones clásicas, pero conduciendo, por los caminos que Marx descubrió, a la teoría de la extorsión de la plusvalía.

Estas rupturas que los neoclásicos ocultan, se detectan a nivel metodológico, teórico y conceptual. i) En el método: con el individualismo metodológico desaparece del pensamiento burgués toda visión socio-histórica del capitalismo, bloqueando los análisis en términos de clases sociales y tendencias a largo plazo. ii) En el plano teórico: debido a un anclaje en la utilidad, que rebaja la realidad social a una colección de homines oeconomici, el puente entre la teoría del valor y la de la explotación se rompe, y con ello, una cierta relación de la economía con lo político. iii) En cuanto a los conceptos: por el hecho de la sustitución de un equilibrio a corto plazo mediante el ajuste de los precios por un equilibrio a largo plazo mediante el ajuste de las cantidades, se condena la comprensión de los ciclos y sobre todo de las crisis. 

A la hora actual, estas rupturas (entre clásicos y neoclásicos) se presentan de manera engañosa mediante el mainstream, como continuidades que le permiten transformar la correspondencia ideológica entre «armonía universal» de las teorías (históricas, sociales) de los clásicos y el «equilibrio optimum» de los pseudo-teoremas (a-históricos, a-sociales) de los neoclásicos, en un continuum puramente teórico. O cómo hacer comulgar los unos con los otros -¡con excepción de Marx! – en una visión apologética unificada de un capitalismo asumido como único pensable en la teoría y horizonte insuperable de la historia. Y este mainstream subrayará, con el apoyo de sus pretensiones de cientificidad, la riqueza de sus «nuevas teorías», cuando la investigación que controla, ya no le da, según el criterio de algunos de sus eminentes representantes5, el más mínimo resultado innovador6. De ahí se deriva una disciplina económica ficticiamente “apolítica” pero aplastada por una corriente hegemónica dogmática que le hace tender hacia eso que yo llamo “ciencia(-ficción) económica” 7.

El marxismo al que yo me refiero aquí es un pensamiento desvinculado del economismo y del determinismo en que muchos de los “ortodoxos” han encerrado esta corriente después de Marx8. Este último, sobre todo al final de su vida, en investigaciones consagradas sobre todo a las formaciones sociales pre-capitalistas y comunitarias agrarias, insistió en efecto en la necesidad de una visión de la historia no lineal, sobre análisis innovadores en los que las relaciones de producción se imbrican con otras relaciones con el fin de dar consistencia al examen de las formas de propiedad, de dominación y de explotación y, por lo tanto, en la multiplicidad de las vías posibles de transición al socialismo.

Para profundizar: algunas referencias del autor

Herrera (R.), « Critique de l’économie “apolitique” », L’Homme et la Société, n° 135, p. 87-104, Paris, 2000.
—« Y a-t-il une “Pensée unique” en économie politique ? », La Pensée, n° 325, p. 99-111, Paris, 2001.
« The ‘New’ Development Economics: A Neoliberal Con? », Monthly Review, vol. 58, n° 1, p. 38-50, New York, 2006.
« The Hidden Face of Endogenous Growth Theory », Review of Radical Political Economics, vol. 38, n° 2, p. 243-257, New York, 2006.
« A Critique of Mainstream Growth Theory: Ways out of the Neoclassical Science(-Fiction) and Towards Marxism », Research in Political Economy, vol. 27, n° 1, p. 3-64, New York, 2011.
— « Neoclassical Economic Fiction and Neoliberal Political Reality », International Critical Thought, vol. 3, n° 1, p. 98-107, Londres, 2013.
—« A Marxist Interpretation of the Current Crisis », World Review of Political Economy, vol. 5, n° 2, p. 128-148, Londres, 2014.
Penser les crises, (dir.) (avec A. Casanova), Le Temps des Cerises, Paris, 2014.

Notas:

1Say J.-B., Traité d’économie politique, Chapelet, Paris, 1803.
2Walras L., Œuvres économiques complètes, tome 8, Economica, Paris, 1988.
3MarxK. et Engels F., Études philosophiques, Éditions sociales, Paris, 1977.
4 L’expression « économie politique » est arrivée avec le Traicté de l'œconomie politique (1615) de Montchestien.
5Malinvaud E., « Pourquoi les économistes ne font pas de découvertes », Revue d’économiepolitique, vol. 106, n° 6,p. 929-942, 1996.
6Herrera R., La Maladie dégénérative de l’économie: le “néoclassicisme”, Delga, Paris, 2015.
7Herrera R., Dépenses publiques et croissance économique - Pour sortir de la science(-fiction) néoclassique », L’Harmattan, Paris, 2010.
8Herrera R., Friedrich Engels Karl Marx - Sur le colonialisme, Éditions critiques, Paris, 2018.
  
Traducción de Red Roja