viernes, 9 de noviembre de 2018

Las guerras, los adelantos tecnológicos y las revoluciones han constituido un motor impulsor en la historia de las relaciones internacionales.



Diosdado de Jesús Hernández Morera. Cuarto año. 
Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”

Desde el propio surgimiento de las sociedades humanas, el hombre tuvo la necesidad de relacionarse con aquellos grupos más cercanos, tanto por cuestiones básicas como la alimentación hasta para la delimitación de sus territorios. Estas necesidades han ido evolucionando con el devenir de los siglos y con el progresivo avance y la consecuente interrelación en el sistema mundo capitalista. En este sentido, las guerras, los adelantos tecnológicos y las revoluciones han constituido un motor impulsor de la historia de las relaciones internacionales.

La diplomacia desde la antigüedad hasta la Paz de Westfalia (1648)

En este período, no existía organización ni una estructura conformada para el desarrollo de la actividad diplomática permanente. Algunos autores califican la diplomacia de la época como “ambulante”, pues tenía lugar mediante representaciones específicas para casos excepcionales, por un tiempo limitado, ya sea para la firma de un tratado, sistemas de alianzas y acuerdos comerciales.

La comunicación resultaba difícil debido al escaso desarrollo de los medios de transporte y a las barreras que establecían la lengua, la religión y el factor cultural. Solo a partir de la Edad Media, la Santa Sede comenzó a adoptar la práctica, que devino en costumbre, de enviar misiones diplomáticas temporales a determinados lugares para “limar asperezas” y bajo la égida de sus intereses económicos.

Un aspecto que resulta imprescindible destacar en esta época es la realización de los primeros viajes de descubrimientos geográficos a partir del siglo XV y la ampliación del comercio internacional. Los intereses dinásticos y las aspiraciones de la nobleza feudal seguían jugando un rol importante, pero la naciente burguesía comenzaba a ejercer una influencia notable.

En este contexto, la diplomacia se convirtió en permanente durante la primera mitad del siglo XV, entre los reinos y repúblicas italianas.En este sentido, Venecia es considerada como la cuna de la diplomacia moderna de carácter permanente, con el establecimiento de misiones en Roma y Constantinopla. 

En la Europa Medieval, la organización política se sustentaba en un vago orden religioso jerarquizado.Es en este período donde tienen lugar movimientos religiosos de carácter político, como la reforma y contrarreforma; por lo que las guerras religiosas devienen en instrumento de control y dominación al interior de los Estados y de expansión contra otros territorios, y comienzan a observarse los primeros rasgos del naciente capitalismo. De esta forma, al término de este período, aparecen los primeros estados y comienza la configuración de un sistema europeo encarnado en las monarquías absolutas, como resultado de una época de transición, de decadencia de las capas feudales y de ascenso de la burguesía. 

La diplomacia a partir de la Paz de Westfalia (1648) hasta el Congreso de Viena (1815)

La existencia de una coyuntura específica por la emergencia de los modernos estados europeos, las nacientes relaciones económicas capitalistas y los viajes interoceánicos, que pusieron en contacto a las principales potencias europeas con los grandes imperios de Asia Oriental y del continente americano, crearon nuevas condiciones políticas y económicas que exigían la presencia de órganos permanentes de representación y vías oficiales de comunicación e información en los otros países.  

El período iniciado con La Paz de Westfalia de 1648 permitió la consolidación del sistema europeo de estados. Con ello, el Estado moderno se convirtió en el centro sobre el cual gravitaría el pensamiento político en los siglos posteriores. La diplomacia permanente se generalizó entre todos los países y monarcas de Europa. Paralelamente, se fue configurando un cuerpo de funcionarios especializados en las tareas diplomáticas.

El equilibrio de poder rigió el funcionamiento del sistema en este período, que se orientó a asegurar la perpetuación de los propios estados, a los cuales, desde la Paz de Westfalia, se les atribuyó el concepto legal de soberanía e igualdad soberana. Si bien durante el siglo XVII y hasta fines del siglo XVIII este principio se refería a los reyes, la soberanía pasaría a la nación con la Revolución Francesa de 1789.

Desde el punto de vista religioso, el principio de la secularización de la política y la ausencia de la Santa Sede en las negociaciones, eran pruebas de la separación entre el Estado y la Iglesia. En ese momento, las relaciones internacionales eran vistas como una consecuencia de la naturaleza del Estado. El orden económico se entendía como algo separado de la política. El estudio de las relaciones internacionales consistía en la historia diplomática y el derecho internacional. 

De manera general, es necesario señalar que el sistema internacional, comprendido entre 1648 y 1789 se caracterizó por un bajo grado de polarización y un alto nivel de flexibilidad entre las alianzas. Los estados eran entes con bajo grado de interdependencia e interconexión. Los procesos de difusión de la cultura y otras materias ocurrían muy lentamente.

Sin embargo, el equilibrio de poder alcanzado enfrentó momentos de tensión. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) había consagrado a Francia como la principal potencia continental. En este período, los Tratados de Utrecht (1713-1715) crearon las bases para el despegue del colonialismo británico y para su proceso de industrialización, a lo cual se unió la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa. Esta última, inauguró una nueva era en la política internacional, pues el resto de las monarquías europeas (Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra) vieron en ella un peligroso precedente para su propio porvenir, lo que dio paso a una alianza antifrancesa, donde Inglaterra no quería a una potencia competidora en el plano comercial y colonial.

Las Guerras Napoleónicas derivadas de este escenario contribuyeron a la expansión del Código de Napoleón (1807), a favor de la clase burguesa ascendente y de una sociedad en vías de desarrollo bajo un signo liberal y capitalista. Las reformas radicales que aplicó Napoleón en otras partes de Europa alentaron las sucesivas revoluciones del siglo XIX de carácter liberal y nacionalista.

El Congreso de Viena de 1815 constituyó el reordenamiento político europeo tras las Guerras Napoleónicas, no solo contra el imperialismo francés, sino también contra las ideas de la Revolución de 1789. El principal logro del Congreso de Viena fue el restablecimiento del equilibrio de poder entre las potencias europeas. No obstante, la paz solo se consiguió mediante el establecimiento del absolutismo como principio básico de la política internacional.

Por otra parte, en el período comprendido entre 1648 y 1815 existían aún pocas normas de derecho diplomático, tanto en lo referente a privilegios e inmunidades del personal y de las misiones,como en lo relativo a la jerarquía y rangos de los agentes diplomáticos. El agente diplomático actuaba como un representante personal del soberano y/o de la correspondiente dinastía, más que como el representante del Estado, aunque intervenía en la vida política interior de los estados ante los que se encontraba acreditado. De forma consuetudinaria, comienza a desarrollarse una jerarquía diplomática y a imponerse normas protocolarias o de cortesía internacional cuya importancia creciente trasciende hasta nuestros días.

Los períodos analizados hasta ahora nos demuestran que la evolución de la diplomacia ha estado en diálogo directo con las formaciones económicas sociales por las cuales ha atravesado la humanidad. De esta forma, sus rasgos característicos han cambiado y se han complejizado en la medida en que lo ha hecho el sistema internacional y los intereses de los estados que lo conforman. Las revoluciones, las guerras y los avances científico-técnicos han impulsado estos cambios en tanto son promotores de un nuevo contexto y de nuevas relaciones en el escenario internacional. 

Bibliografía

·         Calduch, R.- Dinámica de la Sociedad Internacional.- Editorial. CEURA. Madrid, 1993

·   Rodríguez Hernández, Leyde E. Conferencia: La Estructura y Dinámica del Sistema Internacional en vísperas del inicio de la fase imperialista del Capitalismo. Curso de Historia de las Relaciones Internacionales I. ISRI. La Habana, 2018

·         Rodríguez Hernández, Leyde E. Un Siglo de Teoría de las Relaciones Internacionales. ISRI. La Habana, 2018
















domingo, 4 de noviembre de 2018

Vivimos en una época de enormes amenazas a la paz y la seguridad internacional





Por Leyde E. Rodríguez Hernández
Movimiento Cubano por la Paz y 
Soberanía de los Pueblos (Movpaz)

En este Foro por la Paz y la Revolución, dedicado al aniversario 60 del triunfo de la Revolución Cubana,  el Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos (Movpaz), saluda la visita del Barco por la Paz[1], que tradicionalmente en sus travesías llega a esta isla de paz y dignidad y, en especial, a los hibakushas, quienes siempre nos recuerdan las vivencias de aquella injustificable barbarie, que en esta ocasión, están representados por Michiko Tsukamoto y Tomiko Sora,  sobrevivientes de los bombardeos atómicos a Hiroshima y Nagasaki en 1945.

                                    Participantes en Foro por la Paz y la Revolución Cubana                  

En este año, que próximamente culmina, nuestro movimiento se unió a la celebración del aniversario 35 de la fundación del Barco por la Paz, como Organización No Gubernamental  internacional con sede en Japón, que trabaja por promover la paz, los derechos humanos, el desarrollo justo y sostenible y el respeto por el medio ambiente. Con esos mismos fines, más de 170 sobrevivientes de los bombardeos atómicos a Hiroshima y Nagasaki han navegado por el mundo en el simbólico buque.

Vivimos en una época de enormes amenazas a la paz y la seguridad internacional. Los Estados Unidos, la misma potencia que ha impuesto un ilegal e injusto bloqueo económico, comercial y financiero al pueblo cubano, causando enormes daños humanos y materiales, ha tomado la iniciativa de destruir el multilaralismo en las relaciones internacionales y, con su devastadora política, desmantelar el sistema de tratados y acuerdos internacionales que sirvió de cimiento para la paz y la seguridad después de la Segunda Guerra Mundial. Muy recientemente, el gobierno estadounidense declaró su salida del Tratado sobre Misiles de Alcance Medio y Corto (INF) consagrado a la eliminación de misiles de alcance intermedio y corto, el cual por primera vez en la historia, contribuiría a eliminar y destruir esas dos clases de armas nucleares.

Pero esa peligrosa situación no sorprende a las personas bien informadas conocedoras de que son los Estados Unidos los principales promotores del perfeccionamiento de las armas nucleares, de la militarización del ciberespacio y el espacio ultraterrestre.

Las armas nucleares y los llamados sistemas de defensas antimisiles representan hoy una seria amenaza para la humanidad y la lucha por su prohibición y eliminación total debe ser la mayor prioridad en la esfera del desarme. 

La única garantía absoluta contra el empleo o amenaza del empleo de tales armas, es su total eliminación, si se tiene en cuenta que son el medio de guerra más peligroso, destructivo, y de más efectos indiscriminados.

El empleo de armas nucleares no puede ser justificado bajo ningún concepto o doctrina de seguridad, como es el caso de la "estrategia de la disuasión" y la creencia estadounidense de que podría asestar impunemente un "primer golpe nuclear".  Por sus catastróficas consecuencias humanitarias, el empleo de las armas nucleares implicaría la violación flagrante de normas internacionales, incluidas las relacionadas con la prevención del genocidio y la protección al medio ambiente. Es un crimen de guerra y de lesa humanidad. No es posible limitar los devastadores efectos de esas armas,  que se prolongan por décadas.

La existencia de las armas nucleares es una amenaza contra la supervivencia misma de los seres humanos y constituye una afrenta a los principios éticos y morales que deben regir las relaciones entre las naciones. Su uso significaría la desaparición de la civilización humana. Abogar por el desarme, muy particularmente por el desarme nuclear, no solo es un deber sino un derecho de todos los pueblos del mundo.

Es esencial crear conciencia en la sociedad civil internacional y ampliar sus conocimientos acerca de la amenaza que representan para la humanidad las armas nucleares, así como la necesidad de su eliminación total, a fin de movilizar esfuerzos internacionales para alcanzar este objetivo.

Todos los años el Movpaz alienta la realización de actividades para conmemorar el “Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares”, el 26 de septiembre, e invita a los estados miembros del sistema de las Naciones Unidas, a la sociedad civil, al mundo académico, a los parlamentarios, a los medios de comunicación,  y a los individuos a realizar acciones apropiadas para conmemorar esta fecha.

El mantenimiento y modernización de las armas nucleares consume muchos de los recursos que pudieran, y debieran, ser destinados al desarrollo económico, la creación de empleo, la reducción de la pobreza y el hambre, la salud, la educación y para prevenir y combatir los desastres naturales que provoca el cambio climático global. Deberían reorientarse esos recursos hacia el desarrollo y al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible recogidos en la Agenda 2030.

Los países dotados de armas nucleares han reducido sus arsenales pero los modernizan, e incluso los colocan en los armamentos convencionales, a  pesar de la voluntad de desarme manifestada por la comunidad internacional. 

Nueve países (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte) poseían 14 mil 465 cabezas nucleares a comienzos del 2018, de las cuales 3 mil 750 se encuentran desplegadas por todo el planeta.[2]
 
La disminución del número total de armas nucleares se debe principalmente a que Rusia y Estados Unidos redujeron sus fuerzas nucleares estratégicas, de acuerdo con el tratado sobre las medidas de reducción y limitación suplementarias de las armas estratégicas ofensivas (New START), el cual prevé una reducción del 30% del número de ojivas nucleares de las que disponen las dos superpotencias atómicas -sólo entre ambas concentran el 92% de las armas de este tipo- y verificaciones mutuas más transparentes.[3]

Frente a esa realidad, América Latina y el Caribe fue la primera región densamente poblada del planeta establecida como Zona Libre de Armas Nucleares, en virtud del Tratado de Tlatelolco. Aún más, es la primera región formalmente proclamada como “Zona de Paz”, en ocasión de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que se celebró en La Habana, Cuba, en enero de 2014.

La proclamación de la Zona de Paz incluye el compromiso de todos los Estados de la región de avanzar hacia el desarme nuclear como objetivo prioritario y de contribuir al desarme general y completo.

Consideramos  que la No proliferación nuclear no es un fin en sí mismo, sino un escalón para alcanzar el desarme nuclear. Nos oponemos a todo tipo de ensayo con armas nucleares, incluyendo los que se realizan mediante supercomputadoras y otros sofisticados métodos no explosivos. 

La aprobación el 7 de julio 2017 en la ONU del Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares representó un hito histórico que debe ser defendido por la opinión pública internacional.

Este instrumento  establece una nueva norma de Derecho Internacional al prohibir las armas nucleares en toda circunstancia.

El Movpaz se enorgullece de que la República de Cuba haya firmado el Tratado sobre la Prohibición  de las Armas Nucleares el 20 de septiembre de 2017, día en que fue abierto a la firma en la sede de las Naciones Unidas.
Cuba fue el quinto país en ratificar el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, muestra de su compromiso con el desarme general y completo.
Este Tratado es una muestra de la voluntad política de la mayoría de la comunidad internacional de avanzar en el camino hacia el desarme nuclear y la paz mundial.
En Cuba, cuando conmemoramos el aniversario 60 del triunfo de la Revolución,  estamos convencidos de que un mundo de paz y sin armas nucleares es posible y necesario para que nuestra especie sobreviva, pero para lograrlo, como expresara el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, “es imprescindible un salto en la conciencia de la humanidad". 

Los  participantes en este foro nos comprometemos con un futuro de paz para toda la humanidad. 

Hagamos un mundo sin armas nucleares otra vez. Defendamos sin descanso el derecho a la vida en su armonía con la naturaleza.

Muchas gracias,

Notas:

[1] Como reconocimiento a su acción solidaria hacia la Revolución cubana, en mayo de 2009 la organización japonesa fue condecorada con la Orden de la Solidaridad, otorgada por el Consejo de Estado de Cuba a propuesta del ICAP. Peaceboat desde 2008 ha trabajado con la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), la cual fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz correspondiente al año 2017.
[2] Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) en 2018.
[3] Ibídem.