viernes, 1 de noviembre de 2013

Los Cubanoamericanos de cara a las sociedades cubana y estadounidense


Por Jesús Arboleya 


 LA HABANA. Según el censo de 2010, en Estados Unidos viven 1 884 000 individuos de origen cubano, a los que usualmente se les denomina “cubanoamericanos”, sin importar su estatus legal o lugar de nacimiento, aunque el 59 % de ellos son inmigrantes y otros 775 000 (41 %) nacieron en  ese país.[1]
El concepto de cubanoamericano trasciende lo que pudiera ser considerado un apelativo más o menos arbitrario. Su importancia consiste en reflejar un criterio de identidad étnica, resultante del proceso de integración de los inmigrantes cubanos a la sociedad estadounidense y su reproducción a través de sus descendientes.
Como ha dicho el investigador cubanoamericano Gustavo Pérez Firmat: “[…]  una cosa es ser cubano en Estados Unidos y otra distinta ser cubanoamericano […] la cultura cubanoamericana ha alcanzado una configuración propia, que la distingue de la cultura cubana de la isla tanto como de la norteamericana”.[2]
Según estudios realizados a principios de este siglo por los sociológicos Alejando Portes y Rubén G. Rumbaut, los inmigrantes cubanos y sus descendientes muestran un alto grado de filiación con el término de cubanoamericano, superando incluso al de “cubano”, y ello se incrementa en los más jóvenes, lo que confirma la vigencia y eventual preservación del mismo.[3]
Respecto a la sociedad norteamericana, los cubanoamericanos han superado la etapa en que bastaba considerarlos “emigrados o exiliados cubanos”, como aún los define el discurso oficial en uno y otro caso, sino que son parte integral de esa sociedad y actúan básicamente en función de los requerimientos que les impone esta condición.
Estamos en presencia de la aparición de una nueva categoría de norteamericano: los “norteamericanos de origen cubano”. Efectivamente, un tipo particular de norteamericano, pero tan norteamericano como cualquier otro, en correspondencia con las características de una sociedad tan diversa y segmentada como es la estadounidense.
De cara a la sociedad cubana, el cubanoamericano plantea un problema nuevo para la historia de la nación: la existencia de la cultura cubana a escala social fuera del territorio nacional, expresada a través de individuos que han adoptado otra nacionalidad y se forman bajo los patrones de otra cultura. 

¿Puede un norteamericano ser considerado cubano? 

Para esta pregunta no existen respuestas simples. Sobre todo porque la construcción de la nación cubana ha estado traspasada, desde hace dos siglos, por los intentos hegemónicos y antinacionalistas de Estados Unidos.
En realidad, la transnacionalización de los procesos migratorios ha venido a universalizar el fenómeno – de por sí históricamente bastante común – de la existencia de culturas nacionales fuera del territorio nacional y su imbricación con las culturas de los países receptores, sin por ello perder las cualidades básicas que las distinguen. Sin embargo, ello resulta extraño para la sociedad cubana, donde aún resulta inconcebible la existencia de otra forma de expresarse la cultura cubana y la presencia de un cubano culturalmente diferente a los que residen en el país.
La mayoría de los cubanoamericanos también rechazan el criterio de que son portadores de una cultura cubana diferente y de ambos lados se insiste en que la “cultura cubana es una sola”, como si la diversidad fuese un defecto. Lo más grave es que ello muchas veces conduce a una lucha estéril respecto a la legitimidad de cada cual, donde se confunde cultura con  política, fenómenos sin duda relacionados, pero que actúan en campos distintos. La defensa de la cultura cubana contra influencias que tiendan a adulterarla, no excluye la apropiación de legítimos aportes de otras culturas, muchos menos de aquellas con las que se comparte raíces comunes, como es el caso de los cubanoamericanos.
Sigue siendo la matriz cultural cubana la que caracteriza al cubanoamericano dentro de la sociedad norteamericana, lo que define su propia identidad como individuo, y en ello radica la “cubanía” de su condición, aunque esta cultura se desarrolla en un medio distinto al de Cuba e incorpora atributos que la distinguen de la cultura cubana, tal y como se expresa en el territorio nacional. También la cultura es lo que nos une, toda vez que mantiene inevitablemente conectados a los cubanoamericanos con la sociedad cubana, cualquiera sean sus vínculos filiales en el país, los criterios políticos que profesen o las prioridades resultantes de sus condiciones de existencia.
La identidad cubanoamericana es un proceso social en formación, como ocurre con la propia identidad hispana o latina, y está sujeta a las mutaciones que le impone la vida misma. En la actualidad, el 21 % de los cubanoamericanos tiene menos de 18 años y un 28 % está comprendido entre las edades de 19 y 40 años, por lo que es posible afirmar que casi la mitad de la población cubanoamericana está compuesta por jóvenes, cuya experiencia existencial es distinta a las de sus mayores y sus vínculos con Cuba más difusos que los de sus padres y abuelos. Algunos opinan que esto debe conducir a un mayor desinterés por el tema cubano, pero esto no es lo que reflejan las investigaciones, ni se corresponde con la conducta política de estos sectores en los últimos años.
Desde 1991, el Cuban Research Institute (CRI) de la Universidad Internacional de la Florida, viene realizando encuestas respecto a las inclinaciones políticas de la comunidad cubanoamericana, con énfasis en la importancia que le conceden a las relaciones con Cuba. Según la última de estas encuestas, llevada a cabo en 2011, el 57 % de los cubanoamericanos respaldó la posibilidad de que todos los norteamericanos pudiesen viajar a Cuba sin restricciones y el 61 % se opuso a las propuestas de ley encaminadas a limitar esta posibilidad. Siendo una actitud particularmente mayoritaria entre los que emigraron después de 1994 (76 %), los jóvenes entre 18 y 44 años (74 %) y los nacidos en Estados Unidos, que alcanzaron un 72 %. Si Obama ganó alrededor del 50 % del voto cubanoamericano en las últimas elecciones se debió a la emergencia de estas generaciones en el acontecer público.
A falta de otras explicaciones, es de suponer que el interés por Cuba entre los más jóvenes responde básicamente a necesidades culturales, relacionadas con la propia identidad de los cubanoamericanos, lo que implica un vínculo estratégico con la sociedad cubana que trasciende las coyunturas políticas y se ubica entre los problemas más importantes para el futuro de la nación.
Por imperativos de la historia y las propias necesidades del país, cada día más, Cuba tendrá que aprender a convivir con los cubanos que andan por el mundo y se identifican como tales, aunque muchos de ellos apenas sepan hablar español.

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[1] Salvo que se diga lo contrario, los datos han sido obtenidos de PEW Hispanic Center: Hispanic of Cuban Origin in the United States, Washington D.C., June 27, 2012.

[2] Pérez Firmat, Gustavo: Vidas en vilo.La cultura cubanoamericana. Editorial Colibrí, España, 1994, p. 17.

[3] Portes, Alejandro y Rubén G. Rumbaut: Immigrant America, Tercera Edición, University of California Press, Berkeley, 2006, tabla 19.


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