Cuba
fue el único país no árabe que se opuso a la repartición de Palestina y
creación del estado de Israel con una magnífica argumentación basado en el
estricto cumplimiento del Derecho Internacional.
A continuación la
Declaración de Cuba ante la Organización de Naciones Unidas, efectuada por el
Sr. Ernesto Dihigo el 28 de noviembre de 1947.
De
modo muy breve deseamos exponer las razones por las cuales la delegación
cubana se ve obligada a votar en contra del Plan de la partición de Palestina,
recomendado por la Comisión ad hoc.
Hemos
seguido con interés los debates; analizados los argumentos de unos
y otros, a fin de llegar a la conclusión que nos pareciera más justa.
Cuba
ha demostrado su simpatías hacia los hebreos y aprecio por sus cualidades,
pues ha admitido en su territorio a miles de ellos, que hoy viven
entre nosotros libres y tranquilamente, sin discriminaciones, ni
prejuicios, pero no podemos votar aquí conforme a sus deseos,
porque consideramos que la partición de Palestina es contraria al
derecho y la justicia.
En
primer, la base inicial de toda su reclamación es la declaración Balfour,
causante de todo el problema que hoy tenemos ante nosotros.Pero la
Declaración Balfour, a juicio nuestro, carece por completo de valor
jurídico, pues el Gobierno Británico ofreció en ella una cosa de la
cual no tenía derecho a disponer, porque no era suya. Mas, aceptando
su validez, lo que ahora quiere hacerse va mucho más allá de sus
términos, pues la misma prometió a los hebreos un "hogar"
nacional en Palestina, dejando a salvo los derechos civiles de la
población árabe; pero no un estado libre, cuya creación
forzosamente representaría una violación de esos derechos que se
trato de salvaguardar.
Es
también contraria al derecho la Partición, si nos atenemos al mandato
contenido por la Sociedad de Naciones Unidas. Cabría preguntar si
la Sociedad de Naciones podría, en justicia, hacer lo que hizo, o sea,
ordenar el establecimiento de un hogar nacional judío con las grandes
consecuencias demográficas y políticas que ha tenido, en una tierra
ajena, sin el consentimiento de sus habitantes.
Pero,
admitiendo el hecho, la partición que estudiamos va contra los términos
de ese mandato, que un articulo ordeno no fueran afectados los
derechos y la posición de la población hebrea de Palestina. Y mal puede
sostenerse que esos derechos no resultan perjudicados, cuando va a
arrebatárseles a los nativos más de la mitad de sus territorios, y varios
cientos de miles de árabes quedaran sometidos al gobierno hebreo,
y colocados en una situación subordinada, allí, donde antes eran
los dueños.
En
tercer lugar, el proyecto es también contrario al derecho, porque va
contra la libre determinación de los pueblos, que era principio esencial
del Parto de la Sociedad de Naciones, pues aquí se está disponiendo
de la suerte de una nación, privándola de la mitad de su suelo
nacional, el suelo que ha tenido durante muchos siglos, sin que se
haya consultado para conocer su opinión.
Y
si del Pacto de la Sociedad pasamos a la Carta de las Naciones Unidas,
encontramos que va a cometerse idéntica violación, porque el principio de
la libre determinación de los pueblos se encuentra reconocido en
el párrafo 2 del artículo primero, con carácter general, y
reiterado en el párrafo 8 del artículo 76 para los pueblos no autónomos,
al decir que "el régimen de administración fiduciaria
(equivalente al Mandato de la Sociedad) deberá tener en cuenta los
deberes libremente expresados de
los
pueblos interesados"
No
nos convence el argumento, dicho por algunos de que Palestina es
un Estado , y por tanto, no tiene el carácter de sujeto de derecho
internacional, pues en todo caso, esos preceptos no hablan de
estados, sino de pueblos, y no cabe dudas de que el de Palestina
lo es.
Hemos
proclamado solemnemente el principio de la libre determinación de
los pueblos; pero, con gran, alarma vemos que, cuando ha llegado el momento
de aplicarlo, nos olvidamos de él. Tal sistema nos parece funesto.
La
Delegación de Cuba está firmemente convencida de que la paz
verdadera y el mundo de justicia de que tanto hablaron los Grandes Líderes
de la Segunda Guerra Mundial no depende de que ciertos principios
fundamentales se inscriban en las convenciones y tratados, y allí
queden como letra muerta; sino de que, llegado el momento oportuno,
se cumplan por todos y para todos; grandes y pequeños; débiles y
fuertes.
¿Por
qué no se ha procedido de un modo democrático en este caso, consultando la
voluntad de todo el Pueblo de Palestina? ¿Es que se ha temido
que el resultado de la consulta fuera contrario a lo que de todos
modos se quería hacer? Y, si esto es así, ¿Dónde están los principios,
y donde está la democracia que continuamente invocamos?
No
terminan ahí nuestras dudas legales. En el curso del debate, se han impugnado
las facultades de las Asambleas para acordar la Partición. Se ha
acordado que, conforme a los artículos 10 y 11 de la Carta, la Asamblea
puede hacer recomendaciones sobre todo problema que este dentro de
los límites de la misma, que se relacionan con el mantenimiento de
la paz y la seguridad internacionales.
Sin
discutir ahora si el problema de Palestina esta dentro de esos límites, o
si constituye
una amenaza para la paz internacional, no debemos dejar de advertir
que una cosa es hacer recomendaciones, y otra cosa muy distinta es
adoptar un plan que afecta la integridad internacional de un
pueblo y suposición jurídica; y recomendar la ejecución de un proyecto
a una comisión de la propia Asamblea.
Tampoco
me parece que pueda sostenerse el que ese proyecto sea una mera
recomendación, pues toda recomendación lleva implícita la posibilidad de
que no sea aceptada, y el plan aprobado tiene, sin duda alguna,
carácter coactivo, como lo prueba el hecho de que por una de sus
disposiciones, será considerado como una amenaza o violación de la
paz y un acto de agresión, conforme al artículo 39 de la Carta,
cualquier tentativa de alterar por la fuerza el arreglo
contemplado en la Resolución. Se trata, pues, de algo que se
impone a la fuerza, no de una mera recomendación. Y como esto, a
juicio nuestro, infringe la Carta, no podemos votar a favor del
proyecto.
Porque
teníamos todas esas dudas legales, votamos en la Comisión a favor
de que previamente se consultara con la Corte Internacional de Justicia,
para que pudiéramos avanzar sobre terreno firme.
La
consulta fue rechazada por mayoría, lo que consideramos un error no justificado
por la demora que ello hubiera causado, pues más valía haber
esperado unos pocos meses que lanzarnos a una acción que tantas dudas
ofrece. Aparte de que la negativa de acudir a la Corte pudiera dar
la impresión de que la Asamblea rehúye buscar soluciones conforme al
derecho.
Por
otro lado, consideramos que el proyecto es, además injusto. "El pueblo
árabe ha tenido ininterrumpidamente, durante muchos siglos, el territorio
de Palestina, y por los datos oficiales que se nos han presentado,
al terminar la Primera Guerra Mundial constituía casi el 90% de la
población total del país.
Mas,
por medio del Reino Unido, como Potencia Mandataria, en cumplimiento
por lo resuelto por la Sociedad de las Naciones, se abrió las
puertas de una inmigración extranjera, ofreciéndole un lugar en que
pudiera vivir y desenvolver su existencia conforme a sus deseos, de
libertad religiosa y sin discriminaciones humillantes, Hemos dicho inmigración
extranjera, de modo consciente, pues, con todo respeto hacia la
opinión de los hebreos, ellos son, a juicio nuestro extranjeros en
la tierra Palestina.
En
efecto, durante los debates de la Comisión se produjeron datos para probar
que los antepasados de un gran número de los hebreos que han dicho
ya que aún quieren ir a Palestina, jamás estuvieron en esa región.
Pero, aun el caso de que los remotos antecesores de todos ellos
hubieran vivido allí, es indudable que abandonaron dicha tierra hace
tanto tiempo, al establecerse en otros países, que sus descendientes
han dejado de pertenecer a Palestina, del mismo modo que nosotros,
hombres de América nacidos de emigrantes, que vinieron de todos
los rincones de la tierra, no debemos considerarnos con derecho a
la tierra de nuestros padres en el Viejo Continente.
El
intimo y ferviente anhelo de los hebreos de volver a Palestina, tal vez
por tradición, tal vez por razones místicas u obsesión religiosa, es
algo que puede tener toda nuestra consideración y simpatía sentimental,
pero que no constituye en opinión nuestra un título para que se
les entregue lo que no les pertenece; y mucho menos, si para ello
hay que despojar por la fuerza a otro con mas derecho.
Así
mismo consideramos injusto el proyecto, porque es la impresión del criterio
de una minoría sobre una mayoría enorme, en contra de un principio
cardinal de la democracia. En el caso actual, esa minoría, no
queriendo someterse al criterio de los demás pretende poner casa aparte,
pero llevándose una porción del territorio del pueblo que lo admitió
en su seno.
Hay
otro aspecto que quiero mencionar dejando para el futuro los resultados:
el Plan de Partición de Palestina implica el establecimiento por
esta Asamblea del principio de que toda minoría racial, o de otra
índole, puede pedir su separación de la comunidad política de la
cual forma parte.
Como
ya expresó el jefe de nuestra Delegación de la Comisión, Cuba, no hace
muchos años, corrió el peligro de perder una parte de su territorio
como consecuencia de una inmigración norteamericana en la Isla de
Pinos. Por fortuna nuestra, y para honor del Gobierno de los Estados
Unidos de América, aquella tentativa fracasó, porque los dirigentes
de este país reconocieron noblemente nuestros derechos. Pero no podemos
olvidar lo que ese peligro fue para nosotros, y pensando en lo que
hubiéramos sentido los cubanos si se nos hubiera quitado una parte
de nuestro suelo, no es fácil imaginar lo que sentirían los árabes
de Palestina si aprobara el plan de partición. Y no podemos
contribuir con nuestro voto a que se haga con ellos lo que estaba
dispuesto a aceptar que se hiciera con nosotros.
Que
no se diga que a veces hay que aceptar una solución política aunque
sea injusta, pues sobre la injusticia no se podrá nunca asentarse
la paz y la cordialidad entre los pueblos.
Respecto
de los refugiados, judíos, o no judíos, que hoy se encuentran en
campos de concentración - problema por el cual tanto se ha insistido
por los partidarios del proyecto, - Cuba expresó que debía resolverse
con un criterio de buena voluntad por parte de todas las Naciones
Unidas, aceptándolos proporcionalmente, según las condiciones peculiares
de cada país; pero entiende que no puede imponerse a Palestina que
ella lo resuelva, sobre todo si se tiene en cuenta que es ajena
por completo a las causas que han determinado el desplazamiento de
todas esas personas .
Por esas razones, tendremos que votar en contra del
plan de partición, como ya lo hicimos en la Comisión, y una vez
que lleguemos a formar nuestro criterio, nos consideramos en deber
de manifestarlo por medio de nuestro voto, manteniéndolo con
firmeza, a pesar de las gestiones y presiones que se han hecho en
torno nuestro.
28 de noviembre de 1947
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