jueves, 18 de junio de 2015

¡Luchemos sin descanso por la paz, la justicia y la solidaridad!



Intervención de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros y jefe de la delegación de Cuba a la II Cumbre Celac-UE, en la Cumbre de los Pueblos, Bruselas, el 11 de junio de 2015. 

(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)

Presidentes amigos, queridos participantes de esta Cumbre de los Pueblos:

Traigo ante todo un saludo solidario del líder histórico de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro (Aplausos y exclamaciones de:  “¡Fidel, Fidel, Fidel!”), también el saludo de nuestro Presidente Raúl Castro (Aplausos), el saludo entrañable y caluroso del gobierno y el pueblo de Cuba (Aplausos), para ustedes los organizadores y los participantes en esta importante reunión.

Ustedes, con sus profundas reflexiones, han contribuido a sembrar conciencia de los problemas reales que enfrentamos y a proponer caminos para solucionarlos.

Nosotros pretendemos ahora, en pocos minutos, poderles explicar también las ideas que Cuba defendió en esta Cumbre Celac-Unión Europea como miembro activo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe.

Ayer recordaba la celebración en 1999 de la I Cumbre birregional, donde la Unión Europea propuso una “asociación estratégica”. Dieciséis años después, esa “asociación” no se ha alcanzado porque la igualdad soberana y el respeto mutuo no dominan nuestras relaciones, marcadas aún por asimetrías de desarrollo y relaciones económico-comerciales y de cooperación marginales, generalmente expoliadoras y discriminatorias.

Se requiere, entonces, poner fin a las injusticias provocadas por un orden económico internacional cada vez más injusto y excluyente, y que fueron explicadas aquí por el presidente Correa, que ha generado un consumismo desenfrenado, ha provocado la destrucción del medio ambiente, la especulación financiera y que es controlado por el imperialismo, por sus bancos oligárquicos y por grupos de poderosas transnacionales, para el beneficio de tan solo unos pocos.

Los actuales desafíos a la paz y seguridad de las naciones no provienen de los marginados del sistema capitalista mundial, sino de los que empujan a las naciones en crisis a adoptar programas de austeridad de incalculables costos humanos, que refuerzan cada vez más las diferencias entre las dos regiones y los países que las integran.

Tampoco provienen de los estudiantes expulsados de las universidades, de los trabajadores desempleados o de los miles de jóvenes en edad laboral y sin trabajo, de los marginados, de los indignados, de las mujeres que no cobran igual salario por igual trabajo al de los hombres (Aplausos), o cuando se corrompen o recortan los fondos de pensiones y la seguridad social de los jubilados.

Mucho menos puede responsabilizarse a minorías y grupos nacionales como los afrodescendientes, los pueblos originarios de Nuestra América o a los romaníes en Europa, ni culpar a los migrantes, a los perseguidos por motivos de racismo, xenofobia, antisemitismo, islamofobia o por ausencia de elementales sentimientos de solidaridad humana. Por el contrario, tales conductas son las que han conducido al resurgimiento del fascismo, derrotado en este continente hace 70 años, y es un hecho que nunca debemos olvidar (Aplausos).

Si algo hemos aprendido en América Latina y el Caribe es que los  graves problemas económicos y sociales de hoy no se resuelven por la vía del uso de las armas y, mucho menos, con dictaduras o terror, males todos que hemos padecido suficientemente en Nuestra América y en Europa.

Debería tratarse como delito incitar conflictos entre países, amenazar la paz y la seguridad internacional  acercando la OTAN a las fronteras rusas; atizar el armamentismo o apoyar aventuras militares fuera de las fronteras de la Alianza, para repartirse zonas de influencia o fuentes de recursos primarios (Aplausos).  Eso solo trae muerte, destrucción, inestabilidad y más pobreza, pues los importantes recursos destinados al desarrollo se emplean para financiar las nuevas guerras.

Estimadas compañeras y estimados compañeros:

Después de décadas de lucha contra el intento de aislar a nuestra Revolución, en América Latina y el Caribe iniciamos nuevos caminos de transformaciones políticas, económicas y sociales en beneficio de nuestros pueblos. Varios gobiernos revolucionarios y progresistas —los mencionados por Rafael Correa— trabajamos por reducir la pobreza y la desigualdad, afianzar la independencia política y económica e impulsar la integración latinoamericana y caribeña.

Se insiste en la justicia y la igualdad.  Se prioriza el legítimo derecho de nuestras sociedades a escoger libremente su propio camino hacia el desarrollo, sin presiones externas ni groseras intromisiones por parte de aquellos que aún se resisten a aceptar el rumbo soberano emprendido por nuestros pueblos y que pretenden revertirlo.

Trabajamos para consolidar nuestra joven Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), organización en la que se abren paso los sueños de unidad de nuestros libertadores, las visiones de los líderes políticos más comprometidos y las aspiraciones de las fuerzas de izquierda, los movimientos populares, los sindicatos, las organizaciones de estudiantes, campesinos, mujeres y artistas del continente.

En ella convergen todas las naciones soberanas de la región, unidas en su diversidad, para aprender a enfrentar los complejos retos del mundo de hoy y del futuro.

La proclamación de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, en la II Cumbre de la Celac celebrada en La Habana, en enero de 2014, reafirmó los principios que deben regir las relaciones entre nuestros países y el derecho inalienable a elegir el sistema político, económico, social y cultural propio como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones.

Sin embargo, esos modestos esfuerzos están siendo atacados con dureza por las fuerzas del imperialismo, como ocurre hoy con la hermana revolución bolivariana y chavista de Venezuela (Aplausos).  Allí en Venezuela, el pueblo venezolano y su gobierno constitucional, encabezados por su líder legítimo, el presidente Nicolás Maduro Moros (Aplausos), y apoyados en una fuerte unión cívico-militar, defienden y consolidan una revolución que ya es de todos los latinoamericanos y caribeños: la revolución de Chávez, la revolución de América Latina (Aplausos).

Hoy Venezuela es un símbolo, y por eso no está sola, tiene todo el apoyo de nuestra región, empeñada en preservar el ejemplo de su fundador y guía moral, el inolvidable comandante y presidente Hugo Chávez Frías, iniciador de este cambio de época (Aplausos).  Desde luego, los venezolanos cuentan con toda nuestra lealtad y la de todos ustedes, y Venezuela sabe que Cuba nunca le fallará (Aplausos).

Reitero nuestro apoyo a la Argentina en su legítimo reclamo de soberanía sobre las islas Malvinas (Aplausos); a Ecuador frente a los desmanes de las transnacionales y los emporios mediáticos, a las justas reivindicaciones de los países caribeños en materia de trato preferencial y compensación por los daños de la colonización y la esclavitud y nuestro invariable compromiso con la independencia de Puerto Rico (Aplausos).

Compañeras y compañeros:

Cuba avanza en la actualización de su modelo económico y social, a fin de preservar las grandes conquistas de la Revolución, perfeccionar el socialismo, al que jamás renunciaremos, y proporcionar mayores y sostenibles niveles de bienestar para nuestro pueblo.

Fueron precisamente la dignidad y la resistencia de los cubanos las que condujeron al reconocimiento del fracaso de la política practicada contra Cuba por 11 administraciones norteamericanas y facilitaron el retorno a la Patria de los cinco luchadores antiterroristas (Aplausos), hechos que condujeron a negociaciones para el restablecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, y en lo que mucho tuvo que ver la demostrada solidaridad de todos los pueblos y de muchos gobiernos del mundo, y también del movimiento de solidaridad con Cuba, del que ustedes también forman parte y por eso les venimos a agradecer (Aplausos).

Ese paso será el inicio de un largo y complejo camino hacia la normalización de las relaciones con ese país, en el que no cederemos en uno solo de los principios por los que hemos luchado y resistido durante tantos años (Aplausos).  Seguiremos reclamando el fin del criminal bloqueo económico, comercial y financiero contra nuestra nación —que se mantiene intacto— y la devolución del territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo en contra de la voluntad de los cubanos (Aplausos).

Por eso decimos que el mejor conocimiento de las realidades y la búsqueda de soluciones a los graves problemas que afectan a mujeres y hombres de ambos continentes son la razón de ser de estas Cumbres de los Pueblos y del encuentro de parlamentarios e intelectuales comprometidos, donde domina la solidaridad que, como enseñaba el Che Guevara, expresa la ternura y el amor entre los seres humanos (Aplausos).

Estamos convencidos de que un mundo mejor no solo es posible, sino que también es imprescindible para la supervivencia de la humanidad (Aplausos).

Una vez más, les agradezco en nombre de Cuba el respeto, el cariño y la solidaridad que nos demuestran día a día en nuestro batallar.

¡Luchemos sin descanso por la paz, la justicia y la solidaridad!

¡Vivan los pueblos!

Y como decimos en Cuba:

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(Ovación).

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